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⚠Durante la semana siguiente intentó por todos los medios olvidar el rostro del niño llorón. Salió a comer en compañía de TaeMin, cambió todos sus muebles de lugar en su tiempo libre y hasta tuvo un par de citas, pero aquella expresión afligida estaba tan grabada en su mente que no podía desaparecer de una forma tan simple. Cada vez que debía volver al trabajo y penetraba alguna de las puertas que desembocaban en el mundo de los humanos para conseguir gritos de infantes, la imagen del chiquillo hecho ovillo y emitiendo débiles sollozos lo atacaba sin remedio.
No lo había comentado con nadie, ni siquiera con TaeMin. El resto de monstruos eran otro asunto, pues las escasas palabras que intercambiaban eran acerca del trabajo o bien, para saludar o pedir algún favor.
Esa tarde les abrieron la puerta a unos minutos de que dieran las seis. Todos los asustadores, parados en una fila horizontal, avanzaron con sus expresiones más espeluznantes hacia sus respectivas estaciones, donde los asistentes ya aguardaban. Kai saludó a su camarada con un cabeceo y esperó con postura recta a que bajaran las puertas. Transcurridos unos segundos la misma puerta azul de días atrás ascendió ante su mirada ansiosa, asentándose en la estación. Leyó cada letra del "Do KyungSoo" escrito en rojo al pie de la puerta y pasó a sentirse más ansioso que nunca.
Cada asustador clamó un rugido y uno a uno comenzaron a entrar. Él no podía quedarse atrás, recibió una mirada de apoyo de los ojos saltones y amarillentos de su amigo que le dio la fuerza y seguridad de girar la perilla y abrir.
Una tenue ráfaga de viento helado lo recibió al llegar. Por lo general las habitaciones de los niños estaban tibias y acogedoras, pero este no era el caso. Observó que la ventana que daba hacia la calle se hallaba entreabierta; las cortinas deslavadas con figuras infantiles serpenteaban al sol del aire nocturno y a través del cristal se divisaba una redonda y pálida luna. Al poner su atención en la cama vio al niño. Se encontraba dormido, pero en su rostro había una expresión turbia que por momentos temblaba, lo mismo que el resto de su cuerpo. La colcha estaba hecha un embrollo por debajo de sus pies, dejando a la vista un piyama de cuerpo completo color verde con pequeñas figuras de lo que parecían ser monstruos peludos pero menos espantosos. También se percató de que el humano llevaba los zapatos puestos con las agujetas sueltas.
Ignoró esos pequeños detalles tal como haría con cualquier otro niño, y entonces decidió continuar con el que era su trabajo; seguramente el resto ya había salido y no se permitiría obsequiar razones para ser criticado. Caminó con calma y en silencio siguiendo su protocolo. Siempre había creído que el motivo por el cual los niños le temían tanto, era, precisamente, la semejanza que existía entre ellos. "Los humanos se temen a ellos mismos", solía pensar, "son sus propios enemigos".
Estaba dispuesto a despertar al chiquillo con su ronca voz, hasta que oyó un sonido proveniente de afuera y se vio obligado a petrificarse cual estatua. Se trataba de una maraña de golpes secos y voces cuyo volumen se elevaba a cada palabra. El sobresalto le hizo saltar y una de sus piernas terminó golpeando la mesilla de la habitación, provocando que la lámpara de encima se balanceara por breces segundos antes de caer.
De manera repentina los gritos dejaron de oírse. Fueron momentos de suma tensión para Kai, segundos en los que pensó en el peligro que estaba corriendo. Al sepulcral silencio le siguieron pasos apresurados que se dirigían a donde estaba él. Todo sucedió tan rápido; no alcanzó a reaccionar y escapar de vuelta a su mundo se volvió imposible.
—¡KyungSoo! ¡¿Sigues despierto?! ¡Creí haberte enviando a dormir!
Al mismo tiempo que la puerta se abría, Kai se ocultó tras botes y cajas hacinados con ropa y juguetes en su interior.
—¡Déjalo! ¡Vuelve aquí! —exclamó en respuesta una voz femenina.
—¡Cierra la boca y no me des órdenes!
El alboroto llegó hasta la habitación. Desde su escondite vio entrar a los dos humanos adultos; el hombre iba tambaleándose con cada paso que daba sin dejar de proferir su griterío y emanaba un fuerte y extraño aroma. La mujer lo seguía con sumisión y nerviosismo.
Observó sorprendido cuando el sujeto se inclinó sobre la cama para levantar a su hijo, tirando con fuerza del cuello de su playera y sacudiéndolo hasta hacerle despertar de manera abrupta. El menor veía a su padre aterrado, así como los niños lo veían a él.
—¿Qué... pasa? —La voz le salió temblorosa. Su cuerpo lucía demasiado frágil entre los brazos del hombre—. Papi, yo estaba durmiendo.
—Mentiroso.
Atento a cada uno de los movimientos, Kai fue testigo de cómo un golpe con el dorso de la mano fue asestado en el pequeño rostro contorsionado por la confusión. La madre veía todo desde atrás frotándose las manos, pero no hacía nada por impedirlo. El llamado KyungSoo cayó a la cama dando un rebote, llevándose de inmediato las manos a la zona afectada.
El hombre, furibundo ante la idea de que le estuvieran tomando el pelo, elevó la mano al aire de manera amenazante.
—¡Papi, no! —KyungSoo emitió un chillido tan agudo y alto que incluso los tímpanos del asustador retumbaron.
Otro par de golpes fueron repartidos al azar en su cuerpo. El sujeto se machó con pasos torpes hacia la salida, dejando allí a su esposa. Ella le dio una mirada convaleciente pero instantes después también abandonó la estancia, en la oscuridad del lugar mientras se ahogaba en su propio llanto. Ni siquiera se había preocupado por las ventiscas que entraban por la ventana.
Un pensamiento interior le dictaba que debía acercarse, pero su sentido racional pudo más. Ya se había arriesgado lo suficiente a ser descubierto, sin mencionar lo más importante; no podía tocarlo. Se quedó oyendo los suaves quejidos que conforme transcurrían los minutos fueron disminuyendo hasta convertirse en algo nulo. Poco después comenzó a percibir suaves silbidos que salían de la boca del niño cada vez que respiraba ya dormido.
No esperaba que al volver a su mundo se hallaría a todos sus compañeros aglutinados en torno a la puerta azul, de hecho se estaba preparando para lo peor. Les dio una mirada de sorpresa y acto seguido comenzaron las felicitaciones.
—¡Qué buen grito, te felicito! —Un monstruo verde y viscoso le palmeó un hombro. Otros cuantos tenían muecas envidiosas.
TaeMin le señaló el tanque de almacenamiento; estaba lleno. Al parecer no había sido un grito muy largo, pero sí extremadamente potente y lleno de horror como ocurría rara vez.
Kai asintió dirigiendo una sonrisa incómoda a todos, pero no hizo ningún comentario al respecto; se sentía extraño por recibir los créditos de algo que él no había realizado.
⚠⚠⚠
Días más tarde se hallaban en sus posiciones, preparados para comenzar a recaudar gritos. Kai golpeteaba el lustroso piso con sus pies, se le notaba impaciente. Las puertas bajaron poco después, tocándole a él una sencilla de color marrón con un par de estrellas pegadas al centro. Antes de entrar prestó atención a su lado derecho, donde un monstruo llamado Ravi se disponía abrir una puerta demasiado familiar. Ravi era uno de los monstruos más espantosos, con su baba amarillenta y aliento hediondo ningún niño se resistía a gritar. Lo vio tronarse el cuello y los dedos de las paliduchas manos, provocando que sus huesos crujieran.
No supo qué le llevó a actuar, ni siquiera se percató de lo que estaba haciendo, pero al darse cuenta, ya había empujado a Ravi a un lado y ahora se hallaba cruzando hacia la habitación de KyungSoo.
A pesar de que en el mundo humano debía ser muy entrada la noche, el pequeño estaba sentado en su cama con un par de muñecos a un lado y lápices de colores regados en el colchón que usaba para dibujar sobre hojas blancas. Vestía unos pantalones cortos rojos y playera azul; los cordones de sus zapatos estaban sueltos, tal como la última vez. Su atención estaba centrada por completo en aquella actividad, tanto que tardó en percatarse de que tenía compañía. Cuando sus ojos cayeron sobre la figura de casi dos metros de Kai, emitió un grito ahogado y su expresión de concentración se transformó en una de pánico.
Kai vio brillar su oportunidad. Avanzó amenazante con dirección a la cama, dispuesto a cumplir su cometido después de haber fracasado en las veces anteriores. Tenía la certeza de que el niño gritaría en esta ocasión, pero al contrario de lo que creyó, KyungSoo se metió bajo la colcha haciéndose bolita. Ante los ojos del monstruo, KyungSoo era un niño bastante peculiar, sin duda llamaba su atención y hacía nacer en él la curiosidad.
Decidió que era hora de terminar lo que había empezado antes de que los padres acudieran al cuarto; se quitó del pantalón una cadena colgante que terminaba en una flecha puntiaguda y la utilizó para levantar la cobija por una de las esquinas. Poco a poco la tela fue dejando al descubierto al diminuto cuerpo, sin embargo KyungSoo en ningún momento abrió los ojos. En medio de su observación no pudo evitar fijarse en el tono púrpura de su párpado derecho, la mancha alcanzaba su ceja poblada. También vio algunos hematomas que iban desde los hombros hasta las muñecas.
Se cuestionó la razón de que el niño no llamara a sus padres para que llegaran a socorrerlo, pero entonces recordó que su papá era quien lo había lastimado. Seguramente les temía más a ellos que a un simple monstruo que ni siquiera se atrevía a tocarlo.
La intriga no le daba tregua; nunca antes había tenido que tratar con un humano como él. De pronto su vista fue a parar al dibujo que el niño realizaba minutos atrás, antes de que él llegara. La hoja yacía con placidez sobre la cama, mostrando a tres personas, un niño con facciones decaídas en medio de dos adultos evidentemente enojados. El hombre sostenía una botella con una de sus deformes manos. En la parte superior, con letras poco legibles se leía "Dibujo de mi familia".
Pasó un rato en el cual no hizo nada más, y tal parecía que KyungSoo había perdido el miedo porque poco a poco levantó los párpados y se le quedó mirando con fijeza, analizándolo con sus enormes ojos redondos, como si lo estuviese reconociendo.
—¿No... me harás nada?
Su voz sonó baja y aguda, todavía desconfiada. Al ver que Kai no se movía ni un centímetro, estiró el brazo y rozó con su palma la mejilla del monstruo.
Fue en ese momento cuando Kai reaccionó alejándose lo más que pudo.
—Treintaitrés doce. Treintaitrés doce —murmuraba repetidas veces, volviéndose presa del pánico. Estuvo a punto de gritarlo, pero seguramente sería descubierto.
Miles de cosas desfilaron por su mente, la primera, "qué pasaría ahora con él". Quizá lo mejor era sólo volver y asumir las consecuencias de lo que lo esperaba. Iba a dirigirse a la puerta, pero de pronto escuchó una risa estridente que provenía del menor.
—¿Qué es eso? —preguntó el chiquillo sobándose la barriga que le comenzaba a doler por tanto reír—. "Treintaitrés doce" —lo imitó con diversión, pronunciando trabajosamente la letra "r".
Kai estaba escéptico por dos cosas: primero, por la reacción del niño, y segundo, nada le estaba ocurriendo a la mejilla que el humano lo había tocado. No escocía ni picaba, nada de nada. En cambio, pareciera que el efecto fuese percibido por su negro corazón que latía extrañamente rápido. Algo en su interior le enviaba mensajes a su cuerpo diciéndole que se acercara a abrazar al pequeño, cosa que jamás haría mientras conservara su conciencia.
—¡KyungSoo, cállate! ¡Tu padre está durmiendo! —se escuchó la voz de la mujer a través de la puerta. El niño se cubrió la boca con su regordeta mano, tomando de repente una actitud tímida.
Kai prácticamente escapó del lugar. Cuando salió TaeMin lo esperaba con sus brazos de hueso cruzados sobre las costillas. Esperaba un regaño de su jefe, un golpe de Ravi y hasta ser despedido para siempre, pero todo fluía como siempre.
Cuando miró hacia el tanque de almacenamiento de energía se encontró con la sorpresa de que estaba lleno. No estaba loco, y si KyungSoo hubiese gritado él lo recordaría.
—¿Qué ha sido eso? Ravi estaba demasiado enojado —le dijo su amigo.
—¿Qué no lo ves? Al parecer ese niño de ahí dentro es un hueso duro de roer —se entrometió un monstruo con púas puntiagudas—. Kai es el único que lo puede asustar.
Después de esa corta conversación todo siguió su curso natural y tuvo que entrar por otras puertas para conseguir los gritos de los niños, lo cual fue demasiado sencillo. En ningún momento dejó de pensar en KyungSoo el resto del día, ni al siguiente, y tampoco al siguiente.
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Gracias a todas por sus lecturas, votos y comentarios <3
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