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Capítulo 1: Yo soy de las buenas

En mi sabia opinión de mujer de diecinueve años, las personas desde el inicio de la humanidad se han dividido en dos grandes grupos.

En primer lugar, tenemos a los buenos de la historia. Son esos seres que viven por y para los demás, los que van pregonando que la belleza está en el interior y todas esas chorradas. Siempre siendo buenas personas, dando sin recibir nada a cambio, aguantando todo porque son incapaces de decir un "¡hasta aquí llegué!", regalando oportunidades una y otra vez. Ingenuos que piensan que harán cambiar a la persona que les hace daño, cuando, en realidad, saben que eso nunca pasará, pero la esperanza es lo último que se pierde... Pobres ilusos, al final del día solo acaban dando pena.

Por otro lado, nos encontramos con los villanos. Aquellos que se aprovechan de todos (sin excepción alguna) los que son buenos, viviendo a costa de ellos, dejándoles sin dinero, ni dignidad. Son los que no valen para nada pero siempre lo consiguen todo, los que engañan, no respetan y destruyen sin piedad. Creyéndose seres superiores dominan el mundo y su mayor diversión es pisotear a todo lo que se cruza en su camino, porque ellos mandan, ellos dictan las normas del juego al que los buenos ni siquiera saben que están jugando. Y siempre, siempre ganan, cueste lo que cueste la victoria está asegurada.

Yo siempre he pertenecido al primer grupo, sí, me declaro culpable, soy de las buenas. Pero ese solo es uno de mis grandes defectos, porque ¿quién querría a una chica simpática, cariñosa, amante de los animales y los niños, a la que le gusta pasear, la naturaleza y, además, es inteligente? ¿quién, eh? Pues la respuesta es muy fácil: NADIE.

Porque todas estas cualidades en realidad no lo son. Los chicos de hoy en día solo quieren una cosa: sexo y que la chica con la que lo realicen esté buenorra y sea una arpía que acabe engañándole con su mejor amigo. También es importante que sus neuronas se puedan contar con los dedos de una mano. Estas son las que consiguen a los príncipes azules, frikis, bad boys y género masculino en general.

Incluso mi padre, un tipo genial (o al menos eso es lo que creía) cambió a mi madre; una mujer muy guapa, alegre, elegante, educada e inteligente que pasó por dos embarazos y dos partos para que pudiesen formar una familia juntos, por una modelito... joven, muy, muy joven, extremadamente joven, tan joven que quizás la viese por el instituto en alguna ocasión, y no, no estoy hablando de ninguna profesora. Solo había hecho dos campañas publicitarias antes de conseguir al pez gordo que la mantendría de por vida o, por lo menos, hasta que llegase la siguiente más joven y con los pechos más grandes aún.

Seamos realistas, las chicas sinceras, leales y que no van enseñando las domingas no tienen el mismo encanto. Las que no se acuestan con el primer tipo que se encuentran a los cinco minutos de conocerse ya tienen escrito en la frente la palabra compromiso y eso conlleva siempre la misma reacción, spring hacia la puerta de salida. Por eso los chicos siempre quieren estar en forma, lo necesitan para poder salir huyendo al primer indicio de que estén tratando con una buena chica.

Yo, además de todos los defectos que he mencionado con anterioridad, tengo uno aún mayor. Uno que opaca cualquier virtud que se me pueda otorgar, que no deja que se puedan ver mis increíbles ojos verdes, o mi larga melena castaña, brillante y sedosa. Es un defecto tan grande que creo que es la principal causa de que a día de hoy sea un super, mega, hiper cliché, porque soy la virgen de la universidad, a la que nunca han besado y que además, oh, ¡Dios mío! ¡corred todos, esa chica es lista! Solo me falta tener gafas de nerd y estar enamorada del chico más tóxico que pueda encontrar para ser la protagonista de una novela juvenil.

Lo confesaré, porque no sirve de nada ocultarlo, además es algo que está ahí, todo el mundo repara en ello. Los villanos con los que me he cruzado a lo largo de mi vida han hecho buen uso de ese defecto para conseguir que me sienta mal conmigo misma, pero no por el defecto en sí, sino porque yo de verdad les quería caer bien. ¿El por qué de ello? pues porque soy de las buenas y las buenas solo queremos amor, amistad y que los malos también se vuelvan buenos... Lo sé, lo sé, todo eso son patrañas, pero como alguien muy sabio de diecinueve años dijo una vez, la esperanza es lo último que se pierde.

Mi teléfono suena y como siempre es mi madre. Ella llama tres o cuatro veces al día y estoy segura de que el resto del tiempo si no está trabajando está llamando a mi hermana Naira, que trabaja en Málaga como directora de uno de los hoteles más importantes de la Costa del Sol, cuyo dueño, casualmente, es mi padre.

¿Has comenzado ya con la nueva dieta? — dice con su habitual manía de ir directamente al grano. ¿Tan difícil es empezar una conversación con "hola, ¿qué tal tu día?".

— Hola, mami, ¿cómo estás? ¿Has ayudado a nacer a muchos bebés en las cuatro horas que llevamos sin hablar?

— Oye, niña, no seas una listilla conmigo y sí, concretamente a dos, uno apenas ha necesitado ayuda pero el otro traía el cordón... — La corto antes de que continúe porque estoy comiendo y no necesito saber los detalles de su cesárea de emergencia.

— Vale, mamá, ¡hurra!, gracias a la mejor matrona de Valencia hay dos pequeñas personitas más ayudando en la superpoblación del planeta.

— De verdad que a veces me pregunto a quién saliste con ese sentido del humor tan rarito, porque a mí está claro que no y al viejo salido de tu padre tampoco. Fue un auténtico asco como marido, pero tengo que reconocer que sabe camelarse a cualquiera.

— Gracias, madre, me alegro de ser original y tener personalidad propia.

— Bueno, déjate ya de tonterías y dime si has comenzado la dieta. La nutricionista con la que hablé el otro día en el hospital me dijo que es bastante buena y te resultará fácil poder cumplirla ¡prácticamente puedes comer de todo!

— Claro, puedo comer de todo lo que no me gusta... Respondiendo a tu pregunta, estoy cenando algo verde y asqueroso llamado brócoli, por lo que puedes intuir que sí, he comenzado la dieta.

— Eso es fantástico, cariño, ahora que estás caminando para ir a la universidad y comiendo más sano, verás cómo pierdes esos kilitos que te sobran.— Mi madre desborda entusiasmo ante la idea de verme más delgada.

— Estoy poniendo todo de mi parte para ello, no te preocupes —murmuro, porque odio hablar del tema de mi peso.

— Está bien, cariño, te dejo seguir cenando y recuerda ¡nada de azúcares! Olvídate de atiborrarte de chuches mientras estudias.

Bit

He colgado el teléfono porque eso es algo que no puedo prometer y yo nunca he engañado a mi madre en nada.

Supongo que con esta llamada se desvela mi defecto número uno, el que me ha marcado durante toda la vida. No soy la persona más esbelta del mundo. Ala, ya lo he dicho. Me sobran unos kilos, concretamente unos diez, según la nutricionista esquelética con la que habló mi madre la semana pasada. Tengo curvas y mi barriga es como un acogedor y blandito cojín, no es que sobresalga demasiado ni nada por el estilo, pero no me parezco en nada a una modelo de Victoria's Secret. Tengo pecho y un culo bastante destacable, así que, no, jamás se me podrá comparar con una tabla de planchar.

Cuando era pequeña, parecía una bolita de mejillas sonrosadas, ahora solo soy alguien que no ha pisado el gimnasio en su vida y a la que le gusta comer chuches.

Hace un par de meses me mudé de Valencia a Madrid. Necesitaba un cambio de aires, alejarme un poco de todos los que llevaban toda la vida mirándome con cara de pena o intentando destruir mi autoestima, así que me traslade a la universidad de ciencias de Madrid para continuar con mi segundo año de Química.

El problema básicamente es que aquí sigo haciendo lo mismo que hacía allí, comer y estudiar. La única diferencia es que mi madre me llama cuatro veces al día y que el recinto de mi facultad es mucho más grande, por lo que no me queda más remedio que dar largas caminatas todos los días.

¡Yupiii! Olivia, tú si que sabes vivir la vida a tope.

*****

Primer capítulo en el que podéis conocer un poco a Olivia y su innumerables "defectos".

Tengo que reconocer que tengo debilidad por esta chica y os iréis dando cuenta a lo largo de los capítulos de que es alguien especial que desborda sarcasmo y con la que os divertiréis de lo lindo (al menos eso es lo que pretendo).

Espero vuestros comentarios.

❤❤Nos leemos❤❤

Manu

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