Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Nos vamos a casar

Elle sabe que no será un buen día desde que abre los ojos esa mañana. Despertar con los rayos del sol directos en la cara no puede ser buena señal.

Todo mundo debe haber llegado tarde a su trabajo al menos una vez en la vida, ganándose tal vez un llamado de atención o amonestación, pero a él nunca le ha pasado, y tampoco tiene la opción de que le pase.

Como puede patalea las sábanas y sale de la cama, apenas toma una ducha que no dura ni cinco minutos y desayunar ni siquiera entra en sus planes. Debe estar en la oficina antes de las ocho si quiere mantener la esperanza que lo ha hecho ponerse de pie los últimos tres años de su vida.

Ve el reloj una vez más mientras corre entre la gente, golpeando a más de uno con su maletín, y aunque les dedica una sonrisa o un suave lo siento, no se detiene, y a nadie parece importarle. En una ciudad tan comercial y abarrotada de personas como New York no es inusual ver a muchos de traje y corbata corriendo de prisa por las mañanas.

Aún faltan cinco minutos para las ocho y solo tiene que hacer una parada en el Starbucks que está justo enfrente de la compañía para la cual trabaja, pero sus esperanzas de llegar a tiempo se vienen abajo luego de abrir la puerta y toparse con la larga cola de clientes esperando ser atendidos.

Mierda... —murmura entre dientes antes de morderse los labios y hacer una pequeña pataleta. No es de sorprenderse que hasta un sencillo restaurante esté lleno la mayor parte del tiempo en un sector rodeado de empresas pero creyó que tal vez por una vez la suerte estaría de su lado.

Su pie se mueve ansioso mientras espera que la cola avance. No quiere ni ver el reloj, teme que de hacerlo su corazón termine colapsando. Seguramente su indeseable jefe tuvo un inicio de mañana muy distinto al suyo, con su rutina de yoga para activar el cuerpo y sus estúpidas cremas corporales para revitalizar la piel mientras él siente cómo todo su estómago se deshace por un maldito café. Porque sí, llegar a esa oficina sin un café con leche light, con canela y sin azúcar sería igual o peor que llegar tarde.

—¡Elle! —el aludido deja de morderse las uñas nervioso y estira el cuello para ver por sobre los demás, sonriendo al vislumbrar a la chica detrás del mostrador agitando su mano.

Entre quejidos y miradas poco amistosas se abre paso.

—Aquí tienes. —Ella le entrega un portavasos con dos bebidas. El pelinegro ordena lo mismo a diario que ya lo sabe de memoria.

—Acabas de salvarme la vida —toma su pedido y sonríe, creyendo que aún puede lograrlo—. Gracias. Ten un lindo día, Kate.

—Tú también, Elle. —La chica sonríe demasiado sonrojada mientras lo ve dar la vuelta de prisa.

Lawliet sale de ahí sin prestarle atención a los malencarados clientes o sin siquiera haberse dado cuenta de la mirada coqueta que Kate le dedicó al despedirse. El tráfico en Nueva York es tan pesado que sin problemas corre entre los autos y por suerte logra llegar al ascensor antes que éste se cierre. Tal vez las puertas del mismo lo golpean al entrar y choca contra más de alguno pero lo importante es que los lattes siguen intactos. Solo falta un minuto para las ocho pero solo tiene que llegar a su piso y lo habrá logrado.

Sale del ascensor y camina por el amplio pasillo hacia la puerta de vidrio, la chica detrás de la recepción lo ayuda a marcar la entrada con el gafete que cuelga de su cinturón.

—Casi no lo logras. —Comenta ella, viendo que la pantalla marca las ocho de la mañana. Justo a tiempo.

—Ha sido una mañana horrible. —Refunfuña frustrado, está seguro que solo tiene media hora despierto y su día ya pinta para ser un asco.

No obstante, al dejar la recepción nota que todos en sus cubículos están relajados. Algunos comiendo, otros visitando el cubículo de un compañero para echar el chisme y más de alguno jugando en sus computadoras, lo que significa que el insufrible de su jefe no ha llegado. Con eso en mente camina relajado, correr desde que salió de casa es ejercicio más que suficiente.

Ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal. Quizá se levantó con el pie izquierdo, quizá botó sal durante la cena y no se dio cuenta, o decidió ignorar una de esas cadenas que recibió en su email allá por el 2007. De otra forma no se explica cómo cuando estaba a punto de lograrlo, alguien de la nada choca contra él, provocando que una de las bebidas caiga sobre su camisa blanca.

Los presentes sostienen el aliento preocupados, Light es un dolor en el culo como jefe, pero la peor parte se la lleva Lawliet al ser su asistente, no hay manera que la mano derecha del prestigioso editor luzca tan poco presentable, y Elle lo sabe. Así que aunque rechina los dientes, se traga todos sus insultos dedicados al idiota que no tuvo cuidado y va al cubiculo de uno de sus compañeros. No tiene tiempo que perder.

—Cambiemos camisas. —Dice sin más, situándose frente a un joven rubio quien parecía muy entretenido en lengüetear una barra de chocolate.

—¿Qué? —Mello enarca una ceja, envolviendo su chocolate para luego dejarlo a un lado sobre el escritorio.

—¿Recuerdas las botas de cuero que viste el otro día? Te las compro si me das tu camisa —explica con prisa viendo de reojo hacia la recepción, temiendo lo peor.

—Hecho. —El rubio sonríe y sin más se pone de pie.

Mihael es varios centímetros más bajo, sin embargo Lawliet cree que con el saco que usa encima no se notará, además sería mucho peor aparecer con la camisa manchada.

De pronto la puerta frente a la recepción se abre y la chica detrás del mostrador sonríe casi al mismo tiempo que manda un mensaje por chat privado a sus compañeros. «Está aquí.», dichas palabras comienzan a aparecer en las pantallas de las computadoras de todos, quienes de inmediato bajan los pies del escritorio, guardan la comida y regresan a sus asientos.

Light camina por los pasillos con la frente en alto y sin saludar a nadie, su teléfono en una mano y su maletín de piel en la otra mientras su altivo andar hace juego con su traje oscuro de diseñador.

El castaño entra a su amplia oficina cuyas paredes de vidrio muestran el panorama de más rascacielos propios de la gran manzana. Ahí Elle lo espera con una sonrisa y un brazo extendido, ofreciéndole su café.

—Buenos días, jefe. Tienes una reunión en media hora.

—Sí, sobre los libros de esta temporada. Lo sé. —Toma el vaso y sin detener su andar se dirige al escritorio, donde toma asiento en una mullida butaca.

—También tienes una reunión con los empleados a las nueve. —Va detrás de él.

—¿Llamaste a quien te pedí? El tipo de los ojos saltones... —Elle toma unas carpetas y se las deja enfrente, las cuales él ojea mientras intenta recordar— ¿Cómo es que se llama?

—¿Alex? Sí, lo llamé y le dije que si no tengo su manuscrito a tiempo no hay lanzamiento. —El pelinegro continúa acomodándole las carpetas a un lado del escritorio, dejándolas en el orden que debe revisarlas— Oye, llamó de nuevo tu abogado de inmigración, dijo que es imperativo que...

—Sí, sí, sí —agita una mano en el aire mientras con la otra continúa ojeando todo—. Hablando de la reunión, cancélala y prográmala para mañana. A mí abogado dile que espere y... ah, sí, llama al departamento de relaciones públicas para que hagan un comunicado, convencí a Frank para que asistiera al show.

—Vaya, eres estupendo. —Comenta Elle solo por decir mientras toma unos cuantos archivos en los cuales debe trabajar.

—Cuando quieras que me alabes, te lo pediré. —Con una mano se retira el flequillo de la frente y con la otra toma su café antes de dar media vuelta en la silla giratoria para quedar frente a la computadora que tiene sobre otro mueble.

Elle solo pone los ojos en blanco mientras camina hacia la salida de la oficina, el único motivo por el que sigue trabajando para un ser tan arrogante es porque aguarda la esperanza que algún día sus escritos sean famosos al tener a su lado a uno de los editores más prestigiosos de Nueva York.

—Uhm... ¿y quién es Kate? —el pelinegro se detiene de golpe al escuchar la voz de su jefe y al voltear, lo ve girando de nuevo sobre la silla para apoyar un brazo sobre el escritorio mientras con la otra mano hace girar el vaso, inspeccionándolo— ¿Y por qué Kate quiere que la llame?

Light enarca una ceja, mostrándole a su subordinado el mensaje escrito sobre el vaso blanco.

—La verdad... —carraspea la garganta, no tiene caso mentir— ese era mi café.

El otro entrecierra los ojos, sujetándose la barbilla con dos dedos—. Y voy a tomar el tuyo porque... —Hace una pausa, esperando que Elle la complete.

—Porque derrame tu café. —Confiesa sin mostrarse alterado pese a tener las manos heladas.

Light sonríe ladino antes de darle un sorbo al vaso— ¿Bebes café con leche light, can canela y sin azúcar?

—Sí... —tartamudea, cada vez más pálido— Ya sabes... es una explosión de sabores...

—¿Es una coincidencia?

—Increíblemente sí. —Sonríe nervioso, aún manteniendo la compostura.

—Hasta donde recuerdo adoras el azúcar. —Alza las cejas, casi retándolo con la mirada.

—Puff, no estarás creyendo que pido lo mismo solo por si acaso se me derrama el tuyo, ¿verdad? Eso... eso sería patético... —Suelta una risa bastante extraña que más bien suena como un llanto ahogado. Por suerte un teléfono que está sobre una mesa de madera comienza a sonar y él como su asistente se apresura a responderlo— Buenos días, oficina de Light Yagami. Oh, hola Aiber—Elle voltea hacia su jefe, quien asiente—, de hecho parece que vamos a tu oficina ahora —indica y desconecta la llamada, mostrándose perplejo— ¿Para que vamos a su oficina?

Light sonríe con malicia y Elle no pide más explicaciones, en cambio sale del lugar y tan pronto llega al pasillo corre rumbo a su cubículo, debe alertar a los demás. «La bruja está por salir en su escoba», el mensaje comienza a aparecer en la pantalla de todos, quienes de inmediato se ponen a trabajar. Justo a tiempo antes que Light salga de su oficina con el café en una mano. Lawliet debe seguirlo casi como si fuera su perrito faldero.

—¿Terminaste el manuscrito que te pasé? —Pregunta Elle, situándose a su lado tras alcanzarlo.

—Leí unas páginas pero no quedé impresionado. —Responde con arrogancia. El otro pone los ojos en blanco con disimulo.

—¿Quieres que te lo cuente? A lo mejor...

—No. —Interrumpe, viendo de reojo a cierto rubio que pasó a su lado, quien casualmente tenía su camisa manchada.

—He leído muchos manuscritos y este es el único que me ha convencido, de verdad —insiste Elle—, creo que hay una buena historia al nivel de las historias que publicas.

—Dije que no. ¿Y sabes qué? Si creo que ordenas el mismo café que yo por si se derrama, lo cual es muy patético.

—¿Ya te dije que eres impresionante?

—Sería más impresionante si no lo derramaras. —Dice mientras pone la mano sobre el pomo de una puerta, la cual abre tras aclararse la garganta.

Entran a la oficina sin tocar, donde un hombre de cabello rubio y peinado hacia atrás trabaja en su computadora, quien de inmediato aparta los ojos azules de la pantalla para prestar atención a los recién llegados.

—Ah, nuestro queridísimo jefe y su asistonto, digo asistente —suelta una suave risa— pasen, no se molesten en tocar que esta es su oficina. —Dice con sorna, volviendo la vista a su computador.

—Que hermoso mueble... —Murmura Light, pasando los dedos con delicadeza sobre la superficie de un buró de madera e ignorando las palabras previas— ¿es nuevo?

—Es del siglo XVII, pero sí, es nuevo en mi oficina si a eso te refieres. —Responde con una sonrisa ladina.

—Aiber, tan gracioso como siempre —Light entrecierra los ojos en un gesto de falsa dulzura, acto seguido sonríe— Aiber, estás despedido. —Dice sin más.

Elle sostiene el aliento, no se esperaba tal cosa. Sin embargo se mantiene en silencio, sabe que él está ahí solo de apoyo. El rostro de Aiber también se muestra sorprendido.

—¿Perdón?

—Te pedí mil veces que hablaras con Frank para que asistiera al show y no lo hiciste.

El pelinegro traga saliva al ver a Aiber ponerse de pie, es bien sabido que tiene una actitud un poco explosiva, así que se limita a caminar despacio hasta la puerta de vidrio y cerrarla.

—Te dije que es imposible, Frank no ha dado entrevistas en años. —Se lleva una mano al nudo de su corbata, aflojándola un poco nervioso.

—Me parece interesante porque acabo de hablar con él, ¿y sabes qué? Lo hará. —Sonríe viéndolo directo a los ojos.

Mientras tanto Elle se mantiene inerte, con un par de dedos sobre la boca a la vez que su mirada pasea entre uno y otro.

—¿Qué dices?

—Ni siquiera lo llamaste, ¿verdad?

—Pero...

—Sí, lo sé —interrumpe, alejándose del mueble y caminando hacia el escritorio, quedando frente a él—. Sé que Frank puede ser intimidante para alguien como tú, así que seré bondadoso y te daré un mes para que busques otro empleo y les podrás decir a todos que renunciaste. —Sonríe aún más y al instante gira sobre sus talones, saliendo de ahí, yendo Elle detrás de él.

Aiber se queda en blanco, sin embargo el castaño lo conoce, así que teme lo peor pese a que su rostro se mantiene estoico.

—¿Qué está haciendo? —Susurra Light manteniendo la frente en alto.

Lawliet voltea hacia atrás y estira un poco el cuello para ver por las paredes de vidrio.

—Camina de un lado a otro —explica, sin detener su andar—. Creo que está enloqueciendo...

El castaño menea la cabeza, rogando que no suceda lo que tiene en mente. No obstante, sus planes no son los de Aiber.

—¡Tú, maldito ser despreciable! —El joven rubio lo señala con el índice tras salir exaltado de su oficina, provocando que todos desde sus cubículos suelten un jadeo y miren curiosos— ¿Crees que no me doy cuenta de lo que intentas hacer? —Light gira despacio sin perder su temple. Elle se hace a un lado, mordiéndose los labios, si no fuera su jefe estaría como los demás, riendo a escondidas y cuchicheando entre ellos— ¡Me regañas por lo de Frank para quedar bien ante los jefes porque te sientes amenazado por mí!

—Aiber... —Murmura con una leve sonrisa, intentando hacerlo entrar en razón para que deje de humillarse.

—¡Nadie aquí te quiere porque eres un monstruo! —continúa el rubio, ante lo cual Light alza las cejas fingiendo sorpresa— ¡Tú no tienes vida fuera de esta oficina y por eso te esfuerzas en arruinar las nuestras, ¿no es así?!

El otro ríe, meneando la cabeza mientras ignora los susurros de los demás empleados.

—¿Sabes algo? —Aiber camina hacia él, luciendo tan alterado como amenazante— siento pena por ti —le dice casi escupiéndole las palabras en la cara. Hay una diferencia de estatura, aún así Light no se muestra intimidado— ¿sabes que habrá en tu lecho de muerte? Nada ni nadie, y eso te lo has ganado a pulso.

Está tan cegado por su enojo que no nota que dichas palabras hacen temblar esos iris color miel por un segundo. Light suspira y con dos dedos lo picotea en el pecho, pidiéndole distancia.

—Quiero que pongas atención porque no lo pienso repetir —lo mira a los ojos, sonriéndole con suficiencia—, es imposible que me sienta amenazado por un incompentente holgazán que pasa más tiempo siéndole infiel a su esposa que haciendo su trabajo. Y si dices otra cosa, Elle tendrá que ponerte en tu lugar. —El aludido abre los ojos por completo, comparando el musculoso cuerpo del otro versus el suyo todo delgaducho.

—Pero...

—Una palabra más —interrumpe el castaño— y saldrás de aquí escoltado por guardías, Elle lo grabará en su teléfono y lo subirá a cuantas paginas pueda hasta que se vuelva... ¿Cuál fue la palabra que usaste? —Mira de reojo a su asistente.

—Tendencia.

—Exacto, ¿es lo que quieres? —regresa la vista a Aiber, quien rechinando los dientes niega con la cabeza— Eso creí. Ahora si me disculpas, a diferencia de ti tengo trabajo. —Da media vuelta y al instante todos vuelven las miradas a sus computadoras, el show ha terminado.

Elle vuelve a ir detrás de él hasta ponerse a su lado.

—Pídele a seguridad que quiten ese mueble de su oficina y lo muevan a la mía. —Ordena sin apartar la mirada del frente.

—Está bien.

—Y te necesito este fin de semana para que revises todos los archivos que ese holgazán esté dejando pendientes.

—¿Este fin de semana? —Elle se detiene de golpe, haciendo que su superior también lo haga mientras voltea a verlo extrañado.

—¿Algún problema?

—No, es que es el cumpleaños de mi hermanito y quería ir a mi casa —se rasca la coronilla, sin embargo ese no es suficiente respuesta para Light, quien retoma su andar— está bien, lo cancelaré. Solo es su cumpleaños número quince, tampoco es que tenía muchas ganas de ir... —Le dice a la nada, encogiendose de hombros antes de soltar un suspiro.

El pelinegro camina hasta su cubículo con un aire de derrota, tiene demasiado trabajo encima pero duda que vaya a poder concentrarse sin hablar con sus padres, así que decide llamarlos. Explicarle a su madre que no podrá asistir el fin de semana es difícil, se ha perdido demasiadas festividades junto a su familia desde que comenzó a trabajar en esa oficina.

—Mamá, me he esforzado en subir de puesto y no lo puedo arruinar —dice encogido en su cubículo y con el teléfono pegado en la oreja, sin embargo en ese momento su visión periférica capta a su jefe saliendo de la oficina y caminando hacia él, así que de inmediato finge estar en otra llamada—. Sí, todos los documentos son tomados muy en serio así que yo le llamaré en cuanto tenga algo, pase un lindo día. —Cuelga el teléfono, acto seguido levanta la mirada, encontrándose a Light con los brazos flexionados sobre la parte alta del cubículo.

—Era tu familia, ¿cierto? —Pregunta viéndolo directo a los ojos.

—Sí. —Elle asiente, no tiene caso intentar mentirle.

—¿Te pidieron que renuncies?

—Como todos los días, sip —antes que el castaño pueda agregar algo, el teléfono suena y Lawliet no duda en atender— Oficina de Light Yagami... ah, sí claro, en este momento. —Desconecta la llamada y deja el teléfono en su lugar— Kiyomi y Teru dicen que subas en este instante.

Light suspira y echa la cabeza para atrás hastiado. —Si en diez minutos no he vuelto, inventa algo y ve por mí. Tengo trabajo.

—Entendido.

El castaño se aleja y una vez en el ascensor elige el último piso.

—Buen día, señor Yagami. —Saluda la recepcionista del lugar tan pronto el elevador se abre.

El aludido no voltea a verla ni mucho menos se detiene a devolverle el saludo, tiene prisa. Así que de la misma manera entra a la oficina que está al otro lado sin tocar.

—Mi asistente dijo que me necesitaban. —Sonríe, cerrando la puerta detrás de él.

—Light —Kiyomi sonríe, dándole la bienvenida—, felicidades por lo de Frank.

—Gracias, gracias, no hablaremos de mi aumento, ¿o sí? —Bromea, adentrándose al lugar. Kiyomi también ríe, pero a diferencia de ella, Teru se mantiene serio mientras está de pie apoyado contra un mueble y de brazos cruzados.

—Light —Takada suspira, tomando unos papeles del escritorio—, creo recordar que acordamos que no asistirías a la feria de libros de Francfort porque no podías salir del país mientras se procesaba tu solicitud de visa, ¿verdad?

—Exacto. —Asiente, tomando asiento en una de las butacas y cruzando la pierna.

—Y... aún así fuiste, ¿no?

—Sí fui, perderíamos a DeLillo, así que no teníamos opción, ¿o sí? —Ríe, apoyando los codos en los reposabrazos con galantería.

—Pues parece que a nuestro gobierno no le importa quien publica a Don DeLillo.

—Hablamos con tu abogado de inmigración. —Teru suelta sus primeras palabras de la reunión sin mostrarse feliz.

—Bien, ¿y todo en orden?

—Light, la visa solicitada fue negada. —Kiyomi retoma la conversación, dejando de lado su jovial sonrisa y adoptando un semblante más serio.

—¿Cómo...? —El castaño desdobla las piernas y se mueve hasta la orilla de la butaca.

—Vas a ser deportado —continúa, dando una rápida ojeada a los papeles que tiene en mano.

—¿Deportado...?

—Parece que también hay unos papeles que no llenaste a tiempo. —Kiyomi suspira, mostrándose apenada.

—Bu-Bueno pero —balbucea, relamiéndose los labios—, debe haber algo que se pueda hacer, ¿no?

—Reintentarlo con la solicitud —explica Teru, destensando los hombros—. Por desgracia debes dejar el país por al menos un año.

—Entiendo... —murmura, jugando con sus manos nervioso— bueno... sé que no es lo ideal pero lo puedo manejar todo desde Japón gracias al internet y...

—No, Light. —Interrumpe Teru.

—Por desgracia, si eres deportado no puedes trabajar para una compañía estadounidense. —Agrega Kiyomi.

—Hasta que se resuelva, Kiyomi y yo hemos acordado que asignaremos las operaciones a Aiber.

—¿Aiber? —El castaño parpadea, poniéndose de pie despacio.

—Necesitamos un editor en jefe y es la única persona dentro de la empresa con experiencia. —Takada no se muestra muy segura al decir eso pero no tiene otra opción.

—Pe-Pero... acabo de despedir a ese tipo.

—¿¡Que tú qué!? —Exclaman los dos al unísono.

—Es un incompetente y ustedes lo saben —pone las manos sobre el escritorio, inclinándose hacia ellos desesperado—, en cambio yo.. yo...

—Light, sabemos que no hay nadie como tú —comenta Teru, quizá él se muestra más molesto que Kiyomi pero es solo porque no sabe cómo lidiar con el hecho de que estén perdiendo a alguien como Yagami—. Créenos que si hubiera una forma, la que fuera para que esto funcionara lo intentaríamos sin dudarlo.

—Esuchen, se los suplico, no pueden...

En ese instante, hay un par de golpes en la puerta y Elle asoma la cabeza.

—Disculpa, esto es importante. —Se apresura a decir Mikami, haciéndole un gesto con la mano para indicarle al recién llegado que se retire.

—No fue mi intención interrumpir —Elle carraspea la garganta, solo está siguiendo órdenes—, pero necesito hablar urgente con mi jefe.

—¿Qué pasa, Elle? —Light rechina los dientes, volteando molesto hacia su subordinado por interrumpirlo— Estoy ocupado, ¿no ves? —Con los ojos muy abiertos casi le grita que se vaya.

—Lo sé, lo sé pero tengo en la línea al asistente de Frank —dice el pelinegro, sin soltar el pomo de la puerta. Light asiente frenético, como pidiéndole que se apresure—, quiere hablar contigo pero le dije que en este instante tú tienes un compromiso... —Esa última palabra es suficiente para que el castaño deje de prestar atención y una idea se forme en su cabeza— y... ¿qué le digo?

Light voltea hacia sus jefes y luego hacia su subordinado, quien frunce el ceño al no entender nada, menos entiende lo que el castaño quiere decir al dar un breve asentimiento con la cabeza.

—Que vengas... —Le indica entre susurros y sin mover mucho los labios. Elle acata, después de todo por eso le pagan. Entra despacio, cerrando la puerta confundido.

—Uhm, tengo... tengo algo que decirles —Light carraspea la garganta, acomodándose la corbata mientras retrocede hasta quedar al lado del pelinegro—. No sé si están enterados pero nos... nos casaremos. —Sonríe, posando una mano sobre el pecho del otro.

—¿Qúe? ¿Qui-Quienes van a casarse? —Elle traga saliva, viendo hacia todos lados espantando.

—Tú y yo, tú y yo nos casaremos. —Asiente con una fingida sonrisa.

—Sí... —murmura como un autómata, sin entender nada pero sabiendo que debe hacerlo— nos casaremos, eso parece...

Teru entrecierra los ojos, igual o más confundido que Lawliet. —Quitando el hecho que es tu secretario...

—Asistente. —Corrije Elle.

—Sí, sí —Teru agita una mano mientras con la otra se acomoda los anteojos, frunciendo el ceño—, como sea, pero los dos son... hombres.

—No seas homofobico, Teru —Light ríe, pasando un brazo sobre los hombros de su "prometido"—. Además el matrimonio igualitario es legal en este país.

—Creo que lo que nos sorprende es que no sabíamos que tus preferencias se inclinaban hacia ese lado. —Explica Kiyomi, colocando los codos sobre el escritorio.

—Bueno, no iré por el mundo gritando mis preferencias, ¿verdad? —sigue riendo de forma nerviosa, ante lo cual carraspea la garganta para recobrar la compostura— lo cierto es que Elle y yo somos dos personas que no debíamos enamorarnos pero sucedió... —el peso de lo que ocurre parece que comienza a pasarle factura al pelinegro, quien luciendo asustado niega con la cabeza despacio—. Tantas noches trabajando juntos en la oficina, viajes solo nosotros a esos estados y... pasó, ¿verdad, cielo?

—Sssí, pasó... —Responde en voz baja mientras con su cabeza sigue negando.

—Traté de evitarlo pero mírenlo —toma una pálida mejilla de su asistente, la cual pellizca— ¿quién podría resistirse? Yyyy, ahora que lo saben, ¿están de acuerdo? Es decir, ¿están felices? Porque bueno, Elle y yo estamos felices. —Enrolla los brazos en uno del contrario, quien se mantiene inerte. El contacto solo dura pocos segundos antes que Light se aleje incómodo.

—Light, me alegro mucho por ustedes —expresa Kiyomi, limpiándose delicadamente algunas lagrimitas con un pañuelo—, pero háganlo legal, ¿bien? —Sonríe, mostrando su mano y moviendo el dedo anular.

—Sí, legal —asiente—. Creo que debemos presentarnos a las oficinas de inmigración de inmediato para dejar claro todo, ¿no? Lo haremos en seguida. Tengan buen día, ¿nos vamos, cielo?

Elle asiente como si fuera un cuerpo sin alma, el único motivo por el que da media vuelta y sale de esa oficina es porque Light lo toma del brazo para casi jalarlo. No entiende por qué dijo que sí, quizá le es tan leal a su jefe y desea tanto volverse un escritor famoso que cedió, pero es hasta entonces que cae en cuenta a lo que realmente acaba de acceder. No es sólo casarse con alguien a quien no ama, sino que hacerlo con alguien a quien nadie quisiera tener de jefe.Comienza a escribir tu historia

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro