Capítulo 36.2
Siena no tardó en quedarse sola de nuevo. Le sorprendía lo mucho que había cambiado la relación con su hermana en las últimas noches. Jamás habían tenido conversaciones tan largas ni con tan buena sintonía. Seguía enfadada por la encerrona de unirla a Arno incluso con amenazas, lo que había desembocado en su próximo enlace con Urai. Había sido algo que jamás habría esperado de ella, de su propia hermana, y le había dolido en lo más profundo. Sin embargo, el intento de asesinato y cómo eso le había afectado a ella, había cambiado un poco la situación. No poder echarle las cosas en cara para tapar que le había escuchado a escondidas y que Urai le había contado todo, había enfriado su ira. Y creer que había muerto y verse reina la había dejado agradecida a la Madre de que, finalmente, todo hubiese quedado en un mal susto.
Ahora estaba sobre todo molesta, pero aceptando que ya era un destino casi cerrado e irrevocable. También había notado el cambio de actitud en su hermana. Que ella fuese a hacer lo que quería también la había aplacado bastante, lo notaba. Y ahora se llevaban mejor de lo que se habían llevado en toda su vida; de hecho, nunca habían congeniado y sus charlas habían sido escasas y siempre debidas a temas de la ciudad u obligaciones familiares. Sin embargo, se había acercado a ella porque la había visto con cara triste para preguntarle si estaba bien. Podría ser un nuevo comienzo para ellas, quizá desarrollar la buena relación de hermanas que siempre deberían haber tenido, pero que nunca se había visto favorecida por la diferencia de caracteres y la influencia de los objetivos familiares para ellas. Habían sido criadas de forma muy diferente y eso se notaba en la actitud que cada una tomaba ante la vida y las circunstancias. Esperaba que eso cambiase, realmente le gustaría poder tener una relación normal de hermanas como había visto en otras familias. También le había sorprendido el comentario chistoso durante el juicio sobre la nariz de Tajto, esa broma privada entre ambas le daba también esperanzas de cambio.
Lo cierto era que su vida estaba dando un cambio radical en poco tiempo. Ahora se iba a enfrentar a una nueva ocupación donde no tenía claro cuáles serían realmente sus deberes; iba a unirse a Urai, un amigo al que jamás había visto como nada más hasta ese momento, pero por el que empezaba a sentir algo, aunque fuese el convencimiento de que sería buen marido; debía enfrentarse a la intimidad que conllevaba el matrimonio, algo que nunca le había llamado la atención ni siquiera sobre papel, menos llevarlo a cabo, y ahora se arrepentía de no haberse informado con tiempo para saber lo que vendría; conocer el pasado de su mundo había revolucionado sus creencias y la forma como veía lo que hacían en la Noche, así como había fomentado sus dudas sobre el Sol. Algo ocultaban y esperaba poder descubrir cómo eran en realidad y romper el mito de que eran una sociedad atrasada y tribal; viajaría a la otra parte del mundo, otro clima, otra gente y otra cultura, sabiendo poco o nada sobre ellos y eso sacaba la parte conservadora de su enseñanza que le profería un sentimiento de temor y preferencia por el hogar. Y ahora la relación con su hermana sufría cambios a positivo tras enterarse de los perversos planes que tenía para ella y el intento de asesinato. Estaba ciertamente saturada, su cabeza no paraba de girar y dar vueltas a los acontecimientos sucedidos y venideros.
Llevaba varias noches centrada en los preparativos de la fiesta para aparentar de su hermana y en un enlace propio que no le hacía especial ilusión y, cuanto más cerca de la fecha estaba, más aumentaban sus nervios. Nunca se había amedrentado ante un desafío, pero nunca esperó enfrentarse a tantos juntos.
Volvió a mirar a la pareja del enlace, bailando juntos en esta ocasión. Esa mirada de complicidad y cariño le laceró hasta el alma puesto que ella no miraba así a Urai, ni él la miraba de esa forma. Reconocía que se habían acercado mucho en la última semana y habían tenido cierto momento intenso de cercanía cuando visitaron a Loira en el hospital, pero no creía que fuese lo mismo que veía en Davra y Tiberio. En ellos veía amor mientras en su relación con Urai veía un esfuerzo mutuo por sentir algo más en vista de la próxima unión y sabiendo que, posiblemente, iban a tener que pasar el resto de la vida juntos.
Se levantó de la silla y se escabulló del salón esperando que nadie reparase en su marcha. Estar en la sala en su actual estado de ánimo sería fácilmente interpretable como lo que era: tristeza ante su propio enlace. No era capaz de mostrar alegría y era lo que se esperaba de ella en una unión ajena donde todos estaban disfrutando y ante su propia unión.
Deambuló por los pasillos desiertos del palacio, agradecida de no encontrarse con nadie. Se quedó en un pasillo en penumbra, apoyada en una de las paredes y mirando al techo sin ver, simplemente dejando fluir su desesperación que surgió en forma de respiración acelerada y unas ganas de llorar que intentó controlar tras un leve sollozo. Se podía hacer a la idea de una unión por conveniencia puesto que era habitual en su mundo, pero ella siempre esperó más para sí misma y por eso le costaba aceptarlo.
— ¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras? —preguntó Urai sorprendiéndola al no verle acercarse.
— No me ocurre nada, estoy bien —contestó, mintiendo claramente.
— Siena, no me mientas. Dime la verdad —pidió apoyándose en la pared junto a ella.
— Yo... Es que... —no sabía cómo explicarlo sin sentir que podía herirle o sentarle mal lo que pensaba— Los veía a los dos felices y... Solo estoy agobiada, no te preocupes. Se me pasará.
— Sientes pena de ti misma porque ellos se unen por amor y tú no— concluyó su futuro marido, entendiendo la situación correctamente.
— Sí. Lo siento, no es por ti. Es que esperaba tener la ocasión de escoger yo, que mi enlace fuese cuando yo quisiera y con quien yo quisiera y no por necesidad, por imposición de la Reina —intentó explicarlo con tacto, aunque quizá no lo había dicho bien al verle fruncir el ceño—. Quiero decir que me siento joven para lo que se avecina. No es por ti porque, posiblemente, hubiese surgido de forma natural con el tiempo que estamos pasando juntos, y que seguiríamos pasando, en mi formación como diplomática. Es que me parece pronto y aún no hemos desarrollado los sentimientos que podrían haber surgido. Tengo la sensación de que estamos forzando las cosas cuando habrían fluido por si solas de no contar con la presión que ahora tenemos.
— Mírame, Siena —dijo Urai poniéndose frente a ella para obligarle a que le mirase a él y dejase de fijar la vista en el techo—. No podemos poner fin al compromiso y no unirnos por los planes de tu hermana, pero nadie nos obliga a sentir nada. Tienes razón, posiblemente hubiesen surgido sentimientos que nos hubiesen llevado al enlace, sin embargo, eso no quiere decir que no surjan. Seguiremos pasando tiempo juntos, ahora más que antes porque estaremos unidos, y eso hará que surja de forma natural si debe surgir. Tenemos más que muchas parejas cuando se unen por necesidad porque, no te confundas, muy pocas uniones son por amor. Yo no te obligaré a nada, te trataré muy bien porque me preocupo por ti y te apoyaré en todo porque sé que tus objetivos son importantes para ti. Nos llevaremos bien, como hasta ahora, seguiremos siendo amigos y no forzaremos nada.
— Siento que te hayas visto forzado a esta unión. Solo pienso en mí misma en estos momentos y no en lo que tú podrías estar sintiendo. Los dos vamos a este enlace por obligación, lo siento. Y te agradezco lo que haces por mí y tu voluntad de ser paciente y poner todo de tu parte para que este enlace vaya bien —contestó afligida al ver que se preocupaba por ella, estando él en la misma situación.
— No lo lamentes por mí, cielo —dijo en un susurro acariciándole la mejilla con ternura—. No voy tan obligado como crees. Yo sí siento algo por ti, hace tiempo que lo sé, y por ese motivo te ofrecí la salida de unirnos. Porque, de forma egoísta, pensé que sería mi oportunidad para acercarme más a ti y ver si finalmente puedes tener sentimientos por mí más allá de la amistad.
— ¿Tú me quieres? —preguntó abriendo los ojos como platos, sorprendida de esa revelación hecha en susurros, casi con miedo. Nunca se esperó que la quisiera, aunque en su fuero interno algo le decía que era así. Por eso no había dudado en aceptar la propuesta, por esa sensación de que había algo más, pero que nunca se había detenido a analizar por temor a estar errada.
— Sí —contestó de forma directa, sin titubeos y mirándola a los ojos—. Con esto no quiero exigir que me digas que sientes lo mismo, sé que no es así. Solo te lo digo para que entiendas que yo no voy obligado, yo estoy contento y expectante por pasado mañana. Empecé a darme cuenta de mis sentimientos cuando tu hermana envió a Arno por ti. Los celos llegaron a mí sin previo aviso, y su urgencia a unirte a él, a pesar de que no querías, despertaron en mí un afán protector que nunca tuve antes hacia nadie. Quise ayudarte de todas las formas que pude hasta que no me quedó más que la opción de proponerte unirnos. Me sentí egoísta al conseguir lo que quería por imposición de Loira, como si aprovechara sus órdenes para mis propios fines, pero te juro que no vi más opciones.
— Sé que no había más salidas. Yo misma analicé mi situación y no encontré más caminos, salvo tu propuesta. Me gustaría poder decirte que comparto tus sentimientos, pero no es así. Aunque sabes que mi aprecio por ti es real y espero que, con el tiempo, surja un cariño que vaya más allá. Como te he dicho antes, creo que habría surgido todo igualmente por lo bien que nos llevamos —intentó explicarse, aunque era consciente que decirle a su futuro marido que no le quería, cuando él le había confesado que sí, era complicado.
— Como te he dicho, no esperaba que sintieras lo mismo ni que me mientas diciendo que sí. Solo pido que nos des una oportunidad de ser felices, de ver si podemos llegar a ser una pareja real que se quiere. Quiero que vayas tranquila, despreocupada, todo saldrá bien. Yo haré todo lo que esté en mi mano para que nuestra unión sea tu refugio y tu fuerza, no tu castigo —le dijo sonriendo y ahí sí pudo ver que decía la verdad. Sus ojos reflejaban el cariño que había visto en las miradas entre Davra y Tiberio.
No sabía por qué, pero sus palabras la habían tranquilizado y le sonrió con confianza. Él no era como Arno. A Urai no le importaba estar en segundo plano, ayudándola y apoyándola desde las sombras mientras ella viajaba y brillaba. Solo le pedía que se abriese a la posibilidad de algo más, de dejarse llevar a ver qué surgía entre ellos. Y eso era algo que ella sí podía prometerle y que podría cumplir.
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