1: Una promesa por cumplir
2 de septiembre de 2019.
Miami, Florida. Estados Unidos.
Era una mañana soleada y fresca. Era hora de comenzar un nuevo día, aún con un clima frío. Todos iban hacia sus lugares de trabajo. Los niños y jóvenes, a sus respectivas primarias, secundarias, preparatorias y universidades. Así es como se supone que iniciamos la semana.
Un chico vivía con su familia una casa grande, marcada con el número 5634. La casa se ubicaba en la calle 16 al suroeste, frentea la Escuela Secundaria Coral Park. El chico se veía lindo, tenia 17 años de edad. Era delgado y de mediana estatura, de piel clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Portaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Además de ello, cargaba una mochila negra en su mano derecha.
El chico bajó hacia la cocina de la casa, con tal de desayunar con sus papás antes de irse a la escuela. Se sentó en la mesa con ellos y empezó a desayunar.
-Hoy es tu primer día, hijo -dijo la mamá amablemente.
-Así es mamá. Hoy inicio mi primer semestre -dijo el chico amablemente.
-Mira que ya estás en tu último año, Jaime -dijo el papá amablemente-. No cabe duda de que has crecido mucho, hijo.
-Gracias, papá -dijo amablemente el chico, conocido como Jaime-. Hoy es mi primer día en mi último año. Siempre he querido ser locutor de radio.
-Nos alegra que estés luchando por tus sueños, hijo -susurró la mamá sonriendo-. Siempre hemos sabido que has sido muy inteligente, y que puedes lograr lo que te propongas.
-Es difícil, pero no imposible -dijo el papá-. Sólo no te des por vencido. Nunca te rindas en la lucha por tus sueños. Demuestra que vales mucho, y sigue adelante.
-Gracias, mamá. Gracias, papá -dijo Jaime amablemente.
Después de una charla matutina, Jaime y sus papás empezaron a desayunar. Jaime entendía que no debía empezar su último año con el estómago vacío, y tenía que prepararse muy bien para iniciar el día.
Momentos después, la familia terminó de desayunar. El papá se fue directamente hacia su trabajo, después de haberse despedido de su familia. Jaime tomó su mochila del piso y se la colgó en su espalda. Se despidió de su mamá, con tal de irse hacia la secundaria, que le quedaba frente a su casa.
-¡Ten cuidado, Jaime! -exclamó la mamá de Jaime.
-¡Sí, mamá! -exclamó Jaime mientras se disponía a caminar hacia la escuela en la que estudiaba.
Tras haberse despedido de su familia, Jaime se dispuso a caminar sin detenerse, hacia la escuela. El chico estaba en el último año de secundaria. Iba de buen humor, pues era su último año, y quería ser el mejor estudiante.
-¿Cómo estará Aranza después de tantos años? -susurraba mientras caminaba tranquilamente-. ¿Ya se habrá mejorado? ¿O le regresó la leucemia?
Con lo que decía, tenia entendido que su amiga Aranza había enfermado de leucemia, y que ya había mejorado. Sin embargo, tenia miedo de que esa enfermedad le hubiera regresado. Al parecer, estaba entusiasmado por volver a ver a su amiga de la infancia. Y quería hacerlo en breve, ya que temía que la enfermedad pudiera volverla a atacar.
-Los papás de Aranza no me han dicho nada... -susurró mientras seguía caminando-. Me dijeron que ya estaba recuperada de la leucemia. No entiendo qué está pasando aquí... ¿Será que la leucemia le regresó?
Seguía haciéndose varias preguntas en la cabeza, mientras seguía caminando hacia la escuela. Sólo soñaba con volverse a encontrar con su amiga de la infancia.
***
Mientras tanto...
Una chica vivía en la casa marcada con el número 9111, ubicada en la décima terraza al suroeste. La casa se veia grande y lujosa.
La chica se veia linda. Tenía la misma edad que Jaime, y era delgada y de media estatura. Tenía la piel clara, cabello largo castaño claro y ojos azules. Vestía una blusa azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Aún a pesar de que había padecido leucemia, ella se veia tranquila y alegre, puesto que contaba con el apoyo de sus papás.
Ella estaba en su habitación, esperando a su mamá. Ella llegó a la habitación y se dirigió hacia su hija, con tal de hablar con ella.
-Buenos días, Aranza -dijo la mamá sonriendo.
-Buenos días, mamá -dijo Aranza sonriendo.
-¿Dormiste bien, hija?
-Sí, mamá. Dormí bien.
Madre e hija se veían tranquilas mientras mantenían una conversación matutina. Ninguna de las dos tocan el tema de la leucemia, pero eso pasaría más temprano que tarde.
-Oye, mamá... -empezó a decir Aranza-. ¿Qué les dijeron los doctores acerca de mi enfermedad?
Esa pregunta empezó a poner muy nerviosa a la mamá. Está de más decir que ella no sabía qué responder, y sentía ganas de decirle la verdad. Pero prefirió decir una pequeña mentira piadosa, con tal de no lastimar a la joven.
-No, hija. Todavía no -dijo-. Pero tengo miedo de que me digan que la leucemia ha vuelto, con eso de que te ayer te desmayaste mientras estabas de compras con tus amigos.
-Mamá, a mi también me da miedo eso -dijo Aranza amablemente-. Pero lo que más me da miedo, es no cumplir la promesa que le hice a mi amigo de la infancia...
-Hablas de Jaime, hija... Tú y ese muchacho siempre han sido amigos desde que eran niños. Todavía me acuerdo de cómo se conocieron cuando estaban en la primaria.
-Así es, mamá. Desde que dejamos de vernos, sólo hemos podido comunicarnos por WhatsApp, Facebook, qué sé yo. Pero daría todo, daría lo que fuera por volverlo a ver. Aún no sabe que es probable que no me quede mucho tiempo de vida. Y me encantaria pasarlo junto a mi familia, y mi mejor amigo.
Aranza se ponía en un plan nostálgico cada vez que recordaba los buenos momentos que había pasado junto a Jaime, su amigo de la infancia. Tenía miedo de que la leucemia pudiera haber regresado, y deseaba hacer algunos últimos deseos en caso de que todo saliera mal.
-Hija, te prometo que algún día volverás a ver a tu amigo Jaime -dijo la mamá amablemente.
-Gracias, mamá... -dijo Aranza amablemente-. Jaime y yo nos volveremos a ver muy pronto.
Y así, después de una buena conversación, la mamá le dio un beso en la mejilla derecha a su hija y se despidió de ella. Pocos segundos después, salió de su habitación y caminó hacia la sala de su casa, donde se encontró con su esposo, el padre de su hija. Ambos se encontraban muy nostálgicos y angustiados por la salud de su hija.
-¿No se ha enterado de que la leucemia pudo haber vuelto? -preguntó nostálgico.
-No, cielo. No le hemos dicho nada aún -susurró la mamá angustiada-. Tengo miedo de lo que nos pueda decir el doctor.
-No me imagino qué tan duro va a ser este golpe para nuestra hija. Tengo miedo de lo que pueda pasar, pero debemos estar más unidos que nunca. Debemos ser fuertes, por nuestra hija. Y aceptar lo que venga, por más duro que sea.
-Tienes razón, cielo. Debemos ser fuertes por ella. Pero no soporto la idea de perderla muy pronto. No puedo soportarlo...
Estaba más que claro que los padres de Aranza tenían mucho miedo de perderla, pero comprendían que, aunque todo se les viniera en contra, debían ser fuertes por ella.
Momentos después, apareció el hermano de Aranza.
Ese chico estaba guapo. Tenía 21 años de edad. Era de alta estatura y delgado. Tenía el cabello corto rubio, ojos azules y piel clara. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Se le veía sumamente preocupado, al ver que sus padres no estaban bien.
-¿Cómo está mi hermana, doctor? -preguntó el chico sumamente preocupado.
-No del todo bien, hijo -dijo la mamá sumamente preocupada.
-Es sobre tu hermana, Nicolás -dijo el papá con tristeza.
Momentos después, los papás se quedaron callados. Nicolás no soportaba que sus papás se quedarán callados ante la tan dura situación por la que estaban pasando.
-¿Qué pasa con mi hermana? ¿Qué tiene? -murmuró intranquilo-. Por favor, no se queden callados. Díganme algo.
Los papás estaban muy i ntranquilos por la situación, pero decidieron hablar con su hijo acerca de todo.
-Es que creemos que a tu hermana le regresó la leucemia -dijo la mamá tristemente-. Creo que eso explica por qué no se ha sentido muy bien últimamente.
Nicolás quedó completamente sorprendido tras haber escuchado las palabras de su mamá. Está más que claro que tenía miedo de que algo malo que pasara a su hermana.
-¿Como que mi hermana podría volver a tener leucemia? -preguntó estupefacto-. No es posible, si ella estaba recuperado desde hace años. ¿Cómo es posible que se esté enfermando otra vez?
-No lo sabemos, pero es probable que haya vuelto -dijo el papá-. No estamos seguros si es la leucemia o no. La vamos a llevar con el doctor en unas horas para ver qué es lo que pasa.
-No puedo creer que esto le esté pasando a mi hermana... -susurró Nicolás molesto-. ¿Por qué ella? ¿Por qué ella se está enfermando y yo no? ¡Yo debería estar enfermo! ¡Esto no es justo!
Nicolás estaba sumamente molesto al saber que su hermana había vuelto a enfermarse.
-Cálmate, por favor, hijo -dijo muy preocupada la mamá.
-¡No me puedo calmar, mamá! -gritó Nicolás furioso-. ¿Cómo quieren que me calme, si me acabo de enterar de que mi hermana volvió a estar enferma? ¡No puedo soportar perderla, no lo soportaría!
-Hijo... -susurró el papá muy preocupado.
Al cabo de unos segundos, Nicolás se fue calmando poco a poco, e intentaba asimilar la situación por la que estaba pasando su familia.
-No quiero perder a Aranza -susurro mientras sus ojos se llenaban de lágrimas-. No quiero perder a mi hermana, por favor.
Era evidente que Nicolás estaba totalmente frustrado y enojado. Y es comprensible, pues su hermana estaba enferma nuevamente, y tenía miedo de que la leucemia pudiera haber regresado.
***
Escuela Secundaria Miami Coral Park.
Jaime estaba en la escuela. Había terminado algunas de sus clases, y estaba en la cafetería, comiendo junto a un amigo.
Ese amigo estaba guapo. Tenía la misma edad que Jaime. Era de mediana estatura y delgado. Tenía el cabello corto castaño, ojos color miel y piel clara. Portaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. A juzgar por la expresión de su rostro, se le veía preocupando, al igual que Jaime. Y la charla que sostenían, no hacía más tranquila la situación.
-¿Cómo te sientes con todo esto, Jaime? -preguntó el chico de playera roja.
-Mal, Salomón. Muy mal... -susurró Jaime-. No he vuelto ver a Aranza desde hace años. Supe que le dio leucemia y se recuperó. Pero no sabes lo culpable que me siento al no haber podido estar con ella en su lucha contra la terrible enfermedad.
-Entiendo tu situación, Jaime. Yo simplemente te aconsejaría, que la busques un día de estos, y hables con ella. Ambos hicieron una promesa de volver a verse, y la hicieron hace años. Y ahora más que nunca, deben cumplirla. Cuando la vuelvas a ver, debes pasar más tiempo con ella. Porque hoy quizá puedan estar juntos, pero el día de mañana, sabrá Dios que pasará.
-Tienes razón, Salomón. Ahora más que nunca, debo reencontrarme con ella, tal y como lo prometimos. Ambos prometimos que nos volveríamos a ver, y ahora entiendo. Entiendo que ahora más que nunca, hay que cumplir con la promesa.
Jaime se encontraba sumamente pensativo mientras mantenía la conversación con Salomón. Estaba muy apenado por la posibilidad de perder a su amiga de la infancia, y pensaba en que lo mejor, era reencontrarse con ella, en caso de que la leucemia volviera.
-¿Y cuándo le dicen los doctores sobre su enfermedad? -preguntó Salomón.
-No lo sé -dijo Jaime-. No sé cuándo le dicen qué pasó con su enfermedad, si volvió o no volvió.
-Espero que no regrese, bro. Sólo puedo desear que tu amiga Aranza esté bien. Espero que tu amiga de la infancia se encuentre bien, y que puedan pasar buenos momentos juntos, antes de que ella parta.
-Muchas gracias por preocuparte, bro.
Jaime estaba intranquilo al saber que Aranza podía volver a enfermar de leucemia. Y quería estar al pendiente de la situación como si fuera miembro de la familia de su amiga. Aunque aparentaba estar tranquilo, en el fondo tenía miedo de lo que podía llegar a pasar.
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