Capítulo 8.2
Loira se alegraba de la intervención de Elster. Podría haberlo manejado sola, sin duda, pero de este modo Vestul no podría echarle en cara sus malas palabras. Era cierto que no podía unirse a Tiberio porque era su primo. Las uniones con familiares solo estaban permitidas si eran primos terceros y, solo en casos muy estudiados y bajo ciertas circunstancias, se permitía con primos segundos. De esta forma se evitaban las posibles malformaciones de los fetos o problemas mentales al ser parientes cercanos. De ahí que los registros de nacimientos fuesen tan completos y exhaustivos. El árbol genealógico de cada familia era el pilar de su civilización. Todos sabían qué parentesco tenían con los demás para saber quién estaba vedado para ellos o no.
Se quedó mirando un momento el gran Salón de la Reina, su sala, llena a rebosar de gente. Como era tradición, cuando accedió al trono cambió la decoración. Mandó pintar cada pared con unos motivos diferentes. De esta manera, en el lado derecho había un mural que representaba el hielo, el palacio, osos polares, la luna y la noche, todo en tonos blancos, azules oscuros y negros. En el lado izquierdo del gran salón alargado, había otro gran mural donde se representaba el Reino del Sol, repleto de luz, arena, gente de tonos oscuros y un sol brillante en el cielo, donde predominaban los tonos amarillos y marrones. Y, por último, el mural que se situaba tras ella, en el extremo de la sala detrás del trono: un gran mural de tonos verdes y colores chillones que representaban la fauna y flora de la Zona Neutral. Ella había roto la tradición de poner todas las paredes repletas de murales que representaran su propio mundo y había decidido incluirlos todos en su sala. Le dio igual el revuelo formado. Ella era la reina y ella decidía.
— No hagas caso a Vestul, Loira, aún eres joven y tienes tiempo —dijo Elster poniendo fin a sus pensamientos y haciéndola regresar al presente—. Mi hijo no es para ti.
— Lo sé, tía Elster —contestó ella asintiendo—. Sé perfectamente las normas y por ese motivo jamás he mirado a Tiberio como algo más que un amigo, un primo, un igual; ambas, tanto Siena como yo.
— Tu madre tenía grandes planes para ti, Loira. Esperaba mucho de ti y te veía capaz de grandes cosas, pero tampoco quieras correr. Tómate el tiempo que necesites para ser joven, la madurez llegará sola y también tendrás tiempo de disfrutarla. —le dijo su tía.
— No tengo ninguna prisa, te lo aseguro —dijo ella dejando escapar una risita. Con su tía siempre podía relajarse. Era una de las pocas personas que realmente siempre la había querido ayudar, siempre le había ofrecido buenos consejos y nunca había traicionado su confianza.
Curiosamente, su tía había sido la madre que no había sido la Reina Adda. Era dulce y cariñosa, desprendía maternidad por cada poro de su piel, mientras que su madre había sido la frialdad personificada. Elster tendía a defender a su hermana Adda, pero había cosas que no tenían excusa para una hija. Siena había tenido el amor y atención de su padre, pero ella... ella solo había tenido la atención esporádica y crítica de una madre que únicamente quería la perfección en la próxima reina y, a ser posible, hacerla a su imagen y semejanza en todo. Y lo había conseguido.
Elster había sido una princesa que sabía que nunca tendría que reinar. Había estado siempre al lado de Adda, siendo su defensora y apoyo si esta lo necesitaba, justificando cada acto de su hermana aun cuando no sabía los motivos por los que hacía las cosas. Al contrario que Siena y ella, su madre y su tía habían estado unidas. Adda había contado siempre con el apoyo de su hermana sin las complicaciones del sentimiento de posesión que ella tenía en cuanto al trono. No podía evitar ver a Siena como una posible rival, sentimiento que nunca había visto entre su madre y Elster. Y envidiaba esa relación. Siena no prestaba atención, no se preocupaba, no la apoyaba, iba siempre a lo suyo y no había prácticamente comunicación entre ambas. A veces, incluso, llegaba a ser su mayor detractora y eso, no solo le dolía, sino que también la llenaba de ira. Por eso no podía evitar ver a su hermana como un peón al que usar y, a ser posible, quitarse de en medio si podía, antes de que pudiese tener opciones de acceder al trono y decidiese que ella lo haría mejor que su hermana.
— Además, hace unas noches Tiberio me dijo que tenía pensado unirse a una mujer ya —dijo su tía con evidente entusiasmo.
— ¡Oh, vaya! —contestó ella intentando sentir algún tipo de interés por su primo o de simular regocijo por su unión— Cuanto me alegro, tía. De aquí a nada tendremos nuevos retoños corriendo por aquí.
— Eso espero, Loira —dijo con una sonrisa aún más grande—. Mi época como madre llegó a su fin y ya tengo ganas de ser abuela.
— ¿Y quién es la afortunada que ha encandilado a tu hijo? —preguntó Loira haciendo un rápido repaso mental a todas las solteras de la ciudad. Encontró varias candidatas que podrían gustarle a su primo y que eran de su edad o algo más pequeñas.
— Pues es Davra —contestó señalando con el dedo a la joven que organizaba a su grupo para las reparaciones de los molinos de viento, su ministra de energía. No había pensado en ella. Curiosamente, siempre había visto a Davra como una mujer metida de lleno en su trabajo y que ni miraba a los hombres. Pero había ido a escoger al primo de la Reina y jefe de la Guardia. Tanto para su trabajo como para escoger marido estaba claro que no era tonta la chica.
Por el rabillo del ojo vio como Vestul, que aún permanecía cerca de ellas, asentía sonriendo y se alejaba hacia el otro extremo de la sala por un lateral. Había estado esperando a ver si escuchaba algo de su interés. Debería haberse dado cuenta de que no se había marchado antes de hablar con su tía.
Le había parecido extraño que Vestul sacase a colación a su primo proponiéndolo como candidato para ella, sabiendo que no era posible esa unión y lo había hecho justo cuando Elster podía oírlo. Eso le dio qué pensar a Loira. ¿Y si lo dijo para ver si, sacando el tema, obtenía alguna información de Elster? ¿Y si ya había oído hablar sobre la relación entre Tiberio y Davra y quería una confirmación? Estaba claro que había visto venir a Elster y por eso había mencionado a Tiberio y, al no obtener lo que buscaba de inmediato, había permanecido cerca hasta conseguir algo de información y, al momento, salir corriendo disimuladamente. Se demostraba de nuevo que Vestul era un cotilla. Aunque le mantendría vigilado e intentaría que no volviese a escuchar ningún tipo de conversación privada suya. No le gustaba que ese hombre tuviese más información sobre ella que la estrictamente necesaria.
— Me alegro muchísimo, tía —contestó Loira con una sonrisa—. Davra es una mujer muy inteligente y seguro que será una gran madre. Además, con suerte, eso le dará fuerzas y razones para terminar antes la cúpula.
— Sí, sin duda —contestó Elster riendo—. Y no te preocupes por Vestul, yo también le he visto irse cuando he dicho lo de Davra —dijo aun sonriendo—. Se piensa que es sigiloso y disimulado, sin embargo, no lo es. No te preocupes, siempre ha sido así, pero nunca ha hecho más que cotillear. Adda siempre le llamaba el ministro de los chismes. Aprovéchalo, le gusta contar lo que sabe. Tu madre siempre estaba informada de absolutamente todo lo que pasaba en la ciudad gracias a él. No es necesario que tú le des información para que él te cuente todo lo que sabe. Y lo bueno es que también puede contarte lo que oiga sobre ti. Así podrás mejorar en algo en concreto para ganarte el favor de alguien o ser más discreta sobre algunas cosas.
— ¿Más discreta sobre qué? —preguntó Loira notando el tono condescendiente de esa última afirmación y esperando que no fuese por lo que ella intuía.
— Sobre Urai y tus encuentros con él en tu habitación —contestó su tía confirmando lo que ella había pensado—. No es algo malo. Tú puedes hacer lo que quieras con quien quieras. Pero el que, tanto tú como él, tengáis edad para uniros y solo os dediquéis a jugar mientras el Consejo te mete prisa, pues... Vestul no lo entiende y supongo que por eso te azuza en ese aspecto.
— No hay nada con Urai —vio la mirada que le dirigió su tía que indicaba que sabía la verdad—. Quiero decir que ya no hay nada con él. Nunca le vi bueno para el puesto que debía ocupar a mi lado. Necesito otro tipo de hombre y por ese motivo ya no nos vemos. Ahora estoy buscando a alguien más acorde a mí.
— Excelente, Loira —asintió su tía—. Aunque es una pena. Siempre pensé que ese chico era perfecto para ti.
Y con ese comentario su tía se apartó y se alejó rumbo al grupo de su hermana. Suponía ella que iba a pedirles las hojas de ruta para que pudiesen partir ya. Estaba claro que le gustaban las salidas teatrales y majestuosas, quedándose con la última palabra y sentenciando la situación. Urai no era bueno para ella, de hecho, siempre se había sentido avergonzada de lo que había pasado con él y ahora, siendo consciente de que había gente que lo había sabido, todavía más.
Que lo supiese Elster le daba igual, sabía que ella no lo comentaría con nadie y si le decía que lo olvidase, su tía lo olvidaría. Pero Vestul era otro tema. Tendría que hablar con él, saber a quién se lo había contado y empezar a callar bocas. Empezando por la del propio Vestul. Esperaba que fuese un hombre fiel a su Reina, que obedeciese y estuviese callado, si no tendría que tomar otro tipo de medidas más drásticas.
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