Capítulo 15
La alarma del móvil suena. Miro el móvil a la vez que busco la manera de apagarlo.
Jesús Bendito, pero si no me ha dado tiempo de cerrar un ojo cuando tengo que levantarme.
Me levanto hay como puedo intentando quitarme las legañas pidiéndole a Dios que me mande ganas de trabajar, por que con las de dormir se está pasando.
Me doy una ducha, hoy necesito verme preciosa y toda una profesional para poder grabar la entrevista.
Una hora y media después, bajo hacia la cocina para desayunar y ver cómo se encuentra Dania.
Delante de los niños es otra mujer. No parece ni la misma.
Lo peor es cuando se quede sola, de nuevo volverá a caer en un lamento.
La miro en silencio y le doy un abrazo susurrándole que debe ser fuerte.
Ella me lo agradece dándome un pequeño apretón en mis manos.
— Dania debo marcharme para la redacción. Te veo allí. ¿Podrás hacerlo?
— Sí, no te preocupes ya sé cómo va todo esto. Espero que todo salga bien y tú puedas llevarte los méritos.
— Me lo llevaré siempre y cuando nadie se entere de nuestra amistad. Eso estropearía todo, llevo ventaja al conocerte y ya sabes que no permiten que dos personas que se conocen se entrevisten.
— Todo saldrá bien, lo que más deseo es que puedas ascender en tú carrera, estoy segura que llegarás muy alto. Te acuerdas cuántas veces prometimos que llegaríamos a jefas de redacción.
— Muchas. Pero los sueños son eso. Sueños. La realidad es otra. — Las dos nos quedamos en silencio con nuestros pensamientos.
Prefiero no decir nada más y marcharme cuanto antes al trabajo.
Al llegar a la redacción, me encuentro con Rosella, Maribel y Yoana.
Ambas se miran medio riéndose, prefiero centrar mi atención en algo que merezca la pena, no en las tres mosqueteras.
— Merinda, me imagino que tendrás todo listo para la entrevista. — Bien vamos ha empezar el día dándome órdenes Rosella.
— Sí, señora De Simone. Todo está listo para recibir a la señora Prato. — Oculto mi frustración fingiendo serenidad. Ella, sigue parada mirándome como si quisiera decirme algo y no se atreve hacerlo.
— ¿Se le ofrece algo más señora De Simone? — Fijo mis ojos en la mujer que tengo delante. Ella es la mujer que me dió la vida, y la que me lastima tanto a tal punto de querer gritarle el porqué me está haciendo todo esto.
¿Es necesario tener que disimular que no la conozco?
Noto formarse una bola en mi garganta, los ojos empiezan a picarme de la misma impotencia que me provoca esta situación.
Al no abrir su boca, decido irme hacia los estudios para hablar con el redactor.
Camino distraía por el pasillo sin darme cuenta topo con alguien haciendo que mis papeles caigan al suelo.
Me disculpo sin saber quién es la persona con la que me topado.
— Meri, lo siento. — Miro con desgana a Jorge. Sacudo mi cabeza recogiendo los papeles con su ayuda.
Al alzarme, su mano puesta en mi brazo me retiene.
— Jorge tengo prisa, ¿Quieres algo?
— Sí, quiero disculparme contigo por lo que pasó y pedirte que volvamos a ser amigos. Quiero ser sincero contigo, te aprecio demasiado como para querer romper nuestra amistad.
— Jorge me mira de una manera desconocida para mí. Desvío mis ojos hacia su mano, después hacia su rostro.
— De acuerdo Jorge, seguiremos siendo los buenos amigos que somos, y si me permites un consejo, Yoana te la está jugando. Ten mucho cuidado con ella. Y ahora por favor suéltame, necesito ir hasta el plató.
— Gracias. No te puedes imaginar lo feliz que me hace saber que he recuperado tu amistad. Era muy importante para mí. — Me quedo quieta sin mover un músculo recibiendo el abrazo de Jorge.
Él se ve contento, a mí como que me da igual. Ese sentimiento que creí que nunca se apartaría de mí, al parecer ha desplegado sus alas y ya no lo encuentro.
— ¿Quedamos para comer? Tengo muchas cosas que contarte. — Sus manos se posan en mis brazos.
Me siento vulnerable, casi sin fuerzas y en parte agradezco este acercamiento, de alguna manera la amistad es un sentimiento más.
— Búscame o quedamos en el bar de Pepe. Nos vemos. — Jorge me sonríe, me da un beso en mi mejilla susurrándome «eres especial»
Con esas palabras me quedo retumbando como tambores en mi cabeza explicándome porqué ahora Jorge muestra más interés por mí y esa desesperación por no querer perder mi amistad.
Mi cabeza no está para acertijos.
Debo concentrarme en la entrevista y hacerlo estupendamente bien.
Llego al plató, saludo a mis compañeros. Nos preguntamos por la salud y seguidamente nos ponemos a revisar todo lo relacionado con la entrevista hasta que debo de marcharme al camerino para que me retoquen el peinado y el maquillaje.
Entro al camerino, y como ya me suponía Yoana está sentada preparándose.
Me siento al lado de ella, ninguna decimos nada. Sólo se escuchan a las estilistas y peluqueras de hablar.
Nosotras permanecemos calladas hasta que Yoana lanza una pregunta sin importarle quien esté presente.
Más bien lo hace para fastidiarme.
— Que tal Merinda, veo que tú amistad con el señor Ferretti es tan segura que hasta vas hacer tú la entrevista sabiendo que era a Maribel a quien le corresponde. — La muy astuta se piensa que me voy acobardar.
¡Uff! Esta aún no sabe que a mí el genio me sale solo sin necesidad de frotar la lámpara.
— No lo voy a negar que me llevo bien con el nuevo jefe, no tanto como tú que ya sabes sus puntos débiles. Y respecto a la entrevista, fue la misma señora Prato quien me ha elegido, por lo cual Maribel no estaba en su lista. — Qué a gusto me quedado. Hasta las maquilladoras se ríen por lo bajito.
Acto seguido, salgo del camerino para ir de nuevo hacia el plató.
Desde lejos veo a Dania halando con el jefe y con Rosella.
Me paro unos minutos para relajarme, necesito estar más segura y firme en estos momentos, me juego mucho con esta entrevista y no puedo bajar la guardia. Soy una profesional y debo demostrarlo.
Llego hasta el corrillo, saludo a Dania como si no la hubiera visto en mi vida. Ella, actúa igual.
Me pongo al lado del jefe y de Dania. Por nada del mundo quiero rozarme con Rosella.
Durante unos minutos hablamos referente a la entrevista.
Cuando ya está todo listo, Dania y yo tomamos asiento en mitad del plató esperando que sea Yoana quien nos presente.
Miro a Dania, se ve aún afectada y eso me preocupa.
Me mata por dentro no poder decirle nada, debo seguir disimulando para que todo salga perfecto y así poder ascender.
El programa da comienzo, Yoana nos da paso y la entrevista comienza.
Todo está saliendo muy bien, Dania ha recuperado la confianza en sí misma y como periodista sabe cómo responder.
Ya no tengo de qué preocuparme, Dania habla sobre la fundación y sobre su empresa. Aplaudo mentalmente por cómo está saliendo todo.
Al finalizar la entrevista, todos aplauden felicitándome por mí trabajo. A pesar de haberse grabado, no habido que hacer cortes y eso sólo suma más puntos a mi favor.
Durante un buen rato miro las imágenes y como ha ido la entrevista con los realizadores y los técnicos.
Me siento muy contenta y satisfecha con mi trabajo.
Dania se ha marchado hace un buen rato de los estudios y yo voy hacia el bar de Pepe para comer algo.
Nada más llegar me encuentro con Jorge.
Su sonrisa me avisa de que la comida no me va sentar del todo bien.
— Meri, ven siéntate aquí te he reservado un lugar.
— ¿Acaso va venir alguien más? Si es así, me voy ahora mismo.
— Por favor no te vayas. Necesito hablar contigo.
— Tengo hambre, has pedido algo. — Vale, a veces puedo resultar muy borde, es la única manera que encuentro de poder esconder la desilusión.
— Meri, vuelvo a disculparme contigo. — Jorge me agarra de mis manos clavando sus ojos en mi. Por primera vez en todo el día me quedo callada.— Meri, siento mucho si mis palabras te ofendieron, jamás hubiera pretendido hacerte sentir mal. Meri, eres muy importante para mí, y por ello me da mucho coraje de no poder verte de otra manera que no sea como mi amiga.
— Jorge, antes de nada quiero decirte que en el corazón no se manda. Me fijé en tí y me...digo... me sentí atraída por tí. Sí, no lo voy a negar que puse todo mi empeño en que te fijes en mí como alguien más que tú simple amiga. Tan solo quería algo serio contigo. Pienso que tenemos una edad para tomarnos las cosas más en serio, no andar aquí te pillo, aquí te hecho un polvo.
Yo no quería eso contigo. Tú fuiste sincero, y bueno, la fiebre por ese amor que pensé tener se me ha ido. Ya estoy curada.
— No sabes cómo me alegro que te hayas curado de una herida que yo mismo te provoqué.
— Tampoco fue la cosa para tanto. Reconozco que la verdad duele y mucho. Pero hay cosas peores en la vida. Así que, venga disfrutemos de esta paella tan rica y brindemos por nuestra amistad para que dure por muchos años.
Jorge me sonríe hasta me da un abrazo. Lo recibo con cariño, después de todo no siempre nuestros sentimientos son acertados con la persona que deseamos.
El tiempo que dura la comida, Jorge me pone al día con sus aventuras, hablamos sobre mi entrevista hasta que llega la hora de marcharnos para seguir con el trabajo.
Jorge me acompaña hasta el edificio, pasamos dentro del ascensor. Para no variar no estamos solos. Dentro está el señor Ferretti y Maribel.
— Vaya que divertida se ve hoy Merinda.
— Es que lo soy querida. Procuro ser yo misma y no aparentar alguien que no soy. Así más o menos como tú que al final del día uintentas buscar tú personalidad.
— Al menos yo soy alguien importante, no como tú. Mírate, te queda mucho para alcanzarme.
— Lo siento Maribel, tu saldo es insuficiente para llamar mi atención, sigue intentándolo.
El ascensor para. Salgo pensando que es Jorge quién viene detrás de mí, de pronto me volteo y con quién me encuentro es con mi jefe.
— Yo sigo tengo suficiente saldo para llamarte y decirte que en diez minutos te quiero ver en mi oficina. — Su orden es tajante. Tanto que hasta me da algo de grima la manera de dirigirse a mí.
Primero voy hacia mi cubículo, reviso junto a mi compañera unos documentos y acto seguido marcho hacia la oficina del jefe.
Toco la puerta con los nudillos haciendo oreja al mismo tiempo. No escucho nada. Toco más fuerte, no hay respuesta.
Decido entrar, la puerta está abierta.
Me asomo primero saludando, todo está vacío.
Decido entrar para esperarlo.
Entro y miro con detenimiento su oficina, tampoco es gran cosa. Tomo asiento detrás de su escritorio cotilleando por los cajones.
En ese instante escucho la puerta abrirse.
Mierda. ¿Y ahora qué hago?
Decido tirarme al suelo y esconderme entre las cortinas, una planta y un mueble. Me hago un ovillo, de verdad parezco idiota haciendo esto.
La voz de Rosella hace que me vea en esta situación.
Por nada del mundo quiero que me vea, llegaría incluso a pensar lo que no es.
— Rosella, tome asiento. — Aparto un poco la cortina para ver qué sucede. Ellos están sentados en el sofá, no creo que me vean.
Mientras tanto yo sigo cotilleando.
— Muy amable Giovanni. Veo que has logrado tu objetivo. Estoy segura que tú padre estará muy orgulloso de tí.
— Bueno, más bien lo hago por mí. Y sobre la señorita Camparo, aún sigues pensando que debe entrar a formar parte del programa.
— Sí. Hoy ha estado a la altura demostrando su capacidad como periodista. — Rosella habla como si supiera lo que es una entrevista. Maldigo para mis adentros al seguir escuchando como logra convencer a Giovanni para que entre a formar parte de un nuevo programa.
Y lo peor de todo, lo que más me molesta y me da mucho coraje es saber que tendré que trabajar con Yoana y Maribel.
¡Maldita sea!
¿Qué es lo que pretende? ¿A qué ha venido? ¿A ponerme en la cima y ser el punto rojo de los comentarios de mis compañeros?
Yo no quiero tanto favoritismo, quiero hacer las cosas a mi modo ganándome los ascensos por mí esfuerzo.
— Entonces el programa ya está listo. Tan solo nos falta reunirnos con la señorita Camparo y ponerla al día. Estoy segura que todo saldrá bien.
— Eso espero. Del resto ya me encargo yo. — Giovanni se levanta, le extiende la mano a Rosella, los dos sonríen y salen de nuevo de la oficina.
Lo que me da tiempo de salir de mi escondite y de la oficina.
Comienzo a correr hasta el primer baño que me encuentro.
Necesito esconderme por un instante y pensar en todo lo que acabo de escuchar dándome la impresión que estos dos ocultan algo y conociendo a mi santa madre apuesto a que trama algo.
Salgo del baño volviendo de nuevo hacia la oficina del jefe.
Toco la puerta, al parecer ha regresado.
Entro cerrando la puerta y espero que me diga para que me ha hecho venir hasta aquí.
En fin, como si no lo supiera.
— Señor Ferretti, ¿Necesita algo de mí? — Menuda pregunta más comprometedora acabo de lanzar.
— Vaya, ahora soy el señor Ferretti. Dónde ha quedado tanto formalismo Meri. — En menos de cinco segundos ha sido verlo sentado y tenerlo parado delante mío devorándome con la mirada.
— Es que...digo yo qué cómo estamos en el trabajo hay que ser educados. — Giovanni da un paso más hacia adelante. Se queda a unos escasos centímetros de mí asolándome con esa manera tan sensual de hacer que mi cuerpo se parezca a una gelatina.
— Sabes que soy tu amigo. Puedes tratarme como tal. — Respiro hondo pensando si hoy es el día de los idiotas o es que están distribuidos estratégicamente para que tenga que encontrarme con alguno.
— ¡Stop! Giovanni qué te veo las intenciones y aquí una anda de bajón por la regla. En estos momentos solo quiero saber para que me has llamado.
— ¿Quieres saberlo? — Giovanni se aleja un poco de mí, lo suficiente para poder devolver oxígeno a mi cuerpo.
Respondo que sí, y de nuevo vuelve a bloquearme entre su cuerpo y la puerta.
Nos quedamos en silencio mirándonos escuchando los latidos de mi corazón, sintiendo como me invade todos los sentidos, mis deseos han comenzando ha encenderse nada más sentir su aliento sobre mi piel, provocándome llegando a perder la cordura. Sus labios buscan los míos, mi ritmo cardíaco sigue aumentando, necesito ese beso o creo que moriré por un ataque cardíaco.
— Quiero besarte, ¿Me dejas hacerlo? — Su melosa voz consigue que baje de la nube.
— Mejor lo dejamos para otro día, ahora mismo me pilla muy mal. — Me hago hacia un lado para alejarme de algún modo de él.
Hábilmente me agarra por mí muñeca volteándome, tirando de mí hasta pegarme contra su cuerpo.
Una especie de miedo y excitación navegan por mi cuerpo.
Su mano se apoya en mi espalda dándome un pequeño empujón más hacia él. Ahora sí que no tengo escapatoria, el oxígeno apenas llega a mi cerebro por eso mi mente no piensa con claridad.
— ¿Porqué tratas de huir de mí? Miénteme y dime qué no estás excitada y que no te atraigo. — Entre su maldito acento italiano, su manera tan sensual de decirme con su mirada lo que gusta y esa boca tan apetecible, consigue que tengas más ganas de me bese, hasta hace que tiemble excitada y deseosa.
Su húmeda lengua roza mis labios queriendo abrirse paso.
Cierro mis ojos buscando la cordura.
Pongo mis manos en su pecho y me separo de él.
— Meri, mi bella, no tienes que temer nada. Quizás estés nerviosa, estoy seguro que en estos momentos tú necesitas de mí, como yo de ti. Déjate llevar y déjate sorprender te aseguro que te haré enloquecer mientras tu piel se eriza y tú boca pide más.
— Giovanni, dicen por ahí que todo en exceso es malo, menos el sexo.
Pero yo no exijo un hombre que me heche el mejor polvo de mi vida. Tan solo exijo un amor perfecto, alejado de mentiras. Y es que aún con mis múltiples defectos, es lo que en realidad merezco. Un hombre que sepa destruirme los miedos y las dudas, no el corazón.
— Eres tan bella Meri, es justo lo que te mereces. Pero yo no puedo ofrecerte ese amor que buscas y describes con tanta pasión.
— Me alegro que me entiendas Giovanni. ¿Amigos?
— Amigos sin derecho. Una amistad trasparente. Tal y como te mereces Meri. Sin duda eres maravillosa y muy bella.
— Tú también tienes tú encanto. Ahora dime para qué me has hecho llamar. ¿O pretendías que lo hiciéramos aquí?
— No. Jamás haría el amor contigo en la oficina. Quería comprobar si tú sientes el mismo deseo por mí como yo lo siento por tí.
Y ahora que has sido sincera, quería explicarte lo que va consistir tú trabajo. Harás un programa junto a Maribel y Yoana.
— Me niego. Prefiero seguir escribiendo en las columnas y hacer de reportera antes de trabajar junto a esas dos arpías.
— Merinda, entiende que es por el bien de tú carrera. Es una oportunidad que no puedes dejar escapar.
— Me da igual. Nací pobre y así moriré. Además contra más dinero gane, más tengo que pagar hacienda.
— Merinda, piénsalo bien. Tienes hasta mañana para darme la respuesta.
— Ya lo he pensado. No y mil veces no.
— De acuerdo. Tú misma. Ya puede marcharse.
— Gracias por todo. Chao.
Salgo de la oficina mirando para todos lados como si de una espía se tratase.
Me limpio mi frente con la palma de mi mano.
¡Uff! Qué cerca ha estado.
Vuelvo de nuevo ha mi cubículo.
Empiezo a trabajar hasta que finalmente llegan las siete de la tarde.
Recojo mis cosas, me despido de algunos de mis compañeros y me marcho hacia mi casa cuando me encuentro a Rosella esperándome al lado de un coche de lujo.
— Señorita Camparo. — Su voz y su manera de llamarme hace que mi odio vaya creciendo.
Camino hacia ella parándome a una distancia prudencial.
— Dígame señora De Simone.
— Gracias por atenderme. He hablado con el señor Ferretti y me ha comentado que se niega a trabajar en el programa.
Necesito que trabaje junto a Yoana y Maribel. Ustedes tres, son unas excelentes profesionales y sé perfectamente que harán un buen trabajo.
— ¿Acaso tengo que obedecerla? ¿Tan importante es para tí que haga ese maldito programa? — Fijo mis ojos en los de mi progenitora. Ella, se muestra como una muñeca de plástico y no lo digo por las cirugías que tenga hechas. Más bien por sus sentimientos.
— Debes ser más ambiciosa. Hasta ahora nada te ha ido bien. Tienes en estos momentos la oportunidad de ser algo en la vida.
— Viniendo de usted, no quiero nada.
— No seas tan orgullosa, sé más inteligente y aprende de una vez por todas a sacar partido a tus armas de mujer.
— ¿Qué me estás queriendo decir? ¿Qué me meta en la cama con cualquiera para ser alguien importante?
Estás peor de la cabeza de lo que imaginaba.
— Escúchame con atención. He invertido mucho en este proyecto como para que tú me lo eches a estropear. Te estoy ayudando, quiero que seas importante y lo serás si quieres como si no. La semana que viene empezarás a trabajar en el programa. — Roselle se marcha dejándome con ganas de haberle dicho cuatro cosas.
En ese momento cruza por mi lado Maribel junto a Yoana y Jorge.
— Vaya, vaya al final va resultar verdad los rumores de que estás haciendo la pelota a la jefa para ir escalando.
— Mira Maribel no estoy de humor y te aconsejo que no me dirijas la palabra. — Estoy rabiosa, intento contenerme pero no puedo.
Ella y Yoana siguen lanzando indirectas logrando enfadarme cada vez más.
Jorge las hace callar poniéndose de mi lado.
— Vamos Meri — Jorge me extiende su mano, dudo si aceptarla o no.
Al final, decido empezar a caminar a su lado dejando que me estreche contra su hombro mientras yo intento no mostrarme débil por todo lo que tengo que lidiar con mi madre y con ese par de víboras.
— ¿Estás mejor? — Me pregunta Jorge cuando hemos llegado a los aparcamientos.
— Algo. Gracias por todo.
— ¿Segura de que no quieres que te acompañe hasta tú casa? — Jorge insiste acariciando con ternura mis brazos.
— En serio estoy bien. Nos vemos mañana. Qué tengas buena noche.
Me despido de Jorge montándome en mi auto.
Llamo a Dania para saber cómo sigue.
Al parecer va llevar a los gemelos con su abuela para que pasen el fin de semana con ellos.
Al percatarme de que nadie habrá en casa, se me ocurre la magnífica idea de ir hacerle una visita a mis mozos.
Por un lado, prefiero ver a los strippers bailando antes que comerme la cabeza con todo este asunto sobre ese cierto interés que trae mi Rosella de querer realizar un programa y así yo ascienda.
Aunque si lo pienso bien, ella debe tener un plan. Y lo que sea, es más que evidente que la destinataria soy yo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro