6. HORA DE ORAR.
Mateo 26
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Inmediatamente me di cuenta de que mis sospechas eran verdad.
«No hay peor ciego que el que no quiere ver».
Las palabras de aquella mujer desconocida que me avisó de esto, se repiten en mi cabeza una y otra vez.
«Fui tan tonta».
Siempre creí que él sería incapaz, aún cuando se había acostado con medio mundo.
No espero a que me dé explicaciones, inmediatamente salgo corriendo de ahí.
—¡Amor! —lo escucho que me llama —¡Linda, mi cielo, espera no te vayas!.
Corro lo más rápido que puedo para llegar al ascensor antes de que me alcance.
Apenas entró al ascensor presionó rápidamente el botón de la primera planta.
Afortunadamente el ascensor se cierra antes de que Deimond llegue.
Es ahí donde suelto a llorar mientras me dejó caer al suelo.
Siento como si mi corazón se estuviera cayendo a pedazos.
Ahora recuerdo las palabras de todos los que no estuvieron de acuerdo con mi boda, uno de ellos fue mi padre.
Definitivamente él tenía la razón de odiarlo.
Lo mejor era no haberme casado con él.
Las puertas del ascensor se abren.
Salgo rápidamente de ahí limpiadome las lágrimas.
—¡Linda! —escucho la voz de Deimond nuevamente.
Acaba de bajar por las escaleras.
Es demasiado rápido.
Corro hacia el parqueadero en donde está Cristopher.
Pero antes de llegar él me alcanza y me abraza con fuerza.
—no te vayas amor —me súplica. —puedo explicarlo.
Vuelvo a llorar.
—yo solo venía arreglar las cosas —le digo —jamas me imaginé encontrarme con aquella escena.
—no es lo que piensas —me dice sin soltarme.
Miró a Cristopher y con la sola mirada le pido que lo quité de mi.
Afortunadamente los escoltas de Deimond no están aquí.
—fue un accidente —sigue él hablando —ella entró a llevarme unos papeles y...
No pudo terminar de hablar porque Cristopher le asestó un golpe en el cuello dejándolo inconsciente.
—llevalo a casa —le ordeno.
Cristopher lo toma y prácticamente lo lleva de rastra al auto sin saber que es lo que pasa.
—no te preocupes por mi —le digo —yo...yo quiero caminar un rato.
Él asiente y sube al auto.
Yo salgo del parqueadero con el corazón hecho pedazos.
Afuera veo a alguien que no me imaginé encontrar.
—Duncan —digo en medio de las lágrimas.
Él siempre aparece cuando más lo necesito.
—Linda —se acerca a mí y me abraza.
Fin de la narración.
Estamos terminando de almorzar.
Es curioso pero hoy no ha hecho presencia Fabricio en todo el día.
«Justo cuando más se le necesita».
Lo bueno de todo esto es que es una excusa perfecta para no ir por el supuesto vestido de novia.
—¿En dónde estará Fabricio? —habla la señora Emine rompiendo el silencio.
—lo mismo me pregunto yo —dice el señor Fary poniendo los cubiertos sobre la mesa.
Luego ambos fijan su vista en mi.
—¿Por qué me miran a mi? —pregunto un tanto molesta.
—no lo sé —habla la señora Emine con indiferencia —dilo tu.
—¿Yo? —me señaló indignada.
—tal vez sea porque pronto van a casarse —esta vez habla el señor Fary.
Decido seguirle el juego solo para que no se enoje.
—no he hablado con él desde ayer —respondo.
—es raro que no se apareciera en toda la mañana —habla la señora Emine —desde que tú estás se ha vuelto más filial.
Sonrío haciendome la desentendida.
—es una pena —(me lamento). —si él no podremos buscar el vestido de novia.
Narra Fabricio:
—oh vamos —le pongo la mano en el hombro en un intento por ser amable —tampoco es para tanto, además al que intento agredir fue a mi, no a ti.
Me encontraba con Kai intentando consolarlo, ya que parecía un niño chiquito enfadado.
Saco su teléfono y comenzó a escribir, luego me envió un mensaje.
Kay:por tu culpa estoy en problemas, se suponía que ayudarte no me complicaría la vida.
—no lo hará —le aseguro algo de lo que no estoy seguro yo.
Él ríe con sorna y bufa.
—mejor juguemos un rato para que te relajes —le propongo.
«¿Que?»
Leo los gestos de sus manos.
—¿Que tal free fire? —le dedico una mirada maliciosa.
«¿Que es eso?».
Me dice con señas.
Su rostro de inocencia es todo un poema.
¿Cómo no va a saber que es free fire?.
De verdad que este chico ha vivido en completo anonimato.
—es un jueguito —respondo.
«¿Solo un jueguito?».
—solo un jueguito —aseguro sin dejar de sonreír.
A este chico le hace falta un amigo que lo saqué del completo anonimato en el que se encuentra y que mejor que yo, para esa tarea.
Tomo su teléfono y le descargo la aplicación.
«Finalmente voy a poder ganar sin que nadie me haga trampa»
Rio para mis adentros.
—ahora juguemos —me acomodo mejor en el asiento y le explico todos los movimientos que tiene que hacer.
Nuevamente mueve sus manos y yo me rasco la cabeza tratando de leer sus gestos sin que se me escape nada.
Siempre creí que aprender lenguaje de señas era solo una perdida de tiempo.
Pero ahora me doy cuenta que para algo bueno sirvió.
«Juego pero con una condición».
Me dice.
—¿Que?.
Me quita el teléfono y comienzo a buscar en play store.
Busca la biblia y la comienza a instalar.
—¿Que haces? —pregunto un tanto indignado.
Ni que fuera evangélico para tener la biblia en el teléfono.
«Si no la descargas, yo no juego».
Me deja claro.
Todo lo que uno hace por tener de aliado al hijo del pastor.
—esta bien, de acuerdo.
Finalmente la aplicación se termina de instalar.
Pensándolo bien da lo mismo, es como no tenerla, al fin y al cabo no voy a leerla y la desistalare apenas me vaya.
—ahora si juguemos. —le digo.
Entro al juego y en ese momento me llega una notificación de la biblia la cuál dice:
Hora de orar.
Le doy en la x y voy a jugar pero Kai me detiene.
—¿Que? —pregunto un tanto exasperado.
«Hay que orar».
Me dice.
—¡¡Queeeee!!
Él vuelve a mover sus manos.
Nuevamente trato de centrar mi atención pero de verdad que esto me está agotando la paciencia.
«Cada vez que aparezca la notificación, hay que orar».
Me explica de lo más normal como si yo fuera evangélico para hacer esas cosas.
Suficiente tengo con venir a culto.
—oye, respeto tus cosas, —le digo —pero yo no pienso hacer eso.
Toma su teléfono y empieza a escribir, cosa que agradezco.
Eso de estar atento a los movimientos de alguien no es lo mío.
Al instante me llega un WhatsApp.
Kai:si no lo haces, no jugamos.
—como quieras —me pongo de pie con la clara intención de largarme.
Es que ni siquiera sé que hago aquí en la casa pastoral.
Enserio que esto es demasiado, todo por ganarme su agrado.
Me dirijo hacia la salida cuando me llega otro mensaje.
Kai: también olvídate de Caroling, no te pienso ayudar a conseguirla.
Río ante sus palabras y me devuelvo por donde vine.
—¿Acaso eso es un chantaje?.
Niega con la cabeza haciéndose el inocente.
—mira mi cara, —me señalo —es imposible que ella se resista a esto por mucho tiempo.
Él vuelve a sonreír.
«Si sigues con esa altivez, hay más posibilidades de que Mario se quede con ella».
Me habla por señas.
—ni siquiera lo sueñes. —vuelvo al lugar de antes. —bien, entonces oremos.
Incliné mi rostro sin siquiera saber que decir.
De pronto mi teléfono empezó a vibrar.
Kai me miró molesto.
—lo siento —digo mirando la pantalla del teléfono —es mamá, tengo que contestar.
Salgo y atiendo la llamada.
Minutos después.
—lo siento brot —le digo —pero me tengo que ir.
Mi amada madre llamo en un muy buen momento
Fin de la narración.
Nos encontramos en el jardín con la señora Emine a la cual se le ocurrió la gran idea de llamar a su hijo para que fueramos a ver los vestidos de novia.
Yo por mi parte estoy tranquila.
Confío plenamente en que él no irá.
Es imposible que quiera casarse así que sacará una excusa.
—te amo mi cielo —dice la señora Emine dando un suspiro y finaliza la llamada.
—supongo que no puede ir —comento.
—al contrario querida —sonríe con satisfacción —apenas supo que se trataba de la boda, inmediatamente acepto venir.
Le doy una sonrisa forzada.
«¿Como es posible que Fabricio me haga eso?».
Se supone que íbamos a ser cercanos algo así como una especie de aliados.
Pero ahora se está uniendo con sus papás para hacerme la vida un martirio.
Entre más pasa el tiempo, mas me convenzo de que él está apoyando este matrimonio.
Tengo que hablar seriamente con él, antes de que sea demasiado tarde.
Horas después.
—¡Hola familia, llegué yo! —escucho la inconfundible voz de Fabricio fuera de la habitación.
Sino llega haciendo bulla no está contenta.
Ruedo los ojos y vuelvo mi concentración al libro que estoy leyendo.
Por un momento pensé en ir a verlo, pero es más que obvio que él vendrá aquí así que mejor me ahorro las molestias.
Tengo que hacerlo cambiar de parecer en cuanto a ir a esa tienda.
Minutos después.
Fabricio no llegó.
Tuve que tragarme mi amor propio e ir en su busca solo porque necesito hacerlo entrar en razón.
«Dios mío por favor, dame paciencia».
Salgo de la biblioteca y afortunadamente me encuentro con una de las jovenes encargadas del servicio.
—disculpe, —la detengo —¿Ha visto al joven Méndez?.
Ojalá hubiera puesto cuidado a su apellido antes, nada de esto estuviera pasando.
—creo que se está refrescando —responde.—me temo que está muy agotado después de la grabación.
Olvidaba que es actor.
—okey.
Ya me lo imaginé metido en la piscina.
Camino hacia la habitación, entro y después de ponerle seguro camino hacia la cama.
La puerta de la ducha se abre.
Inmediatamente me mandó la mano al pecho acayando un grito.
No quiero que se forme otro escándalo.
Miró hacia ahí e inmediatamente volteo mi mirada hacia otro lado avergonzada.
—¿Que haces aquí? —le pregunto a Fabricio el cuál solo está luciendo una toalla la cual le cubre la cintura para abajo.
—es mi cuarto —responde —es normal que esté aquí.
Comienzo a escuchar sus pasos acercarse y sé que eso significa peligro.
Camino rápidamente hacia la puerta antes de que llegue alguien más y se forme una malinterpretación.
—¿Que? —pregunta Fabricio con tono divertido en la voz, parece que disfruta de mi vergüenza —¿Nunca antes habías visto a un chico sin camisa, o tal vez no a un chico tan guapo como yo?.
Rode los ojos.
—no hay nada bueno que ver —comento mientras le quito el seguro a la puerta.
—¿Estás segura? —se acerca rápidamente a mi.
No sé cómo le hice pero logré salir de ahí lo más rápido posible y cerré la puerta detrás de mi.
—será mejor que se vista rápido, tenemos que hablar —le digo desde afuera.
—ajá.
Minutos después.
La puerta se abre dejándome ver a un chico perfectamente vestido de la cintura para abajo.
Miró hacia otro lugar ya que no quiero sentirme acusada por la conciencia.
—pensé que ya estabas vestido —hablo entre dientes.
—lo estoy —responde —solo que no sé qué camisa ponerme, si la azul cielo o la verde claro.
—haz lo que quieras —le digo exasperada —solo vístase, tenemos que hablar.
Se cruza de brazos con indiferencia.
—sino me dices cuál, no me pongo nada.
—entonces bien, —lo miro a los ojos molesta —mucho mejor, así no tengo que ir a escoger vestidos.
—¿Quien dice que no puedo ir así no más? —habla con autosuficiencia.
Le doy mi mejor mirada fulminante.
—¿Te han dicho que así te ves más guapa? —pregunta con una sonrisa de lado.
—¡Fabricio no más! —lo regaño —¡Pónganse la camisa azul cielo y hablamos!. —le ordeno.
—bueno señora.
Entra nuevamente y sin cerrar la puerta se comienza a vestir.
—te escucho —dice tirándose en la cama.
Suspiro con impaciencia cerrando los ojos.
«Dame paciencia Dios, dame paciencia».
—hablemos afuera, —le digo, (ni loca me quedo a solas con él) —pero donde la señora y el señor no nos escuchen.
—que tal si solo lo dices y ya está —propone.
Suspiro agotada.
Con él definitivamente no se puede.
—de acuerdo seré clara, no debes de ir a esa tienda de bodas, —le digo —tenemos que hacer algo de lo contrario esto va a pasar a mayores.
—okey —dice relajado como si le estuviera hablando de un juego —comencemos con lo principal, no ir a la tienda.
—exacto, no hay que ir.
—no iré, —dice haciendo que tenga un descanso —pero con una condición. —me dedica una sonrisa que da miedo.
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