Conocer a Pharaoh Boy
¿Qué realmente era conocer a Pharaoh Boy?, ¿acaso haberlo visto unas cuantas veces, saber a dónde se iba cuando entraba en el esfinge del museo? ¿o tal vez sólo dejar que él te cuente sus anécdotas, aunque parezca imposible?
No. Ninguna de esas acciones permitía entenderlo, el chico faraón no tenía confianza con nadie, ni siquiera a si mismo. Como muchas ocasiones, los héroes en pijama intentaron hablar con él y hacer que el villano exponga sus emociones, pensamientos reales u ofrezca un poco de si mismo. Resultó inútil.
¿Para ella sería difícil?
—No... no... —dijo él moreno con asombro al percibir a esa chica pulpo—. No puede ser...
Observó como ella se acercaba, caminaba sin piernas humanas, en su lugar; tentáculos. Con un cuerpo color celeste y turquesa combinado, unos ojos que resplandecían como perlas preciosas.
—¿Fascinado? —preguntó con los brazos cruzados, rompiendo el inquietante silencio. A decir verdad, Octobella estaba un tanto nerviosa al saber que el chico faraón la observaba, sin contar que su aspecto era extravagante.
—Que marav... ¡quiero decir! ¡Por el poder otorgado! ¿cómo te llamas, criatura mística, y que haces por aquí? —interrogó el que traía vendas.
La criatura soltó una risa juguetona al oír el uso de palabras con las que se comunicaba Pharaoh Boy. Presuntamente le pareció extraño, de pronto, se le acercó con rapidez para intimidar al moreno. Este seguía encantado con la chica pulpo.
—Mmm, bueno, me parece que yo te debería preguntar eso. De seguro eres de aquí, de este portal que te lleva a tu mundo, ja. —contestó con picardía. La pulpo estaba temerosa, de eso no había duda. Pero por nada del mundo dejaría mostrar ese otro lado de si. Se movía en círculos alrededor de él, con esos tentáculos turquesas que, al tocar suelo, te dejaban esa sensación agridulce de por medio.
El de ojos violetas alzó una ceja, aunque sin dejar de suspirar.
—Es correcto, criatura mística. Me
han contado hace muchos años, que la belleza es el florecimiento de la virtud. Tiene sentido que los cosméticos no perduran, pero la natural si es duradera —halagó Pharaoh Boy.
Para ella esto no era novedad, ya había recibido unos cuantos halagos sobre su apariencia. A veces, Octobella olvidaba lo muy absurdos que eran oírlos cada tanto. En este caso, no eran pesados.
El villano no hallaba descripción para las sensaciones que sentía al visualizarla. Desataría una ráfaga de juicio si alguien le cuestionara sus actitudes.
—Tantas palabras para un "mismo algo", ¿no crees?
El faraón se cruzó de brazos y le dedicó una mirada coqueta, como diciéndole "pero tú eres un diamante".
—Mmm, pero aún me falta saber como te nombran, criatura místi...
—Octobella —interrumpió ella.
—¿Octobella? Oh, esto es fascinante.
—Lo sé, incluso llego a pensar cuando podré someter las mentes de los que llegan a la ciudad.
Su último comentario dejó pensando al chico faraón.
—Yo soy Pharaoh Boy, el faraón que reinará por los siglos de siglos ¡hasta el fin!
La pulpo elevó sus párpados con sorpresa, las palabras del moreno de ojos violetas la habían dejado con deseo de conocer que tan oculto tenía sus planes.
—Ahh, si, eso ya lo veremos. —El contrario sonrió a la vez que la miraba curioso, sin dejar atrás ese aura de dominante. Para Octobella, esto se estaba haciendo un reto.
—Octobella —pronunció él, con esa voz de encanto—, ¿qué te parecería si algún día que nos vemos, nos unamos en comando para acabar con los niños disfrazados? En específico, ¿con el resbaloso líder, cocodrilo y ave?
Ante su propuesta, la ojiceleste lo pensó dos veces y dio como resultado que si.
—Aja, cuando gustes.
Luego del momento, Octobella se encaminó a las puertas del museo y antes de abrirla el faraón la detuvo.
—¡Hey!, hoy luces como perla preciosa.
Ella sintió con la cabeza, claramente sin entender mucho. Comprendía las palabras simples, no las de un poeta.
«Sus palabras me recuerdan a los cristales que tengo en mi jardín»
•
—¿Percival, confías en ese niño antiguo? —preguntó Octobella, alzando a su pequeño amigo mientras lo observaba desde abajo.
—(No, es muy presumido).
—Digo lo mismo, es demasiado fácil de impresionar. —Posó su vista en el techo—. Ya ideé un plan, me aprovecharé de él muy pronto, porque hoy ya hemos hablado sobre juntarnos en una noche. —El cangrejo amarillo y morado hizo una mueca, extrañado—, no no, ¿qué crees? Por algo los héroes en pijamas no pudieron conmigo, aunque el niño lagarto sigue molesto.
Siguieron charlando hasta que Octobella se acostó a dormir.
Mañana sería el comienzo de una gran semana, y quizás también, el comienzo de un reto que tendrá que enfrentarse en un futuro.
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Pronto les traeré el siguiente cap, no había podido escribir mucho por clases
Gracias por leer!
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