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Noche eterna

Desde que llegó al museo, la ojiceleste no dejaba de pensar en las mil formas para iniciar una charla con él, temas de conversación y una excusa creíble. Ya que la mayoría de ocasiones en que habló con el chico faraón, habían sido gracias a las improvisaciones de Octobella.

«Improvisar otra vez»

Y así se resumía el momento, en una búsqueda interminable del como acercarse.

Tocó la puerta con temblor, esperando que de allí saliera aquel niño de tez oscura. Sin embargo, eso no sucedió. Entonces abrió la puerta de la galería y entró.

Emm, ¿chico vendado? Estoy aquí, tengo que... —Pausó lo que decía por el ruido de atrás. ¿Quién anda por ahí?, ¿Percival?

En efecto, su pequeño amigo no estaba. La había dejado sola...

Rayos, ¿de qué me sirven los amigos? —Comenzó a caminar—. Siempre me dejan de lado, torpe cangrejo. —Al pisar cerca de un monumento de fósiles, sin querer, uno de sus tentáculos se pegó a un borde, haciéndola resbalar y entonces cayó al suelo.

Un estrépito sonido hizo eco por todo el museo.

«¿Por qué tengo mala suerte?» se preguntaba.

Ni siquiera había llamado la atención de la esfinge del faraón, pero gracias a su resbalo este salió. Por lo que ella suspiró y pensó en algo.

—¿Niña pulpo, que haces aquí? —Este sonreía.

—Chico faraón, yo, he venido hasta aquí por... —Desvió su mirada, estaba conteniendo las ganas de huir, los nervios eran un impedimento y enemigo para Octobella.

—¿Por qué?

Pues, fíjate que quería sentirme acompañada por alguien... como . La otra vez me haz dicho que, si necesitaba ser escuchada siempre estarías aquí, ¿recuerdas?

—Y nunca fue una farsa. Aquí estoy para ti, Octobella.

Ayudó a la pulpo a ponerse de pie, después juntos arreglaron lo poco que se había caído del monumento y mientras lo hacían se miraban.

—¿Dices que me acompañarás?

—Sí, quieres podemos salir a ver que tal.

—¿Eso no será raro? Ya que no sales mucho de la esfinge.

—Bueno, creo que hay una primera vez para todo. —Sonrió ante la serena mirada de ella—. ¿A dónde quisieras ir? Te protegeré.

La criatura turquesa lo pensó unos segundos, revisando las esquinas de la galería. A pesar de lo que sucedía, no iba a bajar la guardia del plan que tenía en mente. En cambio, para él era una situación complicada, en todo momento buscó palabras adecuadas para la niña. No era así con nadie.

No , dame una idea.

—Bueno, ¿qué piensas del parque?

La pulpo asintió. Se puso a pensar como lidiaría con él toda la noche, seguramente tendría que mantenerse al margen.

Luna pasó por el puente y se detuvo a mirar el mar. Pudo persuadir a Polisuki de ir a "casa" un momento, mientras ella tomaría un respiro y se iría al club nocturno.

No fue fácil.

—Hermanita, ojalá me disculpes. —Dejó de recargarse en el pasamanos y se apresuró por llegar a la alcantarilla. Sus pasos fueron silenciosos y sus suspiros agitados en todo el sendero.

Ya en la entrada, volteó a ver si tenía compañía que la seguía pero no halló nada y entró.

Mientras tanto, en el espacio, Newton Star bajó a tierra firme, luego de vigilar. Tomó el camino hacia la Montaña Misteriosa, y con cuidado se encaminó por esos sitios hasta llegar arriba.

Cuando estuvo enfrente de las puertas se quedó quieto un momento. Esperó a la niña de cabellos azules y así podría hablar con ella. Esta yacía ocupada por mantener el orden en la montaña, sin embargo, no le molestarían las visitas. Tales como Newton en este momento.

An Yu salió del especie de templo y se encaminó a las puertas para revisar afuera. No pasaron muchos minutos para que se abrieran y entonces, recibió al niño espacial.

Oh, ¿Newton? ¿qué tal? No creí que te encontraría por aquí —dijo la niña con su bastón detrás de su espalda.

—Sí, los héroes no te han contado mucho de seguro. Pero de eso no vine a hablarte, llegué aquí porque mis amigos están siendo amenazados por las ocurrencias de Octobella, es una larga explicación. Tengo sospechas sobre algo: estos días la ciudad se encuentra en "silencio" por la noche y no hay muros en la costa, creo que se debe por algo.

—Claro, debe ser. ¿Qué supones que haga? —preguntó An Yu.

Newton Star se tocó el cuello, nervioso—. Bueno, podrías vigilar cada tanto y quizás avisar si es que ves otra cosa sospechosa. Vamos a descubrir este asunto.

—Con gusto, esperaré a mis amigos héroes para que me cuenten todo a detalle. Ellos son parte importante —Sonrió.

Bueno, ¡entonces muchas gracias por oírme!

El de tez oscura se retiró y ella lo vio irse.

Las luces se prendieron y al instante, se escucharon voces y musica que hacían al lugar más cómodo. Una niña de cabellos claros se acercaba, en pocos minutos llegó.

Suspiro y entró al escondite secreto de los villanos.

—¿Cómo la están pasando? —corrió hasta sus amigos.

—Luna, hasta que llegas —comentó Romeo, mirándola de reojo desde atrás.

—¿¡Te sirvo algo!?

—No, gracias, Pirata—Pensó en algo para distraerlo—. Mmn, ¿esperas a alguien? —preguntó la albina.

El pequeño robot sintió algo muy en el fondo de ante la pregunta. Esperaba a aquella chica del otro día, aunque lo sentía desconocido el sentimiento.

De repente, se le cayó la bandeja que contenía un vaso de jugo de manzana, a lo que todos voltearon como si hubiera caído el techo—. Puede ser, ¿por qué?Se apuró en levantarlo.

—¿En qué estas pensando?

—No te importa —contestó retirándose.

Luna lo miró con fastidio.

—¡Calmense!, que no hemos venido a pelear —dijo el ninja, mientras dejaba al juego del lado.

—Bueno.

Para Pharaoh Boy y Octobella la noche se hacía larga, tan duradera que parecía que esta vez serían más noctámbulos que nunca.

Pero no sería problema para el moreno de ojos amatistas, porque cada vez que tendría oportunidad la haría pasar un fugaz momento.

—¡Vamos, Octobella!, ¡pasemos por aquí! —sugirió. Mientras la guiaba, este tuvo una idea.

Se adelantó, entonces se sentó detrás de un árbol en medio del arbolado.

Rió por lo bajo, la esperaba con una sorpresa.

—¿Dónde te metiste, chico faraón? —Cruzó sus brazos, en tanto lo buscaba con la mirada.

«Esto se está complicando»

Pharaoh Boy la sorprendió por detrás, con las manos sosteniendo sus hombros y la volteó hacia él. Ella alzó una ceja extrañada y este le enseñó algo.

—Mira, para una cenicienta. Bonita, risueña y de unos, muy lindos ojos azules —elogió el moreno, la niña pulpo tomó aquel pequeño accesorio: era un llavero. Este tenía, como un decorado, una diminuta estrella de mar azul y una coraza rosada. Sin embargo, no estaba impecable, hasta se podría decir que disponía de polvo por el viento de las calles.

Aún así, sonrió.

Que lindo, es interesante. ¿Dónde lo encontraste?

—En el suelo, creo que lleva tiempo estando ahí. Supongo que sus antiguos dueños lo arrojaron o lo perdieron y no les importó, este parque es grato.

—Claro. Muchas gracias por eso, chico faraón.

Ambos sonrieron mutuamente y corrieron sin saber que un ser los venía seguiendo.

Percival evaluó todos los movimientos del niño de ojos amatistas, todos sus gestos y lenguaje corporal. En definitiva, sospechaba de las intenciones del moreno. Creía que la ojiceleste se equivocaba en pensar que el villano era amable en su totalidad.

Cuando estos iban con dirección al club nocturno, el animal razonó con seguir investigando desde las sombras. Pero esta vez quiso optar por un método diferente, este era: hablarle directamente al villano egipcio.

Aunque implicara infiltrarse en el club, lo haría sin pensarlo.

A las horas siguientes, el dúo se encontraba dentro. Por lo que todos los presentes contemplaron la llegada del chico faraón y la chica pulpo, juraban que vinieron de la mano, tal cual una pareja.

No pasó mucho tiempo que empezaron a convivir con todos, a excepción de unos pocos, de parte del faraón.

Todo era divertido. Luna se la pasaba con Romeo, este más con Ninja Nocturno y así, con el pasar de las horas, Octobella concluyó en sentarse junto con el Robot Pirata. Mientras que el pequeño robot se encargaba de preparar las bebidas para los demás, disfrutó de sus comentarios sobre cada tema.

Por otro lado, Percival yacía vigilando al moreno.

—(A ver, recapitulando todo hasta ahora, se ha comportado extraño, exageradamente amable y en algunas ocasiones pareciera desinteresado, distante, no . Este niño es un caso difícil). —expuso desganado.

El fondo era una interesante sinfonía para el de palpos, acostumbrado a oír a los pájaros y el agua todos los días. No se comparaba a los murmullos y música que lo sofocaban.

Sólo esperaba el momento para hablarle al de ojos amatistas.

—¿Qué te parece Luna? —interrogó el robot.

—No he hablado mucho con ella, pero no parece desagradable, al menos no aquí en estos instantes. ¿Entiendes?

—Por supuesto, a me pasa. ¿Con el ninja?

Lo observó de reojo y suspiró—. Es muy misterioso, suena cordial. Yo creo que no tiene nada que perder, de seguro esos son sus amigos.

—Lo son.

Octobella asintió con una sonrisa traviesa, entonces notó que a su vaso le faltaba agua: lo que estuvo tomando.

—¿Me sirves más?

—Claro, voy para allá. —Apuntó a lo lejos.

En cuanto se marchó, ella suspiró cansada y descansó su frente en la mesa. Al instante, sintió unas pisadas cerca y el como alguien acarició los tentáculos de su cabeza.

—Eh, ¿qué?

Vio al lobezno menor, Kevin, que con una sonrisa hizo palpitar el corazón de la villana.

¿A qué vienes?

Este rió—. A acompañarla, señorita. También a decirle algo...

—¿Qué cosa?

—Que se ve bien con el villano de vendas. —Un sonrojo se apoderó del rostro de la pulpo—, me parecen un lindo dúo.

«¿Es en serio

—Oh, no que decir. Emm, interesante perspectiva.

Siguió escuchando sus palabras, mientras que al frente de forma lejana, se encontraba este chico del que se habló, estaba divirtiéndose y sonriendo. Se dio cuenta que empezó a entablar una conversación con alguien, no sabía quien, primero se mostró amistoso y poco a poco su sonrisa se borró de la nada. Este hecho extrañó a Octobella sin siquiera pensarlo. No era una pelea, pero no entendía nada.

—Volví, toma. —Le extendió un vaso Robot Pirata.

—Yo, gracias. Ya vuelvo.

Se fue a sentar en otro lado y bebió el agua en calma. Todavía pensaba en las expresiones del faraón y sentía algo en el pecho.

Repentinamente al subir la mirada encontró al chico faraón caminando hacia ella, sonreía y lucía encantador.

—¿Bailamos?

—Sí —dijo rápido.

Pharaoh Boy la agarró de la mano y la llevó al centro, en medio de todos, con suavidad. La música sonó como nunca y cada paso desprendía una nueva melodía en su mente. Sus ojos viajaron por el rostro de su contrario y así halló una nueva ilusión.

Bailaban tomados de las manos, él la hizo girar y sonrió al verla disfrutarlo. Después de todo, les fascinó esa canción.

Simplemente no existía nadie más en ese instante. Eran ambos bailando.

El moreno llevó sus manos a la delgada cintura de ella y envolvió esa zona con la intención de seguir el baile, ante esto Octobella sintió color en sus mejillas y entonces rodeó el cuello del faraón con cariño.

El villano la alzó y la observó desde abajo con un gesto divertido.

Pharaoh Boy se sentía perdido en el azul de sus ojos místicos, al igual que ella con los suyos. Estaban en un buen equilibrio, en una velocidad media y se sentían descolocados.

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Me tardé bastante en escribirlo, este cap es muy largo y bueno, aquí está ;)

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