PROLOGO
Su imagen se pierde entre mis recuerdos, por momentos similar a una tortura tan agridulce como el sentimiento que queda en mí al desaparecer.
La locura más grande que pude haber cometido, haber pasado por tu lado en el momento más oscuro de mi vida, ver en tus ojos un claro cielo de tranquilidad y no poder tenerlo.
¡Corre! ¡Huye! No te está permitido siquiera pensar en poseer el más mínimo interés por parte de esa persona, ¿Quién te crees? ¿Te has visto acaso?
Sentada frente a un ventanal haciendo que regrese a la realidad, sintiendo asco por mi propio reflejo, donde anhelar y soñar por ser amada por tan maravilloso ser, parece una burla del destino
Lágrimas contenidas, puños cerrados, labios presionados con tanta fuerza que siento el sabor de la sangre corriendo por mi garganta.
Sólo bajo la mirada y pretendo que soy invisible para el mundo, al final y así siempre fue
La suave y fresca brisa deja que el paisaje se funda con el humor gris de mi interior. Siempre volviendo al mismo lugar una y otra vez a lo largo de los años, aquella solitaria banca, aquel solitario parque donde el espectro de mi persona se sume segundo con segundo en una miseria incontrolable.
Mis ojos buscando las más pequeñas luces en el cielo vuelcan mi cabeza para que las vea, con las manos levantadas en un vano intento de tocarlas hace que nuevamente vuelva a cuestionar mi existencia.
Mis pequeñas manos no se condicen con lo que realmente soy, al igual que mis pies no me llevan donde debería de estar, una carcajada ahogada por el llanto abandona mi garganta.
"¿Quién te has creído para desafiarte a cambiar tu destino? ¿Amor? ¿Felicidad?" se repetía en mi mente estrujando mi corazón cual garra gigante deseando una vez más aquello que siempre me fue tan difícil conseguir y mantener a mi lado.
—¿Y por qué crees todo eso de tu persona? —dijo alguien apoyándose en mi cabeza— Que yo sepa no veo nada de lo que tú dices que sea real—
Levanté la mirada y esos ojos de cielo estaban mirándome con una sonrisa y paz que era todo lo que necesitaba, más aún no era el momento adecuado y fingiendo no conocerlo retrocedí, con todo el dolor que sentía en mi ser, negué con la cabeza antes de perderme de su mirada confundida.
Y me alejé, una vez más, huí de él, pero antes que nada huía de mí.
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