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Capítulo 51 - Vida

Hola ♥

HOLAAA

51 | Vida

Olivia Audevard

Jueves, 30 de julio

Lo primero que hago al despertar es cerrar los ojos de nuevo para no tener que empezar el día todavía, para atrasarlo un poco más. Mantengo mi realidad al otro lado de la puerta el poco tiempo que tardo en oír el ajetreo en la cocina una vez Ansel se despierta.

No es la primera ni será la última vez que ocurre, pero oír a Ansel hablar con un tono aniñado porque así es como se comunica con el hurón de Colette es algo que me despeja todas las veces. Es eso lo que me hace abrir los ojos y mirar detrás de mí para comprobar si Asher sigue viendo la serie de House of Cards o si se ha quedado dormido de nuevo.

Está completamente despierto.

Su mirada cae en mí cuando me siento con la espalda contra la pared, pero se aleja nada más me estiro a por mi móvil. De fondo sigo oyendo a Ansel hablar. Es curioso verle con ese animal. Se lo lleva en una jaula a todas partes y le habla para contarle lo que van a hacer. Ansel se divierte viendo al animal corretear y, lo último que vi ayer antes de meterme en la habitación de Asher, fue a Tony gritándole a Ansel que le tocaba a él encargarse cuando el hurón decidió que meterse debajo del sofá era una buena opción.

Quizás, de no estar en malos términos con Ansel, me hubiera quedado a ayudar.

Puede que, si ayer él no hubiera discutido conmigo hasta dejarme un malestar con el que no sé cómo lidiar, me habría atrevido a intentarlo. Estoy acostumbrada a quedarme al margen emocionalmente de todo y sé que debería alegrarme estar sintiendo algo ahora. Al fin y al cabo, eso es lo que he ansiado por años. El problema es que duele más de lo que recordaba.

El problema es que hay emociones con las que no he tenido oportunidad de aprender a lidiar (o entender). Me encuentro mal y no sé cómo pararlo.

El estruendo en la cocina crece cuando algo golpea el suelo. Por el ruido que hace y el insulto que viene detrás, diría que ha sido la jaula del animal.

Asher se quita un auricular al oírlo.

—Debimos haberle encerrado en su habitación cuando tuvimos la oportunidad —dice.

Apoyo la mano sobre su pierna a modo de respuesta. Un silencioso "No voy a seguirte el juego con eso, déjalo estar" que termina cuando él vuelve la mirada hacia la pantalla de su ordenador.

Sigue con la serie que empezamos a ver juntos anoche y de la que solo vi dos capítulos antes de quedarme dormida. Asher lleva un par de horas despierto viéndola. Su horario del sueño es tan malo como el mío y juntarnos hace todo menos ayudar, pero terminamos juntos de todas maneras.

Yo vuelvo hacia mi móvil. Deslizo el dedo por la pantalla para repasar los correos importantes que he recibido. Reviso la fecha del vuelo de vuelta (el próximo jueves a las seis de la mañana en el aeropuerto de Orly), la hora a la que vendrán a por mis cosas hoy (supuestamente por la mañana) y el mensaje de ayer de Ramírez.

Cuando vi su nombre en mi pantalla fui al baño para leerlo sin delatar mis emociones.

No tardé ni un minuto en volver, completamente decepcionada.

Remitente: [email protected]

Para: [email protected]

RE: Asunto: Hablar.

Tenía que hacer un viaje. Hablamos cuando vuelva.

Eso es todo lo que me ha respondido.

Su forma de dejarme de lado se siente más punzante que el hecho de que, por muy alegre y encantador que sea, Ansel se enfada fuerte cuando lo hace. Es un tipo similar de decepción. Aunque, la de Ansel, me está haciendo más daño.

Ansel paró a hablar conmigo ayer al volver de clases. Sus amigos le contaron que me había ido por mi cuenta y no se lo tomó bien. Claro que decir eso es quedarme corta. Se tomó no haberle despertado como algo personal. Se puso en lo peor y ni siquiera me dejó hablar. Ahí lo supe, en su brusca reacción, que no se trataba solo de mí y de haberme ido sin que me acompañara.

El tema de Colette le tiene con altibajos. Ahora que ella le ha dejado con su mascota durante la semana y media que va a estar con su novio en Italia, Ansel ha caído de nuevo en seguir cada uno de los pasos de ella a través de lo que Colette sube a sus redes sociales. Le he encontrado en la cocina desayunando, móvil en mano, para luego pasar las manos por su cara frustrado. No es capaz de pasar página, solo se tortura más con todo esto.

Supongo que ha sido eso lo que le ha hecho estallar, pero eso no quiere decir que duela menos. Aunque debería alegrarme que doliera, no puedo hacerlo.

Asher apoya una mano sobre mi rodilla.

—¿A qué hora venían a recoger tus cosas? —pregunta.

—Antes del mediodía.

—¿Suben ellos o tienes que bajarlo?

—¿Por qué? ¿Te estás ofreciendo a quedarte a ayudar?

—No me pagas lo suficiente como para hacerlo.

Estira la mano que tiene sobre mi rodilla para acercarme más a él. Encuentro a personajes familiares en su ordenador cuando me acerco. Todavía recuerdo su exasperación hacia mí (tan típica entre nosotros) cuando propuso ver House of Cards y le dije que no conocía esa serie.

Se quedó de pie junto a su armario, sorprendido, y dijo:

"Por cosas como esta no te puedo llevar a ningún lugar".

Luego tiró el portátil sobre su cama, me dio su contraseña, y me dijo que fuera buscándola en Netflix para "solucionar el problema" mientras él iba a darse una ducha.

Me quedé sentada en su cama tratando de no pensar lo que podría significar que una persona tan privada como él me hubiera dejado sola en su habitación, con su ordenador desbloqueado, y el móvil en su mesilla.

Ni siquiera dudó.

—¿Qué tienes pensado hacer cuando vuelvas a Estados Unidos? —pregunta.

—Lo sabes, volver a casa.

Apoyo la mano sobre la suya, pero no sé si para distraerle a él o para distraerme a mí misma. Todo lo que sé es que me alivia que me deje mover su mano para girarla entre las mías.

—Dijiste que querías alejarte —me recuerda.

—También dije que no era una decisión fácil.

Mueve su mano para que le deje tranquilo, pero termina por cerrar sus dedos sobre los míos de una forma más similar a un "Para quieta de una vez" que otra cosa. Eso me hace mirarle por haber perdido mi única distracción.

—Deberías irte. —Su mirada siempre está escondida bajo capuchas en el piso y con gafas de sol en la calle. Se esconde de todo y todos, pero la oscuridad siempre es capaz de mecerle entre sus dedos para enseñarte su verdad, y su verdad es confusa. Tan llena de vida que no puedes quedarte con una sola cosa—. Empezar en otro lugar no está tan mal.

—Llevo toda mi vida empezando en otro lugar cada par de años por culpa del trabajo de mi madre. Lo que quiero no es irme para empezar de nuevo en otro lugar sino asentarme. —La tristeza se desliza entre recuerdos—. Mientras crecía todos mis conocidos querían ser cantantes, médicos, bailarines, actores, y todo lo que yo quería era... —Todo lo que yo quería era una familia. Todo lo que todavía quiero lo es—. Parar de correr y que hubiera una persona en mi vida a quien le importara de verdad y no fuera a irse.   

Crecí privada de cariño y no recuerdo bien la razón de ello. Solo sé que, de un día para otro, no podía soportar la idea de un abrazo de mi madre o de los "Te quiero" que cruzaban sus labios. Me alejé, de todo y de todos, o quizás ellos se alejaron de mí. Me sentía tan sola, tan recluida, tan falta de un cariño que no tenía que empecé a rogar por ello.

Por eso, a los catorce, consumida por la impotencia, malinterpreté las cosas y cometí el error de meterme en una mala relación antes de estar lista para ello. El primer chico con el que salí, dos años mayor que yo, era manipulador y yo podía verlo. Siempre supe que sus palabras cariñosas y adulación era una fachada.

Sabía que en las relaciones el "No te hablo en el instituto por tu bien" era una alarma, tal y como lo era el "Si me ves con otras es para disimular. Eres de un curso menos, no quiero darte problemas". Yo lo veía, lo veía en cada uno de los momentos que solo podíamos pasar a escondidas, lo veía en cada uno de sus "Eres preciosa" tan engañoso como su atención.

Sabía que eso no era cariño, pero necesitaba tanto llenar esa ausencia que lo tomé. Me dieron atención y lo convertí en mi sinónimo de cariño. Una y otra vez. Así es como las relaciones que he tenido se convirtieron en "burbujas", en distracciones, en salidas.

Quemé los puentes de una relación sana antes incluso de saber lo que era querer a alguien. No soy capaz de entender las cosas de otra forma a día de hoy. Ojalá pudiera solo para poder tener la vida que siempre he soñado.

Para poder tener esa familia que a mí me arrebataron.

—Tienes toda una vida para eso, rubia —me recuerda.

—Tú y yo sabemos bien que el "toda una vida" no es tan cierto como nos hacen creer.

Perdió a su prima, yo a mi padre.

Ambos aprendimos a una edad temprana que la vida no es justa. A ambos nos marcó el filo de la pérdida y la percepción de la muerte antes de tiempo. Eso no se aleja. Esa certeza te sigue como una sombra que afila sus garras en tus pensamientos. Te acompaña en cada decisión, y alimenta cada uno de tus miedos.

En la cocina, se oye un fuerte estruendo.

Suelto su mano.

—Dime que eso no era la jaula cayéndose —pido.

Asher no responde, y esa es una afirmación en él.

El hurón de Colette vuelve a estar libre por la cocina, acompañado únicamente por las maldiciones de Ansel en francés.

Asher echa la cabeza hacia atrás y baja la pantalla de su portátil.

—Aún no es tarde para encerrarle —dice.

Lo peor es que llego a planteármelo.

Asher es el primero en levantarse. Se acerca a su armario para empezar a vestirse mientras yo tiro del borde de la camiseta que me prestó anoche pensando en si cambiarme de ropa o si salir así para tener la excusa de acabar de despertar (en mi cama) si me ven por el pasillo.

—Es la primera vez que no corres a solucionar su desastre —nota Asher con ese toque afilado que contamina su pregunta—. Eso es nuevo.

—Hemos discutido, no quiere ni verme.

Dejo el móvil en su mesilla y lo cambio por una de las velas negras que tiene al borde. Sigo sin entender su significado. Son parecidas. Algunas tienen un tono más grisáceo o diferentes alturas y grosores, pero son muy parecidas entre sí. Quitando una, la que he agarrado, el resto ni siquiera han sido usadas.

Y Asher no parece un chico que decore.

—¿Discusión fuerte? —pregunta.

No tengo ganas de eso así que esquivo el tema.

—¿Por qué las velas? —pregunto de vuelta.

Asher, todavía sin camiseta, termina de atarse los pantalones sin llegar a darme una respuesta. Parece dudar entre dármela o marcar su pregunta. Al final, todo lo que hace es acercarse.

—Son cosa de mi hermana. Ella tenía cuatro años cuando fuimos a ver el monte Rushmore. Entramos a una tienda de souvenirs, me distraje delante de las velas yo qué sé por qué, y ella creyó que me gustaban así que, cuando me vio salir de ahí, agarró esta.

Me quita la vela de la mano y su mirada se suaviza junto a su expresión.

—Lily salió corriendo con ella mientras me llamaba porque quería dármela. Nuestro padre le hizo devolverla pero Lils rompió a llorar y no quiso irse hasta que se la compraron. Ella estaba empeñada en dármela y tuve que fingir que me gustaba. Luego siguió regalándome algunas cuando se iba de excursión y ahora es una pequeña tradición entre nosotros cuando vamos a otras ciudades. Todavía no he sabido cómo decirle que me parecen horribles.

Me devuelve la vela con cuidado antes de volver al armario a por una camiseta.

Por su hermana Claro que lo guarda por su hermana.

Dejo la vela de vuelta con el mismo cuidado que Asher ha usado.

—Todavía no me has respondido sobre la discusión —me recuerda al terminar de vestirse.

—No, no lo he hecho.

—Liv —llama—. Ya lo hablamos, si tienes un problema relacionado con esta ciudad, me interesa solucionarlo. Mientras estés aquí, estoy contigo en esto.

Busco mis anillos. No estoy acostumbrada a hablar de cosas que me preocupen, pero, ¿qué más da llegados a este punto?

—La noche en la que fuiste a buscarle, cuando se quedó a dormir en casa de un amigo suyo, creyó que yo iba a quedarme también. Le dejé una nota porque quería volver y me fui sin despertarle. Sus amigos le dijeron que no había querido que me acompañaran y se lo tomó realmente mal.

—Define "realmente mal" —pide.

Le veo sacar la mochila de debajo del escritorio y meter el portátil dentro.

—No me dirige la palabra. —Paso una mano por mi pelo—. Sé que para ti es normal dejar de hablar a otros cuando te molestas y que te parecerá una estupidez, pero no estoy acostumbrada a ese trato por parte de Ansel.

—Se le pasará.

Ese es justamente el problema, que esto es algo donde todo lo que me queda es esperar a que se le pase o que vea que no era tan importante porque, a mí, no va a escucharme. Está en otra página. Todo lo que puedo hacer, es esperar.

No tengo tiempo para eso.

Asher deja la mochila sobre su cama al acercarse.

—Eh —llama. Cuando tira de mi barbilla lo hace solo en busca de atención—. Si te preocupa, dile que te acompañé yo. Invéntate que te fui a buscar hasta la puerta y te acompañé hasta casa si eso arregla las cosas.

Podría quedarme con muchas cosas de esa frase, pero, lo que me golpea es el "hasta casa".

Esa expresión me revuelve el estómago.

—No serviría. Se le han juntado muchas cosas, no está exactamente enfadado conmigo solo está... —Solo está pagándolo conmigo sin darse siquiera cuenta. No tiene el control y necesita recuperarlo sin saber cómo. Aparto su mano—. Lo único que puedo hacer es darle tiempo.

—Entonces dale tiempo.

—Me voy en una semana, no tengo ese tiempo.

No quiero echarle de menos antes de tiempo, no quiero perderle aún.

—¿Y qué más da que te vayas en una semana? Mierda, Liv, Ansel usa su móvil hasta para mandar mensajes estando en la misma habitación. No tendrás oportunidad de echar de menos a ese idiota.

Llego a planteármelo.

¿Sería tan malo conservar un número? ¿Sería tan malo mantener a una persona en mi vida?

Incluso si lo hiciera, dudo que esto pudiera terminar de otra manera. Ansel me olvidará. Incluso si he pasado mucho tiempo con él, sé que no tenemos una relación profunda. Me iré y, en unos meses o semanas, dejará de importarle.

Al final, a todos les dejará de importar.

—Entonces hablaré yo con él. Le haré entrar en razón en dos minutos.

—Le habrás insultado en cinco idiomas en dos minutos.

—Lo haré sin meter mierda, tienes mi palabra —promete.

De nuevo, me lo planteo.

Lo hago porque suena bonito que alguien solucione mis problemas por mí, los reales. Pero, ¿de qué serviría? No cambiaría nada porque dudo que cambiara algo. Además, no quiero más mentiras, estoy demasiado harta de todo eso. Demasiado harta de la persona en la que me ha convertido y de cómo no soy capaz de terminar de dejarlo atrás.

Estoy tan cansada.

—Da igual, ya veré cómo lo arreglo. —Miro hacia la puerta—. Aunque apreciaría que le sacaras de la cocina un minuto para poder volver a mi habitación.

—Le prometí a Sammuel que iría a las clases de esta mañana y ya voy tarde, no tengo tiempo para eso. —Recoge su mochila de la cama y se la echa al hombro—. Quédate lo que necesites hasta que él se vaya y, si cambias de idea sobre lo de hablar con él, mándame un mensaje.

Agarro su brazo.

—No podré cerrar con llave si me dejas aquí —le recuerdo.

Al entenderlo, deja la mochila de vuelta sobre su cama y, frustrado, maldice el nombre de Ansel antes de pasar una mano por su pelo. El ajetreo en la cocina sigue. Por cómo suena, Ansel debe de estar persiguiendo al hurón todavía.

—Esa noche no fui a buscar a Ansel. De haberlo hecho habría sido para quitarle las llaves del piso y dejarle tirado en una cuneta sin forma de volver —marca ante el silencio.

—Mientes bien, pero la única forma de creerme eso sería no conociéndote.

Sin nada más que hacer y con su camiseta todavía puesta, no puedo contener el comentario. Puede que en la cocina haya quejas, pasos rápidos y sonidos de cosas cayéndose, pero aquí, tras la puerta que aleja la realidad, mi comentario es un bajo:

—Siempre puedes hacerme callar si no quieres que te contradiga.

—No es contradecirte, es tener la razón. —No entiendo esa lógica y tampoco me importa mucho cuando se queda a un paso de distancia con esa posibilidad de quedarse un rato más aquí—. Como la tengo en cuanto al desastre que eres cocinando.

El comentario viene acompañado de una ligera y superficial sonrisa que, tan genuina como disimulada, amenaza con traer la mía de vuelta. Empiezo a pensar que la razón por la que se queda en la cocina mientras cocino, es para quejarse después.

Suele aparecer, con los auriculares puestos y sin ganas de hablar, solo para apoyar un momento la mano en mi espalda como su silencioso "Te he visto" y acompañar su despedida con algún comentario negativo hacia mis "dotes culinarios". Es una nueva fuente de entretenimiento para él que ha sustituido el quitarme la comida que tenga en mi mano.

—No soy mala cocinando —me quejo.

—Peor aún, das vergüenza cuando cocinas cualquier cosa. Ayer mismo...

—No soy la única que sofríe las verduras con vino blanco —interrumpo. ¡Ramírez lo hace todo el tiempo! No sé si es más o menos útil, solo sé que el sabor, el regusto, me recuerda a mis cumpleaños con él. Me gusta—. Además, tú eres peor. Te encontré untando un bocadillo en...

—¿De nuevo con eso?

—Mostaza, Asher —hablo sobre su voz—. Lo hundiste en mostaza.

Untó el pan en tanta mostaza que el color se deslizó sobre el trozo de pollo que metió en medio. Recuerdo el color, el fuerte olor, y que fue la primera vez que me ofrecía de forma voluntaria algo que él estaba comiendo (solo porque vio mi horror al verlo).

Tira de mi barbilla hacia él.

—Ahora sí que pienso callarte —dice.

Sé que la felicidad es extraña, y no sabría definirla o pintar los recuerdos con su color, pero también sé que hay emociones agitadas y agradables vibrando en mi interior. Unas que me devuelven unas tontas ganas de sonreír. Es una mala señal, una que escondo tal y como escondo el extraño orgullo que me devuelve notar la suya bajo mis dedos, bajo mis labios.

No quiero ver eso, no quiero entenderlo.

Solo le beso hasta que el ruido en la cocina me hace volver mi atención a la puerta una vez más. Sus brazos presionando mi cintura cerca y puedo sentir sus dedos rozar mi piel bajo la camiseta que él mismo me ha prestado.

—Alguien debería asegurarse de que no rompa nada —aviso.

Entiende que ese "alguien" es él y no tarda en alejarse.

—Lo que tengo que hacer es llegar a La Défense antes de que Sammuel me mate. —Se echa la mochila al hombro y se acerca al escritorio. Revuelve en uno de los cajones hasta dar con lo que quiere y lanzarlo hacia mí—. Cierra con llave, no quiero otra sorpresa entre mis mantas cuando vuelva.

Una llave.

Lo que me ha lanzado es una copia de la llave de su habitación.

—No rompas nada y no la pierdas. Te será útil para no tener que despertarme a las dos de la mañana para abrirte la puerta —añade. No soy capaz de procesar lo suficientemente rápido sus palabras como para responder antes de verle acercarse a la puerta—. Te veo después.

Con eso, se va.

Se va y me deja sola en su habitación con una copia de sus llaves y un comentario excusando que puedo quedármela. Miro hacia la llave y me quedo en blanco. Asher, tan privado como es, acaba de darme una copia de la llave de su habitación para que me la quede.

──────༺༻ ──────

Ansel ta triste : (

Ansel ha hecho daño a Olivia : (

Olivia puede sufrir daño emocional : )

Perdón tenía que

ASHER ofreciéndose para ayudar a Olivia con Ansel. HOLA?

HOLA?????

ASHER ENSEÑÁNDOLE SU SERIE FAVORITA??

DEJÁNDOLE QUEDARSE SOLA EN SU HABITACIÓN DOS VECES???

DÁNDOLE UNA LLAVE DE SU HABITACIÓN A OLIVIA?? AKA LA VERSIÓN DE DAR LA LLAVE DE TU CASA EN COMPAÑEROS DE PISO???

Oh y las velitas eran por Lily.. LILY QUIERE PROTEGER A SU HERMANO Y QUE NO PASE POR LO MISMO QUE ASHER Y POR ESO ESTÁ PONIENDO VELITAS COMO NOSOTRS,

*velita*

PERDÓN, VOLVAMOS A LO BUENO.

PODEMOS HABLAR DEL: "Te beso para que dejes de quejarte" jajajja voto sí

Y Ansel con el hurón, eso va a terminar fatal y lo sabemos lol

UN ABRAZO Y NOS LEEMOS EL PRÓXIMO SÁBADO (CREO Y ESPERO)

POR CIERTO: ¿Recordáis que os dije que me mudé? Je je no sé cómo decir esto sin sonar obsesionada con LPDA pero PUEDE que alguien esté por París visitando los lugares de LPDA y subiéndolo a sus historias de Instagram.

Estaré siguiendo el recorrido de LPDA por Instagram (LanaDvraux) durate los próximos meses. No dudeis en venir a mi cuenta si queréis apuntaros a los tours/excursiones por París a los que quiero llevaros!!

Love u,

— Lana🐾

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