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Capítulo 56

Urai fue de nuevo en busca de Elster. Había dejado pasar suficiente tiempo para que la tensión creada entre ambos por su anterior conversación se redujera y, esperaba que se hubiese, incluso, disipado. Igual que había necesitado su ayuda para ver a Siena y prepararla para lo que había fuera del agujero, ahora la necesitaba para que intercediese por ella ante Loira. No había podido volver a hablar con la Reina de Siena. Le había buscado al comienzo para preguntarle sobre la veracidad de los datos que le sonsacaba a Uriel, queriendo contrastarlos con lo que él sabía del Sol. Sin embargo, como bien le había explicado, era Siena quien podía contestarle mejor puesto que él solo conocía un breve resumen que le había hecho su mujer. No habían tenido realmente tiempo de que le contase todo antes de que los hechos se precipitaran y todo se convirtiese en un desastre del que no tenía claro cómo salir. Pero Loira no había querido hablar con su hermana, se había negado a ir a verla o a hacerla comparecer en su dormitorio. Por el contrario, llevaba todo con sumo secretismo, sin que la población fuese consciente de lo que acontecía en palacio y con la jefa de los cazadores. Eso le daba cierta esperanza de que Loira estuviese castigando a su hermana para al final perdonarle lo ocurrido sin que trascendiese a la opinión pública. O eso esperaba él. Como no podía estar seguro, prefería conseguir todos los apoyos que pudiese para convencer a la Reina en la próxima reunión del Consejo, puesto que lo que le ocurriese a Siena no dejaba de ser asunto de estado.

— ¡Elster! ―gritó Urai cuando vio a la aludida en el comedor desayunando― Me gustaría hablar contigo.

— Después de la última vez yo prefiero no conversar contigo ―respondió con dulzura mientras se levantaba de la mesa―. No me gustó tu actitud por lo que no me interesa lo que tengas que decirme.

— El juicio de Siena se acerca, por favor, Elster. No solo es mi mujer, también es tu sobrina. ¿Sabes algo sobre los planes de Loira para ella? ―rogó con urgencia.

— No sé nada al respecto. No quiere hablar de ella con nadie, así que nadie sabe qué tiene planeado para tu mujer ―contestó ya de pie. Había captado su atención puesto que se había quedado parada y no continuó su marcha.

— Estoy preocupado. Hace varias noches que mandó a Uriel de vuelta al Sol y aún no ha dicho nada sobre celebrar el juicio. Quiero ser positivo y creer que la está castigando ahora para dejarla libre. Puede que por eso no haya dejado que se haga pública su detención ―hipotetizó optimista.

— Conozco a mis sobrinas, sobre todo a Loira, lo que me sorprende es que tú no la conozcas después de tantos años y tras tu relación con ella ―contestó ella, sorprendiéndole por tener conocimiento de su anterior relación con la que ahora era su cuñada―. No pongas esa cara. Yo también sé mucho sobre ti.

— Ya veo ―contestó sin saber qué decirle.

— De todos modos, como te he dicho, parece mentira que no la conozcas un mínimo. Si fuese así, serías consciente de que ella no tolera la traición. Ni me he planteado el que unas semanas en el agujero vayan a ser el único castigo que vaya a recibir Siena. No cuando sus actos merecen mayor castigo, no cuando depende de Loira esa sentencia. Desde mi punto de vista la está dejando sufrir, darle vueltas a la cabeza, pero para darle el golpe de gracia final ―dijo ella sin piedad―. Me sorprende ese positivismo, impropio en ti. La quiero mucho, pero soy consciente de su forma de ser y de lo rencorosa que puede llegar a ser.

— Por el amor de nuestra querida Madre, Elster. ¡Estamos hablando de su propia hermana! ―exclamó Urai no queriendo dar crédito a sus palabras a pesar de saber que tenía razón. En su fuero interno lo sabía.

— Con más motivo, Urai. La traición que más duele es la que proviene de alguien en quien realmente se confía. Te aseguro que Loira jamás puso en duda la lealtad de su hermana y, cuando Arno le relató la reunión con los del Sol en casa de mi madre, ella quiso esperar para confirmar que no se hubiese malinterpretado. Eso no lo habría hecho por nadie más. Y que aún no haya querido ni verla en todas estas semanas deja entrever su no aceptación de los hechos. Hablará con ella en persona antes del juicio, incluso antes de debatirlo con nosotros, pero será cuando haya asimilado la situación y se sienta preparada para enfrentarse a una traidora ―sentenció Elster.

— No buscaba el mal de la Noche, sino un beneficio a medio o largo plazo. Necesito que intercedas por ella, no quiere hablar conmigo ―pidió de nuevo Urai.

— Ya te he dicho que no habla con nadie sobre ella. Me echará en cuanto saque el tema si ella no quiere hablarlo. Lo que te he contado es lo que le dijo a Tiberio para ponerle sobre aviso y vigilar sus acciones. Tras esa noche ni con Tiberio ha compartido impresiones ―dijo sentándose de nuevo para mirarle a la cara con pena―. Déjalo estar, Urai. No insistas con Loira porque puedes salir perjudicado. Siena se ha ganado lo que le pueda ocurrir. No te inmiscuyas más si no quieres obtener el resultado opuesto al que pretendes.

— No puedo dejarla sola. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras la exilian ―susurró derrotado.

— Hay que saber cuándo dejar de insistir, cuándo es contraproducente ―respondió dándole unas palmaditas en la mano, resignada como él―. Solo queda esperar la decisión de la Reina. Haré lo pueda por ella si tengo la ocasión, pero hazte a la idea de que ninguno tenemos opciones. Lo intentaré, aunque no guardes esperanzas por si no se puede hacer nada.

— Gracias, con eso es más que suficiente. Te lo agradezco ―contestó sonriéndole.

— De igual forma lo iba a hacer por mi sobrina, aún sin tu petición. Y no te confundas, no lo hago por ti. Aún estoy muy enfadada contigo por tu manipulación de hace unas noches y los problemas que me causaste con Tiberio ―dijo altiva, levantándose de nuevo y marchándose en esta ocasión.

Se quedó solo en el comedor, habiéndose ido ya todo el mundo a sus quehaceres. Pero él no podía concentrarse, no era capaz de cumplir con su labor. La preocupación y las pesadillas le tenían sin descansar y con la cabeza embotada. Haría caso a Elster, pero después de hacer un último intento con Loira. Necesitaba quemar todas sus naves antes de rendirse y dejarlo todo en manos del destino. Aún quería pensar que tenía razón y que la Reina no era tan despiadada como todos pensaban, incluido él mismo. Necesitaba pensar que el que mantuviese su cautiverio en secreto significase que, al menos, dudaba sobre su decisión.

***

Loira daba vueltas por la habitación sintiéndose enclaustrada. La sensación de agobio era tal que, a ratos, le faltaba el aliento y sentía que no podía respirar. Sabía que debía tomar una decisión con su hermana y lo había tenido todo muy claro desde el comienzo hasta hacía un par de noches. Estaba alargando dar la noticia para asegurarse de estar tomando la decisión correcta. Siena tendría que hacer otro sacrificio más por su ciudad, por la Noche, por su Reina.

Su idea inicial había sido tenerla cautiva sin trato con nadie. Castigarla hasta que aprendiese la lección de que nadie le traicionaba. Cuando hubiese creído que había tenido suficiente y la tuviese pidiendo clemencia entonces la dejaría salir. Casi nadie sabía de su encarcelamiento por lo que podía continuar con su vida sin perder credibilidad ante los demás. Había valorado la situación y no quería perder a su hermana a pesar de su traición. Entendía, gracias a sus pocas conversaciones con Urai, sus motivaciones y podía comprender sus intenciones. A nadie, salvo a ella, le habría dado la oportunidad de redimirse sin repercusiones sociales. No había tenido grandes efectos negativos en la población, incluso habían avanzado muchísimo en sus conocimientos sobre el Sol. Veía los beneficios a futuro de perdonarle su traición si conseguía el resto de la información que aún no sabían. Urai le había dicho que apenas habían hablado un par de horas cuando regresó y no habían tenido más ocasiones por lo que debía quedar mucha información por contar, por saber. Perdonarle a cambio de esa información le había parecido tenderle la mano y muchos avances para su ciudad, pudiendo aplicar lo aprendido allí para mejorar su civilización. Por no hablar de que, con la reciente ruptura del tratado de paz, podría suponer una gran ventaja saber más sobre la distribución de sus ciudades, su armamento, sus capacidades, su tecnología y sobre la vigilancia a la que había hecho alusión Uriel en una de sus conversaciones.

Ese había sido su plan hasta hace unas noches: castigarla un tiempo, ofrecerle una salida a cambio de información y retomar su vida sin mayores inconvenientes que haber perdido unas semanas de vida en el agujero por algo que debería haber supuesto el exilio. Todo a cambio de mostrar arrepentimiento, obediencia y colaboración.

Sin embargo, los últimos hechos suponían un cambio total en sus conclusiones. No era que hubiese cambiado de opinión, seguía pensando que habría sido lo mejor, pero ahora tenía algo más en lo que pensar. Ya no podía ofrecerle la redención a Siena. Había confirmado sus mayores temores y ya no había vuelta atrás: tenía que mandar a su hermana al exilio. Allí le serviría mejor que en la ciudad. Sinceramente, poner a Arno como jefe de cazadores era lo lógico, pero el chico no había demostrado ser lo suficientemente listo como para desempeñar ese puesto, aunque no le quedaban muchas más opciones, sobre todo porque había sido él quien había descubierto a Siena y sus planes con el Sol. Exigiría una recompensa a cambio de continuar con la boca cerrada como le había ordenado. Sabía lo ambicioso que era y no darle lo que quería podía suponer que le causase problemas. Esperaba que aprendiese. De momento, le había enviado como jefe provisional a recolectar a las granjas y esperaba que no cometiese los errores anteriores. Lo bueno era que, debido a la ruptura de las relaciones comerciales con el Sol, no tenía prisa por nombrar un nuevo diplomático.

Una llamada en la puerta la hizo girarse sobresaltada. No tenía ninguna reunión prevista para esa mañana. Ver entrar a Urai la puso a la defensiva. Sabía muy bien que estaba allí para intentar hablar con ella de nuevo del destino de Siena. No había querido decirle nada antes sobre sus planes de liberarla después de un escaso castigo para que los demás le viesen desesperado y creyesen también lo peor. Así no parecería débil y sentimental ante los demás por perdonar a su hermana pequeña una falta tan grave sin pensárselo mucho. Ahora agradecía el haber estado callada porque no tenía que desdecirse, sino simplemente hacer lo que todos esperaban y sabían qué haría: desterrarla.

— Loira, siento molestarte, pero me gustaría hablar contigo ―saludó claramente nervioso. Debía de ser consciente de que, después de tanto tiempo encerrada y la partida de Uriel, ya no quedaba mucho para el juicio y su exilio, por lo que se le acababa el tiempo para interceder por su esposa.

— Dime, Urai ―dijo sentándose en su silla favorita y señalándole otra frente a la suya― ¿Vienes a hablarme de nuevo de Siena? ¿A pedirme clemencia?

— Sí ―asintió poniéndose de rodillas frente a ella y agarrándole la mano entre las suyas―. Es tu hermana pequeña, es mi mujer y acabamos de unirnos. Y sabes que es muy joven e inocente. Por favor, no me la quites.

— Me encantaría poder darte lo que me pides y te aseguro que he estado valorándolo concienzudamente durante todas estas semanas. He querido dejarla libre, pero no puedo hacerlo. Demasiada gente sabe lo ocurrido y es cuestión de tiempo que alguno por error lo cuente y no puedo permitir que la gente piense que a Siena le perdono todo por ser mi hermana ―respondió con voz muy suave. Realmente le gustaría no tener que hacer lo que iba a hacer. No era tan fría como creían. Sentía cierto cariño por su hermana pequeña y más desde que le informaron de su comportamiento con Tajto para sacarle información e intentar ayudar a salvarle la vida. Había comenzado a creer que podían ser mejores hermanas, una familia, apoyarse y ser leales. Había sido una cuchillada lo ocurrido para ella, pero, aun así, tras hablar con Uriel, sabía que Siena no había buscado hacer el mal realmente. Y, teniendo en cuenta las semanas que había pasado con su preso, ella no tenía la conciencia tranquila como para juzgar a nadie.

— Encontraremos una solución para evitar que eso ocurra. Eres la Reina, lo que tu digas será acatado sin opción a réplica y lo sabes ―insistió de nuevo.

— Te voy a ser lo más sincera posible, por lo que fuimos el uno para el otro y porque ahora eres mi cuñado ―dijo poniéndose seria. Quería que entendiese que ya no habría opción a réplica, que lo que iba a decir ahora sería definitivo―. Lo que ha hecho Siena, de haberlo hecho un hombre, habría supuesto la muerte. Al ser mujer se le puede conmutar la pena por exilio. Es cierto que he estado barajando distintas posibilidades por si podía salvarla de ese castigo e imponerle otro más leve. Pero no puedo hacerlo sin que suscite demasiadas suspicacias. Será expulsada de la ciudad, de la Noche, de nuestra sociedad, y será enviada a la Zona Neutral por el resto de su vida.

— Déjame irme con ella. Échame a mí también ―se ofreció con fervor aún arrodillado ante ella.

— Sabes que eres demasiado valioso aquí. Eso no es posible mientras no tengas un sustituto. Tu oficio es muy especial, no puede desarrollarlo cualquiera y menos sin formación previa ―respondió palmeándole la mano con pesar. Sin embargo, se le ocurrió una idea que podía satisfacer a ambos, sobre todo a ella misma―. Escucha, Urai. Te voy a ofrecer un trato. No puedo permitirme que te marches con Siena, ni puedo consentir que se quede aquí sin castigo, pero puedo permitir que siga siendo tu mujer y no anular vuestro enlace. Decretaré un exilio, pero no al uso. Te permitiré ir a verla la primera semana tras el fin de cada tormenta. ¿Te parece bien?

— No es lo que me gustaría, por supuesto, pero mejor que lo que tenía antes. Podré verla y ayudarla ―contestó algo más contento. Ya levantándose del suelo y sentándose en la silla que le ofreció al comienzo.

— Bien. Solo tengo que pedirte un par de cosas a cambio que debes aceptar para yo concederte esto ―adujo sonriendo. Vio cómo se ponía tenso, siendo consciente de pronto de que no era un favor, sino un intercambio de favores―. Tengo unos cuantos puntos que debes cumplir si aceptas. Primero: no debes contarle nada de lo que aquí ocurra. Estará exiliada y no deberá saber lo que ocurre en la ciudad, al igual que no debe tener contacto con nadie más que no seas tú. Segundo: lo que le ocurra y cualquier cosa que ocurra en su nueva vida se quedará allí, aquí ya no le interesará a nadie. Tercero: te permito ayudarla y llevarle alguna cosa que pueda necesitar, sin embargo, nadie debe saber lo que le llevas, ni mucho menos el fin de lo que portas. Cuarto: si tenéis hijos serán considerados hijos de la Noche por lo que vendrán a vivir a la ciudad y serán criados aquí, sin permiso para volver a ver a su madre, desde la edad de dos años hasta su mayoría de edad. Y quinto: si deseas irte con ella te lo permitiré, pero no antes de que tengas formado un sustituto. ¿Aceptas las condiciones?

— Me parece muy cruel separar a una madre de sus hijos a tan tierna edad y durante tantos años ―susurró él compungido.

— Quiero que entiendas que estoy concediéndote el que mantengáis vuestro matrimonio, el que no vaya a estar sola de por vida, sino que estarás tu con ella de vez en cuando y tendrá la oportunidad de ser madre si así lo desea. Incluso podríais tener una vejez juntos allí. Es mucho más de lo que tuvo nuestra abuela Azumara y lo que debería tener por la traición cometida. Además, estoy considerando a vuestra descendencia miembros de pleno derecho de la Noche, pudiendo formarse aquí, crecer aquí y ser parte de nuestra sociedad en lugar de crecer en soledad, apartados de todo y de todos. Creo que es una oferta increíblemente generosa por mi parte ―expuso ella. Realmente creía que era lo mejor para ellos. Entendía que para una madre sería muy duro, pero sus hijos tendrían acceso a todo y dispondrían del futuro del que ella ya no podría gozar.

— Me gustaría poder hablarlo primero con ella, pero entiendo que no puedo hacerlo y que tengo que decidirlo ahora, ¿cierto?

— Cierto. Es tu decisión. Su exilio es lo único que se mantendrá, la diferencia es si estará sola o si tendrá un atisbo de vida de familiar ―insistió ella. Igual que le venía bien tener a su hermana lejos desterrada, también le venía bien que pudiese contar con la ayuda de Urai. Lo de los hijos era un favor que incluía para ellos. Como agradecimiento les permitiría a sus hijos ser ciudadanos de pleno derecho.

— No tengo muchas opciones. Acepto ―contestó suspirando resignado.

— Bien. Asunto zanjado ―continuó contenta de haber obtenido lo que quería. Esto implicaba que Urai ya no defendería a Siena en el juicio, ni molestaría a nadie para que mediase por ella. Todo sería más rápido y fácil. Ya podía seguir con otros menesteres―. Ahora me gustaría aprovechar que te tengo aquí para comentarte algo. Me dejaste claro que no sabías lo que era el Arca cuando hablamos. ¿Has tenido ocasión de encontrar alguna referencia al respecto en nuestra base de datos?

— No he mirado. No pensé que te interesase, la verdad ―contestó confuso.

— Me interesa. Busca toda referencia que encuentres al respecto. Quiero saber si realmente existe, si contiene las semillas que dicen ellos o si es otra cosa y quiero saber dónde está ubicado exactamente. Encuentra las coordenadas porque decir que está en la Zona de Exclusión es muy vago. Son millones de kilómetros cuadrados para buscar y hay que concretar.

— No pensé que fueses a dar crédito a sus palabras y menos a este nivel. ¿Estás pensando en ir a buscarlo tú? ―preguntó sorprendido.

— Me han hecho dudar, por eso primero quiero ver si nosotros tenemos alguna referencia que me haga confiar en que existe. Por otro lado, hasta ahora nunca han compartido nada con nosotros, no puedo confiar en que, de haberles ayudado, nos hubiesen tenido en cuenta en el reparto. Pero si existe y si contiene esas semillas, o algo más, quiero que sea nuestro ―aseveró Loira con aplomo―. De momento quiero estudiar los datos y ya decidiré si es viable.

— Muy bien. Comenzaré ahora mismo. En cuanto sepa algo te informaré ―dijo Urai levantándose de la silla para irse a investigar. Tenía un problema encima, pero eso no implicaba olvidarse de los del Sol y de que, de haber una carrera que ganar por el Arca, ganaría ella. 

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