No te ilusiones
Era el tercer día desde que ambos dejaron de hablarse. Se volvió extraña la situación para ella como para él. Octobella no se sentía bien, apenas se estaba recuperando del mal rato que vivió. No quería volver a hablarle y sentirse mal. Sabía lo tóxico que podría resultar seguir en comunicación con él. No estaba preparada para esta clase de haber estado lamentándose con recuerdos mortiferos, que sólo la hacían sentirse una culpable. Se suponía que lo era, porque también ideó un plan para sacarlo del camino. Ninguno estaba libre de pureza, de eso no había duda. En ese momento no pensaba mas que hablar con alguien.
Sabía bien por qué tendría que hablarle. La conversación del faraón la llevó a tomar esa decisión. A pocos centímetros de los canales de agua, se lanzó sin más.
—¡Percival, oye, ven! —Nadó y abrió la puerta.
—(¿Para qué?).
—Te lo diré, pero tienes que venir —ordenó ella.
Esto no se veía bien para su compañero, pero no podía oponerse. En su mente había una pequeña probabilidad de qué podría estarle insistiendo la niña pulpo.
—(¿Qué quieres?) —cuestionó en un tono preocupado.
—¿¿Por qué no me advertiste del faraón ruin?? ¿Eh?
—(Oh, oh...)
—¿Cómo qué "oh oh"? te lo estoy diciendo en serio.
—(¿Cómo?).
—Él me dijo que lo sabías, te lo advirtió. —Percival sintió como el sudor bajo de sus cienes al oír eso—. ¿Eso es verdad?
Con pena, Percival hizo un gesto de afirmación. Sabía lo que pasaría, la conocía bastante y estaba listo para cualquier reacción.
Al obtener la respuesta, Octobella ahogó un grito y arrojó al suelo unas cuantas pociones de la estanteria, algo que para ese momento le daba igual pero su compañero bien sabía que ella no era así, y que muy probablemente se molestaría tiempo después. Así que optó por recogerlas de inmediato para evitar más regaños.
—¡Eres otro traidor más! ¿por qué vivo rodeada de traidores?
—(Octobella, yo...).
—No me digas que lo sientes y me hagas daño. Tú y yo somos un equipo, ¿acaso lo olvidaste?
—(¡Discúlpame!).
Ella entrecerró sus ojos—. Sigues siendo un ser traicionero, porque se nota que no te importó, guardaste esa información para "a mí no hacerme daño", pero lo terminaste haciendo en realidad.
—(¡No fue a propósito!, te lo juro. Es que, te veías...).
—Patética, incompetente..., no me digas ya lo sé. Él me lo reveló.
—(¡No! Te notaba ilusionada con él a pesar de ser falso).
—¿Cómo no? Si actuaba acorde al plan.
Rodó los ojos—. (No lo entenderías).
Dio fin a la charla, entonces la pulpo se encaminó a la zona boscosa de la ciudad para ocultarse. Sin saber que Percival permanecía triste luego de qué se marchara. Pero eso ya no le importaba, quería soledad aunque fuese lejos de su casa.
—Si pudiera intercambiar algo de mi realidad, sin duda sería mi cara molesta —relató Octobella con una varilla en mano.
Trazaba en el suelo ligeramente, algo que en minutos se volvió una mueca molesta, luego lo borró y acabó efectuando el rostro de un faraón.
Octobella creía que dibujaba pésimo.
—¿Quién en su sano juicio dibuja estas cosas?
De un trazo, borró su esfuerzo en minutos al igual que su tristeza.
Se levantó y observó atrás, era como si fuese el pasado. Tenía que esperar a que anochezca y prevalecer.
Entonces cuando llegó la noche se propuso despejarse, salir un rato y quizás visitar nuevamente a tales adversarios futuros traidores. En el horario donde rara vez alguien salía de su hogar.
Sabía adonde se dirigía, quería despejarse de todo sus males. Así que recorrió gran parte de la ciudad, calles y callejones. Hasta toparse con el club.
—¡Bienvenida seas otra vez, Octobella! —Intentó brindarle calidez Kevin.
Extendió sus brazos en la espera de un abrazo.
—Oye, no estoy de humor para esto. Déjame.
—Pero... —Quiso llorar.
—Ugh... discúlpame. —Se dio cuenta de su comportamiento, trató de remediarlo.
—¿Qué te pasó? Antes eras bonita y amable conmigo.
—¿Cómo?, pero si sabes que así no soy yo o que los villanos aquí solo cumplen su rol de parecer "amables" pero afuera se comportan como siempre.
—Lo sé. No es necesario explicarlo, pero no me está gustando fingir, prefiero encarar y hablar. La gente quiere verse interesante ignorando a los demás y haciendo esos juegos tontos. Eso no va conmigo.
Octobella se quedó sin habla, trataba de analizar por que lo decía. Hasta que le entendió, no podía negar que estaba de acuerdo.
—Entiendo.
—Gracias.
Tras esa conversación, no sabía por qué sentía un nudo en la garganta. ¿Será por qué jamás escuchó algo similar?, era eso. Acabó sentada en una esquina pensando.
—¿Sabes? Cómo me gustaría no guardarle secretos a mi hermana —contó la niña de piel nívea.
—¿Por qué no se lo dices y ya?
—Es que me da pena, me da cosa.
—A mí parecer tú eras más valiente que yo.
—Claro. —Asintió—, pero no es así. ¿Te diste cuenta de que ese Ninja ya no se presentó por aquí? ¿Sabes algo de él, Romeo?
—No, ni idea.
—Está bien.
Ambos siguieron hablando ya que no tenían ganas de hacer otra cosa y estaban cansados de la rutina. Romeo le avisó a Luna que saldría para resolver un problema y esta lo entendió. Se fue por la puerta y la saludó en despedida.
Había pasado una hora desde que este salió, y Luna, sin saberlo, lo esperaba.
—¿Quieres jugar ping-pong conmigo? —La niña le planteó una actividad a Octobella, la cual estaba extrañada.
—Bueno...
La chica pulpo yacía desconcertada por la actitud de Luna, no se había negado porque estaba aburrida al igual que ella. Luego de tantas desgracias en su vida necesitaba algo de diversión. Esa fue la razón para volver al club.
Se fue a un extremo de la mesa de ping-pong y Luna al opuesto. Ambas comenzaron a pasarse la pelota tranquilamente, duró unos pocos minutos hasta que la primera en anotar un punto fue Octobella. Su competencia aumentó y la velocidad también, porque ambas querían ganar.
—¿Hablaste con tu "novio"? —preguntó Luna en medio del juego.
—¿Qué? —Pasó la pelota y siguió—. Ya te dije que él no es nadie para mí, que eso fue un plan. Tú también lo podrías hacer con alguno de los villanos.
—¿Ah sí?
—Por supuesto, quizás consigas más que yo.
—No creo, sería extraño.
—No pierdes nada. —Acabó lanzando con fuerza, causando que la contraria perdiera.
Luna carraspeo—. ¡Oye! Me venciste, ¿cómo sabes tanto de este juego?
—No sé, supongo que efecto del aburrimiento.
—Está bien.
—Y dime, ¿ya no piensas que estamos juntos? ¿o sí?
—Me cuesta creerlo. Quiero decir, tú no estás todo el rato con alguien o compartes mucho con alguien que es "nadie en tu vida" ¿o no?
—El plan.
—¿Cuál plan?, por ejemplo, yo no hice ningún plan como ese con ese ninja o Romeo. Nunca.
—¿No lo harías?
—Es riesgoso para las dos partes, yo creo que ellos se negarían al instante.
Octobella asintió y lo aceptó. Debía admitir que tenía razón, no se comparte tiempo con alguien que no tiene valor en tu vida. Aunque también pensaba donde esa niña aprendió.
Estaba sumida en sus pensamientos que, cuando observó de nuevo al frente ella no estaba.
—¡Luna, tengo que preguntarte algo!
La buscó pero no la encontró, entonces decidió salir.
Otro error...
Había viento fuerte para ser de noche. No le importaban las condiciones al buscarle, tenía preguntas que le gustaría que contestara.
El barco pirata de cierto villano se acercaba para hacerle compañía.
—¡Kraken a la vista!
Llegó junto al barco volador.
—¿Tú otra vez? No puede ser.
Robot Pirata la observaba con rencor.
—¿De vuelta qué?
—Por favor, ando ocupada. Hoy no estoy de humor para pelear contra ti como la última vez. Aléjate, pensemos que nada pasó o haz como quieras —dijo cansada.
Con esto, Octobella esperaba su ida. Sin embargo, trató de alejarse pero el pirata saltó al frente de ella extendiendo su espátula.
—Te propongo la revancha.
—Está bien, ya que insistes. Te dije que no estaba para pelear pero estas acabando con mi paciencia.
No quería pelear, ni meterse en problemas por lo que estaba pasando en su vida. Pero en ese momento no le quedaba de otra.
Su expresión cambió, emanó frialdad y se dirigía hacia el Robot Pirata. Sus téntaculos se movían rápidamente a su objetivo. Soltaba descalificantes al adversario, quien se apuró a huir de la chica pulpo.
—Lo has pedido...
—No sé de qué hablas. ¡Pero no te alteres, kraken!, ¡mantén tu distancia!
No sabía cual sería la consecuencia. Aún así, se encargaría de mantener alejado a cualquier malhechor que la intente dañar.
La ilusión ya no estaba de su lado.
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