Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6

Siena se paseaba por el patio interior de palacio disfrutando de la tranquilidad de la soledad. Le habían dado el alta pocas horas después de la visita de Arno y su hermana y hoy ya se encontraba mucho mejor tras unas horas de sueño reparador en su cama. Tenía un bonito moretón en la mandíbula que iba desde tonos amarillos hasta tonos morados, casi negros y que además le dolía bastante al comer, pero sabía que sería cuestión de unas noches y estaría como nueva.

Le habían dicho que tuviese cuidado por si sufría algún mareo o migraña fuerte durante las siguientes noches y que estuviese relajada y no hiciese muchos esfuerzos. Así que allí se encontraba, siguiendo los consejos del médico y teniendo la noche más aburrida que se podía tener. Pasear por el patio interior no era precisamente un pasatiempo divertido, pero así estiraba un poco las piernas y tenía la sensación de haber salido de palacio por lo menos un rato. Sin embargo, ahora iría a uno de sus sitios favoritos: la biblioteca. Una sala inmensa con filas y filas de estanterías llenas de libros y documentos con todo tipo de información. Encontrabas libros sobre tecnología, agricultura, animales, clima, plantas de la zona de Tundra y Zona Neutral. Había de todo. Incluso se había leído el último tratado de paz entre su reino y el Reino del Sol. Todo estaba ahí. Y ella adoraba leer y saber más. El resto de esa noche lo pasaría junto a su chimenea leyendo algún libro interesante.

Leer era uno de sus pasatiempos favoritos. Normalmente, en aquellas noches en las que tenía menos que hacer, ocupaba algunas horas en ayudar en la construcción de la cúpula, pero siempre después de haber realizado todos sus quehaceres. Hoy estaba ociosa, sin embargo, no podía echar una mano en casi nada. Lo que la dejaba todo el tiempo del mundo para su principal hobbie. Decidió que continuaría su paseo rumbo a la biblioteca y pasaría un rato caminando entre las estanterías en busca de un buen libro para las próximas noches.

Volvió a entrar entre los muros de palacio y fue hacia el corredor rumbo al ala del palacio donde se encontraba la biblioteca. No hubo cambio de temperatura ya que el patio interior era lo primero que se había cerrado con cristal calefactable por lo que la temperatura era muy agradable en esa zona. Se decidió que era el mejor sitio donde probar la nueva tecnología y ver si era viable para el resto de la ciudad. Y, bueno, lo fue.

Lo que no esperaba era encontrarse con Arno según cruzó el umbral de la inmensa puerta de doble hoja de madera y hierro que había sido engrosada para incluirle una gran capa interior de aislante también calefactable. Una absoluta maravilla que se repitió en cada una de las puertas que daban al exterior.

Arno se encontraba apoyado contra la pared, justo en frente de la puerta. Debía de llevar un rato ahí, observándola, mientras esperaba que ella se decidiera a entrar. Era algo que quizá debería empezar a preocuparla, aunque, de momento, lo dejaría pasar. Sabía que el chico estaba preocupado por ella después de lo sucedido, así que lo pasaría por alto. Le sonrió y se acercó a él al ver que se separaba de la pared y se erguía con intenciones de ir hacia ella. ¿Para qué retrasar lo inevitable o intentar esquivarle? Mejor ir de frente, tranquilizarle e irse de nuevo sola. Quizá les debía parecer a todos algo introvertida o poco dada a relacionarse socialmente, aunque en las ocasiones especiales sí había demostrado que sabía moverse con todos, que los conocía y que se relacionaba con todos ellos muy bien.

Arno se acercó a ella para encontrarse en medio del pasillo. Le sonreía hasta que le vio la mandíbula y los moretones que tenía. En ese momento su sonrisa se torció hasta convertirse en una mueca que iba del desagrado a la disculpa.

— Vaya, hoy tiene peor pinta —dijo mientras le sujetaba el mentón a Siena para alzarle la cara y verlo mejor—. Aunque debo decir que tienes toda la gama de colores que se puede tener.

Arno le estaba tomando el pelo. Eso le sorprendió. No parecía nervioso sino, curiosamente, seguro de sí mismo. Y se lo había dicho riéndose... La sorpresa hizo que levantase una ceja y le mirase burlona.

— Me alegro de que le guste la obra, señor —contestó ella haciendo un esfuerzo por evitar sonreír y parecer seria—. El autor se esforzó mucho para que el lienzo adquiriese tanto color y parece que consiguió impresionar al espectador.

Ambos se rieron de la broma y del juego de palabras hasta que Arno paró de reírse y le volvió a coger el mentón mirando de nuevo las coloridas marcas.

— Creo, sin lugar a duda, que es una auténtica obra de arte del artista —dijo asintiendo—. Este tono amarillento representa perfectamente su bebida favorita: ¡la cerveza! —y volvió a reír y a hacerla reír—. Que mala idea ha sido pensar en cerveza. Aún queda una hora para la comida, pero ya tengo ganas de tomarme una al ver su color en tu cara. ¿Te apetece una?

Él seguía riéndose aún y se sorprendió a sí misma aceptando la invitación. Era la primera vez en toda su vida que se encontraba tan a gusto con alguien que no fuese su padre o su entrenador, Neis. Y le sorprendía que fuese justo con Arno ya que nunca se había sentido cómoda con él, sino que más bien rechazaba su contacto y cercanía. Este cambio era tan inesperado como agradable.

Fueron caminando hasta la puerta entre bromas. Le ayudó a ponerse las capas de abrigo antes de ponerse las suyas propias. Ese gesto fue innecesario, pero tenía que reconocer que no le desagradó. Y, riendo de nuevo, salieron al frío cortante del exterior. La noche era terriblemente fría debido a la inamovible ventisca. Caminaron pegados a las paredes hasta que dos calles más abajo encontraron la puerta que buscaban y entraron. La cantina estaba caldeada, aunque todos se quedaron mirando a los recién llegados que habían dejado congelados al resto al abrir la puerta. Todas las casas se habían reformado o construido para que tuviesen dos puertas de acceso consecutivas, quedando en forma de exclusa. De esa manera debías cerrar la primera para poder abrir la segunda. Así se evitaba que el frío exterior entrase con toda su fuerza en el interior. Eso no evitaba que algo de frío se colase cada vez que entraba o salía alguien.

Siena se quitó las capas de ropa de abrigo, así como los cobertores de la cabeza y cara que solo dejaban los ojos sin cubrir ya que estos iban cubiertos por unas gafas que abarcaban de oreja a oreja y que no permitían que entrase ni un soplo de aire a los ojos. Sin esas gafas era impensable salir a la ventisca y pretender que el frío y el viento no te congelasen ojos.

Sacudieron la nieve de los abrigos y los dejaron colgados en unas perchas a la entrada. De nuevo, Arno se mostró atento cogiendo las prendas de sus manos después de colgar las suyas propias y se encargó de dejarlas bien colocadas. Otro gesto innecesario, pero que le sacó una nueva sonrisa. Era extraño en Arno. Hoy todo su comportamiento era extraño. Se había acercado para hablarla y no para pedir disculpas como la vez anterior o para proponerla entrenar o consultarle algo sobre alguna salida al exterior como ocurría el resto de las ocasiones que habían hablado. Hoy solo había ido para hablar y bromeando, además. Otra novedad más. Su actitud había sufrido un cambio notorio, y no solo debido a las bromas, sino a la seguridad en sí mismo que mostraba, a su falta de indecisión y a la desaparición de ese tartamudeo que le provocaba su constante inseguridad. Y ahora había que sumar a todo eso lo atento que estaba con ella. Prácticamente se ignoraban mutuamente y de pronto la trataba con cercanía, compañerismo y delicadeza; como si hubiese entre ellos una complicidad nacida tras años de amistad y trato.

Bueno, no le desagradaba el cambio de Arno. Así sería mucho más fácil el trato con él, sobre todo cuando terminase la tormenta y saliesen juntos a cazar para reponer todos los almacenes de víveres. Nunca había entendido porqué era un chico tan vergonzoso y callado en la mayoría de los casos. No tenía en sí motivos ya que casi todas las chicas y mujeres jóvenes le miraban cada vez que le veían por lo guapo que era y el cuerpo que tenía. No podía negar que tenía un físico que llamaba la atención. Le había visto en muchas ocasiones en el gimnasio sin camiseta y había desarrollado músculos largos y fibrosos, cada uno de ellos se marcaba hasta el punto de que podrías haber dado una clase de anatomía perfecta con él como modelo y guía. Con un pelo rubio algo más oscuro de lo habitual y muy corto, con facciones serenas y quizá algo duras, aunque de una extraña belleza e increíblemente alto y de piernas largas y abdominales de acero.

Entendía por qué las mujeres se daban la vuelta para observarle y porqué algunas otras cazadoras le miraban con ojos fijos cada vez que se quitaba la camiseta. Sin embargo, a pesar de que tenía que reconocerle todo eso, nunca había tenido afinidad con él ni había sentido inclinación a quedársele mirando embobada. Siempre le había tenido por un insulso con más músculos que inteligencia. Hasta que esa noche había demostrado que tenía la suficiente cabeza como para poder bromear de una manera mínimamente inteligente. Parecía que al final sus escasas neuronas habían trabajado para concederle sentido del humor.

Siena sonreía ante su fugaz pensamiento mientras se acercaban a una de las mesas altas repartidas por la sala. Ya nadie los miraba. Les habían identificado según se habían descubierto la cabeza y ya habían vuelto todos a sus conversaciones. Se sentaron en los taburetes mientras Arno hacía una seña al camarero para que trajese dos cervezas grandes. Doubs no tardó en traerles sendas cervezas. Era el camarero más eficiente que habían tenido nunca a juicio de jóvenes y mayores. Sus padres llevaban regentando la cantina desde siempre, al igual que muchos de sus ancestros. Había pasado de generación en generación. Doubs era el sexto y último hijo de la pareja y lo tuvieron ya con más de cuarenta años, hecho que propició que el embarazo no tuviese un final tan dulce como el esperado. Doubs nació con Síndrome de Down. Requirió algo más de dedicación, pero Doubs demostró que era muy capaz. Y, poco a poco, cogió agilidad y destreza en el oficio que, junto con la pasión que sentía por su profesión, hacía que fuese el mejor. Siempre se acordaba de todos y de lo que solía pedir cada uno. Era rápido y eficiente y siempre te recibía y te hablaba con la mayor de las sonrisas. Tenía el respeto y el cariño de todos y Siena juraba que nadie más en toda la ciudad era tenido en tal estima por todos como él. Y ella se incluía en ese gran grupo.

Según dejó Doubs las jarras sobre la mesa ella le dio un gran abrazo que él no dudo en responder de la misma manera y con su característica sonrisa.

— Como siempre, sabes lo que ponerme antes de que abra la boca y además lo tengo en la mesa antes casi de sentarme. Eres el mejor, Doubs —dijo Siena según le soltó.

Doubs se limitó a ampliar su sonrisa, dar las gracias y salir corriendo para servir otra ronda de cervezas para la mesa de al lado. Sin duda, nadie estaría desatendido nunca si dependía de él.

— Bueno —comenzó Arno—. Creo que deberíamos empezar brindando por ti. O, más bien, debería decir que deberíamos comenzar brindando por el precioso color de tu mandíbula que nos ha dado la brillante idea de venir a por esta espectacular cerveza.

Siena no pudo evitar volver a reír mientras alzaba su jarra y la chocaba con la suya levemente en un brindis. Arno le devolvió una sonrisa cómplice.

— Me gustaría decir que siento lo que pasó —continuó él alzando las manos y con mueca de disculpa—. Pero lo cierto es que estaba loco por ganarte alguna vez y no medí demasiado las consecuencias de mis actos. Estaba seguro de que pararías el golpe o lo esquivarías, como siempre.

— Fue una pelea, Arno. Cuando dos personas alzan los puños es lógico pensar que alguna saldrá herida y, en este caso, he sido yo —contestó ella. No había sido una disculpa al uso, sin duda. Por lo menos no estaba acongojado como la noche anterior en el hospital. Ahora parecía fastidiado porque ella hubiese estado torpe y no hubiese evitado el golpe como él esperaba. Y encima ahora le veía poner cara de suficiencia—. Sí que te agradecería que parecieses un mínimo de compungido, aunque entiendo que darte cuenta de que, después de tantos intentos, por fin me has ganado, debe suponer para ti el mayor logro de tu vida.

— Oh, te burlas de mí. Que mala actitud por tu parte, encanto. Recuerda que ahora soy yo el que gana —dijo Arno burlón apoyando un brazo sobre la mesa y acercándose de pronto a ella.

— No sonrías tanto, encanto —contestó ella en el mismo tono burlón—. En cuanto el doctor me dé el visto bueno volveré al ring y exigiré mi revancha. Una revancha, encanto, que pienso ganar.

Imitó cada uno de sus movimientos, terminando apoyada también sobre la mesa y con su cara a escasos centímetros de la de Arno. Hizo gran hincapié en lo de "encanto". Le había hecho gracia, pero ella también podía jugar a ese juego. Sonrió con suficiencia lo que hizo que él empezase a reírse, aunque no se separó ni un poco. No reculaba ni ante ella, ni ante su burla, ni ante el desafío de una revancha en la que perdería.

Ella se echó hacia atrás con la jarra en la mano, se la llevó a la boca y bebió un gran sorbo sin apartar la mirada de los ojos de él. No quería que pensase que se apartaba porque se amedrentaba. Se terminó la jarra casi por completo y la dejó en la mesa con un sonoro golpe mientras le continuaba mirando con una mirada desafiante. Y se puso de pie.

— Debo volver al palacio. No creo que mi doctor se refiriese a irme a beber alcohol cuando me recomendó que guardase reposo —dijo ella mientras empezaba a darle la espalda, aunque se dio la vuelta para dirigirse de nuevo a él—. Y entrena todo lo que puedas mientras no me dejen a mí porque, en el momento que pueda volver a subirme al ring, pienso regalarte una copia de tu grandiosa obra de arte.

Dicho esto, se dio la vuelta para ir hacia la puerta mientras escuchaba cómo Arno se reía de forma sonora a sus espaldas. Se puso toda la ropa de abrigo sonriendo hasta que salió a la fría y eterna noche en la que vivían. Una vez fuera, de camino a casa, se permitió reír como hacía tiempo que no lo hacía.

***

Arno se quedó apoyado en la mesa cuando ella se fue, mirando fijamente la puerta por la que había salido Siena. Aun no se podía creer lo bien que había salido todo. Cuando salió de la reunión con Loira se sentía lleno de seguridad en sí mismo y con ganas de intentar las sugerencias de la Reina. Le había podido la impaciencia y se había ido directo a buscarla. Y allí estaba ella, en el patio interior, caminando sola sin rumbo fijo y con la mirada perdida. No podía ser más bonita, había pensado él.

Esa noche llevaba el pelo largo trenzado hasta la mitad de la espalda y ropas anchas, poco habituales en ella que solía vestir con ropa ajustada, pero que le hacían parecer más vulnerable o, más bien, accesible. Las hermanas no podían ser más diferentes. Mientras Loira era un belleza alta, delgada, deslumbrante, con el porte y el aplomo que solo la posición de reina puede darte; Siena era más bajita, también delgada, pero con un cuerpo más formado, con músculos ligeramente marcados y con la seguridad en sí misma que da el hecho de saberte una luchadora letal.

Se había quedado observándola en el patio, de pronto dubitativo. No sabía si debía improvisar o dedicar un tiempo a pensar qué le iba a decir en un encuentro cercano que no fuese justo en ese momento. Pero entonces ella había dado la vuelta y entrado de nuevo en el palacio. Ya solo quedaba dar rienda suelta a la improvisación y ver si salía bien.

Y había salido mucho mejor de lo esperado. Ella se había reído de sus bromas, se había divertido con él y le había seguido el juego hasta un punto que él no habría podido imaginar ni en sus mejores sueños. Se habían tomado una cerveza juntos y ella le había desafiado con mirada pícara, aunque estaba seguro de que había intentado poner una mirada desafiante que se había perdido en una media sonrisa.

Arno estaba tan eufórico que llamó a Doubs para que le pusiera otra jarra de cerveza. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro