Capítulo 26 - Compañeros de piso
¡Sorpresa! Os traigo la última actualización del 2020 (me hacía ilusión)
¡Ojalá la disfrutéis!
26 | Compañeros de piso
Olivia Audevard
Jueves, 2 de julio
Echo la cabeza hacia atrás hasta dar contra la pared de mi habitación. La frustración me carcome mientras escucho, impotente, la voz de mi madre al otro lado de la llamada. Le he hablado de la zona que he visitado esta tarde, después de la presentación de francés, una calle con casas en tonos pastel que salía en un blog con un título similar a "Qué ver en París". Ha sido un paseo fantástico y yo solo había querido compartir mi emoción con mi madre, intentar que lo pudiera ver a través de mis ojos, pero, como tantas otras veces, no pensamos igual.
Se ha emocionado al principio, lo oía mientras esperaba a que viera las fotos que le estaba mandando. Quería darle algo que avivara su recuerdo de París pensando que le gustaría tanto como a mí por el mero hecho de que mi padre estuvo aquí en su día. Creí que le gustaría. Mientras esperaba, las anécdotas vibraban en mi cabeza. Tenía la esperanza de contarle las de hoy, de compartir parte de mi verdad con ella para que, poco a poco, ella pudiera entender al fin cómo me siento al respecto de toda nuestra situación.
La emoción me ha cegado al llamarla.
Es la primera vez que he pisado el duodécimo distrito, las calles se sentían diferentes, más amplias, con menos ajetreo, y con más obras que el centro. Como en el Louvre; Me he perdido.
He andado sin rumbo tratando de encontrar por mi cuenta la calle de la que hablaba el blog, una que ha resultado estar más escondida de lo que esperaba, tanto que solo el móvil me ha podido llevar. He pasado largos minutos dando vueltas sin rumbo antes de mirar y eso me ha hecho feliz. Hay algo reconfortante en poder desenvolverme sola ante un problema -aunque sea tan básico como no encontrar una dirección-. Siempre ando por el mismo distrito, conozco estas calles, sé lo que veré cuando levante la vista, cuando cruce el puente de Alexandre III y cuando mire tras cada edificio. Hoy, en el que para mí es un nuevo distrito, he sentido un revoloteo en mi estómago lleno de una apagada emoción que hacía tiempo que no sentía.
Mi madre se ha callado de golpe entre foto y foto y ha preguntado: "¿Has ido sola?"
No le he mentido.
Y ella ha estallado mi burbuja.
Ahora solo me queda esperar, escuchar y aceptar que tiene razón. La anécdota de esa chica que estaba sacándose fotos frente a una de las casas antes de que la dueña saliera y la persiguiera unos metros gritándole en francés lo que interpreté como: "Lárgate" se queda entre mis labios. Al igual que mantengo las ganas de decirle: "Me gusta ir sola". En su lugar, miro las fotos que le he mandado. Dejo que sus palabras pierdan fuerza frente a los colores pastel de los edificios, los rosados, amarillos, azules y verdes de las fachadas, los tonos más oscuros en esas contraventanas tan llamativas que sentía que estaba volviendo a esas películas antiguas donde, por la mañana, las personas abrían las contraventanas de un empujón y el sol les golpeaba de vuelta. Miro las macetas, blancas, sobre la acera, extendiéndose a lo largo de la calle y mezclándose con sus colores.
Las fotos no le hacen justicia a mis propios recuerdos.
Salgo de su conversación y dejo el móvil boca abajo sobre la cama de nuevo. El calor se desliza con rabia en mi habitación y empeora la incomodidad de la llamada. Me olvidé de echar las cortinas antes de salir y, con el día tan caluroso que ha hecho hoy, para cuando he vuelto, el sol había golpeado tanto el cristal de mi habitación que la ha dejado casi como una sauna. Ya ha anochecido, pero el calor sigue en el aire y tener la ventana abierta no está siendo de mucha ayuda.
—Mamá, lo entiendo —interrumpo sin querer seguir escuchando lo que ya sé. Entiendo su punto, entiendo que ir sola puede ser peligroso, sobre todo para mí y más sin conocer el idioma ni la zona, pero ella no entiende que el riesgo que implica -exagerado por ella- no es suficiente como para dejar de buscar esa agitación que detalles como ese me provocan—. No volverá a pasar, lo siento.
Miento porque sé que volveré a hacerlo, pero no cometeré el error de contárselo por segunda vez. Sabe que salgo a correr por las mañanas, sabe que visité el Louvre sola, pero el hecho de que esta vez hayan sido calles más alejadas le genera más desconfianza de la habitual. Lo que es comprensible, pero sigue sintiéndose exagerado para mí.
—No lo digo para que me pidas disculpas, solo quiero que lo entiendas —dice.
—Lo entiendo, las calles de las afueras son peligrosas, ir sola es una mala idea. ¿Podemos hablar de otra cosa?
—Intento cuidar de ti —insiste al notar mi tono.
—Sé cuidarme sola. Lo sabes.
—¿Y eso quiere decir que yo tengo que dejar de hacerlo? Soy tu madre.
Eso quema porque su "soy tu madre" no se aplica a todo lo que me gustaría. Ella me abraza si cree que lo necesito, pero infravalora lo que le digo como si eso fuera a solucionarlo todo. Sé que es porque le cuesta asimilar la situación, pero eso no quiere decir que duela menos.
Y yo estoy cansada.
—Y te agradezco eso, pero me agobias. —Su silencio es como una puñalada porque sé que se va a tomar más a pecho esa frase de lo que yo pretendía. Ella es así con estas cosas, le duelen, por eso intento evitarlo todo lo que puedo, pero es protegerla a ella a costa de mi bienestar. Fingir que la situación es otra no hará que lo sea—. No vas a poder protegerme siempre, mamá.
Ojalá ella entendiera eso, porque entonces entendería que llega un punto en el que toda persona tiene el derecho de elegir. Cuanto más tiempo estoy aquí, más empiezo a notar la agitación en mi cuerpo por la belleza de la ciudad, los peligros más "básicos" como el de tener cuidado al cruzar la calle han vuelto a tener cabida en mis pensamientos y ahora las zonas concurridas me resultan más apetecibles que aterradoras.
Aquí he sentido una intensa felicidad que no había tenido cabida en mí en años, una que el alcohol mezclado con salir de fiesta con Ansel, con sus bailes improvisados y energía, ha devuelto. No quiero perder esos sentimientos que lentamente están empezando a volver. La vida, como yo la he vivido, nunca me ha dejado buen sabor de boca, solo me ha ido consumiendo y, aquí, empiezo a respirar.
A veces la seguridad absoluta no vale todo lo que te roba.
Para mí hace tiempo que dejó de hacerlo, pero, ahora, esa certeza no es tan oscura como antes. Como si hubieran encendido una vela en medio de la oscuridad, la esperanza toquetea, distante, sus dulces cuerdas.
—Puedo intentarlo —dice.
—Pero puede que yo no quiera que lo hagas.
"Entiéndelo —ruego en silencio—, entiende que nuestros caminos van a separarse en algún punto, entiende que tengo derecho a elegir aunque no sea la decisión que me mantendrá segura."
Todo lo que me devuelve, es silencio.
—Hablamos mañana, hoy ha sido un día largo y todavía tengo mucho por hacer —se excusa.
Le he hecho daño, estoy segura, ella no reaccionaría así de ser de otra manera. Solo esquiva los temas cuando le duelen, como hace cada vez que intento que me hable de papá. Como hace cada vez que trato de decirle lo mal que me afecta la situación. No es capaz de enfrentarlo y, al igual que ahora, lo aparta.
Aprieto los dedos contra el teléfono y clavo la mirada en la pared.
—De acuerdo. —Me duele que lo haga de nuevo, pero me duele más saber que me estoy quedando sin tiempo y que, un día cercano, ella ya no podrá esquivarlo más. No sé si seré capaz de ver su decepción cuando entienda que voy a irme, cuando trate de hacerme entender que sola no tendré protección y que yo le diga: "Lo sé". Trago saliva—. Te quiero mucho, mamá.
No lo digo porque lo sienta, sino porque sé que será un bálsamo para lo que le he dicho, uno que quitará peso a la conversación y le ayudará a pasarlo. Ojalá ella pudiera entenderlo, pero no lo hace, nunca lo hace.
—También te quiero, muchísimo.
—Lo sé.
Lo sé bien, pero eso es justo lo que hace que tenga que ocultarle tantas cosas. Sin ganas de decir más, cuelgo. Tiro de mis auriculares, los dejo sobre la cama y, con una toalla y mi neceser bajo el brazo, me meto en el baño esperando que el agua se vaya a llevar el malestar junto al sudor por el calor que hay en mi habitación.
Ayuda un poco.
Me seco el pelo en mi habitación, intentando salir de mis pensamientos con el olor a flores de la crema hidratante, con la suavidad con la que el peine se desliza sobre mi pelo húmedo y del tacto del camisón de satén que tan fino es en comparación del resto de mis pijamas. En cuanto termino, apoyo las manos contra mis mejillas, sintiendo el frío sobre la crema de noche, ese frío que me acompaña a cada paso como si lo hubieran metido tan profundamente en mi interior que fuera todo lo que queda. Ese agujero que nunca he conseguido cubrir y que ha sido lo único que ha agitado mi corazón durante los últimos años porque estallaba cuando los recuerdos me atormentaban por las noches, cuando me encerraba en mi habitación, cometía el error de pensar, y daba con lo sola que estaba.
Mi madre siempre pregunta si he hecho amigos el primer día que empiezo en un nuevo instituto, y siempre le digo que sí. Porque conocer gente siempre es mi primer paso, es lo que me permitirá salir y mantenerme ocupada, encontrar distracciones, claro que llamarles "amigos" está de más. Son contactos más bien aunque ellos no lo sepan. Me rodeo de gente, pero, sin lazos, sin confianza, no hay más. Me junto con personas con las que hablar me ahoga más de lo que me ayuda porque, como en casa, debo fingir ser alguien que no soy, sigo sola.
Aquí tengo espacio para empezar a conocerme porque no hay nadie que me exija mantener una fachada. No hablo de ciertos temas, pero no necesito mentir todo el tiempo y eso, aunque lentamente, está cambiando las cosas para mí.
El golpe en la puerta hace que el peine golpee el suelo.
No, no estoy del todo estable estos días o este sobresalto no habría pasado.
Necesito relajarme.
—Sé que estás ahí, rubia —oigo.
Asher.
Recojo el peine, lo dejo sobre el escritorio y voy a la puerta. Abro poco más de un palmo, lo suficiente para poder asomarme sin que mi habitación quede expuesta porque, aquí, esta es toda la privacidad que tengo. Es mi lugar seguro, y eso es algo que siempre voy a necesitar que sea solo mío.
—Me iba a dormir, ¿qué quieres? —pregunto.
No es demasiado tarde, son cerca de las once de la noche todavía y, aunque ha anochecido y la cocina parece vacía desde aquí, todavía oigo la televisión encendida y música baja desde alguna de las habitaciones.
—Me debes una cena —dice Asher.
El tour.
Lo olvidé por completo.
—¿Ahora? —pregunto.
He perdido la cuenta de todas las veces en las que estaba por el piso y han llamado al timbre porque traían comida a domicilio que Asher salía a recoger. No me sorprendería que lo recuerde porque va a pedir una vez más y, a sus ojos, se lo debo. Aun así, sigue pareciéndome un poco tarde para que no haya cenado todavía.
En lugar de decirme cuánto es, dárselo y quedar en paz, dice:
—Mañana a las nueve. Tú invitas.
—Mañana ya tengo planes.
En cuanto he conectado los datos móviles -que había mantenido quitados porque apenas tenía batería cuando he ido en busca de la calle del duodécimo distrito, La Rue Crémieux-, los mensajes de Ansel han empezado a llegar, uno tras otro, hasta llenar mi pantalla. Me ha hablado de una salida mañana y, la verdad, es que no puedo esperar. Necesito eso, las emociones que Ansel me transmite al salir porque es lo más similar a auténtica diversión y felicidad que he sentido en mucho tiempo. Tengo la tonta idea de que quizás, aquí, entre salidas, paseos y espacio, esas emociones que hace tanto me dejaron podrían llegar a volver. Porque las siento a veces, bajas y suaves como las olas de un mar en calma contra la arena, rozando mis pies sin llegar a envolverme por completo. Eso es más de lo que he sentido en años.
Además, sé quién va -Ansel me lo ha repetido al menos tres veces, entre guiños y emoticonos con sonrisas ladeadas-, y la posibilidad de tener una distracción que alivie el peso de las pesadillas y de mi realidad siempre es bien recibida.
—¿Y el sábado? —pregunto.
—Lo acabamos de hablar, rubia, tus planes para mañana son conmigo.
Ahora me está vacilando.
Me apoyo contra el marco de la puerta, recordando que la idea es salir y que, aunque es una discoteca, no es Dúplex. ¿No fue Asher quien dijo tiempo atrás que alguna vez podríamos salir juntos a algún lado? Con eso en mente y demasiado cansancio para seguir sus comentarios, tiro en una dirección más tranquila.
—Voy a ir a una discoteca que me ha recomendado Ansel y saldremos sobre las diez así que mañana no me da tiempo. Podrías unirte, sé que te ha invitado. —Más bien lo supongo porque sé que siempre tiende a invitarle. Asher, sin embargo, le deja en leído o le da un "No" en persona si Ansel insiste. Pero a Ansel, por razones que no termino de explicarme porque les he visto interactuar, parece que Asher le cae lo suficientemente bien como para seguir intentándolo.
—Odio las discotecas. —Ese es un "no" por su parte, uno que admito que me decepciona un poco—. Aunque quizás me una a beber un rato si hacéis algo en el piso.
Me aparto del marco, notando el final de la conversación cerca.
—Podríamos pedir algo de comer a domicilio de paso, para estar en paz con lo de la cena —ofrezco—. A no ser que tu plan fuera esperar a que me pusiera tacones y destrozarme los pies por zonas subterráneas de París durante las horas previas a llegar al restaurante.
—Pillado.
Eso es nuevo.
La broma, la forma en la que, por una vez, no hay sarcasmo ni es una pulla con un deje tan oscuro que se podría confundir con molestia fácilmente, es nuevo. Solo bromea, en bajo, con un cansancio tan notorio que parece doblarle en peso, pero sin rastro de frialdad.
Y es... agradable.
Hay algo en su forma de ser que no he terminado de entender. Con tantas personas pasando por mi vida suele ser fácil para mí interpretar el carácter de las personas, saber cómo responderán ante distintas situaciones, saber quiénes me criticarán por la espalda, quiénes me dejarán tirada y quiénes me ayudarán si lo pido. Es fácil, pero, con Asher, nunca tengo nada claro.
Él es la clase de personas que tacho de mi lista en cuanto conozco porque son complicaciones que no puedo permitirme, un rompecabezas demasiado grande como para darle parte de mi tiempo, pero hay algo en el carácter de Asher que me mantiene cerca. No es solo esa astucia, ese reto constante que me saca de mis pensamientos y agita unas emociones que echaba en falta -aunque sean negativas-, sino esa forma en la que todo se suaviza ciertas noches. Ese escaso minuto agradable que sale a la luz cada par de semanas y que me intriga todavía más encontrar.
—¿Cena a domicilio entonces? —pregunto.
—Cena a domicilio —acepta.
Antes de que se vaya, cierro los dedos contra el marco y le llamo.
No sé qué es lo que quiero decirle, pero tiene la manía de dejarme siempre con algo que decir o en el único momento en el que es tan agradable que no me importaría hablar más tiempo con él. Se va y luego todo se enfría de nuevo, como su forma de besar. Tiene el mismo juego, como una canción que nunca llega a romper porque no deja que lo haga, frustrándote más cada vez pero intensificando el momento en el que al fin lo hace.
Eso siento cada vez que hablo con él. Agita mis emociones, me frustra, pero, cuando alcanzo un buen sentimiento, él lo corta y luego vuelve a empezar. Una y otra vez. Cuando todo "estalla" y se vuelve agradable, es realmente reconfortante.
Como esa ocasión en la que se quedó leyendo, la primera vez en la que me planteé cómo sería besarle, la primera vez en la que esa hosquedad que cubre su atractivo se deshizo y mis alarmas cayeron, permitiéndome dudar, permitiéndome plantearme lo que antes no había tenido cabida en mis pensamientos.
Sin saber bien qué quiero decir porque dudo que haya algo, pero siendo demasiado tarde para ignorar que ha sido mi impulso el de llamarle, digo:
—Buenas noches, Asher.
Me da una sonrisa cansada y corta.
—Descansa, Liv.
Con eso él se va a su habitación y yo me quedo largos segundos mirando su puerta cerrada. Lo hago antes de volver la mirada al piso para asegurarme de que no haya nadie en la cocina y que la persona que está en el salón -creo que Tony-, siga a lo suyo.
Me siento tonta cuando vuelvo a meterme en mi habitación por haberle llamado y más aún por haberme quedado en blanco después. Cierro con llave y noto, con la mano todavía contra las llaves, que ese mal sentimiento de la llamada ya no es tan intenso. Que esa frustración que estaba llenando mi cupo e impotencia han caído.
Debo estar más cansada de lo que esperaba si creo que eso ha pasado con una simple conversación. Cierro la ventana, meto la pistola eléctrica bajo mi almohada -donde siempre la dejo al ir a dormir- y me siento en la cama con las luces apagadas y el ordenador sobre mis piernas para escribir mi informe de hoy.
Al terminar, escribo otro correo para Ramírez.
Ahí vamos.
"Asunto: Compañeros de piso"
Tengo que hacerlo, él sabe lo del viernes pasado porque se lo conté en el "informe extendido" o más bien en mi "te lo cuento para asegurarme de no haber metido el pie hasta el fondo en arenas movedizas". Cuando no me escribió de vuelta más que un "recibido", supe que esa reprimenda no iba a llegar y me relajé, aun así esta vez de lo que quiero es asegurarme de otra cosa, y es que Asher ha ido hablándome, poco a poco, de temas que al unir me hacen ver eso que Ramírez me pediría que le contara.
Como que su padre es policía en Virginia y que su tío lo es aquí.
La ciudad donde nací y esa donde vivo ahora. Lo que sé que puede ser una simple coincidencia y estoy segura de que lo es, pero Ramírez siempre dice que hay que asegurarse de todo y guardarme eso está siendo un error. Por eso, ahora se lo cuento. Le escribo sobre Asher, le digo que es el compañero de piso del que le hablé el viernes, el que más de una noche ha sospechado que hay algo que no estoy contando, y de lo que sé sobre su padre y su tío. Le pido que le eche un ojo para sentirme yo más segura, porque me preocupa cometer un error, que tire de un hilo, y terminar expuesta.
Al terminar, releo el mensaje con una gran incomodidad. Al igual que cuando me metí en el perfil de Facebook de Asher, tengo la sensación de que estoy violando su privacidad con esto. Es un chico reservado, demasiado, y no suele gustarme saber más de lo que otros me dan, pero teniendo en cuenta la situación, es necesario.
Vivimos juntos y yo debo tener cuidado.
Trago saliva y le doy a enviar.
Aunque no es la primera vez que le pido a Ramírez que revise algo, como cuando le pedí que lo hiciera con Ansel porque fue tan sociable desde un inicio que me hizo dudar -solo para dar con que tenía un historial completamente limpio según Ramírez-, esta vez no se siente bien hacerlo.
──────༺༻ ──────
Próximo capítulo: sábado 9 de enero, así que os digo ya: "Feliz año, mis amores" ♥
Ahora, sobre el capítulo:
#1: Asher en su cabeza: "No le contaré de los planes de Ansel y le propondré otros para que no pueda ir, plan genial"
*Ansel de fondo mandando 23323 mensajes a Olivia*
*Olivia que ya ha aceptado*
Yo viendo lo mal que le ha ido el plan a Asher:
Bueno, no fue ni un "se lo cuento" ni un "no se lo cuento" al final si no un: "Técnica del libro de conquistar de Asher Bremen llamada: "La invito a salir antes de que se entere con un favor que me debe para que no piense que la invito a salir por gusto"
A veces me supera, lo juro jajajaj
Y, para quienes hayáis leído CDD, ¿lo habéis visto? ¿Ese pequeño brillo del Asher que conocíamos en el Asher de hoy justo antes de despedirse de Olivia?
SE ESTÁ ABRIENDO MÁS CON ELLA I...
.grito.
Oh y, sabéis lo que viene en el próximo, ¿no? Porque ahora mismo estamos en un punto donde:
- Asher va a beber con ellos
- Asher sabe de Jacob
- Olivia va a salir
- Asher NO quiso pasarle el mensaje -y trató de que no fuera modo indirectas-
Próximo capítulo = jugoso me dicen.
#Hipótesis ¿Asher intentará algo más? ¿Irá? ¿Aparecerá allí después tipo: hi nuevos amigos? ¿Le soltará indirecta modo Duplex de: "es un mal lugar"? ¿Se quedará jugando a la play?
#ContadmeAquí
🌚
POR CIERTO, ¿NO OS EMOCIONA QUE OLIVIA EMPIECE A RECUPERAR LAS EMOCIONES -aunque sea un poco-? ES COMO: YESSS QUEEEN, EMPIEZA A DISFRUTAR DE LA VIDA💃
(ohhh, pero de fondo sabiendo que está más que dispuesta a arriesgar la seguridad por vivir un poco y lo mal que puede terminar eso...
#y cómo olvidar esta escena: Olivia lanzando a Asher "a los leones" poniéndole en el punto de mira de Ramírez
Yo viéndolo todo:
...
#¿Sacará Ramírez trapos sucios?
Olivia todo tierna modo: tengo que pero no quiero meterme en su vida: (
OH Y, voy a evitar hablar de la relación de Olivia con su madre, pero... Está complicado todo. ¿Qué me decís? ¿Se irá a Alaska? ¿Volverá a USA para estar por su cuenta? ¿Se quedará en París? ¿Saldrá con vida?
#ContadmeAquí
♥
Un abrazo y nos leemos el sábado 16 de enero [quiero unos días para repasar todo lo de la novela hasta ahora y asegurarme de unirlo bien -y descansar un poco jaja-]
— Lana🐾
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