11. ¡SUFICIENTE!.
Job 6
11 ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún?
¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia?
—¡¡Que, que!! —exclamo horrorizada.
Solo aspiró a que halla oído mal, porque de lo contrario estoy acabada, suficiente tenía con aguantarlo las veces que venía, e incluso por WhatsApp, como para ahora tenerlo que aguantar todo el día, eso sería demasiado.
—¿Pasa algo? —pregunta Mario.
Se me había olvidado que estaba en la llamada.
—no, —respondo tratando de suavizar la voz —no pasa nada.
—pero te oigo alterada.
—no, no es eso, es solo que —silencio la llamada y miro a la empleada —¿En donde está? —pregunto.
—supongo que en la piscina —responde.
«Ese sujeto me va a oír».
—hola, hola —sigue hablando Mario en la llamada.
Vuelvo activar el micrófono.
—hola Mario —le digo.
—¿Estás ocupada? —pregunta —yo quería hablar contigo.
Tomo aire por la nariz y lo votó por la boca tratando de calmarme por aquella terrible noticia.
—esta bien, te escucho —le digo mirando hacia el primer piso.
—lo que pasa es que...
—¿Me buscabas preciosa? —justo llega Fabricio a fastidiar el momento bonito con Mario.
Silencio nuevamente la llamada.
—¿Acaso estás loco? —lo confronto —¿Como se te ocurre venir a vivir acá?.
—¿Y por qué no? —se encoge de hombros —esta es mi casa.
Tiene razón aunque me duela aceptarlo.
Pero justo ahora le da por venirse a vivir aquí, cuando yo vivo aquí.
—Luna, —habla Mario —¿Estás ahí?, ¿Por qué me has silenciado?.
De nuevo activo el micrófono.
—lo siento, lo que pasa es que...
No pude terminar de hablar porque el fastidioso de Fabricio me quitó el teléfono.
—¡Oye! —exclamo molesta —¡Dámelo!.
Él levanta su mano para que yo no pueda agarrarlo.
Yo comienzo a saltar para tratar de quitárselo.
Fabricio mientras tanto lo único que hace es reírse.
Se pasa.
Sinceramente que se pasa demasiado.
«¿Con que derecho se atreve hacer eso?».
Sigo saltando pero es imposible quitárselo y en medio de mi desesperación por recuperar el teléfono lo cogí del cuello de la camisa y lo acerqué a mi.
Gran error porque él quedó demasiado cerca de mi rostro, algo que era supremamente peligroso considerando que él es todo un picaflor.
Inmediatamente lo suelto y me aparto de él.
—¡Suficiente! —hablo supremamente molesta mientras él lo único que hace es disfrutar del momento. —¡Dame mi teléfono ahora! —le ordeno.
—¿Aquí está? —dice entregándomelo con total tranquilidad y calma.
Miró la pantalla y me doy cuenta de que ha cortado la llamada.
—ash, no lo soporto —hablo exasperada tratando de controlarme.
—y yo amo verte así, —dice sonriendo —te ves tan adorable. —me mira con ternura como si yo fuera un oso de peluche.
—¡¡Fabricio por favor!! —lo regaño. —¿Quieres callarte?.
—okey, —me dice como si nada —¿Desea algo más madame?.
Bufo molesta y me dirijo hacia la habitación.
Pero antes de entrar me acuerdo de algo más.
—apaga la música —le ordeno.
—¿Que? —pregunta.
Debido al volumen de la música y porque ya estamos distanciados no me oye.
—¡¡Que apague la música!! —le grito.
—okey —saca su teléfono del bolsillo y pausa la música.
Pensé que no lo haría para fastidiarme, pero gracias a Dios lo hizo.
Le doy una última mirada severa y me encierro en la habitación.
Definitivamente creo que lo mejor es marcharme de aquí.
No pienso quedarme ni un solo minuto más viviendo bajo el mismo techo con este sujeto.
De ninguna manera.
Si sigo aquí se estallará la tercera guerra mundial.
Busco la maleta del clóset y empiezo a empacar.
Pero apenas empiezo a echar las prendas de ropa recuerdo algo esencial.
Está ropa no es mía, yo nunca la compré, me la dio la señora Emine así que no pienso llevármela, me da pena.
Y la maleta...
La maleta es del dueño de la habitación, en pocas palabras es de...
Fabricio.
Rápidamente la meto al clóset nuevamente y me dejó caer en la cama.
«Dios mio».
«¿Que voy hacer?».
«Creo que lo mejor es irme con lo que vine».
«Mi bolso».
Tomo mi bolso, reviso que esté mi preciado libro, la palabra de Dios y me apresuró a salir de aquí.
Cierro la puerta detrás de mi y camino hacia las escaleras, apenas paso por la habitación de los señores, recuerdo al señor Fary.
«Aspiro a que se lo tome bien».
Además no tengo otra opción, es imposible que en esta mansión por muy grande que sea podamos habitar Fabricio y yo, eso provocaría la tercera guerra mundial.
Toco la puerta.
Nadie responde.
Vuelvo a tocar pero sigue sin responder.
De inmediato me comienzo a asustar.
«Y si le pasó algo».
«Imposible».
Toco nuevamente.
A la distancia logro escuchar una tos y unos quejambres.
No pierdo tiempo y abro la puerta.
Un aroma de flores llega a mis fosas nasales.
El señor Fary a estado siendo visitado todos estos días y su habitación está repleta de flores.
—señor Fary —corro hacia él y lo ayudó a recostarse.
Saco una pastilla y se la doy.
Luego de tomar abundante agua suspira.
—¿Se siente bien? —le pregunto alarmada.
Él vuelve a suspirar.
—definitivamente no sé qué haría sin ti, porque con ese hijo inútil que tengo podría morir en cualquier momento, lo peor de todo es que se quedaría con toda la herencia y la despilfarraría.
Puedo ver una notable tristeza en su rostro.
—no diga eso señor Fary —trato de consolarlo —su hijo no es así.
Pero conociéndolo quién sabe.
Él ríe sin ganas.
—lo dices porque no has estado lo suficiente cerca de él para conocerlo, siéntate aquí —me indica un lado de la cama.
Hago lo que él me dice y el toma mis manos entre las suyas con sumo cariño.
—gracias mi niña por estar aquí conmigo, porque a pesar de que ese demonio se mudo nuevamente aquí, aún así no te has ido, porque de lo contrario no sé qué haría, —habla con horror —ya no tengo las suficientes fuerzas para sobrellevarlo, posiblemente moriría.
—no hablé así —le digo.
De verdad que me angustia que el señor Fary hablé de que se va a morír.
—solo estoy siendo sincero, afortunadamente tú estás aquí, así que no tengo porqué preocuparme por eso.
«Me temo que ya no me voy a poder ir».
Le dedico una sonrisa de boca cerrada al señor Fary antes de salir.
—voy a estar en mi habitación en caso de que me necesite.
—gracias —contesta sumamente agradecido.
De verdad que no tengo corazón para dejarlo, creo que no me queda de otra que aguantar a ese Fabricio.
Aunque pensándolo mejor no creo que sea por mucho, el tiene que grabar así que posiblemente se la pase más en el set de grabación que aquí en la casa.
....
Me encuentro en la habitación sin hacer nada simplemente mirando a la nada.
Pienso en salir pero con el solo hecho de saber que me puedo encontrar con Fabricio se me pasan las ganas.
...
Me paseo por el balcón, aparentemente disfrutando de la vista, pero en realidad estoy observando en dónde veo a Fabricio.
La verdad es que me indigna tener que estar huyendo de su presencia, pero él es tan exasperante que no me deja de otra.
De repente recuerdo algo escencial.
Mario.
Yo estaba hablando con Mario cuando llegó ese sujeto y lo arruinó.
Entro a la habitación nuevamente, tomo el teléfono y busco su número para devolverle la llamada y explicarle lo sucedido.
«No puede ser».
Frunzo el seño confundida al no encontrar su número en el registro de llamadas.
«Que extraño».
Decido no prestarle atención y voy a los contactos.
Mi boca se abre en una o de asombro al ver que tampoco ahí está su número.
«Esto es increíble».
De un momento a otro el número a desaparecido por completo del teléfono incluyendo el chat y todo.
Simplemente no me las creo.
Es ahí donde recuerdo algo más.
La única persona aparte de mi que tuvo mi teléfono fue Fabricio.
¡¡FABRICIO!!.
«Lo voy a colgar».
«Se lo tiene bien merecido».
«¿Cómo es posible que me halla borrado el número?».
Lo más es que no entiendo cómo le hizo tan rápido.
Osea...
Es que...
—¡Aaahhh! —grito exasperada dejando salir mi frustración.
«Es que ni Judas se atrevió a tanto».
«Además ¿Con que derecho fue hacer algo así?».
«Esto es el colmo de los colmos».
Trato de controlarme pero tengo un vivo deseo de salir y gritarle cuántas son cinco.
Paso las manos por mi cabello y hago un esfuerzo maximo por controlar la respiración.
«No tiene caso pelear con él».
Es como un niño, no entiende nada por más que uno se lo diga, así que da igual.
Además yo me sé el número de memoria así que no tiene caso.
Lo que me da tristeza es que los chats no voy a poder recuperarlos.
Comienzo a escribir el número nuevamente.
Es 318....
Me quedo meditando en recordar cuales son los siguientes dígitos.
318456...
O más bien es 318455...
La verdad es que no lo recuerdo bien.
Es más ni siquiera tengo bien claro si en realidad comienza por 318...
Me lleno más de frustración.
«¿Cómo pude haberme olvidado de su número?».
«¿Que es lo que me pasa?».
Me siento como si hubiera cometido alta traición.
....
Después de dar vueltas por la habitación tratando de calmarme y dejar pasar por alto este sucesos, decido finalmente salir de la habitación, por estás horas no creo que Fabricio esté por ahí, lo más seguro es que ya se encuentre grabando.
Lo primero que hago al salir es ir al jardín a respirar aire puro y despejar un poco la mente.
Me paro cerca de los arbustos y dejo que el viento juegue con mi cabello el cuál llevo suelto.
Cierro los ojos y trato de no pensar en nada.
Se siente tan bien hacer esto, es bastante relajante.
Aprovecho para agradecer a Dios mentalmente por todas sus bendiciones y porque no, también por sus pruebas.
Que hace que estaba en mi casa sufriendo opresión porque ante los ojos de todos yo era la mala, ahora me encuentro en una lujosa mansión.
«¿Quien lo diría?».
Por mi mente jamás se me pasó.
Lo único malo es tener que aguantar a ese chico, pero en fin, ese ya es otro tema.
Me estoy relajando cuando un aroma bastante conocido llega a mi nariz.
Desearía creer que es el viento el que trae esa fragancia desde muy lejos, pero lamentablemente estoy más que segura que está detrás de mi.
—hola Luna —saluda con su típica voz.
Abro mis ojos y me giro para verlo tratando de mantener la calma.
«No tiene caso que me rebaje con él».
«Definitivamente no lo tiene».
Él me mira con total calma y tranquilidad, luce bastante casual, como si nunca hubiera hecho nada malo.
Como si no hubiera borrado el número de Mario.
Ni siquiera tiene cargo de conciencia por las cosas que hace.
Es alguien insensible.
Abro mi boca para reclamarle pero recuerdo que no tiene caso discutir con él así que mejor la cierro tragandome mis palabras.
«Creo que es lo mejor».
Paso por su lado sin contestar su saludo.
—¿Me vas a ignorar? —pregunta con tono divertido.
Cualquiera con ver su rostro creería que es un ángel.
Aunque me duela aceptarlo es bastante apuesto.
Pero yo sé que detrás de esa fachada se esconde un monstruo.
No respondo su pregunta y sigo mi camino.
—¡Oye! —me dice —considerando que vamos a vivir juntos, ¿No crees que sería bueno hacer las paces?.
No aguanto más.
Me giro decidida a decirle todo lo que tengo contenido.
—¡¿Por qué lo hiciste?! —le reclamo con rabia.
—¿Hacer que? —se hace el inocente.
Eso hace que me dé más rabia.
Este chico sinceramente se pasa.
—¿Por qué eliminaste el número de Mario? —le pregunto tratando de controlar mi tono de voz.
—ah, eso —responde como si nada —pensé que era algo más importante, deberías de estar agradecida, te he hecho un favor.
—¡¡Un favor!! —repito alterada —¿Quien te crees para intervenir en mi vida sentimental?.
Fabricio me mira con cara de aburrimiento y a la vez parece que trata de no reírse.
No entiendo porque en un momento tan serio él no se lo toma como tal.
—oh vamos —me dice —seamos sinceros, ese sujeto no te conviene.
Eso hace que me dé más ira.
—¡En primer lugar el no es un sujeto, es el hermano Mario! —le aclaro —¡Y en segundo lugar ¿Que sabes tu de si me conviene o no?!.
—pues te recuerdo que se metió con tu hermana.
«Ahora sí».
«Ahora sí Fabricio se metió en la grande».
Me acaba de agotar el poquito de paciencia que me quedaba.
—¡Esto ya es demasiado! —digo arrancando una rama de un arbusto.
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