Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 49.1

Urai estaba en la puerta esperando desde que escuchó que se acercaba un coche a la ciudad. Estaba impaciente por volver a ver a Siena después de que se tuviese que marchar justo tras su unión. Esas noches sin ella habían sido extrañas, sobre todo después de que hubiese estado instruyéndola durante más de una semana sobre el mundo antiguo, preparándola para su nuevo puesto como diplomática. Y ahora ya era su mujer. Jamás se había sentido tan feliz como aquella noche en la que ella aceptó, delante de todos, ser su esposa.

Durante esas noches que ella llevaba ausente no había parado de recordar las noches previas, sus dudas sobre si debía unirse a él y el miedo que había sentido en todo momento de que ella cambiase de opinión. Pero finalmente había llegado contenta al enlace y había dicho que sí. Recordar aquellos momentos siempre le sacaba una sonrisa. Esperaba que ella también le hubiese echado de menos el tiempo que había pasado fuera.

Esperó a que metieran el todoterreno en la nave para entrar y cerrar la gran puerta tras ellos. Se acercó sonriente junto con Loira para recibir a Siena. Su mujer bajó del coche, devolviéndoles la sonrisa. Primero se acercó la Reina para darle un rápido beso en la mejilla e indicarle que quería hablar con ella la noche siguiente sobre su viaje. Agradeció que no quisiera que fuese esa misma noche ya que había llegado más tarde de lo previsto y estaría cansada seguramente. Cuando su cuñada se hizo a un lado pudo acercarse y abrazar a Siena, momento en el que notó que ella aspiraba con fuerza. Se apartó rápidamente sin entender por qué parecía que le había hecho daño.

— Tranquilo, es que tengo el brazo dislocado ―dijo con la mano en el hombro.

— ¿Qué te han hecho esos bárbaros? ―preguntó Loira con tono despectivo.

— No ha sido culpa suya. No nos alteremos, ¿de acuerdo? Ya sabéis lo bruta que puedo ser. Estaba entrenando con Uriel y me tenía bien sujeta contra el suelo con una llave que no conocía. Intenté liberarme e hice un movimiento que me dislocó el hombro. Pero me anestesiaron y me lo colocaron en su sitio. Estoy bien. Me han puesto antes de salir una última inyección de antiinflamatorios que me ha dejado como nueva. En unos días estaré repuesta ―explicó sonriente Siena.

— Querrás decir en unas noches, ¿no? ―corrigió la Reina molesta con el error.

— Eso es. En unas noches estaré repuesta ―repitió su mujer eliminando el fallo para congraciarse con su hermana―. Por cierto, ¿a qué se debe esta urgencia en mi vuelta?

— Mañana te espero tras el desayuno en mi dormitorio. Tenemos mucho de lo que hablar, incluidos los motivos de tu vuelta. No te retrases ―le recordó Loira.

— Allí estaré ―contestó a la espalda de la Reina que ya se marchaba sin esperar respuesta.

— Vente, vamos a cenar y me vas contando qué tal tu primera experiencia como diplomática ―le ofreció sonriendo para romper con el ambiente tenso que había dejado la Reina tras de sí.

Acompañó a Siena al dormitorio para que se cambiase mientras él se dirigía hacia el comedor para preparar unos asientos para ellos e ir cogiendo los alimentos que más le gustaban a ella. No tardo en reunirse con él y se sentaron a comer, sin embargo, la notó extrañamente callada y pensativa. Trató de sacar varios temas de conversación, pero solo contestaba con monosílabos y no daba pie a conversar. No sabía qué ocurría y eso le estaba poniendo nervioso.

Según terminaron de cenar, Siena se levantó y le dijo que le acompañase, que tenía que hablar con él. Ese tipo de afirmaciones nunca eran buenas, sin embargo, él no localizaba ningún error por su parte en el poco tiempo que habían estado juntos. Se limitó a esperar hasta que estuvieron en la biblioteca. Estar allí le relajó puesto que, si el tema a tratar fuese sobre ellos, habrían ido a su habitación y no allí. Además, el que ella le guiase hasta el fondo, donde se encontraba la sala oculta, ya terminó de dejarle claro que tenía que informarle sobre otras cuestiones.

Siena se sentó encima del escritorio, gesto que le recordó a su hermana Loira, ya que esta lo hacía a menudo cuando le visitaba o iba a consultar algo del ordenador. Él se sentó en la silla frente a ella. Le miró de nuevo, ahora sonriente e ilusionada, antes de comenzar a hablar.

— He estado pensando durante el camino de vuelta y la cena si debía contarte todas mis averiguaciones. He convivido con ellos durante este tiempo y lo que he descubierto es asombroso, sin embargo, ellos me pidieron que no contase nada a nadie de aquí. Pero tú no eres cualquiera y considero que te mereces saber las respuestas a todas las preguntas que formulamos antes de mi partida ―comenzó ella―. Tenías razón. Nos ocultaban mucho; todo, más bien. Son un pueblo increíblemente desarrollado, mucho más que nosotros. Son mucho más numerosos, además, hasta el punto de que están divididos en tres ciudades.

— ¿Tres? ―preguntó asombrado.

— Sí. La ciudad más grande, que es donde estuve alojada, se llama Atlántida y cuenta con unos ocho mil habitantes. La segunda ciudad más grande es Europa, que es una ciudad costera que cuenta con cinco mil habitantes aproximadamente. Y por último está El Santuario, una pequeña población que es el epicentro de su religión y el sitio donde conviven los granjeros, agricultores, ganaderos, cazadores y recolectores. Y son alrededor de tres mil personas.

— ¿Me estás diciendo que son unos quince mil habitantes en total? ―preguntó incrédulo.

— Así es. Estuve en una ceremonia religiosa donde se reunieron habitantes de las tres poblaciones en una inmensa plaza y te aseguro que sí había tanta gente ―aseguró ella―. Mi problema es que no puedo contarle todo lo que sé a Loira. Tengo que hacer ciertas ofertas de parte del Sol y no sé cómo plantearlo sin contar todo lo que vi.

— ¿Qué es exactamente lo que quieren?

— Tendría que empezar explicándote primero la profecía para que entendieses la situación global a la que me enfrento. Su Dios les mandó un ángel para darles una profecía, una especie de promesa de que, cuando nos juntásemos ambas civilizaciones, daría lugar al nacimiento de una niña que gobernaría ambas y conseguiría que la Tierra volviera a rotar. Lo que buscan, básicamente, es que Uriel se case con Loira para que tengan esa niña ―resumió ella.

— Se plantean objetivos inalcanzables. Loira jamás querrá nada con Uriel. Ya le resulta complicada una relación de amistad para favorecer el comercio. Dudo que jamás llegue a plantearse una unión con nadie del Sol. Lo veo imposible ―sentenció Urai.

— Eso mismo les dije yo, pero no me hicieron caso. De todas formas, plantean otras vías. Han descubierto unos papeles que hablan sobre El Arca, un refugio que fue construido por los Antiguos donde guardaron todo tipo de semillas. Quieren llegar hasta él, pero se encuentra muy dentro de la Zona de Exclusión. La única forma que tienen para llegar es con un submarino que les permita tener oxigeno hasta llegar a las coordenadas ―explicó ella, mirándole con las cejas alzadas, sabiendo que él entendería lo que querían.

— ¡Quieren nuestro submarino! ―exclamó asombrado por tamaña petición― Loira jamás se lo dará sin importar lo que le ofrezcan a cambio.

— Eso mismo les dije yo. Otra opción que plantean es conseguir los planos para construir uno ellos mismos. Al parecer tienen unos planos en un idioma complicado de traducir y quieren los nuestros. Algún diplomático anterior les debió informar sobre nuestro submarino y su procedencia. De ahí sacaron que, de tener los planos, tienen que estar en un idioma que puedan traducir con mayor facilidad ―continuó contándole― ¿Sabes algo de esos planos?

— Sí. Tenemos los planos y las instrucciones de uso incluso. Además, sé dónde están ―respondió pensativo. Y sí estaba seguro de saber en qué vitrina se habían colocado. No los tenían en el ordenador, era lo malo―. El problema es que los tenemos en papel y no en archivo. Tendrían que llevarse los originales. Eso implicaría renunciar nosotros a ese material para cedérselo de forma indefinida y, además, ser conscientes de que pueden romperse o corromperse con el mismo aire al sacarlos de la vitrina. Son documentos con mil años de antigüedad, Siena. No sé qué opinará Loira al respecto, pero por mi parte... Yo no se los daría.

— Tú eres el bibliotecario y responsable último de todo ese material. Es tu decisión. De momento, tengo que intentarlo con el submarino ya que prefieren no tener que partir de cero, sino desde un punto adelantado. Aunque ese punto sea un viejo amasijo de titanio que no tengo claro que pueda flotar lo suficiente como para llegar de nuestro puerto al suyo. Lo primero será conseguir el permiso de mi hermana y, de conseguirlo, veremos con ellos el tema logístico ―dijo suspirando cansada―. Tengo un trabajo complicado por delante.

— Cuéntame todo desde el principio porque entiendo que hay mucho más que no me has contado aún. Háblame sobre sus ciudades, su gente, su tecnología. ¡Quiero saberlo todo! ―pidió realmente entusiasmado.

Durante la siguiente hora Siena le estuvo contando todo lo que había visto. Le describió la cueva, la sala de vigilancia y la tecnología de las cámaras, las placas solares, el gimnasio y sus máquinas, sus salas de investigación y el centro médico, el tren que unía las ciudades y El Santuario y sus gentes. Todo le pareció fascinante y le abrió la mente a grandes posibilidades para su futuro. Por los avances en genética y reproducción que le describió su mujer, entendió que lo que podrían ofrecerles a cambio del submarino sería precisamente eso. Gracias a Vestul supieron que Tajto les había informado de sus investigaciones a causa de los problemas de consanguineidad, por lo que lo lógico era que les ofreciesen el trabajo hecho. Siena le confirmó que ella había barajado también esa posibilidad y, teniendo en cuenta las urgentes necesidades de Loira, quizá tuviesen alguna posibilidad de convencerla del trueque.

Cuando vio que ella estaba comenzando a bostezar cesó sus preguntas y fueron al dormitorio. No debían continuar con la conversación fuera de la intimidad de la sala de servidores. En esa sala desconocida para todos, el aislamiento y revestimiento de las paredes era extra por lo que no traspasaba el sonido y les dejaba aislados. Fuera de ahí cualquiera podría oírlos y no debían permitir que esa información fuese a parar a la Reina. No si querían manejar la conversación y las negociaciones, de haberlas.

Se metieron en la cama juntos y quiso acercarse a ella para abrazarla. Sabiendo que estaba cansada después de tantas jornadas llenas de emociones, no quería nada más. Solo pretendía abrazarla como la noche antes de su partida. Sin embargo, ella se puso tensa y alejó ligeramente su cuerpo del suyo. Eso le extrañó, pero aceptó que, quizá, aún no se había acostumbrado a esa intimidad o podría estar pensando que él pretendía algo más. Le permitió alejarse sin insistir, seguro de que, poco a poco, podrían desarrollar la intimidad lógica que debía haber entre marido y mujer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro