Capítulo 50 - "Lo que él no sabe"
Próximo capítulo: sábado 5 de septiembre.
Démosle mucho amor antes de estas 2 semanas sin ellos ♥
50 | "Lo que él no sabe"
Olivia Audevard/Wilson
Martes, 28 de julio
Remitente: [email protected]
Para: [email protected]
Asunto: Hablar.
Siempre me has dicho que, para cosas importantes o personales, te escriba al correo.
He llamado a tu trabajo esta mañana porque estos últimos días están siendo duros para mí y necesitaba hablar contigo. He dicho que era tu sobrina para evitar malentendidos, pero todo lo que han podido decirme era que llevabas un par de semanas en una "pausa laboral" de la que ni mi madre ni tú me habíais hablado.
¿Podrías escribirme para saber que todo está bien? Estoy preocupada.
Olivia.
Releo el correo que le he mandado este mediodía a Ramírez con el vaso que Trent, uno de los amigos de Ansel, me acaba de traer desde la cocina. Hace unas horas, cuando Ansel me ha dicho que iba a ir a casa de un par de amigos suyos a beber un rato, le he preguntado si podía acompañarle. Ha hecho todo menos poner quejas así que, ahora, estoy tratando de no perderme en mis propias inquietudes mientras las voces del pequeño grupo (y la alta música) las pisan.
—No pienso llamar a mi ex —se está quejando Abigail, la novia de Malcom y quien le pidió que no jugar a "Verdad o reto" cuando vinieron al piso.
Hoy, la presión del grupo ha terminado haciendo que ella y Malcom jueguen. Sobra decir que los amigos de Ansel son algo intensos y que le están haciendo pagar por la ausencia de Malcom en las últimas partidas.
Abigail mira hacia Malcom y él se encoge de hombros para decir: "Las reglas son las reglas".
—No voy a hacerlo —insiste ella.
Bloqueo el móvil y dejo que la frustración me haga llevar el vaso a mis labios. Apenas han pasado quince minutos desde que Ansel y yo hemos llegado (tarde porque me ha tenido que esperar y yo no me he enterado de esto hasta verle salir del piso) y es la segunda vez que consigo que haya alcohol en mi mano.
No estoy segura de cómo, pero Abigail termina llamando.
Mientras, yo solo bebo, ajena al juego.
Ansel se ha hecho con la voz del juego. Señala a los siguientes y mete bulla cada vez que tiene oportunidad. Es enérgico y anima todo hasta el punto de hacerme sentir una punzada de envidia.
Me termino el vaso y vuelvo a la cocina a por más.
Nunca he sido de beber mucho por mera precaución, pero estoy cansada. De todo. Si a eso le sumo que llevo los últimos días con horribles pesadillas que me arañan en lo más profundo de mi ser, termino con tal frustración que todo lo que quiero es acallarlo.
Solo acallarlo.
—¿De nuevo aquí? —Trent, quien ha tenido el detalle de servirme las últimas dos consumiciones porque es quien vive aquí y está haciendo un buen trabajo como anfitrión, separa la botella de vodka del resto y la desliza sobre la mesa para pasármela—. Vas a terminar destronando a Isaac si sigues bebiendo a ese ritmo.
Con esa "broma", me señala dónde está el exprimidor y las naranjas y vuelve al salón con una lata de cerveza en su mano. Él se lanza de vuelta a la partida sin pensarlo dos veces y yo cambio las naranjas por refresco para no tener que esperar mucho antes de beber.
Echo más vodka que de costumbre y lo mezclo ligeramente con refresco de naranja antes de volver a sacar el móvil.
¿Por qué no contesta?
Sé que Ramírez está a salvo y que su rostro no es el que se desplomó ante mí en Tennessee aunque haya soñado con eso esta noche. Sé que él esta fuera del "terreno peligroso" y que no tengo razones para imaginarle con una diana en la espalda como he hecho las últimas noches. También sé que le importo lo suficiente como para no quedarse indiferente ante una escena tan sádica como la que ocurrió en Virginia hace diez años. Lo sé, pero no consigo quitarme esas cosas de la cabeza.
Eso y saber que le voy a decepcionar por no haberle dicho lo que haré la próxima semana.
A él y a mi madre.
Y ni siquiera sé si va a valer la pena.
Remuevo con la pajita y miro esos hielos que aún no han tenido tiempo de derretirse antes de beber. El ardor es fuerte porque apenas está mezclado y cierro la mano contra el mueble para ahogar la sensación. No sé qué estoy haciendo, y tengo tanto miedo de lo que vendrá que me aterra pararme a pensarlo.
Pero está ahí, presente. Me acompaña como las sombras de mis demonios rondando bajo las puertas. Como el eco de la lluvia contra el cristal que me eriza la piel. Como esa melodía rozando las paredes de piedra del despacho de mi padre. Como ese pasillo de piedra de las catacumbas con el que no paro de soñar.
Que no lo tenga presente no quiere decir que no sea una parte de mí.
Solo quiere decir que estoy intentando sobrevivir.
Mi móvil se ilumina y mi esperanza crece tan intensamente como muere al ver que es un mensaje, pero no de Ramírez.
"¿Estás con Ansel?" , #Tony 22:50
"Sí" , 22:50
Me deja en leído.
"¿Por qué la pregunta?" , 22:53
"Asher ha preguntado si sabía dónde estabas" , #Tony 22:53
"¿Quién?" , 22:54
Me vuelve a dejar en leído.
Asher. La frase empezaba por un nombre que no he leído antes de responder.
Sin darle más importancia, guardo el móvil, agarro bien mi tercer vaso de la noche, y vuelvo con el resto.
(...)
A las dos de la mañana seguimos aquí. Ansel está tirado en un sofá (más dormido que despierto) desde que Trent le ha dicho que podía quedarse a dormir. Claro que, antes de eso, Ansel me ha señalado para preguntar si yo también podía quedarme porque no quería dejarme sola. En cuanto Trent le ha dicho que podrían hacer un apaño, Ansel se ha dejado llevar por el cansancio.
Le veo dormir mientras me echo la americana por encima.
—Puedes quedarte, mi hermana está fuera y su habitación está libre —me recuerda Trent al verlo. Apenas quedan amigos de ellos aquí, solo un par que se ha quedado para ayudar a recoger.
—Vivo cerca, prefiero volver.
—¿Estás segura?
—Del todo. —Le echo una manta por encima a Ansel y, como si fuera un resorte, él saca el brazo al momento Me vuelvo hacia Trent—: ¿Te importa si le dejo una nota? Tiende a pensar con poca claridad cuando ha bebido y prefiero...
—Claro, tienes papel en ese estante.
Él sigue recogiendo mientras yo consigo papel y boli. Escribo algo rápido con la esperanza de que Ansel vea el papel que dejo sobre la mesa y no lo ignore como supongo que hará.
"Ansel,
He vuelto a casa. Te mandaré un mensaje cuando llegue allí.
No la líes mucho.
Olivia"
Dejo la nota doblada sobre la mesa y miro hacia Ansel.
Encuentro su tranquilidad y la envidio. Como envidio su energía al salir y como envidio el poder tener un corazón roto aunque él lo odie. Así que le miro, unos segundos, y luego pongo bien la manta sobre él una vez más antes de llevar los vasos que faltan a la cocina.
—Dejo esto aquí —aviso al dejarlos sobre el primer mueble que encuentro—. Me voy ya.
Trent mira a su amigo, Chad, y se vuelve hacia mí.
—¿Quieres que te acompañe? —pregunta.
—No hace falta, pero avisa a Ansel de que he vuelto al piso cuando despierte. Se despista muy fácilmente.
—Claro. —Duda—. Escucha, Ansel me matará como se entere de que no me he asegurado de que llegues bien a casa. Es muy quisquilloso con eso. ¿Seguro que no quieres que te acompañe aunque sea hasta la parada de autobús?
—Está aquí al lado, no te preocupes.
Me despido de su amigo con un gesto de la mano y salgo del piso antes de que insistan con lo de acompañarme. Necesito despejarme y andar un poco. Lo que menos quiero es tener que socializar cuando no tengo ganas y, ahora, los nervios me carcomen por completo.
Sigo el camino que he recorrido hace un par de horas con Ansel, pero, esta vez, cuando cruzo la carretera hacia la plaza de la Concordia, hago una pequeña parada. Evito admitir (incluso a mí misma) que esta ha sido mi intención desde el primer momento y termino de acortar la distancia hacia el obelisco de Luxor.
Apenas he visto dos coches en los últimos quince minutos, dos coches y un autobús nocturno que ha girado en esta plaza en dirección al Arco del Triunfo poco antes de que yo cruzara la carretera. Por lo demás, todo lo que queda es silencio, oscuridad, y un aire frío que destaca bajo un cielo sin estrellas.
Cierro mejor mi americana.
No tengo ganas de volver al mundo real todavía. No al lugar solitario en el que mis demonios me abrazan con forma de pesadillas por las noches. Además, estoy asustada. Tengo tanto miedo de cómo saldrán las cosas que no puedo evitar recorrer los grabados dorados sobre la parte baja del obelisco con mi corazón encogido.
Lo miro en busca de alivio.
La vida que apenas recuerdo porque me la robaron antes de tener tiempo suficiente de vivirla se abre camino ante mis ojos con un profundo anhelo. Paro aquí porque me recuerda a mi padre, y paro aquí porque necesito consuelo pero no tengo a nadie que pueda dármelo así que me aferro a un recuerdo.
—Ojalá estuvieras aquí —me encuentro susurrando.
Ojalá las cosas siguieran como cuando él lo estaba.
Ojalá pudiera estar aquí para aconsejarme.
Cierro las manos contra la manga de la americana.
Le echo tanto de menos.
—¿Tour nocturno?
Me doy unos segundos al oír la pregunta y no me esfuerzo en ocultar la dejadez en mi postura al mirar hacia la carretera. Asher, como hace aunque pasen coches, cruza la carretera a paso tranquilo.
—Estoy volviendo, pero me duelen los pies —miento. Noto su camisa negra, del mismo color que el resto de su ropa, y la dirección desde la que viene (el piso) y no lo entiendo—. ¿Sales ahora?
—Por desgracia.
Teniendo en cuenta que es martes y que los bares cierran antes, ha tenido que quedar con alguien. Vuelvo la mirada hacia los grabados dorados de la parte baja del obelisco.
En vez de seguir con su camino, Asher para cerca y, de reojo, le veo mirar hacia el monumento como si le confundiera qué me hace fijarme tanto en él.
Lo mira por largos segundos antes de rendirse y meter las manos en sus bolsillos.
No ve lo que yo.
Ojalá lo hiciera.
—A mi padre le gustaba este monumento. —Me harán desaparecer, de nuevo, dentro de dos semanas. Me iré, como él lo hizo. Me borrarán, como su recuerdo y yo no puedo lidiar con eso ahora mismo. No tras tantas pesadillas, no con mi vuelo de vuelta tan cerca, no asustada por qué pasará—. Todo fue muy brusco cuando él murió. Nos mudamos al momento y dejamos todas nuestras cosas atrás. Yo era pequeña para entender que no volveríamos a casa y, todas sus cosas, incluyendo las fotografías, se quedaron allí.
Siempre he pensado que, de poder volver atrás, me habría llevado algo más que sus gafas de leer. Me habría llevado su reloj de bolsillo, ese de mi abuelo roto que él guardaba solo por cariño a su padre. O quizás su pluma porque él odiaba escribir con bolígrafo y tenía una preciosa pluma que no me dejaba usar para no romper.
Y las fotografías.
Me habría llegado todas las fotografías.
—Ni siquiera sé dónde le enterraron. No pude ni quedarme a su funeral. —Me duele decirlo más de lo que pensaba. Tanto que necesito mantener mi mirada en el obelisco para no delatarme como mi tono hace—. Apenas tengo fotografías suyas y mi madre no habla de él. Antes de venir a París ella me contó que él pasó una hora hablando de este monumento. —Sonrío un poco sobre la punzada que me devuelve—. Sé que es una tontería, pero ahora vengo si tengo muchas cosas en la cabeza porque es lo único que uno con él y, de alguna forma, eso me tranquiliza.
—Tienes razón, es una tontería.
Sabía que él iba a darme la razón en eso, pero eso no evita el pinchazo de decepción.
Al menos me ayuda a recuperar la compostura.
—Debería seguir volviendo, es tarde —digo.
En cuanto lo digo, Asher agarra mi brazo.
—Es una tontería —repite como si intentara meter el dedo en la herida—. ¿Sabes qué es también una tontería? Creer que la distancia suaviza el malestar y mudarte a otro país para conseguirlo. —Baja la mirada a su propio agarre y lo afloja sin llegar a soltarlo. Cuando me mira, la suavidad acompaña su mirada—. Todos hacemos tonterías porque significan algo para nosotros. Que sea una tontería no quiere decir que sea menos válido.
Me quedo en silencio porque no estoy segura de cómo me siento al respecto, menos todavía qué responder.
Él analiza las cosas, las entiende. Es observador y tiene las ideas claras. Esas opiniones son las que más respeto, a las que más peso les doy, y apenas me ha dejado escucharlo dos o tres veces desde que estamos aquí.
Pero lo esconde, y no sé por qué.
Me suelta y mete las manos en los bolsillos para mostrar indiferencia.
Su tono cambia, se endurece y apaga.
—Vamos, te acompaño al piso —ofrece.
—No hace falta. Tenía pensado quedarme un rato más.
—No voy a dejarte aquí tirada.
—A no ser que quieras quedarte sin quejarte porque has quedado y llegas tarde, puedes seguir con tu camino. Sé volver al piso. —Está a diez minutos y, el tramo que queda, es abierto y con una iluminación bastante decente—. Estás deseando irte.
Asher saca el móvil para revisar la hora.
—Has salido con Ansel hoy —más que preguntarlo, lo afirma. Asiento igualmente para confirmarlo—. ¿Hace cuánto os habéis separado?
—Hará media hora. Se ha quedado a dormir en casa de un amigo suyo.
—Tienes que estar jodiéndome —murmura.
En vez de explicarse con palabras, me ofrece su móvil. Dudo mucho antes de agarrarlo. ¿De verdad me está dando su móvil?
—¿Qué se supone que estoy viendo? —pregunto.
Ha dejado abierta la conversación con Ansel pero, entre ellos, hablan en francés.
Lo único que distingo son un par de insultos por parte de Asher cuando subo un poco. Lo último que hay, es una dirección, la del amigo de Ansel, y, por la hora, ha debido ser poco antes de que Ansel cayera dormido.
—Le he escrito hace unas horas porque tiene un maldito hurón corriendo por su habitación y, no sé cuánto ha bebido, pero ha sido lo suficiente como para confundirme con un Uber hace una hora —explica.
Ahora entiendo lo de la dirección.
—Espera, ¿es allí adonde ibas?
—No preguntes.
Lo es.
Ha ido para "recoger" a Ansel porque se ha dado cuenta de que ha bebido de más.
Bloqueo el móvil y se lo devuelvo.
—Está dormido en casa de su amigo, no tienes que preocuparte.
—No es él quien me preocupa. Lo que no quiero es que ese animal que ha metido en su cuarto termine quemándolo todo por accidente porque no para de correr y destrozando cosas. Joder, mi habitación está pegada a la suya y ese bicho estaba rompiendo todo.
—¿Hablabas en serio con lo del hurón?
—Es de una amiga suya que se ha ido unos días y Ansel lo está "cuidando". —Marca con comillas. Pasa una mano por su pelo—. Si ese bicho sale de su cuarto ya puede irse olvidando de devolverlo.
—Al menos ha sido solo un hurón. El otro día vi una cabra en el Jardín de las Tullerías. Agradece que Ansel no la viera también.
Ambos sabemos que Ansel no sería capaz de algo así, pero Asher muestra la frustración ante la idea igualmente porque es un dramático. Lo acompaña con un "Anda, vamos" a tiempo de agarrar mi mano. Esta vez, cuando nos alejamos de la plaza, no me quejo de nuevo.
Tampoco me quejo cuando Asher decide que la carretera es el mejor lugar por el que andar.
Aprieta mi mano.
—Siento lo de tu padre, ha tenido que ser duro no tener nada suyo.
También lo ha sido no tener nada de la persona que era yo cuando pasó.
Le doy una corta mirada al oírlo. Su atractivo es duro, pero el filo se balancea lejos con el toque de luz adecuada. Por eso, las noches, parecen acunar su rostro tal y como está haciéndolo ahora.
—Todavía tenemos la casa en la que vivíamos a nuestro nombre, todas sus cosas están allí. —Me echo el pelo hacia atrás con la mano libre como si eso fuera a apartar mis propios pensamientos e impotencia—. Estoy pensando en volver la próxima semana.
—Si todas sus cosas están allí, ¿por qué nunca antes...? —deja ahí la frase.
No debo.
Sé que no debo, y lo intento, mucho, pero es tan fácil hablar con él.
Y es tan difícil encontrar a alguien cuya opinión valore y en cuyo juicio confíe que me muerdo el labio torpemente decidiendo cuánto tocar la versión real para no cruzar los límites.
Voy a desaparecer pronto y, esto, no importará, pero, sin Ramírez, necesito contárselo a alguien.
Solo a una persona.
—No hemos vuelto a esa casa porque hay malos recuerdos. A él... —¿Cómo decirlo? ¿Cómo explicarlo sin contarlo todo?—. Entraron en casa a robar y terminó mal. No es fácil volver allí después de eso.
Entraron en casa y mi padre fue asesinado, solo que no fue por un robo.
Asher aprieta mi mano y deja de andar.
Su mirada lo dice todo; no tiene ni idea de qué decir a eso.
—Eso es una mierda —termina por decir.
Lo que me hace casi reír levemente porque es un alivio no escuchar un "Lo siento".
—Lo es, pero espero encontrar más cosas cuando vuelva. Por ahora solo tengo unas fotos que me mandó mi madre hace poco. ¿Puedes creer que ha tardado diez años en decirme que las tenía?
Tengo el móvil en la mano antes de saber lo que hago y desbloqueo la pantalla para dejarle ver el fondo de inicio que tengo. Puse la foto que me envió mi madre donde mi padre estaba lanzándome una pelota y yo, con dos o tres años, intentaba golpearla con un bate de gomaespuma casi más grande que yo.
Sonrío al enseñársela.
Mientras comparta la historia de mi padre, él seguirá siendo real y, quizás, algún día, yo también lo sea. Quizás, así, mi final no sea un solitario olvido sin nadie que pueda poner mi recuerdo en palabras.
Asher agarra mi otra mano para acercar el móvil a él e, inconforme, me suelta para quitármelo. El frío me invade. Sé que no tengo nada que me delate ahí pero que me quite el móvil es como si acabara de meterse en mi habitación por la fuerza. Me hace sentir mal mental y físicamente.
Eso empeora al encontrar su atención tan fija en la pantalla y, luego, la forma tan fría en la que vuelve la mirada hacia mí.
"Se ha dado cuenta —gritan mis pensamientos—. Lo sabe"
—¿Esta eres tú de pequeña? —pregunta.
Vuelve la mirada a la pantalla y el horror me invade.
He hablado de más, he enseñado de más. Saltan todas mis alarmas.
Entonces, él dice:
—Eras feísima.
—¿Qué?
—Que eras horrible de pequeña, rubia.
Me devuelve el móvil. ¡A mí casi me da un ataque y él solo está burlándose de mí! No sé ni por qué me sorprende, pero el alivio me hace guardar el móvil y alejarme para que no vea la forma en la que mis emociones se han balanceado de un extremo a otro.
Me adelanto unos pasos y no puedo verle, pero me juego el cuello a que está sonriendo porque le hace gracia la situación.
—¿Sabes a quién me recuerdas en esa foto? A los gremlins después de medianoche.
Cometo el error de girarme muy pronto hacia él y encontrar su dichosa sonrisa trae la mía en vez de permitirme quejarme.
—Eres un idiota. —Lo digo, pero estoy sonriendo.
A veces odio cómo son las cosas estando con él.
—Pero al menos yo no parecía salido de una película de terror de niño.
—Estoy segura de que tú eras peor.
—Tengo una galería completa que te quitaría la razón, rubia.
—De acuerdo, entonces enséñamela.
Ahí paran las bromas.
Asher para y duda. Mira hacia su móvil y se humedece los labios. Luego lanza su móvil hacia mí. No tiene contraseña. ¿Quién no le pone contraseña a su móvil?
Al parecer, Asher Bremen.
—La galería se llama "infancia".
Que me deje buscarlo a mí no evita que sienta que estoy violando su intimidad al abrir la galería. Tiene carpetas organizadas con distintos nombres. Voy pasándolas en busca de la que me ha dicho: "Campamento 18", "Vacaciones Italia", "Familia", "Jayden"...
Infancia.
—Madre mía, ¿este eras tú? —Lo que veo en la primera fotografía son unos intensos ojos azules escondidos tras un rostro pálido y escasos mechones rubios de cuando él apenas tendría un año. A su lado, hay otro niño que aparenta ser un poco más mayor y que muestra una sonrisa tan amplia que cierra sus ojos.
Asher no responde, solo sigue andando, y yo sigo indagando por su galería.
Foto tras foto, encuentro imágenes de cuando él tenía menos de cinco años. No puedo evitar enternecerme al encontrar una donde, quien debe de ser su padre, le sostiene de los brazos mientras los pies de un Asher de menos de medio metro están en unos patines de hielo casi más grandes que él.
—Vale, lo admito, eras tierno de pequeño.
—Te lo he dicho.
Paro al llegar a una fotografía más oscura. Asher debía de tener nueve o diez años ahí y está sentado en un pasillo con un sándwich en la mano. Tiene mermelada sobre su camiseta y manos y, a su lado, hay otro niño de pelo oscuro con las mejillas rojas. Uno que parece estar llorando.
Debe de ser su hermano.
Al que encontré al ver el perfil de Facebook de Asher.
Con el que me ha dicho que tiene mala relación.
—¿Este es tu hermano? —pregunto girando el móvil hacia él.
Al oírme, se acerca dispuesto a quitarme el móvil de las manos, pero se relaja al notar que es solo una imagen y vuelve a meter las manos en sus bolsillos.
—Es Jayden.
Alcanza una de mis manos de vuelta cuando decide andar a mi par.
—Eso fue de cuando nuestros padres nos contaron que íbamos a tener una hermana —añade—. Jayden quería otro hermano, no una hermana, y se puso a llorar diciendo que haría huelga de hambre hasta que la cambiaran por un hermano. Nuestra madre todavía se ríe de eso porque sabe cuánto adoramos a nuestra hermana.
Vuelvo a mirar hacia las fotos, pasando por su niñez mientras hablamos.
—Te he oído hablar con ella más de una vez. Me sorprende que puedas llegar a ser tan agradable con alguien. —Sé que puede serlo, o creo que podría serlo, pero es algo que no ha puesto en práctica y que dudo que lo haga. Es como si tuviera sus propios muros y cada vez me intriga más saber por qué—. Tiene que estar bien tener hermanos.
—No es tan divertido cuando creces viendo programas de lucha libre. Jayden y yo terminamos en el hospital un par de veces y nuestros padres nos separaron de habitación porque no parábamos de pelear. Los hermanos son unos imbéciles.
—Pero les quieres —me adelanto por comprobarlo.
Porque es mi forma de saber cómo están las cosas entre ellos.
Porque quiero que las cosas estén bien para él antes de irme.
—Pero les quieres —confirma.
Bajo la mirada de vuelta a su galería al oírlo.
Eso suena mejor que su forma de hablar de la última vez.
Sigo revisando sus fotos hasta llegar al portal. Antes de que tenga tiempo de abrir la puerta azul del edificio, tiro de su mano para volverle hacia mí. Levanto el móvil a la altura de su rostro, pero Asher tiende a malinterpretar las cosas y ya tiene las manos en mi cintura para ese momento.
Confundido, mira hacia su móvil.
—¿Qué se supone que haces? —pregunta.
—Comprobar algo. —En la fotografía que he encontrado él tendría once o doce años, pero no hay rastro de la dureza con la que ahora se enmarcan sus facciones. Ladeo ligeramente la cabeza y apoyo la mano con la que sostengo el móvil sobre su hombro—. Has cambiado mucho.
Sus ojos no han cambiado, pero su rostro y expresión sí.
Apoyo los dedos contra su mejilla y bajo. En la fotografía, tenía las mejillas gruesas. Ahora su forma se hunde bajo sus pómulos y el toque redondeado se ha perdido en una marcada mandíbula.
Dejo que mis dedos caigan hasta su mandíbula y la trazo a la espera de su comentario. Asher sabe que hago esto cada vez que puedo y lo marca todas las veces con exasperación.
Sabe que me gusta tocar su rostro y me deja hacerlo aunque a él no le agrade la idea.
Sabe que me fijo más cuando le veo remangado.
Y definitivamente sabe que me gusta dormir en su cama por mucho que me queje de ello.
Por él, no por sus mantas.
Le miro y me pierdo en su atención. Asher conoce muchos detalles, detalles que me tienen estirando mis dedos sobre su piel sin saber lo profunda que es la impotencia que eso me devuelve. Una que me consume hasta volver el toque una caricia y acercarme a sus labios con una brusquedad que él comparte.
Los besos suaves de las últimas veces caen para endurecerse. Vuelven a ser esos que te dejan sin aliento, los que te consumen rápido en vez de permitirte tener tiempo de consumirte en sus sensaciones. El de ahora no es un beso privado como a los que nos hemos acostumbrado, sino ahogado.
Uno de esos que le das a alguien con quien solo vas a pasar unas horas antes de irte.
Porque tienes prisa, porque sabes que no le volverás a ver, porque tu vida sigue y estás corriendo en otra dirección. Uno donde no hay tiempo para más.
Cierra sus brazos sobre mi cintura, pegándome a él.
Asher sabe muchas cosas, pero, lo que no sabe, es que voy a echar de menos algo tan simple como saber que me conoce. Su forma de notar los detalles y de entendernos. Que me eche la manta por encima cuando cree que duermo y que, más de una noche, haya agarrado mi mano si mi respiración está agitada sin dar explicación.
Echaré de menos quejarme de sus mantas solo para que él me llame dramática. La forma en la que su mirada muestra cansancio cuando toco su rostro o su manía de echar la cabeza hacia atrás cuando le exaspero y las sonrisas que esconde contra botellas para ocultarlas.
Conozco muchos detalles de su persona tal y como Asher los conoce de mí, pero, lo que no sabe, es que no me hubiera costado acostumbrarme a esto.
Lo que no sabe, es que me habría gustado tener la oportunidad de permitirme hacerlo.
──────༺༻ ──────
Asher en los últimos capítulos: "Ella está bajo mi piel, incluso me plantería presentársela a mi familia si las cosas fueran diferentes."
Olivia hoy: Me podría acostumbrar a esta "relación" si la situación fuera diferente.
Nosotrs sabiendo lo que viene:
Próximo capítulo: sábado 5 de septiembre.
Mis amores, siento la pausa, pero me mudo a finales de mes y, entre las maletas, despedidas e instalarme voy a necesitar algo de margen. De todas formas si veo que tengo un capítulo antes, os lo subiré, pero no puedo prometer nada ♥
Ahora, sobre el capítulo:
#Línea para llamar a Ramírez traidor
#Línea para quienes aún confiáis en él
#Línea para gritar porque Olivia le ha hablado de su padre a Asher
#Ahora gritemos porque Asher le ha enseñado fotos de su infancia a ella
#Y AHORA PORQUE ASHER HA HABLADO DE SU HERMANO SIN PULLAS NI DE MALAS MANERAS
🕯️ ESPERANZA 🕯️
#Línea para compartir amor por el beso final
#Línea para el miedo porque haya escrito "beso final"
#Recogida de firmas para que Ansel deje de llevar animales al piso
#Recogida de firmas para que siga haciéndolo porque fuck Asher FENFEINFR
Voy a añorar Ashliv estas dos semanas. Aprovechad para releer los momentos bonitos y mentalizaros de lo que viene porque, una vez dejen París, esto será rápido. Además, sabemos que este capítulo ha dejado regusto a despedida.
No me queda nada que decir salvo que voy a necesitar terapia después de esto.
Love u,
— Lana🐾
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