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Capítulo 43

Siena entró en un gran comedor donde estaban reunidos los miembros de la familia. En la cabecera de una mesa no muy grande se sentaba Trevor con sus hijos a cada lado y a ella le dejaron presidir el otro extremo de la mesa. Se disculpó por llegar tarde, pero no le dieron importancia.

— La hora la fijamos pronto porque mi querida hija, Alyssa, siempre llega tarde. Y por eso ponemos una hora temprana para que cuando llegue estemos comiendo a la hora correcta. De hecho, si te fijas, no está aquí todavía —contestó Trevor. Y era cierto, ella había llegado veinte minutos tarde y, sin embargo, la chica aún no había aparecido. Lo cierto era que se acababa de enterar que tenía una hija ya que no había oído hablar de ella. En el funeral de su padre conoció a Gabriel y a Uriel, así como al Rey, pero ella no asistió.

— No sabía que tenías una hija, creía que ellos eran tus únicos hijos —comentó Siena sincerándose.

— Es normal. Es un ratón de laboratorio y casi no sale de ahí, menos aún salir de la ciudad o del Reino. A estos dos —dijo señalando a sus hijos— los conocéis porque me acompañan siempre. Les gusta ir a la Noche y hacerse notar cuando están allí.

— Ya me di cuenta —espetó sonriendo en dirección a Uriel—. Diría que te gusta mi hermana. Aunque te daré un consejo: no insistas, no tienes opciones.

— Te agradezco el consejo, pero no estoy de acuerdo con él —contestó el aludido sonriendo misteriosamente.

— Ah, por fin —exclamó Trevor cuando se abrió la puerta y entró una joven que parecía de su edad o quizá algo mayor—. Dejadme que os presente. Tenía ganas de que os conocierais.

Las presentaciones oficiales se hicieron rápidamente para poder sentarse a cenar finalmente. Sin embargo, no podía dejar de mirar a Alyssa hasta un punto que iba a resultar ofensivo si se daba cuenta, pero era muy diferente de cualquier mujer que hubiera podido conocer en la Noche. Tenía el pelo liso y cortado a la altura de los hombros, era de un color chocolate precioso y con mechones de pelo teñidos en rosa. La veía increíblemente guapa, además, con una ropa igual a la de sus hermanos. Una camisa que le quedaba ancha y que llevaba atada con un nudo a la altura de la cintura y unos pantalones caquis anchos, aunque perfectamente ajustados en la cadera.

— Es toda una novedad que estés aquí abajo —dijo Alyssa mirándola con curiosidad—. Nunca baja nadie de la Noche.

— Ella es especial. Ha pedido la verdad porque no se creía la historia que hemos mantenido durante siglos de que somos unos pobres salvajes —contestó bromeando Gabriel.

— ¿Y te gusta la verdad? —preguntó a Siena.

— Mucho más que la mentira —contestó sonriendo y mirándola a los ojos. Momento en el que se fijó que sus ojos eran de color ámbar. Eso la dejó sorprendida porque tenía entendido que todos en el Sol habían desarrollado ojos oscuros, prácticamente casi todos los tenían negros—. Tienes los ojos claros.

— Oh, vaya —exclamó riendo la joven—. Que observación tan directa. Pero sí, tengo los ojos claros, aunque solo cuando hay menos luz porque fuera, a pleno sol, se me oscurecen y se vuelven marrones. Sin embargo, no sé porque te sorprendes tanto, tú tienes los ojos más azules que he visto en mi vida.

— Disculpa mi salida de tono, no debí decirlo en voz alta —se disculpó, aunque no parecía ofendida—. En mi ciudad todos tenemos estos ojos azules, pero siempre leí que aquí teníais ojos oscuros, como tus hermanos y tu padre.

— Eso es porque en mí han predominado los genes mixtos ya que mi abuela fue una portadora —explicó Alyssa haciendo que Siena lo entendiese aún menos que antes.

— ¿Qué son genes mixtos y que es una portadora? —preguntó sabiendo que podría parecer una inculta. Podría ser una de las muchas cosas que aún no le había explicado Urai sobre los Antiguos.

— No tienes porqué saber eso, vosotros no lo tenéis. Pero parte del hecho de querer evitar la endogamia y los problemas derivados de ella —dijo Trevor mirándola intensamente sin ser realmente claro—. Problemas que vosotros acarreáis desde el principio.

— Estamos trabajando en eliminar eso justo ahora. Si sale bien tendremos bebés sanos en la próxima generación —contestó Siena mostrando orgullo por los avances que estaban teniendo en esa materia.

— Nosotros lo resolvimos hace cientos de años, casi desde el principio —adujo Alyssa mirando a su padre y viendo el asentimiento de él, dándole permiso para responderle sus dudas—. Permíteme que te explique las cosas. Tengo entendido que estáis trabajando sobre modificaciones de embriones para implantarlos sanos. No es mala idea, pero más complicada que nuestra opción. Nuestros antepasados vieron venir estos problemas derivados de poblaciones pequeñas donde al final, tarde o temprano, la sangre se mezcla y aparecen las malformaciones o daños cerebrales en los niños. Encontraron un antiguo laboratorio en la Zona Neutral, antes de cruzarse con vosotros por primera vez, que contenía una base enorme de esperma congelado. Era una antigua clínica de reproducción asistida. Debido a los paneles solares que se habían mantenido intactos, así como ciertas partes de la infraestructura, había seguido funcionando la congelación en gran parte del material que habían almacenado. Se empezó a fecundar a mujeres con ese esperma, sobre todo a aquéllas que no tenían pareja o que su marido era estéril. Se llegó incluso a usar en un momento posterior a una gran epidemia de paperas que dejó a bastantes hombres estériles. Hoy en día se sigue usando como en los inicios. Mi abuela no quiso tener hijos con ningún hombre, pero debía tener hijos, como todas. Igual que vosotras. Por este motivo se sometió a una inseminación con esperma del pasado, es decir, de un hombre fallecido hace mil años, de esta forma se convirtió en portadora: una mujer que porta un bebé con sangre antigua. Y eso hace que yo tenga ADN mixto.

— ¿Vosotros también sois de sangre mixta? —preguntó a los dos hermanos.

— No, solo ella. Tenemos el mismo padre, pero distinta madre —explicó Uriel serio. Debió de fijarse en la cara de extrañeza que puso ella porque decidió continuar—. Padre se casó con nuestra madre, pero, aunque siempre fuimos objeto de todas sus atenciones, fuimos conscientes de que no la quería. En uno de los viajes de nuestro padre a Europa conoció a la madre de Alyssa.

— Y, aunque a mí me adora, a mi madre tampoco la quería. Fue solo una aventura que duró poco —apuntó Alyssa interrumpiendo a su hermano.

— Así fue. Y el problema no fue que padre trajese a la niña aquí, sino el que nuestra madre ya estaba cansada de tantas infidelidades, entre las que se encontraba la madre de nuestra hermana. Por ese motivo empezó a pasar largas temporadas fuera de casa junto a un viudo que conoció en una peregrinación al Santuario. Finalmente, se decantó por él y se fue allí a vivir —continuó Uriel con la explicación, aunque sin mostrar dolor ni resentimiento por lo ocurrido o por la actitud de un padre que había hecho infeliz a su madre—. Quizá la conozcas si vamos a esa zona. Deberíamos enseñarle El Santuario.

— No sé si una pagana querrá conocerlo —contestó Gabriel con sorna—. Aunque esta pagana es muy curiosa, puede que esté interesada.

— Lo estoy —dijo obviando el que se refiriesen a ella como pagana. Lo cierto era que sí estaba tan interesada en aprender sobre ellos como para conocer también su parte religiosa.

— En ese caso estás de suerte, tenemos una peregrinación dentro de un par de días. Te llevaremos con nosotros. Mientras te tengo que seguir enseñando todo esto —informó Gabriel volviendo a las risas y bromas.

La cena continuó comentando el viaje y el clima. Así fue como le informaron de que ya contaba con su propia gandora y su turbante para poder salir al exterior sin quemarse. Se lo habían dejado en su dormitorio y que, cuando le hiciese falta, le avisarían para que lo cogiera.

La cena fue agradable, aunque decidieron recogerse temprano para descansar, después de las largas jornadas de viaje que llevaban y contando con que ella, al día siguiente, tendría aún más emociones y cosas que conocer. Se retiró a su dormitorio, cerró las cortinas para que no entrase la luz de la gran cueva y se tumbó en la cama, rendida. No podía evitar pensar que no se habían equivocado con ellos, que había cosas que no concordaban con la historia que contaban y así había sido. Les habían mentido puesto que estaban lejos de ser una tribu. Les triplicaban en número y lo había logrado de una forma muy inteligente. Así pasaba, que ellos no tenían problemas de consanguinidad, de malformaciones, ni de pérdidas de bebés. De cada embarazo obtenían un bebé totalmente sano y eso no quemaba a las mujeres. Aún le asombraba que tuvieran dos ciudades más grandes que la única ciudad de la Noche. Tenía mil preguntas en la cabeza y le resultaría muy difícil contenerse para no soltarlas todas del tirón. La verdad era que estuvo a punto de levantarse en un par de ocasiones para buscar a Gabriel y preguntarle, pero le frenó la hora. Estaría durmiendo y es lo que ella debería estar haciendo. Refrenó sus ansias de saber y se obligó a quedarse ahí y dormir. Por muy duro que fuera, debía esperar. Aún le quedaban muchos días por delante para ir preguntando todas sus dudas.

***

Trevor miró satisfecho a sus hijos cuando se quedaron solos al retirarse Siena a su cuarto. Parecía que las cosas iban saliendo muy bien, la chica estaba interesada e ilusionada y le llamaba la atención todo lo que le contaban.

— Has hecho bien en explicarle el tema reproductivo, Alyssa. Creo que ese va a ser un punto muy importante que puede hacer inclinar la balanza a nuestro favor.

— No creo que eso influya. Esa chica es muy joven, no es la Reina y no tiene mucha potestad en lo que a la toma de decisiones se refiere. Además, no deberíamos facilitarles tanta información que pueda resolver su problema sin que entremos nosotros en juego. Explicarles cómo hacerlo de otro modo quizá no haya sido lo mejor —comentó ella encogiéndose de hombros. A su hija no le interesaba mucho su plan ni su idea de cumplir la profecía, pero daba su opinión al respecto para ayudar si se lo pedían.

— No, te he dejado que se lo cuentes porque quiero que vea lo avanzados que estamos. Gabriel ya le ha dicho la población aproximada que tenemos y junto con lo que va oyendo, más los avances que ve y verá aquí, le harán plantearse muy seriamente que somos mejores y que estamos más avanzados. Queremos un acercamiento sin que ella crea que buscamos una unión de sangre, una unión mezclándonos con ellos. Ella debe querer que nos acerquemos más para que puedan copiar nuestros avances, para que les facilitemos lo que llevamos años desarrollando. Y nosotros se lo prometeremos, pero a cambio queremos una contrapartida. Estaremos más por allí para que Uriel tenga opciones con la Reina y, por otro lado, Siena puede facilitarnos cierta cosita que necesitamos —dijo Trevor sonriendo.

— Una cosita muy pequeñita ¿verdad, padre? —bromeó Gabriel guiñando un ojo a su padre.

— Tan pequeñita que nos la tienen que facilitar ellos mismos porque, si no, jamás podremos sacarla de allí. Robarla está descartado, sobre todo si no sabemos dónde la tienen —rio el Rey con su hijo siguiéndole la broma. La ironía era clara para todos puesto que lo que necesitaban conseguir no era precisamente algo pequeño.

— Siena tiene que saberlo. Y creo que, si nos coge mucho cariño y le hacemos partícipe de nuestros planes, nos ayudaría de forma altruista —dijo Gabriel aún sonriente.

— ¿Por qué será que tu tono me indica que le diréis una verdad a medias? —preguntó Alyssa.

— Pero que lista es mi hermanita —exclamó Gabriel mientras la abrazaba levantándola del suelo.

— Sé que no estás de acuerdo con esto, Alyssa, pero tú eres una parte fundamental de este plan. Debes explicarle la parte reproductiva que es lo que más le interesa mientras que tu hermano le enseñará la tecnología, que es su área. También quiero que se acerque bien a ella, recordemos el plan B —dijo Trevor a lo que sus hijos varones asintieron serios mientras que su hija negaba con la cabeza alzando los brazos, indicando que ni sabía ni quería saber en qué consistía el plan de reserva. Lo bueno era que no era tonta y seguro que lo había intuido—. Confío en los tres, hijos. Sé que no me fallareis.

Vio cómo sus hijos sonreían orgullosos mientras su pequeña Alyssa se quedaba seria, pensativa. No sabía mucho del plan ya que había preferido mantenerse al margen, más centrada en sus obligaciones laborales que familiares o reales. Pero sí le habían contado algunas cosas para que no metiera la pata con Siena y la guiara para que sacase las conclusiones que ellos necesitaban. Y su hija no le defraudaría nunca, se había prestado a hacer lo que él quería, siempre que no fuese en contra de sus valores. Por ese motivo le contaban lo justo para que lo que iban a hacer o los motivos ocultos que tenían, no interfiriesen en ella y en su predisposición a ayudarles.

Tampoco temía que Alyssa hiciese nada contra ellos en caso de que se enterase de sus verdaderos planes. Nunca traicionaría a su familia, a su padre y hermanos, a su Rey o a su propio reino en favor del otro reino. No iría a contarle a Siena lo que oyese, nunca sería capaz de esa traición, sin embargo, sí podía dejar de colaborar y apartarse de ellos. No quería que se alejase de la familia y ese sí era un miedo muy real que tenía Trevor. Por eso había accedido a no hacerla partícipe de todo, no porque se negase, ni porque lo contase, sino porque no quería que los mirase mal, que les temiera y se alejase de ellos. No quería que la familia se desintegrase por la profecía.

***

Siena se levantó temprano la mañana siguiente, se aseó, se vistió y se quedó sentada en la cama sin saber a qué hora solían desayunar en esa ciudad. Aburrida, decidió ir a dar un paseo para explorar un poco por su cuenta, por lo que se puso unas botas nuevas muy bonitas negras y salió para acercarse a la barandilla y mirar la gran cueva. Respiró profundamente, sintiendo cómo el aire caliente le llenaba los pulmones. Para ella hacía calor con los veinticinco grados que decía el termostato de su cuarto que hacía dentro, aunque seguro que para ellos era una temperatura de lo más agradable. Se dirigió al final del pasillo sabiendo que había un ascensor ahí. Se subió en él y pulsó la tecla del nivel diez. Aprendía rápido y vio cómo lo hacía Gabriel. Lo cierto era que era tan sencillo que hasta un niño lo habría aprendido a usar con una explicación. Bajó del ascensor al abrirse las puertas y recorrió el pasillo hasta llegar a la misma barandilla que había en el primer nivel, donde ella dormía.

Si ver la cueva desde arriba era impresionante, verla desde abajo, desde su base, la dejó sin aliento. Era inmensa y se la veía robusta, lista para aguantar otros mil años más. Caminó hasta llegar a unas escaleritas de apenas tres peldaños que bajaban al césped. Se sentó sobre uno de los peldaños y se descalzó, dejando sus pies libres para caminar sobre la hierba ligeramente húmeda. Ahí abajo notó que la temperatura había descendido algunos grados y se encontraba mucho más a gusto. Caminó un minuto en dirección al agua hasta que se paró, se tumbó en el suelo y se quedó durante un rato ahí, contemplando el increíble cielo azul que se veía a través del gran agujero en lo alto de la cueva.

— ¿Ya me copias y solo llevas un día aquí? —preguntó una voz que reconoció al instante, aunque no por eso dejó de sobresaltarla al no esperar encontrarse con nadie.

— ¡Alyssa! Que susto me has dado —exclamó sentándose de golpe.

— Lo siento, te he asustado, no era mi intención. Es que yo vengo todas las mañanas antes del desayuno a dar un paseo al parque y a darme un bañito rápido en la laguna —explicó ella para terminar tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse—. Vente, acompáñame en mi baño. ¿Sabes nadar?

— Yo... Sí, se nadar. Me enseñó mi padre —contestó ella levantándose agarrada a la mano que le había tendido Alyssa.

— Te han tenido que dejar un bañador en tu armario, aunque supongo que no lo llevas puesto debajo de la ropa, ¿verdad?

— No sé lo que es un bañador, pero supongo que es una ropa específica para bañarse aquí. Así que diré que no. Llevo solo ropa interior normal —contestó ella pensando que deberían haberle explicado para qué servía cada prenda de ropa que habían dejado en su armario. Quizá si le hubiesen mencionado ese bañador, diciéndole para qué servía, se le habría ocurrido ir a nadar en lugar de solo pasear.

— No te preocupes, yo he escogido tu ropa interior y es como la mía: neutra. Puede pasar por bañador, así que no te preocupes. Allí, en aquella caseta junto a la pared de la cueva, hay elementos de buceo y toallas para secarte después —le informó quitándose la ropa y dejando ver un bonito bañador del mismo tono rosa que las mechas de su pelo. Y sin esperarla se acercó a la orilla, se lanzó al agua y se sumergió, buceando.

Siena no pudo contener la risa. Era la primera vez desde su padre que estaba con alguien que sabía nadar y que, además, le gustaba hacerlo. Decidió no pensarlo mucho, se quitó la ropa y se lanzó tras ella con una gran sonrisa en la boca. Nadó hasta donde se encontraba Alyssa que la esperaba tendiéndole una especie de gafas transparentes. Siguiendo sus órdenes, se las puso y la siguió bajo el agua. Veía todo perfectamente nítido con esas gafas y fue recorriendo cada recoveco que ella le enseñaba, las pequeñas cuevas entre grandes piedras en las que había aire acumulado y se podía respirar, vio pequeños peces y cangrejos y buceó hasta que le empezaron a doler los pulmones de aguantar tanto tiempo y tantas veces la respiración. Volvieron nadando en dirección a la orilla riendo mientras Alyssa le daba detalles sobre los animales que le había mostrado bajo el agua.

— ¡Así que estáis aquí! —gritó Gabriel desde la orilla con los brazos cruzados y el ceño fruncido— ¿Piensan las señoritas honrarnos con su presencia en el desayuno o están esperando a que se lo traiga yo hasta aquí?

— Eso sería todo un detalle, querido hermano —contestó con sorna la hermana pequeña.

— Si es así, yo también quiero —añadió Siena, haciendo reír más fuerte a Alyssa y haciendo que Gabriel pusiera los ojos en blanco.

— ¡Salid de ahí ya! —ordenó señalándoles con el dedo— Ya está bien de que nos hagas soportar que siempre llegues tarde a todas las comidas, pero no alientes a nuestra invitada a coger tus malas costumbres, hermanita. Ahora salid e id a vuestros cuartos a vestiros que os esperamos en quince minutos para desayunar.

— En ese caso será mejor que te marches ya, Gabriel, no podemos salir contigo ahí, estamos en ropa interior —mintió Alyssa, aunque solo a medias ya que sí llevaba el bañador puesto, no como ella. Sin embargo, vio como el pobre chico se ponía rojo, se daba la vuelta rápidamente y casi se iba corriendo mientras la hermana se volvía hacia ella riendo por lo bajo—. Si no le digo eso, no se marcha. Es muy pesado. Vamos, te daré una toalla. Y más nos vale correr o nos quedaremos sin desayuno.

Pocas veces en su vida había corrido tan deprisa y encima descalza y mojada por la hierba, sin embargo, en menos ocasiones aún había sido tan feliz como lo era en ese momento. Tenía que reconocer que ese sitio le parecía el paraíso, que lo que estaba conociendo del lugar y de la gente estaba consiguiendo que lo apreciara aún más y que envidiase su estilo de vida y su increíble tecnología. ¡Y solo llevaba ahí un día! No quería pensar en todo lo que le quedaba por ver aún, pero estaba segura de que sería aún más. Mucho más.

Corrió todo lo que pudo sintiéndose libre a pesar de las prisas y amenazas de perderse el desayuno. Se vistió rápidamente, dejando la ropa húmeda que se había puesto sobre la ropa interior mojada y corrió de nuevo hasta el salón del desayuno. Llegó justo dentro del margen dado por Gabriel y pocos segundos antes de que apareciese Alyssa también vestida y con la respiración agitada por las prisas. Se miraron y se echaron a reír de nuevo. Jamás había tenido una amiga, pero pensó que debía ser algo parecido a la relación que estaba desarrollando con la hija del Rey. En menos de un día ya le caía mejor que sus hermanos y sentía más conexión con ella de la que nunca había sentido con nadie.

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