Extra - Fuimos esperanza
Extra: 1 millón de lecturas
Línea para fingir sorpresa (martu no me falles)
·Entre el capítulo 54 y 55·
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EXTRA
C R Ê P E S
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Olivia Wilson
Nantes, Francia
Lunes, 2 de agosto
—A quelle heure tu es rentré hier soir? [¿A qué hora volviste anoche?]
Termino de bajar las escaleras intentando hacer el menor ruido posible. No esperaba que los abuelos de Asher siguieran en casa por la mañana. Por lo que él me dijo, suelen salir a dar un paseo temprano y desayunan fuera o pasan la mañana con algunos amigos suyos en su cafetería favorita. Eso es lo que hicieron ayer. Hoy, en cambio, escucho a la abuela de Asher en la cocina y alcanzo a ver a su abuelo leyendo el periódico en la silla más alejada.
—Je ne sais pas, mémère. [No lo sé, abuelita]
—Asher... —presiona su abuela con molestia.
Su abuelo levanta la mirada al verme entrar a la cocina y, como todas las veces en las que me he cruzado con él, apenas me da un ligero gesto de reconocimiento antes de volver a lo suyo. No es que le caiga mal, al menos eso es lo que me ha dicho Asher, que simplemente es alguien distante. Incluso con él.
Aunque hay algo en esa actitud que no se siente tan frío como debería, sino reconfortante. He visto suficientes reacciones como para entender esa apagada aceptación en su mirada. Está cómodo cuando estoy alrededor, y ese es el mayor halago que podía darme.
—Dois-je appeler ta mère? [¿Debo llamar a tu madre?]
—Pour dire quoi? Que son fils...? [¿Para decirle qué? ¿Que su hijo...?] —Asher deja la frase a medias al mirar hacia la puerta. Sea lo que sea que iba a decir, lo deja estar y, por la amplia sonrisa que me da su abuela, diría que ella también—. Siempre actuando con cordialidad solo cuando hay invitados presentes, mémère.
Su abuela puede no haber dicho una sola palabra en inglés desde que llegué, pero no hay duda de que entiende bien el idioma, sobre todo por el toque de advertencia que le da a su siguiente comentario hacia Asher. Él responde un conocido sarcasmo que, si no me equivoco, rozará algo similar a: "Que sí, lo que tú digas".
—Ignórala, yo lo hago todo el tiempo —ofrece hacia mí.
—Tu te conduis comme un enfant gâté. [Te comportas como un niño malcriado]
—Grand-mère, tu peux pas prendre une pause? [Abuela, ¿no puedes darme un descanso?]
—Comme un enfant gâté —insiste ella más bajo.
—Puedes cruzar la puerta, no va a saltarte a la yugular porque te acerques. Solo lo hace con sus queridos nietos. —Asher no puede dejar ir la oportunidad de presionar más, pero su abuela se limita a ignorarle esta vez—. ¿Ya has pensado qué tortura turística toca hoy?
Su abuela suspira.
Sí, lo está entendiendo todo.
Aun así sigue sin decir nada en inglés. Asher ya me avisó en su momento. Me contó que con su hermana pequeña es igual. Cuando hablan, Lily solo habla en inglés y sus abuelos le responden en francés. Él tiene la teoría de que al entender ambos idiomas simplemente prefieren usar el que más seguridad les da al hablar.
Al menos su hermana.
Sus abuelos, por lo que me contó la primera noche, empezaron a estudiar el idioma cuando nació el hermano mayor de Asher. Pensaban que sería la única forma de comunicarse con él. "Les cuesta mucho hablarlo y no se sienten cómodos porque se les hace muy difícil, no te tomes como algo personal que no quieran intentar hablar en inglés contigo", explicó.
Aparto la silla más cercana a la puerta y no puedo evitar girarla lo suficiente como para que mi espalda dé contra la pared y no hacia la puerta.
—Me apetece ver el Museo de Bellas Artes.
Asher pone mala cara como respuesta, dejando ir un chasquido a modo de negación que capta la atención de su abuela. Ella alcanza una servilleta de tela y le golpea en la cabeza con ella como advertencia.
Me preguntaba cuándo llegaría el día en el que alguien igualara el carácter de Asher y le hiciera retroceder con cada comentario. No esperé llegar a verlo, pero ahora me encuentro escondiendo mi sonrisa con aprecio. Se siente tan reconfortante como el ambiente al cenar con ellos. Esa facilidad para moverse, esos diálogos fluidos donde su abuela se indignaba cada vez que Asher no quería traducir lo que me decía o cambiaba las palabras. Una naturalidad que me tiene entendiendo que así es como actúan las familias.
Una que me hacía sentir que la razón por la que mi casa nunca se sintió como un hogar iba más allá de un simple cambio de nombre. Apoyo el pulgar contra uno de mis anillos intentando apartar ese pensamiento.
—Ignore-le. Le musée Musée d'arts de Nantes est un magnifique lieu à visiter [Ignórale. El museo de Bellas Artes de Nantes es un lugar magnífico que visitar] —La abuela de Asher me habla a mí cuando deja un plato de crêpes recién hechos en la mesa—. Mange. Tu manges presque rien. [Come. No comes casi nada]
—¿Qué ha dicho? —pregunto hacia Asher.
—Nada importante.
De nuevo, se lleva un golpe con la servilleta en la cabeza.
Casi entre dientes, responde:
—Dice que me ignores, que el museo es un buen lugar que visitar y... —Mira hacia su abuela solo para encontrar esa mirada fija de vuelta. Ella está esperando oír la traducción que quiere y está lista para darle otro golpe si no es así. Asher se rinde al notarlo—. Dice que comas. Al parecer no comes tanto como a ella le gustaría.
Su abuela apoya una mano en su hombro con aprobación antes de acercarse a hablar con su marido. Su conversación pierde fuerza cuando mi atención cae en los crêpes. Ayer Asher dejó uno sobre la mesa por la mañana. Muy diferente a los que tengo delante. Lo hizo como si yo no le hubiera oído salir de casa con sus abuelos o no hubiera visto la servilleta con el nombre de una crepería que hay a la vuelta de la esquina.
—Me cae bien —digo en bajo.
—Solo te cae bien porque le encanta quitarme la razón. —Tira de uno de los crêpes y parte un trozo que llevarse a la boca. Por segunda vez, no los ha preparado él. No debería, pero eso me devuelve un ligero toque de decepción—. Pero yo que tú le haría caso salvo que quieras que empiece a hacer lo mismo también contigo.
Rozo el plato con mis dedos sin llegar a agarrar la comida.
No puedo quitarme de encima el malestar que lleva conmigo desde que decidí volver a Virginia. Mis nervios están a flor de piel, me cuesta dormir e, incapaz de dejar de darle vueltas a cada paso que daré como si eso fuera a terminar con los nervios, me ha robado también el hambre.
Claro que eso no evita que coma, sobre todo con lo bien que cocina la abuela de Asher. Nunca había probado comida casera tan rica, ni siquiera cuando Ramírez cocina para mí en mi cumpleaños. El único problema es que la abuela de Asher no lleva bien que merodeen a su alrededor mientras cocina y, la única vez que lo intenté con la excusa de ayudarle a poner la mesa, ella me echó de la cocina.
Literalmente.
Me empujó fuera y cerró la puerta.
Asher estaba en las escaleras cuando pasó, con las manos en los bolsillos, la espalda apoyada contra la pared en una postura relajada, y una sonrisa creciendo sobre sus labios. "Te lo advertí —dijo—, mi abuela y mi madre no dejan que nadie esté en la cocina cuando están ellas."
—Olivia —llama la abuela de Asher desde el otro extremo de la mesa. Sorprendida, dejo el vaso a medio camino de mis labios. Ella no me ha llamado por mi nombre desde que la he conocido y el acento lo moldea de forma curiosa cuando lo hace—. Mange [come].
Señala el plato.
—Mange —repite.
—Grand-mère, laisse-la tranquille. [Abuela, déjala tranquila] —responde Asher sin mirar hacia ella. Se estira sobre la mesa para alcanzar la caja de galletas que compramos ayer mientras hacíamos turismo y la deja entre los dos—. Ignórala.
Su abuela se limpia sus manos en el delantal antes de quitárselo, colgarlo de una de las sillas y decirle algo a su marido. Él se pone en pie poco después. Se estira, recoge la chaqueta fina que ha dejado en el respaldo y se toma su tiempo para atársela. No sé qué le dice a Asher, pero parece conforme cuando Asher asiente con escasas dos palabras como respuesta.
—Van a desayunar con unos amigos —traduce.
Su abuelo inclina la cabeza hacia mí antes de ir hacia la puerta, un gesto de despedida tan disimulado que apenas es perceptible. La abuela de Asher es algo más persistente con el tema de la comida. Ella empuja el plato hasta dejarlo al borde de la mesa, pegado a mí, me da un par de frases para las que dudo necesitar traducción mientras señala los crêpes y, tras otra queja de Asher en el mismo idioma, sale de casa junto a su marido.
—Deberías tomarte como un halago que sea tan pesada contigo. Eso en ella es adoptarte como una nieta más. —Como si acabara de darse cuenta de lo que ha dicho y eso le sorprendiera para mal, se acomoda en su silla para quedar más lejos—. Si vamos al museo, invitas tú a comer. No pienso soportar esa tortura sin ganar nada a cambio.
—¿Por qué no me sorprende?
Por fin, pruebo los crêpes.
No hay muchos, apenas había cuatro amontonados y Asher ya ha terminado dos en este tiempo. Esperaba que tuvieran algo más que azúcar glass por encima y espero lo peor al no verlo, pero me llevo una grata sorpresa al probarlos.
—Sabe a naranja.
—¿Por qué pareces tan sorprendida?
—¿Honestamente? Porque siempre he pensado que se les echa cosas para que no notes cómo sabe la masa. No puedo creer que la masa sola pueda estar rica. —Asher parece complacido con mi respuesta—. No sonrías así, el halago es hacia tu abuela. Sé que los ha preparado ella.
Estira una mano hasta mi silla y tira hacia él.
—Ni dos días y ya os habéis aliado en mi contra, creo que esto está dejando de gustarme.
Escondo detrás de una sonrisa la angustia que su comentario me deja.
Porque me hace sentir que encajo y eso me aterra. Me asusta tanto como la gentileza con la que me tratan sus abuelos y lo cómodo que ha sido cenar con ellos aun cuando el idioma es una barrera gruesa entre ellos y yo. Me asusta lo bien que se siente. Lo acogida que me siento.
Y la forma en la que me preocupa causar una buena impresión.
No porque no sepa cómo hacerlo, eso es algo que suele dárseme bien. Cada vez que me presentaban a la familia de uno de los chicos con los que tuve una relación necesitaba pocos minutos para entender su forma de ser y actuar en consecuencia. Sé cómo crear una buena impresión, pero siempre era algo premeditado. Preparado. No es quien quiero ser. No es quien quiero seguir siendo.
Y me preocupa que quien soy yo no sea suficiente.
El frío recorre mi cuerpo.
No debería desear tanto causarle una buena impresión a la familia de Asher. Me voy mañana. No debería importarme. Pero me importa. Mucho. Eso es lo aterrador. Confuso, preocupante y aterrador.
Asher se pone en pie y yo vuelvo a la realidad con el ruido. Le veo dejar el plato de crêpes sobre la encimera y alcanzar la masa que han dejado cerca de la sartén. Enciende el fuego para preparar un par más.
—Entonces, plan para hoy, galería de arte, comer -tú invitas-, y luego andar hasta que algo llame tu atención y encuentres una forma de manipularme para ir a verlo. ¿No?
—Sí.
Asiente sin mirar hacia mí.
Es ahí, sin saber bien cómo es posible, que el silencio que siempre ha sido agradable entre nosotros se vuelve pesado. Como si las palabras no dichas hubieran empezado a levantarse entre nosotros, llevándose con ellas cada respiración.
Mantengo la mirada en él, en su forma de cocinar. Miro atentamente la forma en la que deja caer la masa y cómo mueve la sartén para esparcirla antes de alcanzar un curioso palo de madera con forma de T para volver la masa más plana. Entonces pasa, ese extraño palo se escapa de sus dedos y cae por completo en la sartén delatando su tensión.
Maldice en francés y lo lanza hacia el fregadero.
Parece ser que no soy la única que sentía esa presión en el silencio.
—Por cosas como esta se nota que lo ha preparado tu abuela y no tú —intento bromear. En un intento más significativo de relajar el ambiente, me pongo en pie y voy hacia él—. Dieciocho años y necesitas supervisión para usar una sartén. Ahora entiendo por qué pides tanto a domicilio.
—No empieces.
Apoyo una mano sobre su brazo extrañando el "rubia" al final de esa frase. Bajo mis dedos todo lo que siento es esa tensión tan marcada en su cuerpo. Levanto la mano hasta su hombro, dándole un ligero apretón esperando una reacción que no me devuelve antes de ir a buscar el palo que ha lanzado al fregadero.
Lo recojo y, bajo su atenta mirada, me tomo un tiempo para limpiarlo antes de dejarlo de nuevo en su mano. Cierro sus dedos alrededor del utensilio, invitándole a seguir con lo que estaba haciendo mientras yo merodeo a su alrededor.
Al final me decido por hacer lo que tantas veces he hecho en París: Sentarme en la encimera mientras él cocina. Su mirada me sigue todavía. Mantiene el ceño ligeramente fruncido hasta encontrar familiaridad en el gesto. Casi dudoso, deja que sus dedos rocen mi pierna.
—¿A qué hora quieres salir de aquí? —pregunto.
Se toma su tiempo para responder.
Roza mi pierna hasta dar con el borde de los pantalones cortos de satén del pijama y agarrar el borde. La tensión en su expresión se intensifica mientras mira la forma en la que la tela se mueve bajo sus dedos.
—Asher —llamo.
Levanta la mirada demasiado rápido como para esconder su mirada. Mi corazón da un vuelco al verlo. Esa sensación desoladora que me golpea al encontrar un reflejo de mis propios pensamientos en el azul de sus ojos. Pero él pestañea y lo aleja de mí.
—Son las siete de la mañana, no tengo prisa. —Su mano baja hasta mi rodilla y su atención vuelve a la sartén. —Además, el museo abre a las once. Por muchas ganas que tengas de ir, no pienso estar esperando en la puerta hasta que abran.
—Siempre podemos quedarnos y dormir un rato.
Ayer volvimos a las cuatro de la mañana y paramos a por un pequeño snack antes de ir a dormir. Apenas hemos dormido más de dos horas cada uno. Aun así la idea parece molestarle y lo descarta con un apretón en mi rodilla.
—¿Y el jardín al que no quisiste entrar ayer? —pregunto.
—El jardín —repite con un toque de humor que me reconforta más de lo que debería—. Ahora sí que estás intentando arruinarme la mañana, rubia.
No puedo contener la sonrisa al oír ese dichoso apodo.
Su toque de humor.
Su forma de empezar a relajarse por fin.
¿Cómo me puede afectarme tanto cómo otra persona reacciona? ¿Por qué me importa tanto aliviar el malestar que noto en alguien más? Pero el pensamiento desaparece junto a una de sus sonrisas.
—Anda baja de ahí antes de que rompas algo —añade.
—Alguien tiene que vigilarte mientras cocinas, ¿recuerdas?
Da un apagado "Uhm" como respuesta antes de agarrarme de la cintura para bajarme de la encimera. Sobra decir que no deja espacio para distancia entre nosotros cuando mis pies pisan el suelo.
—Mejor desde el suelo.
Su mirada cae en uno de mis mechones de pelo y noto cómo sus pensamientos se alejan una vez más. Esta vez, al menos, es de forma más tranquila. Alcanza el mechón de pelo, deslizándolo entre sus dedos con lentitud.
—Me obligas a llevarte por la ciudad, me haces cocinar para ti y encima tienes la manía de llevarme a los peores lugares que se te ocurran. —Su tono es bajo, apagado, como si fuera uno de tantos que compartimos entrada la madrugada—. Esto no está pagado, rubia.
Levanta la mirada, alcanzando mis ojos una vez más y hay tanta suavidad en ellos que me roba la respiración. Suavidad. Admiración.
Y me atrevería a decir que un toque de cariño.
—¿Hay algo más que quieras añadir a tu plan de tortura o vas a dejarme respirar un poco los próximos días?
Próximos días. Lo dice como si no fuera a irme mañana. Y yo lo tomo como si fuera cierto porque hay algo en su expresión que me hacen desear que lo sea. Alcanzo el cuello de su camiseta, estirándome sobre mis pies para quedar más cerca. Me quedo con él, dejándole ocupar cada uno de mis pensamientos como si siempre hubieran sido suyos.
—No lo sé, ¿hay más cosas por Nantes que no te gusten? —pregunto de vuelta.
Suspira de forma exagerada y...
Besa mi frente.
Presiona sus labios contra mi frente por largos segundos y deja un: "Me dan ganas de pegarte una nota y dejarte abandonada en la puerta de los vecinos" contra mi piel.
Pero los dos sabemos que sus palabras están lejos de tener ese significado.
Cierro los ojos, resguardándome en el calor que ese gesto me devuelve. Me gustaría decir que mantengo la compostura, pero escondida cuando no puede verme tengo que pelear contra unas inmensas ganas de llorar que nacen a raíz de la impotencia.
No quiero soltarle, no quiero que se aleje de mí.
Quiero mantener este momento aquí.
Encerrarme en un instante.
Nunca quisimos nada serio y se suponía que no habría sentimientos de por medio.
Pero son las siete de la mañana y estamos en casa de su familia.
Él me está preparando el desayuno.
Y yo me siento más feliz de lo que me he sentido en mucho tiempo.
Pensando en la vida que podríamos tener.
Solo quiero quedarme en este momento un poco más.
Pero el crêpe, olvidado en la sartén, empieza a oler a quemado y Asher se aparta. El movimiento es tan brusco que doy un paso hacia delante para recuperar el equilibrio, sintiendo su ausencia tan marcada que me asusta.
Me asusta porque temo el daño que eso pueda hacerme.
Y él no se da cuenta, porque empieza a hablarme sobre lo pesado que va a ser este día para él. En las pocas ganas que tiene de que le arrastre de turismo y en el restaurante en el que tendré que invitarle a comer para equilibrar las cosas. Vuelve a ser él. El chico de París y yo me pregunto, fingiendo la misma naturalidad que hemos compartido estos días, qué será de las dos personas que han estado aquí durante unos minutos.
Las que han dejado ver sus miedos y los han visto reflejados en el otro.
Me pregunto si ellos tendrán algún futuro.
O si siquiera tendrán la oportunidad de volverse a encontrar.
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LES ECHABA TANTO DE MENOS, NO PUEDO CREER PODER COMPARTIRLES UNA VEZ MÁS CON VOSOTRS, AMO AQUÍ 💘
La abuela de Asher aceptando a Olivia
LLORO
Asher no sabiendo lidiar con sus emociones
LLORO
Asher y Olivia dándose un momento para dejar ver ese "No sé qué siento pero me está destrozando saber que va a terminar"
LLOROLLOROLLORO
Eran chikitos para entender lo que sentían, mi corazón : (
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Información importante:
Tenéis 2 extras más de LPDA en mi perfil, echad un ojo a "La promesa de Asher (extras)" y mantenedlo en vuestras bibliotecas que pueden venir sorpresas 💓
Hay una versión 2022/23 de la novela de Jayden Bremen en Inkitt (Compañeros de delitos)
Se viene novela de Lily Bremen (+ Tim y Arthur Ilsen) así que atents a mi perfil 👀
Dominic Bremen tendrá su novela, pero aún no estoy lista para escribirla. Él es mi Bremen favorito y estoy deseando que sepáis de su redención y por qué Asher pasó de ser alguien a quien no soportaba al único miembro de la familia con quien sigue en contacto - y al que aprecia. Solo que habrá algo antes de llegar a él, pero llegaremos a él y valdrá mucho la pena.
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Ahora sí, os mando un abrazo y todo mi amor
Gracias por todo
Nos leemos pronto (espero)
— Lana🐾
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