CAPITULO III
Miré aquel rostro dormido frente a mí, sus labios rosados y finos delicadamente formando un corazón, su ceño medianamente fruncido quizás por una pesadilla causada por mi descuido y haberme alimentado de él. No debí hacerlo. Esperaré que sane la herida de su cuello y me iré, de seguro y el conjuro de memoria ya habrá funcionado para cuando despierte.
—Se supone y debías matarlo, ¿Qué crees que haces cuidándolo de esa manera?
—Atis, qué demo...
Su mano fue bastante certera y pesada, fui lanzada hasta la esquina de la habitación, débil, muy débil para enfrentarlo, pero Sean.
—¡Qué te has creído maldito!
—Tu padre te ha dejado viva con un sólo propósito, hallarlo y matarlo, si no cumples con tu tarea, pues no tengo problema alguno en cumplirlo yo.
Su daga era tan impresionante y brillante como el traje que llevaba puesto, cualquier persona que lo viera diría que era el príncipe azul salido de un cuento de hadas, brazos fuertes, espalda ancha y músculos bien trabajados a causa del entrenamiento diario de los caballeros nocturnos, su cabello castaño y lacio recogido en una coleta le daba el aire principesco que tan bien le quedaba, Atis, el gran caballero y mano derecha del Rey Vampiro, mi padre, al que yo comenzaba a enfrentarme en este mismo instante, espero y mi decisión no sea la equivocada.
—Hecho es, ¡qué diablos! ¡Gina!
—Mi padre no me ha dejado con vida, yo viví porque no deseo morir y vengaré y le haré pagar por lo que hizo a mi madre.
Recuperando el aliento y las fuerzas gracias a la sangre que había bebido de Sean pude apartar de un golpe a Atis, sorprendiéndolo aproveché su momento de descuido y lo acorralé contra una de las paredes tomándolo por el cuello y clavando mi espada en su abdomen, sabía que eso no lo detendría mucho, era mucho más fuerte, si quería me habría matado de un solo golpe, pero necesitaba tiempo para sacar a Sean de allí.
—Gina, no te atrevas —musitó con una mueca de dolor. — Sabes que te buscaré y te cazaré así me lleve la eternidad hacerlo.
Su mirada se había oscurecido, por un momento creí que hasta se había vuelto melancólica y triste, supuse que sería normal, era como un maestro amenazando a su alumna, Atis se había mantenido a mi lado durante mi cautiverio y me había enseñado casi todo lo que sé.
—Lo siento Atis, pero no puedo seguir el juego de mi padre esta vez —fue lo último que dije tomando a Sean en mis brazos y llevándomelo lejos de aquel lugar.
—¡Gina! Regresa, no lo hagas, te matarán y lo sabes, Gina —oí bramar más que furioso fue un grito de preocupación y desesperación de Atis.
La clave de todo se hallaba en Sean, por eso, por eso debo protegerlo, así me cueste la vida, no sabía dónde dirigirme, no tenía lugar o refugio ya que hacía poco había logrado salir de mi cautiverio, me escurrí en la noche hasta llegar a un refugio para indigentes que había en la ciudad, mi coartada fue que nos habían intentado robar y ambos terminamos de esa manera, el encargado nos dejó pasar y conseguimos una pequeña cama para descansar.
—Está bien, no está mal herido, había mucha sangre en la manta con la que lo traía y...
—Estoy bien, es una cortada que me hice al luchar con el ladrón, nada más, es más sangre de esa persona que de él o mía, no se preocupe, estamos bien —dije simulando una sonrisa amable.
En tanto me colocaba los jeans y la remera que me había ofrecido el encargado, pues aún seguía con la chaqueta de Sean como única vestimenta iba pensando mi siguiente movimiento.
—Cualquier cosa que necesites estoy en la sala del frente, no dudes en llamarme.
—Gracias, muy amable.
El cambio de cuerpo no duraría mucho más, debo hallar la forma de permanecer así por más tiempo, de otro modo no podría cuidar de él como debo, dependo mucho de este cuerpo para utilizar mis poderes, es un maldito estorbo.
—Maldición —bufé mientras veía las ropas que me habían prestado volverse gigantes para mi cuerpo. — Tengo que hallar al anciano y rápido—
Me dirigí hacia Sean una vez más y besé sus labios no sin antes haber vigilado que nadie nos viera, sería raro ver una niña besando a un hombre en aquel lugar. Traté de acomodar un poco más la ropa como para poder moverme en ella y caminé rumbo a la salida del refugio. Me acerqué al encargado lentamente quien me miraba sorprendido.
—¿Esa ropa? —dijo sorprendido
—No lo entendería, ni tengo tiempo para explicarlo ahora, por favor, cuide de mi amigo hasta que regrese por favor —pedí ladeando la cabeza y dando un beso en su mejilla áspera por la incipiente barba.
—Como sea, ¿Volverás niña?
—A cualquier precio, sólo vigílelo por favor.
—Cuídate.
Salí de aquel lugar colándome en la oscuridad y buscando basura, suena asqueroso y lo es, pero necesitaba despistar a los sabuesos de mi padre y para ello debía cambiar mi olor. Al encontrar un contenedor de basura inhalé casi todo el aire que podía contener en mis pulmones y salté dentro.
—No, no, no y no, demonios, como puede oler tan mal —bufé tapándome la boca con las manos para no vomitar. — Al menos mi olor ya no estará tan perceptible para esos perros.
El anciano, Atis me habló de un anciano que podía deshacer mi hechizo, maldito hechizo, maldito padre. Quién se ha creído para colocarlo sobre mí sólo porque mi madre humana se atrevió a no amarlo, como para poder amar a alguien como él, pero la vengaré, así me lleve la eternidad lograrlo, por ahora debo enfocarme en recordar lo que dijo Atis, el anciano se halla oculto entre las sombras de la gran ciudad, rodeado por un edén difícil de hallar, sólo a luz de la gran luna lo podrás ver y el anciano terminará por aparecer.
—Ay Atis, para todo debes de usar poesía.
—¡Y tú debes de ser siempre tan imprudente como para pasear sola por allí!
—¡Oye!
Atis había vuelto a ser el mismo de siempre, su aroma tan singular se diferenciaba de los demás.
—Ya sal de encima de mi cabeza, soy una niña, ¿Qué te has vuelto ciego también?
—Así me agradeces el ayudarte a salvar al humano.
Era verdad, los perros de mi padre me habían hallado y Atis había montado todo aquel acto para que no nos dañaran y pudiéramos huir con Sean.
—Ya, ya sí, muchas gracias —salté sonriendo y besé su mejilla áspera.
—Oye, una afeitada no te vendría nada mal, picas —dije torciendo la boca.
—Solamente tú te quejas, a alguien le gustaba que sea así —suspiró nostálgico.
—Deja de tener pensamientos pervertidos con el recuerdo de mi madre —dije ladeando mi cabeza y guiñando a un Atis totalmente sonrojado frente a mí.
—Gina. Ya basta.
—A lo que nos importa ahora —contesté con lo poco de seriedad que me permitía mi rostro de niña— el anciano, dónde.
—La luna Gina, debe ser llena, en ese momento se debilita su poder y se deja ver su escondite, pero sólo en esa luna, ninguna otra puede señalarlo.
Suspiré y bufé maldiciendo nuevamente a mi padre y su hechizo.
—El humano.
—En un refugio, le practiqué un hechizo de memoria así que al despertar no recordará nada, eso me da el tiempo necesario para buscar al anciano y hallar la manera de mantener a Sean a salvo.
—Oh, muy bien, pero y luego ¿Que harás?
Suspiré y me senté apoyada contra un muro viendo a la luna que se negaba a completar su redondez.
—Pues, sólo lo vigilaré hasta que sea el momento adecuado, intentaré protegerlo a distancia, así tampoco los esbirros de mi padre podrán saber su ubicación.
—Yo la sé.
—Pero eres Atis, mi amigo, mi hermano, mi padre, al menos sé de muy buena fuente que así lo querías —salté rodeando su cuello con mis pequeñas manos.
—Atis —susurré en su oído.
—Sí —contestó rodeando mi pequeño cuerpo con sus brazos fuertes.
—Tengo miedo, no quiero fallar, no quiero que nadie más muera o sufra por mi culpa, si algo te —me separó y tomó mi rostro en sus manos.
—Nada me pasará, no fallarás, eres mi Gina, mi fuerte y decidida Gina, entendido, debo irme, tu padre no tardará en solicitar mi presencia, informaré lo sucedido e intentaré contactarte nuevamente, cuida del humano, pero ten cuidado, los perros de tu padre son cada vez más buenos siguiendo rastros. Y por favor —se acercó para darme un beso de despedida y se detuvo en seco.
—¿Qué? —pregunté extrañada por su reacción.
—Ya báñate, apestas.
Sonrió alegre como hacía mucho no lo veía y oculto en las sombras se dirigió hacia los dominios de mi padre, y sí, tenía razón.
—Debo bañarme primero —murmuré.
—Luego a seguir en búsqueda de mi verdadero ser —alcé mis manos a la luna rogando que pasara rápido y se complete. — Sean, espera por mí—
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