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Capítulo 16 - La familia Bremen

Aviso: El capítulo contiene spoilers de "Compañeros de Delitos". Ambas son novelas independientes, pero siendo Jayden [CDD] y Asher [LPDA] hermanos, lo que pasó allí le afectó a Asher y se refleja aquí.

Asher nos contará todo lo necesario, no se requiere haber leído CDD, pero, si teníais pensado leerla, os recomiendo hacerlo antes que seguir con este capítulo por spoilers ❤️

Toca Asher y mucha info así que: Palomitas y a darle mucho amor ; )

16 | La familia Bremen

Miércoles, 17 de junio

Asher Bremen

Termino de pegar los números en la columna que me correspondía, viendo cómo la de Sammuel sigue vacía. Damian, nuestro compañero de proyecto durante este curso, tiene su parte hecha. Como nosotros, no tiene especial interés en ser de los mejores del curso para poder participar en el concurso de agosto. El curso al que me apunté está enfocado a emprendedores, por ello, las asignaturas envuelven un trabajo final (o proyecto) que te enseñan a crear, estructurar y presentar. Cubren todos los campos y te ayudan desde la creación de la idea hasta la presentación ante jurado. Claro que, nosotros, no queremos ir a ese concurso ni optar a una beca que subvencione el proyecto, es más, ni siquiera estamos del todo seguros sobre qué trata nuestra propuesta todavía.

Hemos dado pinceladas muy generales, algo que es muy probable que nos corrijan pronto, pero, por ahora, tenemos que terminar una primera tabla con el presupuesto aproximado para que literalmente nos digan que todo está mal y nos enseñen a hacerlo.

Damian dividió el trabajo y terminó su parte pronto, Sammuel y yo, que siempre hemos trabajado juntos en todos los trabajos, no nos hemos acordado de que era para mañana hasta estar cada uno de camino a su piso tras haber estado cenando y bebiendo hasta tarde en Le Nouvel Institut.

—Te odio —murmuro, harto de poner números en el mismo documento cuando ni siquiera estoy seguro de haber comprobado bien los datos que estoy buscando—. Eres una mierda como compañero de proyecto.

Dejo el Red Bull sobre la mesa y oigo a Sammuel poner bien su silla desde aquí. Sé que lleva tiempo reclinándose, hace rato que no le oigo teclear ni escribir nada en el Excel que tenemos abierto.

—Soy yo quien te ha salvado en decenas de entregas así que cállate, imbécil —dice al otro lado de la videollamada.

En eso no se equivoca, en el internado las entregas eran algo caóticas y admito que Sammuel, generalmente tan desastroso como yo con eso, más de una vez se quedaba ayudándome porque yo lo había dejado para el último momento. Al menos, mientras estuve saliendo con Kate, ella me recordaba esas cosas. Recuerdo que ella apuntaba todo en su agenda y ponía alarmas en su móvil para recordar las fechas límite. Muchas veces me las recordaba a mí, íbamos a la sala de estudio juntos, me dejaba algunos apuntes, e insistía en recordarme para cuándo tenía cada trabajo. Ir a la misma clase tenía sus ventajas.

Al romper también me dijo, cabreada, que lo que yo quería no era una novia sino una secretaria. Lo negué, pero no quiso escuchar, claro que ese cabreo me lo merecía. No fui justo con ella, creí que con equilibrar la balanza sería suficiente. Kate me atraía, ella me ayudaba con las clases y yo compensaba. Fui todo lo que se supone que ella quería en una relación, simplemente no la quería. Obviamente, eso no fue suficiente.

El documento empieza a moverse y el ícono de Sammuel selecciona una columna que hace desaparecer y aparecer a un ritmo constante. Sí, él ya ha llegado a su límite de productividad, ahora solo está aburrido y harto.

—Muérete —digo al verlo.

—Tú primero.

Paso una mano por mi frente, deslizando los dedos por mi pelo con algo de rabia. Lo que menos quiero es quedarme haciendo este trabajo hasta tan tarde. Sé que no soy de dormir mucho y que rara vez lo hago del tirón, pero eso no quiere decir que no prefiera estar tumbado en la cama que frente a mi ordenador terminando un trabajo que debimos haber acabado hace dos días.

Me echo hacia atrás en la silla, mis EarPods casi sin batería.

—Esto es una jodida mierda —me quejo.

—Jodida mierda serás tú, imbécil.

—No te lo decía a ti.

Reclino la silla todo lo que puedo antes de rendirme y volver a sentarme bien. Minimizo el Excel para pasar por iMessages y ver si ahí hay algo que me apetezca responder. En casa todavía es por la tarde y sé que los viejos grupos de amigos siguen llenándose de mensajes sobre esta hora. Abro y cierro dos antes de mover Facetime hacia delante.

Como esperaba, Sammuel está sin hacer nada. Tiene los auriculares puestos, el brazo sobre su teclado y no deja de mover un bolígrafo sobre la mesa con aburrimiento. Lo mueve hasta decidir que es mejor idea lanzarlo hacia delante. El bolígrafo rueda sobre la mesa hasta terminar fuera de la pantalla y, por cómo Sammuel lo sigue con la mirada, yo diría que ese bolígrafo ha terminado en el suelo.

—¿Lo dejamos para mañana? —pregunto.

—Sí.

—Eso sí, si quieres que le digamos a Damian algo que no sea "No nos ha dado la gana de terminarlo para hoy", tendrás que hablar tú —aviso.

Él tiene la manía de suavizar las cosas, yo no.

—Como sea. —Levanta la cabeza y veo su ícono desaparecer del documento—. A la mierda el Excel, a la mierda las páginas de presupuestos y a la mierda esto. Me voy a dormir. —Mira hacia la pantalla, su mano en la parte superior de su portátil—. No me dejes tirado mañana por no querer madrugar, te juro que le mando a tu madre el arsenal de tus vídeos borracho como lo hagas.

—No tienes el número de mi madre.

—Pero tengo el de Madeline y eso es casi lo mismo.

Le doy otro trago a la lata de Red Bull.

—Touché —murmuro.

Que Madeline hable más con mi madre que yo es incómodo. Sé que para mi madre siempre ha sido muy fácil encariñarse con las personas. Se encariñó con nuestros amigos, con todos los que pasaban por casa a medida que crecíamos, y se encariñó con todas las exnovias de mi hermano. También sé que no es su culpa sino la mía que ya no hablemos tanto, pero ver cómo ahora ha "adoptado" a Madeline como a una hija desde que los padres de ella la escribieron para decirle que Madeline vendría a París, me molesta. No quiero la atención de mi madre, pero sí que hablemos con sinceridad por una vez.

Solo quiero que ella deje de mandarme mensajes preguntando qué tal estoy y que, de una maldita vez, mencione ese gran muro que se ha levantado en nuestra casa. Quiero que deje de fingir, que sea sincera, que deje de actuar como si todo fuera bien. Hasta que no lo haga, no la quiero deslizándose por mis mensajes como una "madre cariñosa" y, sí, me da rabia que haya preferido "adoptar" a Madeline para sentirse mejor en vez de insistir y tirar esos muros conmigo.

Lo único que quiero es sinceridad, ¿es eso tanto pedir? ¿Es tanto pedir que mi familia deje de fingir que lo que mi hermano hizo estuvo bien, que su irresponsabilidad y la forma en la que nos destrozó a todos es algo que aceptar y punto?

Estoy cansado de intentar abrirles los ojos. Sigue allí, con ellos, la tensión, solo que Jayden sigue el juego a nuestra madre. Nuestro padre está demasiado ocupado con su trabajo y, Lily, se mueve cada vez de forma más incómoda entre ellos. Nuestra familia se está cayendo a pedazos solo porque todos están pretendiendo. La diferencia es que yo nunca he sido de los que fingen. Ahora les veo alejarse de mí porque no son capaces de aceptar que decir que todo está bien no hace que lo esté.

—Creo que mejor me voy a dormir —termina Sammuel. Espera unos instantes, como si pensara que hay algo que quiero decir. Lo deja ir poco después—. Que te jodan, Asher.

Va te faire foutre, idiot  [Vete a la mierda, idiota] —respondo por costumbre.

—No te pedía una traducción.

Con la carta ganadora, termina la videollamada.

Yo bajo la pantalla de mi ordenador y muevo la lata de Red Bull a desgana. Ha pasado año y medio desde que mi hermano casi muere y se siente como si hubiera sido ayer. Todavía puedo sentir la rabia, tan fuerte como al enterarme, recorrer mi cuerpo al pensar en ello. La explicación que nos dieron era ilógica que yo era incapaz de unir los hilos, mi mente buscaba con ansias la última pieza que uniera el puzzle. Esa frustración, esa rabia, ese miedo, me consumió.

A día de hoy puedo oír el llanto de mi madre al recordarlo, puedo sentir la opresión en mi pecho que me generaba mirar la puerta del baño de la habitación del hospital y saber que Lily estaba dentro porque no era capaz de irse pero tampoco de quedarse. Recuerdo quedarme dormido en la sala de espera mientras mi hermano pasaba largas horas en quirófano, con mi hermana llorando sobre mis brazos y mi madre dando vueltas por la sala sin poder parar de moverse.

Esos recuerdos se cuelan en mis pensamientos cada vez que pienso en mi familia, esa rabia regresa cuando mi madre o mi hermano me escriben porque parece que lo hubieran olvidado. Quizás ellos puedan, pero yo no, porque dejar pasar que Jayden salió una noche solo para volver prácticamente muerto y todo lo que vino después es demasiado como para fingir que está bien. Él tomó malas decisiones, calló de más y casi termina con su vida, con la de nuestra hermana, y la de nuestro padre de un solo golpe.

No voy a olvidar eso, no voy a dejarlo pasar como mamá solo porque él sobreviviera y "no fuera bueno agobiarle más" con el tema ni voy a ponerme a jugar a los estúpidos juegos de la play con Jayden por muchas veces que se conecte a las partidas que hago con mis amigos porque se las apaña para enterarse cuándo son y cómo entrar a ellas.

Me dijo, una vez, que yo era demasiado parecido a nuestro primo Dominic. Que, si no tenía cuidado, terminaría sacando lo peor de él, ese rencor que guarda tan cerca de su corazón y ese odio incluso hacia sus más allegados. Quizás acertó en eso, pero, al contrario que Dominic, yo no lo guardo por gusto, lo hago porque tengo mis valores suficientemente claros como para saber qué está bien y qué no, porque no me callo cuando algo que otros hacen está mal. Nunca. Que otros se tomen mal la verdad porque siguen negándola ya no es problema mío.

Sin darme cuenta, he ido haciendo tanta presión en la lata que ahora ha perdido su forma entre mis dedos. Maldigo al notar que lo que quedaba de Red Bull ha empezado a caer y me levanto para tirarla al contenedor de la cocina y olvidarme de todo un rato. Esa es una de las razones por las que prefiero estar en el piso lo menos posible, no quiero pensar, no quiero tener la oportunidad de volver a recordar. No quiero de vuelta lo que sentí y, sin embargo, no consigo que la rabia haga más que crecer.

No llego a abrir la puerta del todo al ver luz en la cocina. No es la luz principal, sino una bola blanca iluminada sobre la mesa. Paro en seco al ver a Olivia ahí, con un ancho jersey de punto tan diferente a lo que suele llevar sobre sus hombros, su pelo mal recogido en un alto moño y leyendo un libro que tiene abierto sobre la mesa.

Sin levantar la mirada del libro, pregunta:

—¿Discutes con todo el mundo?

Pardon?

—Hay mucho silencio y las paredes no son gruesas —explica.

Muevo la lata entre mis manos. No es la primera vez que encuentro a Olivia despierta de madrugada. A veces llego tarde y ella sigue por la cocina, comiendo algo, con una tablet, o asomándose por la ventana sumida en completa oscuridad. Otras veces oigo pasos por el piso a las cuatro o cinco de la mañana y, sin saber decir por qué, sabría decir que son de ella.

—¿Y me lo dices porque...?

Deja el lápiz que tenía sobre la mesa dentro del libro y lo cierra antes de mirar.

—No lo sé, creí que debías saberlo. Hoy han sido insultos, pero, ¿quién sabe si necesitarás recordarlo más adelante por algo más privado?

La insinuación casi me hace reír, dejando a un lado la molestia de antes y dejando de presionar la lata en busca de desahogo.

—Tendrás que ser más clara si quieres que entienda lo que insinúas.

Olivia echa el libro a un lado y trato de ver el título desde aquí, pero está demasiado lejos. Es fino, de portada clara y con forma cuadrada. Casi pienso, por un segundo, que es el libro infantil que le di, pero lo descarto rápido.

Entiendo lo que insinúa, pero quiero ver si es capaz de ponerlo en palabras. Es curioso que Ansel la llamara "ingenua" e "inocente", ciego ante la astucia que su mirada delata bajo un rostro dulce y sonrisa agradable. Él se mueve ciego alrededor de Olivia, a veces incluso pienso que es lo que ella intenta.

—Te lo explicaría con dibujos, pero no tengo papel así que tendrás que intentar pensar como un chico mayor por unos segundos, ¿podrás hacerlo? —Incluso usa la voz que usaría con un niño y eso me hace mirarla con un notorio "¿Estás jodiéndome?" que se toma a bien—. Hay una cosa que se llama sonido y, por muy loco que te parezca, el sonido no es físico. Eso quiere decir que las paredes no lo hacen desaparecer por completo y que si hablas a un lado, todavía pueden oírte al otro lado.

La miro sorprendido.

—¿Así que, si hablo tras algo, todavía puedes oírlo? —Pregunto con una marcada falsa sorpresa—. Voy a tener que pedir muchas disculpas después de esto.

—Estoy segura de que no.

Cierro la puerta de mi habitación y me quito los EarPods para meterlos en los bolsillos de mis pantalones ahora que no estoy usándolos. Espero una respuesta más completa y ella termina por notarlo porque añade:

—Te gusta demasiado molestar a la gente, dudo que insultes con algo de por medio.

Tiro la lata al contenedor.

—Cierto. —Me estiro para quitarle el libro y sonrío con superioridad al darle la vuelta y comprobar que, efectivamente, es el libro infantil que le di. Esto no lo veía venir. Ella no se esfuerza en levantarse o hacer amago alguno de quitármelo, solo apoya el codo sobre la mesa, casada, y espera como si viera venir un comentario malintencionado. Solo por llevarle la contraria, lo dejo pasar—. Así que has seguido mi consejo y has decidido estudiar francés con algo a tu nivel.

—Tiene muchos dibujos, me gustan los dibujos.

Esa inocencia de la que habla Ansel se abre un hueco en ella y, como la vez que la encontré con ropa de fiesta comiendo en la cocina, esa mezcla le da un toque casi angelical. La inocencia cubre de dulzura un atractivo que la forma en la que viste puede endurecer, casi diría que es tierna.

—Los dibujos —repito con ganas de reír.

Se encoge de hombros antes de rehacerse el moño.

—Al menos esos los entiendo, las frases son difíciles.

—¿Cómo va a ser difícil si es para niños de tres años? —Lo abro para dar con que prácticamente todas las palabras de la primera y segunda página están subrayadas a lápiz y con su traducción escrita encima. Realmente está intentando leerlo—. Sí que quieres aprender francés, ¿no?

—Claro que quiero, un poco al menos, suficiente como para no quedarme en blanco cada vez que la cajera me habla porque no entiendo lo que quiere decirme. —Hay incomodidad en el recuerdo que eso le trae y cierro el libro de nuevo. Esta vez, no se lo devuelvo.

Esa ternura que llega a causar sin darse cuenta hace que me incomode la imagen que sus palabras han creado y, compadeciéndome, me siento a su lado.

Abro el libro.

—Estando en Francia oirás y leerás francés por todas partes quieras o no, así será más fácil de aprender. Vas a ir haciendo mucho oído e, inconscientemente, también empezarás a entender mucho de lo que veas escrito —explico. Agarro la bola de luz que ella tiene, una que se apaga en cuanto la aprieto, y la enciendo de la misma forma, sorprendido ante la existencia de algo así antes de dejarla de nuevo sobre la mesa—. Tienes que quedarte con la estructura al leer, si conoces algunas palabras y entiendes cómo se estructuran las frases, el resto podrás sacarlo por contexto. Yo hago eso siempre que no conozco alguna palabra.

Frunce el ceño.

—Pensé que dominabas el idioma, siempre te oigo hablar en francés con el resto.

—Sí y no. Mi madre es francesa, pero vivimos en Virginia así que estudié en inglés e hice vida en inglés. Hay mucho vocabulario que no tengo.

—Así que eres medio francés —entiende, apoyando la barbilla sobre su mano y, esa completa atención e interés, me llegan a incomodar, pero no podría decir que lo hace en el mal sentido. Más bien siento la presión de no cometer ningún error, como si acabaran de ponerme sobre un lago congelado sabiendo que el hielo puede romperse bajo mis pies si doy un paso en falso.

—Tengo doble nacionalidad —corrijo.

Mi madre se aseguró de ello para que cada uno de nosotros: Jayden, Lily y yo, tuviéramos también la nacionalidad francesa, como ella, rellenando el papeleo porque al haber nacido fuera de Francia no la obteníamos de forma automática. Siempre ha sido muy importante para ella mantener la cultura francesa con fuerza en nuestra casa, aunque nuestro padre es algo más dejado en ese sentido. Él apenas habla francés, lo que, cuando era más pequeño, era bastante gracioso porque Jayden y yo hablábamos en francés para cualquier mala idea que tuviéramos y que así él no fuera capaz de entendernos.

—Así que sueles ¿vivir en muchos sitios? —Su pregunta es extraña, mueve los dedos de la mano que tiene sobre la mesa contra el mármol mientras, con la otra, sostiene su barbilla. No sé qué es, pero algo en esa frase golpea mi subconsciente con un aviso de que no estoy terminando de entender lo que veo u oigo.

—En Virginia —repito—, aunque los últimos años he estado viviendo en Maine.

—¿Y en Francia no?

—Solo los veranos. —No termino de entender por qué le respondo con tanto detalle, pero lo hago—. Mis abuelos son de Nantes y mi tío vive en París, así que paso los veranos aquí.

Omito decir que es porque nunca he disfrutado mucho de pasar tiempo en casa. Ahora las cosas están tensas por Jayden, pero, antes de eso, tampoco acostumbraba a pasar tiempo allí. Yo tenía catorce cuando mi prima, Tiffany, murió en un accidente. Nunca les conté a mis padres por qué eso me tocó tanto, nunca les expliqué la culpa que sentía porque yo sabía algo que ellos no, pero esa culpa me carcomió. Me hizo salir corriendo y, una vez empecé, no pude parar de hacerlo. No era capaz de estar en casa donde, una vez a la semana, nuestros primos solían venir a visitarnos. Incluso ver a Lily, solo un año mayor que Tiffany, era doloroso. Y ya ni pensar enfrentarme a Dominic, su hermano y el mayor de todos nosotros.

La culpa, lo que nunca les conté a mis padres, se trabó en mi garganta y me ahogó, cada día, hasta que pude poner suficiente distancia como para volver a respirar. No fue difícil para mis padres saber por qué quería irme. Quizás sí para mi padre, él nunca ha entendido bien las emociones, pero mi madre lo entendió, a su manera. Ella sabía que yo lo estaba pasando mal, que adoraba a Tiffany y que me estaba costando sobrellevar su muerte. Por eso, rellenó los papeles y aceptó que me fuera a un internado que casi hacía frontera con Canadá. Incluso Jayden lo sospechaba aunque nunca llegó a ponerle voz.

En cuanto comprobé que estar lejos me devolvía la respiración y la tranquilidad, no fui capaz de volver. Empecé a correr. Algunas navidades ni siquiera volvía a casa, pasé unas navidades con Kate, otras con otra ex-novia, Johanna, algunas veces volvía a casa para los días importantes, otras ponía pegas y lo evitaba. Los veranos nunca volvía, iba a visitar a mis abuelos y, después, si tenía suerte, mi tío Bastián venía a recogerme a la estación de Montparnasse y pasaba una quincena con él. Si no, simplemente me quedaba con mis abuelos un poco más y volvía directamente al internado al terminar el verano.

—¿Dónde está Nantes? —pregunta.

—Al norte, a unas cuatro horas de aquí. —Sin querer pensar más en las razones por las que siempre termino lo más lejos de Virginia que puedo, señalo la primera página del libro—. Lee esto.

Se aparta un poco, su mano cae y frunce el ceño hacia el libro.

—No entiendo.

—No vas a entender nada si no empiezas a estudiarlo —respondo.

—No, me refiero a que no entiendo por qué tendría que leerlo.

—¿No es obvio? Porque voy a ayudarte a terminar con el libro, con suerte sacarás vocabulario y, si no, tendré la oportunidad de reírme de ti un rato.

Me reiré, probablemente, porque me gusta verla molesta. Reacciona rápido, como si hubiera un resorte haciéndola saltar antes de pensar y, la verdad, es que sus respuestas nunca decepcionan.

—¿Qué eres ahora, mi profesor? —pregunta.

—Bueno, necesitas uno, ¿no? Además, soy de sueño ligero y tus paseos nocturnos empiezan a sacarme de quicio. Así al menos hago algo que no sea mirar al techo porque no me dejas dormir.

Miento porque sé que, ande o no, yo voy a despertarme igual. Mi madre me ha echado en cara toda la vida no haber dormido del tirón ni una noche cuando era un bebé, algo que ha seguido conmigo porque, en casa, terminaba dando paseos nocturnos hasta el jardín o salón al despertar en plena noche, completamente descansado, y no poder volver a pegar ojo.

Olivia baja la mirada. Por una vez, no hay dureza en su respuesta.

Cierra el libro.

—Siento eso. No te preocupes, me quedaré en mi habitación la próxima vez. —Se pone en pie, con el libro bajo el brazo y la bola de luz en su mano—. Buenas noches.

Esa dejadez en sus palabras hace que tire de su brazo antes de que se aleje demasiado. No puedo creer que vaya a hacerme retractarme de algo, de verdad que no. Contengo las palabras porque me incomoda decirlo, porque hacerlo es tan complicado como lo sería darle la razón a mi madre a día de hoy y tener una conversación como las que quiere tener conmigo. Las palabras a duras penas dejan mis labios e intento alterarlas tanto como puedo para hacerlo tolerable.

—No te eches rosas, rubia, no eres la razón por la que no puedo dormir.

Espera, con su mirada fija en mí, unos segundos.

No hay nada que la delate, nada hasta que me da una sonrisa complacida.

—Lo sé, pero oírte retractarte es algo que tenía que verte hacer alguna vez. —Vuelve a sentarse, esta vez a mi izquierda, y desliza el libro hacia mí—. ¿Me lo lees?

Quizás sea porque me sorprende cómo acaba de darle la vuelta a nuestras cartas por primera vez, o puede que por esa sonrisa y emoción positiva que brilla en ella cuando, victoriosa, se sienta de nuevo, pero no presto atención suficiente a sus palabras como para cuestionarlo o quejarme.

Simplemente lo tomo, abro el libro, y hago lo que me ha pedido.

──────༺༻ ──────

Obviamente empezaré diciendo: ASHER LE ESTÁ LEYENDO A OLIVIA EN FRANCÉS

LANA GRITANDO DE FONDO PORQUE ESTAS COSAS ME EMOCIONAN MUCHO

DEW

EW

EW

FR

EWFW

¿Sabéis a qué me recuerda? A Jayden hablándole en Francés a Danielle porque a ella le gustaba oír el idioma aunque no entendiera nada #LosBremenYElFrancés

Volviendo arriba:

Asher y Sammuel recordando que tenían deberes de madrugada... ¡QUE LEVANTE LA MANO QUIEN SE SIENTA REPRESENTADO O REPRESENTADA! (🖐🏻)

Ya sabemos más del curso: Para que emprendedores diseñen una idea de proyecto (Gracias Asher porque Olivia capaz y no sabe aún porque ni a clase va lol)

#SoyOliviaSaltándomeClasesSiempre

#SoySammuel, YoSíVoy

Oh y, Asher modo: Yo no duermo, yo deambulo. Alta envidia, ya quisiera yo no tener sueño 24/7 PERO ahora, ¿eso que veo son "salidas" nocturnas?

¿OLIVIA Y ASHER VAN A EMPEZAR A VERSE DE MADRUGADA?

#Yo digo que -y practicarán francés-

#Yo digo que -solo para hablar

#Yo digo que no porque nos conocemos

Solo diré que como queden por las noches, así nos veo:

Traducción/interpretación: "seré el tercero en esa relación"

Vale, hora de hacer referencia al "elefante de la habitación": La familia Bremen.

Si venís de CDD ya conoceréis los nombres y os sonaría esa unión con Asher yéndose al internado porque Tiffany murió y eso le dolió mucho, pero,

ASHER VEN AQUÍ QUÉ TE FALTA DE CONTAR QUÉ ES ESTO. EXIGIMOS RESPUESTAS.

Contado por él eso de no pisar su casa es algo más triste que contado por Jayden </3

Y no olvidemos sus relaciones. Ese "Simplemente no la quería" como si las relaciones fueran simplemente estar y dar algo a cambio de otra cosa sin sentir nada ha dolido desde aquí. #KateTeApoyamos

#AsherAprendeDeRelaciones

#QueJaydenTeEnseñe

y, hablando de Jayden, más o menos ya sabemos qué pasó ahí. Jayden hizo algo que casi termina con él y con la mitad de su familia y nadie quiere hablar de ello. Su madre solo finge que no pasó y Asher se nos ha cansado de que todos pretendan y nadie le hable claro.

#DeberíanHablarlo

#LaMadreDeberíaDejarDeEsquivarElTema

#HacenBienOlvidandoYSiguiendoAdelanteComoSiNada

#LILY VEN A LPDA TE QUEREMOS AQUÍ  ❤️

Ojo, que Asher aún no nos ha especificado todo, dadle tiempo y, sobre todo si venís de CDD, esperad, respirad, y dadles una oportunidad a todos de explicaros todo lo que pasa. ¿Ok?

Un abrazo y nos leemos el sábado  ❤️

— Lana🐾

PD-ASHER PONIÉNDOSE A LEER PORQUE ELLA LE HA DEJADO SIN PALABRAS Y NI SE HA DADO CUENTA DE LO QUE HACÍA PUEDE CON MI CORAZONCITO

*Olivia manipulándole de fondo*

SHIPPPPP

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