CAPITULO VII
Lo había enviado a través del portal nuevamente, alejado de ella y sin poder protegerla de Abiel, ese desgraciado, su Gina, su pequeña. Sean sorprendido salió al encuentro del abatido Capitán.
—¿Qué haces aquí? Gina...— preguntó Sean.
—Marcus...—
—Atis ¿Lo enfrentaste?— preguntó Duncan al ver su rostro lastimado.
—¿Qué crees? Prometí cuidarla y protegerla, no dejarla a merced de esos malditos— rugió al tiempo que caía rendido sobre sus rodillas.
—Atis, ¿Dónde está?— Rugí pidiendo una explicación.
—En el lugar dónde esperan por tu cabeza Sean—
—¿Mi cabeza?—
—¿Duncan?—
—No he dicho nada Atis, apenas acaba de llegar y aún no entiende que pasó con Gina—
—Es una larga historia...—
—Quiero respuestas...—
—Las tendrás, ven siéntate, no tenemos mucho tiempo y necesitas entender todo si quieres salvar a Gina—
Me acerqué a Atis y de cierta forma sentí una familiaridad al oírlo narrar la historia de mi vida y la de mi madre, también la de mi padre... Marcus.
La historia de Gina en tanto no era tan alentadora y tranquila como la de Sean, su torturador se acercaba a ella con ansias de cobrarse todos y cada uno de los rechazos a los que la muchacha le había sometido.
Abiel abrió la puerta del calabozo con la misma sonrisa maliciosa y socarrona que había visto miles de veces antes durante las torturas, sabía que más de eso me esperaba y luego de mi rechazo, la saña sería aún mayor.
—¿Me extrañaste preciosa?— dijo levantando mi rostro hacia él.
—Tanto como a mi padre... nada— contesté escupiendo en su rostro.
—¡Ya te enseñaré modales y a extrañar a tu amo y señor!—
—Nunca, me oyes, nunca ser...—
—Soy lo que yo quiera ser y si quiero ser tu amo lo seré y si quiero que seas mía ¡Lo serás!—
Gritó hundiendo su puño en mi estómago, sentí como todo se revolvía en mi interior y logré escupir la sangre que había subido hasta mi boca, estaba débil, llevaba dos días sin alimento, ni agua, ¿Qué podría hacer? Atis, Sean, Duncan, espero y tengan un buen plan de apoyo, esta vez creo que el infierno se quedará conmigo.
—¿Estás lista pequeña?... bienvenida... De regreso al infierno—
Lo próximo que sentí fueron los golpes sin piedad, uno tras otro, sin ningún tipo de remordimiento, quería transformarme y darle su merecido pero el maldito hechizo no me dejaba hacerlo, maldito hechicero, si me pierdo la próxima luna.
—Sean...— susurré antes de perder el conocimiento.
No daba crédito de lo que Atis estaba contándome. Qué era todo eso. ¿Mi origen?
—¿Sean? Sé que es difícil...—
—¿Difícil? Se supone que debo asimilar rodo eso y seguir adelante como si nada...—
—Hazlo al menos por...—
—¿Gina? ¿Una niña que apenas conozco? Qué endemoniado juego es éste...— dije tomando mis cabellos con fuerza.
—¡Arriesgó su vida por ti!— gruñó Atis
—Yo no se lo pedí... nada de esto yo...—
—¡Sean! ¡Espera!— lo oí gritar mientras me alejaba.
—Atis... necesita tiempo—
—Duncan... Gina no tiene tiempo—
Oí aquello mientras me alejaba del alojamiento, que era todo eso, ¡por favor!
—No debe importarme—
Cuanto más lo negaba más me preocupaba.
—Gina no tiene tiempo...—
Sin saber cómo llegué hasta el lugar donde la vi por última vez.
—Despierta mi dulce caballero—
—¿Quién anda ahí?—
—Debes volver, tú, busca dentro de ti, hallarás la respuesta a todo dentro de tu ser—
—¿Dentro de mi ser?—
Me recargué contra uno de los árboles y miré al cielo tal vez esperando ver alguna señal que me ayude a entender todo lo que Atis había dicho. Un ligero cansancio recaía sobre mi mente, todo lo sucedido en estos días, la confesión de Atis, quién soy, qué soy.
—Es demasiado...— susurré cerrando los ojos.
—Ven Sean, siéntate— dijo Atis
—Estoy bien aquí—
—Hazle caso chico— me reprendió Duncan empujándome hacia él.
Quedamos en silencio por un momento. Parecía querer adivinar mis pensamientos. Su mirada fría y profunda no me permitía ni pestañear. Que fortaleza de espíritu más admirable. De pronto aquellos ojos rojos se volvieron más oscuros y llenos de tristeza e ira.
—Te mostraré una historia, dame tus manos—
—¿Qué?— hizo un gesto con sus manos indicando que le diera las mías.
Al sentir el tacto frío de sus manos fue como sentir un cúmulo de emociones a punto de explotar en mi pecho. Ira, tristeza, dolor, pasión... amor.
—Atis... ¿Qué?—
—Sólo observa...— dijo señalando una habitación.
—Mi...—
—Madre, Medea, mi hermana—
—¿Qué es este lugar?—
—El castillo de Marcus...—
—¿Mi madre es realmente tu hermana?—
—Fueron sus padres quienes me acogieron luego de que aquel vampiro me transformara, los únicos que no me temieron y me enseñaron lo que es la familia y el hogar—
—¿Ese es Marcus?—
—Si... tu...—
—Padre ¿Cómo es que puedo ver todo esto Atis?—
—Son los recuerdos que me pasó Medea... si ella no te encontraba yo debía hacerlo y mostrarte toda la verdad—
—¡No Marcus! ¡Es mío nunca será tu hijo!—
—Medea...—
—No Marcus...—
Ella lo amaba, se veía en su mirada, triste y dolida. Abandonó la habitación sola, me acerqué y pude ver a mi padre contra una pared con la mirada perdida. Si no fuera que era tan duro y frío.
—La amaba, pero su orgullo de rey no lo dejó elegir bien y esa fue su eterna tortura—
—Pero... ¿Gina?—
—Gina... eso es otra historia—
—¡Quiero saberla!—
—A su debido tiempo Sean, ahora debes despertar como el príncipe heredero que eres, eres el único capaz de acabar con la locura de tu padre—
Príncipe heredero, yo.
—Vamos. Debemos seguir a Medea— dijo tendiendo su mano para subir conmigo a un caballo y seguir a Medea—
Mi madre se dirigía hacia el bosque en una carrera sin límites. Logramos ponernos a la par y sus lágrimas mojaban sus pálidas mejillas. Iba cantando una nana y acariciando su vientre.
—Eres mío, fruto de mi amor— decía acariciando suavemente su vientre.
Fue disminuyendo la velocidad hasta llegar a un claro del bosque donde a lo lejos se divisaba una especie de pequeña granja. Un hombre salió a toda velocidad, al verla tan cansada no dudó en bajarla del caballo y llevarla en brazos hasta la casa.
—Qu...—
—¿No lo reconoces?—
Su cabello era rojizo en aquel entonces. Su cuerpo no había cambiado mucho. Duncan seguía manteniendo su porte de guerrero a pesar de los años. Él ayudó a mi madre cuando huyó de Marcus. Los seguimos hasta la habitación. Duncan la recostó suavemente en su cama.
—Atis... ¿Duncan?—
—Siempre la amó, desde que tengo memoria y lo conozco—
—E...—
—El gran amor de Medea fue tu padre... nadie más—
Lo vi salir de la habitación y volver con comida y un cambio de ropa. Preparó el baño con la devoción de cualquier hombre enamorado que cuida de su amada. Pero...
—El vientre...—
—Duncan se ofreció a cuidar de ella. El sólo hecho de tenerla cerca lo hacía feliz. Y a ti te criaría como a su hijo—
—Pero por qué mis padres mur...—
—Espera y llegaremos a esa parte de la historia, no quieras entender el final si no has visto el inicio—
Dijo Atis presionando mi hombro y sonriendo a mi lado.
—¿Y tú? ¿Dónde estabas?—
—En un calabozo...—
—¿Calabozo?—
—Marcus me había arrebatado las dos personas que más amaba en el mundo, Medea y Victoria—
—¿Victoria?—
—La madre de Gina...—
—¿Qué?—
—Medea, debes comer, ya te he preparado el baño y traje un cambio de ropas para ti—
—No merez...—
—Eso no lo decides tú, lo decido yo, tenerte aquí me hace muy feliz, no dudes nunca lo que siento por ti Medea—
—Duncan...— mi madre se abrazó a él y dejó salir en llanto todo aquello que le dolía y carcomía por dentro.
Era una escena triste y conmovedora.
—¿Eso fue?—
—Está contento de estar aquí también— dijo temerosa mi madre tocando su vientre con una sonrisa encantadora
—¿Ese fui yo?—
—Claro Sean. Eras un celoso— sonrió Atis palmeando mi espalda.
Esto era muy emocionante. Era vivir mi vida incluso antes que naciera.
—Atis... ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estamos aquí?—
—No mucho, el tiempo en el mundo de los recuerdos es mucho más largo que en la vida real—
—¡Ven! Quiero mostrarte algo—
—¿Qué es esto?—
—Marcus... ¡Por favor!—
Una mujer imploraba por algo a mi padre.
—Sabes bien que nada bueno resultará de esto ¡Es tu mejor hombre lo necesitas!—
—Tú, maldita zorra, tú lo has de necesitar. ¡Morirá en ese calabozo!—
—Demonios Atis... ¿que tan malo fue lo que hiciste?—
—Enamorarme...—
—¿Victoria? ¿Te enamoraste de la esposa de mi padre?—
Mi expresión, no sé cuál habrá sido, pero por la manera en que Atis me veía debió ser de horror y sorpresa.
—¿Recuerdas que te dije que me arrebató a las personas que amaba?—
—Pero...—
—Los vampiros tenemos una humana predestinada, una humana de la cual nos enamoraremos y con la que perpetuaremos la especie—
—Pero...—
—Marcus siempre fue caprichoso y egoísta, iba sin que él se diera cuenta cada noche a velar los sueños de Victoria, hasta que un día dio con ella y me la arrebató—
—No pudiste contenerte...— dije viendo como la aflicción lo superaba y suspiraba negando con la cabeza.
—Ambos quisimos resistir. Negar lo que nos pasaba. Pero fue inevitable. El día de su boda Marcus la golpeó porque me había besado y la defendí a costa de mi propia vida—
—Y terminaste en el calabozo—
—Así es... y allí es donde inicia toda esta historia...—
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