Meri
Madre del amor hermoso.
Cómo puede la gente levantarse todas las mañanas con ganas de comerse el mundo. Quizás será porque cenaron poco o es que yo tengo la facilidad de vivir al revés. Pasármela despierta de noche y normal que por el día me caiga de sueño. Sin contar cuando me voy a ver a mis mozos, los strippers. Eso sí son hombres musculosos, sexys, bailando con sensualidad...y lo demás son tonterías.
Bueno ahora no es el momento de pensar en hombres sexys, si no en irme a trabajar y tomarme algo para este dolor de cabeza del cual padezco impidiendo que piense con claridad.
Cómo siempre llego al trabajo tarde. La ventaja que tengo en estos momentos es de no ver el careto con tres kilos de maquillaje de mi ex jefa Maribel.
¡Siii! Los milagros existen y al fin mis plegarias han sido escuchadas.
Más feliz que una perdiz, tomo asiento en mi cubículo. Hablo con algunos de mis compañeros para ponerme al día con las últimas noticias que llegan a la redacción.
Acto seguido comienzo escribiendo la columna hasta que llega la hora de comer.
Catalina me ha dicho que hoy no podrá reunirse con nosotros. Busco a Niko y con quién me encuentro es con Jorge.
- Hola Meri, ¿Cómo estás?
- Hola Jorge, estoy bien gracias por preguntar. Ahora estoy buscando a Niko para ir a comer. - En verdad no sé qué hago parada dándole conversación. Ah, ya me acuerdo. Porque estoy en el lugar de trabajo, si fuera otro lugar ya lo habría mandado a la mierda con billete de ida.
- Me gustaría que comiéramos juntos, para hablar...-¿Hablar de qué? Mongolo. Pienso para mis adentros.
- Lo siento pero va ser en otro momento, mira por ahí viene Niko y es con él con quién como todos los días. Chao Jorge.
Empiezo a caminar directa hacia Niko. Él, algo sorprendido por haberle cogido del brazo y arrastrado hasta la calle intenta hablarme para que le explique qué está sucediendo.
Una vez que hemos llegado al bar de Pepe y hemos tenido suerte de sentarnos en una mesa vacía. Pepe como siempre nos pone el menú del día y unos refrescos.
- Vale. Ya estamos comiendo. ¿Hay algo que me haya perdido? - Niko me observa muy serio entrelazando sus dedos encima de la mesa.
Con Niko no tengo secretos, él me conoce muy bien y...bueno yo no puedo mentirle. A veces me pregunto si es un polígrafo.
- Sí, te perdiste el ridículo que hice cuando le confesé a Jorge que lo quiero. - Niko mira su plato de lentejas escuchando mi historia.
- Meri, no has hecho nada de malo en confesarle tus sentimientos a Jorge. Ahora debes de ser madura y no una niña pequeña que por ser rechazada debes ponerte a la defensiva. Creo que Jorge nunca te ha dicho que te ama, te ve como una amiga. Tal y como yo te veo, como mi mejor amiga, y cuando eres amigo de una persona es muy difícil de enamorarte. Yo nunca me he enamorado de tí y por eso no hemos roto nuestra amistad.
- Lo nuestro es distinto Niko. Yo sí estaba enamorada de Jorge. Y sí, me ha fastidiado mucho su pésima explicación, y más que se burle de mí. Y ahora, arrepentido quiere que las cosas sean como antes. Pues he pensado que seré su "amiga" en el trabajo. Fuera, que le den dos duros de entretenimiento. Total tías no le faltan, pues que me deje en paz.
A mí sí me faltan tíos y no por eso voy llorando por los rincones.
- Perdona, pero a tí tíos no te faltan, es que has estado demasiado ciega creándote una película de romance con Jorge que no has querido abrir la puerta de tu corazón a otros hombres que en verdad han estado interesados en tí. Como por ejemplo, Marcelo. Él si te quería, pero tú lo rechazabas constantemente.
Ahora con lloriqueos no vas a solucionar nada.
Lanzo una mirada asesina a Niko. Odio cuando el muy capullo lleva razón.
Continuamos comiendo y hablando del trabajo, así por lo menos haré como es debido la digestión.
O eso creía, porque ver a Maribel ya comienza a sentarme mal la comida.
- Merinda. - Pronuncia como siempre mi nombre llenándome de babas la cara. ¡Qué asco de tía de verdad! ¿Tendrá algún problema con la saliva o lo hace aposta?
- Dime Maribel.
- El señor Ferretti quiere que vayas a su oficina para que hagas de traductora. Es para lo único que te busca y sirves.
- ¡Ay, chatina! Si tú supieras para qué otras cosas sirvo. Pero eso queda guardado para mí. No me gusta compartirlo con alguien como tú, envidiosa.
Dejo atrás a Maribel mascullando palabras nada bonitas dirigidas a mí. La adoro cuando me menciona en su estado de rabia. Hasta disfruto y todo verla como se enrabieta.
Llego a la oficina del jefe. Toco la puerta con los nudillos y espero que me diga que pase. Espero, sigo esperando, voy a tocar la puerta de nuevo, cuando escucho un ruido algo pornográfico.
Pego la oreja a la puerta, y...
¡Arrea mi madre!
El jefe se lo está montando con alguien.
Qué poca educación de no irse a un hotel.
En el momento que iba a marcharme, la puerta se abre.
Para mí sorpresa sale Yoana alisándose la falda y colocándose el cabello.
Abro la boca asombrada sin poder creerme lo que veo a la vez que me pregunto porqué lo hace.
Espero un rato para volver a tocar la puerta. Esta segunda vez, inmediatamente me dan paso.
- Buenas tardes señor Ferretti. Maribel me ha dicho que tenía que hablar conmigo. - Miro la mesa, el sofá que hay colocado con una pequeña mesa y otro sillón algo más pequeño enfrente, el cual tiene un par de cojines mal colocados. Me apuesto algo a que el revolcón se lo han pegado en el sofá.
- Buenas tardes. Sí, quería saber si mañana, sábado usted está disponible para asistir a una reunión conmigo. Será al mediodía, entre las 11 y las 13:00 horas.
- ¿Me queda de otra de no asistir?
- Disculpe, no la entendí. - Ni falta que hace. Pienso para mis adentros.
- De acuerdo. Dígame el lugar y allí estaré.
- Mi chófer pasará a recogerla por su casa. - Chófer, limusina, chófer, niños, prohibido ir tíos a casa. Pienso mentalmente.
- Lo siento pero es mucha categoría para mí que vayan a recogerme. Yo misma iré al lugar que me indique, no se preocupe.
- Como quiera. Esta es la dirección y la hora. Y ahora vaya a continuar con su trabajo.
- Si no desea nada más, me retiro. Hasta mañana.
- Merinda. Usted...digo...antes...de venir...- No lo puedo evitar y me echo a reír. El jefazo ni se atreve a mirarme, y encima tartamudea. Se habrase visto.
- No sé preocupe señor Ferretti, su secreto está a salvo. No diré nada, pero si me permite darle un consejo. Váyase la próxima vez a un hotel, es más discreto. Chao.
Antes de marcharme le guiño un ojo al putero de mi jefe.
Sí, hay que admitirlo, el hombre está bueno, pero tampoco para llegar ha montarselo con una empleada en su oficina.
O...al menos que este par ya se conozcan de antes o haya un asunto turbio de por medio.
Con ese pensamiento voy hacia los estudios de grabación. Jorge no va tardar en salir al aire para dar el parte meteorológico.
No me apetece verlo, aún sigo herida por mí estupidez. Cambiando de tema, aquí estoy para averiguar lo que se trae Yoana con el señor Ferretti.
Y mira por donde, Yoana no anda muy lejos, la observó desde una esquina.
Veo como la maquillan, terminan de retocarle el peinado, mientras ella revisa algunos folios.
Tuerzo la boca pensativa.
Algo en ella se ha tornado. Al parecer el polvo con el jefe no le ha sentado muy bien. Sólo hay que verla la cara de preocupación que luce.
Cómo no tengo nada mejor que hacer, espero a que termine de grabar el programa.
Durante el tiempo que dura el programa observo a Yoana, aunque es toda una profesional, sus ojos se ven una luz triste.
Por eso, nada más terminar la grabación me voy a esperarla ha su camerino.
Al verme su sistema nerviso se activa empezando con sus reproches.
- Se puede saber que te se ha perdido para que vengas hasta mi camerino, dedícate a trabajar.
- Eso es lo que hago. Soy periodista y como tal, trato de investigar. Y fíjate tú por dónde, que sin proponerlo, esta mañana te he visto salir de la oficina del jefe. - Al terminar la frase, Yoana empieza a ponerse pálida.
- ¡Cállate por favor! Por favor Merinda, no digas nada. Yo...ya me siento mal por lo he hecho. - Vaya su soberbia ha desapercibido para convertirse en un corderito.
- ¿Echar un quiqui con el jefe? Uff, tampoco es para tanto mujer, aunque un poco indiscreta si has sido. Deberías haberte ido a un hotel.
- No es broma.
¿Sabes porqué me acostado con Giovanni?
- Eso quiero que me digas. Y...a to' esto. ¿Quién es Giovanni?
- El señor Ferretti tonta. Porque he escuchado comentarios que el programa no tiene audencia y van a quitarlo. ¿Sabes lo que significa eso para mí?
- ¿Qué te vas al paro?
- Idiota. Que mi reputación de presentadora se va desvanecer, quedaré como una simple periodista. Y yo valgo más que eso, he pasado por mucho hasta llegar a ser una de las mejores presentadoras y la mejor pagada para terminar en lo más bajo. El programa apenas lleva un año en emisión. Y cualquier fallo es mi culpa.
- Espera que me he perdido.
¿Qué tú reputación, que tú estatus como la mejor presentadora que no tiene ni idea de llevar un programa se va al garate?
Y a la niña sólo se le ocurre la idea de tirarse al jefe para así poder seguir grabando el programa.
Pues que quieres que te diga. Has caído muy bajo.
- Haber lista. ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar?
- Buscar una solución y aprender de los errores. No todo en esta vida se nace sabiendo. Pero en vez de valorarte como mujer vas a buscar la solución más fácil.
Sabes una cosa. Pensaba que eras más inteligente, pero veo que solo te mueve el interés y ser el centro de atención dándote igual al precio que sea. ¿Dónde está tu dignidad?
Mejor dicho. ¿Cuándo piensas encontrar tu amor propio?
- Merinda espera...- Yoana no es santo de mi devoción. Siempre se la pasado junto con Maribel intentando que me despidan. Ellas dos son tal para cual. Pero... ¿Quién soy yo para meterme en su vida?
- Tranquila carita de porcelana. No diré nada. Pero pienso cobrarme el favor algún día. Chao.
Salgo del camerino intranquila. Pensando en cómo Yoana, una mujer joven con talento ha tenido que venderse de esa manera para seguir siendo famosa, poder estar en la lista de las mejores presentadoras pagadas.
En ocasiones no me explico nada, todo tiene un porqué y cada una sabe lo que hace. Yo no soy nadie para juzgarla.
Ya bastante tuve yo con mi madre cuando se empeñaba en crear en mí una mujer que no deseaba, impidiéndome ser yo misma cortándome las alas porque no quería que sus amistades hablasen de mí.
Su orgullo no era lo que yo hiciera, su altivez nacía por cómo me veía la gente moldeando mi carácter haciendo de mí una figura de porcelana. Hasta que me harté de todo ese paripé, discutí con ella y me marché de Italia para venir hasta España donde viviría con mi padre alejada de esa jauría de maniáticas de la moda y el control.
Lo que más me dolió y tardé en superar, fue el egoísmo de mi madre por no venir a pedirme perdón.
- Tía Meri, ¿vas de boda?
- No, ¿Porqué lo preguntas Pablo?
- Porqué te estás arreglando y te has puesto muy guapa.
- Eso es que va ligar hermanito. Por eso se da maquillaje y se ha puesto guapa.
- Mirad par de dos. Punto uno: No voy a ligar.
Punto dos: Si me vestido así, es porque tengo que asistir a una reunión de trabajo.
- Lo que yo te decía Pablo, que va a una cita.
- Daniel, sabes que no tengo citas con hombres. Sólo las que me dan para ir al médico.
- Pues al paso que vas, te vas a quedar arrugá, soltera y nadie te va querer.
- Desde luego levántais la moral a un muerto.
- Te decimos la verdad. A mamá no le gusta que digamos mentiras.
- Sí, como no. La sinceridad ante todo. Menos mal que hoy os voy a perder de vista.
Me despido del par de diablillos y me marcho hacia la calle en busca de mi auto, cuando de pronto veo aparcado un coche todoterreno en la misma puerta.
De la puerta del conductor sale un hombre vestido de uniforme.
El hombre con acento a italiano comienza hablándome muy cordial y afectuoso.
Me abre la puerta de atrás, y veo ni más ni menos que a mi jefe sentado vestido con un traje negro muy tranquilo.
- Creo que me voy en taxi. - Digo intentando escaparme. Pero no llego muy lejos, el chófer me da un leve empujón para pasar dentro del auto, y yo remato tropezando cayendo encima de las piernas de mi jefe.
¡Qué vergüenza! Un poco más y me la como entera.
- Disculpe señor Ferretti. - Hablo atropelladamente sentándome como es debido.
- Tranquila no pasa nada. Seguro que estás nerviosa.
- Sí, mucho. Es la primera vez que salgo de reunión con mi jefe.
- Todo va estar bien, confío en usted Merinda.
- Gracias. Es un honor escuchar que alguien salvo mi padre, confía en mí.
El señor Ferretti se echa a reír contagiándome su risa.
El ambiente ha cambiado y eso me hace sentir mejor. Mis nervios empiezan a desaparecer comenzando a encontrar la seguridad en mí misma.
Al llegar al restaurante donde se va dar la reunión mis nervios vuelven asomarse.
Primero nos dirigimos hacia un gran jardín, donde hay un grupo de hombres trajeados hablando y consultando sus teléfonos al mismo tiempo.
Nada más entrar en el grupo, mi jefe comienza a presentarme a todos los hombres allí presentes.
Termina la presentación, permanezco al lado del señor Ferretti sirviéndole de traductora.
Terminado el cóctel, llega la hora del almuerzo.
El señor Ferretti me susurra al oído lo bien que lo estoy haciendo.
Asiento en silencio con mi cabeza hasta que vamos hacia el salón donde seguirá la reunión durante la comida.
Sigo caminando detrás del jefe hasta llegar a la mesa que nos han asignado para comer y seguir con la reunión.
El señor Ferretti se voltea para presentarme al tercer socio de la cadena.
Nada más ver al supuesto tercer socio me quedo como una tabla.
No puedo creer lo que están viendo mis ojos. Definitivamente esto no me puede estar sucediendo.
- Ella es Rosella De Simone.
- Mucho gusto señora, soy Merinda Camparo. - Mi voz desaparece, mi cuerpo tiembla notando cambios bruscos.
- Encantada señorita Camparo. - No puedo creerme que después de tantos años la tenga delante de mí haciendo el papel de no conocernos cuando ella es mi madre.
Retiro mi mano, buscando serenidad.
He intentado vivir sin ella y ahora voy a demostrarle lo equivocada que estuvo cuando me repetía constantemente que nunca iba a llegar a ser como ella.
Tomo asiento junto a mi jefe. Decido guardar silencio observando a la mujer tan arreglada, pelo teñido de rubio platino, botox por algunas zonas de su rostro y cuerpo delgado mejor que el mío.
Lo que hace el bisturí.
Porque vamos a su edad no es para que se vea mejor que una chica de veinte años aunque se cuide muy bien.
La comida comienza y yo agradezco de no tener que servir de traductora. Sólo me limito a escuchar y comer e intercambio algunas opiniones con mi jefe hasta que éste me comunica que dentro de un par de horas se celebrará una fiesta.
Me disculpo poniendo como excusa que ya había hecho planes.
En el momento que me iba, Rosella se pone delante mío impidiendo que continúe caminando.
- ¿Desea algo señora? - Aparento serenidad cuando por dentro estoy que hecho lumbre.
- Nada, sólo tenía ganas de verte. - Sus ojos me escanean de arriba abajo poniéndose el dedo índice en la comisura de sus labios. Conozco ese gesto y sé que va comenzar a criticarme.
- Veo que no has cambia nada. Sigues en la línea de las que se conforman con poco. Sabes, tengo un proyecto en mente, y debes de convencerme para que tú estés dentro del proyecto.
- No tengo porqué hacer algo así. Y mucho menos deseo respirar el mismo aire que tú.
- Tus modales siguen siendo los mismos. Definitivamente, poco has cambiado Merinda.
- Nunca voy ha cambiar. Jamás seré una persona que no deseo ser, hacer y decir lo que otros me digan como si estuviera siguiendo un protocolo y en mi cabeza no tuviera cerebro.
He sabido apañarme sin tu ayuda y me ha ido estupendamente bien. Y ahora dime, ¿a qué has venido?
- Seré la nueva sub directora de edición. Además de ser una de las socias mayoristas de la cadena.
- Esto es como ponerse a mear y no echar gota.
¿Pero que sabes tú de periodismo, si en tú vida has abierto un libro que contenga letras?
- Ves, tengo influencias. Y lo que no se sabe, siempre hay gente que sabe hacer su trabajo encargándose de hacer bien su labor para que otros como yo ascendemos.
- Veo que no has cambiado nada Rosella. Bueno sí, a peor.
- Ah, se me olvida. Para la próxima semana seré tú jefa. Piensa en mi oferta y aprovecha el enchufe que te estoy solicitando.
- Gracias pero no. No quiero morir electrocutada.
- Nos vemos Merinda. Me ha hecho mucha ilusión volver a verte.
- De verdad tú tienes corazón o te han plantado otro que se parezca al órgano.
- Cuídate, nos vemos hija. - Su voz suena muy bajito cerca de mi oído.
Con una sonrisa desganada se va dejándome sola con mis pensamientos y una rabia incontenible.
En verdad esto no me puede estar sucediendo. Y aún así, me cuestiono:
¿Qué es lo tenga en mente Rosella para cruzarse en mi vida después de tantos años sin saber nada de mí?
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