Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1

Meri.

La alarma de mi móvil me avisa que hoy es lunes.
Mierda. Hoy me toca trabajar con la pija de mi compañera Yoana Nutel.
No la soporto. Lo admito. Y todo porque la muy cabrona ha puesto los ojos en mi adorable galán Jorge Dintel. El meteorólogo más sexy que una pueda ver para saber qué tiempo hará mañana.
Aunque a mí el tiempo me importe tres pepinos, lo que no me importa es lo que piense Jorge de mí.
Y hasta ahora, simplemente soy su "mejor amiga".
Capullo, hasta cuándo se dará cuenta que necesito un cubo debajo de mi boca por la saliva que hace que se me desprenda de mi boca por su culpa.
Por supuesto, la competencia es dura.
Y Yoana, es precisamente lo que todo hombre quiere y sueña mientras se masturba.
Tiene pechos operados, rostro de muñeca angelical, ojos grandes marrones, cuerpo moldeado a base de horas de gym, alguna que otra operación, aunque ella lo niegue.
En fin, el caso que desde que las dos pusimos los ojos en el meteorólogo, Jorge me trata de una manera cómplice y cariñosa. Y aunque yo ardo de deseo porque me bese, me toque y terminemos dándonos un homenaje a lo grande.
Él solo tiene ojos para la guapísima morena Yoana Nutel, sus desplantes hacia él hacen que mi galán venga triste y me cuente sus penas. Cómo también me explica con detalles, las tías que conoce y termina en la cama o en el asiento de atrás de su deportivo por no decir cuando me relata cómo las empotra contra el capó del coche.
En fin, soy una auténtica patética. Lo admito.
¿Pero que voy hacer si estoy ciega y loca por un tío que no lee en mi mirada lo que me da tanta vergüenza decirle por miedo a perder su amistad?

Por ello, decido apuntarme al gimnasio, no solo para bajar peso, porque últimamente con tantas desilusiones acabo acompañando a los gemelos a comer toda clase de dulces.
Y eso ha hecho que me suba la tensión y el peso.
Por recomendación del médico, porque yo tengo demasiada pereza de ir al gimnasio, debo de hacer deporte.
Y que menos que me acompañen mis dos mejores amigas:  Catalina y Dania.

Cuando por fin estamos en el gimnasio, las tres nos miramos con cara de circunstancias, todo cambia cuando se presenta el entrenador personal.

¡Señor Bendito! Este hombre está que cruje. Alto, rubio, cuerpo tallado por las pesas.
Porqué vamos de coger el pico y la pala no creo que tenga esos abdominales que puedo lavar el dote que me compró mi madre hace ya más de diez años. Digo yo que estará  viviendo a gusto las telarañas entre los manteles y sábanas.

Después de que nos se caiga la baba y mojemos las bragas, nos vamos hacia una sala donde hay las máquinas necesarias para empezar hacer ejercicios cardiovasculares.
Lo primero que nos suelta el guapito de cara que nos va enseñar a respirar para no fatigarnos antes.
Pues chico, yo llevo respirando cerca de treinta años y sigo viva, digo yo que no lo estaré haciendo mal.

A continuación, nos dice que debemos hacer unos estiramientos, por ejemplo tocarnos la punta del pie.
Me agacho un poco, y le digo que desde niña llevo sin tocarme el pie.
En eso que me da crujio la espalda que me deja doblá.
Para seguir con los ejercicios, nos montamos en una máquina para subir escaleras.  Cuando llego al cuarto piso, la lengua me llega al primero.
Sudando como una cerda, me dice que tengo que montar en la bici.
Me monto y a los quince minutos vuelve.

— Meri ¿porqué no has peladeado?

— Anda, porque tú solo me has dicho que montase y aquí estoy todavía montada en la bici.

Me bajo de la bici y me voy hacia la cinta.
Esto es más relajante.
Comienzo a caminar, hasta que de pronto me percato que en un día he  hecho el camino de Santiago.
Una hora y media más tarde, las tres salimos del gimnasio peor que hemos entrado.
Me despido de mis amigas y me voy hacia el trabajo.

¡Madre mía qué agujetas!
Si esto es hacer deporte, que lo haga quién yo diga.
No hay hueso de mi cuerpo que no me duela, y para colmo voy llegando tarde al trabajo.

Perfecto, ya la veo venir a doña Maribel gritándome que debo de realizar bien mi trabajo.
Vamos yo no soy una empleada que trabajo ocho horas, cinco días a la semana.
Soy una periodista, que por trabajar como analista de medio de comunicación tengo que saber hasta cuando van al baño los políticos y al ser posible trabajar 24 horas los 360 días del año.
El resto de los días descanso  por las fiestas.
Yo pienso que la pobre está a falta de dos polvos bien echados.

Mi vida es un estrés, y encima con las agujetas que tengo de haber hecho  deporte,  debo de terminar de arreglarme en el coche.
Y fíjate tú por dónde tengo las pastillas del coche chillando que hay que cambiarlas.
Pero ir al mecánico es ir a dejarle medio sueldo del mes.
Entre tanto lo voy dejando pasar, hasta que...¡¡PUM!!
Acabo de dar un golpe con el coche ha alguien.
Madre mía, todos los males me tienen que pasar a mí.

Salgo del coche toda alterada.
Miro el coche que tiene pinta de ser caro no, lo siguiente.
Mis nervios están a flor de piel, y más cuando tengo delante a este pedazo de tío bueno quitándose sus gafas de sol observándome con unos ojos verdes claros que me derriten al instante.
Por su puesto, aquí el caballero que se ve que está cabreado porque le hecho un pequeño arañazo a su Ferrari, comienza hablándome en italiano.
Para mí suerte entiendo lo que me dice, porque mi madre es italiana y mi padre español.
Pero cómo que no tengo ganas de pagarle la avería, me hago la tonta y hago como que lo no entiendo.

— Parla inglese. — Me quedo mirándole haciéndome más la tonta todavía.

— Yo... Inglés...pues...como mucho el verbo "To Be" y alguna frase por ahí...pero es que soy de Albacete, poco utilizamos en mi pueblo el inglés.

Me muerdo el labio viendo como el castaño se acerca hasta mi coche cada vez más irritado. Echa una foto a la matrícula. Seguido me echa otra foto a mí y después de darme unas cuantas advertencias se vuelve a montar en su Ferrari y se va sin ni siquiera despedirse.
Mis tacones se quedan clavados en el asfalto viendo como se va mientras yo intento ingerir lo sucedido.

¡¡¡Flipante!!!

Me he  quedado a cuadros.
Mira que es guapo el condenado, pero vaya genio que se gasta.
Vuelvo a mi auto, y comienzo la marcha, el muy capullo  me ha amenazado con llamar a la policía para que le pague la avería.
¿Pero este imbécil me ha visto a mi cara de millonaria, o qué?

Para no variar llego al trabajo tarde, menos mal que Niko sale a mi encuentro dándome una alegría.

— Meri, menos  mal que has llegado, Maribel está que echa fuego por la boca como un dragón.

— Eso ya no es novedad. Lo sería si me recibiera bailando una jota y cantando una saeta.

— Además, debo comunicarte, que mañana van a presentar al nuevo Director. Estoy súper nervioso, se corre el rumor que va ver despidos y van a empezar por lo que llevan menos tiempo trabajando en la empresa.

Trago saliva parándome en seco mirando a mi compañero y amigo preocupada.
Yo fui última que entró a trabajar en la redacción.
Si hubiera algún despido, yo sería la primera.
Noto como la bilis me sube hasta la garganta notando como si me faltase el aire.

— Niko, yo...

— Tranquila Meri, verás como no van a recortar personal.

— ¿No? Si tuvieran que despedir ha alguien, esa sería yo. Tengo todas las papeletas para abandonar la empresa.
Y sabes que tengo más deudas que Farruquito.

— Venga amiga, vayamos a por un café y nos ponemos de lleno a trabajar, que para serte sincero, tengo las piernas que no las siento. Si me quedara sin trabajo, sería mi perdición, y más con la llegada de los mellizos.

En silencio, caminamos con nuestros cafés en la mano hacia nuestras mesas.
Miro a mis compañeros, la llegada del nuevo director, al parecer está dejando mella en cada uno de los empleados, sus rostros expresan la desesperación de tener que quedarse en paro con todos los problemas que ocasiona quedarte sin empleo.

Doy comienzo a mi trabajo, cuando un olor a perfume caro me echa para atrás.
Me giro en mi silla, viendo como Maribel, mi jefa, me observa de muy mala leche. Tanto, que me tira los expedientes a la mesa empezando a vocearme.
Contengo mi rabia arrugando un trozo de tela de mi chaqueta.
Después de desquitarse conmigo se va con su habitual movimiento de culo.
Ese del cual me dan ganas de patearlo.

Desvío mi vista hacia el ordenador empezando a trabajar en los expedientes que me entregado la bruja Úrsula.
Sigo trabajando centrada con tanto papel, hasta que escucho detrás mío ha Niko avisándome que es la hora de ir a comer a un poco.
Recojo mis cosas para irme junto a Niko y Catalina  hasta el bar de Pepe para que nos ponga una ración de calamares, y de beber una Pepsi.

Mientras comemos, los tres jugamos con los calamares como si nos diera pena echarlos a la boca.
Y como no íbamos a estar tristes, si por nuestras cabezas solo recorre el título luminoso de "Despedido".

— ¡Maldita sea! ¿Porqué estamos tan deprimidos, ni que fuéramos al velatorio de lo calamares? Por dios santo, si nos van a despedir, a mi la primera por ser la última en llegar. ¿Y? Ya encontraré otro trabajo.
Así que ustedes dos, arriba esa moral y a comer se ha dicho.

— Meri, quién tuviera tu alegría en estos momentos. — Pronuncia Niko con voz tan bajita que casi se echa a llorar.

— Niko, te prometo que antes que te despidan a tí, yo misma me iré voluntariamente. Sé que tienes que mantener a tus hijos que vienen de camino y a tu esposa cariñosa. Venga, aúpa esos ánimos y comamos felices.

En fin, hay que hacer de todo para hacer reír mis amigos. Todo sea para quitarnos por unos instantes de la cabeza la preocupación de lo que podrá ocurrirnos mañana.

De vuelta al trabajo, me topo de frente con la bruja Úrsula. De verdad esta mujer es desesperante.

— ¿Qué horas son estas de llegar Merinda? — De verdad me ha escupido en la cara. La miró con asco mientras saco un pañuelo limpiando mi cara exageradamente.

— Solo me he retrasado cinco minutos. ¿Tiene algo de malo?

— Sí y mucho. Por esta falta, deberás quedarte una hora más después de tú horario para que termines algunas investigaciones que hacen falta para mañana a primera hora.

— De acuerdo. — Pronuncio entre dientes comenzando a caminar hacia mi cubículo.

Una vez que veo las carpetas que me ha dejado comienzo a soltar más palabrotas que un camionero cuando se le pincha la rueda de respuesto.

— Meri, ¿Deja de recitar el padre nuestro que van a pensar que te se ha vuelto el juicio?

— Está tía me tiene manía o está enamorada de mí, la muy cabrona me ha dejado unas carpetas que supuestamente tengo que entregar a primera hora. De verdad Catalina, quiero irme de la empresa ya no soporto más a la bruja Úrsula.

— Ánimo Meri, verás que tú suerte va cambiar.

— Sí, no sé cómo. Si no hay otra persona con más mala suerte que yo. Ya no sé si me ha mirado un tuerto, me han gafado, o es que me han hecho vudú.

Catalina me intenta socorrer quedándose conmigo revisando los expedientes hasta que la llama su novio  y debe irse.
Le agradezco mucho el detalle de haberme ayudo mientras yo sigo pegada al ordenador tratando de hacer mi trabajo lo mejor posible para irme ha casa.

Son pasadas las nueve de la noche, cuando por fin logro encontrar mi coche en el parking habiendo solo tres coches.
Arranco el motor y me voy directa hacia mi casa, pero como me crujen tanto las tripas decido parar en la pizzería para llevar a casa y así sorprendo a los gemelos con nuestra comida preferida.

Mientras espero mi turno para hacer el pedido, algo llama mi atención en la calle.
Cómo soy tan cotilla, algo que lo llevo en la sangre. Salgo ha la calle encontrándome ni más ni menos que con mi adorable jefa.
La muy perra, está fliteando con un hombre algo más mayor que ella.
Si me muerdo la lengua no podré decirle lo que pienso de ella y aunque me cueste mi puesto de trabajo, al menos me iré quedándome muy tranquila de haberle gritado lo hipócrita que es.

Camino rabiosa clavando mis tacones en el asfalto hacia donde se encuentra besándose con su ligue.
Carraspeo la garganta para atraer la atención del par de tórtolos.

— Vaya señorita Maribel, qué bien la veo pegándose el lote con un hombre que no es su marido. — Como disfruto con mi mentira. Pero ver la reacción de ella intentando dar una explicación y el hombre mirándome extrañado hace que no me arrepienta de nada.

— Retira lo dicho Merinda. Yo estoy soltera. — Me alza la voz descompuesta.

— ¿Desde cuándo? Hasta donde yo sé,  usted lleva tiempo casada y para irse con sus amantes le dice a su marido que debe quedarse en la oficina porque debe de entregar las columnas que otras personas escribirnos a primera hora y al parecer veo...¡Qué Dios me libre de culpa! Qué está cometiendo adulterio.

Soy mala, pero ella se lo ha buscado por hacerme hacer su trabajo para poder divertirse. Estas son las consecuencias de las malas acciones.
Sonrio de medio lado viendo la escena. El hombre trajeado con pinta de tener dinero en el banco, al parecer no quiere volver a verla. Ella, intenta dar una explicación llegando a suplicarle.

Furiosa se voltea señalándome con su dedo índice pronunciando lo que será el veredicto de lo que me tenga preparado mañana.

Perfecto, le acabo de dar más motivos para despedirme.
Así soy yo. No puedo verme callada y mucho menos puedo con las injusticias.
Vuelvo a la pizzería, compro varias pizzas, refrescos y patatas fritas.
Vaya cena más saludable que voy comer. Y luego digo que porqué no bajo de peso.

Llego a casa, cambio el chip para no precupar a Dania, bastante tiene ella como para llegar yo también con mis lamentaciones.
Voceo a los gemelos para que vengan a cenar.
Los dos diablillos me abrazan felices por haberles traído pizza para cenar.

—  Daniel, ¿Dónde se encuentra tú madre? — Pregunto suponiendo que estará dándose una ducha o hablando por teléfono.

— Ahora mismo viene. ¡Uhm! Tía Meri, está pizza tiene una pinta buenísima.

— Pues venga, terminemos de preparar la mesa, nos lavamos las manos y a comer se ha dicho.

En ese momento aparece Dania. Su rostro sigue teniendo rastro de sufrimiento, aunque finja estar feliz. Yo la conozco demasiado bien para saber cómo su preocupación por saber el paradero de Jared le agranda cada vez la herida que le marcó hace cuatro años desde que desapareció.
Trato de animarla y apoyarla, me duele mucho cada vez que se ilusiona con la idea de volver a verlo y después vuelve a caer en un abismo de lamentaciones.
Delante de los niños hemos decidido gastar bromas, intentar llevar un ambiente feliz y dejar los problemas para cuando estemos a solas.

Terminamos de cenar, Dania acompaña a los gemelos a su habitación para revisar que no se les olvide nada para las clases de mañana.
Mientras yo quito la mesa comiéndome la cabeza de lo que me esperará mañana cuando vuelva a la redacción y me vea a Maribel con la carta de recomendación bailando la conga.
He tenido muchos rafirafes con ella desde que comencé a trabajar. Entiendo que no soy santo de su devoción. Si he seguido trabajando en la cadena, es porque el señor Otero me ha valorado como persona y admirado por mí trabajo.
Pero...ahora no estoy muy segura que pueda permanecer en la cadena.
Con la llegada del nuevo director, Maribel se la vas ingeniar para que me despidan.
Maldita bruja Úrsula, juro que cuando tenga la oportunidad me vengaré de ella.
Mientras tanto subiré para hablar con Dania así  me olvidaré por unos instantes de mis preocupaciones.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro