Capítulo 34 - Héloïse y Abélard
34 | Héloïse y Abélard.
Olivia Audevard
Jueves, 9 de julio
Después de haber jugado un rato con Ansel y de comer con Tony e Yvonne, me quedo en mi habitación releyendo el correo que me ha enviado Ramírez hace unas horas.
Remitente: [email protected]
Para: [email protected]
Asunto: Universidad.
Olivia,
Han dado el visto bueno a que empieces la universidad en otoño.
Necesito que me envíes tus datos antes del 10 de agosto para poder matricularte.
Incluyendo tu firma digital, la misma que usarás para tu nuevo pasaporte.
Adjunto el folleto del grado que tu madre me ha dicho que te interesaba al mensaje.
El grado en psicología permite que te especialices en "Análisis de conducta" y tiene una opción de complementarlo que podría interesarte sobre "Salud mental en niños y menores".
Como siempre me pides mi opinión al respecto, te diré lo que te digo siempre, eres una chica muy inteligente y me parecería un desperdicio que no lo utilices. La especialización en Análisis de Conducta podría pulir todo lo que has aprendido a lo largo de estos años. Además, siempre te ha cautivado la psicología aunque solo fuera para saber cómo actuar frente a otras personas. Sé que estarías cómoda ahí, pero la decisión es solo tuya.
Tuya, Olivia, no de tu madre.
Sé que estás planteándote otros caminos y estaré aquí para apoyarte con lo que sea que decidas.
C.R.
📎InformaciónPsicologíaAlaska.pdf
Ahí está de nuevo, el tema que presiona mis pensamientos porque, aunque hay días en los que creo tener la decisión tomada y en los que me siento decidida, siempre termino retrocediendo y dudando. Vuelvo para darle más vueltas una y otra vez.
Vine a París para mentalizarme de que podría seguir sola, de que ese apartamento que tanto ansío estaría en mi mano al terminar el verano. Vine para terminar de tomar esta decisión y hacer ver a mi madre que era algo razonable, pero estoy más perdida y confusa que cuando llegué.
Quiero hacerlo, pero tengo miedo. Miedo de que lo que pasó con mis abuelos paternos se repita, porque a ellos también iba a "volver a verles" y ambos fallecieron antes de que tuviera oportunidad de hacerlo. Primero fue mi abuela paterna, que vivía en Vancouver, un año después de que nos metieran en el programa. Mamá dice que fue por un ictus, pero una parte de mí cree que perder a su hijo, nuera y nieta de esa forma fue demasiado para ella. Pocos meses después, le siguió mi abuelo paterno, Peter.
Me alejaron de ellos pensando que volvería a verles y nunca lo hice.
Ya he vivido eso. Promesas rotas y esperanzas destrozadas. Ahora solo tengo a mi madre y no sé si podré dejar que la historia se repita de nuevo. Tengo miedo de perderla y tengo miedo de quedarme sola. Pero también quiero formar mi propia vida porque así siento que todo lo que hago es esperar a morir.
Sé que nunca lo hará, pero, ojalá, por una vez, Ramírez me marcara el camino, porque él es la única persona en cuyo juicio confío ciegamente. Se lo ha ganado a pulso, y yo estoy perdida y asustada, siempre lo he estado. Lo he estado aunque me hayan obligado a madurar rápido. En el fondo, siento que sigo siendo la misma niña que se escondía en armarios.
Cierro el portátil y vuelvo a mi escritorio para recoger la nota que he guardado en el primer cajón al volver a mi habitación. Estaba en el suelo, la acababan de deslizar bajo mi puerta y yo estaba segura de que iba a ignorarla, pero, ahora, pienso que podría venirme bien para dejar de pensar.
"16:15 en la puerta de abajo.
Si bajas en ascensor y se para, NO voy a sacarte.
Lleva dinero."
La doblo de vuelta y decido ir.
Después de todo, por su apatía e independencia, por su intensidad y falta de tacto, Asher es capaz de ocupar gran parte de mis pensamientos cuando paso un tiempo con él. Voy porque Asher es una distracción para las decisiones que no quiero tomar.
(...)
Estoy en la puerta del edificio cinco minutos antes de la hora, ya no porque no tenga nada más que hacer -que también-, sino porque sé que Asher se irá sin más miramientos si no estoy aquí cuando él salga. Además, siempre me han gustado los días soleados. Esa es una de las principales razones por las que paso las tardes sentada junto a una de las fuentes del Jardín de las Tullerías, resguardada bajo el sol y tratando de llenar el vacío en mi interior con ese calor.
Siempre ha sido un buen engaño.
—Puto sol —maldice Asher al salir.
Doy un paso lejos del muro del edificio. Dejo atrás el telefonillo y me acerco a Asher para quitar las gafas de sol que ha colgado en el cuello de su camiseta. Las ha debido dejar ahí para no olvidarlas en el piso y todavía no ha tenido oportunidad de ponérselas.
—Estas están hechas justo para evitar ese problema —digo.
Las abro y giro entre mis manos, pero, en vez de dárselas, me las pongo yo.
Me gustan más que las mías, pero me gusta todavía más molestarle.
—¿Nos vamos? —pregunto.
—Ya que te quedas con eso —marca hacia las gafas—. Guarda también esto en tu bolso.
Lo único que ha traído consigo, además de las gafas, es una bolsa de papel pequeña que ahora me ofrece. Es justo. Meto la bolsa dentro del bolso grande que he traído, entre una botella de agua, mi cartera, y la funda de mis propias gafas de sol que he preferido cambiar por las de Asher.
—¿Vas a decirme adónde vamos? —pregunto.
—¿Traes tu Navigo?
—Desde que voy a sitios contigo, sí. —La tarjeta de transporte con él es necesaria, al igual que lo es llevar calzado cómodo. Justo por eso he cambiado las sandalias que he llevado a clases por zapatillas deportivas blancas antes de salir—. Y, esa, no era una respuesta.
—No he dicho que lo fuera.
—Asher...
—Décimo distrito —ofrece—. Vamos al décimo distrito.
—¿Ves como no era tan difícil?
Sin responder, echa a andar por la estrecha acera de nuestra calle.
Compartimos pocas palabras durante todo el trayecto.
Aunque Asher no llega a decirme exactamente hasta donde vamos y se mantiene en silencio la mayor parte del trayecto en autobús, no llega a ser un viaje incómodo. Le veo revisar el móvil más de una vez con un notorio aburrimiento.
Al principio admito que ese silencio al viajar me extrañó, siempre me he sentido en la obligación de hablar todo el tiempo en transportes porque es lo que las personas a mi alrededor hacían y yo siempre he imitado. Con Asher voy descubriendo que prefiero el silencio al viajar, no es incómodo, sino reconfortante. Sin saberlo me está enseñando otra forma de hacer las cosas.
Bajamos en"Voltaire - Léon Blum" y hay una ligera brisa que no estaba antes cuando salimos. Cálidos, los golpes de viento golpean contra mi corto vestido veraniego y hacen que andar bajo el sol sea más llevadero.
La mirada de Asher hacia sus gafas de sol -que me vuelvo a poner al salir del autobús- no falla. Me sorprende que no me las haya quitado todavía.
—¿Por qué estamos aquí? —pregunto.
—Tengo que devolverle un videojuego a un amigo y sale del taller en una hora.
Ahí lo entiendo todo.
—Me has dicho de venir para no aburrirte, ¿no?
—Vacilarte es entretenido —da como respuesta. Esta vez, viene unido a una pequeña sonrisa que devuelve la inocencia a su rostro. Un perfecto engaño en el que no pienso caer—. Además, has admitido que te gusta mi compañía, te estoy haciendo un favor.
—Quizás me guste tu compañía, pero no tanto como para recorrer media ciudad solo para que tú te entretengas.
Mientras andamos, mi mirada pasa entre los edificios. Este paseo no es especialmente bonito, hay suciedad en muchas de las paredes y suelos, los locales no son demasiado agradables a la vista en comparación con aquellos del centro cuyos toldos y flores adornan las fachadas, pero ahí entra lo que Asher me dijo tiempo atrás, y yo estoy aprendiendo a apreciar todos los detalles de esta ciudad.
—Quiero algo a cambio de esto —digo.
—¿Un favor? —pregunta.
—Sí.
—No pienso invitarte a cenar —avisa.
—Eres tú el que siempre pide eso, no yo.
Cree entenderlo tras pocos segundos y debo decir que me sorprende su conclusión.
—De acuerdo, tú recuérdamelo esta noche —es lo que dice.
—No esa clase de favor, Asher. Decía algo cultural.
—¿Cultural? —pregunta sin entender.
—Dijiste que eras un buen guía, ¿no? Sé mi guía entonces.
—Joder, rubia, ¿has entrado en modo turista de nuevo?
Deja de andar en el medio de la acera y un transeúnte tiene que apartarse bruscamente para no darse contra él. Como era de esperar, a Asher le importa entre cero y nada. En vez de decirle que se eche a un lado de la calle, me quedo en pie frente a él.
—Claro que estoy en modo turista —digo—. Para algo te tengo a ti, ¿no crees?
Él dijo ser un buen guía, y eso es lo que a mí me interesa aquí.
Acorta el escaso paso que quedaba entre ambos. Con una curiosa atención y dureza en su mirada, levanta sus gafas de sol para dejarlas sobre mi cabeza. No sé qué pretende, pero dudo que vaya a encontrar cualquier respuesta en mis ojos. No puedes encontrar emociones donde no las hay.
—Conozco un sitio —dice.
—¿Eso quiere decir que aceptas ser mi guía de nuevo?
—Solo hasta que Lucien salga del trabajo.
Es suficiente.
—Hecho.
Me sostiene la mirada unos segundos más antes de apartarse, y, a paso algo más rápido que antes porque yo quiero aprovechar el tiempo que me ofrece, seguimos la calle hasta su final.
Veo los árboles primero, altos y de un vivo verde al otro lado de la carretera. Están escondidos tras un imponente muro de piedra que se levanta como si hubiera estado protegiendo un castillo que cayó años atrás. En el centro, hay un marco de ese azul verdoso que se puede apreciar en muchas de las esculturas de la ciudad a modo de entrada.
Un parque.
Amo eso de París, la forma en la que la naturaleza se abre camino entre el cemento con forma de parques, grandes y pequeños, que, en su mayoría, te envuelven en una zona tranquila adornada por preciosos monumentos, museos e incluso palacios.
La entrada a este parque es imponente y desoladora.
Me cautiva, tanto que mi atención se mantiene en sus muros cuando cruzamos la calle y sigue ahí cuando cruzo la entrada. Al menos hasta que miro de verdad y mi estómago da un vuelco. Sí, veo verde, veo árboles a ambos lados de un camino de piedra, pero también veo gris. Demasiado gris.
No, no es un parque.
Asher ha dado un par de pasos dentro cuando yo paro en seco.
—No puedo creerlo, ¿lo has hecho de nuevo? —pregunto con rabia.
—¿Hacer qué?
—No finjas, no eres tan inocente como para hacerme creer que no has hecho esto a propósito.
Ni siquiera intenta defenderse. Pasa una mano por su pelo y espera ahí a que yo ceda.
—No me mires así, querías algo turístico —puntúa.
Hay bastantes personas dentro, eso se lo doy. También veo un cartel cerca de la entrada con un mapa. Sí, es turístico, eso lo acepto, pero eso no quiere decir que sea la clase de lugar turístico con el que estoy conforme de visitar. Esperaba otra cosa, pero olvidaba con quién estaba lidiando.
—¿Y me traes a un cementerio?
—El Père-Lachaise es uno de los cementerios más célebres del mundo, ¿sabes cuántas personas de renombre están enterradas aquí?
—No sé cuántas, pero habrá una persona más como sigas llevándome a ver muertos.
Una familia elige ese momento para cruzar las puertas y entrar al cementerio. Pasan cerca nuestro y, el hombre que lleva a un niño de unos ocho años de la mano, nos mira con notoria desaprobación. Me mira a mí, más bien, al haber oído mis palabras sacadas de contexto.
Si él conociera a Asher, lo entendería, estoy segura de eso.
Me acerco a Asher y espero a que la familia se aleje un poco antes de volver a hablar. No intento montar una escena, pero es que él es tan... Asher, que a veces es complicado medir las palabras.
—Sabes que no me refería a esto con "turístico" —añado.
Me refería a monumentos, no a tumbas.
Asher sabe eso y estoy segura de que es justo la razón por la que ha decidido venir aquí.
—No me hace gracia, Asher, no me gustan los cementerios.
—Entraste a las catacumbas.
—Entré porque no sabía ni lo que eran cuando acepté ir —le recuerdo—. Además, eres tú el que me dijo que eso no era un cementerio. Incluso te tomaste a mal que le llamara así.
—Le llamaste "fosa bonita" —corrige—. Eso era para sacarte de allí a patadas.
No puedo creer que no vaya a dejar eso ir.
Pero el comentario alivia un poco el ambiente y me pregunto si esa ha sido su intención desde el primer momento.
—Esto es un cementerio, Olivia —repite. Mi nombre llega junto a la promesa de que no va a meterse conmigo. Deja ver su madurez como esas noches en la cocina donde la oscuridad le permite más margen para dejar ver lo que su sarcasmo y su apatía esconden—. Aquí están todos muertos, no es como que vayan a darte problemas.
—Créeme, si algo no se me olvida es que aquí todos están muertos.
No lo digo para que lo entienda, lo digo porque me desahoga.
Asher no entiende que las catacumbas fueron un detonante para mí. Allí sentí el frío abrazo de la muerte acunándome con compasión. Me quedé en una fosa donde el tiempo borró las identidades individuales y les dio una historia común. Era hermoso y triste al mismo tiempo. Aun así, ellos tenían ese conjunto que les permitía ser recordados de alguna forma, otros no tendremos eso, otros ni siquiera tendremos a alguien que llore nuestra pérdida y, entender eso, fue doloroso.
No quiero estar aquí porque no sé si podré lidiar con encontrar tumbas sucias, grabados borrados por el tiempo y piedras rotas que me recuerden que las historias -y nombres- de las personas de incluso el cementerio más célebre de París han sido olvidados. Porque, desde que abrí el frasco que contenía mi mayor miedo, lidiar con la idea de terminar como lo haré me ha estado carcomiendo.
Miro hacia el camino, recto, que los árboles intentan decorar con cariño.
—Más te vale hacer que esta visita merezca la pena, Asher, porque si solo me has traído aquí por molestar ten por seguro que esta noche el alcohol va a hacer que olvide a qué hora hemos quedado —amenazo.
Dudo que siquiera sepa qué hay para ver aquí, por eso lo digo, porque una parte de mí quiere dejarle contra las cuerdas para dejar de sentirme en desventaja. Esta es una vulnerabilidad para mí y odio dejarlo ver, no porque me haga sentir débil, sino porque me hace sentir humana.
Eso implica emociones, eso implica más de eso con lo que soy capaz de lidiar.
—Tú empieza a andar, seguiremos a la gente —dice.
—Podemos seguir a quienes llevan mapas, no sé de dónde los han sacado pero parece que saben lo que hacen. —Apoyo la mano contra mi bolso en busca de un agarre firme e intento bromear para que mis miedos no me atrapen—. Eres el guía peor preparado al que he conocido.
—¿No te dije ya que criticar a tu guía era mala idea? —pregunta.
Empieza a andar él primero.
—Lo digo en serio, al salir de aquí te dejaré una merecida mala reseña en Yelp.
Asher espera a que le alcance y la falsa molestia que muestra es reconfortante.
—Eres insoportable, rubia —dice cuando llego hasta él.
—No me habrías traído si no te gustara mi compañía.
—Y me voy a arrepentir de eso de por vida —dice.
Aunque no sé si se refiere a haberme traído hoy aquí, o a que le guste mi compañía.
No pregunto, no quiero saber.
Como él ha dicho, seguimos a las personas. Nos mantenemos por el centro del camino mientras el suelo deja su suavidad para alternar con piedras que lo vuelven irregular. El cielo despejado y el sol bañan el cementerio, pero ni siquiera eso puede disfrazar de belleza la soledad.
Vagamente escondidos por algunos árboles, los panteones se estiran en ordenadas filas. Algunos están al nivel del suelo y, otros, tienen escalones que te invitan a llegar hasta su puerta. Es curioso encontrar parte de sus puertas abiertas, como si estuvieran extendiendo los brazos hacia cualquier persona que pase cerca. Parecen invitar a las personas a conocer su historia y nos tratan de tentar con las flores que se mecen contra el viento a sus pies.
El tiempo ha oscurecido la piedra que los forma, ha ensuciado sus paredes y ha roto escalones, pero los panteones siguen aquí, mostrando su recuerdo grabado en los restos a cada paso que damos.
Esconden historias dentro de ellos que están deseando salir.
Más adelante, las raíces de algunos árboles presionan la parte baja de las tumbas. La hierba se estira entre cada pequeño agujero que encuentra entre las piedras y van pintando de verde lo que antes era gris. Es como si la naturaleza estuviera pidiendo de vuelta lo que una vez le perteneció.
Por miedo a perderme en mis pensamientos, hablo.
—¿Cómo conociste este sitio? —pregunto.
—He venido todos los veranos a París desde que tenía doce, conozco bien la ciudad —puntúa.
—No he preguntado eso.
Lo ha entendido bien, pero Asher es escurridizo, sobre todo en sus respuestas. Ya me contó que solía pasar tiempo aquí, pero no te preguntan qué ver y señalas un lugar que nunca has visitado. Él está esquivando el tema.
Mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros.
—Vine un par de veces —cuenta—. La primera fue con mis padres. No sé qué edad tendría, solo que habíamos venido a Disney como todos los veranos y que pasamos unos días por la ciudad. Mi madre siempre ha adorado a una cantante francesa que fue enterrada aquí y quiso venir a dejarle flores. —Pasa una mano sobre sus labios, un gesto que usa en momentos tan diferentes que no termino de centrarlo. A veces lo hace para ocultar la sonrisa que algo le provoca, otros para borrar la incomodidad—. Las otras fueron por dos novias que tuve. Hay una maldita tumba que siempre quieren visitar.
Su tono le delata con demasiada facilidad.
—No te hace gracia la tumba a la que te arrastraron, ¿no? —pregunto.
—Ni de coña.
Aunque, lo que me sorprende, es otra parte de su explicación.
Entiendo bien que alguien haya querido tener una relación informal con Asher, pero él no parece una persona que se meta en una relación estable, por eso me sorprende que lo mencione. Convivo con Asher, sé cómo es, y no solo tiene un carácter difícil sino que no parece de los que se comprometen por mucho tiempo. Que diga que tuvo dos relaciones estables me resulta curioso.
El grupo con el que estábamos siguiendo se sube al césped. Llevo viendo eso durante todo el camino, a personas creando su propio camino entre tumbas para llegar antes al lugar que buscan, pero nosotros no habíamos seguido a nadie así todavía.
No decir lo disconforme que estoy con hacer eso al instante hace que Asher vaya detrás y, como consecuencia, que yo le siga. Sé que no estamos pisando justo donde las personas están enterradas, las tumbas de tierra se extienden con sus grabados en distintos materiales cubriendo por completo los puntos exactos donde están los muertos a los que resguardan. No estamos pisando sobre los muertos, nos estamos moviendo entre ellos siguiendo al grupo, pero eso no ayuda a que me sienta más cómoda.
—Deberíamos volver al camino —digo mientras todavía podemos verlo.
—Tú has dicho que teníamos que seguir a quienes tenían mapas —defiende Asher.
Sí, lo hice.
Aparto los mechones más cortos que siempre dejo fuera de la coleta y me quito las gafas de sol para ver mejor. Aquí los árboles dan más sombra y yo pego la mirada tanto al suelo para no pisar donde no debo que necesito ver lo mejor que me sea posible. La idea -aunque falsa- de estar pisando a los muertos presiona mis pensamientos.
—Olivia.
Asher está tres tumbas por delante, metiendo presión para que le alcance antes de que perdamos al grupo. No lo hago. Cierro las manos a mis costados, deseosa de salir de aquí. No sé si es porque anoche llovió, si han regado o si solo está en mi cabeza, pero noto mis deportivas hundirse contra el césped un poco más a cada paso.
—Liv.
Esta vez, Asher no está insistiendo sino extendiendo una mano hacia mí.
Mi silencio le da pié.
—Te lo dije, no soy un completo capullo —es la explicación que da.
Se ha dado cuenta, siempre se da cuenta.
A veces olvido que el desentendimiento que muestra no quiere decir que no sea observador. Lo es. Asher capta los detalles desde su silencio como yo he hecho siempre, solo que yo prefiero apoyarme más en las conversaciones, en guiarlas, en descubrir las verdaderas intenciones de las personas con ellas. He visto, he imitado y he aprendido. Asher ha observado hasta entender.
Doy dos pasos más cerca y tomo su mano agradecida por ese punto de apoyo.
Ninguno dice más. Asher se vuelve hacia el camino y avanza más lento tratando de centrar a otras personas por esta zona porque haber parado ha alejado al grupo al que estábamos siguiendo de nuestra vista. Sin ellos, ahora nos movemos solos.
No puedo evitar apretar un poco su mano con cada paso que doy. Aprieto cuando mi pie presiona en suelo y lo aflojo en cuanto tengo el equilibrio.
El silencio se desliza entre nosotros y se mezcla contra el gris que se levanta sobre la naturaleza e inunda mi visión. El color apagado crece sobre piedras agrietadas, figuras consumidas y entre restos de hierba que intenta salir sobre dolorosos recuerdos de vidas terminadas.
—Van a tener que amputarme la mano si sigues haciendo tanta fuerza —dice Asher un paso por delante. Aflojo el agarre al escucharle y él cierra los dedos sobre los míos como si dijera "Solo bromeaba", lo que es más reconfortante de lo que quisiera admitir—. Veo que no exagerabas al decir que no te gustan los cementerios.
—Los muertos no son mi fuerte.
—Los cementerios no están hechos para los muertos, rubia.
—Olvidaba que también puedes intentar enterrar a los vivos, pero la policía tiende a llamarle "asesinato".
Incluso cuando solo alcanzo a ver su perfil, encuentro su sonrisa, ladeada y disimulada, que dura más que de costumbre. Una agradable distracción.
—Es una pena, porque me habría venido bien para deshacerme de Ansel. Llevo tres noches seguidas teniendo que levantarme a decirle que baje el volumen porque le encanta darme dolor de cabeza viendo series a las dos de la mañana.
—Ansel me cae muy bien, pero admito que puede ser algo... distraído para ciertas cosas.
—Insufrible, más bien.
—Entonces os parecéis en algo.
Aprieta mi mano, levantando la mirada como si estuviera rogando al cielo por paciencia antes de seguir andando.
No tardamos mucho en encontrar el camino. Asher va hacia él en cuanto lo ve. Hemos estado siguiendo a grupos para dar con los lugares de importancia del Père-Lachaise pero siento que todo lo que hemos hecho ha sido deambular sin rumbo. Al mirar a Asher, me pregunto si está pensando lo mismo que yo.
—No sé si te lo han dicho, pero esto de guiar se te da fatal.
—No soy yo quien ha perdido el grupo de vista —dice de vuelta.
—¿De verdad vas a echarme eso en cara?
Porque sabe que no estaba pasándolo bien y no me parece justo que lo use así. Suelto su mano como un añadido que delata una inconformidad real. Se da cuenta y no parece saber bien cómo lidiar con ello. Duda, mucho, y frunce el ceño en busca de una respuesta.
—Eh, estaba bromeando, ¿vale? —dice al final.
No me ha podido molestar esa tontería y, sin embargo, lo ha hecho. Seguramente sea por la tensión, tengo demasiadas ganas de salir de aquí. No sé ni por qué acepté entrar en primer lugar. Supongo que pasar tiempo con Asher me ha cegado por unos minutos.
Asher se acerca y presiona los dedos contra mi barbilla en busca de mi atención.
—Solo bromeaba, Liv —repite.
—Lo sé, es solo que mi humor no es el mejor si me metes... —Miro a mi alrededor para no decir "entre muertos".
Asher sigue mi mirada hacia la izquierda, hasta parar en las seis personas que han parado junto a una valla. Están mirando las columnas blancas que envuelven dos tumbas. Las columnas parecen ser parte de un pequeño templete completamente blanco que, quienes están ahí, admiran en silencio.
—Tienes que estar jodiéndome —murmura con molestia.
—¿Yo?
Me mira, dándose cuenta de que sigo ahí.
Está cerca, demasiado como para que haya una distancia realista entre dos personas, y sus manos siguen presionando mi barbilla con suavidad. Su mirada es un revoltijo de emociones donde destacan la impotencia y la molestia.
—No, tú no. —Deja la mano caer, girándose hacia esas personas—. ¿Recuerdas la tumba que te dije que siempre me hacían venir a ver? Es esa.
Entiendo su frustración porque aunque no he mirado el mapa de la entrada por más de dos segundos, he visto lo que había en él. Aquí hay demasiados caminos y tumbas como para haber terminado justo en la única que Asher pretendía esquivar, sobre todo cuando nos hemos movido tan aleatoriamente como lo hemos hecho.
—Has elegido un sitio que sabías que no me haría gracia y ahora hemos terminado en la única tumba que tú no querías encontrar. —Le miro después de decirlo—. Creo que empiezo a creer en el karma.
Asher mira la hora, probablemente deseoso de irse para librarse de esto y, cuando hago lo mismo, me doy cuenta de que llevamos aquí más tiempo del que pensaba. En cualquier momento tendremos que ponernos a buscar la salida para irnos y todo lo que hemos hecho es andar.
—¿Esa tumba tiene una historia?
—¿No la tienen todas?
De nuevo, esquiva la pregunta y eso me dice todo. Sí, la tiene. Aunque a Asher no le guste conocerla.
—Aún mantengo lo que te he dicho en la entrada, Asher, no me gustan los cementerios y venir solo para deambular porque te hace gracia que lo pase mal...
—Olivia —interrumpe—, no ha sido para hacerte pasar un mal rato.
Le creo, en eso le creo. Aunque sigo manteniendo que la razón por la que ha elegido este lugar es porque le ha hecho gracia y, eso, después de hacerme venir hasta aquí solo para hacerle compañía, no me parece del todo justo. Quiero algo a cambio, nada más.
Vuelvo la mirada hacia esas tumbas.
—¿Quiénes están enterrados ahí? —pregunto.
Asher tarda unos segundos en responder.
—Son las tumbas de Héloïse y Abélard. —Al notar que no reconozco sus nombres, añade—: Dos amantes de la época medieval.
—¿Por qué eran importantes? —pregunto.
—No lo eran.
Le miro sin entender.
—¿Entonces por qué para la gente aquí?
—Muchos dicen que la suya es la historia de amor más antigua de París. Es uno de esos amores prohibidos que terminan en tragedia. Perfecto para los fans de Shakespeare —explica a desgana.
—Sigo sin entenderlo.
Asher no me da mayor explicación y vuelvo la mirada hacia las tumbas como si eso fuera a darme la respuesta. No lo hace y, para cuando quiero darme cuenta, estoy acercándome al grupo.
Aprovecho el hueco que un hombre acaba de dejar y apoyo las manos contra la valla para inclinarme más cerca. Desde aquí alcanzo a ver las figuras que decoran la parte superior de las tumbas. Son dos esculturas tumbadas que reflejan a las personas que están enterradas aquí. A una pareja.
La mujer a mi derecha abre su mapa antes de irse y, a mi izquierda, el hombre que tiene los auriculares puestos también se impulsa hacia atrás para irse poco después. Me quedo con un grupo cada vez más pequeño, todavía sin entender por qué son importantes.
Asher termina por acercarse, lo sé porque la suya es la única presencia que hace que la necesidad de mirar continuamente hacia atrás en espacios abiertos se vaya. Siento su presencia un paso por detrás, esperando en silencio a que yo me quede conforme y podamos irnos.
—¿Piensas estar mucho más aquí? —pregunta.
—No lo sé.
—No pienso contarte la historia de Héloïse y Abélard, rubia.
—No te he pedido que lo hagas.
Pasan largos segundos después de eso hasta que la última persona que estaba con nosotros se va y, cuando lo hace, Asher da otro paso hacia delante, acortando todavía más la poca distancia que nos separa.
—Invítame a cenar y me pienso lo de contártelo.
Cierro la mano contra la valla.
—Vas a arruinarme con todas las veces que me pides eso.
—Su historia es un drama amoroso y yo no tengo alcohol a mano para ayudarme con esas tonterías. Si quieres que te lo cuente, necesitaré algo a cambio.
Y su algo a cambio siempre es que le invite a comer.
—No he dicho que no, solo que me ibas a arruinar —puntúo.
Tan cerca que siento un cosquilleo contra mi cuello cuando se inclina para hablar, susurra:
—Y yo no he dicho que sí, he dicho que me lo pensaría.
Esa respuesta es tan él que me hace sonreír un poco.
Me inclino hacia atrás hasta apoyarme contra él.
—Me agotas —es lo que le digo.
Pero lo disfruto, y él sabe eso.
Cuando la última persona se va y yo he dado por hecho que esto va a quedarse en solo palabras, Asher empieza a narrar. Me cuenta, lento y con pausas, la historia. Marca los momentos "turbios" que le resultan tan curiosos y detalles con los que casi se atraganta porque le incomoda aquello que suene a "amor", lo que es gracioso de ver en realidad.
Se relaja, bromea, y termina por apoyar las manos en mi cintura para estar más cómodo mientras, tan bajo que parece un secreto compartido, me cuenta la historia de dos amantes de París: Héloïse y Abélard.
──────༺༻ ──────
Olivia: ¿Me haces de guía a cambio?
Asher: pero yo elijo el sitio
Olivia: ok : )
Asher: *la lleva al Père-Lachaise*
Olivia:
Alguien que le dé una guía a Asher de qué sitios visitar en París como una persona normal que esto de ser guía se le está yendo de las manos JAJAJAJA En su defensa diré que esa tumba, la de Héloïse y Abélard (Eloísa y Abelardo si lo traemos al español), está considerada uno de los sitios más románticos de París...
#Pausa para darnos cuenta de que por eso las ex de Asher le llevaron allí.#
ME LO IMAGINO ASÍ:
Ellas: "Vamos a un sitio romántico juntos!!"
Asher: Mátame.
Ellas: *Pestañean*
Asher:
#DejaUnEmojiAquíSiTeLoImaginasIgual
#LíneaParaDejarOtraOpción
ASHER RECORDANDO IR A DISNEY TODOS LOS VERANOS... SI ALGUIEN VIENE DE CDD, ¿RECORDÁIS LAS FOTOS VERGONZOSAS QUE LA MADRE ENSEÑÓ SOBRE JAYDEN EN DISNEY? JAJAJA PERDÓN NO PUDE CONTENER LA REFERENCIA
Ojalá Corinne aquí
(Bueno no que alto castigo se llevaría Asher por las que lía JAJAJA)
♥
#Like por Ansel viendo pelis en alto de madrugada
#Like por ASHER DICIENDO "te lo dije, no soy un completo capullo"
#LIKE POR ESA CASI DISCULPA DE ASHER AL DARSE CUENTA DE QUE OLIVIA REALMENTE ESTABA PASÁNDOLO MAL POR HABER IDO ALLÍ
Y SUPER LIKE POR ASHER DICIENDO: no te lo cuento, no te lo cuento lalalala no te lo cuentooooo (y terminar contando la historia porque Olivia quería oírla)
I mean...
#Línea Para Cosas
Un abrazo y nos leemos el sábado 13 de marzo ♥
— Lana🐾
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