Capítulo 9 - Mini inquilinos
9 | Mini inquilinos
Sábado, 6 de junio
Olivia Audevard
Vuelvo al piso demasiado cansada como para estar molesta.
Estoy exhausta mental y físicamente. Ha sido una semana larga y, si soy sincera, lo único que quiero es meterme en mi habitación y no salir de ahí hasta el lunes. Estoy demasiado despejada como para dormir, pero quedarme tumbada en la cama unas horas viendo alguna película suena tentador.
Como en las catacumbas, donde mi única meta era llegar a la siguiente galería, aquí divido mis metas en partes. Llegar a la estación. Llegar a mi piso. Una cosa cada vez. Esa forma de verlo es lo más efectivo cuando debo esforzarme físicamente.
En cuanto llego a la puerta del piso me descalzo. El dolor que se había ido adormeciendo estalla en cuanto piso suelo plano. Ya no sé ni qué es peor.
Abro y la molestia me golpea por unos instantes cuando me invaden las voces y el movimiento. Ya están despiertos. ¿Cuánto he tardado en llegar?
Obviamente, me ven aparecer.
Hay una chica rubia de pelo corto que se pierde por el pasillo en cuanto yo llego. No estoy segura de si es la chica de la que me hablaron, la que no se relacionaba con el resto: Chloe, o si se trata de alguien a quien otra persona del piso ha traído.
Cierro la puerta y cojeo hacia el pasillo.
—Buenos días —les digo a Ansel y Tony.
Tony está fresco -como si hubiera dormido ocho horas y acabase de salir de un espá hace minutos-. Ha preparado unos gofres con fruta que tienen muy buen aspecto y come de pie, con la espalda contra la encimera.
Ansel, en cambio...
Paro a mirarle.
—¿Está bien? —le pregunto a Tony.
Ansel está sentado junto a la isla de la cocina, con un brazo estirado y la cabeza apoyada sobre él. Solo tiene una manga de la camisa puesta, su pelo está hecho un desastre, tiene un zapato sobre la mesa -junto a su brazo- y, por razones que no comprendo, gafas de sol tan mal puestas que puedo ver un ojo cerrado.
Tony le da la vuelta al tenedor y presiona la espalda de Ansel con él. Lo intenta una vez más diciéndole algo en francés antes de rendirse ante la falta de respuesta y volver a sus gofres.
—Hace unos minutos todavía respiraba —responde Tony.
Paso la mano con la que sostengo mis tacones por mi frente para quitar el sudor y, todavía cojeando un poco para intentar que no duela, me acerco a ellos. Me quejo un poco al sentarme junto a Ansel y dejo caer mis tacones al suelo.
Apoyo el codo sobre la mesa para poder sostener mi barbilla en la mano.
—Ansel —llamo—. ¿Sigues vivo?
Uno, dos, tres segundos.
Miro hacia Tony que, tranquilamente, sigue comiendo.
—¿Qué tal acabó la noche? —le pregunto.
—Yvonne se echó una siesta en Duplex y tuvimos que volver en taxi antes porque estaba cansada, Ansel desapareció hasta a las siete. Me llamó preguntando dónde estaba él como si yo lo supiera. —Hace una pausa—. Tuve que ir a buscarle. Kamun ha salido hacia el aeropuerto hace unas dos horas. —Parte un trozo del gofre y se lo lanza a Ansel a la cabeza. Se queda entre su pelo—. ¿Qué tal la tuya?
—No me quejo.
Tony se estira un poco para alcanzar una taza de café que ha dejado en la encimera y le da un trago.
—Se nota, son las doce —dice. Dejo la mano caer, pero Tony hace una seña con la taza hacia Ansel antes de poder hablar yo—. Deberías despertarle antes de ir a dormir, estaba preocupado porque no habías vuelto. Tan preocupado que robó el gato del vecino.
—¿Que hizo qué?
—Pregúntale a él, no entiendo cómo funciona su lógica borracho. —Termina el café y tira lo poco que quedaba de gofre a la papelera para poder limpiar el plato—. Claro que también dudo de su lógica cuando está sobrio.
Limpia y deja todo a secar. Antes de irse, agarra el trapo con el que se ha secado las manos y se lo lanza a Ansel a la cabeza. El trozo de gofre cae y Ansel murmura incoherencias. No estoy segura de qué movimientos hace, pero tira el zapato que había sobre la mesa al suelo y sus gafas de sol terminan ahí también.
Como un niño, Ansel se tumba sobre sus brazos de nuevo, adormilado. Vuelvo la mirada hacia Tony.
—¿Lleva aquí desde que ha llegado? —pregunto.
—No ha querido moverse. Aunque creo que se olvidó de la razón por la que quería estar aquí y decidió seguir quejándose porque recordaba que se estaba quejando pero no por qué.
Le conozco poco, pero eso suena correcto.
—¿Y la razón era... ?
—Esperar a que tú llegaras.
Tony saca una tableta de chocolate de su estante antes de alejarse.
—Yo vuelvo a mi habitación, tengo que rellenar los papeles para unas prácticas que quiero hacer —me dice—. Deberías dormir un poco.
—Oye, Tony —llamo antes de que se aleje demasiado—. ¿Qué es eso que has dicho de un gato?
Tony deja el aire ir y, cansado, niega.
—Pregúntale a Ansel.
Con eso, se va.
Apoyo la barbilla sobre mi mano una vez más.
—Ansel —llamo.
Nada.
—Ansel, ¿no crees que deberías ir a tu cama para dormir ahí? —Recibo un apagado "Uhmm" como respuesta. Gira la cabeza cuando lo dice y encuentro marcas de pintalabios sobre sus labios y mandíbula—. Venga, despéjate un poco, vas a estar mucho más cómodo en tu cama.
Ahí abre un poco los ojos.
Pasan unos segundos hasta que habla y, confuso, pregunta:
—¿Olivia?
Se levanta un poco, sus manos sobre la mesa. No estoy segura de querer saber cuánto bebió anoche o hasta qué hora. Lo que sí sé es que, cada vez que le veía en Duplex, estaba en la barra o entre desconocidos pero con una copa en la mano.
—Tony me ha dicho que estabas preocupado porque yo no llegaba —cuento.
Sin responder, Ansel mira su brazo y parece sorprenderse. Primero sonríe un poco pero luego es como si algo no encajara y se horroriza. Se echa tanto hacia atrás que temo que vaya a caerse de la banqueta. Por suerte para ambos, eso no pasa.
—¿Y esto? —pregunta anonadado. Presiona la mano contra el brazo y lo gira torpemente para verlo mejor—. ¿Por qué estoy lleno de arañazos? —Me mira como si yo tuviera la respuesta, o quizás para compartir el horror—. ¿Pero tú estás viendo esto?
Al fin me deja tirar de su brazo y se me queda mirando como un niño que espera que le den la razón. Paso el pulgar sobre una de las marcas. Sí, tiene algún que otro arañazo cerca de la muñeca, pero son superficiales, marcas rojas algo largas según la zona que no han llegado a sangrar.
—Eso se va rápido, Ansel. Además, creo que ya sé de lo que es. —Por cómo me mira, él no parece saberlo—. Tony me ha dicho que robaste el gato de vuestro vecino.
—¿Que hicimos qué?
—Que tú lo robaste, más bien.
—¿Que yo qué? Tu te fous de moi? [¿Bromeas?/¿Me tomas el pelo?]
—No me mires así, es lo que Tony ha dicho.
—Te estaba vacilando entonces. El único gato de algún vecino al que conocemos es el del señor Chevalier y ese no lo toco ni con un palo. —Se pone en pie—. ¿Tú cuándo has vuelto?
—Hace poco.
Estiro un poco los pies, todavía en el aire y descalzos desde que me he sentado. Al hacerlo, siento un par de pinchazos antes de suavizarse de nuevo. Ese dolor es constante, la molestia, casi como un latido molesto.
Ansel levanta una mano cuando la luz que entra por la ventana de la cocina le golpea. Ni siquiera estoy segura de si todavía no le ha llegado la resaca porque aún tiene un punto o si es uno de los pocos que no sufre sus consecuencias, pero, quitando la luz, no da señales de malestar.
—Así que Yvonne al final pudo juntarte con su amigo modelo —dice.
—¿Tú cómo sabes eso si ni siquiera estabas con nosotros cuando lo dijo?
—Olivia, llevo dos años viviendo con ella, la conozco demasiado bien —ríe—. ¿Entonces?
—Entonces nada. —Me mira incrédulo. No pienso hablar de lo que hago o dejo de hacer con él, me niego. Así que cambio de tema para que lo olvide—. He ido a ver las Catacumbas de París esta mañana, ¿has ido alguna vez?
—Una y no más, casi me mato por esas malditas escaleras.
—¿Tú también? —pregunto algo ilusionada—. Me he caído ahí, son horribles.
—Somos dos entonces.
Me da un intento de sonrisa que el cansancio esconde. Apenas puede mantener los ojos abiertos y no tardo en levantarme para empujarle hacia su habitación. Mis pasos siguen siendo igual de torpes que antes, incluso más.
Ansel se deja empujar hacia su puerta.
Le veo caer de bruces sobre su cama segundos después.
—Buenas noches, Ansel.
Antes de irme, murmura.
—¿Olivia?
—¿Sí?
—¿Recuerdas lo que te he dicho antes sobre que Tony estaba vacilándote?
—Sí, ¿por qué?
Ansel se echa hacia atrás y saca una bola blanca del suelo para dejarla a su lado sobre la cama. Tardo unos segundos en entender lo que es por la falta de luz, pero, en cuanto veo movimiento, lo tengo claro. Es un gato blanco de pelo largo y bastante gordo.
—Has robado el gato de vuestro vecino —dejo ir incrédula.
—No creo que sea el del vecino, probablemente me lo encontré por la calle en algún momento y... —Busca en el cuello del gato hasta dar con que tiene collar con nombre y se paraliza—. Putain! Normal que el señor Chevalier no nos soporte, hemos secuestrado a su gato.
—Has —puntúo.
Me mira.
Luego se deja caer de espaldas sobre su cama una vez más.
—No tengo fuerzas para quejarme ni explicar por qué la culpa es de Tony por dejar a mi yo borracho desatendido, pero la culpa es suya —bromea suavemente—. Buenas noches, Olivia.
Buenas tardes más bien.
Paro un instante antes de cerrar su puerta porque hay algo que me mantiene ahí, unas palabras que ahora se abren paso con cierta fuerza. Cierro los ojos por un momento, queriendo borrarlo, pero no puedo.
—¿Ansel?
—¿Uhm?
Gracias por preocuparte y quedarte esperando, no tenías por qué hacerlo pero es un bonito gesto. Nunca antes a nadie le había importado que volviera bien salvo a mi madre, supongo que es lo que tienen las amistades superficiales, no crear lazos. Quizás por eso ese gesto tan pequeño, aunque olvidado al despertar, signifique tanto para mí. Quizás por eso quiera darte las gracias con tanta fuerza.
Lo pienso, pero no soy capaz de decirlo.
Cierro la mano contra la puerta.
—Recuerda devolver el gato cuando despiertes, descansa —digo en su lugar.
Con eso cierro su puerta, vuelvo a por mis tacones y me encierro en mi habitación.
Lo primero que hago es poner mi móvil a cargar, luego deslizo el portátil sobre mis piernas, me pongo los auriculares, y escribo el informe de ayer. Omito ciertas partes, como a Thomas, siempre dejo esos temas a un lado. La única persona a la que se lo cuento es a Ramírez porque no hay nada que esconda de él.
Escribo sobre la matrícula del coche que he visto en tres lugares diferentes por los que he pasado: En mi calle y cerca de la discoteca. Hablo del hombre de seguridad con una anotación de las palabras de Asher sobre la "restricción de acceso" de Le Duplex. Les cuento que volvimos todos juntos a las nueve pero que algunos decidimos parar a desayunar y terminamos visitando las catacumbas por estar cerca. No miento del todo, solo oculto ciertas cosas. Quiero seguridad, pero también necesito tener mis secretos. Guardar ciertos detalles para mí es una de las pocas cosas que mantienen mi cordura.
Reviso el documento para marcar mejor algún detalle y poner en negrita lo que quiero que revisen o creo que deberían comprobar. Generalmente siempre son cosas que ellos descartan, pero nunca se sabe.
Lo envío.
Se me encoge un poco el corazón al apartar el ordenador. Cansada, las emociones se abren paso más fácil y me encuentro sacando la pequeña caja que hay bajo el forro de mi maleta como respuesta. Saco de ahí lo único que nadie sabe que tengo, mi mayor secreto.
Las gafas de leer de mi padre.
Son redondas, de patillas grises y pequeñas. A día de hoy todavía no he confesado que yo las tengo, que eso no debería estar como un interrogante en su caso. No puedo hacerlo. Antes me decía que era porque, si decía que las tenía, me las quitarían. Ahora las guardo porque han pasado tantos años que ya ni recuerdo cómo llegaron a mí.
La noche en la que mi padre fue asesinado es un borrón en mi cabeza, uno en el que no quiero ni soy capaz de pensar. Veo partes sueltas, pero, en algún momento de la noche, sé que me debí llevar sus gafas. Quizás fue lo único que conseguí sacar de allí. Me recuerdo abrazando a mi madre, viendo las luces de policía y a agentes entrar en mi casa mientras ella me sacaba en brazos.
Las luces, las formas, ese abrazo fuerte de mi madre y la angustia cuando me llamó a gritos minutos atrás porque nadie podía encontrarme siguen revolviéndose en mi memoria.
Sin soltar las gafas, presiono las palmas de las manos contra mis ojos al sentir las lágrimas. ¿Cuántos años han pasado ya? ¿Diez? ¿Casi once? Sin embargo sigue siendo una herida abierta. Una herida que nunca nos han dado la oportunidad de cerrar porque, esa noche, un hombre al que iban a meter tantas cadenas perpétuas que no saldría libre ni en nueve vidas, decidió que su abogado había jugado en su contra. Mi padre solo cometió el error de tener buen corazón, de ofrecerse para defender a aquellos a quienes nadie querría nunca defender. Se arriesgó demasiado porque llegó el día en el que un alma incapaz de ser salvada vio venir su condena y decidió culpar a su abogado.
Matar y huir.
Llegó el día en el que alguien fue a por mi padre para vengarse por algo que nunca fue culpa de mi padre en primer lugar. Hay almas corrompidas, demasiado oscuras como para poder ser salvadas y, por desgracia, el hombre del último caso de mi padre era una de ellas.
Mi padre no se merecía lo que le pasó y, por desgracia, la sed de venganza de su asesino no murió con él. Su asesino huyó y decidió hacer "justicia" por la condena que iba a caer sobre sus hombros. Se adelantó, se vengó, y decidió que ellos no estarían a mano hasta terminar con todo lo que mi padre más amaba: Nosotras.
Me gustaría decir que los años han borrado ese deseo, que lo han suavizado, pero en su lugar esa venganza le alimenta todavía, le consume. Hay traumas que me impiden dormir y marcas escondidas en mi piel que me lo recuerdan cada vez que intento olvidar.
Las luces, el ruido, y las figuras de esa noche vuelven a mi cabeza de forma confusa y las echo a un lado al momento. No quiero. No puedo. No con todo lo que nos ha traído, no con todo lo que no estoy lista para aceptar.
Tengo que dejarlo ir si quiero seguir viviendo. Así que lo hago. Dejo que ese borrón se mantenga ahí, asegurando mi cordura, y vuelvo a sacar el ordenador para quedarme tumbada viendo Shrek hasta que sean las ocho de la mañana en Minnesota y poder hablar con mi madre por teléfono.
Estoy bien.
Si no pienso en ello y lo repito lo suficiente, incluso puedo llegar a creérmelo.
──────༺༻ ──────
Empecemos por lo bueno: QUE LEVANTE LA MANO QUIEN AME AL ANSEL BORRACHO
Me lo imagino robando al gato tipo:
*Tony harto de Ansel ha dejado el chat*
Lo peor es que Tony no parece tener idea de cuándo ha pasado tipo, deja a Ansel en la cocina, se va a dormir y, cuando vuelve: TOMA GATO.
#NormalQueElVecinoLesOdie
#NUEVOINQUILINO
#Nombre para el gato aquí:
#¿Creéis que Ansel lo devolverá? ¿O que le cambiará el collar y se marcará un "Ahora somos medio más en el piso"?
POR CIERTO, QUE ALTA TERNURA él esperando en la cocina porque no quería irse a la habitación sin que Olivia volviera porque estaba preocupado... Aunque quizás solo discutía por discutir porque, como Tony dice, RIP entenderle si ha bebido, pero, igualmente, ¡ALTA TERNURA!
Traducción: "Eres demasiado precioso para este mundo"
PD-Olivia no siendo capaz de darle las gracias porque tiene problemas con crear lazos con la gente me ha roto un poco el corazón 💔
VAMOS A LO OTRO, EL FINAL.
Bueno mis amores, ¡al fin sabemos por qué van a por Olivia y su madre! (y por qué mataron a su padre) Por desgracia, como dice Olivia: Alguien es demasiado vengativo como para dejarlo estar... Sin importar el tiempo que haya pasado. Quiere terminar con toda la familia porque su abogado no le consiguió la libertad...
*COFFFF CÓMO VA A CONSEGUÍRTELA SI ASESINASTE A GENTE COOOOF*
Pero bueno, sigamos.
¿A alguien más le ha dado un pequeño golpe el "tengo traumas y marcas que me lo recuerdan*? Quiero decir: ¿Qué no nos ha contado Olivia? ¿Qué ha pasado durante esos diez años?
No sé ni si quiero saber, la verdad, pero de eso trata esto.
#EllaEsFuerte.
#AsherSigoQueriendoTirartePorUnasEscalerasPorLoDeLasCatacumbas
Ahí por remarcar. Olivia ha dicho: "Solo hay una persona a la que se lo cuente todo: Ramírez". Uhmmm
UUUUHHHMMMM
Un abrazo y nos leemos el próximo sábado con más París, Asher y más del pasado de Olivia ♥
— Lana🐾
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