4. El camino es el mundo
No sé qué dimensiones tiene este mundo pero diría que nuestra velocidad es más o menos la de un coche por autopista. A saber dónde está mi puerta y cuándo llegaremos. Nos acercamos a unas montañas que parecen unos dientes afilados.
Sarah puede ver mucho más lejos de lo que es lógico y nos grita algo. Solo la entiende Javi que nos hace girar hacia la izquierda y acelera. Le seguimos como podemos. Al poco rato aparece una bandada de 12 grifos que vienen a por nosotros.
Están muy cerca, huir es imposible. Sus halos van desde el naranja hasta el amarillo. No me parece ver ninguno rojo. Liedna me mira como queriendo preguntar algo pero con el viento es imposible.
Entonces frena su velocidad. Yo le copio. Javi al verlos tan cerca se asusta y parece que se prepara para cargar un ataque. Sarah ha sacado lo que diría que es una varita y Lucas tiene en la mano una especie de pistola láser de juguete.
Los Grifos están ya muy cerca, Sarah hace un movimiento de varita y lanza un hechizo. No escucho cuál es. Le da a uno pero no le afecta. Su color cambia de naranja a rojo. El de los demás también se cambia un poco. El grifo que ha recibido el ataque se lanza directamente a por ella. Lo único que se me ocurre es amplificar mi voz y decir —¡Para!— por lo visto la he amplificado tanto que les afecta, deben tener un oído muy desarrollado. Empiezan a caer. Sin pensarlo intento impedir que se hagan daño. Me sale el gesto de Spiderman y me funciona. Consigo atrapar a todos en plena caída pero mi escoba no lo resiste. Javi actúa rápido. Me sujeta y bajamos hasta que los bichos desmayados se quedan en el suelo.
Al bajar Liedna bajamos todos. Entonces Liedna dice —Los grifos llevan en este mundo tanto como nosotros. Han sobrevivido a las distintas horneadas.— Los mira con curiosidad —es raro porque muy pocas veces abandonan su montaña santuario.
Les traduzco a todos lo que ha dicho.
—Nos vamos antes de que despierten, ¿no?— pregunta Javi.
—Creo que es mejor saber qué querían— los tres me miran como si estuviese loco. Dudo si decirles lo de los colores o no— si nos van a atacar vuelvo a gritar y listos, no os preocupéis. Además Liedna los conoce.
No sé si es verdad o no, Javi se da cuenta pero no dice nada.
De los 12 que hay uno se recupera antes que los demás. Su color es amarillo un poco anaranjado. Me presento ante él con toda la cortesía que puedo, Sarah me ha dicho que quizás funcione. —Hola, me llamo Fausto, un placer— me da la sensación de que hago el ridículo. Es peligroso pero agacho la cabeza para mostrar aún más mi cortesía.
El color del grifo vuelve un poco al amarillo, respiro aliviado. Solo uno de los grifos desmayados tiene el rojo.
El animal me responde diciendo que su nombre es Glorion. Por algún motivo todos son capaces de entenderlo. —Veníamos a pediros ayuda.
—¿A nosotros?
—Sois los primeros que hemos encontrado.
—¿Qué ha pasado?— Le pregunta Liedna.
—Señora de las cortinas, hasta ahora dudábamos que fuese usted— dice el Grifo asombrado mientras mira a Liedna —¿Si está aquí es porque los elfos han perdido también su refugio?
—No han perdido nada, yo elegí venir— le contesta Liedna —¿Qué ha pasado?
—En esta horneada ha vuelto a aparecer un dragón negro. O peor, una manada de ellos. Nos han arrebatado el santuario y, los que hemos sobrevivido, estamos viviendo en las montañas dentadas.
Liedna se asusta de verdad y me mira. No sé qué espera de mí. Luego dice. —Una criatura como esa no debería existir.
Le pregunto al grifo porqué nos perseguían y me responde. —Nosotros no podemos contra esas bestias sedientas de riquezas y poder.
—Solo somos 4, es imposible que podamos— Le respondo.
—No sois solo 4, hay muchos como vosotros. No esperamos que lo hagáis solos pero organizaros. Es urgente.
—Liedna sabe dónde están esas montañas, ¿verdad?— pregunto para cerrar el tema. —ya os hemos escuchado. Mejor si nos vamos antes de que se despierten.
Mis compañeros están de acuerdo y empezamos a volar. Parece que a Glorion no le hace ninguna gracia. Desde lejos y ampliando un poco la voz le digo —Informa a los demás que nos has dado el mensaje, veremos qué podemos hacer.
***
Hemos parado en un arrollo a descansar, ya está atardeciendo.
Javi pregunta —¿Creéis que podremos volver a casa?— Hasta ahora esa pregunta la tenía en la nevera. Me repetía todo el rato una frase de mi padre «Primero la necesidad y luego la lógica». Aquí nada parece lógico.
—Yo creo que sí— Le responde Sarah —me encanta este sitio y esta aventura pero en cierta manera siento que no es mi lugar. ¿Qué deben estar diciendo las noticias en casa? Toda una generación ha aparecido aquí. La verdad es que intento no pensar en cosas que no puedo resolver... Es como ponerme triste gratis.
Javi sonríe a Sarah e incluso le acaricia sutilmente el hombro. Nunca había visto a Javi en este plan.
Lucas les mira con curiosidad. Intento cambiar el tema.
—Lucas, ¿Qué sabes de las puertas?
—Lo que he ido contándoos. Cada persona tiene tres puertas y se van desarrollando. Ahora mismo aquí todos tenemos la puerta azul menos tú —Tiene razón, mi puerta azul no está aquí. La verdad es que no sé lo que quiero pero parece que esa puerta lo tiene muy claro.
—Las puertas que más me intrigan son las rojas y las amarillas.— continúa Javi —A veces encuentro alguna de ellas en lugares solitarios o cerca de bestias y monstruos. Son como puertas abandonadas, no han evolucionado nada.
—¿Tú tienes las tuyas evolucionadas?— le pregunto.
—Solo la roja, la del deber. El árbol está muy ramificado ya. Esa puerta me lleva siguiendo casi desde el principio — me fascina lo natural que es contando estas cosas. Para mí es algo súper privado.
Me fijo en mis conexiones y mi puerta amarilla sigue como suspendida, las otras dos se encuentran en la misma dirección. Todo sigue igual
—¿Qué crees que ha sido de Nico?— Me pregunta Javi.
—No sé, quizás esté disfrutando de la carta de Hogwarts— puede que esté muy fuera de lugar bromear ahora pero encuentro el ambiente muy tenso. Javi suele ser quien arregla estas situaciones tensas pero ahora es él quien está en el plan derrotista. Lo encuentro raro.
—¿Creéis que deberíamos ir a lo de los grifos?— pregunto por fin.
—Ya te lo dije. Esos dragones son capaces de destruirlo todo. Si no hacéis nada también os destruirán— Liedna lo tiene muy claro.
—Estoy pensando que si esos dragones tienen puertas rojas de gente que debe encargarse de ellos ¿No estaremos haciéndolo mal si vamos sin puerta a destruirlos?— Nunca había visto las puertas desde esta perspectiva pero me parece muy interesante.
—No, el hecho de que alguien tenga el deber de hacer algo no impide a los demás que hagan lo que deba ser hecho— contesta Lucas, con voz robótica. Se enfada consigo mismo —¡No sé cómo parar esto!
Sarah le dice algo así como que no debe agobiarse. En verdad su don ya les ha hecho avanzar mucho. «todo es por algo»
—Una cosa— digo —me acabo de dar cuenta de que no es solo que tengamos la magia de hacer todo lo que un día deseamos que fuese posible sino que también se han hecho reales todos nuestros monstruos, ¿no? Esos dragones están porque alguien los tuvo por reales en algún momento. ¿Es así?
—Deberiamos haber hablado de esto antes— dice Javi —Como tenemos a Lucas lo sabemos desde hace mucho. No solo son los monstruos sino todo aquello que creíste que era real o que lo deseaste real. He visto osos de peluche que hablan y estoy convencido que habrá por allí ocultas gemas del infinito y cosas así. Ella— Señala a Liedna —empezó a existir hace siglos, muchos siglos, a saber cuántos... Cuando alguien llegó aquí con la convicción de que los elfos así existían. Existieron y le han sobrevivido. Seguro que encontraremos algún poblado élfico con arcos y cosas así y otro de hobbits. Piensa que aquí está lo que hemos creído nosotros y lo que sobrevive de las últimas horneadas. —pone énfasis en esa palabra mientras mira a Liedna— Sabes, incluso me atrevería a decir que el mismo paisaje ha sido imaginado por alguien.
Liedna asiente con la cabeza mientras dice —Así es, y sin embargo este mundo es más nuestro que vuestro. En cada horneada vienen calamidades y desastres. Vosotros os vais y nosotros intentamos hacerles frente. No controláis vuestros miedos y estos se convierten en las pesadillas de otros.— dice esto con un tono de voz entre queja y acusación.
—Si es así dudo que cambiemos algo por hacer frente a 3 o cuatro dragones. Imagino que el mundo tendrá dementores, crakens y ha saber qué más. Liedna. Si es como dice Javi esta horneada va a ser mucho peor que las anteriores. Tenemos muchos más cuentos que nuestros antepasados y creo que quizás tengamos más pesadillas. Lo mejor que podrías hacer es volver a tu refugio.
Liedna me responde —No pienso volver a ser la criada de nadie.— No me esperaba verla tan afectada. No es un tema que hayamos tratado mucho.
—¿Eras una criada?— le pregunto
—No, pero digamos que solo yo tengo el poder de entrar en esa dimensión y me tenían retenida de portera.— dice tranquilamente.
—¿Entonces ahora están encerrados?— Le pregunto incrédulidad.
—No del todo. Ese lugar no es otra dimensión sino una especie de pliegue del mundo. Pueden salir como un día entraron pero es muy engorroso. Entraron escapando y se instalaron allí. A mi me han tenido siempre como un utensilio. Es extraño porque soy mucho más poderosa que todos ellos. Demasiado he aguantado ¿Debería estar allí solo porque puedo hacerles ir y venir y nadie más puede hacerlo?
La verdad es que no sé qué contestar. Lo primero que me viene a la cabeza es "es lógico" pero luego, pensando un poco, me parece injusto. Todos pueden ir y venir gracias a ella pero ella, que es quien de verdad puede ir y venir, está atada a todos y no puede moverse. Es raro.
—Sinceramente, Liedna, te entiendo ¿Desde cuándo has sido la portera?
—Desde siempre— me contesta.
—¿Y eso es?— no sé cómo se lo toman los elfos cuando les preguntas su edad. Pero una vez en la vida hay que arriesgarse.
—En vuestro calendario creo que serían unos 13 siglos. Contigo es la primera vez que uso la cortina sin permisos. De hecho estoy planteándome llevarles a los grifos allí. Puede ser gracioso ver a Miemac en modo diplomático mientras dure la horneada— Hace una sonrisa casi malévola.
A la mañana siguiente Sarah nos sorprende a todos diciendo que su puerta roja está muy cerca porque se acaba de mover. Decidimos ir todos con ella. Como no puede usar su poder de consejo en sí misma lo decidimos hablando. Javi está convencido de que lo mejor es desviarnos y a mi me da un poco igual.
Salimos hacia un lago que se ve a lo lejos, lo sobrevolamos y encontramos una serie de tiendas al estilo de los poblados indios de las películas.
Al aterrizar Lucas hace un comentario que me da muy mal rollo —esto está lleno de puertas de la telaraña y algunas parecen hasta pegajosas de tan evolucionadas que están.
Lucas se para de golpe —¡Es la primera vez que veo una puerta negra!— dice.
—¿Cómo es?— Me interesa mucho conocer los detalles porque parece que es lo único que se sale de la idea que tengo de este mundo.
—Es negra, del tamaño de las otras. Su dibujo es el de un ciervo con una telaraña en su cornamenta— me responde con voz robótica. Le pido perdón por preguntarle así, ha sido sin querer, pero creo que hubiese contestado lo mismo de haber podido responder él.
A orillas del lago hay un chico bailando con unas ninfas, el color de su halo es azul. Lucas al verle dice —La puerta que he visto antes pertenece a ese chico— sigue bailando, no parece que se dé cuenta de nuestra presencia. Al andar un poco más entramos en el poblado. Nos reciben un grupo de seis personas. La que más me llama la atención es una chica que lleva un traje de licra o plástico con una «i» dibujada en el pecho. Nos llevan a una hoguera donde hay gente reunida. Nos sentamos en el círculo y cuando nos llega el turno damos un soplido a una pipa larga y fina. Una vez la pipa ha dado la vuelta, el que parece el líder se levanta y nos da la bienvenida al país de nunca jamás.
Quién sabe, quizás tenga razón.
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