Capítulo 18 - Monedas y tratos
Reto importante en la nota de autora
18 | Monedas y tratos
Olivia Audevard:
Jueves, 18 de junio
Asher está cerca del edificio cuando salgo, con algo plano entre sus dedos y las gafas de sol puestas. Espera a dos o tres metros de la puerta y tiene una mochila cerca de sus pies. Cualquier persona que pase cerca, que es un número elevado teniendo en cuenta la hora que es y la zona en la que estamos, tiene que esquivarle porque él no muestra intención de moverse o de ponerse en un lugar más apartado.
—Te está buscando Sammuel —digo al salir.
El calor del mediodía me golpea y tiro un poco de las mangas de mi cardigan. Es fino, pero eso no quiere decir que el calor no se meta a través de la tela y presione contra mi piel.
—Parecía enfadado —añado, estirando el bolso para que Asher lo sujete. Desde que descubrí que las personas agarran lo que sea que les des si están distraídos con una conversación, es una de esas pequeñas manías que suelo utilizar a mi favor. Pese a que no me esté respondiendo, lo sostiene—. Ha dicho algo de enviar unas fotos. De verdad que espero que no sea lo que pienso, porque eso es algo un poco difícil de solucionar.
Puedo jurar que Asher está rodando los ojos detrás de las gafas de sol o, al menos, haciendo algo que exprese esa exasperación que tan rápido leo en sus postura. Sea lo que sea que está pasando con ese tema, es algo que ahora recuerda y que no le hace ninguna gracia.
Paso el cárdigan sobre mi cabeza. Al ser holgado, eso es más rápido que ir desabotonándolo. Tiro un poco de la parte baja de mi camiseta básica de tirantes para mantenerla detrás del cinturón y cuelgo el cardigan sobre mi brazo.
—Bueno, suerte con lo que sea que has hecho y con lo que haya en esas fotos. —termino.
Estiro la mano para que me devuelva el bolso y lo pongo sobre mi hombro con cuidado de que la correa no atrape mi pelo. Su falta de respuestas no me sorprende, pero eso no quita que me frustre. Hago un amago de irme, pero es eso, ese silencio, el que me hace volverme hacia él.
—¿Es que no vas a decir nada? —pregunto.
Él guarda la pequeña figura plana y redondeada que estaba moviendo entre sus dedos en su bolsillo delantero. De nuevo, silencio.
—Durante el día eres insufrible —añado.
Lo es. Quizás, por las noches, suele ser algo más abierto. De vez en cuando incluso puedes raspar cierta amabilidad de su comportamiento. Durante el día, como en las catacumbas o aquí, solo puedes darte de frente con la parte más esquiva de su personalidad.
Pensaba que sus respuestas eran lo que más podían frustrarme, pero su silencio es peor. Puede tener gafas de sol y ser más difícil descifrar sus intenciones, pero sé que, generalmente, presiona porque le divierte así que, ahora, sé que solo se mantiene en silencio porque también se está divirtiendo con ello. Parece estar aficionándose a sacarme de quicio.
—Olvídalo, yo ya te he pasado el mensaje.
No es hasta que me he alejado un par de pasos que oigo ese "Rubia" por su parte. Miro sobre mi hombro, alcanzando, por poco, a atrapar el pequeño objeto dorado que lanza hacia mí. Lo miro, primero convencida de que ha entrado a mi habitación de alguna manera para quitármelo y luego dándome cuenta de que no es la misma moneda que me dio en las catacumbas. Es similar. Grande, dorada, y con una inscripción en el borde, pero esta dice otra cosa y, en el centro, no hay una calavera, sino, como pone en el borde, la Basílica del Sagrado Corazón.
—Montmartre —da como explicación.
¿Es que hay una de estas en cada lugar turístico?
La acerco para verla mejor, la hago girar un poco y, cuando termino de apreciarla, me acerco para devolvérsela.
—La última vez que me diste una de estas me dejaste tirada sin batería y entre muertos. —Agarro su mano para dejar la moneda en su palma y cerrar sus dedos a su alrededor. Apoyo mis manos sobre la suya para mantenerla ahí al mirarle—. No pienso jugármela con otra de estas monedas.
—¿Y quién ha dicho que te la estaba regalando?
Pese a no ser la primera vez que tergiversa las situaciones, que las mueve a su favor de forma tan lógica que me cuesta estar segura de lo que está pasando realmente, siento la misma incomodidad que las otras veces. Asher puede no hablar mucho, pero definitivamente domina las palabras, y sé que manipular con ellas debe de ser un jugo de niños para él. Sabe leer a las personas, dónde presionar y qué decir, tiene esa astucia que le pone un cartel delante con el aviso: "No le creas y pon distancia". Pero eso es, justamente, lo que más curiosidad causa a largo plazo. No es solo la curiosidad lo que me ha hecho no esquivarle como a la peste al percatarme de su comportamiento, sino que, esa inteligencia usada de forma, ¿cómo decirlo? "socialmente cuestionable", me hace sentir comprendida. Es alguien a quien, de alguna forma, entiendo mejor que al resto, un golpe de aire fresco en un cálido día. Un igual.
Es liberador poder hacerlo por una razón que no sea mentir.
Por eso, todas las veces, le respondo.
Porque quiero ver adónde me lleva, quiero ver ese hilo moverse, esa manipulación balancearse como una moneda en el aire a la espera de si cae en su campo o en el mío. Porque no hay nada oscuro en ello, solo un juego.
—No es que lo hayas negado —respondo.
—Ya, es que uno de los dos necesita esto más que el otro. —Aparta su mano, enseñando la moneda como si la explicación estuviera en su dibujo—. Tómalo como un recordatorio de todos los lugares que no has visto porque te pasas el tiempo encerrada en el piso.
No, ni dando un regalo puede ser amable.
Casi parece que le cuesta demasiado, que golpea su orgullo con demasiada fuerza como para poder darlo sin pisar la mano de quien lo recoge.
—Que coincida que ya he vuelto cuando tú apareces no quiere decir que me pase el día en el piso —puntúo.
—Oh, así que, ¿has visto ya Montmartre? —pregunta.
Reconozco la palabra porque la uno a la guía de París que vi estando en Estados Unidos y a la Basílica del Sagrado Corazón que ha señalado en su moneda. Me humedezco los labios y niego.
—Tampoco la Basílica —entiende. Niego de nuevo—. ¿Y qué has visto?
—Louvre, Jardín de las Tullerías, Arco del Triunfo, Plaza de la Concordia, la Torre Eiffel —enumero.
Asher rompe a reír, literalmente se ríe como si lo que estoy diciendo fuera una tontería. Casi ofendida, me cruzo de brazos, incómoda por su reacción.
—¿Qué? —me quejo.
—Eres tan turista —murmura, una sonrisa burlona sobre sus labios.
—Es que soy una turista.
Levanta sus gafas de sol y sus ojos, azules, se ven algo más claros bajo la intensa luz del sol de un día tan despejado como el de hoy. Son bonitos, sus ojos, con ese halo más oscuro que zigzaguea al borde de su iris.
—Venga, me has encontrado en un buen día, hagamos algo. —Antes de que pueda preguntar a qué se refiere, sigue—. Hay monedas de estas por las zonas de más renombre de París. —Señala la moneda que tiene en su mano—. No te diré dónde, pero, cada vez que consigas una de estas, dámela. A cambio, te enseñaré algo de París de forma menos turística. —Hace una pausa, casi compadeciéndose—. No puedes vivir en París y verlo solo como turista.
La idea de ver las partes más "internas" de París por decirlo de alguna manera, vivirlo de forma más envolvente, suena demasiado bien como para dejarlo pasar.
—Tengo la de las Catacumbas —le recuerdo.
—Esa no cuenta. —Mis hombros caen. Claro, no iba a ser tan fácil—. Empezamos ahora.
—¿Ahora? —repito.
—Eso es.
Y, antes de darse cuenta de que seguía enseñándome la de Montmartre, se la quito de los dedos. Veo su sorpresa, quizás no ha pensado que se la quitaría o puede que simplemente para él no estaba dentro de ese trato, pero se sorprende igualmente.
—Tengo una —digo, cerrándola en mi mano.
Cuando la sorpresa desaparece, baja sus gafas de sol y no sé si es para ocultar su molestia o para hacer justamente lo contrario: Esconder la falta de molestia.
—Montmartre —dice, recordando el origen de esa moneda—. Será esa zona entonces. Felicidades, tienes guía.
—Pero ese es un sitio muy turístico, ¿no se supone que iba a ser algo diferente? —pregunto.
—Todo en París es turístico, pero hay sitios menos típicos. —Da una mirada hacia la puerta del edificio, debe de estar esperando a Sammuel. Al ver que todavía no sale, se vuelve hacia mí. Casi como si compartiera un secreto, se acerca un poco—. Además, la mayoría de cosas se trata de saber cómo verlas, no dónde.
—Eso no tiene sentido.
—Lo tiene, y, cuando lo entiendes, dejarás de ser otra turista más. —Se aparta y recoge su mochila del suelo para echársela al hombro—. ¿Tienes algo que hacer mañana?
—Clases. Salvo los fines de semana apenas tengo días libres con este curso.
—¿A qué hora sales?
Saco el móvil para revisarlo.
—Tengo de diez a doce, de tres a cinco y luego francés de cinco a seis y media. —Redondeo un poco y siento el agotamiento hacia el horario porque siempre tiene huecos entre las clases y, con las clases de francés que tengo casi todos los días de cinco a seis y media, apenas tengo opción de hacer algo durante el día entre semana que no sea dar una vuelta corta por zonas cercanas al piso.
—Salgo a las cuatro y media mañana, te espero aquí a las cinco.
—Tengo francés hasta las...
—A las cinco —repite, como si la idea de dar clases de francés le pareciera tan absurda que la descarta sin darle importancia. Admito que no es que esté aprendiendo mucho en el curso, apenas y nos han enseñado a presentarnos durante las últimas semanas, pero es una forma de sentir que estoy aprendiendo algo.
—Tendrás que ayudarme con francés si me haces saltarme las clases.
Aunque yo no tenga una intención real detrás. Aun así, él lo oye y se lo toma en serio porque, aunque se queja, lo acepta.
—Me vas a deber una después de eso, rubia —dice.
—Ya, eso dices siempre.
Me despido justo después, sin darle tiempo a procesarlo y responder. Al igual que su forma de tener que dar un golpe con cada regalo, es como si necesitara tener algo a cambio para justificar cada cosa que hace. Parece intentar equilibrar la situación, pero, lo que yo empiezo a ver, es que muchas veces lo deja solo como algo verbal.
(...)
Llego al piso en medio de un incómodo silencio. Tony está cocinando, y el sonido de la carne haciéndose en su sartén es todo lo que oigo. Ansel, mientras, está tirado en el sofá, lanzando una pequeña pelota de goma al aire y atrapándola todas las veces. En algunos de los tiros, llega a darle al techo y Tony deja ir una queja entredientes..
Cierro la puerta apoyándome contra ella.
—Hola —digo en bajo.
Sí, hay tensión entre ellos.
Ansel se reincorpora, se sienta como si hubiera un resorte en él y la pelota golpea el suelo al caer. Tony ni siquiera se asoma.
Para tener una excusa al acercarme a Ansel, recojo la pelota de goma amarilla y se la devuelvo.
—¿Ha pasado algo después de que me fuera? —pregunto, incapaz de no mirar hacia Tony como parte de la pregunta. Ansel le mira también y luego apoya ambos brazos sobre el respaldo del sofá para acomodar la barbilla encima.
—No mucho.
—¿Al final la policía...? —No consigo decir "llegó". Para mí la palabra "policía" tiene demasiado peso y me cuesta distanciarme de ello cada vez que la pronuncio, sobre todo de forma tan general. El final de la frase se me atraganta antes de salir.
—Si preguntas si se pasó por aquí, sip.
Ante su pausa, presiono.
—¿Y... todo bien? —pregunto.
—Oh, sí, claro. —Se pone en pie, estirándose un poco—. El tío de Asher lo arregló todo rápido. Por cierto, esta noche quería ir a sacar unas fotos por esta zona y necesito a alguien que haga de modelo, ¿te apuntas?
Paro, procesando las dos partes.
—Lo de fotos, no, estoy ocupada. —Miento porque es más fácil que decir: "No porque no quiero que tengas fotos mías en tu cámara"—. ¿Has dicho que el tío de Asher lo arregló?
Lo primero que me viene a la cabeza es algo relacionado con diplomáticos. Con esa inmunidad, y la idea se agita en mi cabeza con incomodidad. De ser familia de alguien importante, Ramírez lo sabría, ¿no?
—Está en la policía —explica Ansel y, aunque eso me relaja por un momento, luego provoca justo lo contrario.
Como una tonta, pregunto:
—¿En la policía de aquí?
—¿En cuál si no? —Ansel me da una sonrisa con eso, negando al reír como si se compadeciera de mi falta de comprensión—. Es un buen tío, pienso pedirle que nos ayude si el señor Chevalier vuelve a molestar.
—Eso no es un juego —se queja Tony desde la cocina, la molestia clara en sus palabras.
Ahí está, la tensión.
—Solo ha sido un malentendido —defiende Ansel.
Tony le responde en francés y, por lo que parece, no dice nada agradable. Deja lo que está cocinando en un plato y se va sin limpiar la sartén por pura molestia. Ansel le devuelve un comentario en francés que Tony ignora y, con un portazo digno de Asher, se mete en su habitación para comer solo.
—Eso ha sido... intenso —murmuro.
—Ya. Bueno, se le pasará. Entre tú y yo, a veces es demasiado rígido. Espera, ¿era esa la palabra? —Lo piensa—. Mira, ya no sé, mi cabeza está llena con dos idiomas y no sabría ni decirte.
—Pensé que el inglés era tu lengua materna. Me dijiste que eras canadienese.
—Lo soy, pero de Nuevo Brunswick, es zona bilingüe así que el francés y el inglés los tengo algo mezclados —puntúa—. Aunque admito que prefiero el francés, era lo que se hablaba en mi casa.
—¿Puedo hacerte una pregunta algo privada?
Me mira, lanza la pelota de goma al aire una vez más y ladea un poco la cabeza.
—Define privada —pide.
—No estás de intercambio, ¿no? Quiero decir, estudias aquí.
—Sí —Alarga la "s" como si estuviera dudando, no en su respuesta sino en por qué lo estoy preguntando.
—¿Por qué mudarte tan lejos? Es decir, tú lo has dicho, allí se habla francés y, si te gusta el idioma, ¿por qué ir tan lejos? —Supongo que lo que quiero realmente es algo con lo que justificar que yo quiera irme, algo que poder decirle a mi madre para que ella lo entienda, y, quizás, Ansel pueda dármelo. Sin embargo, él se encoge de hombros.
—Porque es París, ¿quién no querría vivir en París?
No, no era lo que esperaba.
Aun así, respondo:
—Cierto.
Hace botar la pelota y ahí recuerdo que dijeron que el señor Chevalier era el vecino de abajo. Ansel va a la cocina botando la pequeña pelota contra el suelo sin importarle que el hombre haya llegado a llamar a la policía horas atrás por decir que le estábamos molestando.
Tony tenía razones para irse como lo ha hecho. Ansel no parece pensar mucho en lo que implican sus acciones para aquellos que hay a su alrededor. Lo hace con tal inocencia que simplemente parece un niño que no entiende todavía que hay más personas viviendo una vida cerca de él.
—Pásame la pelota —pido—, estás haciendo mucho ruido.
Dándose cuenta solo cuando se lo digo, mira la pelota de goma y, con suavidad, me la lanza por el aire. Me la llevo a mi habitación para mantenerla lejos de él hasta que las cosas se suavicen un poco con el señor Chevalier y le dejo cocinando con la esperanza de que pronto se arreglen las cosas entre él y Tony. No creo que sea la primera vez que están así, tampoco creo que sea algo inmerecido, pero, aun así, no lo sé. No sé por qué me importa tanto que haya buen ambiente cuando nunca antes me había importado. O quizás sí lo sé, quizás, poco a poco, la convivencia me está haciendo empezar a extender esos lazos interpersonales que tan difícilmente se estiran después de tanto tiempo.
Puede que, después de todo, mi corazón no esté tan frío como he empezado a temer.
Sola en mi habitación, con la puerta cerrada con llave, la cortina echada y la pelota de Ansel tirada en un cajón, saco el ordenador para hacer una búsqueda que sé que Ramírez habrá hecho de antemano y mejor que yo. El comentario de Ansel sobre que Asher tiene un tío que es policía aquí me ha dejado mal cuerpo porque sé que hay agentes que conocen mi historia y la idea de que él pueda ser uno de ellos me incomoda de sobremanera. Porque, si él la conoce, ¿podría llegar hasta Asher de alguna forma? Eso sería incómodo, sería la razón por la que haría las maletas en un pestañeo y saldría de aquí. Porque todo lo que quiero en París es olvidar, es todo lo que busco más de una noche y que aquí empiezo a creer alcanzar, no soportaría que la realidad de la que estoy escondiéndome me golpeara de nuevo.
Así que, sabiendo que puedo sacar mucho gracias a las redes sociales, busco a Asher en Internet. Tengo una lista con los nombres de los agentes que saben algo de mí, una lista de nombres junto a sus números de teléfono y, aunque ninguno se apellida Bremen, sé que puede tener otro apellido según el lado de la familia del que sea, por eso busco su nombre.
Abro cuentas, me muevo por perfiles de Facebook hasta dar con el que tiene el nombre y foto de Asher y, aunque dudosa porque siento que estoy de lleno invadiendo su intimidad, voy a sus fotos en busca de alguna en la que salga con personas de al menos cuarenta años. Tiene que estar ahí, estoy segura de que su tío tendrá Facebook.
Solo quiero eso, encontrar a su tío, por eso, el resto de fotos, las paso rápidamente. Si no hay un adulto, ni siquiera me fijo. Así paso fotos de fiesta, con sus amigos, en viajes, con las que interpreto que son antiguas parejas e incluso llego a parar un momento al ver una foto en la nieve donde su sonrisa transmite tal felicidad que me impide pasar a la siguiente.
Es una foto de estas navidades, con esquís, buzo y en la nieve. Tiene una mano sobre la cabeza de una chica más joven que él y su sonrisa, la de ambos, transmite felicidad, pero, eso, en él, es algo que dista tanto como las sonrisas que he podido llegar a ver que me mantiene ahí. Esas pequeñas arrugas que se forman en las comisuras de sus labios cuando sonríe, en esa foto se difuminan, quizás sea eso lo que diferencia cuando son reales, no lo sé. Pero, ahí, se le ve tan diferente que cuesta incluso reconocerle.
Ni siquiera parece el mismo chico, pero, ese chico, el que me "devuelve" la mirada desde esa fotografía, es encantador.
A su lado, la chica está etiquetada como "Lily Bremen" y yo misma sonrío un poco al entender que es la hermana con la que habló por teléfono la noche en la que decidió quitarme cualquier cosa que estuviera comiendo. Recuerdo su voz suavizarse al hablar con ella, el cariño atravesar sus palabras y su atención puesta en ella y, en la foto, lo compruebo.
No tiene que hablarme de ella para saber que su hermana es como un tesoro para él.
Y me alegra. Quizás es porque siempre me ha gustado ver a personas felices, pero ver que alguien puede provocar eso en él, me alegra. Es molesto e insufrible, pero, como Ansel dijo, no creo que Asher sea una mala persona. De serlo no se habría ofrecido a escuchar cuando interpretó que me pasaba algo, de serlo no se hubiera quedado leyéndome ese cuento en francés y traduciéndome cada frase que le pedía o jugando conmigo a encontrar en los dibujos "lo que estaba fuera de lugar" porque el libro también tenía ese simple juego infantil. Puede ser impulsivo e irritante, pero, a su modo, puede ser incluso agradable.
Me recuerdo por qué estoy en su perfil de Facebook y sigo pasando las fotos.
No doy con nada hasta que, tras un salto tan fuerte de agosto del año pasado a marzo, paro pensando que me he saltado algo. No suelo usar mucho las redes sociales, lo que quiere decir que no estoy segura de si pulsar mucho tiempo el botón de pasar hace que se salten los meses o algo así. Por eso intento ir con más cuidado como si eso fuera a devolverme las "fotos desaparecidas". No doy con eso, en cambio, doy con algo más que me hace sentir que estoy violando su privacidad al instante.
Pero, cuando sale, es tarde para fingir que no lo he visto.
En enero de hace dos años, Asher subió una foto de una polaroid que cubre la cama de un hospital. Aun así, la ubicación avisa de dónde es, al igual que la descripción da a entender una mala señal y la persona etiquetada me explica quién está con él en la polaroid que sostiene y quién está en la camilla que esa polaroid oculta.
En la polaroid hay dos niños, tendrán once y trece años aproximadamente. Uno es castaño y otro rubio. Los dos tienen ropa de algún equipo de béisbol y la cara manchada de tierra. El castaño tiene un brazo sobre los hombros del niño rubio -quien supongo que es Asher-, parece estar haciendo presión porque Asher no parece cómodo. Aun así, el niño castaño sonríe y puedo saber, sin tener que mirar, que son muy cercanos. Se están molestando, pero se nota que se quieren. Por eso, la descripción, tan apagada mientras relata la admiración que siente hacia su "hermano mayor" y cuánto le aprecia, me deja con el corazón en un puño. La persona etiquetada termina con toda duda: "Jayden Bremen", pone.
"Por favor, dime que su hermano mayor no murió", ruego. Si lo hizo y me he enterado así no podré volver a mirarle sin sentirme culpable. Esto es privado y, sí, no era mi intención curiosear así en su vida, solo quería el nombre de su tío, pero lo he visto. Al igual que yo odiaría que alguien descubriera por Internet sin que yo quisiera, no quiero hacer lo mismo. Me siento mal al instante. Es privado, es suyo, esto es hurgar en su vida. No está bien. No es la manera.
Debí habérselo preguntado a Ramírez directamente, no hacer esto. Sin embargo, mi manía de valerme por mí misma para todo está pasándome factura.
Cierro la tapa de mi portátil, me descalzo, y subo los pies sobre la silla de mi escritorio. Paso las manos por mi cabeza, sintiéndome culpable. No era mi intención meter la mano de esta forma en su pasado. Es cierto que Asher lo publicó en Facebook, pero sería para los más cercanos, un desahogo.
Aun así sé que no podré quitarme esa duda y, aunque no me atrevo a volver a mirar el perfil de Asher por miedo a ver algo más, sí que busco el nombre de Jayden Bremen en Internet junto a "Instagram". Si es joven, estará por ahí.
Le termino encontrando, con una foto en la que sale la hermana de ellos entre las últimas fotos. Contengo el aliento y abro la última que publicó.
—Por favor, que no muriera —ruego en bajo.
"Publicado hace una semana", pone en el post.
Dejo el aire ir. Está vivo. Está bien.
Con eso, cierro todas las páginas y apago mi ordenador. La culpa se desvanece un poco al convencerme de que fue solo una anécdota más que un susto. Quizás su hermano se rompió el brazo y Asher solo estaba publicando algo más cercano porque estaba preocupado, no lo sé. Aun así no termino de borrar del todo esa culpa por indagar de esa forma y me prometo no volver a hacerlo.
Se lo preguntaré a Ramírez, pero no hoy. No, hoy no tengo ganas de seguir tratando de encontrar quién es el tío de Asher después de esto.
──────༺༻ ──────
Próximo capítulo: La salida del viernes -Va a ser largo y... ¿Lo consideraríamos cita? uhm-
RETO para tener ese capítulo -cita jeje- el jueves: Quiero ver ganas e implicación así que si dentro de 24 horas al menos 5 o 6 de cada 10 personas que os habéis pasado por aquí habéis votado, habrá capítulo el jueves ❤️
En palabras más técnicas: El reto es mantener un porcentaje del 55% de votos respecto a las lecturas. No importa el número. Si hay 11 votos pero solo habéis leído el capítulo 20 personas, hay capítulo. Y así todo el tiempo. Así que, si has leído esto y votas, estáis un paso más cerca de ganarlo porque tu lectura ya ha sumado un +1.
¡SUERTE! & VAMO' A HABLAR DEL CAPÍTULO'
ASHER todo inocente en la entrada del edificio tipo: "Ya la lié, vengo a hacer la disculpasion 🥺" Aunque... ¿Le veis capaz de disculparse o ha ido para hacer como si nada? Tipo:
Y pasando de ignorar a Olivia a hablar cuando se iba modo: "NO SOY BUENO CON ESTO PERO NO TE VAYAS DEJA QUE TE LANZO ESTO A LA CABEZA" #TaChikito
Y ESE TRATO??? MONEDA A CAMBIO DE VER PARÍS CON ESE GUÍA QUE TE ENSEÑARÁ LOS EL PARÍS MÁS "PROFUNDO"??? (claro que esperemos que eso no acabe como las Catacumbas) pero recordemos que Asher lleva años pasando ahí los veranos EL NIÑO SABE. #LaEmoción
#ASHER COMO GUÍA ES:....
Será el guía de Olivia y será el nuestro. ¿TENÉIS GANAS DE CONOCER PARÍS DE FORMA MÁS PROFUNDA?
Ese momento de volver al piso y ver a Ansel y Tony enfadados JAJAJA TONY PADRE HARTO
Ansel molestando al vecino tras que el señor Chevalier llamara a la policía es un mood
Y... CÓMO NO MARCAR ESTA FRASE:
Alguien podría estar confesando que no tiene sentimientos digo KHÉ.
#ByeShipp
#TIENE DIJO QUE TIENE LANA NO HAGAS ESTO.
(El segundo va en mayúsculas porque me lo imagino gritando -ya nos conocemos-)
EL TÍO DE ASHER POLICÍA SACÁNDOLES DE APUROS, le amo. Si Habéis leído Compañeros de Delitos (El protagonista ahí es Jayden Bremen), ¿RECORDÁIS AL TÍO BASTIAN? ¿EL DEL SUPERMERCADO Y DE LOS CHISTES MALOS? Sacando de apuros a Asher anda ahora JAJAJA
Sabemos que va a necesitarlo. Ya me imagino al Bastian con Asher tipo:
Traducción: "Escríbelo para que pueda ayudarte".
Olivia buscando su nombre inocentemente y quedándose mirando la foto de Asher sonriendo. Hola?????? NOS EMOCIONAMOS O NO??? Yo espero a que me digáis jajajaj
Quiero ver a Asher sonriendo feliz 😭😭😭
Y luego la foto en el hospital : (
JaYdEn ¿QUÉ TE PASÓ AMOR? Asher te escribió un post precioso diciendo cuánto te admiraba, TAS BIEN??
Al menos sabemos que está vivo, a Olivia casi le da algo.
Ella que guarda tanto preocupándose de que a otros les moleste que indague. TERNURITA TE QUEREMOS, TAS BIEN??? (sabemos que no pero bueno)
Un abrazo y nos leemos el próximo sábado (o jueves) lo dejo en vuestra mano ❤️
— Lana🐾
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