Capitulo 17
Dania
Hoy no solamente mi vestimenta es negra, mi corazón también se ha teñido de negro mojando mi cara, viendo con mis propios ojos lo que queda del cuerpo del hombre que amé con toda mi alma.
Las esperanzas por haberlo encontrado vivo, se ha teñido de gris, los papeles que tengo en mis manos demuestran tras las pruebas realizadas que se trata de Jared.
Ya no hay nada que hacer, la búsqueda ha llegado a su fin, se terminó todo.
Cada día que he pasado con la ilusión de volverlo a ver vivo, de poder realizar nuestros sueños, me han sido arrebatados.
Ya nada queda salvo los recuerdos, las fotos y seguir sentada en el borde de mi propio abismo, donde me repito a mí misma, no dejarme caer.
Todos me dicen que debo de ser fuerte, pero nadie me menciona que hacerme la fuerte puede destruirme el doble.
Siento miedo de caerme y no poder levantarme, intento aferrarme a un flotador cargado de presagios que me digan dónde se encuentra mi felicidad.
Hasta miedo me da estar feliz, siento que de pronto algo va salir mal y de nuevo el lamento vuelve cogido de mi mano decidido a no soltarme.
Intento luchar contra esos fantasmas, limpiando mi rostro y mirando al cielo pidiendo a Dios que no me deje desvanecer, enseñándome una luz para aliviar de alguna manera mi pena.
Todas las personas que conocimos ha Jared le damos el último adiós.
Entre mis manos sujeto una rosa blanca teñida de rojo por cada gota de mi sangre. La lanzo a su tumba donde quedará enterrada junto con una parte de mí misma.
Vacía y hundida, débil y llorona arrastro las cadenas del calvario.
Camino por la arena de la playa dejando que la orilla del mar se lleve mis lágrimas.
Al igual que el mar arrastra agua, yo también acarreo el quejido del sufrimiento.
El viento me revuelve el pelo, me quedo de pie mirando al frente, observando las nubes blancas y el mar azul.
Comienzo andar sumergiéndome en la fría agua.
De inmediato, noto como mi cuerpo tiembla, mi corazón se encoge, mi garganta se cierra, solo puedo llorar sintiendo como el agua va cubriendo cada vez más mi cuerpo.
No puedo ver con claridad, y mucho menos pensar, deseo que la corriente me lleve para terminar de una vez por todas con esta tortura.
— Dania, Dania, me escuchas. — Paulatinamente voy abriendo los ojos, observando unos hermosos ojos azules.
— Jared, Jared. — No tengo fuerzas, estoy cansada que no me importa acompañarlo. Sólo quiero tener paz.
Escucho el sonido del mar, no me atrevo abrir los ojos, pienso si lo hago volveré de nuevo acariciar el sufrimiento.
Me quedo quieta con mis ojos cerrados sintiendo unos dedos acariciar mi frente y mi mejilla.
Débilmente, empiezo a ir descubriendo el lugar donde me encuentro.
Es una habitación grande, con los muebles necesarios, las sábanas son blancas y al lado de la cama se encuentra Nahuel sentado durmiendo con su cabeza apoyada en el colchón agarrando mi mano.
Me quedo contemplando le un rato hasta que se despierta.
Sus luceros añiles se quedan fijos en mí, puedo llegar a perderme en ellos viendo mi propio reflejo.
Su mano acaricia de nuevo mi cabello con ternura.
Sus labios se posan en mi frente preguntándome como encuentro.
Qué voy a responder, si ni yo misma sé en qué estado me encuentro.
Tan solo idea cruza mi mente, tratar de huir lejos donde pueda rozar la felicidad.
Tal vez algún día deje de tener el rostro pálido y los ojos rojos.
Porque da igual donde vaya, al final todo lo que llevo dentro me va perseguir allá donde vaya.
Tengo mis dudas sobre si algún día, volveré a ser la que era. Aquella mujer que no esperaba mensaje de nadie para ser feliz.
— Dania, ¿me oyes? — La voz de Nahuel me transmite paz y calma. Pero no puede aliviar mi dolor a pesar de sus esfuerzos.
— Sí. ¿Qué ha pasado?
— Te vi tan mal en el funeral de Jared, que fui detrás tuyo y te encontré en mitad del mar a punto de ahogarte.
Te cogí y te traje a esta cabaña que he alquilado.
— Debiste dejarme ir con él. Ya nada tengo sin él. Primero se fueron mis padres, mi hermano y ahora Jared.
¿A quién más debo perder?
— No digas eso Dania. Ahora mismo puede que estés herida y cansada de luchar. Aún así, quiero que sepas que no estás sola, tienes a tus hijos. Ellos son el motivo principal por el que debes luchar. No puedes irte así como así y dejarlos solos. Ellos te necesitan.
También tienes gente que te quiere como Meri, como yo, que no te vamos a dejar sola.
— Te agradezco todo lo que haces por mí. En estos momentos deseo estar sola, intentar curar mis heridas y ver la manera de salir adelante.
— Dania déjame quedarme a tu lado. A veces tu mente necesita más tiempo para aceptar lo que tú corazón ya sabe. — El susurro de su voz roza ligeramente mi corazón, haciendo que confíe en sus palabras.
Me incorporo en la cama, dejando que Nahuel ponga en mi regazo una bandeja con comida.
— Toma, puedes llamar a Meri, ella está preocupada. — Nahuel me da el teléfono. Inmediatamente llamo a Meri preguntando por mis hijos.
Ellos están mal, y yo me siento culpable por haber sido tan estúpida en pensar en mí misma olvidándome de mis propios hijos.
Salgo de la cama para buscar la terraza. Necesito un soplo de aire para respirar y razonar un poco.
En mitad de mis pensamientos, Nahuel me ofrece un refresco, los dos miramos al cielo en silencio.
Agradezco la brisa que roza mi piel refrescándome y así reparar en todo el daño que me estoy haciendo a mí misma y la personas que me rodean, en especial a mis hijos.
— Dania, me duele mucho verte así. Me gustaría poder secar tus lágrimas convirtiéndolas en sonrisas.
— En estos momentos siento que no soy la misma. La vida me ha golpeado de todas las formas posibles. Ahora que ya sé dónde se encuentra Jared, siento tranquilidad exterior y una gran tormenta en mi corazón.
— Escúchame Dania. Debes tener muy presente que no tienes ninguna obligación de ser la misma persona que fuiste anteriormente. Tienes el derecho de crecer como persona, de hacer cambios que mejoren tu vida y de evolucionar sin nada que temer, sintiéndote segura de tí misma.
Escucho con atención a lo que me dice Nahuel. Me quedo en silencio dejando caer gotas amargas por mis mejillas sintiéndome vacía, como si ha nada le encontrase sentido tras la despedida de Jared.
Él siempre será mi recuerdo favorito, aquello que tuve un ratito de mi vida y amé. Él fue mi primer amor, lo adoraba cada minuto llegando a quitarme el sueño por las noches dejándome una sonrisa inigualable. Todo aquello ya no volverá, y tampoco volveré a tener.
Ahora debo de acostumbrarme a vivir sin él, no permitir amurallar mi propio sufrimiento, sería arriesgarme a que termine por devorarme desde el interior.
Dejo que Nahuel me abrace desde detrás, apoyando su barbilla en mi hombro.
Seguimos parados escuchando el ruido del mar, Nahuel me voltea mirándome con ternura, vuelve abrazarme expresando el amor que dice sentir por mí.
Niego con mi cabeza, no quiero volver a enamorarme de nadie.
De hecho, el amor ya no existe en mí, salvo el de mis hijos.
— Lo siento, Nahuel, pero yo nunca llegaré amarte. De hecho, ya no quiero volver a conocer ese sentimiento.
— Aunque tú te niegues a no amar. Yo sí te amo en silencio, porque en el silencio no encuentro ningún rechazo y en mitad de la soledad a través de la distancia, no sentiré ningún adiós, porque nadie te ama más que yo.
— ¿Porqué me dices esto ahora? ¿Porqué? — Triste respondo ante un hombre enamorado y no correspondido.
— Permíteme besarte como si me miraras el alma, como si quisieras devorarme el corazón. — Me quedo quieta perdiéndome en su mirada, notando vencida ante mi batalla interior.
Dejo que sus labios se posen en los míos.
Su sabor es agradable, tierno y dulce.
Tanto que me duele de pensar que mis labios están fríos y sin sabor.
Ya no soy la misma, todo en mí se ha transformado.
Me aparto de Nahuel volviendo a entrar en la casa.
Me doy una ducha, como algo y me despido de él para siempre pidiéndole que no vuelva a expresarme más sus sentimientos.
El amor para mí se acaba de vestir de negro, dividiendo mi corazón en dos.
Salgo de la casa más calmada. Y más segura de continuar con mi vida.
Para empezar mi nueva vida, pienso en tomarme unos días vacaciones junto a mis hijos.
El dolor es pasajero, los recuerdos siempre estarán ahí.
Debo ser consciente que la vida no perdona, los años pasan y un día mi piel se arrugará y yo me lamentaré de no haberla disfrutado como me merezco.
Por eso, cuando llego a casa busco junto con Meri algún lugar donde irme de vacaciones con mis hijos. Los tres solos donde nadie me interrumpa.
Meri me apoya en todo momento, su amistad en estos momentos es muy importante para mí.
Ella no me deja sola, me anima y me abraza cuando lo necesito.
Hacemos el equipaje y junto a mis hijos me pongo rumbo hacia un destino que solo Meri conoce.
— Ve con Dios Dania, y aprovecha estos días de descanso junto a tus hijos para reponer fuerzas.
— Gracias por todo Meri. Te quiero mucho, eres una gran amiga.
— Hago lo que puedo. Sólo deseo que disfrutes al lado de tus hijos y vengas renovada y dispuesta a continuar con tu vida.
— Eso darlo por hecho. Ahora necesito unos días de tranquilidad. Bertín está al cargo de la empresa, él y tú son los únicos que saben dónde pueden localizarme.
Necesito unos días de descanso y poder encontrar de una vez por todas la paz.
— Cuenta conmigo. Y ahora vete que vais a perder el avión. — Nos despedimos de Meri.
Agarrada de la mano de mis hijos entro en el túnel para pasar al avión.
Espero que este viaje cambie el rumbo de mi vida.
Necesito poder aliviar mi sufrimiento para ser de nuevo yo misma.
Por supuesto, pondré todo de mi parte, la vida puede golpearme, puede hacerme pasar por tragos amargos y muchas dificultades.
Pero el cariño y amor de mis hijos es lo que me empuja a luchar.
Por ellos doy la vida, y ellos son mi mayor prioridad.
A pesar de haberme enterado que Nahuel me ama, siento pena por él, pues mi corazón destiñe gotas negras debido al dolor que me ha causado la muerte de Jared.
En un principio debo guardar luto, nunca lo olvidaré, siempre estará en mi mente y corazón guardando en una caja los mejores momentos que hemos pasado juntos.
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