Capítulo 48 - Decisiones de futuro
Hola no me matéis que estoy chikita
48 | Decisiones de futuro
Olivia Audevard
Lunes, 27 de julio
Mi cabeza está tan cargada y mis pensamientos tan arremolinados que, por primera vez en años, no consigo que mi mente se quede en blanco ni siquiera con el sexo. Eso lo sé antes de ir demasiado lejos y Asher también porque es él quien para primero.
Es él quien se aleja, con la inquietud clara en su mirada al echarse a un lado para asegurarse primero de que yo quiero seguir. Lo único que puedo decir es: "Lo siento" porque no sé bien cómo explicarme.
—Da igual —devuelve.
—Tengo la cabeza en otra parte —insisto sin entender por qué quiero darle una explicación.
Sé que no es necesario, pero no puedo evitarlo al verle levantarse y ponerse unos pantalones anchos para sellar que no va a pasar nada entre nosotros esta noche. Mantengo la sábana sobre mi cuerpo al sentarme en la cama y apoyo los brazos sobre mis piernas. Estoy mentalmente exhausta por tantas razones que no sé ni de dónde viene la opresión en mi pecho.
Quizás venga de los mensajes que he recibido de mis compañeros de clase de Minnesota. De personas a las que desagendé para borrar de mi vida tras un año con ellos como hago siempre.
Empezó con Luke y con sus mensajes pasivo-agresivos sobre cómo esa última noche que pasamos juntos después de un mes de ruptura significó más que el "Una despedida" de la que le advertí. A él se le han unido personas que han formado parte de mi vida durante el último año. Se han unido con quejas y obviedades como la de: "¿Qué te cuesta mandar un maldito mensaje diciendo "Estoy bien"?"
Nada, no me cuesta nada, pero, ¿de qué serviría? Dentro de dos semanas, Olivia Audevard ya no existirá. ¿De qué me sirve "arreglar las cosas" con ellos para desaparecer una segunda vez poco después?
—Eh —llama Asher al notar mi postura. Se sube al colchón para acercarse lo suficiente como para recuperar la manía que tiene de tirar de mi barbilla hacia él. En vez de para besarme, lo usa para recuperar mi atención—. No pasa nada, ¿vale?
—Lo sé.
Porque yo no hubiera tenido tolerancia con una mala respuesta a querer parar. Aunque, con él, ni siquiera he tenido que decirlo. No creo que yo lo hubiera parado, pero, para bien o para mal, Asher se da cuenta de todo. No, no de todo, pero sí de mis cambios de humor.
Suaviza el agarre sobre mi barbilla y su mirada cae, junto a su pulgar, en mi labio inferior. Toca la zona en la que he sentido esa pequeña mordida cuando me besaba. No es la primera vez que lo hace y, la verdad, es que espero que no sea la última. Me gusta esa manía suya.
Quizás, por eso, aparto su mano de mis labios solo para buscar los suyos.
Me deja hacerlo, al menos durante escasos segundos antes de apartarse. No sé lo que quiero, simplemente, es uno de esos*días malos. No voy a poder desconectar, pero quedarme sola es todavía peor. Así que verle levantarse de vuelta de la cama me hace sentir impotencia y, quizás por el orgullo herido, esta vez aparto las mantas que han caído sobre la alfombra para empezar a vestirme.
El volumen de mis pensamientos no ayuda durante el silencio que viene después. Estoy acostumbrada a vestirme rápido y haciendo el mínimo ruido posible antes de irme, pero esta vez me encuentro tropezando con tonterías. El cierre delantero del sujetador se me resiste y también lo hace el botón de los pantalones largos que he llevado al palacio de Versalles.
Estoy inquieta.
Siento miedo e incertidumbre hacia lo que pasará la próxima semana y, como si eso fuera poco, las pesadillas han vuelto. No pesadillas exactamente, sino recuerdos. Recuerdos pequeños y distorsionados que me atrapan de tal forma durante las noches que he empezado a perder el sueño.
Eso sin contar con que Ramírez lleva distante días y no sé por qué.
—Aquí.
Asher me lanza una pequeña pulsera dorada, tan gastada, que su cierre se me suelta prácticamente todas las noches que paso aquí. Asher ha terminado quitándomela en cuanto la ve floja para dejarla tirada en su mesilla o suelo y devolvérmela después.
Como hace ahora.
Mi mirada cae sobre mi móvil mientras me ato la pulsera. Se me cierra la garganta de solo ver la pantalla. El único mensaje que quiero encontrar es uno de Ramírez para tranquilizarme respecto a su silencio de los últimos días, pero sé que no es lo que encontraré. Lo que veré será la frialdad en las trivialidades de las que hablo con mi madre y a desconocidos enseñándome una parte de desaparecer que nunca tuve tiempo de conocer porque, hasta venir a París, mis mudanzas habían sido rápidas y bruscas.
Quizás, Amsterdam, fue la única que vi venir, pero, ¿después de eso? Después solo hay un borrón. De Dakota del Norte me sacaron de clases y terminé en un coche hacia otro motel mientras reestructuraban la vida de mi madre y la mía.
Allí fue donde me derrumbé.
Llevábamos seis meses y, en medio de una clase, rompí a llorar. No sé qué llegué a decir, pero sí que la policía se acercó pensando que podía tratarse de un secuestro de menores porque, yo, debí abrir la boca sobre no ser quien decían que era (o que mi madre no lo fuera).
Sacarnos de allí fue una necesidad.
Pero, ¿cómo le explicas a una niña de ocho años que tiene que fingir ser otra persona y responder a otro nombre? ¿Cómo le explicas que tiene que "jugar" a ser una familia cuando ni siquiera ha podido procesar lo que pasó un año atrás? No me dieron tiempo, no me dieron la posibilidad así que lo guardé, tan profundo, tan lejos, que, un día, volvió.
Un día entendí que mi padre estaba muerto, y no fue la noche en la que pasó. No fue durante los siguientes meses, fue casi un año después. Me rompí, me hice tantos añicos que no pude volver a juntarlos y, de camino a un motel a las afueras en lo que arreglaban mi desastre, mi madre me regañó.
Me obligaron a ser adulta antes de poder entender lo que ello significaba o implicaba. Me obligaron a perderme antes de poder encontrarme.
Luego vino Tennessee y eso no fue mejor.
Siempre pienso que esa ciudad es la base de muchas de mis pesadillas por cómo terminó, pero una parte de mí sabe que la razón por la que lo odio tanto es porque allí caí en esa mentira de mi madre donde me prometió que tendríamos una vida normal si yo colaboraba lo suficiente.
Estuvimos siete años allí, tres de ellos en una casa que nos consiguieron y, después, durante una cena, mi madre me dio la noticia. Entre el dinero que sacó de la cuenta antes de que todo empezara y el trabajo en la inmobiliaria, tenía suficiente dinero para la fianza (y algo de resguardo) para una pequeña casa a las afueras.
"Podremos empezar nuestra propia vida, como te dije", me prometió.
Sabía que no era cierto, pero quise tanto creerla que me permití hacerlo. Pensé que, quizás, podría acostumbrarme a vivir allí. Pensé que podríamos decorar por una vez, que podría encontrar esa parte de mí que había ido perdiendo, pero lo único que conseguí fue una caída todavía más dolorosa.
Para cuando llegué a Colorado, no quedaba mucho dentro de mí.
En Colorado Michael apenas tuvo tiempo de encender una vela sobre el siniestro camino que tan dañado había dejado la última experiencia cuando mi madre empezó a hablar de que se sentía observada. Durante meses, ella insistió. Al final pasó lo obvio. Nos fuimos de allí.
A Minessota.
La verdad es que no sé cuánto de mí quedaba para cuando el apellido Audevard cayó en mis manos. Demasiado poco como para poder reconocerme al espejo. Demasiado poco como para saber quién soy.
¿Cómo pretenden que haga eso de nuevo?
No puedo, simplemente no puedo.
—Lo has puesto mal. —Asher tira de mi mano sin aviso y me deja ver que está cerca cuando presiona los dedos contra la pulsera para asegurar el cierre—. Sabes que no quiero que la pierdas aquí.
—Paso aquí prácticamente todas las noches, no puede molestarte que venga a pedírtela después de eso. —No responde, solo presiona el pulgar contra mi muñeca, bajo la pulsera, y roza la zona antes de mirarme—. ¿Puedo preguntarte algo personal?
—Vas a hacerlo igualmente.
Gira mi mano y contengo la tentación de alcanzar su brazo, de tocar su piel. El tacto siempre ha sido el sentido que más permanecía conmigo al perderme en mis pensamientos, mi forma de encontrar un ancla, pero, eso, no es fácil de explicar y a la gente no le gusta que les estés tocando todo el tiempo.
Tampoco es que normalmente suele hacerlo, pero, cuando mis pensamientos tiran de mí, me ayuda. Por eso siempre llevo mis anillos puestos aunque, cuando me quedo con Asher, he empezado a dejarlos sobre su mesilla.
—Lo que me contaste sobre haber estado estudiando lejos de casa. ¿Lo decidiste tú? —pregunto.
La pregunta no le hace gracia alguna y mueve mi pulsera para distraerse.
—No quería estar en casa después de que mi prima muriera —explica.
Eso es un sí.
—Alejarte de tu familia, ¿fue difícil?
Cuando me mira, muestra desconfianza. No tener contexto pone cualquier idea en su cabeza y, sea lo que sea, presiona con un deje de decepción bajo sus intensos ojos azules. Aun así, me da la respuesta.
—No —admite.
Me mira como si esperara una reacción y me pregunto si así es como me veo cuando espero, expectante, a que otros se enfrenten a la peor parte de mi persona. Como cuando busqué a Michael en aquella fiesta después de haber besado a su amigo solo para poder enfrentar las consecuencias y permitirme ver un reflejo mío más real que el que me devolvía el espejo. Quería ver esa decepción y ese odio que yo también sentía hacia mí misma.
Llegué a necesitarlo.
—¿No te costó decidirte? —insisto—. ¿No te asustaba dar ese paso?
Sus manos buscan mi cintura, se hunden bajo la camiseta y se cierran sobre mi piel envolviéndome con su calor.
—¿Asustarme? —repite sin entender.
—Asher, llevo años fantaseando con irme de casa y asentarme en una ciudad pequeña. Tengo pensado hasta cómo será el vecindario y la mascota que tendré. Llevo años pensando en alejarme de... mi vida, y, ahora que sé que voy a forzarlo, no me atrevo. Así que te veo a ti que llevas fuera desde que tenías, ¿qué? ¿Quince? Que lo pones tan fácil y ... —Mis fuerzas caen y apoyo la mano sobre su brazo para ayduarme—. Te envidio.
—Me envidias —repite sorprendido.
Eso hace que Asher deje de mover la mano sobre mi cintura.
—Rubia, llevo los últimos cuatro años haciendo lo imposible por no pisar mi casa ni siquiera en vacaciones. Si me es fácil alejarme no es porque sea algo que envidiar, es porque me acobarda volver a casa.
Quizás para disimular esa confesión, Asher se vuelve hacia el borde de la cama para sentarse y no duda en llevarme con él. Aunque, yo, me quedo en pie frente a él.
—Te irá bien.
—¿De qué hablas? —pregunto.
—Hablo de que sabes desenvolverte fácilmente. Dudo que tengas muchos problemas cuando te vayas de casa. —Que haya usado "cuando" me hace tragar saliva—. ¿De verdad has pensado incluso en qué mascota tendrás?
—Digamos que he tenido tiempo de sobra para pensar en eso.
Eso es más fácil que decir que ha sido mi esperanza durante años, lo único que me mantenía a flote aunque realmente sea menos estable de lo que debería. Apoyo las manos sobre sus hombros y me siento sobre sus piernas.
—Un gato persa —añado.
—Bromeas.
—Blanco, como Neige.
—Ahora sí me estás vacilando —dice.
—No, realmente me veo viviendo con un gato. —Presiono el dedo sobre su cuello, moviéndolo hacia su mandíbula—. Además, eso ayudaría a que los cretinos no se acercaran.
—¿Los cretinos o solo yo? —entiende.
Sonrío como única respuesta.
Esa sonrisa se va cuando vuelve la dureza de mis propios pensamientos.
—¿Puedo contarte algo? —No sé si quiero hacerlo, pero su "Adelante" me tiene hablando antes de poder darle demasiadas vueltas—. Lo que más me preocupa es cómo se lo tomará mi madre. Desde que mi padre murió, soy todo lo que tiene. —Busco en sus ojos comprensión, pero lo que encuentro es mi propia angustia al entender lo obvio—. Soy lo único que tiene.
No solo la única persona, sino todo.
Somos ella y yo, sin una casa propia más que la que ella se negó a vender en Virginia creyendo, erróneamente, que podríamos volver pronto. Nuestras cosas se quedaron allí. Todo. Ahora solo estamos nosotras.
—Liv —llama con suavidad.
Asher busca mi mirada afianzando el agarre que tiene sobre mi mejilla. Mis mechones rubios caen sobre el dorso de su mano ante el gesto.
—¿Quieres irte a vivir a otro lugar? —pregunta.
Dudo.
Creciendo como lo he hecho, la vida ha perdido su esencia.
Todos te dicen que olvidar eventos traumáticos es un mecanismo de defensa, pero no te avisan de que esa supervivencia tiene un precio. Sellas recuerdos, pero también la parte de ti que se une a ellos. Sientes emociones que pierden su sentido porque la razón está escondida por tu propio bien.
Cuando no sabes lo que sientes, quién eres o en qué puedes confiar porque ni siquiera tus recuerdos son sinceros, te pierdes a ti. Ese es el precio.
Todo pierde su color, su esencia, su vida, pero tú sigues ahí. Un día te despiertas y te das cuenta de que no sientes tan intensamente como deberías. Ves emociones en otros que a ti apenas te rozan y dejas de notar esa empatía que antes tenías. Ves lágrimas y no te sientes mal por ello. Ves alegría y no eres capaz de compartirla. Lo que antes había en ti se ha adormecido.
Has desconectado de ti misma por tanto tiempo para no sentir el dolor, para no enfrentarlo, para sobrevivir, que una parte de ti se ha ido con ello.
Un día te despiertas y ya no te sientes real.
Y, un día, te das cuenta de que no quieres seguir viviendo así y que estás dispuesta a invertir el pago que una vez hiciste con tal de volver a sentir algo. Con tal de poder recuperarte a ti. Llevo años sabiendo que un día me iría, pero no fue hasta que vine aquí que recordé cómo eran algunas de las emociones que se han ido adormeciendo en mí. Quiero recuperarlo, quiero recuperarme.
Incluso si eso significa salir del programa, incluso si eso significa perder la protección por la que, incluso si me siento agradecida, me ha dejado tan vacía que no soy capaz de conseguir que nada, ni siquiera mi seguridad, me siga importando lo suficiente como para seguir con ellos.
Han sido muchos años, demasiados.
Además, a ellos no les importará. No soy yo, sino mi madre, a quien necesitan. Es ella quien conoce los detalles que ese asesino confesó a mi padre, algunos que ni siquiera el FBI conoce. Ella tiene las pruebas, las confesiones, que harán que ese hombre cambie las cadenas perpetuas que le cayeron por el corredor de la muerte. Ella es quien declarará, no yo.
Yo solo soy un daño colateral, parte de una venganza, parte de un juego.
—Sí, quiero irme.
Quiero irme de la vida que me han ofrecido.
Recuperar la mía, el tiempo que dure.
—Entonces vuelve a casa, haz las maletas, y lárgate. A la universidad, a otra ciudad, a otro país, adonde quieras. —Lo dice como si fuera tan fácil y, él, parece creer que lo es. Le veo tan convencido que quiero creerlo yo también, pero no soy tan ilusa—. Tu madre seguirá ahí cuando vuelvas.
—Me odiará.
—No, no lo hará. —Su mano aparta los mechones que han caído sobre el dorso de su mano y los deja sobre mi hombro—. Sé mejor que nadie lo que es decepcionar a tu madre de todas las formas posibles; darle de lado, desaparecer de su vida, discutir por todo e incluso levantarle la voz. Lo he hecho y, ¿sabes lo que hizo mi madre durante los últimos cuatro años?
No sé si es el cansancio emocional, físico, o la comodidad, pero me siento tan pequeña sentada sobre sus piernas que todo lo que quiero es que Asher siga hablando. Seguir escuchando, seguir aquí, seguir sintiéndome como si los demonios se hubieran quedado al otro lado de la puerta.
Porque hay una persona que escucha.
Hay una persona dispuesta a entender.
—Ella me envió mis dulces favoritos cada primer domingo del mes hasta que me gradué. Incluso si desaparecí de sus vidas, no me odió. En lugar de eso me enviaba cajas de repostería casera. Todos los meses. —La mano que tiene en mi cintura me mantiene cerca—. Tu madre no te odiará por hacer tu vida. Si lo hace, es que hay algo mal con ella, no contigo.
Incluso con el cansancio, no puedo evitar acomodarme contra él. No puedo evitar envolverle con mis brazos, levantar una mano sobre su nuca y dejar que su respiración roce mis labios. Puede que mis emociones se agiten cuando es intenso y un completo capullo, pero esa comprensión que me ofrece me tira todavía más cerca.
De alguna forma, hablar con él de algo tan personal sabiendo lo privado que somos ambos, se siente más íntimo que el sexo.
Me pregunto si él pensará lo mismo.
Todo lo que sé es que, ahora mismo, sería capaz de contárselo todo. Por eso cierro los ojos, para contener las palabras. Por eso agradezco que él bese mis labios, porque me acalla. Me envuelve en un beso tan duro como lento. Uno donde los secretos vuelven a quedar escondidos entre nosotros, presionados junto a ese beso contra el vacío en el que los abandonamos.
Un beso que no busca ir más lejos, pero que me tiene sin querer hacer lo único lógico ahora mismo. Irme antes de hablar de más. Así que, la primera vez que me aparto, en vez de levantarme, vuelvo a besarle. Me quedo con la sensación de sus manos bajo mi camiseta y el calor de su piel bajo las mías. Me quedo con la intimidad y el silencio.
No tengo ganas, pero termino por levantarme de sus piernas.
—Que no vayamos a tener sexo no quiere decir que te vaya a echar —dice al verme recoger mis sandalias.
—Lo sé.
Pero tengo que irme porque si no voy a arrepentirme por la mañana.
Recojo mis cosas y, lo último hago antes salir, es admitir lo obvio:
—Es raro decirte esto, pero ha estado bien hablar contigo.
──────༺༻ ──────
El jueves 5 habrá un post adelanto jugoso en mi cuenta de Instagram (lanadvraux) sobre lo que pasó en la noche en la que mataron al padre de Olivia (Por el aniversario de la fecha💔) ¡No os lo perdáis!
Sobre este capítulo. Bueno, como dije: Pasan cosas.
🔹 Tenemos más clara la cronología de los traslados de Olivia (Wiiiii)
🔹 Centramos a Michael en esa línea (Wii??)
Pausa para a quien le dé miedo que siga mencionándose a Michael
🔹Olivia hablando sobre sus preocupaciones con Asher.
🔹Asher?? Aconsejando???? Alo polisia ha habido un robo de identidad ese no es Asher Bremen
🔹Asher ADMITIENDO por qué no vuelve a casa
Está chikito 😢
🔹Ya sabemos mejor por qué entraron al programa de protección
🔹RAMIREZ POR QUÉ ESTÁS DESAPARECIDO ????
RESUMEN: PASARON COSAS.
¿Qué cosas?
Sí.
Ahora sí, un abrazo y nos leemos el próximo domingo ¡Espero! Y luego hablaremos de algunas cositas porque tengo difícil finales de agosto y principios de septiembre para escribir. Os contaré la próxima, ¡LOVE U SO MUCH Y OMG NOS ACERCAMOS AL FINAL! ♥
— Lana🐾
PD-Nada que ver con nada pero mirad qué feo queda este emoji en cursiva 😢 -> 😢
FEWIGRBURGEGRE
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro