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16. ME IMPORTAS TU.

Proverbios 20

6 Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad,
Pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?.















—era lo mejor —responde.


Eso hace que me llene de indignación.


«¿Que le hace creer a él que es lo mejor?».


Además no es nadie para decidir sobre mi vida.


—no tiene caso hablar con usted —le digo.

—¿A no? —me mira molesto —¿Y con Mario si?.

—obvio si —respondo.



Fabricio niega con la cabeza mientras ríe sarcástico.


—incluso piensas sacrificar el ensayo solo por él.

«Cierto, el ensayo».

—eso es algo que no es de su incumbencia —contesto.


No espero a que siga hablando necedades, me voy rápido de ahí.


Salgo y ahí está Mario esperándome.

Le dedico una sonrisa.

Fabricio pasa por mi lado y se detiene hablar con el ujier.

—¿Que son ustedes dos?. —pregunta de repente Mario.

—nada —respondo.


—entonces, ¿Por qué siempre los miro a los dos? —me reclama.

Me quedo sorprendida al ver su repentino cambio.

«¿Acaso me está celando?».


—perdón —se disculpa al ver que no digo nada —es que me preocupa que estés cerca de él, él no es bueno, ni siquiera conoce de Dios.

—te entiendo —sonrío.

«Y pensar que ya lo estaba malinterpretando».

—¿Vamos? —pregunta.

—vamos.


Comenzamos alejarnos del templo ante la atenta mirada de Fabricio la cual siento clavada en mi espalda.

Afortunadamente parece que está madurando porque no llego a meterse y estorbar el momento.


Durante el camino nadie dijo nada, solo nos dedicabamos una que otra sonrisa.

Es la primera vez que andamos solos, durante el tiempo que estuvimos orando, siempre procuramos no estar solos.

Finalmente llegamos a la cafetería más cercana que había.

Tomamos asiento en la mesa del fondo.

—¿Que quieres tomar? —me pregunta él atento.

—un café estaría bien —respondo —ademas no puedo demorarme tanto.

—¡Dos cafés por favor! —le pide a la mesera la cual está a una considerable distancia.


Ella asiente.

Al poco tiempo ya tenemos nuestros cafés sobre la mesa.


Mario no ha dejado de mirarme desde que nos sentamos.

Se supone que debería sentirme bien, pero por el contrario me siento incómoda.

Es que su mirada es algo intensa.


—cada día estás más hermosa —comenta.

—gracias —contesté a su alago no muy convencida.

Es que de momento siento como si me quisiera desnudar con su sola mirada.

Obviamente eso son solo cosas mías.

Mario no es así.

Él es un buen chico.

Si de alguien debería sentir eso, perfectamente sería de Fabricio.

De pronto pone su mano sobre la mía que está en la mesa y la aprieta.

Le dedico una sonrisa forzada mientras que el estómago se me revuelve.

No me gusta esta clase de roses.

Siento que está clase de toques deberían de suceder entre los esposos, antes no es correcto.

—quiero que nos casemos —suelta de repente.


Me siento confundida.

De momento siento que ya no está bien que nos casemos.

Él solo hecho de sentir su mano sobre la mía, siento que papá y mamá tenían la razón.

Para mí esto es una falta de respeto.

—yo...pienso que lo mejor sería esperar —aparto mi mano de la suya.

—¿Por qué, si nos amamos? —pregunta consternado.

Creo que ya no lo amo.

Al menos no de la misma manera que antes, creo que el amor se ha ido acabando.


—ya sabes porque —le digo.

—lo siento, —me dice —de verdad que lamento tanto haberme metido con tu hermana, pero no quiero que eso sea impedimento a nuestra felicidad.


Me quedo pensativa.

«¿Y si es la voluntad de Dios y yo lo estoy arruinando?».


—Caro —me dice —tu y yo estamos destinados, ¿Para que esperar más?. —lo último lo dijo desesperado.


—lo siento —me pongo de pie sin siquiera probar el café —pero creo que lo mejor es...

—¡No lo digas! —me interrumpe.


Rodea la mesa y me toma del brazo atrayéndome hacia él.


—¿Sabes por qué caí en fornicación con tu hermana? —me pregunta de repente.

Niego con la cabeza mientras intento safarme de su agarre.


—es porque no soportaba estar más tiempo sin tenerte.


Lo miro asombrada.

Está hablando como lo haría un hombre vulgar.

Es que ni siquiera Fabricio que es mundano se comporta de esa manera.

Al menos no conmigo.

—creo que lo mejor es que las cosas se terminen aquí para siempre —hablo clara al ver sus intenciones hacia mi.


«Fabricio tenía razón».

«Él no es bueno para mí».

«¿Como pude ser tan ingenua y creer que él me quería?».


Al parecer lo único que quiere es sexo.


—no pienso dejarte ir —su voz se escucho más gruesa.

Sus manos se posaron en mi cintura y me atrajo hacia el con posesión.


—¡¡Nooo!! —grité desesperada al ver sus intenciones.

Él quería besarme.

Quería mi primer beso.

Él beso que solo le daré a la persona con quien me casé.

Lo peor de todo es que lo quería por la fuerza.

Puse toda la resistencia que me fue posible para que no lo hiciera.

Pero él era más fuerte.

Lo más terrible de esto es que habían más personas, pero a nadie le dio por interceder.


—¡¡Déjame!! —le seguía insistiendo mientras mis fuerzas se acababan —¡¡Mario por favor!!.


De repente la poca distancia que me esforzaba por poner entre nosotros desapareció.



Apreté mis labios con fuerza sabiendo lo que venía, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.


De repente sentí como lo apartaron violentamente de mi.


Cuando miré Mario se hallaba prácticamente encima de una de las mesas.


Veo el causante de eso.

Es Fabricio.

Está rojo de la ira.

Parece que sus ojos fueran a votar llamas.

Jamás lo había visto así.

Pensé que eso era todo, pero no.

Fabricio camino hasta Mario, lo levantó del cuello de la camisa, luego le asestó severo puñetazo que le partió su labio inferior, después de eso, le dio otro, otro y otro.

Era tantos los golpes que le daba que Mario ni siquiera tenía tiempo de defenderse.

Yo por mi parte lo único que hacía era llorar.

Me sentía muy débil.


Pero no lloraba por él.

Lloraba por mi y por lo que él había intentado hacerme.



De repente sentí unos cálidos brazos rodearme.

—no te preocupes —habla Fabricio —todo estará bien.



Se quita su chaqueta, la pone sobre mis hombros y me saca de ahí.








.....







Llegó abrazada con Fabricio al templo, bueno él es que él que me está abrazando, yo mientras tanto lo único que hago es llorar como una niña.


Él ujier fija su mirada en Fabricio.

—no fui yo —habla rápido él.


En ese momento sale Jiseth del templo y me abraza.

A decir verdad con ella no nos llevamos muy bien que digamos, no me cae mal, pero tampoco es que me caiga taaan bien, todavía me duele lo que le hizo a mi amigo.

Aún así al ver mi estado ella corrió en mi auxilió y eso fue lindo, lo tendré en cuenta.


Después que Erick se fue, ella volvió a la iglesia, gracias a Dios no le han vuelto hacer la guerra, supongo que como Erick no está, ya todo está más calmado, además creo  que Kai el hijo del pastor le presta cierta atención especial a ella.



Entre con ella al templo para ese entonces Jak se hallaba ensayando con todo el grupo, yo me apresure y me postré en el altar sin parar de llorar.



...




El culto empezó pero yo seguí postrada en el altar, no tenía fuerzas para levantarme, me sentía muy destrozada.

Es triste saber que la persona que tú creías que te amaba, realmente nunca lo hizo.





...





Finalmente cuando llegó el momento de la predicación, fue cuando tuve el valor de levantarme.


Cuando lo hice estaba toda desorientada y ni siquiera sabía en donde había dejado mi bolso con la biblia.


Es entonces cuando Fabricio me hace señas y veo que mi bolso está en la silla de al lado.



Voy hasta ahí y luego de la lectura bíblica todos nos sentamos.


Quise poner atención al culto pero cuando me dí cuenta de nuevo estaba llorando.

Mi corazón dolía demasiado.


—toma —Fanbrico me ofrece un pañuelo desechable.

Lo acepto y me comienzo a secar las lágrimas.


Ojalá Erick estuviera aquí.


Quizás ya tendría toda su camisa empapada de mis lágrimas, pero justo se tenía que ir él de todos los J5.





Una hora después.





—¿Estás segura que puedes conducir? —esta es la décima vez que Fabricio me lo pregunta.


—por supuesto —respondo con la voz afectada de tanto llorar —no voy arruinar tu preciado coche.

—no me importa el coche —habla serio —me importas tú.





No dije nada, solo subí al coche.






Tiempo después.




Llegamos al mismo tiempo a la mansión, baje del auto y Fabricio ya me estaba esperando para entrar a la mansión.


Le entrego las llaves de su Lamborghini en silencio y me voy, él me sigue.




Finalmente llegó a la puerta de mi habitación, Fabricio también se va hacia su puerta.


Es ahí donde no puedo más.


—Fabri —lo llamo por su nombre de pila.


Él se gira hacia mi y me mira confundido.


—¿Que? —frunce su seño.

Me acerco a él y le doy un abrazo.


Él también me abraza y me siento bien.


Es un abrazo cálido, sin malicia.

Incluso mi corazón palpita más de lo normal.

Supongo que es por la emoción del momento.




Finalmente cuando veo que el abrazo se ha extendido demasiado, lo aparto de mi.


—¿Q... que fue eso? —pregunta Fabricio sonriendo pero a la vez confundido.

Mis mejillas se sonrojan al darme cuenta de mi atrevimiento.



—gracias —es lo único que digo antes de encerrarme en la habitación.
















Narra Fabricio:








Quería saltar y a la vez gritar de la emoción.



Logré que Caro se sonrojara.

¡¡Lo logré!!.

Eso sí que era una gran cosa.


Lo más es que se veía súper linda.



Me quedé sonriendo como bobo mirando la puerta de su habitación.




—joven Méndez —habla una empleada interrumpiendo aquel precioso momento de felicidad.


—¿Que quiere? —pregunto molesto.


—los señores solicitan su presencia en el despacho de ellos —me informa.



«Y ahora, ¿Que querrán a estas horas de la noche?».



Voy al despacho y efectivamente ahí están los dos, por como me miran, puedo deducir que algo no bueno están planeando.



—¿Para que me solicitan? —pregunto a la defensiva.


Mi madre me dedica una mirada súper tierna.


—sientate hijo —me dice.


Yo me siento sin dejar de mirarlos.


—ahora si los escucho.



—te tenemos una muy buena noticia —me informa mamá con esa agradable sonrisa que esconde varios secretos.


—¿Que es? —pregunto sin bajar la guardia.


Posiblemente para ella sean muy buenas noticias, pero para mí no.


Mi padre también sonríe.

Esto está muy sospechoso.


—vas a tener una hermanita —responde mamá.

Abro los ojos aterrado.

—pe...pero, ¿Como? —miro a papá. —¿Luego no estás operado?.


Él ríe.


—estamos pensando adoptar —me cuenta ella.


—¡¡Adoptar!! —exclamo con más horror —¿A estas horas de la vida piensan volver a cambiar pañales?.


—no va hacer necesario —explica ella.

Claro, como siempre se valen de extraños.

Recuerdo que cuando estaba pequeño amaba más a las niñeras que a mí propia madre.

Incluso hubo un tiempo que creí que ellas eran mi verdadera familia, hasta llegué a decirles mamá.


—ni piensen que voy a servir de niñera —les dejó claro.


Jamás se me pasó la idea de tener un hermano o hermana, jamás, además para mí ellos solo significan problemas.

Ni hablar de la repartición de la herencia, por ser el mayor, tengo que tener la mejor parte, además ella no se merece nada porque no tiene muestra sangre.

Pero si ellos quieren adoptar, que lo hagan.

Yo me encargaré de recordarle todos los días a esa niña que no es nadie aquí.


—tampoco es necesario porque la niña ya está grande —me dice mamá.


—¿Grande? —frunzo el ceño —¿Cuantos años tiene?.


—es contemporánea contigo.


—¡¡Queeeee!!.






Minutos después.





—¡Eso jamás! —les dejo claro. —nunca pienso permitir eso.


Disque se les ocurrió la gran idea de adoptar a Caroling.

Ni que fuera una niña.

¡Ya es mayor de edad!.



—pensamos que te agradaba —habla papá.


—y me agrada —les digo —pero no como hermana, ¡Les prohibo adoptarla!.



Salgo del despacho cerrando la puerta de golpe.


Sé perfectamente que lo único que quieren es arruinar mi felicidad.


Si la adoptan jamás podré mirarla como a una mujer.





A pesar de lo tarde que es no me importa ir a golpear la puerta de Luna.


Ella abre la puerta y me mira confundida.

Antes de que diga algo la abrazo con todas mis fuerzas.


—oye —dice ella queriéndose soltar, pero no la dejo.


—prometeme que nunca me vas a dejar, siempre vas a estar ahí para mí, aunque solo sea como aliados. —digo con la voz quebrada.

Sé que si mis padres no la adoptan, ya se les ocurrirá algo para alejarla de mi y hacer que sufra, ellos siempre estuvieron buscando mi punto débil y ahora lo han hallado.

Ella insiste en soltarse, finalmente cedo y ella me ve a los ojos.


—¿Que pasa? —pregunta preocupada.


—solo prometelo —una lágrima rueda por mi mejilla.


—esta bien, lo prometo.



















Fin de la narración.












No soy buena haciendo promesas ya que la biblia dice que es mejor no prometer, que prometer y no cumplir, pero al ver cómo estaba el pobre de mal, lo hice, además creo que después se olvidará.



Luego de estar más tranquilo regresó a su habitación.

Supongo que tuvo algo así como una especie de pesadilla.







Días después.






—¿En qué piensas? —dice Fabricio de repente sentándose a mi lado.


Lo miro un poco sorprendida.

Hace unos instantes no estaba.

—¿En qué momento llegaste? —pregunto.


—hace poco —se acuesta en el césped y cierra los ojos —¿Todavía sigues afectada por lo de ese Mario?. —pregunta.


Niego con la cabeza.


—para nada.


Es increíble como me superé de rápido.

Luego que supe sus verdaderas intenciones, no quise volver a saber nunca más de él.

Ahora hasta le doy gracias a Dios que él se hubiera enredado con mi hermana, de lo contrario habría terminado muy mal casada.

Ahora entiendo que cuando las cosas pasan es por algo.

Muchas veces es porque Dios nos quiere prevenir.


—me alegra que ya lo hayas olvidado —comenta Fabricio mientras sonríe satisfecho.


Después que corté del todo con Mario, misteriosamente no volví a pelear con Fabricio.

Bueno...

Si peleamos, pero no como antes, además la mayoría de veces son peleas de recocha, nada serio.

Hasta parecemos hermanos.

Solo que cuando le digo eso, se molesta demasiado.

—¿Por qué te alegra tanto? —le pregunto.


Él abre sus ojos y me mira con esa mirada que enloquece a sus fans.

—porque significa que ahora tengo una oportunidad.

«Fabricio y sus bromas».

—ja, ja, ja —me burlo —sigue soñando, primero muerta.

Él se sienta y me mira serio.

—¿Tan malo soy? —pregunta.

Lo dice tan seriamente que da la sensación de que está hablando enserio.


—pues que te digo...—me quedó pensando —ni siquiera sé porque estoy hablando esto contigo.

Me intento poner de pie para regresar a la mansión, pero él me detiene del brazo.

—Luna —me dice sin dejar por un solo instante mis ojos —realmente me gustas o bueno creo que ya ni siquiera me gustas, ahora es algo más fuerte, creo que lo que siento por ti es amor, ¿Me podrías dar una oportunidad?.








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