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Capítulo 41

Bailando por el comedor, Siena se sentía incompresiblemente feliz en su fiesta. No había esperado sentir eso cuando iba obligada por las circunstancias que su propia hermana había creado, pero lo cierto era que estaba siendo así. Había estado bailando con Urai y se habían reído mucho al ser conscientes de que ninguno sabía cómo hacerlo bien o seguir la música de forma coordinada, había bailado también con Tiberio, con Gabriel, incluso con Uriel. Iba algo achispada por el alcohol, quizá eso también le estuviera ayudando a relajarse y divertirse.

Sin embargo, no iba tan pasada de copas como para no darse cuenta de los intentos frustrados de Uriel por acercarse a Loira que lo rehuía con cierto descaro, aunque con la mayor de las sutilezas y educación. Llegó un punto en el que el pobre ya se dio por vencido y se alejó para pasar el resto de la velada con su familia. Le daba algo de pena aquel hombre con aspecto de rudo guerrero al que dejaba de lado una dama de hielo, aunque se lo merecía puesto que su hermana jamás se fijaría en un extranjero y menos en alguien con una apariencia un tanto feroz, en opinión de Siena. Aunque podría ser que no tuviesen suficientes mujeres en su ciudad y estuviesen allí para buscar alguna. Decidió descartar esa opción tras recordar las conclusiones a las que habían llegado Urai y ella. De todos modos, en poco tiempo sabría la verdad porque esperaba que fuesen sinceros y no intentasen engañarla como a sus antecesores, ella no se dejaría manipular.

— Un momento de atención, por favor —pidió Loira, subida sobre una de las sillas, copa en mano—. Ya sé que la parte de los brindis ha pasado y no busco repetirme. Quiero hacer un anuncio frente a todos. Tras la destitución del anterior diplomático y su posterior intento de asesinarme, he estado pensando sobre quién podría sustituirle. Buscando a alguien que fuese totalmente de mi confianza, que tuviese las cualidades necesarias para el puesto y que además lo aceptase, pensé en mi querida hermana, Siena. Y debo decir que aceptó cuando se le propuso tamaño puesto, por lo que os hago partícipes de su nuevo nombramiento de forma oficial, ante todos.

— Gracias —exclamó ella riendo ante los aplausos de aceptación y comentarios de enhorabuena.

— De esta forma también informo a los miembros del Sol, que se encuentran hoy aquí, de con quién deberán dialogar a partir de ahora en representación nuestra. Solo lamento comentar a Urai que se quedará sin su mujer mañana mismo ya que nuestros invitados querían comenzar a conocer y relacionarse con el nuevo diplomático lo antes posible y me pidieron que se fuera con ellos a su vuelta sin saber que era la propia novia —Siena observó ciertas caras de extrañeza en los asistentes puesto que sonaba raro que Loira fuese a aceptar esa petición cuando se acababa de unir la susodicha diplomática—. He de decir que cuenta con mi entero apoyo en esto, ya que he sido yo quien he hablado con ellos y quien ha trasmitido la oferta. Me alegra que mi querida hermana esté dispuesta a ayudarme en mi objetivo de acercar posturas con el Sol. Y, ejerciendo diplomáticamente su nuevo poder y sus nuevas obligaciones, ha aceptado gustosa la petición de nuestros vecinos de irse con ellos para continuar estrechando lazos entre nosotros.

No le gustaba cómo lo había explicado la Reina. Daba la sensación de que a ella misma le importaba poco mandar lejos a su hermana tras el enlace, que la novia aceptaba sin tener en cuenta los sentimientos de su reciente marido y que los extranjeros tenían también tanta prisa que les importaba aún menos que a ellas a quién se llevaban. Su hermana había dejado toda diplomacia a un lado al explicar la situación y, en lugar de ayudar, lo estaba empeorando. Intentó mantener la sonrisa y esperó que los asistentes estuviesen lo suficientemente borrachos como para no recordar la noche siguiente las palabras exactas de la Reina, solo que la diplomática se iba con su aprobación.

Vio como Tiberio se acercaba a la silla y le tendía la mano para ayudarla a bajar en cuanto vio el cariz de sus palabras. Daba gracias a esa interrupción que hizo que se callara y, quizá, dándose cuenta de que no estaba tan lúcida como creía para dar comunicados, se bajó sin dudar, dejando de hablar. De todas formas, había que concederle que no había titubeado ni había parecido bebida, por lo que se podía achacar a un fallo al escoger las palabras, aunque ella sí conocía a su hermana lo suficiente como para saber que el alcohol le había afectado.

— Parece que te vamos a raptar mañana —dijo Gabriel con sorna a su espalda.

— Está claro que no ha escogido las palabras de forma acertada —intentó disculparse—. Sin embargo, el mensaje ha quedado claro. Me iré con vosotros mañana como me pediste ayer.

— No pretendíamos alejarte de tu marido tan pronto. Viendo tu actitud pasiva ante la boda pensé que quizá no querrías casarte y te ofrecí una vía de escape si así lo decidías. No es necesario que te vengas ya mismo con nosotros si no quieres, no corre prisa —aclaró ligeramente molesto por el malentendido—. Ahora da la sensación de que exigimos que la nueva diplomática se venga ya mismo, sea quien sea y sin importar sus circunstancias.

— En serio que lamento lo mal que se ha expresado. Lo hablé ayer con ella y estaba de acuerdo en que me fuese, sabe lo que me gusta la aventura y no quiere que mis obligaciones como esposa coarten o limiten mis expectativas y objetivos —eso era lo que Siena quería entender de la actitud y palabras de su hermana, prefiriendo no rebuscar más por si encontraba otras motivaciones por su parte—. Incluso lo comenté con Urai y, aunque no termina de hacerle gracia, está de acuerdo en que debo ir.

— Un marido excelente, sin duda, si se muestra tan dispuesto a perderte tan pronto, en la parte más bonita de la boda para que puedas cumplir tu sueño de conocer el mundo —dijo Gabriel sonriendo, aunque notó cierta maledicencia en sus palabras, un doble sentido que prefirió ignorar porque entender la ironía implicaba tener un cruce de palabras que no era ni el lugar ni el momento de tener.

— Sí, así es. Ya tendremos tiempo de romanticismos cuando vuelva, tendremos toda una vida para ello —contestó ella sonriéndole como si todo estuviese en su sitio, como si todo fuese como ella deseaba.

— En ese caso, me alegra sobremanera que mañana partas con nosotros. Yo mismo me encargaré de enseñarte todo y resolver cualquier duda que pueda surgirte. No dudes en preguntarme lo que sea —se ofreció haciendo una reverencia tan exagerada que pensó que llegaría hasta el suelo, aunque le quedó tan graciosa que no pudo evitar reír.

— Me alegra que estés tan predispuesto a responder y explicar porque tengo muchas dudas que espero que me ayudes a resolver y preferiría que fuese de forma visual —vio como él alzaba una ceja no entendiendo muy bien a qué se refería. Debería especificar un poco más—. Me gustaría dejar de lado cuentos o verdades a medias. Si voy, quiero verlo todo.

— Ya veo —contestó sin mostrar ahora ninguna duda en su semblante. Sonrió entendiendo perfectamente lo que ella pedía. Con esa contestación entendió que ella no se tragaba la mentira de que eran como una tribu medio acabada y que exigía la verdad. Asintió sonriente—. Así será pues.

Bueno, al menos había podido superar el primer escoyo en el camino y solventado el error de su hermana con los extranjeros. Lo mejor era que había podido aprovechar la situación para dejar claro lo que pensaba de ellos y lo que esperaba de aquella visita: la verdad de cómo eran, cómo vivían y cómo de desarrollados estaban. Lo sorprendente había sido que no había visto duda en Gabriel, había entendido correctamente su insinuación, no se había alarmado ante su osadía y le había asegurado que vería la realidad por sí misma.

***

Gabriel se situó junto a Trevor y Uriel tras hablar con Siena, aún con la sonrisa en la boca. Llevaba buenas noticias que serían una gran sorpresa para su familia, al igual que lo habían sido para él.

— Siena me ha dejado claro que no se cree nuestro histórico montaje de que somos una mera tribu y dice que, si viene con nosotros, espera que le mostremos la verdad —comentó sonriendo.

— Es una chica muy joven para ser tan perspicaz. Los demás de la Noche nunca se han cuestionado nuestra historia ni lo que sus diplomáticos vieron. Es muy intuitiva y eso me gusta. Creí que sería la persona idónea por su cercanía con la Reina, aunque nunca pensé lo sencillo que sería que nos aceptase. Su inteligencia y curiosidad nos ponen la situación más fácil —dijo Trevor sonriendo también.

— Es una pena que se haya casado porque habría sido perfecta para nuestros planes. Mejor que Loira, me temo — expuso Gabriel.

— Dame una oportunidad con la Reina. Si no sale bien ya haremos que Siena vuelva a estar disponible — señaló Uriel tan serio como siempre, haciendo referencia a los planes ya trazados de dejarla viuda y convertirla en la nueva reina.

— Cuanto más sabemos de Siena, más se perfila como la opción más fácil y viable. No te ofendas hijo, pero es así — le dijo Trevor a su hijo Uriel.

— No me ofendo. Me alegra que sea así. Seguiremos trabajando en ella, poniéndola de nuestro lado para que nos ayude con su hermana y, si esa línea falla, ya la tendremos ganada para que sea ella la que una ambas civilizaciones. Os lo he dicho antes y lo repito por si es necesario: podemos hacer que esté de nuevo disponible. Es solo un contratiempo subsanable. Está bien que nos vea como amigos y que sienta que tiene la suficiente confianza con nosotros, o contigo —aclaró señalando a su hermano—, como para dejar claro sus auténticos pensamientos sobre nosotros. Básicamente te ha llamado mentiroso a la cara sin inmutarse y te ha reclamado la verdad. Eso es digno de elogio.

— Es cierto, no me había dado cuenta del insulto velado en sus palabras —respondió Gabriel pensativo para reírse posteriormente—. Es magnífica, perfecta para nuestros planes. Tiene más arrestos que sus predecesores y va a necesitar esa actitud para afrontar todo lo que le voy a mostrar y, posteriormente, para defender nuestros intereses frente a su hermana.

— Esperemos que entre ella y mis visitas más asiduas aquí, pueda lograr algo con Loira. Que salga el plan principal facilitaría las cosas al tener a las dos de nuestro lado. Pero está bien tener un plan B preparado —asintió Uriel.

Observó que su hermano no estaba contento y con razón. Loira no le hacía ni caso esa noche y le estaba desesperando. No le dirigía ni siquiera la mirada, dejando en el olvido sus candorosas reacciones pasadas. Igualmente, a Gabriel le hacía gracia. Al final él se estaba divirtiendo más de lo esperado con aquel plan familiar.

***

Siena aguardaba en el baño privado de su dormitorio. Estaba nerviosa ante lo que se avecinaba. Echó la bronca a la mujer reflejada en el espejo por no haber dedicado algo de tiempo a investigar sobre lo que pasaría esa noche. Las escasas nociones que tenía la mantenían en una nebulosa de incertidumbre que la llevaba a conatos de nerviosismo cercanos al colapso. Y ya era tarde para preguntar a nadie sobre ello. Esperaba que Urai fuese considerado y consecuente con su falta de experiencia teniendo en cuenta que él sí la tenía. Y con su propia hermana, según recordaba.

Salió nerviosa, pensando que su marido aún estaría guardando sus pertenencias en los armarios medio vacíos. Sin embargo, se le encontró sentado a los pies de la cama, esperándola con una sonrisa tímida.

— Ven, siéntate conmigo —pidió tendiéndole la mano para que tomara asiento a su lado en la cama. Fue intentando no dejarle ver lo nerviosa que estaba—. Tiemblas. ¿Estás nerviosa?

— Un poco —se había dado cuenta, su cuerpo la había traicionado.

— Bien, voy a hacerte una pregunta y me gustaría que me contestaras con la verdad. No la voy a hacer por maldad, solo para conocerte mejor, ¿de acuerdo? —preguntó con voz suave.

— De acuerdo, pregunta.

— ¿Estás nerviosa porque nuestra relación nunca ha ido por estos derroteros hasta ahora y soy la novedad o porque todo esto en sí mismo es una novedad para ti? —estaba siendo bastante claro, aunque debía agradecer que preguntase con tacto.

— Todo es nuevo para mí —se sinceró con él. No merecía la pena mentir en esto puesto que estaba segura de que se daría cuenta en poco tiempo por sí mismo.

— Ya veo —asintió con calma, pensativo—. No quiero que hagas nada que no te apetezca ni quiero que te veas forzada a hacer esto. Bien podemos esperar hasta que vuelvas o hasta que te sientas preparada, no tenemos prisa.

— Te lo agradezco —contestó valorando su oferta unos largos segundos—. Mi mayor temor es el desconocimiento al no haberlo probado nunca y eso no se va a resolver con tiempo. Supongo que me da igual hacerlo ahora que dentro de una semana o un mes. Mis miedos serán los mismos, supongo.

— Te entiendo. Haremos lo que prefieras —dijo comprensivo.

— ¿Duele?

— Intentaré que no, aunque puede ser que esta primera vez sí duela un poco —explicó cogiéndole de la mano.

— Si no me gusta no volveremos a repetirlo. Lo bueno que tiene el afán de mi hermana son sus investigaciones sobre reproducción. Si tiene éxito no se necesitará esta parte para procrear y podremos tener hijos igualmente —comentó claramente nerviosa aún.

— Eso sí que es quitar tensión al momento —comentó Urai bromeando, aunque ella no terminó de entender de qué se reía. Para ella era un consuelo no tener que repetirlo si no le gustaba, pudiendo tener los hijos de otro modo, y suponía que sería igual para él. Tiró de ella para que se tumbase junto a él en la cama y la colocó sobre su pecho rodeándola con un brazo—. Será mejor que durmamos. Ha sido una noche dura, más bien unas noches duras, y creo que nos vendrá mejor dormir. Cuando regreses del Sol veremos qué hacemos al respecto, quizá estés menos nerviosa para entonces.

— Eso no es lo que he dicho —contestó tumbándose a su lado. Sí era cierto que tener la opción de no hacer nada la tranquilizaba, que quedase de su mano lo que ocurriese o no, le quitaba presión. Él se limitó a darle un beso en la frente sin más y eso la dejó pensativa. Era cierto que iba a tener que pasar por ello, al final podía ser que Maissy no lograse nada y tendría que hacerlo como siempre. También tenía cierta curiosidad al respecto. Al final, cuanto antes pasase por ese trance, mejor—. Sí quiero hacerlo. Mejor no esperar, cuanto antes mejor.

— De acuerdo. En tal caso quiero que cierres los ojos, que te relajes y te limites a estar atenta a dónde sientes que te toco y cómo —le pidió él tumbándola boca arriba y dejando que hiciese lo que le había pedido antes de proseguir—. Si en cualquier momento quieres que pare solo dímelo y paramos.

Siena seguía tensa y se limitó a asentir con los ojos ya cerrados, sabiendo que él la observaba. Intentó relajarse como le había pedido, aunque le estaba resultando complicado. El camisón que le había mandado hacer su hermana y que le había regalado aquella mañana debió de resultarle un estorbo porque lo fue apartando lentamente con los dedos. Quizá no le gustaba, aunque su hermana le había asegurado que le encantaría. Siena se sentía perdida, sus recuerdos sobre el tema le decían que era normal que la desnudase, sin embargo, sentía terrible vergüenza e inseguridad al sentir cómo lo hacía.

Se lo fue poniendo fácil, moviéndose de un sitio a otro mientras él iba quitando la ligera bata blanca y el fino camisón azul pálido. Sintió un leve escalofrío cuando le quitó la última prenda y, dándose cuenta de ese detalle, la hizo levantar para tumbarla de nuevo en la alfombra frente a la chimenea encendida donde el fuego le templó la piel rápidamente. Nunca tenía frío dentro de palacio y le sorprendió sentirlo en esa ocasión. Le hizo gracia sentirse sexy y frívola al saberse desnuda y acompañada sobre la alfombra, pero curiosamente no le desagradó la sensación.

Sintió como Urai le separaba las piernas y se ponía entre ellas, de rodillas y desnudo, por lo que pudo notar el roce de la piel. Se tensó ligeramente al notarle allí, aunque se limitó a cogerle una pierna entre las manos y morderle ligeramente en la zona del tobillo, lo que la hizo reír. De ahí fue subiendo, dándole pequeños mordiscos a lo largo de la pierna hasta llegar a la cadera, haciéndole cosquillas en el proceso y retorcerse ligeramente. Continuó mordiéndole hacia el brazo, provocando sus cosquillas y haciendo que no pudiese parar de reír. Él le sujetó las muñecas por encima de la cabeza para restringir sus movimientos con solo una de sus manos. Así continuó hasta que le mordió el cuello, provocando un escalofrío que le puso el bello de la nuca de punta y todo el brazo y pidiese clemencia, una pequeña tregua entre risas.

Pero no paró, solo cambió la forma de sus caricias. Ya no usaba los dientes, sino los labios e incluso llegó a notar la lengua sobre su cuello. Sin embargo, ya no sintió el esperado escalofrío, sino calor en la zona del estómago. De pronto, mientras él recorría su cuello y sus pechos con los labios, su respiración se fue acelerando y fue subiendo su temperatura hasta el punto en que le sobró el fuego encendido. Sorprendida, se quedó sin aliento cuando notó que sus labios pasaban por encima de su ombligo para continuar el descenso. Ahí no notó sus labios, sino su lengua húmeda y alzó las caderas de forma instintiva, acercándose más a él. Pensó que debería detenerle, que debería sentir un mínimo de vergüenza, pero no sentía nada parecido. Había dejado de lado toda prudencia, toda timidez. Solo pudo agarrarle fuertemente del pelo mientras se dejaba llevar, mientras él continuaba sin impedimentos por su parte, hasta que sintió que esa extraña presión se soltaba y solo pudo gemir, mordiéndose con fuerza el labio y retorciéndose sobre la alfombra sin soltarle el cabello aún.

— ¿Estás bien? —preguntó Urai alzándose ligeramente con un tono en el que intuyó una sonrisa.

— Sí —contestó temblorosa, con los ojos todavía cerrados y sin entender cómo podía estar jadeando sin hacer ningún esfuerzo físico.

— ¿Quieres que siga? —preguntó dándole ligeros besos recorriendo de nuevo el camino ascendente en dirección a su cuello.

— Sí —no llegó a pensar su respuesta, solo contestó, y abrió los ojos para encontrarse con los suyos justo sobre ella. Ya no sintió vergüenza, ni temor, se sentía relajada y segura con él.

Subió sus manos por los brazos de Urai lentamente, sin prisa, hasta que entrelazó los dedos alrededor de su cuello, acercándole hacia sí. Se sintió osada cuando fue ella quién le besó y sumamente poderosa al escucharle gemir tras la sorpresa inicial. De pronto todo le parecía muy instintivo. Sentir su peso sobre ella le resultaba grato, sentirle entre sus piernas le parecía natural y sentirle dentro de ella incluso placentero. Sí notó cierto pinchazo inicialmente, pero se quedó quieto esperando que ella dejase de contener el aliento. Cuando sintió que se relajaba fue cuando comenzó a moverse. El leve dolor pasó a incomodidad y esta a su vez dio paso a una sensación curiosa que no le resultaba desagradable y que, poco a poco, fue mejorando. Sin entender el porqué, comenzó a moverse con él, cogiendo el ritmo y siguiéndolo sin problema. Escuchó la respiración acelerada de Urai dándose cuenta de que ella respiraba igual de fuerte y rápido. Vio cómo apretaba la mandíbula y aguantaba la respiración hasta que se desplomó sobre ella, expulsando todo el aire de sus pulmones, agotado.

— ¿Te he hecho mucho daño? —preguntó Urai dubitativo, echándose a un lado para evitar aplastarla.

— Estoy bien. No ha sido tan malo como me lo esperaba —le intentó tranquilizar ella.

— No ha sido malo, pero ¿tampoco ha sido bueno? —preguntó sonriente, mirándola a los ojos de una forma que le hizo recordar ciertos momentos recientemente ocurridos que la hicieron ruborizar.

— De acuerdo, ha tenido ciertas partes muy buenas —concedió ella entre dientes, pero sin poder evitar sonreír también.

— ¿Tanto como para repetirlo a tu vuelta? Solo con fines meramente intelectuales. Por confirmar que puede ser bueno en más de una ocasión —dijo queriendo ponerse serio, aunque sin lograrlo más de un par de segundos.

— Me lo pensaré —contestó riendo con él.

De acuerdo, no había sido tan malo y podría ser que quisiera repetir a su vuelta. Una experiencia no creaba una pauta, estaría bien comprobar si siempre era así. Rio con él y con sus locos pensamientos, sabiendo que ya buscaba excusas estúpidas para volver a probarlo.

Urai la levantó en sus brazos del suelo, llevándola de vuelta a la cama donde la dejó para tumbarse a su lado y abrazarla. Debía reconocer que eso también le gustaba. Esa sensación de unidad con él, de pertenencia, de complicidad; todo eso le hacía sentirse bien y contenta. No se arrepentía de la decisión tomada, había hecho bien en unirse a él. No se veía haciendo nada de todo eso ni con Arno ni con ningún otro.

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