Capítulo 8 - Las Catacumbas de París | P2
N/A: Edité la conversación final del capítulo paso y quité los diálogos sobre ir al mismo curso, el resto sigue igual ♥
8 | Las Catacumbas de París | P2
Sábado, 6 de junio
Olivia Audevard
Pasa poco tiempo hasta que entramos y, aun así, esos minutos en pie son matadores. No dejo de levantar uno de mis pies de forma continua en busca de alivio. Estoy tan cansada que no me preocupo por el detector de metales hasta estar al otro lado, recogiendo mis cosas de la caja de plástico en la que me han hecho meterlas. El taser, que tanto me advirtió Ramirez sobre que podía hacer saltar incluso las alarmas en las tiendas, está olvidado en el cajón de mi habitación. Lo agradezco demasiado porque no sé cómo explicaría algo así ahora mismo.
No espero a nadie porque las imágenes de las paredes junto a la recepción me llaman demasiado la atención. En mi cabeza todo lo que pienso es: No puede ser. Lo veo más claro cuando la familia que va frente a mí compra sus entradas y alcanzo la mesa. Deslizo una de las guías en francés cerca para ver mejor la foto que le han puesto de portada y veo lo que he reconocido en la distancia. Veo huesos.
La empujo de vuelta a su lugar.
—Una entrada por favor —pido.
Antes de venir, mi madre y yo vimos mucho sobre París en Internet. Ramírez sacó conmigo una ruta para salir a correr, zonas "seguras". Mamá, en cambio, me habló de su viaje con mi padre a París por su luna de miel y algunos de los recuerdos que todavía guardaba.
"Visitamos el Louvre, pero nos perdimos y terminamos en una pastelería que había dentro, era preciosa", me contó. "La Plaza de la Concordia siempre le pareció preciosa a tu padre, estuvo una hora entera apreciando el obelisco de Lúxor y contándome sobre él". No recordaba mucho, pero sí vi ese brillo en su mirada que me hizo querer venir con más fuerza. Me gustaba verla feliz así que pasé tardes enteras con mapas e imágenes de Google para encontrar juntas sitios que visitar. De este vi algo, reconozco los muros hechos de huesos que veo en las fotos de esta sala, pero tan pronto como lo vi, lo descarté.
Recuerdo verlo, de reojo, entre las recomendaciones de "Qué visitar en París", también esa incomodidad que me creaba, ese vacío. Esa pena.
Ahora me dan una entrada para verlo más de cerca.
La doblo y meto en mi bolsillo al momento.
Las fotos mezclan las que vi en Internet y otras que aparentan ser mucho más antiguas. Tantos huesos me hacen apartar la mirada. En busca de una distracción, paso la mano por una máquina de monedas que hay junto a las escaleras. ¿Máquina de monedas? Me agacho para verla mejor. Entiendo, al ver las imágenes, que las monedas que te devuelve son souvenirs, monedas doradas con dibujos de calaveras y "Les Catacombes" escrito en los bordes.
Antes de pararme a pensar en si un tipo de souvenir así podría -o no- ser llamativo, una mano pasa junto a mi rostro para comprar una. Tiene las mangas de la sudadera remangadas, pero no me hace falta más que esa falta de delicadeza en sus movimientos para reconocer a Asher.
—¿Puedo ver? —pregunto en cuanto la saca.
Asher sostiene la moneda entre el dedo índice y el pulgar por unos segundos para poder apreciar mejor la moneda. Su mirada baja a mí y distingo duda antes de que ese oscuro brillo gane y la esconda en su mano.
"No". Eso quiere decir el gesto.
—¿Qué pasa con Sam? —La pregunta de Madeline hace que Asher se aparte de la máquina y yo me ponga en pie. Veo, como ellos, a Sammuel todavía en la zona de seguridad, pasando bajo el arco una y otra vez mientras este pita.
—¿No lo ves? Es el responsable de que la alarma siga sonando cada dos segundos —responde Asher. Como si estuvieran sincronizados, la alarma suena una vez más. Sammuel está descalzo, hablando en francés, y aparentemente negándose a quitarse el cinturón—. Espera a ver si consigue entrar o si nos echan a todos.
Madeline pasa la mano por los tirabuzones que enmarcan su rostro, los aparta con una molestia que dirige hacia Sammuel.
—Espero que se dé prisa porque tenemos una reserva —dice ella antes de, como si acabara de darse cuenta de algo, añadir—: Además, estoy segura de que lo hace a propósito.
La comisura de los labios de Asher se eleva por un instante, pero no llega a delatarse. Cuando Madeline mira, esa casi sonrisa ha desaparecido de nuevo.
No le da una respuesta y Madeline deja el aire ir con dureza.
Mientras Sammuel llega, yo me acerco a las estrechas escaleras de caracol de paredes blancas que sin haber empezado a bajar ya me están provocando más dolor de pies. Las escaleras son la razón por la que antes elegí el ascensor. Esos pequeños golpes son horribles y el cansancio no ayuda. Tan solo espero que sean cortas.
—Hasta que llegas. —Al oír a Asher giro y le veo presionar una mano con fuerza sobre el hombro de Sammuel. Al parecer, Sammuel ya ha conseguido pasar y tiene una entrada. Ahora Asher le acalla antes de poder excusarse empujándole un poco hacia las escaleras. Ahí le deja ir—. Calla y empieza a bajar. —Luego, tan bajo que apenas consigo oírlo estando junto a ellos, añade—: Deja de incordiar a los guardias, un día van a devolvértela.
Se da cuenta de que lo he oído y noto la disconformidad ante ello. ¿Qué es lo que le molesta? ¿Que alguien le haya oído aparentemente dando un consejo? ¿Que se pueda malinterpretar creyendo que se preocupa?
—Tais-toi [cállate] —me advierte.
No puedo contener una sonrisa ladeada.
—Eso no sirve si no sé lo que has dicho —respondo.
Abre la boca como si fuera a explicármelo, pero luego se echa a un lado para dejar a Madeline pasar y, en vez de explicar, decide seguir en francés. Apoya una mano contra la pared.
—Comme on dit: Les dames d'abord. [Como se dice/es el dicho: Las damas primero] —dice.
De nuevo, no lo entiendo, pero por la leve inclinación burlona lo interpreto por un "Empieza a bajar" que cumplo. Me aferro a la barandilla con una mano, apoyo la otra contra la pared de mi derecha y trato de pisar en la parte más ancha del escalón a medida que bajo. Trato de no pensar en nada que no sea llegar al final de estas escaleras y eso hace todo más fácil, al menos hasta que llegamos a un descansillo en lo que yo esperaba que fuera el final. No lo es. Tras dos pasos más hay otras escaleras igual que las primeras que hacen que se me caiga el alma a los pies.
Miro hacia atrás, hacia Asher, antes de seguir.
—¿Te tomas las cosas muy a pecho? —pregunto.
Frunce el ceño.
—Pardon?
Eso sí lo entiendo.
—Quiero saber si estás haciéndome bajar al infierno o algo así por haberte lanzado una chocolatina a la cabeza porque, tantas escaleras —Miro hacia las escaleras que, con curvas tan cerradas, apenas me permiten ver un par de escalones por debajo—, no es normal.
—Deja de quejarte y sigue bajando, rubia.
Me agarro de nuevo a la barandilla y lo hago.
No sé el tiempo que pasa hasta que Madeline les pone voz a mis pensamientos cuando, a lo lejos, habla.
—Madre mía. ¿Es que estas son alguna clase de mazmorras profundas a las que nos han lanzado por culpa del numerito de Sammuel de antes?
Nadie le responde.
Pasan literalmente minutos hasta que oigo a Sammuel.
—¿Es que esto no termina nunca? —pregunta él.
—¿No has oído a Madeline? —Habla Asher, elevando la voz para que Sammuel pueda escucharle. Su siguiente frase adopta un deje de diversión que adorna el final—. Son las mazmorras profundas a las que nos han lanzado por tu culpa, deja de quejarte.
Mis pies están destrozados y mis piernas me han hecho estar al borde de caer más de una vez. Ahora, de nuevo, las rodillas casi se me doblan y me doy un segundo antes de confiarme y dar otro paso.
—Tais-toi, idiot! —le responde Sammuel.
Detrás de mí, Asher ríe.
Piso mal.
Voy directa contra las escaleras porque su risa es algo que no había esperado. No encaja. Que una persona tan descarada tenga una risa suave. No, no suave exactamente, es apagada, algo rasposa y rebosante de ese sarcasmo que esconde en sus palabras. Aun así, se siente suave de una forma que no sabría explicar.
Enrojezco por la vergüenza de conocer la razón por la que me he caído y que esa razón haya sido distraerme con la risa de Asher. Por suerte, nadie tiene que saber eso. ¿Qué diría Ramírez de verme tirada en unas escaleras por perder la concentración? De saberlo haría las maletas por mí para llevarme de vuelta porque esa no es una buena señal. No hay errores que pueda permitirme.
Sentada en el escalón, me estiro para alcanzar el tacón que se ha salido con la caída.
—Cuidado no te vayas a herniar por ayudarme —murmuro al ponerme el tacón.
Me aparto el pelo y levanto la mirada para encontrar a Asher dos escalones por encima. Como la primera vez que caí frente a él, no ha hecho el más mínimo amago en intentar pararlo. Esta vez me tiende la mano al menos. Eso sí, antes de tomarla, la aparta un poco como si estuviera reconsiderando ayudarme o no hacerlo.
—No pienso invitarte a desayunar de nuevo para que me ayudes a levantarme —aviso.
Por cualquier razón lógica solo para él, eso me gana su simpatía porque extiende la mano de nuevo. La tomo y en un tirón estoy de vuelta sobre mis pies.
—Eres algo torpe, ¿te lo han dicho alguna vez? —me pregunta con esa media sonrisa que, por una vez, mantiene.
—No soy torpe. —No generalmente, al menos.
Su media sonrisa se convierte en una corta y apagada risa que desaparece tan rápido como ha venido antes de soltar mi mano.
—Vale, chica no torpe, sigue bajando entonces.
Lo hago.
Las escaleras son tan largas que más de una vez paro y miro hacia atrás como si Asher fuera a decir: "Sí, es un lugar falso donde solo bajas para nada. Una atracción". Todas las veces que miro, él está distraído unos pasos por detrás, con la mirada en el suelo o las paredes.
Cuando llegamos al final mis pies me están matando. Me aparto de las escaleras para dejar a las personas que vengan detrás pasearse por la sala con imágenes e información en la que hemos salido y me apoyo contra la pared en busca de un pequeño descanso.
No tengo oportunidad. En cuanto Madeline nos ve mete prisa con un gesto de la guía que trae en su mano y nos dirige hacia un túnel. Las escaleras eran malas, pero ahí al menos había luz. Este túnel tiene las paredes de piedra y estrechas. El techo es bajo y la única iluminación son pequeñas lámparas amarillentas en la pared de la izquierda que van tomando más distancia entre sí a medida que andamos. Lo único bueno de este lugar es que el aire es más fresco que arriba.
—Esto es enorme —dice Sammuel mirando hacia atrás. Él va primero y ha tomado ya tanta distancia que es sorprendente—. Vi algo sobre que hace unos años se hacían fiestas ilegales aquí abajo, ¿os imagináis asistir a una?
—Prefiero salir donde no haya huesos de por medio, gracias —responde Madeline que, aunque con un mejor calzado que el mío, también tiene ciertas dificultades en seguir el ritmo.
—¿Asher? —pregunta Sammuel hacia atrás.
—No, a mí no vas a meterme en eso —responde Asher.
—Vamos no voy a...
—¿Nos vas a pedir que pregunte a mis conocidos de París para intentar saber si esas fiestas siguen haciéndose y conseguir ir a una? —cuestiona Asher. Por muy descabellado que suene, el silencio por parte de Sammuel le delata—. Además, ¿no eras tú el que quería tranquilizarse un poco? Te recuerdo diciéndolo bastantes veces durante el último curso.
—Eso fue hace meses —responde Sammuel.
Curso. Meses. Mi cabeza tarda pero los enlaza como amigos de instituto que han decido hacer un viaje juntos. Quizás con Madeline sea igual porque, por cómo se dirige a ellos, a Asher al menos, dudo que le conozca desde hace poco.
—No fue hace tanto —corrige Asher.
Aunque no llego a perder de vista en ningún momento a Sammuel y Madeline, que van por delante, llego a ver la ventaja que toman y eso vuelve algo alarmante pasear por aquí. El túnel cambia, se vuelve más o menos ancho. El techo, al principio ovalado, luego se vuelve más bajo y recto. Las luces toman más distancia entre sí, empiezan a aparecer pequeñas grietas e incluso lo que parecen ser pasadizos cerrados tras verjas a los lados y, de forma continua, se oyen pasos que nunca sé bien de dónde vienen.
En cuanto el túnel gira y pierdo a Madeline de vista, la oscuridad me amenaza. Mi corazón salta un poco y dudo antes de tomar el giro. Aunque trato de no delatarme, la ansiedad presiona mi pecho. No quiero, pero vuelve a estar ahí, pidiéndome refugiarme en un espacio cerrado con una única salida que poder defender.
Los recuerdos vuelan a mi cabeza.
¿Cuántas veces me escondí en rincones? ¿Cuántas tuvo que venir la policía porque me escondía tan bien que mi madre me daba por desaparecida? Sin embargo, me das un pasillo estrecho y oscuro con dos direcciones y no poder vigilar ambas me hace dudar. Parece un pasadizo y eso agita mis nervios más que nada en mucho tiempo.
Dejo de andar por un momento.
Mi corazón da un vuelco, como si acabaran de mostrarme una imagen diferente donde mis emociones han estallado antes de quitarla, tan rápido que no he podido reconocerla. Por un instante, mi mente ha huído a un lugar que ni siquiera mi subconsciente quiere pisar. Un recuerdo se ha arremolinado al borde y ha intentado tirar de mí, demasiado escondido para ser claro.
Cierro los ojos de nuevo queriendo sacarlo, me centro en el estrecho pasillo, en las dos salidas, en esa pesadez en el aire. Hay algo ahí, rogando salir, algo importante. Se escapa de mis dedos en cuanto Asher cierra una mano sobre mi brazo y tira un poco para girarme hacia él. Abro los ojos al instante.
Contengo el impulso de quitar su agarre con un giro que dañaría su muñeca.
—¿Qué haces? —pregunto con una inocencia que se desliza sobre mí como tantas otras veces. Duda, pero lentamente aparta su mano sin dar explicación—. ¿Has visto esas marcas? ¿Los números?
Señalo un grabado que hay cerca, justo frente al siguiente giro.
"5.J.1847", pone, y, sin saber lo que significa ni querer una respuesta, lo rozo con mis dedos antes de seguir por el túnel.
Siento la tensión a medida que avanzo y. En cuanto pasan unos minutos y el túnel se vuelve lo suficientemente ancho, Asher pasa a andar a mi lado. Lo primero que hace es levantar la mano para tocar una línea negra que hay en el bajo techo. Una línea oscura que lleva acompañándonos desde hace ya tiempo. Al bajar la mano, frota sus dedos para comprobar algo.
Sin pararme a preguntar, saco un paquete de pañuelos de papel de mi bolso y le doy uno para que se limpie. Lo toma, todavía mirando las manchas con cierta curiosidad.
—No sé si quiero saber, pero, ¿qué es eso? —pregunto.
—No es nada raro —dice al momento—. Es de las antorchas.
—¿Antorchas?
—Cuando aquí no había electricidad, usaban antorchas para poder ver algo, esta línea es la marca que dejaban —cuenta. La toca una vez más antes de limpiarse la mano de nuevo y guardar el trozo de papel en el bolsillo de su sudadera.
—Las fotos de la entrada —digo sin poder contenerme, me ha dejado demasiado malestar. Hay ideas en mi cabeza, reflexiones en las que temo pararme a pensar y esas fotos las agitan—. ¿Eso está aquí abajo?
—¿Dices las osamentas?
No entiendo esa palabra, pero aun así lanzo mi pregunta.
—¿Estamos visitando un cementerio?
Asher hace una mueca al escucharlo, su mirada al frente.
—No usaría "cementerio". Más bien un osario o catacumbas.
—¿Hay alguna diferencia?
Asher me mira mientras anda, sus pasos son tan lentos como los míos, como si intentara acompañarme. Se lo tiene que pensar unos segundos antes de hablar.
—Hasta donde yo sé, en los cementerios no me encuentro cadáveres amontonados de esta forma, es un osaro —puntúa, dejándome igual—. ¿Conoces su historia?
—¿La de los cementerios?
—La de este lugar. ¿Cómo va a ser la de...? —pero antes de hacerme saber la tontería que ha sido a sus oídos mi pregunta, lo deja ir. Aparta la mirada y, cuando me la devuelve, la frustración se ha ido—. Ponte en contexto, estamos hablando de mil setecientos. Por ese entonces se lanzaban a muchos muertos a fosas comunes para ahorrar espacio sin importar que pudieran ser un foco de enfermedades. Mil setecientos —repite—, ten en cuenta que la gripe española fue doscientos años después y lo que hizo. En mil setecientos esos cuerpos podían crear un desastre. Entre eso y algunos hundimientos en cementerios decidieron mover los restos aquí. Más de cinco cementerios completos, más de seis millones de cadáveres. En cuanto estaban lo suficientemente descompuestos, los sacaban de las fosas y directos aquí. —Se asoma a través de una valla de metal que nos separa de un pequeño pasadizo antes de seguir—. En mil ochocientos poco lo transformaron en esto para que pudieran visitarlo los turistas. Eligieron huesos largos como fémures que les sirvieran, calaveras, y les dieron forma. Si te fijas, cuando llegues a las osamentas, verás placas que te dicen de dónde son los huesos. Puedes ver grabados sobre la revolución francesa, sobre el nombre del cementerio al que pertenecían o algo más concreto como si pertenecieron al combate en las Tullerías del noventa y dos, por ejemplo.
Los datos se escapan de mi alcance por culpa del cansancio, aun así no puedo evitar sentirme algo cautivada ante su forma de contarlo.
—Es decir, que es una fosa que pusieron bonita —interpreto sin pararme a pensar.
Me mira de nuevo, con el ceño fruncido como si le costase entender ese significado.
—Fosa bonita —repite, luego aparta la mirada como si no pudiera creerse lo que acaba de escuchar, pero no veo que quiera rechistar.
El túnel acaba en una sala rectangular con zonas de información. Lo ignoro, Asher también, pero, al contrario que yo, él porque parece saber ya de lo que trata todo esto. Lo que está más que claro es que la siguiente sección va a ser diferente porque, sobre el grueso arco que la separa, hay unas palabras que, pese a no entender, provocan cierta incomodidad en mí.
ARRETE!
C'EST ICI L'EMPIRE DE LA MORT
Asher cruza el umbral y lanza algo hacia mí.
Lo agarro en el aire, es la moneda dorada que ha comprado en la entrada. Pensando que me va a dejar verla como le he pedido antes, no le doy más vueltas al gesto. Es más grande que una moneda normal, con una calavera con corona al frente y un borde con pequeñas calaveras donde pone "Catacombes" y "Paris".
—Para volver línea trece en dirección hacia "Saint-Denis-Université" hasta "Gare des Invalides" —me dice.
Le miro, primero confusa y luego casi ofendida. No puede estar diciendo lo que creo que está diciendo. Muevo la moneda con rabia y él la mira.
—Quédatela como una ofrenda de paz por adelantado —añade.
—Asher no puedes estar hablando...
Se va.
En la vida he ido detrás de nadie y no pienso empezar ahora, aun así, en mi cabeza sigue teniendo más lógica la idea de que me está vacilando. La tiene hasta que yo sola recorro galerías donde las paredes están formadas por huesos y donde las calaveras crean dibujos a su alrededor. La tiene hasta que llego a la salida y no hay nadie ahí. Ni en la calle ni en la tienda de souvenirs.
Línea trece hacia Saint-Denis-Université.
Mantengo la moneda en la mano, presionándola para distraerme del dolor en mis pies. Con la palabra en la boca y, de nuevo, cierta rabia e impotencia por culpa de Asher, recorro el camino de vuelta al piso sola.
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Voy a ser directa: F por Olivia
JAJAJAJ TIPO cada vez que se encuentra con Asher pasa algo: Que si se cae dentro del piso, que si casi le dan un portazo, que si se queda encerrada en un ascensor, el paseo por medio París para ir a por comida con los pies destrozados, bajar por escaleras interminables -caer por ellas-, recorrer largas galerías subterráneas (en tacones y sin dormir) y ser abandonada entre huesos porque Asher es Asher.
Literal un minuto de silencio por Olivia cuando se encuentra con Asher
Ahora, #AsherPlsPUEDES AYUDAR A QUE LA GENTE NO SE CAIGA EN VEZ DE QUEDARTE MIRANDO????
VAN DOS VECES Y él tipo: *Mira, ha caído a mis pies*
#OliviaNoSobreviveAEstosMesesAllí
Sobre los amigos:
#Vamos Sammuel y la fiesta en las catacumbas a las que quiere ir lol
#Vamos Madeline y su pequeño mal humor
A todo esto, ¿os habéis fijado que Asher es como medio responsable? Tipo, quizás es muy vacilón, pero él dando consejos a Sammuel tipo: Amigo, usa ese cerebro que tienes, es casi tierno.
Casi.
Ahora, Asher, ¿sabemos qué le pasa por la cabeza? O estamos modo:
Traducción: No tengo idea
Él modo: Hola, únete a las catacumbas y luego les digo al resto que te querías quedar ahí para irnos. Pero, ¡eh! Te regalo una moneda.
Todo lo que puedo pensar es que la lista de cómo dejar mal a Asher de Olivia va creciendo, tipo:
*Casi me dio un portazo en la cara* *Me dejó abandonada entre esqueletos*
#LaMadreDeAsherTieneQueOírDeEsto
#AsherEsPeorQueSuHermano
Pero, en el fondo, algo me dice que tiene su táctica *guiño* *guiño*
#Rip por el orgullo de Olivia cuando se cayó por distraerse con la risa de Asher.
#HolaPrimerRegaloEntreEllos: ¿Qué me decís? ¿Esa moneda dará más juego o no?
Y, vale, lo diré: Ese extraño momento de Olivia en el túnel... ¿Mal presentimiento o solo yo?
Traducción: "Esto va a ser muy divertido"
Un abrazo y nos leemos el próximo sábado ♥
— Lana🐾
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