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Capítulo 46 - Decisiones y mundos privados

Capítulo dedicado a Milita2002 y Srta_Vita que cumplen años hoy 

46 | Decisiones y mundos privados

Olivia Audevard

Martes, 21 de julio

Estoy tan frustrada que podría gritar, o incluso llorar.

De no ser porque el ordenador que he apoyado sobre las mantas no es mío, ya lo habría echado a un lado con molestia. Siento una gran impotencia por no poder hacer algo tan simple como cambiar la fecha de un envío. Claro que no se trata solo eso. No estoy bien, y no ha hecho falta una llamada de mi madre echándome la bronca por el mensaje sobre mis ausencias para hacer que me diera cuenta.

Dios... Estoy tan cansada.

Se me hace pesado incluso respirar mientras leo palabras que pierden el sentido ante mis ojos. Rendida, bajo un poco la pantalla del portátil y lo dejo sobre la mesilla. Después, me estiro entre las mantas para apoyar una mano sobre la espalda descubierta de Asher.

—Sé que estás despierto —digo con suavidad.

¿Delatará, mi tono, el cansancio emocional que siento? ¿O cómo me siento tan perdida y sola que encuentro en mi reflejo la figura de mi niñez; tan perdida, tan sola, tan necesitada de una mano amiga?

Muevo los dedos con lentitud sobre el largo de su columna y noto el sutil cambio de postura bajo mi toque. Él nunca lo corroborará, pero tengo la teoría que, esa zona, le provocan un fuerte cosquilleo.

—Asher —llamo ante su silencio—. Has estado quejándote del maratón de Star Wars que están haciendo en el salón hace menos de cinco minutos. Estás despierto.

Recuerdo sus comentarios con humor. Él tiene el sueño muy ligero y, llegadas las dos de la mañana, se ha quejado entre dientes como si no hubiera estado jugando a la PlayStation hasta diez minutos atrás. Se ha levantado con la intención de ir al salón a "solucionar el problema".

"No puedes hacer eso —he intervenido—. Tú mismo le has dicho a Ansel esta tarde que te parecía bien."

Aunque solo lo haya dicho porque se ha distraído vacilándome en cuanto ha visto la oportunidad. Asher se ha entretenido con eso desde que salimos del barco y Ansel cayó en la malinterpretación. Al salir de la fiesta, Ansel estaba viendo Tik Toks sentado en las escaleras. No estaba ebrio, sino cansado. Como cuando sales toda la noche y te sientas por fin en el transporte solo para sentir de golpe el cansancio de las últimas horas caer sobre ti. Así estaba él, con pesadez sobre sus hombros al devolverme la mirada.

No tardó en notar mi pintalabios (o la falta de él), pero probablemente harto del comportamiento tan distante de Asher, a él le ignoró.

"Ahora entiendo por qué has tardado tanto", sonrió Ansel hacia mí.

Asher, unos escalones por encima, bajó la mirada hacia nosotros y pude notar ese brillo casi pícaro que ardía al encontrar su oportunidad de vacilar a Ansel. No separó la mirada de mí cuando, con toda la indiferencia que alcanzó, dijo: "Estaba entretenida con Marcus, casi no consigo sacarla de allí".

Ansel no le miró lo suficiente como para notar que Asher se estaba refiriendo a su segundo nombre y eso se quedó en una "broma privada" entre nosotros que Ansel interpretó como el chico alemán.

Se le veía tan emocionado con eso, con una amplia sonrisa y hablando sobre haber arreglado su "interrupción" del otro día que no le corregí. Lo que podría haber pasado de largo fácilmente porque, quitando que se lo contó a todos por la mañana y me soltó guiños y codazos hablando del chico alemán, Ansel tienda a olvidarse rápido de las cosas.

El problema ha venido cuando Asher ha hecho otro comentario hoy.

Ansel nos ha encontrado "discutiendo" en la cocina porque Asher estaba criticando, de nuevo, mis "dotes culinarios", y nos ha hablado del maratón de películas de Star Wars que iban a hacer esta noche. Nos invitó, más bien. Avisó para que no nos quejáramos cuando siguieran con películas hasta entrada la madrugada.

Asher no se esforzó en excusarse, pero, de camino a su habitación, encontré el brillo de vuelta en su mirada y esa burla apagada en un tono tan monótono que engañaría a cualquiera al decir: "Olivia no puede, ha quedado con Marcus".

A Ansel le ha faltado tiempo para intentar echarme del piso entre comentarios sonrientes y una emoción sin precedentes. Él estaba ilusionado por ello, incluso más de lo que le vi con Colette y empiezo a pensar que esa es su forma de distraerse respecto a su propio tema.

Esa es la razón por la que estoy pasando la noche en la habitación de Asher. He ido para quejarme y luego no he podido salir porque ha empezado el maratón. Sobre todo cuando Ansel ha preguntado desde el salón si alguien sabía dónde estaba yo y Asher ha decidido levantar la voz para decir que ya me había ido mientras me tenía literalmente frente a él. Una victoria para él y su forma de hacer planes.

Tampoco es que me queje demasiado al respecto.

Mi mano llega hasta su nuca y presiono sin hacer demasiada fuerza.

—Necesito tu ayuda con algo, serán solo cinco minutos —pido.

—Son las dos de la mañana —deja ir con voz ronca.

Tiene un brazo bajo la almohada y la cabeza hacia la pared porque le molestaba la luz de su propio ordenador. Me lo ha prestado tras repetirle que tenía algo importante que hacer y que no podía hacerlo desde el móvil. Entre que él es la razón por la que no puedo salir de su habitación y que le he ofrecido también lo que queda de la botella de tequila que tengo en mi estante a cambio, me lo ha prestado "cinco minutos".

—Es importante —insisto.

Eso le hace soltar una queja en francés antes de volverse hacia mí. Abre los ojos, con sus brazos todavía bajo la almohada y cortos mechones sobre su frente. Sus ojos se ven más claros y suaves que la forma tan arremolinada en la que generalmente agitan su personalidad. De nuevo, con una puntual inocencia que apenas nace cuando está muy relajado.

Por cómo me mira, estoy convencida de que ahora está maldiciendo mi nombre en su cabeza, pero, si en el fondo, dudo que le moleste en absoluto. Asher solo tiene la manía de quejarse como si...

Como si quisiera que nadie esperara algo de él.

—Es para una traducción.

—Te daré la botella de tequila a primera hora —añado.

Se lo planta y, hundiendo el rostro en la almohada para marcar la desgana con la que lo hace, se reincorpora. Me echa a un lado para apoyar la espalda contra la pared y empuja un cojín hacia la pared contra la que me había apoyado antes. Él es el primero en ignorar el gesto.

Ponto el portátil sobre mis piernas, señalo la pantalla y explico por encima que es una página con la que reservé el envío de mis cosas de vuelta a casa.

—Quiero cambiar la fecha de recogida, pero no consigo encontrar cómo.

Asher tarda menos de diez segundos en marcar que hay una banderita en la parte baja de la web para cambiar el idioma y, en vez de sentirme avergonzada, lo que noto es la opresión en mi pecho al darme cuenta de que, si no lo he encontrado, es porque realmente no lo estaba buscando. Porque sé lo que voy a hacer, pero no sé si estoy lista y yo misma me pongo trabas como he hecho toda mi vida.

No estoy lista, pero necesito tanto hacer esto.

Asher mueve la mano sobre el panel táctil de su ordenador y aprovecha para abrir un momento imessages y responder a una conversación en francés con un tal Harvey antes de seguir mirando en la página.

—Los idiomas, cocinar, orientarte, buscar algo en páginas web... —Comenta mientras busca—. ¿Hay algo que sí se te dé bien?

—Soportarte.

Lo que, con él, es un gran mérito para el que incluso Ansel está perdiendo la fuerza. No le miró al salir de la fiesta, apenas le habla directamente, ya no se esfuerza tanto en incluirle en planes y no puedo culparle. La peor parte es que estoy segura de que Asher ha buscado eso a propósito tal y como yo me he autodestruido muchas veces por medio de mis relaciones con otros en mis peores (y mejores) momentos.

—Cuidado, meterte conmigo ahora puede hacer que termines fuera de la habitación.

—Ya me habría ido hace horas si pudiera, pero alguien ha decidido abrir la boca y frustrarme mis planes de una noche tranquila. —Encuentro el calendario en la siguiente página que abre y mi corazón se encoge antes de señalarlo—. ¿Es eso?

Para estar más cómodo, Asher agarra el portátil y lo lleva hacia él.

—¿Los datos han cambiado? El tamaño, peso, hora de recogida...

—Todo igual, pero necesito pasarlo al próximo viernes.

Sus ojos claros se llenan de confusión cuando me mira y ese cansancio que rozaba y suavizaba su rostro cae hacia la indiferencia. No lo entiende y, si soy sincera, tampoco yo termino de entenderlo. Solo sé que llevo muchas noches soñando con el día en el que mi padre murió y que, estar aquí, visitando la ciudad en busca de seguir los pasos de mi padre porque es lo más cerca que he estado de él, me tiene necesitando ese abrazo reconfortante de un hogar.

Sobre todo después de la llamada de mi madre. Ella no ha hecho más que recordarme lo irresponsable que estoy siendo. Le doy la razón, pero desearía que me hubiera dado la oportunidad de explicarme. Quería decirle que, si falto, es porque siento que en esas clases pierdo oportunidades que me están haciendo volver a querer tener una vida.

Paseo por donde él paseó, a tanta distancia de casa que me siento... segura. Aunque hace tiempo que dejó de importarme mi propia seguridad. Emocionalmente tengo tanto peso encima, tanto vacío, que solo intento aferrarme a lo único que está consiguiendo devolverme las ganas de vivir. Pero ella ha dicho tantas cosas, ha interrumpido tantas veces... No he podido.

Además, lo intenté un par de veces antes. Traté de explicarle lo mal que me sentía entre lágrimas porque no podía más y ella siempre lo ha menospreciado como si no fueran problemas serios. No quiere entenderme, y yo ansío tanto recordar lo que era tener un hogar para poder recuperarme a mí misma que solo veo una opción;

Volver a casa.

—Rubia —llama Asher y apoya una mano sobre mi rodilla sin apartar sus ojos de los míos—. ¿Te das cuenta de que tenemos exámenes dentro de dos semanas? —Hace una corta pausa donde el calor de su mano roza mi muslo y la diversión quiere cruzar el oscurecido reflejo de su mirada—. Aunque si las asignaturas del curso se te dan tan mal como francés, entiendo que quieras ahorrarte esa vergüenza.

—El problema que tengo con el idioma es que solo llevo dos meses estudiándolo, no que se me dé mal.

Tu es sûre de ça, blonde? [¿Estás segura de eso, rubia?]

Me trabo en la búsqueda del significado de su comentario al ver la sonrisa genuina que tira de sus labios. Esa que crea pequeñas marcas en las comisuras. No puedo evitar estirar la mano para tocarlo. Aunque siempre se ha mostrado reacio a que le toque la cara, no hace sus típicos amagos de apartarse (o apartarme) esta vez. En su lugar diría que incluso mantiene el rastro de esa sonrisa como si me estuviera permitiendo contemplarlo.

—De lo que estoy segura es de que mi francés superará al tuyo si me das algo de margen. —Sea lo que sea que él ha dicho, conozco el significado de "tu es" y "sûre", así que le doy lo poco que saco con eso. Dejo que mi pulgar trace el punto de su piel de donde han desaparecido las marcas y encuentro calidez en la cercanía que me devuelve al volver a su mirada—. Deberías sonreír más.

Agarra mi muñeca y aparta mi mano.

—¿No tenías un envío que hacer? —pregunta.

Le sostengo la mirada unos instantes antes de ceder y volver la mirada a la pantalla. Siento el agarre que tiene en mi muñeca aflojarse antes de dejarlo ir.

—¿Has cambiado el día? —pregunto.

Asher pulsa la fecha que le he pedido.

Antes de que pueda decir más, le da a confirmar y puedo ver, de reojo, la pantalla de mi móvil iluminarse sobre su mesilla cuando me llega un correo confirmando ese cambio. Me apoyo de vuelta contra la pared con el móvil en las manos y dejo a Asher ver las palabras en francés para asegurarme de que lo que pone es que todo ha ido bien y que ha podido realizarse.

—Lo tienes —dice saliendo de mi sesión y apagando su ordenador.

¿Ya está? ¿Toda una vida peleando y acabo de sellar la decisión sobre mi futuro solo con esto? Porque sé lo que vendrá después. Tengo algo de margen en esa semana de exámenes a los que no voy a presentarme, pero, si vuelvo a casa, estaré rompiendo la regla más importante que nos pusieron a mi madre y a mí al entrar en el programa. Nosotras tenemos prohibido volver a la ciudad, especialmente a nuestra propia casa.

Me echarán después de eso, sobre todo por haberlo hecho a espaldas de todo el mundo para evitar que me roben esa opción. Estoy sellando esa separación con mi madre de la que nunca me he sentido del todo segura, pero la esperanza de poder recordar lo que era un hogar y poder, así, tener una vida "real" después me tiene tirando de ese hilo.

Esa es mi nueva luz al final del túnel, mi última esperanza de tener una vida donde haga más que existir porque, si no... Si no no sé si aguantaré mucho tiempo.

Las puertas del chalet en Virginia están marcadas en mi memoria sellando viejos recuerdos y apresando emociones. Un día, tendré que abrir esas puertas, y hay una sensación que siempre he tenido de estar quedándome sin tiempo para hacerlo. Aquí estoy aprendiendo a encontrar emociones en pequeños detalles y, si hay un buen momento para dar el paso, para poder impulsarme y llegar hasta el final, sé que es este.

Tengo que abrir esa puerta.

Es la hora de dar ese paso pese a los horrores que esconde detrás.

—Así que te quedas una semana más —entiende Asher.

Deja el portátil sobre su mesilla y hago lo mismo con mi móvil. Asher todavía no ha dejado el agarre que tiene en mi rodilla y lo usa para acercarme ligeramente a él al hablar.

—No. Quiero mandar las cosas antes para no tener que volver con todo. Por comodidad —explico—. Me iré cuando empiecen los exámenes. He faltado tantas veces que no van a darme los créditos ni a firmar que he hecho el curso así que ya da igual que me presente o no. —Encojo más las piernas para estar cómoda y la atención en su mirada me hace añadir—: Tengo que poner algunas cosas en orden antes de poder seguir con mi vida.

Dos semanas, me quedan dos semanas aquí.

—¿Algo importante?

Tomo aire, conteniéndolo dentro de mis pulmones antes de dejarlo ir y apoyar mis propios brazos sobre mis piernas. Eso no borra el agarre que él mantiene sobre mi rodilla.

—No sé si es importante o un error, pero sí. —Asiente como si entendiera (o como si quisiera hacerlo) y eso me hace cambiar de tema para distanciarme de mis propios sube-y-baja emocionales—. ¿Qué hay de ti? ¿Hasta cuándo vas a quedarte?

—Hasta la competición que hay para los de francés.

—¿Vas a participar? —pregunto sorprendida.

Una seca carcajada sale de su garganta y se relaja notoriamente.

—Ni de coña.

Eso tiene más sentido.

Viendo que no va a apartar la mano de mi rodilla, apoyo una mano sobre la suya porque tener el brazo encima me es más incómodo. Al hacerlo, estira los dedos lo suficiente como para dejarme saber que podría apartarlo si quisiera. En vez de hacerlo, solo muevo uno de sus dedos. Lo levanto ligeramente antes de soltar y tocar el dorso de su mano.

—¿Recuerdas cuando... —me callo antes de terminar.

Me humedezco los labios reconociendo el error. No puedo hablar de esto con él, pero me gustaría tanto poder compartirlo que siento las palabras presionar contra mis labios en busca de salir. El problema con Asher es que, como con Ramírez, su opinión es algo que quiero escuchar. La respeto. Cuando actúa con madurez y es sincero, como en el cementerio, siento que podría hablar de cualquier tema con él.

Que quiero hacerlo.

Me siento perdida ahora mismo, asustada y tan sola como cuando era una niña. Volver a casa, sola, sin siquiera avisar a Ramírez porque él ya me lo impidió una vez es un peso. Quiero respaldo, que alguien me diga que tiene sentido para poder sentirme más confiada al respecto, pero es lo único que no puedo conseguir. Por eso, al mirar a Asher en el punto en el que estoy, solo quiero soltarlo todo.

Bajo la mirada de vuelta a su mano.

—Da igual —murmuro.

Cuando pasó todo, mi madre y yo no entramos directamente en el programa pese a que era necesario. No porque no cumpliéramos los requisitos. No solo estábamos en el punto de mira de un asesino en serie en busca de venganza sino que mi madre sabía mucha de la información que él compartió con mi padre durante la preparación de su caso. Información que ella accedió a dar de ser necesario y por lo que se ofreció a testificar respecto a crímenes que El Cazador no había confesado de forma oficial.

Claro que no fue tan fácil.

No por ellos, sino por mi madre.

Una de las condiciones era la de no volver a casa, y eso implicaba que debíamos venderla. Era una obligación previa a que nos pusieran otra casa. Mi madre no accedió. Supongo que, como yo, ella creyó que solo sería algo temporal y, mantener esa casa, era mantener encendida la esperanza de poder volver a nuestro hogar alguna vez. Así que se negó. Sacó todo el dinero que pudo de su cuenta bancaria antes de que un juez cambiara nuestros nombres, se quedó conmigo en un motel durante un mes mientras intentaban ponerse de acuerdo en cuanto a los requerimientos y, al final, ella tomó nuestro dinero, mi mano, los nuevos pasaportes, y nos llevó lo más lejos que pudo.

A Amsterdam.

Luego volvimos a Estados Unidos y no tenemos tantas ayudas como otras personas porque ella nunca cedió con algunos de los puntos, pero, gracias a eso, la casa sigue siendo nuestra. Sigue siendo nuestro hogar, y yo pienso más en ello cada día que paso aquí. Demasiado. La necesidad de volver me tiene abrumada.

Eso no quiere decir que no me asuste o que no tenga dudas al respecto.

Asher lleva su mano libre hasta mi barbilla, presionando con dos dedos al volverme hacia él recordándome, en la inocencia que tan erróneamente refleja, al chico con el que hablé en el cementerio.

En un primer momento creo que va a decir algo, luego me planteo que puede estar esperando una explicación a la frase cortada y, al final, creo que solo está debatiendo qué hacer. Finalmente, deja el aire ir y se inclina cerca.

Me hundo en el beso reconfortada por esa pequeña pausa de mis propios pensamientos y agradecida de encontrar el peso de ellos aliviado sin necesidad de compartirlos.

Todo el mundo pensará que sigo aquí durante los exámenes, es una buena oportunidad sea o no un error. Mi salud mental está tan dañada, mis ideas de futuro tan rotas y mis esperanzas tan destrozadas que, si no quito ese peso, no me quedará nada.

Me voy recostando y Asher me sigue sin saber cuánto me gustaría poder contárselo todo. Respeto la forma de pensar de Asher y es alguien con quien ni siquiera tengo que mostrar mi "mejor versión". Él me muestra todas sus imperfecciones y me permite ser la misma imperfecta versión de mí con él. Si hay alguien que pudiera entender, creo que ese sería él, pero ya no solo se trata de prohibiciones. Mi madre y yo ya lo hablamos. Si algún día me asiento y quiero contarlo, puedo hacerlo, soy yo quien debe decidir, pero el problema es que han pasado tantas cosas que me avergonzaría hacerlo.

No estoy orgullosa de las cosas que he hecho, de todo lo que he mentido, de mi comportamiento con "amigos" y en relaciones. Me avergüenzo de muchas cosas, de demasiadas. Hay tantas decisiones que desearía poder borrar y no puedo. Tantas vidas que he tocado y dañado. ¿Cómo mostrar la persona tan indeseable en la que me convertí? ¿Cómo no sentir vergüenza de solo imaginar que otra persona pueda mirarme y ver esa parte de mí?

Puedo oír una de las escenas de acción de la película que Ansel, Yvonne y unos amigos de Yvonne están viendo en el salón cuando hundo la mano en el pelo de Asher. Manteniendo su peso en un punto de apoyo sobre el colchón, encuentro su mano libre deslizándose bajo la camiseta que le he hecho prestarme para poder dormir.

De un momento a otro, encuentro una palabra dicha contra mis labios y me pierdo intentando comprenderla. Encuentro su rostro a escasos centímetros cuando abro los ojos con la pregunta clara en mi mirada.

—Importa —repite—. Lo que te estás callando, sea lo que sea, importa.

De alguna forma, eso es todo lo que necesitaba para sellar mi decisión.

Importa.

Tener que volver a casa para pasar página es importante. Querer recordar aunque me aterre porque sé que eso me tiene bloqueada, importa. Arriesgarme en busca de poder recordar lo que era sentirse querida y lo que es en un hogar, importa. Intentar tener una relación en un futuro que me llene y que no me haga sentir tan vacía como ocurriría si dejo las cosas como están ahora, importa.

Me humedezco los labios tratando de mantener dentro lo que esa certeza me provoca y omito darle las gracias porque sé que no entendería lo importante que es lo que él acaba de hacer por mí. Lo único que hago es acercarle de nuevo a mis labios. Dejo que el beso suave cubra mis preocupaciones y borre lo demás

Así que le beso, con el calor de su piel bajo mis manos y las suaves caricias en mi cuerpo. Lo hago hasta que mis pensamientos se van por completo, encerrándome en una cuestionable fantasía.

—Deberíamos ir a Versalles. Quiero ir, pero me vendría bien un guía —disfruto imaginando contra sus labios.

Asher se aparta ligeramente al planteárselo y uso esos segundos para tocar las puntas de su pelo en busca de una respuesta afirmativa por su parte. Encuentro su "uhm" cerca de mi oído.

—Di un día —susurra.

Cierro los ojos.

—Este fin de semana.

Este fin de semana lloverá, pero Ansel me ha hecho prometer que iría con él a Disney el próximo sábado y yo me estoy quedando sin días para recorrer la ciudad y sus alrededores. Todavía recuerdo lo ofendido que se mostró Ansel al decirle que nunca había ido a Disney ni tenía ganas de hacerlo.

Él se metió en su habitación y salió dos minutos después con un pase anual del parque en su mano. "Te puedo conseguir un veinte por ciento de descuento en la entrada pero no puedes irte sin probarlo", dijo.

¿Cómo negarme?

Siento un cosquilleo cuando Asher busca con sus dedos el cierre del sujetador creyendo, erróneamente, que está detrás. Como el domingo, evito darle la respuesta porque sé lo testarudo y orgulloso que puede llegar a ser para ese tipo de cosas. Es más, el domingo fue eso lo que cortó toda la tensión porque estaba decidido a descubrir él solo cómo funcionan los cierres delanteros de los sujetadores.

Los odia.

Sus labios rozan los míos y añade:

—Es una pena que vaya a estar enfermo esos días.

Eso forma una sonrisa sobre mis labios que no sabría explicar. No porque acabe de negarse, sino por esa manía de vacilarme aunque ambos sabemos que es probable que ceda con un poco de presión. Solo quiere una excusa para que no parezca que ha sido decisión suya. Así que se la doy.

—Lo es todavía más porque, si estás enfermo, no podrás venir a Versalles ni de bares después. —Rozo su mandíbula con el pulgar ignorando sus atentos ojos azules y perdiéndome en mi propia inocencia fingida—. Tendré que buscar otra forma de pasar el rato cuando salga.

Emocionalmente hablando, a Asher le da igual que esté con otras personas tal y como a mí me da igual que él lo esté, pero las palabras cumplen su cometido. Aparta mi mano de su mandíbula, mirándome como si intentara entender lo real que podría volverse ese escenario.

—Algo manipuladora, ¿no crees?

—¿Yo? —Río—. Asher, ¿tengo que recordarte por qué estoy en esta habitación? ¿O cómo haces los planes? ¿O quizás cuántas veces te he invitado a comer porque te encanta que las cosas se hagan a tu manera?

—Te noto algo rencorosa hoy.

Me divierte la situación y encuentro abrumadora las ganas de sonreír que me provoca. Algo que escondo negando y tirando de él de vuelta a mis labios para que no alcance a verlo. Pero Asher no es tonto, se da cuenta, estoy convecida de ello.

Tal y como yo me he dado cuenta de la suavidad con la que me vacila ahora.

Tal y como ignoro cuánto disfruto yo de eso.

Deja el sujetador atrás al no encontrar el cierre a la primera y apoya sus dedos sobre mi cuello. Desliza la yema de sus dedos por las marcas que ni siquiera capas de maquillaje pueden cubrir por completo. Se aparta lo suficiente como para verlo, complacido con ello, y deja que sus labios presionen los mismos puntos con suavidad. El roce devuelve un placentero cosquilleo que empieza en mi cuello y termina recorriendo cada extremidad.

Sobra decir que, el domingo, en cuanto coincidió que nos quedamos solos en el piso, el "Solo una vez" que le propuse a cambio de ir a Trocadero este viernes quedó atrás. Como lo hizo el "Solo una noche" en su día.

—El domingo —le oigo decir contra mi piel.

Cambia sus labios por sus dedos una segunda vez y me deja encontrar esa relajación que se refleja suavizando su rostro hasta darle un irónico toque angelical. Sus ojos, tan agitados pero distantes, muestran la misma calma que un refrescante mar en un cálido día de verano.

—Domingo Versalles —sella. Antes de poder sonreír ante mi pequeña victoria, apoya la mano bajo mi cabeza para acercarme a él—. Después, tú y yo nos iremos a la mejor zona de bares que hay en la ciudad.

Tú y yo.

—Todavía me debes Trocadero este viernes —le recuerdo.

—Y tú a mí una botella de tequila.

—Cómo no —murmuro dejando que sus labios vuelvan a ser míos.

Es una tontería, pero encuentro de vuelta el control de una vida que nunca he tenido en la normalidad de los planes que hacemos. Me hace sentir lo que es tener la posibilidad de una vida normal.

Como si, realmente, esto fuera más que la burbuja idealizada que es en realidad. Una que los dos sabemos que, apenas formada, está a punto de estallar.

──────༺༻ ──────

Ansel inocente siendo inocente y emocionándose por la relación entre Olivia y el Marcus alemán me da la vida. (Y Asher usando el segundo nombre para vacilarle me puede más todavía JAJAJJ)


🔹Olivia se va en dos semanas

🔹Olivia va a volver a SU CASA.

#Línea para poner todo lo que puede salir mal ahí

#Línea para decir si no crees que llegue

#Línea para rezar porque sabemos que los recuerdos que tiene bloqueados no van a ser bonitos

🔹Soy yo... ¿O Asher estaba algo off porque ella se iba a ir? ¿O ESTOY ALUCINANDO?

🔹Olivia y Asher modo: Hacemos planes juntos porque nos queda poco tiempo aquí... Son soft y moriría por ellos, pero me tienen así: 😪


¡Un abrazo y nos leemos durante la semana! ♥

— Lana🐾


Voy a llorar porque sé que se van a terminar echando de menos, es decir, MIRADLES.


No puedo yo me voy a llorar a mi rincón.


Buenas noches.

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