Capítulo 30 - La ruptura de una familia
A quienes vengáis de CDD: Recordad que no se trata de dar la razón a un hermano odiando al otro. Aquí no hay razón absoluta, no hay "bien" y "mal" solo heridas. Ahora, a leer ♥
30 | La ruptura de una familia
Asher Bremen
Miércoles, 8 de julio
—Pídeme otra. —Como todas las veces en las que quedamos con Harvey y Lucien, hablamos en francés con ellos. Muevo la cerveza hacia Harvey para marcar lo que le estoy pidiendo y él me da una colleja suave al pasar por mi lado para ir a pedir mi cerveza y las patatas fritas que él quería—. ¡Con hielo!
Harvey gira hacia nosotros para hacerme un corte de mangas mientras se va y, en la mesa más cercana, una madre mira con desagrado el gesto antes de volverse hacia su hija y preguntarle si le está gustando la hamburguesa.
Como muchas otras veces, hemos quedado en Bercy. La residencia de Harvy está a diez minutos andando y Sammuel tiene este lugar a tres paradas de distancia. A veces quedamos aquí, y, los martes y jueves, suele ser en Le Nouvel Institut. Igualmente, solemos juntarnos para tomar algo o cenar casi todos los días de la semana. Sobre todo ahora que también soy considerado mayor de edad en Francia y no me miran como si fuera ese crío al que no pueden sacar a ningún lado porque no tiene edad suficiente.
Les conocí hace tres o cuatro años, uno de tantos veranos que pasé aquí y, desde entonces, les he visitado cada año, consiguiendo acceso a discotecas porque alguno de sus amigos me dejaba su carnet de identidad cuando no salía de fiesta para pasar yo, y, obviamente, acceso a alcohol que ellos me compraban. Lucien me saca un año, Harvey dos, y fueron los primeros en enterarse de que, este año, vendría tres meses en vez de solo una quincena.
—¿Qué haréis el viernes? —pregunta Sammuel.
Lucien se balancea en la silla, su pelo oscuro cubriendo sus ojos con el gesto.
—Tenía pensado salir con los de mi uni, vamos a Duplex, ¿queréis venir? —pregunta de vuelta. Luego debe de recordar la historia que Harvey le contó sobre lo que ocurrió conmigo allí porque añade—: Cierto, que te tienen la entrada vetada. —Por vacilar añade—; por imbécil.
Bebo del refresco de Harvey aprovechando que no está.
No puedo decir que me arrepienta.
—Eres todo un caso —dice antes de volverse hacia Sammuel. Les presenté en cuanto llegamos y, aunque al principio a Sammuel le costó un poco terminar de hacerse al acento de los chicos y pedía que repitieran algunas palabras más de una vez, ahora su propio acento ha adoptado los mismos matices—. ¿Qué hay de ti? ¿Vienes? —Se echa hacia delante como si fuera a compartir un secreto al decir—: Vendrá Victoria.
Los hombros de Sammuel caen.
—Joder, no empecéis de nuevo.
—Deberías ir —digo.
Estoy deseando que se meta en otra relación solo para que se saque a Ada de la cabeza, sobre todo ahora que a ella le ha dado por escribirle de nuevo.
Victoria es amiga de Harvey, tiene nuestra edad y ha venido a Le Nouvel Institut más de una vez con nosotros. Es agradable, de piel morena y sonrisa matadora. Sé que Sammuel y ella encajaron, su conversación fluyó tan rápido que nos faltó tiempo para levantarnos de la mesa e ir a la barra a pedir algo todos a la vez para dejarles solo. Nos quedamos media hora de pie para darles espacio y, aun así, no pasó nada. Lo que me frustra porque a Sammuel le vendría bien pasar página.
—Cierra la boca, Asher —murmura entredientes.
—Cállate tú, imbécil —respondo por costumbre.
Sé la poca gracia que le hace que le presione con ese tema. El problema es que he lanzado dos veces su móvil a la misma fuente y me estoy quedando sin opciones.
Es mi amigo y estoy cansado de verle decaído por las esquinas. Han pasado cuatro meses desde que terminaron y él sigue tan metido en el recuerdo de esa relación que no sabe vivir fuera de ello. Lo peor es que, cuando empezaba a levantar cabeza, Ada ha vuelto a su vida para tirar de él de vuelta hacia atrás.
—A ver, lo decía por vacilar—dice Lucien—. Harvey te matará si le haces algún daño a Victoria, es como una hermana para él así que nada de que sea tu rebote por una vieja relación que ha terminado.
—Exacto —responde Sammuel.
Harvey sale de nuevo hacia la terraza del Five Guys de Bercy y deja la cerveza frente a mí, recordándome cuánto le debo por ella. Arruga la bolsa de papel para poder alcanzar las patatas que acaba de comprar para él y se sienta de nuevo.
Nuestra mesa es un desastre, hemos juntado dos y está llena de bandejas y bolsas. Las palomas no dejan de moverse a nuestro alrededor al notarlo, algunas andando por el suelo en busca de las patatas que han caído y otras volando hasta la maceta más cercana, ojeando como si notaran cuánta comida sigue habiendo sobre la mesa. Cada par de minutos, una de ellas hace el amago de acercarse y Harvey le lanza lo primero que encuentra lejos para que vayan tras ello y nos dejen en paz.
Lo que no está ayudando.
Le lanzo a Harvey el dinero para pagar mi cerveza y la llevo a mis labios.
—¿De qué habláis? —pregunta Harvey.
—Preguntaba si había plan para el viernes —responde Sammuel.
—Yo he quedado con Daph. Lucien, ¿no dijiste de ir el viernes a Duplex? Creo que Vic me contó algo de salir el viernes —dice Harvey. Cuando Lucien asiente, mira hacia Sammuel—. Victoria va a ir.
—Joder, tú también no.
Harvey muestra una media sonrisa porque le gusta molestar a las personas tanto como a mí y empuja la silla de Sammuel al decirle: "Solo te estaba vacilando, chaval". Lo dice como si nos sacara más de dos años.
Sammuel aparta la mano de Harley de su silla con molestia.
—Asher, ¿Barrio Latino el viernes? —me pregunta—. Esta vez no avisaré a Madeline a traición.
Lo hizo, invitar a Madeline y a su amiga al Barrio Latino con nosotros la semana pasada. No sé si fue el miércoles o el jueves, pero sí sé que terminé mi consumición completa de un trago, pagué mi parte, dije "Que aproveche" y me fui de allí.
Me salté una presentación y Sammuel decidió devolvérmela.
—También tengo planes —digo.
No los tengo exactamente, pero es raro que mis compañeros de piso no salgan un viernes, creo que no han fallado uno solo desde que llegué, lo que quiere decir que el piso estará, como pocas veces, vacío de nuevo.
Y sé cómo sacarle partido a eso.
Mientras bebo, el silencio sigue. Aparto la botella y la dejo de un golpe sobre la mesa, las conversaciones de las mesas a nuestro alrededor cubriendo nuestro silencio.
—¿Qué? —pregunto.
—Es la camarera de la Riviera, ¿no? —pregunta Harvey, dándole una mirada a Lucien—, prepara mis diez euros. Sabía que eso no se quedaría en una simple noche.
—¿Apostando de nuevo, par de ludópatas? —pregunto de vuelta.
—Diez euros metafóricos —puntúa Lucien.
—Como sea —murmura Harvey, la bolsa de patatas a medio terminar porque no ha parado de comer desde que se ha sentado—. ¿Y bien?
Me río porque me parece ridículo que, a estas alturas, piensen que voy a darles explicaciones. Joder, que ya van tres años desde que nos conocimos.
—Que te jodan, Harvey, no pienso contarte una mierda.
La madre de la mesa de al lado vuelve a mirar hacia aquí como hace cada vez que los insultos pasan entre nosotros pero, como todas las amistades que he llegado a tener, eso es parte de su estructura. Es un desahogo continuo, una forma de poder decirnos lo que sea sin tener que parar a pensar que el otro puede tomárselo a mal. Es una libertad notoria que me permite estar cómodo, algo que Jayden nunca entendió cuando conocía a mis amigos. Él siempre ha sido "correcto" en ese sentido, siempre intentando caer bien a todo el mundo. Porque para él siempre fue más importante abarcar más.
Sin importarle lo que estuviera dejando atrás.
—Me uno a Duplex entonces —dice Sammuel.
—Hecho, te pediré una entrada —acepta Lucien—. Agradece no haber estado todavía en París cuando Asher fue o no podrías unirte esta vez —bromea haciendo referencia a "aquel incidente" que Harvey vio desde la puerta porque no le dejaban salir con la consumición en la mano y se negó a dejarla sin terminar por el precio que tenía.
Una mierda de ayuda, sobre todo teniendo en cuenta que las personas a las que defendí porque me parecía mal que no les dejaran entrar sin excusa coherente, eran de su grupo.
—De haber estado aquí, Asher también podría ir. Tengo la mala costumbre de evitar que termine con antecedentes por su manía de crear problemas con solo abrir la boca —responde Sammuel.
Una vez más, se echa flores por esas noches en las que se paraban peleas antes de empezar porque Sammuel se interponía con una disculpa y un "Lo siente" o un "Ha bebido mucho, no sabe lo que dice" que no se creía ni él.
—El padre del grupo —murmuro sin prestarle demasiada atención.
Saco el móvil para ignorar eso y el mensaje de esta mañana vuelve a mi pantalla en cuanto abro la conversación de mi hermana. Porque no puedo evitar abrirlo una vez más, al igual que no puedo evitar rozar la galería porque sé que tengo un álbum con recuerdos de cómo eran las cosas antes y lo echo en falta.
Hoy, Jayden ha vuelto a escribirme, esta vez usando el móvil de nuestra hermana porque sabe que a ella no la bloquearé y deslizándose en mi vida con una pregunta que tan mal cuerpo me ha dejado y que me ha hecho subirme sobre el bajo muro junto a la fuente de la explanada pensando en lanzar mi móvil, y no el de Sammuel, al agua esa vez.
Ahora me distraigo en mi galería, con el "¿Despierto?" resonando en mis pensamientos y volviendo junto a la imagen de largas noches en el internado jugando a partidas de la Play con mi hermano sin importar la hora que fuera. Porque ninguno lo decía, pero ambos sabíamos lo que había detrás de esa pregunta, ambos entendíamos el "No estoy bien, pero no quiero decirlo en voz alta así que quiero que juguemos un rato juntos sin hablar de ello hasta que me encuentre mejor".
Así era como terminábamos cuando ocultábamos palabras que no eran capaz de ser dichas en voz alta, cuando escondíamos un notorio malestar con el que no sabíamos cómo lidiar. Una vez pudimos hablar de todo, pero nos distanciamos. No sé si fue por la edad o porque teníamos nuestros roces, pero, un día, ya no teníamos la confianza que nos hizo ser el confidente del otro.
Fue tan lento que no sabría decir cuándo, tan brusco que no hubo vuelta atrás. Cuando pasó, dejamos de poder tener a alguien con quien hablar libremente de esas cosas que nos hicieron pensar que no debíamos poner en palabras ni siquiera con nuestros amigos porque no tenían cabida.
Pero la vida es complicada y todavía teníamos mucho con lo que lidiar. Así que, en silencio, empezamos a entender las partidas como una forma de mantenernos unidos, de apoyarnos sin necesidad de ponerlo en palabras. Nos sentábamos en una misma habitación -o a miles de kilómetros pero con los cascos puestos para hablar-, con ese apoyo que la presencia del otro traía y la distracción de un juego de guerra. Lo hacíamos porque uno de los dos no estaba bien pero no quería admitirlo, y porque el otro sabía que no le dejaría pasar por eso solo.
Esa pregunta es el reflejo de las tardes en las que yo llamaba a su puerta porque le había visto encerrarse ahí después de discutir con nuestro padre, con emociones con las que no quería -o podía- lidiar. Esas partidas eran mi forma de decirle: "Te apoyo".
Y esas partida fueron su forma de intentar sacarme del hoyo en el que caí cuando Tiffany murió. Fue esa mano que extendió hacia mí para decirme:"Sé que no quieres dejar ver cuánto te duele, pero no estás solo".
Bebo un poco más y abro el álbum.
"Solo un momento", me digo aun sabiendo que nunca es solo eso, los recuerdos siempre me enredan, envolviéndome en anhelo por días pasados. Tengo más de cuatrocientas fotos y vídeos en el álbum que creé para las tonterías de mi hermano. Desde un vídeo intentando atarle con cinta adhesiva a la pared una de las tardes que sus amigos vinieron a casa cuando él todavía estaba en el equipo de hockey del instituto, hasta fotos de cuando éramos más pequeños y pasábamos las mañanas de los fines de semana en la pista de hielo de la ciudad para echar carreras.
Momentos a los que me gustaría poder volver.
El problema con todo esto es que no importa el punto en el que estemos ahora que él seguirá siendo mi hermano. Seguirá importándome. Por eso, reconocer el mensaje hace que se forme un nudo en la garganta, por eso sé que nunca seré capaz de borrar este álbum y por eso abro los vídeos que Danielle me manda de los amistosos en los que Jayden juega y que ella graba, o los links de las competiciones de bajo nivel en las que mi hermano participa y que terminan grabadas y subidas a YouTube.
Me importa, pero eso no quiere decir que pueda fingir durante unas horas que todo esto no me ha dejado marca solo para contentarle. Eso puede funcionar para él, pero no lo hace para mí.
Aparto la mirada del móvil al ver que Lucien y Sammuel se están poniendo en pie.
—¿Os vais ya? —pregunto.
—Sí, y salvo que quieras quedarte solo con las palomas, tú también te vas ya —responde Harvey mientras se estira al ponerse en pie—. Le prometí a Daph que me pasaría por su casa antes de que se fuera a dormir así que tengo que irme ya.
—Yo también, mañana trabajo —dice Lucien.
Sammuel recoge su mochila del suelo porque ninguno de los dos ha pasado por su piso para dejarlo al salir de clases, y mueve bruscamente mi silla para hacer que me levante -o que me caiga-, no me queda muy claro. Cuando se aparta, empujo mi mochila con el pie para ver si la recoge por mí. Obviamente, no lo hace.
—Harvey, ¿dónde vive Daphne? —pregunto. Entrecierra los ojos con molestia al momento y, antes de que me suelte un: "¿Y a ti qué te importa?" Añado—: Es para saber en qué dirección vas, maldito celoso.
—Habló el que ni siquiera dice quién le dejó un semáforo en el cuello porque no quiere que la conozcamos —responde—. Y tomo el RER C.
Recojo la mochila y le empujo al pasar por su lado. No es que no quiera que sepan quién es ella, es solo que no quiero que pregunten. Hay algo cómodo en la privacidad que tenemos ahora y no tengo intención de dejarlo ir pronto.
Terminamos de limpiar la mesa y Sammuel y yo cambiamos el idioma a inglés en cuanto Lucien y Harvey no tardan en desaparecer de nuestra vista.
Tenemos la estación al lado y yo bajo distraído hasta las marcas del andén donde se abrirán las puertas. Con la Navigo todavía entre mis dedos, miro hacia Sammuel al ver su tardanza. Solo ahí me fijo en que la lentitud de Sammuel viene a que está tecleando. No suelta el móvil y reconozco esa sonrisa apagada que me hizo tirar su móvil a la fuente esta misma tarde.
Lo he hecho porque la situación me cansa, y porque sé que su móvil es a prueba de agua.
—No puedo creer que sigas hablando con ella —digo cuando se acerca.
—Lo que yo no puedo creer es que hayas tirado mi móvil dos veces a la fuente de la explanada en menos de dos semanas. —Levanta la mirada—. Haznos un favor y deja de meterte en mi relación con Ada.
Río con dureza, mi odio hacia ella abriéndose camino en mis palabras.
—¿En qué relación si ya no tenéis una?
Mi pregunta es brusca porque sé que voy a dar donde más le duele, pero, joder, tiene que reaccionar de una vez. Ada le amargaba los días y Sammuel estaba tan ciego que no lo quería ver. Ahora él estaba empezando a levantar cabeza y ella ha decidido que era el momento perfecto para tirar de él de vuelta.
No me hace gracia.
—Quizás esto te llegue por sorpresa, pero hay relaciones que no son un "terminamos y te olvido". Que a ti no te importe una mierda pasar de una relación a la siguiente no quiere decir que sea igual para todo el mundo.
Dejo su pulla pasar porque sé que dar donde duele tiene consecuencias, pero él tiene que reaccionar pronto y hablarle con sinceridad es la forma más eficaz de que lo haga.
—No va con malas intenciones, te lo digo como amigo —digo.
—Ya, contigo nunca va con malas intenciones.
Ahí va la segunda.
—Oh, venga ya, Sammuel, no te lo tomes como algo personal.
—¿Y cómo se supone que tengo que tomármelo entonces? —pregunta.
—Ada te amargaba los días, ¿y tú quieres volver con ella?
—Lo que yo haga o deje de hacer no te importa.
—Me importa porque eres mi amigo y no quiero que vuelva a tratarte como lo hizo. No quiero que te ponga de nuevo una correa tan corta que, para la próxima vez en la que te deje, te hayas quedado sin amigos.
Todo lo que yo recuerdo de esa relación eran las constantes quejas de Ada hacia cualquier plan que nosotros tuviéramos y todas las veces en las que Sammuel no quiso salir con nosotros por quedarse con ella. Ada nunca se esforzó por esconder lo poco que le gustaba que Sammuel pasara tiempo con nosotros.
Me confunde mucho ese apego ciego que tiene hacia su exnovia después de cómo le dejó. En su día, Sammuel repetía, con un enamoramiento ciego, que se veía con ella en un futuro. Ada tomó ese "quiero que seas mi futuro" y lo hizo añicos.
Ahora vuelve cuatro meses después y él olvida todo ese dolor. No tiene sentido.
—Ese es justamente el problema contigo, que para ti todo son extremos, o eliges a tus amigos o eliges a tu pareja. No eres capaz de ver más allá —se queja.
—Rompió contigo después de dos años de relación y sin más explicación que un "Vamos a empezar la universidad y no quiero nada serio ahora". ¿De verdad vas a hacer como si nada después de eso solo porque ha vuelto a prestarte atención?
Sammuel cambia la mochila de hombro, incómodo, y mira hacia el cartel para ver cuántos minutos le quedan el metro para que llegue; dos. Al volverse hacia mí, incluso su postura delata emociones mezcladas. La rabia y la incomodidad sobre todo.
—Tío, te vi hecho pedazos —intento con más suavidad—. Los últimos meses en el internado no querías salir, no querías hablar, no querías ni comer. Tuve que ayudarte a copiar en tres exámenes porque casi no pasas el curso y, mientras tanto, ella salía todos los fines de semana a la ciudad con su grupo de amigos como si nada. De haberle importado, no te hubiera dejado como lo hizo. No te habría tratado como lo hizo mientras estábais juntos.
Le vi destrozado y le levanté todas las veces, no quiero tener que hacer eso una segunda, no cuando evitarlo sería tan sencillo como que él tenga dos dedos de frente. Pero él está cegado, y no sé cómo hacérselo ver por más que lo intente.
—¿Quieres dejarlo de una vez? —pregunta con dureza—. ¿Es que no entiendes que no todas las personas terminamos las relaciones y pasamos página como tú haces? Que tú no seas capaz de querer a nadie no quiere decir que sea igual con todo el mundo.
Ahí va la tercera pulla.
Esa más fuerte que las anteriores y me devuelve una puñalada porque no es la primera vez que lo oigo. No por él, sino por terceras personas. Porque lo he oído innumerables veces, era casi un rumor a voces por el internado. Mis relaciones eran cortas y rápidas, y me daba igual. El rencor empezó a deslizarse fuera de los labios de mis exparejas y, al final, ser todo lo que querían mientras estaba con ellas dejó de ser suficiente porque siempre terminaba igual; se cansaban. Se cansaban de esperar algo que no podría darles, se cansaban de que les respondiera con sinceridad cuando me preguntaba si las quería cuando llevábamos dos míseros meses de relación.
Pero supongo que los rumores ayudaban a que se dieran cuenta de que, ahí, nunca habría más. He vivido lo que es querer tanto a alguien que su pérdida se lleve una parte de ti, he vivido lo que es querer y perder y, aunque no fuera en una relación amorosa, entiendo la profunda intensidad en la que puede mecerte. Me niego a pasar por eso de nuevo.
—Intento ayudarte —presiono tratando de ocultar mi molestia.
—Ya, claro.
—Tío, que no va con malas intenciones, ¿vale? Corta el rollo.
Incluso si siempre mantengo la cabeza fría, incluso si por mucho que ser directo no implique ser provocado fácilmente como las personas que me conocen tienden a creer, Sammuel está llegando a la línea. Cada pulla es una bofetada, y ya van demasiadas.
—Contigo nunca va con malas intenciones —murmura, tan bajo que noto la desgana mezclándose con esa rabia. Esta vez, termina la frase que antes ha cortado a medio camino—, pero siempre te las arreglas para joder a todo el mundo que tienes cerca.
Cierro las manos a mi costado, la rabia notoria.
No sé si lo nota, pero cambia el peso de su cuerpo, baja un poco la cabeza y pasa una mano por su nuca.
—Mira, lo siento, pero que te dejen es una mierda, ¿vale? —dice en bajo—. Porque ella me dejó, pero eso no hace que deje de quererla. Así que puede parecerte una gilipollez, pero si me habla de nuevo voy a estar feliz porque la echo de menos, y que vengas a decirme que solo tengo que pasar página y punto cuando no tienes ni idea de lo que es tener una relación donde la otra persona te importa, me cabrea.
Lo intento, pero es tarde para escuchar, ese comentario presiona donde no debe.
Presiona en recuerdos y pensamientos que no se han ido de mi cabeza desde que tenía catorce. Presiona en lo que he visto y vivido, en la culpa propia y los duros comentarios que mi hermano soltaba cuando discutíamos. Eso siempre ha estado presente de una forma u otra, y oírlo nunca es agradable.
—Por el bien de nuestra amistad, no me dirijas la palabra hasta el lunes —termino por decir.
Es curioso que, después de tanto tiempo, le sorprenda que me haya podido sentar mal su comentario. Lo toma y se ofende por ello como hacía Jayden porque ninguno de ellos ve que mi sinceridad no es sinónimo de impulsividad, porque ninguno ve todos los comentarios que me han lanzado y que yo he dejado pasar porque valoro más su amistad que el necesitar saltar a la defensiva. Lanzan mil mierdas y no lo ven, se quedan solo con lo suyo, solo con la verdad que intento hacerles ver y hacia la que su orgullo les hace estar ciegos. Tiran del límite hasta que lo sobrepasan y luego se sorprenden.
Ni siquiera se dan cuenta, no son capaces de verlo.
Tal y como Jayden no vio todas las veces en las que bajé la cabeza y me mordí la lengua para no responder sus pullas porque sabía que él tenía sus propios demonios, tal y como me senté en la mesa a cenar sintiendo una creciente tensión durante semanas. Al igual que acepté que mi padre me culpara a mí de la tensión que había en esa casa porque yo siempre terminaba metido en todo quisiera o no.
Esa casa se envenenó, pero no por mí, sino por todos. Eso es lo que tiene no hablar, que te carcome. Porque a mi padre le ascendieron, despidieron a la mitad de los agentes por corrupción, y todo el peso que cayó sobre sus hombros le hacía volver cansado y sin ganas de buscar un culpable así que solo señaló al más obvio. Mi madre pidió la baja por depresión y le costó meses de terapia lidiar con el susto que Jayden nos metió a todos, ella no tenía fuerzas de discutir, no tenía ganas de hablar, así que intentaba que nadie sacara el tema. Ella se protegió tras un cristal a punto de romperse y su actitud se volvía defensiva en cuanto alguien amenazaba esa estabilidad, incluso si era yo. Jayden se obsesionó con "estar bien" y la rabia al no conseguirlo caía en la única persona que pasaba el día con él; yo.
Y lo dejé pasar porque son mi familia.
Y empecé a tragar tanto que incluso me hicieron creer que era merecido.
Sobre todo Jayden. A él empecé a perdonarle todo porque no quería perderle de ninguna manera, sabía que no sería capaz de soportarlo. Por eso llegué a pasar noches enteras sentado en el pasillo porque no podía apartarme de su puerta cuando volvió a casa. Se me revolvía el estómago y quería vomitar de solo pensar en que podría pasarle algo y que no habría nadie cerca para darse cuenta. Así que yo estaba ahí.
Yo estaba ahí mientras la casa se caía a pedazos, viendo hacia dónde señalaban cuando intentaba hacerles reaccionar antes de que fuera demasiado tarde. Quería que lo vieran, hablar de lo que pasó y cerrarlo, porque nada bueno sale de guardarse las cosas, pero ellos vieron mis intentos y los tomaron como "remover lo que no debería volver a tocarse". Porque ellos estaban en una falsa estabilidad y les importó poco contra quién tuvieran que ir para mantenerla. Le dieron la razón a Jayden porque haber estado a punto de morir les había cambiado la percepción de su persona y me señalaron como culpable del malestar porque necesitaban a alguien a quien culpar.
Ahora, me alejo hacia el otro extremo de la estación porque no seré yo quien estalle en contra de otra persona por sentir su ofensa, pero, joder, ha dado donde duele. Porque he vivido lo que es que te culpen hasta el punto de sentir que todo lo que les ocurre a las personas más cercanas es tu culpa.
En su día, permanecí en casa, mirando y esperando. Quise entenderles e ignoré esos comentarios que me quitaban las ganas de seguir allí hasta que no pude más. Porque, esa última vez, no me alejé por no poder lidiar con la situación como me ocurrió con la muerte de Tiffany. Podía lidiar con ello, y me esforcé en hacerlo, pero los meses en esa casa hicieron que todo lo que vivía me quemara.
Allí sentía que todo era un tira y afloja entre la burbuja de "Jayden está bien y no hay que hacer nada para recordar lo que pasó" y mi "Eso está destrozando esta familia, hay que enfrentarlo".
Lo intenté, pero todo lo que conseguí fue que, uno tras otro, me dieran la espalda.
Lo intenté, pero ocurrió lo que pasa siempre: Que eligieron a Jayden.
Así que no, no me alejé por no poder lidiar con ello, me alejé porque lo único que quedaba para mí en esa casa es lo que mi hermano tan claro me dejó ver: Que yo ya no era bien recibido en mi propia familia.
──────༺༻ ──────
"Que yo ya no era bien recibido en mi propia familia."
#EmojiAquíSiDolió.
"Ocurrió lo que pasa siempre: Que eligieron a Jayden."
#EmojiAquíSiDolió(x2)
Así estoy respecto Asher ahora mismo
Pd-Él mismo dice que entiende que Jayden actuó como lo hizo porque tenía sus propios "demonios", pero eso no quiere decir que las cosas duelan menos. Asher nos está dejando ver al fin lo que realmente tiene sobre sus hombros, por favor, no saltéis en su contra solo por querer a Jayden.
Sobre Sammuel,
#Like Por Asher Tirando el móvil de Samuel a la fuente para que no hable co su ex lol
Lo de las pullas ha sido gracioso.
Al hablar Sammuel estaba tan:
Y mientras Asher tan:
Y, CÓMO NO, VOY A MARCAR DOS COSAS:
UNA: VIERNES SUENA BIEN *GUIÑO*
DOS: ¿Esto no os suena a que nuestro shipp va a hacer...:
así...
?
je
¿Qué más decir? ¿Levantamos las manos quienes habéis tenido miedo malinterpretando lo de Daphne porque subí una captura sin contexto de eso? Vamos, levantad la mano si habéis caído (Ruppi, empieza tú que he visto la tumba que le has creado JAJAJAJ)
#LíneasSobreOpiniónDelCapítulo
#1: Asher y el no ser capaz de querer a más personas tiene un fuerte origen en lo que cuenta aquí, ¿lo habéis visto?
#1.2: Olivia: "No soy capaz de querer" y Asher: "Simplemente no quiero a las personas" son un poco el gif del barco hundiéndose, ¿no creéis? la que nos espera JAJAJA
#2: No me pidáis que supere esto porque me dan ganas de abrazar a Asher porque la gente a la que más quiere no para de hacerle daño. No sé si me dolió más esto:
o esto
pero AUCH.
Ahora sí, un abrazo y nos leemos el sábado♥
— Lana🐾
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