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Capítulo 58.1

Gabriel se acercó a su padre corriendo con una hoja de papel en la mano. Llevaba un par de días trabajando en la cámara y en la tarjeta de memoria para ver si podía salvar, no solo el contenido, sino también la propia cámara. Había hecho llamar antes de salir a Uriel para que fuese también deprisa al despacho de Trevor y que escuchase las noticias de primera mano. Cuando entró en el despacho ya se encontraba allí su hermano, lo cual fue una suerte. Le tendió la hoja a su padre sonriente para que la viese.

— ¿A qué viene tanta prisa? ―preguntó el Rey alargando el brazo para tomar el papel que le tendía Gabriel― ¿Qué es esto?

— Solo míralo primero antes de preguntar ―contestó simplemente, sonriendo mientras esperaba a que leyese lo que le había dado.

— No entiendo nada. Es un escrito claramente antiguo por el idioma, pero no comprendo esta lengua así que no entiendo lo que dice aquí ―respondió su padre tras observar la hoja con el ceño fruncido durante un largo minuto.

— Yo sí lo reconozco ―dijo Uriel quitándole el documento a su padre de las manos para mirarlo detenidamente―. Es una de las hojas del manual del submarino de la Noche. ¡Oh, Dios mío! ¿Has salvado la tarjeta de memoria?

— ¿Acaso tenías algún tipo de duda sobre mis increíbles capacidades, hermano? ―preguntó Gabriel mostrando cierta superioridad y orgullo.

— ¿En serio? ¿Es una de las hojas que Uriel fotografió? ―preguntó Trevor para asegurarse de que había entendido bien, aún incrédulo.

— Sí, padre. Eso es precisamente lo que es. He salvado tanto la tarjeta de memoria como la cámara. No estuvo el suficiente tiempo metida en el té como para romperse y te esmeraste en secarla bien por lo que la humedad no ha dañado nada finalmente. Al menos nada que no haya podido reparar yo. Me ha dado algunos problemas al principio porque el ordenador no reconocía la tarjeta, pero soy bueno en lo mío y lo he solventado ―contestó contento.

— Diría que eres un gran informático, pero creo que eres más bien un mago, hijo mío ―dijo su padre riendo―. Ya podemos crear nuestro propio submarino. Al final logramos lo que queríamos por mucha trampa que aquellas traicioneras hermanas nos pusieron.

— De momento, tengo que traducir los documentos y tardaré bastante ―aclaró Gabriel.

— Me niego a esperar. Quiero al resto de informáticos trabajando en esto. Lo quiero traducido lo antes posible. Si esa niña hubiese querido darnos el submarino tendríamos medio trabajo hecho, pero no. Se tuvo que negar. Vamos a tardar mucho en construir simplemente el armazón. Cuanto antes empecemos y más gente dediquemos a esto, antes terminaremos. Así que será mejor que nos pongamos cuanto antes ―contestó un alegre y positivo Trevor.

— Mientras fotografiaba los planos me fijé en que es un submarino muy grande. No necesitamos que tenga ese tamaño, con una dimensión menor sería más rápido de construir y más manejable. Por no hablar de que necesitaremos menos materiales que a día de hoy escasean ―dijo Uriel.

— Aún no he tenido ocasión de revisar los planos. Solo he verificado que he extraído todas las fotos que contenía la memoria y que, en principio, parece que están todas y son legibles. De todas formas, lo voy a mirar. Si estás en lo cierto habrá que pasarles el proyecto a los ingenieros en cuanto esté traducido para que hagan los cálculos y adecúen las proporciones antes de empezar a construir. No necesitamos que sea tan grande como para que vaya toda la ciudad dentro. Con que vayan unas veinte personas es suficiente ―concluyó Gabriel dando la razón a su hermano.

— Muy bien, hijos ―dijo su padre contento frotándose las manos―. Tendremos que hacerlo solos, pero lo haremos. Después de lo que nos han hecho, iremos nosotros hasta allí y nos quedaremos con todo lo que haya para ir desarrollándolo aquí. Más adelante, si así lo quiere Dios, conseguiremos esa unión de ambas civilizaciones y tendremos la oportunidad de poner este viejo mundo en marcha y ahí ya compartiremos lo que sea necesario con ellos.

— De momento yo necesitaré un tiempo largo para olvidar lo ocurrido y cómo me han tratado ―respondió Uriel.

— No te trató tan mal la Reina, al fin y al cabo ―bromeó Gabriel haciendo referencia a que había conseguido acostarse con ella. No era un tema del que hubiesen hablado desde que Uriel se lo contó a su regreso y eso le hacía pensar que puede que eso fuese lo que más daño le había hecho a su hermano. Más que la traición, lo que le dolió fue el que Loira se deshiciera de él como si no hubiese significado nada para ella todo lo que habían compartido. Gabriel se arrepintió al momento de sus palabras al ver la fugaz expresión dolida de su hermano. Había sido una broma de mal gusto.

— Supongo que no. Pero igualmente me echó y nos prohibió volver a tener contacto con su civilización. Da igual, no les necesitamos, como dice padre. Lo lograremos todo solos y ya veremos si Dios tiene a bien cumplir la profecía. Por mi parte, no voy a mover un dedo para casar a mis hijos con los suyos. ¡Que Dios obre su milagro! ―sentenció Uriel no sin un tono de burla y falto de fe. No era el momento tampoco de hablar sobre teología viendo el estado en que se encontraba su hermano aún, estaba claro que seguía herido. Más adelante intentaría reconducir esa ira y resentimiento y, quizá, disiparlas para que recuperase su fe.

— Dios se encargará de su parte. Nosotros ya tenemos para continuar trabajando y será mejor que nos pongamos manos a la obra porque ese submarino no se va a construir solo ―concluyó Gabriel zanjando el tema religioso antes de que su hermano dijese algo de lo que se arrepintiese más tarde. Y era cierto, tenían mucho que hacer, y teorizar o discutir sobre lo ocurrido solo les haría perder un tiempo precioso.


***


Siena observó la pequeña casita en el norte de la Zona Neutral. Al comienzo pensó que la mandarían junto a su abuela y eso la tranquilizó puesto que no estaría realmente sola, hasta que Urai se reunió con ella en el dormitorio para ayudarle a recoger. Ahí fue cuando le informó que Loira había dejado claro que no podía enviar a una traidora junto a otra traidora que también tenía tratos con los del Sol. La habían destinado a una casita en el norte, relativamente cerca de la costa, pero que estaba prácticamente derruida.

Urai no había podido convencer a Loira de que tuviese piedad por ella y sabía que lo debía haber intentado hasta casi lograr que le echasen a él también. Durante el trayecto hasta su nuevo hogar, le fue poniendo al día sobre su conversación con la Reina y las concesiones que esta había hecho, así como las peticiones a cambio. No estuvo feliz con lo de entregar a sus hijos, aunque veía que lo había hecho por el bien de estos. Al menos le permitiría tener visita oficial y no estar tan sola una semana al mes aproximadamente. Por no hablar del alivio que sintió cuando vio la casita y supo que no tendría que reformarla totalmente sola y sin conocimientos.

Daba gracias a la Madre de que su marido fuese un hombre increíblemente listo, lo suficiente como para, viendo venir la pena, dedicar gran parte de su tiempo a investigar sobre cómo hacer una pequeña, pero eficiente reforma. Había ido hasta los almacenes exteriores para coger varias placas solares y había visto diversos tutoriales sobre cómo instalarlas para tener energía en la vivienda. Había cogido uno de los ordenadores aún plastificado para llevárselo consigo y dejárselo operativo con diversos tutoriales para que ella pudiese continuar con la reforma durante las semanas que él no estuviese a su lado.

Durante esa primera semana no pararon y casi no durmieron para avanzar todo lo posible entre los dos. Limpiaron todo lo mejor posible según llegaron para retirar la maleza tanto del interior de la casa de piedra como del exterior, creando un pequeño claro alrededor de la casa que le permitiese tener algo de visibilidad sin tanto árbol. Mientras ella quitaba con un machete la maleza en el interior, Urai fue construyendo una valla con la madera de varios árboles que había talado, delimitando el claro. Eso la protegería ligeramente de los animales salvajes. Lo poco que durmieron fue dentro del coche y así lo hicieron durante esa semana para no dormir a la intemperie mientras lo dejaban mínimamente habitable.

Una vez construida la valla, limpiado el claro y dejado la casita libre de maleza, Urai le explicó cómo reconstruirían las paredes y el tejado de la estancia más grande. Según vieron, tenía tres dormitorios, un salón y lo que intuyeron debió ser una pequeña cocina. Se decantaron por empezar por el salón por ser la habitación más amplia. Siguiendo de memoria los tutoriales que había visto Urai, levantaron las paredes caídas con las piedras de alrededor que, supusieron, en su momento fueron parte de la pared. Talaron algún árbol más para construir un tejado que quedó terriblemente frágil y feo. Nada parecido a lo que él esperaba, pero en los tutoriales contaban con maquinaria que ellos no poseían y más tiempo del que tenían. Habrían necesitado casi un mes para hacerlo bien y dejar la estancia adecuada entre dos personas. Obviamente, con una semana, priorizaron que esa estancia quedase habitable, no bonita. Al menos repararon la chimenea y funcionaba bien por lo que podría cocinar ahí lo que cazase y recolectase. Metieron toda su ropa y enseres en el interior y utilizó la mayoría para formar un colchón en el que dormir.

A partir de ese momento, mientras ella iba asegurándose de que el tejado había quedado bien cerrado y las paredes eran sólidas y sin agujeros, Urai fue colocando en una de las aguas del tejado las placas solares. Ocuparían todo un lateral del tejado por lo que, bien apoyadas sobre las maderas, ayudaría también a proteger la salita de las posibles inclemencias del tiempo. Por allí solía haber lluvias copiosas de vez en cuando por lo que no vendría mal una capa extra de protección. De todas formas, su marido le dijo que le traería un rollo de plástico que había en los almacenes exteriores para sumarlo como capa al tejado, para aislar algo mejor las paredes y para que sobrase para tapar las placas cuando comenzasen las lluvias fuertes y preservarlas en buen estado por más tiempo. Debía reconocer que estaba en todo.

La semana pasó volando y tuvo que regresar antes de que comenzase la siguiente nevada. Tenía mucho trabajo que hacer y no quería incumplir el tiempo que tenía de permiso para estar con ella y enfadar a Loira en la primera semana. Volvería en poco tiempo. Le dejó conectada la electricidad, un par de luces y el ordenador. Las siguientes semanas se dedicó a cazar, ahora con más cautela que antes puesto que ya nadie podría socorrerla de pasarle algo, y posteriormente a leer información y ver tutoriales que Urai le había dejado guardados en el ordenador. Debía agradecérselo cuando le viese puesto que absolutamente todo le era de utilidad. Empezó construyendo un pequeño huerto según las indicaciones de un video. Le vendría muy bien para no tener que salir y arriesgarse recolectando, así que fue guardando semillas de las frutas que recogía para tener frutales, además de vegetales y hortalizas. Una pequeña muestra de todo. Esperaba que su marido trajese suficiente plástico como para que sobrase para construir un pequeño invernadero que vio en uno de los tutoriales.

A cada vídeo, ante cada cosa nueva que aprendía, no paraba de dar gracias a los Antiguos por grabar todo aquello, por querer compartir sus conocimientos. Así como a sus antepasados post apocalípticos, que guardaron todo aquello para las generaciones futuras. Y, por supuesto, a Urai, por pensar en ella y darse cuenta de todo lo que podría necesitar saber para sobrevivir allí lo mejor posible.

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