Capítulo 53 - El final del pasillo
53 | El final del pasillo
Olivia Audevard
Domingo, 1 de agosto
Siempre pienso mucho las cosas, les doy vueltas y sopeso cada opción, pero, esta mañana, todo lo que he hecho ha sido darme una ducha, encontrar lo vacía que ha quedado mi habitación una vez se han llevado las cajas y pensar: "No estoy lista para parar de correr". No estoy lista para enfrentar lo que pasará el jueves y, más por eso que por cualquier otra cosa, he metido algunas cosas en una bolsa y he comprado el billete poco después de que amanezca.
Para seguir corriendo, solo un poco más.
Si soy sincera, no termino de ser del todo consciente de lo que he hecho hasta que estoy sentada en un tren en la estación de Gare de Montparnasse a la espera que empiece el trayecto hasta Nantes.
"Me voy unos días, volveré el miércoles", envío a Tony.
"¿Sabes si Ansel...?" escribo y borro.
Lo intento una segunda vez antes de bloquear el móvil y dejarlo sobre la mesita blanca que hay entre mi asiento, el que tengo vacío a mi lado, y los dos que hay frente a mí. La mujer que tengo sentada enfrente levanta la mirada del libro por unos segundos al oírme suspirar antes de seguir con su lectura.
Agarro el móvil de vuelta.
"¿Ansel sigue...", borro, empiezo a escribir el nombre de Ansel de nuevo y me distraigo con una notificación.
"¿Sigue en pie Disneyland el sábado?", Ansel Piso. 10:27
Abro la conversación de Ansel. ¿Esta es su forma de decir que las cosas vuelven a estar bien entre nosotros sin tener que pisar su orgullo?
"¿De qué hablas?", 10:28
"Disneyland. Descuento del 20%. Sábado. Dijiste que sí. ¿Lo has olvidado?", Ansel Piso. 10:29
"Recuerdo que dijimos de ir este sábado, pero llevas sin hablarme un par de días así que supuse que ya no querías ir", 10:29
"Quiero ir. Y no llevo sin hablarte días, solo que no hemos estado hablando tanto como antes. No es lo mismo", Ansel Piso 10:30
"Que me ignores cada vez que te saludo no es un 'no hablamos tanto como antes', Ansel", 10:30
Ansel Piso está escribiendo...
Ansel Piso está en línea.
"No intento echarte nada en cara con esto, solo que no hagas como si no hubiera pasado", 10:31
"¿Podemos no hablar de eso?", Ansel Piso 10:32
Bloqueo el móvil y vuelvo la mirada hacia el título del libro que la mujer frente a mí está leyendo. Está en francés, pero tardo poco en reconocerlo. Grandes Esperanzas de Charles Dickens. Me lo hicieron leer para una clase, aunque no recuerdo en qué instituto fue eso. Mi vida se mezcla como si fuera el tiempo el que corriera a través de mí en vez de yo a través de su línea. Me confunde, me nubla, me hace perder su noción.
Me mantiene atrapada.
Ansel me envía otro mensaje que ilumina mi pantalla.
"Eres mi amiga y no quiero que te pase nada. Me dio rabia que ni siquiera me avisaras. Habría ido contigo. Pero el enfado no era por ti, siento si me pasé", Ansel Piso 10:35
"¿Quieres que te pida disculpas de rodillas y con una canción cutre? Porque lo haré si ir a Disneyland juntos está en juego", Ansel Piso 10:36
Como si el mensaje hubiera activado un resorte, el tren empieza a moverse. "Ya no puedes salir, ahora tienes que irte", parece decirme.
De niña creía en el destino, era lo único que me consolaba por las noches. Pensar que todo terminaría bien como si fuera el cuento que mi padre me leía. Cerraba los ojos e imaginaba que, cada paso, me llevaría a un final mejor. Que cada traslado era porque esa ciudad no me daría la felicidad. No tardé mucho en dejar ir esa idea, pero luego hay momentos, pequeñas "señales", que me tienen levantando la mirada y pensando: "¿Y si sí es real?" Porque el tren se pone en movimiento en el mismo momento en el que pienso en bajar y pasar mis últimos días aquí.
Me hundo en el asiento y dejo el aire ir.
"Estoy haciendo un pequeño viaje. Vuelvo el miércoles y mi vuelo sale el jueves a primera hora. No me quedan días para eso, lo siento", 10:39
"😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰😰", Ansel Piso 10:39
"Espera, ¿no estás ahora en París? ¿Cuándo te has ido?", Ansel Piso 10:40
"¿El resto sabe que te has ido?", Ansel Piso 10:41
"Estoy de camino a Nantes. Esta mañana. Sí.", 10:42
"Volveré el miércoles sobre las 5pm. ¿Te veré a la vuelta?", 10:42
"Ven descansada porque te recojo en la estación y salimos a algún lado como despedida. No acepto un no por respuesta. Si el jueves tienes una resaca enorme que no te deja ni llegar al avión, te acompaño en un taxi y te dejo frente a la puerta de tu vuelo, pero salimos", Ansel Piso 10:45
Lo leo dos veces y me deja un dulce sabor de boca.
"Hecho", 10:45
Salgo de su conversación y dejó el móvil.
El resto del viaje, todo lo que hago es mirar por la ventana, con el corazón más tranquilo y cierta morriña. Ni siquiera me he alejado y ya me estoy preguntando cómo será cuando deje por completo el país. Convivir con otras personas no es lo mismo que verles después o durante las clases. Noto la diferencia porque no estaba preparada para eso.
No esta preparada para involucrarme.
Menos aún emocionalmente.
(...)
—¿Es esta?
Asher vacila antes de acercarse a la puerta y parece poco convencido de que estemos en el edificio correcto. Antes de que llegue a llamar al timbre, agarro su muñeca para apartar la mano de ahí.
—¿Estás seguro de que es esta? Porque no pareces convencido.
—Es este edificio. —Se vuelve hacia los timbres—. Cuál era la puerta ya es tema aparte.
—Puedes llamarles y preguntar.
Asher presiona uno de los timbres de forma impulsiva antes de que yo pueda terminar de hablar. Da un paso atrás y mete las manos en los bolsillos mientras espera.
Pasan los minutos y no hay ningún cambio. Asher vuelve a llamar al mismo piso, quizás porque ha recordado que sí es ese o puede que solo para asegurarse de que no sea antes de probar con el siguiente. Lo presiona durante un par de segundos antes de soltarlo.
—¿Sigues planteándote lo de quedarte en un hotel? —pregunta mientras esperamos.
—¿Es esta tu forma de decirme que quieres que me vaya a uno?
—Quizás que no contesten sea una señal para que nos quedemos en uno.
—¿Ahora crees en esas cosas?
Se apoya contra la pared y su mirada vuelve a los timbres. Veo una media sonrisa, ladeada y apagada que roza la superficie cuando sopesa la pregunta. Me mira.
—No, pero estoy a favor de los hoteles.
—Obviamente. Ahí hay más privacidad y eso te gusta, ¿no?
No necesito una respuesta para saber que estoy en lo cierto.
En eso nos parecemos, supongo.
Bajo la mirada a mi maleta y apoyo mejor la mano en el asa. Encuentro la bolsa que hemos comprado en una tienda de bagels en la que Asher ha parado de camino aquí. Ha dicho algo sobre que siempre solía comer ahí cuando pasaba aquí los veranos y ha entrado directo. Ahora la bolsa está sobre mi maleta y yo ni siquiera he desayunado todavía.
Asher vuelve a llamar al mismo timbre.
—¿Estás seguro de que están en casa? —pregunto.
—Deberían, aunque no he hablado con ellos desde hace unos días. —Pasa una mano por su nuca—. Quizás debería haberles avisado de a qué hora llegábamos.
—¿Quizás?
—Joder, rubia, ¿alguna vez dejas de quejarte?
—No me...
Dejo la frase ir y saco el bagel que he comprado de la bolsa. Hemos comprado el almuerzo ahí pensando en comer cuando estuviéramos donde sus abuelos, pero tengo demasiada hambre como para esperar. Además, prefiero eso a tener que admitir que su comentario me ha hecho sentir incómoda.
—Eh —llama de forma más suave—. Bromeaba.
Aparto el plástico y doy un pequeño bocado al pan. ¿Por qué es tan difícil distinguir el toque de sus palabras cuando ya no lo respalda con gestos? Me he acostumbrado a que me vacile con algún toque suave de por medio. Sin eso me cuesta más verlo. O puede que solo sea que estoy en tensión por haber venido aquí.
Me estoy arrepintiendo, pero me niego a admitirlo.
Asher se acerca, me quita el bagel de las manos y le da un mordisco. Antes de devolvérmelo repite el "Bromeaba" de antes y espera a que lo sostenga bien para dejarlo ir.
—No me mires así —pido antes de dar el segundo mordisco—. No me has dejado parar de camino a la estación para comprar nada y han sido casi tres horas de viaje pensando en comida.
—Si mi abuela se entera de que no les has esperado para comer vamos a tener que pensar en empezar a correr. Habrá que...
Asher deja ir la conversación en el instante en el que oye un pitido cercano a la puerta. Se acerca, empuja la puerta y recoge su bolsa de deporte del suelo.
—Vamos.
Entro detrás de él, mis pasos menos confiados que los suyos. Entonces caigo en la cuenta de lo obvio y dejo de andar ante la alarma.
—Has dicho que no has hablado con tus abuelos desde hace días —le recuerdo. Me mira antes de subir el primer escalón, pero todo lo que me devuelve es confusión y un silencio que me invita a explicarme—. —¿No les has dicho que vengo?
Separa los labios, pero no llega a contestar.
Baja el escalón que ha subido.
No, no se lo ha dicho.
—Asher —llamo a modo de queja. ¿Cómo ha podido no avisarles?—. No puedo presentarme ahí como si nada. —Paso una mano por mi pelo para ahogar la frustración—. Tal vez sí que debería buscarme un hotel.
—No vas a quedarte en un hotel.
—No saben que vengo.
—¿Y qué?
—¿Y qué? —repito—. Asher, no puedes pretender que...
Oigo pasos en las escaleras, pasos y una voz en francés. Asher levanta la mirada hacia las escaleras y sé que acaba de reconocer esa voz. Esto ha sido mala idea. ¿En qué estaba pensando? O, más bien, ¿por qué no estaba pensando?
Asher deja su bolsa en el suelo.
—J'arrive! [Ahora llego] —dice hacia las escaleras. Deja nuestras cosas atrás para conseguir algo de privacidad en el rincón del portal más alejado de las escaleras—: Sí, se me pasó decírselo, pero conozco a mis abuelos, estarán felices con tenerte aquí. —Más suave, añade—. Liv, no vas a quedarte tirada en un hotel teniendo habitaciones aquí.
Ni siquiera hay tiempo para responder a eso.
Una mujer de unos setenta u ochenta años baja los últimos escalones con un grueso vestido largo y una brillante sonrisa. Su mirada es lenta cuando centra a Asher, tarda en reconocerle, pero ya está hablando para cuando lo hace. Se acerca a él con los brazos abiertos.
—Mon cher petit-fils [Mi querido nieto]
Sea lo que sea que le responde Asher, no entiendo ni una sola palabra. Solo miro mientras me echo a un lado para no molestar. La mujer es más baja que Asher, más baja que yo también, de rostro afilado y figura delgada que la ropa abulta. Abraza a Asher con fuerza por unos segundos antes de apartarse y presionar sus mejillas.
Asher odia el gesto y tarda menos de un segundo en apartarla con cuidado, pero ella insiste con el gesto y Asher no puede hacer más que quejarse.
—Tu as beaucoup changé, pas vrai? [Has cambiado mucho, ¿no es así?] —pregunta ella con dulzura.
—Arrête ça [Para con eso] —devuelve él sin éxito. Entre dientes, murmura—: Grand-mère, arrête ça [Abuela, para con eso]
Asher consigue quitar las manos de su abuela de su rostro al fin.
Luego la mirada de la mujer cae sobre mí. Después, vuelve a Asher.
—Qui est avec toi? [¿Quién viene contigo?] —Asher abre la boca para responder, pero su abuela le interrumpe—. C'est ta petite amie? [¿Es tu novia?]
—Elle n'est pas... [Ella no es...]
—Ne t'inquiète pas, Lily m'a parlé d'elle. [No te preocupes, Lily me ha hablado de ella]
—Lily...?
—Quel était son prénom? Eliana? [¿Cuál era su nombre, Eliana?]
Lo que sale de los labios de Asher después de eso, es una maldición. Luego habla, rápido, y en un francés tan acelerado que las palabras se escapan de mi alcance. Ni siquiera la separación entre ellas es clara.
Hablan, poco, y ella parece más confundida cada vez.
Sea lo que sea, termina con Asher pasando una mano por su pelo con notoria frustración. Me mira sin saber bien qué decir y termina por recoger su bolsa cuando su abuela nos invita a seguirla escaleras arriba.
—¿Está todo bien? —pregunto.
—Sí, no te preocupes por eso. —Baja la mirada a mi maleta y, quizás porque sabe que no estoy del todo segura de esto, la agarra por mí antes de que pueda desaparecer yo con ella—. Tú primero.
Tardo unos segundos en mentalizarme, pero voy escaleras arriba.
—Mis abuelos no hablan mucho inglés, pero lo entienden bastante bien. Te entenderán si les hablas lento en inglés, otra cosa ya es que puedan contestarte —explica mientras subimos—. Es el primer piso.
Deja la maleta en el descansillo y me quedo mirándola después de haber notado una puerta abierta a mitad del pasillo. Mala idea. Ha sido una pésima idea venir aquí.
Estiro la mano para agarrar mi maleta. Aprieto el asa con tanta que me duelen los dedos cuando los anillos presionan demasiado mi piel. ¿Es tarde para irme? Porque estoy a dos segundos de darme la vuelta y salir de aquí, ya sea a un hotel o de vuelta a la estación.
—Le parece bien que estés aquí y ha ido a preparar una habitación para ti —oigo decir a Asher al notar mis dudas. Asiento sin ser capaz de mirar hacia mí, solo le doy más vueltas a mis propias preguntas—. Liv, bromas aparte, si quieres irte a otro lado porque no estás cómoda, solo tienes que decírmelo. Te acompaño.
Levanto la mirada hacia él. ¿Por qué me tiene tan mal esto? Tan nerviosa, tan incómoda.
—Lo tendré en cuenta.
Porque no voy a mentirle y decir que me siento bien aquí. Asher apoya por un segundo la mano en mi espalda, invitándome a avanzar. Tan bajo que apenas le escucho, me devuelve unas palabras de "aliento" al cruzar la puerta.
—Hay un castillo a pocos minutos andando de aquí. Puedes hacer turismo ahí más tarde. Quizás incluso te hagan un hueco en sus mazmorras. Me vendría bien para deshacerme de ti durante unas horas. —Devuelve la mano en mi espalda después de cerrar la puerta detrás de nosotros. Suaviza las palabras, casi hasta un susurro, al añadir—: Hacia las escaleras del final del pasillo.
—Escaleras —repito—. ¿No es solo un piso?
—Lo era, pero compraron también el segundo C para poder remodelarlo y convertirlo en una sola casa. Ahora sigue andando, me muero de hambre y no podremos comer hasta terminar de instalarnos.
Giro en el pasillo y encuentro a su abuela esperándonos en la parte superior de las escaleras. Agarro la maleta, y empiezo a subir. Lentamente y con un nudo en mi garganta. La abuela de Asher me recibe con palabras en francés hacia las que solo puedo asentir o sonreír de forma forzada. Una de las veces, miro sobre mi hombro hacia Asher queriendo que me eche una mano con esto porque su abuela no parece saber que yo no entiendo francés, pero él está distraído con las fotos en las paredes.
Su abuela abre una de las puertas del fondo del pasillo.
—Esta es la tuya —explica Asher.
—¿Solo mía?
Su abuela es quien responde, pero, de nuevo, no entiendo una palabra de lo que dice. Ella se mete en la habitación, señala algo sobre la ventana, y vuelve a salir. Lo siguiente que dice es para los dos y luego la veo alejarse por el pasillo con pasos lentos hasta desaparecer por las escaleras.
Miro a Asher en busca de una explicación. Todo lo que hace, es apoyar una mano en el marco de la puerta mientras me ve entrar.
—Mis abuelos son algo tradicionales para ciertas cosas. —Señala la habitación con un gesto de la cabeza—. Habitaciones separadas. —Le miro de nuevo, ¿no vamos a dormir juntos?—. Tampoco es mi plan favorito para estos días.
Soy la invitada aquí, no puedo quejarme por eso.
Así que dejo la maleta cerca de una pared y miro la disposición de la habitación dándome cuenta de otro de mis errores; No voy a poder dormir aquí. No hay pestillo, la cama está dando "la espalda" a la puerta, la disposición de la ventana alcanza la cama... No podría sentirme lo suficientemente segura aquí como para cerrar los ojos. Sobre todo por el pestillo. No es que no me fie de ellos es solo que tengo mis demonios detrás de la puerta, y quisiera tener algo que me asegurara que voy a estar separada de ellos.
—Es bonita —es todo lo que le digo a él.
Es una habitación simple, con mantas, alfombras y cortinas en tonos pastel que mezclan rosa y verde. Hay una gruesa alfombra junto a la cama y mantas con unos detalles que me resultan antiguos y se mezclan con grabados en la madera.
—Es la de invitados. —Se sienta al borde de la cama cuando paso cerca y apoyo la mano en una de las mantas para sentir su tacto; suave con relieves—. La única persona que la suele usar es mi hermana pequeña, y ella no ha venido en años.
Roza mi brazo y, por costumbre, doy un par de pasos más cerca. Muchas veces usa eso para "invitarme" a sentarme sobre sus piernas. Otras, presiona mis brazos para dar el primer empujón de forma ligera con una silenciosa pregunta. A día de hoy ese roce en mis brazos es todo lo que necesito para sentarme sobre él.
—Tienes esa mirada de nuevo —avisa.
—Lo sé.
Por una vez, no me da una de esas miradas molestas cuando toco su rostro. Me deja, por completo, incluso diría que hace todo menos molestarle. Deslizo mis dedos sobre la parte baja de su mandíbula y dejo que mis pensamientos caigan sobre los detalles de su rostro, de su piel.
—No puedo dormir si no hay pestillo —admito—. Sé que es una tontería, pero he visto que no hay y... —Me encojo de hombros—. No quiero sonar desagradecida ni quisquillosa, pero ese detalle...
—Ninguna de las habitaciones tiene pestillo, pero sí la puerta principal —interrumpe.
Eso no es suficiente, pero me cuesta más explicarle por qué no lo sería que dejarlo estar, así que asiento y sigo deslizando mis manos sobre su rostro. Las dejo caer hasta sus hombros con un suspiro.
—La única persona que entrará aquí además de tú, soy yo.
—¿Visitas nocturnas? —pregunto con un deje de esperanza.
—Todas las noches.
Sus manos presionan mi cintura.
Mi cuerpo reacciona dejando el peso sobre mis hombros suavizarse ligeramente.
—¿Quieres quedarte sola un rato? —pregunta.
—Me gustaría. ¿Crees que a tus abuelos les molestaría que no almuerce con vosotros hoy?
Hunde una de sus manos bajo mi camiseta mientras lo sopesa.
—No —termina por decir.
Eso me ayuda a relajarme más. Necesito mentalizarme. Al menos eso es lo que me digo para poder explicar el malestar que siento por dentro. Uno que el roce de su mano libre sobre mi mejilla cuando me aparta un mechón del pelo enciende de vuelta.
—Quédate aquí el tiempo que quieras —añade—. Yo bajaré a enfrentar el monólogo de mi abuela sobre el terrible nieto que soy por no haber venido en dos años. —Intenta bromear, pero encuentro el toque de dolor en su mirada. Rápido pero certero. Hay algo amargo en lo que siente por su familia, pero les quiere, eso también lo veo, mucho—. Me paso después y vamos a ver un poco la ciudad. ¿Suena bien?
Roza mi mejilla con el pulgar.
—Suena bien —repito—. Todavía me tienes que enseñar ese castillo del que me has hablado antes. Aunque dudo que tenerte de guía de nuevo sea una buena idea. Eres terrible.
—Hay otras formas de tenerme —comenta.
Deslizo uno de mis dedos sobre su cuello y acorto el espacio hasta sus labios de forma lenta y premeditada. Rozo sus labios, me aparto un poco y digo:
—Tenerte en la cama suena mejor que tenerte como guía, en eso te doy la razón.
Le beso en condiciones esta vez.
Su mano se hunde bajo mi camiseta y me acerca más a él.
En mi cabeza, suena una idea, una en la que esa frase tenía otro significado, una en la que era más una propuesta. Aparto la idea antes de que llegue a asomarse por completo. No la quiero aquí, no quiero lo que trae consigo.
Como muchas otras veces, me devuelve un beso profundo que termina presionando con fuerza hasta que muerde mi labio con cuidado de no hacer daño. Su forma de acercarme a él siempre me ha resultado curiosa, como si tratara de hundirme en el beso de forma ahogada, como cuando tocas un sueño aun sabiendo que, por la mañana, se escapará de tus dedos.
Justo como yo le beso a él.
Me aparto, le miro unos segundos y mi estómago da un vuelco al encontrar esa atención tan centrada que me da muchas veces. Esa que me roba la respiración y me resulta tan curiosa. Esa que prefiero ignorar.
Suaviza el agarre en mi espalda al notar que quiero levantarme.
—Te veo después —es mi despedida.
Asher se levanta después que yo. Recoge su bolsa del suelo, se la echa al hombro y yo doy un par de pasos hacia la alfombra para despejar mis pensamientos mientras tanto. Tira de mi brazo hacia él antes de irse y encuentro sus labios sobre los míos una segunda vez, de forma más brusca y apresurada.
—Te veo después —repite.
Me aparta el pelo una vez más, su atención cayendo en el mechón.
—Deberías llamar a Ansel —añade—. Anoche volvió tarde y me tuvo en la cocina más de veinte minutos sin dejar de preguntarse si debía hablar contigo. No tengo ganas de aguantar esos monólogos de nuevo cuando volvamos.
—Ya he hablado con él.
Su atención vuelve a mis ojos.
—¿Habéis arreglado las cosas? —pregunta.
—Eso espero.
—Si quieres que hable con él...
—No hará falta —interrumpo—. Como te dije, prefiero que no se meta nadie más. —Ahí está, de nuevo, esa mirada y ese toque de incomprensión—. Te daría las gracias por el intento, pero sé que no te gusta que te agradezcan nada.
—Lo que no me gusta es que las personas terminen esperando algo de mí por pensar que he tenido un gesto desinteresado. —Ahí está, la respuesta que llevo meses esperando y, en el fondo, creo que lo sospechaba—. Ya lo hablamos, si te ayudo es porque me conviene, en cuanto volvamos a París puedes ir olvidándote de eso.
"En cuanto vuelvas a París yo ya estaré lejos y serás tú el que podrá ir olvidándose por completo de tener una respuesta mía", podría responder. Claro que esas no son las palabras que me permito utilizar.
—Deberías bajar ya, tu abuela se estará preguntando por qué tardas tanto.
No sé por qué me sostiene la mirada unos segundos más, menos todavía por qué aparta la mano ligeramente de mi mejilla para cerrar los dedos como si se hubiera arrepentido de haberme tocado. Tampoco a qué viene esa decepción tan clara antes de apartarse. Solo sé que está ahí.
Sus pasos vuelven hacia la puerta y, sin mirar hacia atrás, desaparecer por ella. Lo último que veo es su espalda al asomarme y encontrarle bajando las escaleras. Tengo que verle ir, y, cuando lo hago, no puedo apartar la mirada durante unos segundos. No hasta que un escalofrío recorre mi cuerpo y siento esa extraña sensación de estar siendo observada desde el otro extremo del pasillo.
No quiero mirar, pero lo hago.
Ramírez siempre dice que vemos, oímos y sabemos más de lo que pensamos. Que hay detalles que nuestro cerebro omite, pero eso no quiere decir que no sepamos que están ahí. Eso es lo que siento cuando, con inquietud, me vuelvo lentamente hacia el otro extremo del pasillo.
Los pasos de Asher en las escaleras resuenan en mis pensamientos mientras miro. No hay nadie, solo una larga alfombra rodeada por puertas y un pasillo que termina en un armario de pared abierto lleno de abrigos de alegres colores.
Mi mano se cierra contra la puerta.
Miro hacia ese armario, mi sangre helada, y la imagen de las catacumbas vuelve a mi cabeza como si fuera una descarga. Hay algo ahí, deslizándose cerca, buscándome, llamándome.
El pasillo.
¿Por qué aparecí en el pasillo de casa y no en mi habitación?
La respuesta es la que siempre está araña mis pensamientos, la que me hizo cerrar la caja y echar la llave lejos. Estoy convencida, mientras golpea mis recuerdos y me mece a su tormentoso son, que esa es la respuesta que no quiero conocer.
Pero, por desgracia, ni siquiera los peores recuerdos, los más traumáticos, pueden mantenerse completamente escondidos. Como si fueran líquido en una caja, terminará deslizándose fuera, aunque sea en pequeña cantidad. Un reflejo, un detalle, y lo ves. Algo pequeño que te hace saber lo que puede haber dentro.
Lo ves pero no quieres verlo porque sabes que, si lo haces, si es real...
Si es real entonces tú desearás dejar de serlo.
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#Línea para hablar de Ansel
#Línea para hablar de Olivia
#Línea para hablar de Asher
Un abrazo y nos leemos el sábado ❤️
....
"No sé por qué Asher no presenta a Olivia a la gente"
Asher cuando la presenta:
Asher: Esta es...
Sus amigos: Savanna????
Su familia: Eliana???
Olivia y Asher de fondo: ...
Nosotrs de fondo: 👁️ . 👁️🍿
...
Love u,
— Lana🐾
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