Capitulo 2
Las banderas tricolores ondeaban con todo su esplendor en el palacio francés, las damas, caballeros y otros de diversas castas de alta y baja estirpe se encontraban paseando por los rincones como trabajadores leales. En espera de servir y adorar a la familia real.
En especial a la princesa.
En ello, podían verse a estos especímenes en diversas actividades, desplegando sus deberes por todos lados, pero aún con éste sentido de libertad, estaba estrictamente prohibido el ingresar a cierta habitación, usado solo por las damas de la familia real.
— una Omega respeta a su alfa.
Las zapatillas de tacón se movían entre la alfombra y los muebles, siendo una habitación hundida en un silencio abismal a pesar de su cálido diseño interior con un estilo del más puro rococó.
— tiene que ser educada.
La voz señorial de la Reina se oye, dando pasos firmes hacia cierta figura inmóvil, con sus delgadas y cuidadas manos sosteniendo una regla de madera teñida de blanco.
— mentón arriba —ordeno. Posando la regla en el mentón de la princesa.
Audrey, princesa de Francia y futura consorte de Austria, se mantenía en pie y seguía cada letra en el manual que impartía su abuela Leah, todo para ser una Omega digna de su alto estirpe y perfecta para su futuro rey.
—ahora sonríe
La Omega siguió la orden, como siempre debía, desde muy pequeña había tenido estás clases de etiqueta.
Su vida giraba entorno a estas reglas y seguimientos que planeaba e instruía su abuela, la reina Leah solo mejoraba el producto, así consiguiendo que el plan de vida para su nieta estuviera más que asegurado.
Contraer nupcias con un príncipe de otro reino.
—sonreír es muy importante.
Audrey no tenía objeciones, tampoco otros objetivos que le haría producir malestar por tener su vida planeada, su único apise de inquietud a esto, era una extraña duda de si había algo más que desposar a un príncipe y ser su reina, quería desechar esa aberrante idea, así le sería más fácil querer a su futuro esposo.
Así como sus padres, ambos destinados.
— ¡Audrey no juegues con tus dedos! —rugió la reina Leah. Usando la madera pesada en sus manos.
Aún si sus ojos se aguaran, sus dedos dolían y sus nudillos sangraban, no se movió, ni emitió sonido alguno. Audrey sabía cómo debía comportar se.
— deja de pensar, mientras estás en clase—advirtio Leah, sin perder otra vez la compostura, pero fulminante ante el error de su nieta—. A caso, ¿Deseas avergonzar a nuestro reino frente a los reyes de Austria?, Serán tus suegro, eso sería muy irrespetuoso de tu parte Audrey.
No bajo la cabeza, ni la levantó de más, solo la sostuvo, mientras su abuela estaba despotricando y lanzando acusaciones de las que ella no tenía intensión. Negó sin rechistar.
Su abuela a sus espaldas, acarició su hombro con ternura y calidez, a pesar de lo huesuda y fría que se sentía su mano.
— lo hago por tu bien, cariño —hablo con suma ternura maternal, bajando su mano a su espalda algo encorvada— mejora tu postura, Audrey no dejas a la luz tus dotes, a un alfa siempre le gustará ver los dotes de un Omega.
Obedeció, sin protestar aún cuando libros pesados y gruesos fueron posados por las manos de su abuela, en su cabeza.
— comienza a caminar — demandó con sumo dominio.
Siguieron sus clases, arduas y estrictas, la costumbre hacia al maestro y la disciplina amedrentó a los desobedientes y descoordinación.
Tantas veces había repetido, había practicado esos pasos y movimientos amaestrados que su abuela imponía, la perfección se avecinaba a surcar sus movimientos, aspirando a ser una Omega perfecta, como debía serlo, como la habían implantado ser.
Sería digna de su esposo, lo llenaría de orgullo y lo haría sentir fervor por ser su reina. Se volvió esto un mantra, para darse fuerzas a terminar sus clases semanales.
— amor —llamo su abuela, frente a una mesa— ven aquí.
Apelo a la petición, con la postura adecuada y la gracia requerida, se acercó a su adorada abuela. Leah tocaba una caja guardada con anterioridad en los cajones, sacaba uno por uno de los cristalinos e importantes frascos, de delicados diseños de diferente tamaño y forma, simulando la vista de lujosos perfumes y lociones.
Acarició el rostro de su nieta, tomando uno de los frascos. Sonrió para pedir dulcemente.
Como quien pide un abrazo.
— abre los labios, cariño —solicito Leah, destapando con una mano el frasco con el característico emblema «Morgana», y con la otra levantando el mentón— dos gotas para el olor.
El ácido sabor inundó su paladar, viajando hacia su garganta como quien traga cera caliente que quema todo el camino. Pero contrario a su dolor verdadero siquiera arrugó el rostro.
— ahora, abre los ojos.
Gotas negras fueron aplicadas en sus ojos, ardieron como fuego que roza la piel, pero no sé inmutó a ello. La costumbre hacia al maestro. Contrario a como la primera vez en que se cansó de llorar retorciéndose de dolor.
Era solo una niña de 11 años. ¿Que mas podía hacer? Era por su bien.
Todo lo que hacían era para su bien.
............
No todo en su mundo era ostentosas y sosas clases, habían pequeñas y casi insignificantes partes que para Audrey eran la felicidad de su mundo.
Experimentaba una libertad casi catártica.
Eran días donde su padre y ella escapan del mundo real, de sus títulos y en cierta parte de su abuela Leah. Su actividad favorita en estos tiempos era la caza.
El pasto era cubierto por un mantel, quien desplegaba un olor a limpio que se perdía entre el aire fresco de los árboles, una parte fundamental para que padre e hija pudieran disfrutar de sandwich entre risas estruendosas, antes de la hora de caza.
— la abuela Leah estaría horrorizada con solo verme morder estos aperitivos —se río a carcajadas Audrey, al compás de las profundas y roncas de Felipe.
Sandwich de queso crema, jamón y tomate, exquisitos para un día de caza. Felipe contempló a su hija, con vestiduras mundanas y sin todos esos adornos innecesarios que solo obstaculizaban su belleza.
— también si te oyera reír así —opino el rey con gracia, imaginando a su suegra colérica y escandalizada, sin prevenir el cesar de aquella desenfrenada risa—, No, no te detengas —suplico— tu madre reía igual.
Audrey reaccionó estupefacta, con sus labios más rojos que hace días. Había imaginado algo completamente distinto de su madre, por como la relataba su abuela. Pensó que a ella se le prohibía a igual manera el reír más allá de pequeños sonetos irreales para ser risas.
— ¿Mamá reía? —Felipe asintió, algo perplejo de que su hija no creyera eso obviamente posible.
— ¡Claro que lo hacía! — alegó con obviedad Beutiful, su mirada se perdió en su hija, mientras rememoró otros tiempos— a espaldas de tu abuela, claro.
Audrey no pudo acallar otras risas, más bajas pero aún así muy perceptibles.
Vio en la mirada de su padre, un interminable y nostálgico viaje al pasado.
— ¿Que mas recuerdas de ella? —pregunto añorando las historias de su padre.
Amaba oír de su madre.
— justo aquí —relato Felipe. Audrey admiro a sus alrededores, era ese prado que incluía lo más lejano de los terrenos reales—. Nos conocimos, Ella cantaba y danzaba junto a animales, como una gitana entre su propia gente —en sus labios asecho una sonrisa inminente— era tan... Era la Omega más hermosa que mis ojos pudieron presenciar —sus ojos brillaron como luceros—. No pude, no pude solo verla y la tomé entre mis manos, uniéndo me a ella.
Audrey vio con amor los prados, admirando aquella que presenció la unión y presentación de dos destinados a estar juntos.
Ahora adoraba más este prado verde con frondosos árboles alejados del terreno del castillo.
Los momentos libres, fuera del ojo vigía de su abuela, esos que solo compartían su padre y ella. Habitaban el lugar, cazando, jugando y hasta practicando arco y flecha.
Si su abuela tan solo lo supiera, le darían dos infartos seguidos.
Sus ojos fueron a su imponente padre, un rey poderoso y que imponía con su presencia. Su postura melancólica y derrotada, demostraba un hombre que añoraba el pasado y a quien se había ido de su lado.
No conocía mucho de su madre, ella aún era pequeña cuando cayó en una enfermedad mortal. Su abuela hablaba de ella como un ser que destilaba una perfección y resplandor que rebasó cualquier estándar humano.
Casi como un ángel.
— padre —llamo.
— ¿Si? —hablo Felipe, percatándose de la preocupación de su hija.
Su olor se hizo amargo repentinamente y eso era extraño en ella.
— cómo supiste, ¿Que mamá era la correcta? —pregunto la princesa de Francia, acomplejada con la idea de su compromiso.
El castaño hombres tomo entre sus manos, las diminutas y enguantadas manos de su hija, acunandolas. Sintió la incertidumbre de su hija y sonrió.
— lo supe —explico el Alfa, su hija frunció su entre ceja, confusa—, soñé con su olor, con su escencia, con su voz, su risa —se perdió entre los recuerdos de viejas escenas, percatándose tarde de la mirada incrédula de su hija—. No me mires así.
— ¿No te dio miedo o impotencia la posibilidad de que mi abuelo no la aceptará? —interrogó, sabiendo que en la historia real su madre fingió ser una humilde campesina que servía a la corona de Francia.
Su padre y su madre estuvieron comprometidos desde el nacimiento de ella, el que se encontrarán antes de todas esas acaloradas y extensas presentaciones; fue suerte y mucha más suerte fue que ambos fueran destinados.
Su padre le sonrió, con sus ojos brillando destellante.
— si sentí temor, no te lo negaré y también dude mucho —confesó sin un apise de pena en sus palabras—, pero solo imaginar la a mi lado —soltó un en soñado suspiro— pensé en el resto de mi vida a su lado y todo se volvió simple a mi vista —su sonrisa se ensanchó, mientras admiraba a su hija como si fuera su difunta esposa— y no habría cambiado ni un segundo después de ese momento.
— ¡Pero si la extrañas! —aquejada de lo cruel que sonaba esa vida para su maravilloso padre.
Una vida sin su madre, sin su pareja y sin aquel brillo reluciente que lo hacía feliz.
— pero te tengo a ti —audrey lo miro perpleja—, saber que estás aquí a mi lado, que eres feliz y estás bien me basta para saber que tu madre aún sigue aquí, porque ella me hacía muy feliz y al igual que ella me provocas ese mismo sentimiento de felicidad.
Un amargo pensamiento escarbo dentro de ella, recordando su compromiso real con Austria y su inevitable partida. Su aroma se hubiera vuelto amargo, pero ya no tenía esa capacidad como antes.
Debía dejar a su padre y a su familia por el bien mayor, era su deber.
— pero no estaré aquí para siempre —recordó en voz alta, con malestar.
Ese malestar que tranca el pecho y llena de lágrimas los ojos.
Dolía la realidad de no ver a su padre en aquellos días, no cazar con el o escapar de su abuela después de actos públicos de alta alcurnia, ya no estarían sus abrazos, sus sonrisas y sus palabras ejemplares y paternales que solo él podía pronunciar.
— me llenada de paz saber que encontraras a alguien que te cuide como yo a tu madre —hablo, con un nudo en su voz y llevando a su hija hacia su pecho, donde la baño en su aroma, para calmar la y sentirse menos desdichado con la idea de que pronto se iría de su lado—. Ya verás que amarás a tu marido con tanto fervor como yo sigo amando a tu madre.
La jornada de caza padre e hija empezó y culminó con pleno éxito, lograron cazar a un jabalí de las reservas a los límites del terreno del castillo, pidieron a los del servicio llevar se los para que los cocineros lo prepararán para la cena de esa misma tarde.
Audrey esperaba impaciente el alimento que ella misma había cazado, al igual que su padre orgulloso de su niña.
Por el momento, en una de las habitaciones reales, entre el frío que casi siempre caracteriza a los inmensos y delicadamente decorados cuartos y habitaciones reales, la chimenea daba calor con un fuego abrazador, mientras el lugar lleno de diversos instrumentos y libros, alojaba al rey y a la princesa.
— tienes unos fascinantes dotes para la casa —recordo su padre, acariciando las teclas negras en el piano, sentado junto a su hija.
Su hija había dado un golpe certero al animal con una flecha, junto en la yugular dando su muerte inminente.
— tuve al mejor de los instructores para ello padre —recordo riendo, mientras tocaba una de las teclas, ocasionando la carcajada de su padre.
Recordó con cierta melancolía como a tan corta edad, con sus delgados y frágiles dedos, le instruía como sostener un arco y apuntar a la flecha, como en sus vulnerables brazos mostró como empuñar una espada y con un equilibrio señorial y tierno le enseño a montar a Sansón y a cualquier otro caballo de los establos reales.
Su hija lo llenaba de orgullo. Sabía que aunque dudaba que Aurora viera correcto esos actos en una dama y más una Omega, ella también estaría igual o más orgullosa de Audrey.
— ¿Cual quieres escuchar? — pregunto el padre.
— la favorita de mamá —respondió la hija, con una sonrisa en sus labios al recuerdo de la voz de su madre.
Ella cantaba hermoso, ese recuerdo aún se mantenía impregnado en su conciencia.
Je t'ai vu au beau milieu d'un rêve
Mon amour
Un aussi doux rêve est un presage d'amour
Refusons tout deux que nos lendemains soient mornes et gris
Nous attendrons l'heure de notre bonheur
Toi ma destiné
Je saurai t'aimer
J'en ai rêvé
Lala lala lalalala la
Nous attendrons l'heure
De notre bonheur
Toi ma destiné
Je saurai t'aimer
Tu l'as rêvé
Mon amour
Tu m'as vu au beau milieu d'un rêve
Mon amour
Un aussi doux rêve est un presage joli
Refusons que nos lendemains soient mornes et gris
Nous attendrons l'heure
De notre bonheur
Toi ma destiné
Je saurai t'aimer
J'en ai rêvé
Y esperaba que siempre fuera así.
Mientras su padre, diestramente, tocaba el piano, añoraba en sus adentros que su futuro esposo fuera similar a aquel hombre al que admiraba y adoraba, era un cliché que una niña amara a su padre a ese nivel, pero no podía pensar ni en lo más cercano a alguien igual que su padre.
— esas mejillas me dicen que estás pensando en tu príncipe —teoriza su padre, refunfuñando y así mismo terminando su faena.
— padre —replico escandalizada, con sus manos en guantes tocó sus cachetes comprobando el calor en estos.
Que vergonzoso. Felipe se rió leve pero profundamente.
—aun eres muy inocente —opino con un desconsuelo en sus palabras. Aún no digiere que su hija se casaría prontamente— aún no comprendo tu compromiso, eres tan joven.
Hace segundos estaba en su regazo pidiendo le contar le un cuento de julio Verne y al otro ya un Alfa la desposaria y la haría su reina.
Audrey frunció el ceño, sintiendo igual pero no se dejó vencer por ese lado.
— cuando tenías mi edad, desposaste a mamá —audrey no era tonta.
— para tu información —confronto el hombre— tu padre tenia 23 cuando se casó, tu madre al contrario tenía 18 años. Eran otras épocas —hablo corrigiendo la con arrogancia.
— se que será la mejor decisión —razonó Audrey, aunque ella sabía que nunca le habían pedido su opinión en el tema.
No era un «quiero» sino un «debo», así funcionaba en su mundo y no tenía ni voz ni voto para contradecir un mecanismo político que había funcionado desde hace siglos.
— al menos me consuela que habrá alguien que te cuide y te ame, y te permita ser una gran reina —opino Felipe, con añoranza.
Audrey se hubiera encogido, si a su espalda se le considera jorobar se. Pero solo bajo la cabeza.
—espero ser lo...
— no hay princesa más preparada para llevar ese papel que tú, se que serás una monarca extraordinaria — aseguro el Alfa, con su pecho hinchado de orgullo.
—gracias por confiar en mí padre —sonrió la castaña, recibiendo los brazos de su padre y sus caricias en su cabello. Como cuando era una niña.
— siempre lo haré —aseguro el monarca, con cierta impotencia en su voz— siempre estaré orgulloso de la mujer en que te conviertas.
Los aires se dieron por interrumpidos, una de las amas de llaves habían tocado a la puerta, dando por anunciado que la cena se serviría y que la reina Leah se mantenía esperando los.
.............
La luna se paseaba entre el fondo negro y estrellado, la ciudad de Viena dormitaba a medias, mientras algunos festejaban, rolan o mendigaban, otras personas como Lady Paxson, solo se dirigían a sus hogares para descansar.
O al menos esa era la idea.
Al terminar su trabajo en el castillo, prefirió caminar antes de tomar cualquier taxi que fuera a su llamado.
Entre los pasos no podía evitar el pensar en lo que Charmine le había contado, solo imaginar lo que padecía ese pobre ser le tentaba a correr para llegar a su hogar lo más antes posible. Tan hundida en estos pensamientos estaba, que le fue casi imperceptible sentir como un niño había tomado entre sus manos su cartera y lo intento robar.
— ¡Oye! —vociferante alcanzó apenas al niño desgarbado y notoriamente sucio— no debes robar — le arrebató de sus manos pálidas y huesudas su cartera y el niño solo forcejeo para que lo soltara de su agarre.
Aunque quisiera molestar se, le era imposible, frente a ella alguien completa mente diferente estaba forcejeando por su libertad, un pequeño niño de no más de 10 años, que debería estar en un hogar cálido junto a su familia, se encontraba ahí, tratando de robar unos billetes o lo que sea, seguro para poder cambiar lo por un bocado.
Se le rompía el corazón.
— toma —le ofreció una cuantiosa suma de billetes grandes que hicieron al niño abrir los ojos con desconcierto—, toma los son tuyos —tomo la mano del menor y dejó en ella los billetes que fueron sujetados de inmediato—. cuida te, porfavor.
El niño solo asintió, incapaz de emitir sonido alguno porque no creía que enrealidad una persona de tanta alcurnia fuera tan benevolente ante una inmundicia como el.
Lady Paxson siguió su camino, conteniendo el impulso de ver atrás. Pensando que aún le era irreconocible ese mundo para ella, esa Viena donde tantos sufrían sin consuelo alguno o oportunidades.
Llegando a su casa no se molestó ni de buscar le lugar a su abrigo y a su cartera, solo las dejo en el suelo de su acomodada casa de impecable visión, ubicada en uno de los lugares más acomodados de la ciudad. Bajo al sótano a sabiendas de lo que debía hacer.
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En una vivienda sobre ruedas se encontraba una beta de ojos cristalinos, frente a un escritorio donde estaba un antiguo telégrafo que pitaba repetidas veces.
Su cabello negro se escurría entre sus hombros, mientras traducía el código que llegaban casi a diario. Sus ojos se abrieron de sopetón cuando terminó de escribir en su libreta y leyó lo que había escrito directamente.
— no puede ser...
Salto de su asiento, como un resorte o una piedra siendo lanzada por el agua. La silla fue arrojada con un solo movimiento, ella salió de la carroza en que vivía.
Salió al sol, corriendo por el campamento que habitaban la rebelión entre un rincón rural de Austria. La rolliza beta saltaba y gritaba en llamados desesperados a su líder, llamando la atención de gran mayoría de la escasa manada que aún quedaba.
— WOW... ¿Que le sucede a Jane? —pregunto una morena mezclando especias.
— ¡Parece muy energética! —opino sonriente un rubio con un becerro en sus manos.
La alfa que tanto era llamada, blandía una espada en su mano derecha y con ello, su mano derecha, otro Alfa de origen iraní. Ambos practicaban arduamente a capa y espada mientras recordaban las estrategia de ataque y contra ataque.
— Jay, ¡Más rá...! —su voz fue interrumpida por el griterío de la beta roja de tanto esfuerzo, a un punto que trataba de regular su errática respiración—. Jane, calma respira — la susodicha ya más calmada asintió—, ¿Que quieres? —algo disgustada Mal interrogó.
No le gustaba en lo más mínimo el ser interrumpida en el entrenamiento. Su padre decía que si quería lograr así sea el mínimo de algo, trabajar y prepararse para ello era lo único que podía hacer y ella, obviamente, quería esa libertad que tanto otros se hactaban de tener verdaderamente y vengar a su familia.
Y eso no se obtendría fácilmente.
— ¡La hada madrina envío un mensaje! —exclamo emocionada y angustiada al mismo tiempo.
Jay, quien solo acomodo las espadas y las armas mientras su mejor amiga hablaba con la beta, se tensó al oír aquello y de inmediato dejo lo que hacía para acercarse a la pálida morena.
— leela —ordeno la alfa, no tenía ganas de leer las traducciones de la beta.
Jane asintió y prosiguió a en sus sudorosas manos tomar con firmeza el papel.
— «la realeza tiene a un Omega prisionero, necesitamos rescatar lo. El puede ser indispensable para nuestra causa, su nombre es Harry Hook» —hablo en voz alta, percatándose de cómo algunos otros alfas la lograron oír y empezaron a murmurar entre su incrédulos.
La líder arrebató de sus dedos el mensaje y lo releeyo por lo mínimo 3 veces, incrédula del nombre de dicho Omega. Esto sonaba tan bien para ellos como mal para ese pobre desgraciado.
— esto es increíble —murmuro entre sus carnosos labios sonrientes la Alfa, mientras el papel cambiaba a unas morenas manos.
Jay leyó igual de incrédulo el mensaje, incapaz de creer en la posibilidad que un Omega sobreviviera a lo que debió haber pasado, por como son las costumbres monárquicas juraría que se encontraría colgado de los pies, con su piel pudriéndose de a poco y cayéndose parte por parte entre su propio escremento, orinas, quemadura producidas por extenuantes horas en un sol abrazador en la punta más alta del castillo y vómito.
Eso o con su cabeza cercenada y ensartada en una vara adornando las partes más altas del castillo. Conocía ese método muy bien.
— Jay —llamo Mal y este la miro atento a cualquier servicio que requiriera—, reúne los a todos. Debemos organizarnos, creo que haremos un pequeño viaje a nuestra amada capital.
...............
Un calabozo, similar a un agujero oscuro, húmedo y rocoso, con cadenas en las paredes reteniendo cadáveres y rostros desfigurados que se pudrian, huesudos sin carne que las ratas alguna vez comieron hasta los tendones y algunos partiendo los huesos.
Un destino no muy diferente a aquél que tendría el Omega amarrado en un círculo que daba vueltas desde unas cadenas que lo suspendían en el aire.
Harry Hook, aquel que una vez su nombre imponía miedo. Ahora apestaba a sangre, sudor, piel quemada y a su propio desecho.
Nadie se sentiría placentero de ver una imagen similar, exceptuando al imponente rey Adam, quien con una mirada retorcida y ojos inyectados en furia soltaba latigazos al vientre de este y a sus piernas, ya de por sí con marcas viejas y nuevas que se abrían más, golpe tras golpe del cuero contra las heridas punzantes y sangrantes, algunas infectadas y otras en costras muy mal cuidadas.
Las lágrimas del Omega no se dieron, aunque alguna trataba de resbalar, purificando el contaminado rostro sangrante y golpeado de este.
— solo haces esto más satisfactorio para mí, ¿Lo sabías? — Adam se rió con sarna y un pestilente hedor a orgullo de Alfa.
Hasta parecía que este dominaba la habitación entre el repugnante aroma a muerto y descomposición de antes mencionados cadáveres misteriosos.
— ¡AHHHHHH!...
Un latigazo certero entre las piernas y otros en el pecho, Harry no aguantaba la respiración, ya no soportaba el olor, el dolor y la desesperación que de el corrían.
Como quería que terminaran con esto, no era heroico, intuía que Jack no se sentiria orgulloso de ese comportamiento de el, pero ya no podía aguantar dar le esa maldita satisfacción a ese mal nacido.
— lo repetiré una vez más, ¿Donde se sitúa el cuartel de la rebelión? —hablo como si nada, como una trivialidad, mientras el cuerpo delgado y pálido se estremecía por el dolor en las extremidades de las cuales colgaba—, ¡RESPONDE MALDITA SEA!
Una risa ahogada salió entre los resecos y dolidos labios del de ojos azules, Harry no hablaría aunque su vida dependiera de ello. Uno; porque no tenía ni idea de que maldita rebelión hablaba, segundo; prefería besar le el culo al rey Arturo y a la zorra de Ginebra antes de darle el placer de su captor a siquiera inquirir sumisión a él.
— no le veo la gracia, pero cada quien enloquece a su manera —excuso el rey, contemplando el herido cuerpo del omega.
No recordaba un cuerpo así de herido desde hace tanto, ella se veía tan bien, callada y sumisa ante él.
— es tan divertido ver como... Alguien tan “poderoso” súplica respuestas a una escoria como yo —parecía que si no estuviera tan herido para moverse y con las extremidades entumecidas y contenidas, Harry se estaría retorciendo de risa— hasta me siento halagado.
La expresión calmada y orgullosa de Adam se transformó en un semblante bestial y furioso, cual bestia soltó el látigo y tomo el cuello del menor, empezó a presionar, viendo como el rostro de este se desfiguró por la desesperación y se tornó de más colores.
— sigues así, solo harás que prolongue las ganas que tengo de verte suplicar que te mate —se mofo, mostrando sus colmillos sedientos de morder y descargar su furia de la manera más primitiva posible.
Tenía el derecho, de todas formas, ¿Quien alegraría por maltratar a un ser tan miserable y repudiable?, le podrían otorgar un reconocimiento político si lo diera a la corona inglesa como un abrigo para la reina Ginebra y su cabeza para él rey Arturo cómo tributo de respetó.
Sería muy disfrutable, pero al ya estar muerto ya no sería divertido.
— ya me he cansado de decir que nosé ni una mierda de quienes me hablas — escupió con molestia el pirata, sin dejar su altivez de lado, tan característica.
Prefería no hablar, le ardía la garganta de tanto gritar y gruñir por el punzante dolor repentino.
Cada vez que terminaba, volvía a arremeter contra él cuando apenas volvía a respirar.
— ¿Tanto te paga esa escoria? —interrogó, y Harry lo fulminó hartó—, eres igual de estúpido lo que era tú esposo.
Aún con el punzante dolor, el cansación y lo derrotado que estaba su cuerpo, este se sacudió iracundo. La sola mención de su amado esa chispa apagada por el dolor y el prolongado sufrimiento, se encendía con una inspiración para correr hacia el cuello de ese miserable rey.
— ¡NO TIENES NINGÚN MALDITO DERECHO! NADIE, NI LA ZORRA DE TU ESPOSA NI TUS SUCIOS VÁSTAGOS TIENEN O TENDRAN EL DERECHO A ESCUPIR O PRONUNCIAR EL NOMBRE DE MI MARIDO —grito encolerizado y como la bestia retenida que era, la garganta le hacía agonizar, pero su característico carácter y el amor a su difunto Alfa era suficiente para sucumbir a su furia—, juro que te haré pagar...
El rey ni se inmutó, solo sonrió ante la furia ciega de este y se alejó, con cuidado de no ensuciar sus costosos zapatos con la sangre y demás mugre de sospechoso origen, su teléfono vibro mientras su mano se cernía en una palanca que al doblarla se vio como de poco el círculo empezaba a girar lentamente.
— un día te cansaras de esto, eres un Omega y no duras mucho —razono en voz alta el rey, Harry gruño colérico—. Ya ha pasado un tiempo, te dejare pensar lo un poco más o te matare cuando me seas inservible, lo que sea primero —hablo con desinterés, el rostro del chico empezaba a volverse más pálido.
Adam Beat no era un impulsivo la mayoría de las veces, pero si insistía y ese pedazo de mierda le hacía perder más el tiempo no lograría centrar se en su siguiente paso.
Uno de los guardias tocó la puerta y se adentro al agujero que era esa habitación de tortura. El joven Charmine, tan imponente como lo era su padre, le comunico que el almuerzo se serviría y que su amada familia se encontraba ahí.
........
El dominante color azul con dorados impregnaba el comedor familiar, de un fino diseño Victoriano, la palabra opulencia gótica simplificó todo en la habitación, desde los espejos con marcos de oro pulido, hasta la vajilla francesa.
Grimhilde Beats, se encontraba frente a sus dos hijos, reconocía el fogoso olor a deseo de su hija, mientras su hijo absorto del intenso aroma que desprendía su hermana parecía más entretenido con su celular.
— Ben sabes lo que digo sobre el celular en la mesa — reclama disgustada de la indiferencia de su hijastro— cuando tu esposa llegue, espero que no te comportes así...
— cuando mi prometida llegue, madre, me esforzaré más por aparentar que me agrada tan siquiera antes que en cualquier cosa —expuso bruscamente y su madre no parecía a gusto con la respuesta, Ben soltó un hastiado suspiro de resignación y guardo su celular sin intensiones de irritar a su adorada madre— lo siento madre, aún sigo disgustado por esta situación.
Grimhilde, acariciando su largo cabello trenzado, escarbando en la mirada luminosa de su hijo.
— no lo haces por gusto —aclaro con obviedad, sin apartar los aires maternales—, ni siquiera tu padre y yo nos casamos por amor. Eso es una falacia querido, en este mundo quien piensa con el corazón es capaz de perder mucho —se lamento, mirando al espejo frente a ella rememorando algunos tiempos.
— lose madre, lose — correspondió el sentimiento.
Mucho había pasado su verdadera madre por enamorarse y estar con su destinado, ningún beneficio y una corta vida de seguir a un hombre. Ella había sido débil y patética.
— recuerda que todo se hace por un bien mayor, si no lo requiriera tanto para el bienestar de nuestro reino, no tendrías que casar te con quién no eligieran —refuto su madre y dentro de Ben burbujeo cierta rabia y despreció por ciertos individuos—, mira el lado positivo, tu esposa es hermosa y no escogí para nada mal, se que te gusta y es bueno para ti —aseguro Grimhilde.
Ben dudo mucho, aunque si reconocía que su madre lo conocía a la perfección y sabía sus gustos.
— escogiste a la estúpida perfecta para el nene —bromeo Evie, percatándose de la conversación.
Grimhilde agradeció porque no se sentía para nada cómodo el oler tal aroma en su hija.
Tampoco era de una dama soltar las hormonas de esa manera.
— calla Evie —reclamo Ben, con dominio y enfado en su mirada.
Algunos de los trabajadores de turno suplicaron internamente, a cualquier deidad existente que el rey llegará antes de cualquier batalla por el dominio.
Evie no correspondió, solo se recargo en el respaldo de su asiento y sonrió, complacida de purgar a su irasible hermano.
— Evie, no molestes a Ben —demando y aún siendo una Omega, la alfa azulina obedeció sin rechistar—. Sus comportamiento los hacen ver más que repugnante a veces —insulto y estos no pudieron evitar sentirse heridos aún si no era tan fuerte el insulto—. ¿Sabes cariño? Un día tendrás que escoger a un Omega o un Alfa para estar a tu lado y en ese momento verás lo importante que es el buscar buenas compañías —aseguro madre y reina, mientras le servían una copa de vino blanco.
El rostro de Evie se desfiguró del asco, imaginarse con un hombre no era el problema, imaginarse con otra persona que no fuera Li' Lonnie era la verdadera abominación en el asunto para ella.
No necesitaba una estúpida Omega que proteger de sus propios olores o de aguantar con sus lloriqueos maritales, la única Omega que no le era así es su madre, pero un alfa tampoco le parecía apreciable, alguien que buscaba dominio absoluto de ella y su sumisión tampoco le atraía, le gustaba lo difícil pero no lo dominante. Al menos no de ese lado.
Una beta, una hermosa y fuerte beta era lo que su plato necesitaba, ya sea en el altar para después tener la siempre o en su cama por una simple noche.
— se que escogeré bien madre —ronroneo las palabras, con una malicia que hizo temblar a la asiática que desde hace solo 25 minutos estaba siendo víctima de las lascivas miradas de la contraria.
— tienes suerte de aún poder disfrutar de los consortes reales — Ben atacó sin piedad la discreción de su hermana.
Los ojos oscuros de Evie liquidaron a Ben, era no solo inadecuado en la mesa, sino que también incriminatorio frente a la beta ese comentario.
Sí, usaba mucho a las consortes reales, más de lo que su hermano hacia pero no podía evitar lo y peor aún no quería que Lonnie lo supiera.
— es preferible ellos que otra clase de ser —aseguro, viendo por el espejo a una pálida y tensa asiática— deberías ver con Sir Douglas, es un caballero muy importante en la política, sus padres son familia de sangre Real de los Von Erthal, no perderías tu linaje cariño.
Ben, si fuera capaz, hubiera soltado una tremenda risotada pero se contuvo con un autocontrol casi inhumano. Conocía muy bien a Sir Douglas, el pequeño Omega que acompaña casi a tiempo completo a su hermana y sabía que entre ellos había más una camaradería maligna, que una química de lo mínimo sexual.
— me atrasó unos segundos y hablan del futuro de mi princesita hermosa —reclamo con disgusto paternal el hombre y rey del castillo.
Todos en la habitación se callaron, mientras que la familia solo miró al rey con veneración.
Adam se acercó a su hija y beso su cabeza en un tierno y posesivo ataque paternal. Para después besar a su esposa casta mente y sentar se en la cabezera de la mesa.
— cualquier conversación sobre comprometer a Evie se puede olvidar hasta que consiga a un hombre digno de su mano —reclamo con obviedad, Grimhilde sonrió divertida y de acuerdo con su marido.
Prefería prevenir que sus nietos salieran con los ojos rasgados y seguro jugarán en el fango como viles campesinos. Solo imaginar el olor a gente común le enfermaba.
— puedo tomar decisiones Papi —aquejo un poco disgustada Evie.
— yo no tome una buena desición hasta los 28 años — reclamó Adam, con vigente desaprobación.
— te cásaste conmigo a los 28 querido —le recordó orgullosa la reina y el rey sintió las mismas infulas.
— era eso o un cadáver querida —bromeo y los padres sonrieron más a pesar de la vigente incomodidad de Ben.
El comedor se inundó de un ameno silencio, los cocineros y los trabajadores que ahí rondaban sus horas sirvieron los platillos a cada miembro de la familia real, más aperitivos.
..............
Al recibir la nota, se limitó a no espantar a su manada.
— ¿Que sucede jefa? —hablo una morena, su disgusto a la interrupción de su trabajo nocturno era vigente.
Uma, una confiable alfa hija de Úrsula Waters; una beta que era parte de la primera generación de la rebelión iniciada por Hades Malum.
Era de esperarse que ella fuera la que daría inca pie a las preguntas serias antes de cualquier duda.
Era de carácter limitado a la paciencia.
Su pareja, dispuesto a calmar la la abrazó a sabiendas por la expresión de la pelimorada que no estaba de humor para contestar preguntas.
— iremos a Viena por un tiempo —explico breve y directa mente Mal, sin intenciones de responder más—, Cobra les dirá los detalles y responderá todo. Estaré en mi vagón.
Sin prisa, se alejo del grupo que se disponía a oír atento a Jay.
Mal no cabía de su emoción, cuando más lo necesitaba llegaba ese individuo tan especial. No era muy bueno de su parte alegrarse del sufrimiento ajeno, peor de un Omega y más si era igual al que una vez su padre y muchos más padecieron, pero, era más que obvio que alguien como él gran Harry Hook los podría apoyar con esto y así mismo doblegar a todos aquellos que no escucharon con anterioridad sus gritos y protestas.
Pensó que después de 5 años de servicio desde que su padre había sido “dado de baja” -. Atrapado y asesinado brutalmente-. Todo estaba perdido, apenas se oyó en las noticias de Austria campanas de boda que indicaron un compromiso entre la princesa Audrey Beutiful y el príncipe Ben Beats.
Una imagen aberrante para su misión principal, acabar con la monarquía totalitaria en que tenían sumergida a Austria.
Su límite de tiempo corría con fuerza, las dos semanas empezaban a correr desesperadas como si se burla se de su cordura y paciencia.
Se irían de Wienerwald lo más antes posible y se hospedarán en el albergue de su viejo amigo y pareja destinada de Jane.
Se subió a su vagón, la madera vieja chillo por el peso y su aroma natural inundando cada pequeño, viejo y gastado rincón familiar de su humilde vivienda, tomo entre sus manos el collar de su padre y lo apretó con fuerza mientras veía una vieja fotografía en el trozo de espejo que tenía y Jay había robado para ella hace demasiado años atrás.
— te juro que estarán orgullosos de mí —hablo a la gris y encorvada imagen de un hombre con ropaje oscuro y desgastado de peculiar peinado en puntas y una bella mujer de vestido holgado y sonrisa traviesa.
Estaba dispuesta a cumplir esa promesa a cualquier costo. Aún si fuera con el sacrificio más absurdo o riesgoso, no importaba que, no importaba cuando, pero estaba segura de que terminaría lo que su padre con tanto esfuerzo empezó.
...
El viaje había sido cansado para todos, extenuante el ir por rumbos desolados que fueran lejos de la vista policial o pública. El martes al medio día fue el día de llegada.
Jane los guío entre las desoladas calles pobres de unos pequeños rincones de Viena, el olor a suciedad venía de basura que nunca tendrían quien levantará más allá de gente que buscaba entre ella un bocado que comer al día, las calles estaban agrietadas y descuidadas y cualquier indicio de luz o de lo que había sido hace décadas -. Mucho antes del reinado de Adam II-. Estaba lejos, en donde el rastro del olor a suciedad se perdía y dónde la imagen pública bombardea la belleza de su capital.
Mal no estaba ausente de esta imagen, no había conocido algo más en su vida y los relatos idílicos de su padre sobre un mundo más bello que esté infierno le era lo mismo que para ella siempre fue; un cuento de hadas.
—ya llegamos —hablo entusiasmada Jane, su aroma explotaba por todos lados, la alegría de ver a su otra mitad.
— al menos el viaje valió la pena —comento su mano derecha, quitando su gorro de lana de sus ojos para ver el edificio.
— di eso cuando cumplamos con lo acordado — le pidió Mal, más como un reclamo ácido.
El edificio estaba viejo y descuidado, pero no más que el que cualquiera a su alrededor estaría, las personas iban y venían de la entrada y al solo verlos muchos rostros se iluminaban y otros celebraban a gritos su llegada.
— ¡Oh, las personas están felices de vernos! Te dije que no había sido mala idea de Mal Camaroncita —festejo torpemente saliendo de la carroza, un alfa alto y fornido.
El rubio no se vio venir que no duraría de pie ni 3 segundos después de haber dicho eso, cuando ya había recibido el impacto de una olla de aluminio contra su espalda, a producto de la furia de una morena.
— ¡No me llames camarón, maldita sea Gil! —regaño la alfa, furiosa a su pareja.
— ¡Uma, las ollas noo! —lloriqueo el rubio, ignorando la rabia de la contraria.
Mal y Jay no pudieron aguantar las risas, la dinámica pareja de alfas siempre tenía una situación cómica debajo de la manga.
— oh, problemas en el paraíso — se burló Jay, bajando del caballo para guiarlos a la entrada trasera.
— si así será el paraíso no me imagino el infierno —comento la pelimorada siguiendo el juego.
Dejaron las viviendas móviles a cargo de facillier, un carterista y artista de calle que servía en silencio a la resistencia.
Sus “amigos del más allá” eran muy útiles a veces.
El edificio estaba repleto de personajes de diversas edades, castas, etnias y lugares del país, todos en la misma situación de pobreza o orfandad que los envío a buscar refugio en el albergue y refugio de Carlos.
Jane y el lo dirían, pero Carlos se encargaba a tiempo completo del cuidado de los residentes y de la educación de los niños y niñas, hasta de algunos adultos Omegas, a los que se les privaba de una educación primaria.
No enseñaban ingeniería mecánica, pero las familias y los niños se sentían felices de al menos aprender a leer, escribir correctamente y conocer un poco de sumar, restar y multiplicar.
Era más de lo que tendrían a mano propia afuera.
El olor a comida inundó el lugar, que a pesar de su descuidado aspecto exterior, estaba una vibra familiar y ordenada que dominaba entre las diferentes personas que mantenían la armonía, a esas horas almorzaba amenamente la mayoría, en una larga mesa familiar que en su mayoría recibía a todos por igual, después de esperar en una larga fila su plato de comida diaria.
— toma una bandeja y vamos —pidio Mal a Jay, este asintió y tomo dos.
—el lugar se ve bien —ojeo Jay, con una sonrisa orgullosa y complacida, su amigo había hecho maravillas últimamente.
— Jane me dijo que había conseguido más libros para los niños — informo feliz Mal.
— eso es bueno, al menos tendrán la oportunidad de aprender algo que no sea robar en el futuro —su voz se descompuso un poco llendo el pasado.
— ellos tendrán una vida mejor que nosotros — aseguro la alfa, confiada de ése futuro.
— es lo mínimo que merecen en este mundo — respondió Jay, aún si su voz sonó apagada su sonrisa se ensanchó— están bastante emocionados al parecer, mirá.
Mal viró sus ojos hacia donde Jay le había señalado con el mentón, un grupo de niños se encontraba rodeando a Gil, saltándo le encima y arrastrándolo lejos de Uma, quien disimuladamente escondía una sonrisa divertida y enternecida.
Los niños amaban a Gil y su olor a pino y miel no pedía más que acercar se y abrazar lo.
Llegaron frente al chef de esa tarde o al menos el que servía la comida, el beta al verlos soltó el mantel emocionado y se acercó a ellos alegremente a abrazar los.
Un beta joven de cabellos plagiados, soltaba alegría a su paso.
— M, J no saben cuánto...
— Carlos vendrás con nosotros —interrumpio la emoción del joven, este los miro con su mirada tornándose sería.
— ¿A donde? —pregunto Carlos.
— tenemos una misión —respondió Mal, aún si no era la pregunta.
Carlos asintió, los invito a sentarse a una de las enormes mesas del comedor y se dispusieron a exponer su plan ante el pecoso.
— deberás llamar a jean, la necesitaremos, cuando lo saquemos de ahí necesitará asistencia médica —pide Jay.
— lo haré cuanto antes — aseguro el más joven de los tres.
Jean era la médico en jefe del lugar, una de las pocas personas que se tomó el trabajo de aplicar su carrera a los menos privilegiados. Su trabajo más que nada era en el albergue, pero de vez en cuando en casos especiales iba a las casas.
— ¿Cuando se hará el golpe? —pregunto Carlos, inquieto por la misma fecha de la boda real.
Ambos alfas miraron dudosos al beta, no tenían fecha y esperaban que el les diera una oportunidad de comunicar les algo para ello.
— no hemos acordado bien esto, tuvimos que venir de improvisto — excuso Mal, aún sabiendo que fue irresponsable moverse sin un plan preciso.
«El que no arriesga no gana, Malvadita» decía su madre.
Carlos asintió entendiendo y expuso su idea.
— Facillier me dijo que se ha acordado una protesta a las 11:00 y que llegará a las puertas del castillo — explicó y Jay sonrió— ¿Que dices M?
Mal lo pensó por segundos y expresó.
— nos unimos a la marcha y cuando los guardias se vuelvan agresivos con los manifestantes, iremos y nos inflitraremos al castillo —propuso Mal, y tanto Jay como Carlos asintieron fascinados por la rapidez de su líder.
Pero Carlos dudo un poco.
— ¿Como entraras al castillo con los guardias? —pregunto el menor. Confuso.
— conozco a alguien — halardeo en voz baja, este la miro perpleja— ya verás, buscaré la forma de comunicar me con el...
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La pintura rococó: se desarrolló a lo largo del siglo XVIII por toda Europa partiendo de Francia, cuna de este estilo de origen aristocrático y se dividió en un principio en dos campos nítidamente diferenciados: como parte de la producción artística, es un documento visual intimista y despreocupado del modo de vida y de la concepción del mundo de las élites europeas del siglo XVIII, en tanto también como una adaptación de elementos constituyentes del estilo a la decoración monumental de las iglesias y palacios, sirvió como medio de glorificación de la fe y del poder civil.
La canción que Felipe y Audrey cantaron, es la que Aurora cantó con Felipe cuando se encontraron por primera vez en la película de la bella durmiente, solo que en francés, 100% recomendado escuchar la. Se llama j'en Ai Rêvé. En español es Soñé con ella.
El rey Arturo y Ginebra: son de los clásicos literarios con el mismo nombre del rey Arturo , creo que lo conocen más por la versión de Disney “la espada encantada”, en esta historia el es el rey de Inglaterra y su esposa es Ginebra.
El estilo victoriano: es un estilo de arquitectura, moda, literatura, artes decorativas y visuales entre otras áreas. Se caracteriza por ser romántico y gótico. Se impuso durante el reinado de la reina Victoria de Gran Bretaña desde mediados y finales del siglo XIX.
Von Erthal: es el apellido de la verdadera Blancanieves de la vida real, que fue una princesa y una noble en la que se inspiró la historia, o sea que al decir esto, el padre de Doug es familia directo de Blancanieves que podría decirse reina de Alemania y el y su familia son nobles por predilección y herencia.
Wienerwald: nombre alemán para el bosque de Viena. Normalmente es un lugar público y bastante visitado pero en esta historia enrealidad está aislado en ciertas partes del mismo y es como un santuario natural.
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