Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 61 - Un lugar al que volver (Final)

61 | Un lugar al que volver (Final)

París, Francia

Olivia Wilson

(Un año después)

Reviso la hora en mi móvil por tercera vez en los últimos dos minutos. Estoy inquieta, más de lo que me he sentido en mucho tiempo y, torpemente, trazo las líneas que me tatué en abril intentando calmar mis pensamientos.

No me importa que él no se presente aquí, después de todo, era lo que esperaba teniendo en cuenta que le mandé un mensaje para vernos en el Père-Lachaise hace dos días y que no solo no respondió el mensaje sino que también me bloqueó al día siguiente.

Tampoco fue una sorpresa teniendo en cuenta que es Asher Bremen. Ignorar y empujar a personas fuera de su vida es su especialidad.

Aun así, mantengo cierta esperanza y, aunque sepa con una certeza casi absoluta que él no va a aparecer, he venido a la hora en la que le cité. Llevo aquí desde entonces, de pie en un tramo de piedra que me separa de la majestuosa arquitectura del lugar de reposo de Héloïse y Abélard. Las columnas esconden sus figuras. No puedo evitar intentar descifrar las facciones grabadas en piedra. Sin nadie paseando cerca, eso, junto al sonido del viento golpeando los árboles del cementerio, es la única distracción que tengo.

Es curioso, había olvidado lo que era encontrar tranquilidad en una ciudad grande. Desde que volví a París nunca he conseguido más que pequeños tramos con pocas personas en los parques antes de dar con grandes multitudes. Debería estar acostumbrada a ese ambiente, sobre todo después de haber estado viviendo en el centro de Nueva York durante meses, pero hay algo en este silencio, en esta tranquilidad, que se siente como volver a respirar.

Aprieto la parte baja del cárdigan entre mis dedos mientras pienso. Debería haberme ido hace rato, sabía que Asher no iba a aparecer, pero, media hora después, aquí sigo. Esperando. Todavía.

No debería sorprenderme, él nunca ha dado indicio alguno de querer seguir en contacto. Aun así, tras unos meses aquí y sabiendo que en su día Asher me contó que pasaba los veranos en París, me pareció lo correcto hablar con él. Saber qué tal le van las cosas y, quizás, preguntar por qué se distanció como lo hizo.

Quiero saberlo, todavía quiero hacerlo.

—De todos los lugares de París... —Oigo un suspiro pesado a pocos pasos, pero mi mirada sigue fija en la zona blanca que acompaña la figura de los amantes de París—. Tenías que elegir uno para torturarme.

Su presencia es tan distinguible como lo fue en su día y sigue suavizando la constante necesidad de mirar sobre mi hombro. Había olvidado como se sentía, y me consume la culpa por cómo sigue sintiéndose.

—Recibí tu mensaje —añade.

—Me di cuenta de eso cuando me bloqueaste.

—¿Y te sorprende? —Le veo, de reojo, acomodarse a mi derecha. Incluso sin mirar, puedo notar la molestia en su postura. Realmente odia este lugar—. Desapareciste sin una sola explicación.

—Te di una forma de contactarme.

—Y me diste razones para no hacerlo.

Vuelvo la mirada hacia él como si acabara de abofetearme. No tengo palabras para expresar la forma en la que sus palabras me apuñalan con indignación. Todo lo que hice fue preocuparme por él, intentar hacer las cosas más fáciles para su futuro y tenderle mi mano aun cuando eso implicaba traicionar cualquier regla que hubiera habido en mi vida.

Le di más de lo que podía y él se deshizo de ello como si no importara. Abrirse por primera vez con alguien solo para que te reciba de esa forma es otra clase de decepción.

—Fuiste tú quien dejó claro que no quería saber nada del otro —añade ante mi silencio. Su mirada adquiere un toque de rabia bajo su habitual indiferencia, pero se pierde entre diferentes capas que tratan de esconder lo que su tono no puede—. No esperes que después de un año me importe lo más mínimo contestar tus mensajes.

—Fuiste tú quien cortó el contacto, no yo —corrijo con más rabia de la que creía sentir hacia esto, hacia él. ¿Sabe siquiera cómo se sintió eso? ¿Cómo dolió entender que no le importé como él me importó? Ahogo la rabia maldiciendo por no haber podido superar algo que creía que había quedado atrás hacía tantos meses. Maldita sea, yo solo quería una conversación cordial, saber que estaba bien, no esto—. No intentes echarme a mí la culpa de todo cuando fue tuya.

—¿Mía? No me jodas, Olivia, ¿crees que no entendí tu maldita mierda de recordatorio cuando dejaste todo en mi habitación?

Lo dejé para que él lo guardara porque me importó demasiado como para tirarlo. No fui capaz de llevármelo porque sabía que cargaba con demasiado como para añadir el intenso dolor que traería ese recordatorio. Elegí lo mejor para mi bienestar y no puedo arrepentirme, pero se lo di a él. No era un "no me importa", sino un "guárdalo por mí".

Las explicación muere en mis labios antes de ser pronunciada.

Asher lo malinterpreta porque encuentro la comisura de sus labios tirar en una decepcionada sonrisa ladeada que no se esfuerza en esconder. Antes de que esa decepción alcance sus ojos, sus palabras cortan como una afilada navaja.

—Desapareciste y dejaste el mensaje claro —repite—. Si lo que quieres es una distracción porque vas a pasar aquí unas semanas y estás aburrida, búscate a otro. No voy a pasar por toda tu mierda de nuevo.

—¿Crees que eso es por lo que te he escrito?

—Lo que creo es que venir aquí ha sido una mala idea —termina por decir.

La intensidad de su afilada actitud se pierde en el huracanado color de sus ojos. Sus hombros caen como si hubiera estado sosteniendo peso por tanto tiempo que no tuviera fuerzas para mantenerlo por más tiempo. Su pelo, algo más largo que la última vez que le vi, cae más oscuro sobre su frente, incapaz de esconder la intensidad de su mirada.

Una intensidad apagada, como si alguien hubiera puesto un velo entre sus ojos y el mundo. Las emociones siguen ahí, pero, incluso la rabia que he visto antes, se esconde tras ese cristal que tan bien permite que la apatía sea lo poco que llega al exterior.

Los meses no han sido piadosos con él.

—No dejé las cosas como un recordatorio de lo que sea que pensaras, lo hice para que lo guardaras —no puedo evitar intentar—. De haber querido que te fueras de mi vida, te lo habría dicho directamente.

—Eso fue lo suficientemente directo —insiste.

—Que nunca me escribieras fue suficientemente directo —devuelvo.

Asher no es de los que se callan las cosas. Es demasiado directo para su propio bien y lo ha demostrado muchas veces. Si quería confrontación, la hubiéramos tenido. Él podía haberme escrito en cualquier momento aunque solo fuera para mandarme a la mierda, pero no lo hizo.

Puede pensar que fui yo quien le dijo que se quedara fuera de mi vida, pero fue él quien eligió que incluso eso le importaba tan poco que ni siquiera una explicación valía la pena. El peso me cierra la garganta para avivar un dolor que creía haber dejado atrás.

—No vas a dejar de echármelo en cara como hacías con cualquier cosa que Sammuel te dijera, ¿no? —entiendo. No está intentando entender, ni siquiera ahora. Estoy molesta, con él, con cómo es capaz de cegarse. Tanto que no soy capaz de contener las palabras—. Realmente me engañaste cuando me hiciste creer que no eras un completo capullo.

—Entonces estamos a mano, porque tú también me engañaste haciéndome creer que te importaba.

La sorpresa me roba las palabras y, luego, nada. No hay decepción aunque debería, no hay dolor aunque sé que pronto se abrirá camino. Solamente quedo yo, aquí de pie con él. Con unas explicaciones que no va a aceptar y tratando de ignorar el daño que su reacción hacia sus propias conclusiones tuvo como si fuera menos importante.

—No es justo —digo.

No es justo que me culpe por cómo me fui cuando hice todo lo que pude por hacer lo mejor para él. No cuando fue la única persona a la que le permití seguir en mi vida ni cuando intenté hacer todo lo que pude por ayudarle a ser feliz.

Le di todo lo que podía.

Acomodo el bolso en mi hombro y hago lo mejor para ambos. No voy a dejar que estropee el recuerdo que dejó y cómo me marcó. Asher no va a escucharme, y yo no voy a quedarme para que me use como saco de boxeo porque sé lo afilados que pueden ser sus comentarios cuando va a hacer daño y no merezco eso. Sé que no lo merezco.

—¿Qué haces? —pregunta al notar que me aparto.

—No voy a quedarme solo para discutir.

—¿Te largas? —pregunta con una afilada sorpresa—. ¿Desapareces un año sin explicaciones y ahora piensas hacer lo mismo una segunda vez?

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me quede para escuchar cómo dices que fui yo quien la jodió por dejar las cosas en tu habitación? Hasta tú debes saber que eso no fue para tanto. Pudiste haberme escrito, pudiste haberme preguntado, pudiste haberte preocupado, pero no lo hiciste. Ahora no esperes que me quede aquí a oír cómo me culpas como si me mereciera eso. —Cierro bien el bolso—. Si quieres pelearte con alguien, no va a ser conmigo.

Alcanza mi brazo.

—¿Crees que eso es lo que quiero hacer? ¿Pelear contigo? —pregunta.

—Si no lo es, estás haciendo un buen esfuerzo en hacer que lo parezca.

Afloja el agarre sin terminar de dejarlo ir. Su mirada busca una explicación en mi rostro que no parece encontrar y termina haciéndole fruncir el ceño hasta humanizar su expresión. Se va la indiferencia y desaparece la apatía.

—¿Cuándo hemos dejado de entendernos? —pregunta en bajo.

No tengo respuesta para eso. Nos entendíamos tan bien que me he hundido en un "no es suficiente" desde entonces. Tanto que podía encontrar sus reacciones abrirse paso entre mis recuerdos y acompañarme en días de mi vida donde él ya no tenía cabida. Me encontraba sonriendo sin razón cuando preparaba el desayuno porque me venía a la cabeza cuántas formas de criticar mi cocina se le ocurrirían.

Una sonrisa que escondía tras excusas los viernes que me sentaba a ver Juego de Tronos con Killian porque, cada vez que ponía el capítulo, imaginaba la voz de Asher quejándose por ponerlo en inglés y no en francés. Estaba ahí, en mi cabeza. Le conocía, le entendía.

Ahora siento que es un extraño el que está frente a mí.

Quizás eso seamos ahora, dos extraños cuyas vidas una vez estuvieron entrelazadas.

Es entonces, cuando estoy dejando esa idea abrirse paso hasta llevarse cualquier toque de esperanza que guardaba su recuerdo, que lo veo. En su muñeca y con un brillo que me sorprende no haber visto antes, un detalle dorado que me roba la respiración.

Al darse cuenta de mi mirada, suelta mi brazo, pero es tarde.

—Mi anillo —señalo sorprendida.

Lleva una pulsera oscura de hilo que apenas se sostiene. En ella, uno de mis anillos que ni siquiera sabía que había olvidado cuando volví a Estados Unidos. Al parecer lo hice. Lo olvidé y Asher lo guardó.

Todo este tiempo.

—Siempre has tenido la mala manía de olvidar cosas en mi habitación.

Estira los dedos hacia la pulsera y tira como si quisiera romperla para devolvérmelo, pero termina aflojando el agarre como si descartara esa idea.

—Lo guardaste.

No solo lo guardó sino que lo mantuvo con él. Está sellado contra una pulsera de hilo que no parece poder quitarse. Lo mantiene con él. No importa lo que sus gestos me dieran a entender, nadie guardaría algo de otra persona durante tanto tiempo si no le importara. No lo haría si la persona que lo dejó atrás no hubiera significado nada.

Sí, Asher tiene razón, hemos dejado de entendernos porque, de seguir haciéndolo, yo ya me habría dado cuenta de esto antes. Le importé. Incluso cuando pensé que no, lo hice. Mantuvo mi recuerdo cerca como yo hice con el suyo.

—Necesitaba un recordatorio para no ser un "completo capullo" cuando alguien me sacaba de quicio y tú hiciste un gran trabajo incordiándome con ese tema. —De nuevo, sus dedos rozan el hilo como si pretendiera romperlo, pero falla una segunda vez antes de dejar la mano caer lejos de mi vista—. Veo que has perdido el resto.

—Dejé de necesitarlos.

Una vez, esos anillos fueron mi ancla y, de alguna forma, que uno de ellos haya podido ser el ancla de alguien más me devuelve una cálida gratitud. Sobre todo tratándose de alguien que me ha importado más que la mayoría.

En bajo, pregunto:

—¿Te ayudó cuando volviste a casa?

Porque sé que lo hizo, vi las fotos con su hermana.

La pregunta es todo menos acertada. Su mirada se endurece al igual que se tensa su postura. Vuelve esa actitud, esa dichosa actitud tan suya que hace que toda persona quede fuera. Esa en la que tanto me cuesta reconocerle.

—No vas a hacerlo de nuevo —dice.

—¿Hacer qué?

—Actuar como si te importara.

¿Actuar?

—Me importas —admito sin pararme a dudarlo—. Te guste o no, todavía lo haces. Así que sí, voy a preguntar por tu vida y, sí, voy a preocuparme.

—Desapareciste —me recuerda.

—¡No tenía otra opción! —estallo harta de su recriminación—. ¿Crees que eso era lo que yo quería? ¿Crees que quería perder el contacto con Ansel? ¿Contigo? ¿Te haces una idea de lo duro que fue perder eso, a vosotros? Me importabas, Asher, y te di una forma de seguir hablando porque quería que lo hicieras. —Esperé su mensaje por meses, revisando cada noche como una ilusa esperanzada—. Así que deja de echarme eso en cara cuando me costó tanto superar que te importé tan poco como para no volver a hablarme.

—¿De verdad crees que no me importaste? Maldita sea, Olivia, tú fuiste la razón por la que intenté hacer las cosas bien. En casa, con mis amigos, en mis relaciones. Intenté encaminarlo todo porque no dejaba de pensar en lo decepcionada que te sentirías de verme destrozarlo todo. ¿Te das cuenta de la forma en la que me marcaste para volverte mi maldita guía moral?

—¡Nunca me escribiste!

—¡Porque te fuiste! Porque fui el idiota que cayó por la chica que le dijo que nunca habría nada y que se fue dejando todo como si nada le hubiera importado. Joder, tiré todo en cuanto lo vi, borré ese dichoso usuario y no sabes las veces que me he arrepentido porque no hay otra forma de dar contigo —admite con rabia.

La tensión se vuelve casi tangible en un cortante silencio.

Mi corazón late agitado, por la rabia, por la impotencia, o quizás por asimilar sus palabras.

Podría tomar eso, guardarlo, y seguir con la conversación. Podría dejar de cometer la estupidez de abrir más mi vida hacia él de lo que debería, pero no es la clase de persona que soy. No con él. Sosteniendo su mirada, admito:

—No fuiste el único "idiota" que cometió ese error.

No lo entendí en su momento, no conocía lo que eran esas emociones ni estaba lista para comprenderlo. Aun así, la comprensión llegó con el tiempo, amoldándose como respuesta al dolor que me acompañó las noches en las que me quedaba hasta tarde despierta mirando Skype. Vino como explicación hacia por qué perdí el interés por cualquier clase de rollo con otros, hacia la forma en la que su recuerdo se mantuvo en mi mente incluso después de tanto tiempo.

Vino en forma de culpa porque sabía, mientras hacía una vida con otro, que había algo que anhelaba y que Killian no podía darme. En esa relación perfecta con Killian, con un chico atento y paciente que cumplió cada uno de mis deseos de tiempo atrás, me encontraba queriendo más. Anhelando quejas y tontas discusiones que terminaban en los labios del otro, piques y esa forma de sacarnos de quicio.

Tardé meses en entender lo que sentí en su día.

—No quería que las cosas terminaran así —admito sin fuerzas—. Ni contigo ni con Ansel.

Quizás, por eso, una de las primeras cosas que hice al volver a París fue intentar ponerme en contacto con Ansel. Tan asustada de que estuviera cabreado conmigo, no me atreví a pasar por el piso en el que me quedé el verano pasado, pero Ansel es predecible y sabía que era cuestión de tiempo dar con él.

Le encontré tres semanas después de llegar, en Duplex. Ansel estaba bajando las escaleras de la zona VIP cuando yo salía de los baños y me vio. Estuvo a punto de tropezar en uno de los escalones y su pausa me robó la respiración con tantas dudas. ¿Estaría enfadado? ¿Me echaría en cara todo? ¿Me pediría explicaciones?

Pero su respuesta fue otra.

Bajo los escalones, dudoso, lento, y, tras unos segundos de pie frente a mí, simplemente me envolvió en un abrazo. No sé si estaba algo ebrio, pero, de estarlo, lo disimuló bien. No preguntó, no me juzgó, no criticó, solo me abrazó y, después de apartarse, me abrazó una segunda vez.

Llevo quedando con él al menos una vez por semana desde entonces y nunca, hasta ahora, me ha pedido explicación alguna. A día de hoy sé que no tengo intención de perderle de nuevo, se ha vuelto alguien demasiado importante para mí. La primera amistad que sentí real, la primera que estoy viendo crecer pese al paso del tiempo.

—Pensé en escribirte —añado frotando mi brazo con cierta incomodidad—. Estaba dolida porque tú no lo hiciste, pero casi era navidad y quería saber qué tal te iban las cosas. Te busqué en redes.

Aún recuerdo la forma en la que el orgullo me invadió con una suave sonrisa al ver fotos suyas de vuelta en casa, con su hermana pequeña. Pero, sobre todo, todavía recuerdo cómo ver que estaba en una relación me cerró la garganta. Grace Harries. No he sido capaz de olvidar su nombre.

El día en el que busqué a Asher en redes fue el día en el que conocí a Killian. Fue como si el destino acabara de ponerle en mi camino, cruzándonos por accidente mientras yo no era capaz de apartar la mirada del móvil y Killian intentaba abrirse paso en las ajetreadas calles de Nueva York con el árbol de navidad que acababa de comprar.

—Pero no me escribiste.

—Se te veía feliz, no veía justo entrometerme en tu vida, sobre todo cuando habías dejado claro que no te interesaba que lo hiciera. —Antes de que se queje, corrijo—: Darle a alguien una forma de contactarte y que no lo haga también da qué pensar incluso si solo fue porque eres un dramático que tuvo que hacer un numerito y tirarlo todo en cuanto las cosas no fueron como querías.

Se calla.

No puedo evitar un ligero toque de orgullo hacia la tonta victoria.

—Siempre has sido un gran dramático—añado con cierto humor.

Ahí es cuando Asher lo hace. Un pequeño gesto de apartar la mirada para mostrar exasperación cuando no termina de sentirla. Esa forma de dramatizar que no pensaba volver a ver. Un detalle de su personalidad que me cautiva como si no hubiera pasado el tiempo. Uno que esconde una sonrisa ladeada que roza su mirada aunque intente disimularlo con un toque sarcástico.

Esto era. Estos eran los detalles que me faltaban.

Siempre los detalles.

—No debí haberlo borrado —admite.

—No, no debiste —acepto—, y yo debí haber pensado más en lo que interpertarías cuando dejé las cosas. No lo pensé en ese momento.

Aun así, sé que nunca habría hecho las cosas diferentes de tener la oportunidad. Lo que fuera que yo sentía en ese entonces era algo, pero no suficiente. ¡Yo ni siquiera sabía que eso era querer a alguien hasta meses después! Tenía una vida que acaparaba mis pensamientos y que nunca podría permitirme ir en cualquier dirección sin sus ataduras. Mi prioridades eran otras y, aunque aún no he sido completamente capaz de enfrentar sus consecuencias, necesitaba eso.

Entender mi propia mente, enfrentar sola esos demonios, y aprender. Aprender lo que era permitirte interactuar con otros sin un límite de tiempo y lo que es tener una relación donde no debes mentir ni hay un reloj corriendo en tu contra. Viajé, hice amigos, aprendí, y, sobre todo, crecí gracias a Killian. Con su paciencia, con la familia que me permitió adoptar como mía. Si mi corazón entiende lo que es amar a alguien es porque él me ayudó a aprender lo que era.

Le quise, muchísimo, y todavía lo hago, supongo. Sé que ya no estamos juntos, sé que yo terminé con eso en mayo para poder venir aquí y aclarar mis ideas, pero esa parte de mi vida sigue presente y doliendo.

Y eso es bueno.

Duele porque fue importante. Duele porque me hizo sentir algo.

—¿Dónde nos deja eso? —pregunta Asher.

—En un punto donde no nos guardamos rencor. —Su silencio presiona una respuesta más larga por mi parte—. Estuvo bien y terminó. Hubo un malentendido y lo hemos solucionado. Ahí es donde nos deja.

Por primera vez en muchos meses, busco el toque de unos anillos que hace demasiado que no están conmigo. Asher es un recuerdo que me ha marcado demasiado como para permitirme perder. Sé lo que pasaría de intentar aferrarme a ello y no quiero pasar por eso. Como descubrí al llegar a París, los recuerdos se idealizan y, muchas veces, se rompen cuando intentas volver a tocarlos.

—Todavía no me has respondido a la pregunta de antes —le recuerdo—. ¿Cómo fue volver a casa?

Asher vuelve la mirada a las tumbas y apoya ambas manos en la verja negra que nos separa del cuidado césped que se estira hacia el blanco de las tumbas. Cierra sus dedos con fuerza contra la verja al inclinarse hacia delante.

—La respuesta corta es que fue una auténtica mierda —responde.

—¿Y la larga?

Cuando quiero darme cuenta he imitado su postura. Sin poder evitarlo, estiro una mano hacia la de él, pero paro antes de llegar a tocarle. Con una notoria exasperación hacia mi incertidumbre, estira su mano hasta apoyarla sobre la mía.

—Aún estoy trabajando en esa respuesta. —Cierra sus dedos sobre los míos. Afianza mi agarre en la verja manteniendo el suyo por encima—. Sigo sin hablar demasiado con mi padre, pero he llegado a una especie de tregua con mi madre. Ella no va a posicionarse e intentará evitar el conflicto incluso si es presionándome para ir hacia el "campo más fácil", no va a cambiarlo, pero sé que le importo. Aunque sea a su modo. En cuanto a Jayden, es un completo imbécil que no sabe pensar con claridad.

Asher insultando a su hermano, qué sorpresa.

—Pero le quieres —intento sonsacar.

Deja el agarre que tiene en mi mano ir.

—Por desgracia —admite—. Es un cretino con el que me he peleado más veces de las que puedo contar desde el verano pasado, pero entre golpe y golpe se hablan las cosas —bromea con dejadez—. Solemos echar partidas un par de veces al mes. Hablamos. A veces.

—Eso está bien.

Es ese sentimiento de alivio y felicidad hacia lo que ha conseguido lo que me lleva a apoyar una mano sobre su hombro. El orgullo. Mi silencioso: "Ha sido un gran paso" porque sé que él no querrá oírlo en palabras, solo lo descartaría. Incluso se ofendería según su humor del momento.

Su mirada cae y noto el sutil roce de sus dedos contra la tela de mi cárdigan. Un toque disimulado apenas perceptible como si estuviera preguntándome si algo tan simple está bien. Sé en qué punto estoy y sé que lo mejor sería un movimiento ligero para apartarme, pero, en vez de eso, presiono su hombro acomodándome más a su costado.

—¿Qué hay de ti? —pregunta.

—Nada interesante.

Termina por cerrar los dedos contra el borde del cárdigan, una vieja costumbre como tantas otras que me distrae hasta que, accidentalmente, rozo su cuello con mis dedos. En el momento en el que siento la tensión crecer en su postura aparto el agarre y alcanzo a dar con un toque de confusión en el llamativo azul de sus ojos antes de que aparte también su mano.

Me arriesgaría a decir que ninguno de los dos sabemos bien lo que estamos haciendo, pero hay mucho ahí, entre recuerdos, demasiado como para que no haga mella.

—Te dije que quería irme de casa y eso hice —cuento—. Me alejé de mi madre, viajé unos meses, visité más de una veintena de parques naturales de Estados Unidos y luego paré en Nueva York para pasar las navidades allí. —Sé que no tendría por qué contar los detalles, pero también que es lo que voy a hacer cuando apoyo una mano de vuelta en la verja en busca de estabilidad—. Conocí a alguien allí. Me mudé con él en enero.

El sonido del viento contra las hojas de los árboles es lo único que sigue a mi respuesta. Se mece entre ambos y rompe con el calor de una mañana de agosto en París. Por una vez en mucho tiempo, desearía que las calles estuvieran más concurridas. Claro que, venir a un cementerio un miércoles por la mañana no es el plan más turístico para las personas, no importa lo célebre que sea el Père-Lachaise.

Asher parece haber encontrado interesantes las tumbas cuya historia tanto odió contarme el año pasado porque, ahora, toda su atención es de esas figuras.

—Así que al final conseguiste lo que querías; tu apartamento y el gato.

—Una bola de pelo blanca como la que Ansel robó —recuerdo con humor. Trazo el tatuaje de mi muñeca de forma distraída, esos números romanos del día que marcó un antes y un después en mi vida—. Queríamos adoptar un gato, pero no llegamos a hacerlo. Terminamos antes de que eso pasara.

Killian me lo propuso el día que ahora está tatuado en mi muñeca. Ese fue el momento en el que algo hizo clic en mi cabeza. Me había esforzado durante meses y, por fin, entendí que podía hacerlo. Entendí que no importaba cómo me hubiera criado, las repercusiones que había tenido en mi cabeza ni lo oscuro que había visto el futuro, podía conseguirlo. Podía tener la vida que quisiera.

Eso es lo que el tatuaje me recuerda que, sin importar lo que pase, habrá día mejores. Que, sin importar lo oscuro que vea el futuro, no estoy tan rota como para que no tenga arreglo. Tengo posibilidades.

—Déjame adivinar, el tío con el que estabas fue lo suficientemente inteligente como para decirte que era o el gato o él y lo largaste —comenta.

"Algo así", estoy a punto de responder, pero es Asher. Es Asher Bremen. Si con alguien nunca he tenido que esconderme ha sido con él. Nunca me ha juzgado, nunca lo haría. Es la única persona con la que siempre he podido hablar con completa libertad.

—Me dijo que podíamos adoptar un gato porque sabía que era lo que yo quería y me asusté —admito—. Me asusté porque tenía una buena relación, un apartamento que podía decorar a mi gusto en pleno Nueva York, una familia grande con la que comer cuando quisiéramos y me estaba dando la oportunidad de tener la mascota que siempre había querido. Me asusté porque tenía todo lo que podía querer pero no sentía nada. ¿Qué clase de persona no siente nada cuando lo tiene todo?

Tras unos segundos, Asher responde:

—Alguien que ha confundido lo que quiere con lo que cree querer.

Sigo su mirada hacia las tumbas. Por desgracia, Asher tiene más razón de la que me gustaría admitir en esto.

—¿Qué harás ahora? —pregunta.

—Pensaba volver a Nueva York. Le dije a él que quería venir a París para aclarar mis ideas, que quería pensar, y lo he hecho. Sé que no quiero más relaciones informales y sé que Killian es alguien importante para mí con mis mismos intereses a largo plazo. Tiene sentido volver a intentarlo.

—Eres lista, Olivia, incluso tú te das cuenta de que si tienes que convencerte a ti misma de algo es porque no lo quieres. Solo tienes que escucharte para darte cuenta. —Mi silencio trae un cambio en su postura, se vuelve hacia mí para marcar sus palabras y siento el eco de una reprimenda en su forma de dirigirse a mí—. Tienes toda una vida, Liv. Empieza por la universidad y luego sigue desde ahí. No tienes que decidir todo ahora, menos si no tienes nada claro.

—Quizás he fallado en los detalles. Puede no sea Killian, o quizás no es un gato, o incluso puede que sea la culpa de quedar tanto con su tía porque no la soporto, pero he vivido suficiente como para saber lo que quiero y está en esa dirección.

—Esas son muchas justificaciones para ser alguien que no está intentando convencerse a sí misma de algo.

No respondo.

Una vez busqué descanso en las relaciones de una noche, pero ya no encuentro paz en eso. Quiero algo más, algo que me llene, algo que me haga sentir completamente viva. Quiero una vida, una familia. Una que se sienta como mía, una en la que hacer las cosas bien.

Puede que haya sido yo quien le pidió tiempo a Killian, pero seguimos hablando de vez en cuando. Sé que ha estado con alguna que otra persona desde que lo dejamos, también yo, pero hay un pequeño acuerdo silencioso por el que solo tenemos relaciones informales. En cierta forma, estamos esperando. Esperando a que las cosas se aclaren, a que yo decida si mi felicidad se quedó en París o si era lo que tenía con él. 

Killian es mayor que yo, tiene una gran familia y es bueno. Hemos hablado alguna vez del tema familia, aunque solo sea por encima, y sé que nuestras ideas van en la misma dirección. Él me dijo, en pocas palabras, que no veía mal su edad. No tiene miedo a esa clase de compromiso.

—Es una mala decisión, pero eso tú ya lo sabes. —Asher alcanza mi anillo como lo hice yo en su día con el comentario, un gesto distraído que me hace preguntarme cuántas veces lo habría hecho antes como para no darse cuenta ahora. Respira, profundo, mientras las respuestas parecen evadir sus labios y agitar su mirada. Sea lo que sea que pasa por su cabeza, evita decírmelo—. ¿Tan malo sería quedarte un tiempo por Francia mientras piensas en qué es lo que realmente quieres?

—¿Y hacer qué? Por mucho que haya disfrutado de estos meses en París hay un número limitado de cosas que hacer. Además, sabes lo mal que se me da el Francés.

—Tu francés es decente y aprendes rápido.

Miro sorprendida a tiempo de verle volver su cuerpo por completo hacia mí. Las tumbas han perdido su atención y noto un toque de indignación en su mirada. Es curioso, el verano pasado no pasó un día sin que él metiera una pulla hacia mi francés (o sin que hablara en francés durante largos minutos porque sabía que no le entendía y le hacía gracia tener conversaciones así) y, hoy, aquí está, haciéndome un cumplido al respecto.

—Voy a estudiar en Lyon. Está a dos horas de aquí. Alquilaré algo allí en un par de semanas. —Espera unos segundos antes de, dudoso, seguir—. Podrías quedarte un tiempo.

—¿Me estás invitando a vivir contigo durante un tiempo?

—No es como si fuera la primera vez. —Relaja su postura por todo menos tranquilidad, como un suspiro que le quita las fuerzas antes de, con una mirada sincera, decir—: Lo que teníamos. —Hace una pausa—. No estaba tan mal.

No, no lo estaba, pero el año pasado nuestros intereses eran los mismos. Queríamos una distracción. No fue culpa de ninguno que termináramos cayendo como lo hicimos. Ahora nuestros intereses hacen todo menos alinearse

Toda mi atención se vuelve hacia Asher. Siento que hablar con él es igual que conocerle. Es gradual. Empieza de forma tan complicada que no te da respuestas si no es para alejarte, tienes que esforzarte, preparar el terreno y, luego, puedes hablar con sinceridad. Ahora estamos en ese punto, con una sinceridad con la que no sé bien cómo lidiar.

—No quiero algo para pasar el tiempo, Asher, por mucho que me gustara.

—No he dicho que sea eso lo que te estaba proponiendo —dice.

—¿Y entonces qué? ¿Algo serio? —pregunto.

—No sería tan diferente a lo que teníamos, lo sabes.

—Lo que sé es que mi vida ha sido un infierno. Nunca he tenido nada estable ni he sentido que tuviera una familia. He tenido más relaciones de las que puedo recordar y de todos los tipos que se te puedan ocurrir. Estoy cansada de eso. No quiero una relación estable, quiero algo más.

Quiero toda una vida. Quiero establecerme, quiero formar una familia, algo claro, no una relación donde no sabes qué camino querréis seguir cada uno en unos años. No tengo ganas de empezar y terminar relaciones hasta que pasen los años y, quizás entonces, dar un paso más. No va conmigo, eso es de lo poco que realmente sé.

—Quiero algo definitivo, no una posibilidad —termino.

Al entender lo que implica, Asher deja el tema caer. Asher no quiere ese tipo de compromiso, sino experimentar, conocer gente, probar diferentes relaciones, y eso está bien. Yo quiero otra cosa.

—Debería irme —digo antes de que el ambiente se vuelva pesado. Paso las manos sobre la tela de mis pantalones cortos para quitar la suciedad de la verja y no puedo evitar buscar su mirada antes de irme—. Me alegra que hayas venido y haber podido aclarar las cosas.

Ni siquiera sabía cuánto necesitaba eso hasta ahora. Se siente como haberme quitado un peso de encima. Es hacer las cosas bien, dar una buena despedida que no vaya a terminar en incertidumbre. Es poder dejarle como un simple recuerdo que va a acompañarme sin presionar en mi vida.

Quizás sea eso por lo que vine.

Una buena despedida, necesitaba esto. Por cómo me mira, diría que él también.

—No me gustan las redes sociales, pero, si quieres hablar algún día, Ansel tiene mi número. Puedes pedírselo. —Aprieto su brazo antes de apartarme. Estoy haciendo una vida diferente en la que no me importaría hablar con él de vez en cuando, pero, esta vez, no espero su mensaje—. Cuídate.

En cuanto mi mano cae, agarra mi brazo.

Un movimiento rápido que corta cualquier clase de despedida de forma brusca y apresurada. Mi anillo brilla contra su muñeca, presionando contra el recuerdo y la importancia que ha admitido que tiene. Asher entiende las relaciones igual o peor de lo que yo lo hice en su día, pero incluso él debe haberse dado cuenta de que hay algo importante en cómo atesoró ese objeto.

—No voy a mentir y decir que quiero lo mismo, pero sé que me he arrepentido muchas veces de no haber dicho nada cuando te fuiste de Nantes. No quiero cometer el mismo error dos veces.

—Aunque fuera bien al principio, terminaríamos siguiendo caminos diferentes en poco tiempo porque no queremos lo mismo. No tiene sentido empezar algo cuando sabes que el único final posible es una despedida —le recuerdo.

—Tampoco tiene sentido atarte a alguien que no te hace sentir nada.

Cambio el peso de mi cuerpo de un pie a otro y mi mirada cae en el agarre sobre mi brazo que no ha soltado todavía. Mientras, el anillo sigue ahí, tan persistente como si fuera parte de sus palabras.

—No tienes que decidir toda tu vida ahora, tienes tiempo, Olivia. Tienes tiempo para pensar y, joder, para cometer errores si se convierten en uno. —Se refiere a él, a cómo podría terminar una relación con él—. Ven un tiempo a Lyon, un par de meses, podrás pensar tranquila allí.

Pero no son solo unos meses.

Killian no esperará por mucho tiempo. En algún momento pasará de relaciones informales a algo formal. Se cansará de esperar. Han pasado tres meses desde que terminamos, quizás un poco más. ¿Cuánto más pasará hasta que hablemos y me diga que ha conocido a alguien?

Asher tira de mi barbilla para recuperar la atención.

—Me importas, y quiero evitar que hagas algo de lo que te arrepentirás. —Su mirada es suave, casi una caricia que roza como sus dedos contra mi piel. Desde aquí, el sol golpea contra su espalda y crea sombras en sus facciones. Marca más su mandíbula y pinta sus ojos de un tono más oscuro—. Te propongo un año. Veamos adónde nos lleva y, luego, tú decides.

No pide tanto, pero tiene implicaciones, es cortar puentes, es empezar de cero si en un año no funciona lo que probablemente pasará porque sé que mis propias ideas me carcomerán. Pasará como el anhelo de algo más intenso que me separó de Killian. Me envenenará hasta que no podré dejar de pensar en ello y, un día, le diré a Asher que no puedo hacerlo más. Que me ha consumido, que lo que él me da no es suficiente.

Dolerá, y será peor que la última vez.

Es un error y mi parte racional lo sabe.

—Solo un año —insiste con suavidad.

Rozo su camiseta de forma superficial antes de presionar para sentir su calor bajo la tela. Un corto agarre que llega junto a su mano al estirarse sobre mi mejilla. Un año, ha pasado un año y él es capaz de mover el tiempo a su merced haciéndome sentir que no ha pasado ni un solo día. Es capaz de agitar viejos recuerdos y empuñar mis emociones sin levantar un solo dedo.

Asher no es algo seguro, en realidad, es todo lo contrario. Es impredecible la mayoría del tiempo, crea más conflictos de los que evita y no es capaz de entender que las cosas no son cuestión de extremos la mayoría de las veces. Es arisco, sarcástico, te va a querer contradecir en todo y tiene un gran afán por sacar de quicio a todo el mundo.

Asher Bremen no es el chico al que presentarías a tu familia, menos aún a tus amigos si no quieres que cree problemas en tu grupo, pero es Asher. Es la clase de chico que va a estar a tu lado incluso cuando ni tú misma quieres estarlo.

Levanto una mano hasta la que tiene en mi mejilla y su cálida cercanía se mezcla con el tacto de un anillo que una vez memoricé. Lo trazo, presionándolo contra su piel como si volviera a ser la chica que necesita que le recuerden qué es real y qué no. No, ya no soy ella, y ya no debería ser la chica que busca anclas en vez de enfrentarse al mundo.

Roza mi cintura y su cercanía se vuelve arrolladora. Él me sacó de mi celda una vez, me lanzó al vacío solo para dejarme ver que siempre había estado dispuesto a saltar conmigo. Es su presencia la que borra la bruma del conformismo, la que me hace querer arriesgarme porque me ha hecho saber lo que puede haber y quién puedo ser.

Saca una versión de mí de la que puedo estar orgullosa. Una que enfrenta sus miedos en vez de seguir manteniéndolos a un lado. Saca lo mejor de mí. Ahora, está pisando su orgullo porque se ha dado cuenta de que, sin darme cuenta, había vuelto a vendarme los ojos.

Cierro mis dedos sobre su muñeca y el anillo queda lejos de mi agarre. Le miro, expectante, a escasos centímetros, y pienso cómo es que había olvidado la forma tan agitada en la que el mundo parece cobrar vida cuando alguien te quita el suelo de los pies, cuando te retan y te hacen cuestionarte todo.

No era esta ciudad, no era él, era lo que sus palabras y afilada personalidad dejó en mí. Así que lo tomo, incluso si tengo que arriesgar cualquier cosa que haya podido asegurar de no ser así. Lo tomo como una decisión que forma una de las pocas sonrisas sinceras que han rozado mis labios en los últimos meses. Una nacida de ese revoltijo de emociones que se siente como la felicidad debería sentirse.

Me estiro hacia él y, rozando sus labios, sello:

—Un año.

Noto esa dichosa sonrisa socarrona que ya está haciendo que me arrepienta. No porque haya cambiado de idea sino porque sé las implicaciones que tendrá la forma en la que ha pasado. En cierta forma, tenía que elegir y le he elegido a él. En vez de ser agradable al respecto, Asher va a usar eso contra mí de todas las formas en las que se le ocurra durante los próximos meses y, por esa socarrona sonrisa que he sentido, diría que ya está ideando formas de hacerlo.

—No vas a dejarme olvidar esto, ¿verdad? —pregunto en un susurro.

—No tengo intención de hacerlo. —Me acerca a él y se toma su tiempo para acomodar el agarre hasta sostenerme como prefiere. Se toma su tiempo para apreciar los pequeños detalles y yo no puedo evitar hacer lo mismo—. Te he echado de menos.

—Algo me dice que eso va a ser lo único agradable que me vas a decir hasta dentro de un par de meses.

Va a serlo, los dos lo sabemos.

En lugar de responder, su atención cae en uno de mis mechones de pelo. Lo aparta, dejándolo caer detrás de mi hombro antes de devolverme una mirada que ya había visto antes. Esa forma de mirar que siempre me había cautivado, esa atención plena que rozaba un sentimiento que siempre interpreté como aprecio o incluso admiración.

Me doy cuenta, después de tanto tiempo, que no se trataba de eso solo que yo no era capaz de entenderlo todavía. No, eso no es simple aprecio. Nunca lo ha sido.

—Más te vale haber traído algo de desayuno, rubia. —Sus dedos rozan mi cuello antes de soltar por completo el mechón de pelo, luego baja la mano a mi cintura para acompañara la otra—. Porque si me has hecho venir hasta aquí sin nada que lo compense esta relación va a terminar rápido.

No quiero hacerlo, pero no puedo evitar romper a reír al oírlo. Asher muestra esa dichosa sonrisa genuina como respuesta y me pregunto cómo pude pensar que podría cansarme de admirar.  Estaba perdida antes de saberlo.

Todavía lo estoy.

Y quizás eso sea lo que necesitaba, alguien con quien perderme.

Lo último que digo antes de besarle es:

—Va a ser un año muy largo.


FIN


──────༺༻ ──────

FALTA EL EPÍLOGO

(Ahí se sabrá por qué la novela tiene este título)

Ahora, sobre el capítulo:

HA HABIDO REENCUENTRO

Ahora os preguntaréis: Lana, ¿tenías pensado esto desde un principio y nos has dejado sufrir mientras perdíamos la esperanza día a día?

No

Vale, bueno, quizás

VALE SÍ, PERDÓN DESDE EL PRIMER CAP LO SABÍA PERO OYE, soy buena guardando secretos, ¿no?

Ahora sí, ¡espero que hayais disfrutado del final de la novela!

Sé que Olivia aún hay cosas que no ha dicho (sobre su madre) pero espero que se haya entendido con algunas referencias que ella todavía no ha preguntado por ello. No está lista, ta chikita : (

Pero me gusta ver cómo ha ido creciendo. Todavía le cuesta entender cómo va el mundo en muchos temas, pero, al menos, para eso sí tiene un buen guía *guiño*

Esperemos que querer algo distinto no termine con eso demasiado pronto...

PERDÓN NO EMPIEZO

pero...

Os mando un fuerte abrazo y nos leemos en el epílogo (recemos por el shipp)

#Línea para que su "solo un año" sea como el "solo una noche" que empezó su relación

#Línea para mandar corazones a Asher porque tomó el consejo de su madre y fue a por lo que quería por una vez

#Lína para reírnos de Olivia porque Asher ahora estará molestándole 24/7 pidiéndole que le invite a comer, hablándole en francés, etc.

# SE VAN JUNTOS A LYON ME DICEN LLORO

A VIVIR JUNTOS

ESPERA QUE NO RESPIRO

Esperemos que les vaya bien...

Love u,

Y a ellos,

— Lana🐾


Pd—Espero no ver odio hacia Killian o hacia que Olivia le quiera, se puede querer a alguien pero que no sea adecuado para ti y eso está bien. Gracias a Killian Olivia ahora sabe más de cómo debe ser una relación, y gracias a Grace Asher sabe lo que no quiere en una, ellos necesitaba tiempo para enfrentar sus propias vidas

Y para entender las relaciones

tan chikitos 🥺❤️

y son hermosos 🥺❤️

y vamOS A ECHARLES MUCHO DE MENOS NO PUEDO PARAR DE LLORAR

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro