3. La puerta del árbol
Llevamos un mes en el campamento. Ha ido llegando gente cada día y ahora parece casi un pueblo. Todos hemos nacido en el 2007 y hay personas de todas partes, desde China hasta Panamá. Yo los entiendo, da igual cuál sea su idioma. Eso me encanta y además así puedo hacer de traductor.
De vez en cuando voy con el grupo de exploradores para conocer un poco más el mundo. Liedna siempre me acompaña. Hemos explorado las montañas más cercanas, sus cuevas y lo que algunos han llamado mazmorras. La verdad es que no tenía ni idea de qué eran. Por lo visto son cuevas en las que aparecen monstruos y a muchos les encanta ir allí para practicar la pelea, explorarla y esas cosas. También dicen que esconden tesoros.
Por el mundo hay todo tipo de criaturas. He visto duendes, trasgos, centauros... Hasta un fénix. He visto cosas que nadie imaginaría, vacas voladoras y perros que hablan. Me he encontrado con pitufos, con hadas y lo que creo que eran liliputienses. El otro día vimos unas personas pequeñas y una compañera dijo que eran borrowers. Aseguraba estar casi convencida de eso.
Entre la gente del poblado cada persona tiene sus propios poderes. Creo que Miguel tiene razón. Cada persona es capaz de hacer lo que en su día imaginó cómo real. Miguel, aparte de los Pokémon, es muy ágil y sabe usar cualquier arma. Algunos se autodenomiman entrenadores de dragones aunque aún no han encontrado uno y según por donde vaya es fácil chocar con alguno que otro que se pasea con una trenza larga y dice que su puerta roja, la del deber, está junto a Sutruc Macto.
Las comidas son una lotería. Como hay gente que puede conseguir platos concretos nunca sabes qué va a tocar comer ese día. Cualquier dietista se llevaría las manos a la cabeza. Un día me tocó a mí y descubrí que puedo conseguir lasaña. Gran hallazgo.
Cuando ya llevábamos unas semanas mi puerta azul, la de dónde quiero estar, apareció en el campamento. Es bastante bonita. Al ciervo le han empezado a salir las astas.
Aquí es normal que siempre llegue gente nueva, solemos hacer una fiesta cada viernes para recibirlos. Lo que no me había imaginado era que Javi acabaría también aquí. Va acompañado de un chico y una chica. Los tres van vestidos de cuero, la chica lleva un bolso grande con un estampado de flores y el chico tiene un bolsillo raro en la barriga. el cuero no encaja nada con ninguno de los tres. Javi y la chica tienen halos azules y el chico lo tiene amarillo.
Javi viene corriendo y me da un abrazo de los que duelen, esos que incluyen dos tortas a mano plana. Nunca me han gustado esos abrazos, pero es Javi.
—¿Sabes cómo te he encontrado?— es lo primero que me dice. —¡Mi puerta roja está aquí!— Sonríe de oreja a oreja.
Javi siempre ha sido muy inocente y sincero. Aquí en el poblado pocos dicen en voz alta dónde están sus puertas y qué colores tienen. Ha habido más de un problema cuando se ha sabido que alguien tenía la telaraña en el poblado y con la puerta del deber, la roja del árbol, ha pasado igual. Creo que es normal que suceda cuando nadie sabe por qué las puertas están en un lugar u otro. Si tienes la puerta del árbol en el campamento no sabes si es porque puedes encender hogueras o porque se te da bien organizar grupos. Por tanto todos van dando tumbos y es caótico.
Cada vez entiendo menos a los que viven persiguiendo sus puertas y, sin embargo, aquí está Javi. Un seguidor de puertas consumado. Sigue con el peinado de siempre pero con el pelo más enmarañado. Eso sí, parece más musculoso.
Después de presentarles a Liedna les digo que mejor si nos vamos a un lugar más discreto. Digamos que en un campamento de gente con poderes o magia o como se le llame, en la que la mitad es capaz de leer la mente y la otra mitad de escuchar y entender cualquier susurro un lugar discreto es lejos, bastante lejos, del poblado.
Me dirijo hacia el campo cuando Javi me pregunta —¿tu no puedes volar?
Le miro sorprendido, la verdad es que sí pero Liedna no, así que vamos andando a todos lados. En realidad mi manera de volar me da vergüenza por lo infantil que es... Para volar necesito mover los brazos como si fuese un pajarito.
—Si Liedna no puede tal vez Lucas tenga una solución— dice Javi. Me doy cuenta de lo que ha pasado unos segundos más tarde... "¿Lees la mente?" Javi responde con la cabeza. Flipo...
Lucas saca de su bolsillo dos hélices pequeñas, amarillas, como de juguete, que están cada una sobre un capuchón. Le tiende una a Liedna y la otra se la queda él y se la pone en la cabeza. Liedna le copia —el gorrocóptero— dice Lucas sonriendo.
A Liedna no le impresiona nada pero yo me empiezo a reír. Javi me para diciendo —entonces ¿nos vamos?— y arranca a volar sin más. Liedna y Lucas le siguen con el capuchón, Sarah saca una escoba de su bolso, da una patada al suelo y les acompaña. Total que o muevo los brazos o me quedo atrás... Les sigo. Ahora que lo veo más de cerca Javi no vuela tan normal, tiene como un áurea amarilla que me recuerda a... Songoku? Javi se gira y me mira riéndose. He acertado.
Aterrizamos en un claro de un montecito. Mi primera precaución es apagar todos los sonidos nuestros para que solo nos escuchemos nosotros. Hacer algo así como una burbuja de sonido.
—¿Dónde está ahora tu puerta roja Javi?— le pregunto.
—allí— Señala a más o menos un km de dónde estamos.
—Es decir, se ha movido con nosotros— digo pensativo.
—Todas las dudas a Lucas.— Me dice Javi.
Lucas está como expectante y mira con cierta reticencia a Javi. —Tampoco es que sea un robot, ¿eh?
—No, pero es que tu poder es demasiado esclarecedor— Javi pone énfasis en ésta última palabra y, por algún motivo, los tres se ríen. Harto de sentirme fuera le pregunto a Lucas directamente.
—¿Porqué nos ha seguido la puerta roja de Javi?
—Porque su misión no está atada a un lugar— La voz de Lucas suena robótica, automática. Luego sigue hablando, ya con voz normal —Odio esto, Javi ¿por qué no hablas de tu capacidad de hacer pompas con la nariz en lugar de lanzarme gente?
Javi parece que se toma en serio la pregunta y hace una pompa. —hecho, ¿mejor? Tiene que saberlo, si no el día que te haga una pregunta no entenderá nada.
—¿saber qué?— pregunto
—Que tengo el poder de dar la respuesta perfecta— me responde Lucas con la voz robótica —*** pues ya lo he dicho... Todo viene de que quería sacar notazas en el cole... Ahora cuando necesito saber algo le tengo que pedir a alguien que me haga esa pregunta...
—¿te puedo llamar Google?— le pregunto riéndome.
—no, ese no es mi nombre— contesta con la voz robótica. Todos nos reímos de lo lindo, todos menos Lucas. Javi enseguida dice. —Cuando le vayas a preguntar algo añade una coletilla tipo respuesta libre o decir su nombre en cada pregunta. Eso le deja ser él mismo.
—Ahora en serio,— digo —llevo aquí más de un mes y lo de las puertas me da muy mal rollo ¿Deberían ser unas puertas las que marquen mi camino?
Javi, acomodándose en el suelo responde diciendo —me parece que te haces la pregunta equivocada ¿Eres tú quien coloca las puertas en un lugar, o es el lugar el que intenta colocarte? Lo pregunto de otra manera ¿son tus ilusiones, tus miedos, tus metas las que te sitúan en el mundo o es el mundo que te sitúa en unas ilusiones, unos miedos y unas metas? A esta pregunta ni la magia de Lucas ha sabido dar respuesta.— Se toma un tiempo de respiro y continúa —Ahí es donde entra Sarah. Y por eso estamos aquí.
—A diferencia de mi hermano yo tengo el poder de asesorar. No asesoro desde el conocimiento sino desde su búsqueda, que parece incluso más eficiente. Por alguna razón vimos que los tres teníamos que venir aquí. A la puerta roja de Javi, y aquí estamos.
Todo esto se acaba de complicar en segundos. No he entendido la pregunta de Javi, no sé qué pinta Sarah y el de las respuestas cada vez me da más miedo.
—Voy a hablar claro— Dice Lucas —Viendo que nada te ata al campamento porque tus puertas están al este, y sabiendo que la puerta de Javi está relacionada contigo deberíamos viajar hacia el este.
—¿Cómo sabes dónde están mis puertas?
—Veo las puertas de la gente. Entonces nos vamos, ¿no?
Me estoy enfadando bastante. No va a decidir una persona random lo que haré o deje de hacer. En el campamento me necesitan. No hay nadie más que sea traductor y además allí está Miguel.
—Pues vamos a buscar a Miguel.— Dice Javi —En cuanto a lo de que te necesitan... Parafraseando a un viejo abuelillo: la gente cocina con lo que tiene. Es decir, aportas mucho y lo que quieras pero aquí estás estancado. Ya se apañarán. Tiendes mucho a creerte la solución a todo.
—Vamos a buscar a Miguel, me parece razonable lo que dicen —Liedna, mientras habla, se coloca el gorrocóptero.
Javi sonríe y le da las gracias a Liedna, que se sorprende mucho —¿puedes entenderme?
—No pero sí que puedo escucharte a través de Fausto.
—Genial, ahora soy un decodificador...
Llegamos al campamento y le cuento a Miguel el plan. Estaba convencido de que nos acompañaría pero no es así. Decide quedarse un poco más —bro, que te vaya genial, a ver si nos vemos algún día— nos da como un pack gigante de barritas «Soy el único suministrador y las echarás de menos». Se despide también de Liedna. Se me hace raro separarme después de un mes codo con codo.
Me ha llamado la atención el comentario de Lucas sobre Miguel «Es una de las puertas azules más desarrolladas que me he encontrado» El hecho de que las puertas se desarrollen ya me parece descabellado.
Les miro a todos —está bien, si queréis nos vamos mañana— Javi se alegra muchísimo. Es demasiado transparente y confiado.
Mientras vamos a un lugar para que duerman, me acerco a Sarah y le pregunto si me puede dejar su escoba. Me la da, intento volar con la patada al suelo y no pasa nada, luego recuerdo una película vieja que me ponían mis padres... Me maldigo otra vez, pero mejor decir una frase tonta a volar moviendo los brazos «la kiponicrift bajar y subir» funciona. Empiezo a volar de una manera extraña, como si la escoba tuviese intenciones propias. Me sujeto cómo puedo hasta que consigo domarla. El truco es sentarse con las dos piernas a un lado... No me encanta la alternativa pero la prefiero a ser un pajarito.
Si Sarah se ha reído no me he dado cuenta. Le pregunto si tiene más escobas. Mirando el bolso parece imposible. En lugar de una escoba saca un paraguas que en el mango tiene el pico de un pajaro y me dice que ella puede usar eso. Me lo creo, pero me sabe fatal... "Tengo hasta mañana para encontrar una escoba", con esa intención empiezo a preguntar a todo el que encuentro.
***
El campamento entero ha querido venir a despedirse. Los magos están tirando bolas al aire. Los maestros de tierra control han hecho un pavimento aposta con un Arco al estilo de la puerta de sol. Incluso un domador ha hecho un coro de pajaritos... Salimos andando por el arco y, tras despedirnos, levantamos el vuelo. Al final Sarah va con el paraguas, será muy provisional, eso espero. Ella lleva nuestro equipaje en su bolso raro.
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