Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24.1

Tiberio había recibido noticias de que Tajto se dirigía hacia el hospital y eso le había puesto nervioso, por alguna razón. Caminó a paso rápido hacia la puerta por la que habían visto entrar al antiguo diplomático y entró a lo que era la sala de espera de la clínica. Al estar en un ala de palacio no era necesario salir a la calle para entrar o salir. Si fuera ése el caso, le sería más difícil entrar y salir a Taj, al menos dejaría un rastro de nieve en el suelo. Se dirigió hacia unas cristaleras donde se veían parte de las estancias donde estarían los enfermos, de haberlos. Por suerte, ahora no había ningún paciente. Ni tampoco vio a Tajto. Suponía que había ido a buscar algún tipo de medicamento que pudiese hacer las veces de veneno. Un ruido en la sala de farmacia le alertó y supo que su intuición no iba desencaminada.

Se acercó a la puerta de la farmacia y le vio revolver varios cajones con cierta prisa. Sintió unas ganas irrefrenables de darle una paliza, sin embargo, esperó para hablarle a que se diese la vuelta tras encontrar lo que buscaba.

— Buenas noches, Tajto. ¿Qué haces en la farmacia? ¿Te encuentras mal? —preguntó Tiberio apoyado en el marco de la puerta, cortándole el paso para que no pudiese marcharse sin contestar.

— Si, me dolía un poco la cabeza y he venido a por unos analgésicos. Estoy bien, gracias —contestó con sonrisa de superioridad quedando frente a él, esperando a que le dejase pasar.

— No se pueden coger medicamentos sin permiso, Taj. Todos lo sabemos. Te lo debe dar uno de los médicos —le dijo sonriendo, le había pillado.

— No había ningún médico y me estalla la cabeza. Mañana hablaré con alguno de ellos para informarles de que lo he cogido para que lo repongan. Seguro que lo entienden y no habrá problema —espetó devolviendo la sonrisa de forma falsa y altanera.

— ¿Podrías enseñarme el blíster que llevas? Seguro que ahora me cruzo con alguno de ellos y le puedo informar de lo que has cogido y así te quito problemas —pidió sin dejarle pasar aún, casi abarcando con su amplio cuerpo el ancho del marco de la puerta.

— ¡Claro! —dijo mientras sacaba un blíster de pastillas del bolsillo y se las enseñaba. Las conocía, sí que eran para las migrañas. Juró para sí mismo. Tenía que haber dicho que le registraba, aunque no tuviese motivos, en lugar de jugar a ese estúpido juego de pillarle en un renuncio. Vio cómo se le ampliaba la sonrisa mientras le veía la cara, observando las pastillas que tenía en la mano— Si los ves díselo, aunque de todas formas vendré mañana para decírselo, por si acaso no coincides con ninguno. Si no tienes inconveniente ya ¿me podrías dejar pasar?

— Sí —contestó reticente, quitándose de la puerta para dejarle paso a regañadientes. Sabía que había cogido algo más de los cajones de la farmacia, pero sin registrarle no podía saberlo. Y no podía registrarle sin que él le pidiese explicaciones que no tenía. No sin delatarse. Ya se había arriesgado mucho. No quería que Tajto pensase que le estaban vigilando porque sería más cuidadoso y le prefería relajado y cometiendo errores.

Tuvo que dejar que se marchase sin tener claro qué se había llevado, aunque dispuesto a averiguarlo. Fue corriendo en busca de Maissy que, supuso, se encontraba en el laboratorio. Allí estaba, como cada noche desde que le encomendaron la titánica tarea de salvar su civilización del desastre genético. Dándole pocas explicaciones le pidió que le acompañase a la farmacia para que revisara el suministro que quedaba. Ya que no sabía lo que se había llevado, esperaba saber lo que faltaba.

Maissy le explicó que todas las noches, antes de irse, abastecían la farmacia con aquello que habían gastado para que siempre tuviesen lo suficiente para una emergencia. A pesar de lo extraño de la petición de Tiberio, la doctora no puso objeciones y revisó uno a uno todos los cajones.

— ¿Puedes revisar los analgésicos? —preguntó por una corazonada. De pronto se le pasó por la cabeza que quizá ya los llevase encima, que no los hubiese cogido hoy, sino que se los hubiese dado un médico otra noche. Si le decía que sí y no faltaba nada más, entonces ya preguntaría qué se podía hacer con esas pastillas aparte de quitar el dolor de cabeza.

— A ver... —vio como sacaba varios blísters del cajón, pero negó con la cabeza— No falta nada. Están todos. No sé qué se han llevado, pero no son analgésicos. Por las horas que son, mis compañeros ya han cerrado y dejado todos los cajones repuestos y en este cajón no falta nada. Sin embargo, déjame que termine de mirar en los demás.

— Tranquila, tómate tu tiempo —continuó esperando mientras ella seguía abriendo cajones, sacando lo que había y haciendo un recuento para ver si faltaba algo. Tenía que faltar algo, sino ¿para qué había entrado ahí Tajto y le había mentido en cuanto a las pastillas que había cogido?

— ¡Tiberio! —se giró al instante y se centró en Maissy en cuanto gritó su nombre. Vio su cara mientras sostenía varios objetos en las manos— Debería haber cinco jeringuillas y solo hay cuatro. Falta una.

— ¡Joder, lo sabía! —exclamó pasándose las manos por la cabeza. Una jeringuilla con la que inyectar cualquier cosa— ¿Estás segura de que no se han podido olvidar de reponerla?

— Estoy segura al cien por cien. Nunca salimos sin revisar todo y reponerlo. Precisamente para asegurarnos de buscar un responsable si falta algo. Ya hemos tenido en ocasiones algún paciente que se engancha a cualquier medicamento y se lo toma como si fuesen pipas y, cuando se queda sin pastillas, viene a robarlas. Según lo que nos falta, sabemos quién puede ser. Pero el que falte una jeringuilla es muy inusual. Nunca se las llevan.

— ¿Falta algo más?

— En principio, no echo en falta nada. Todo está correcto —contestó mirando en derredor revisando todo, asegurándose de no haberse dejado nada sin contar.

— Bien. ¿No falta ningún medicamento, entonces?

— Nada. Y dudo que falte nada de aquel almacén porque está cerrado con llave y solo nosotros la tenemos —dijo señalando con el mentón una puerta que había al fondo de la farmacia y que estaba cerrada. Tiberio la revisó y seguía bien cerrada con llave. Nadie la había forzado. ¿Para qué quería una jeringuilla si no se había llevado nada para inyectar?

— Creo que trabajáis también con venenos, que tenéis muestras ¿Dónde están? —preguntó preocupado. Si no era un medicamento, tenía que estar pensando en un veneno. Solo había esa posibilidad.

— Sí, tenemos venenos y yo diría que todos los existentes, pero no los ha cogido nadie. Están en mi laboratorio. Allí no solo tendrían que haber entrado mientras no estoy yo, y estoy casi siempre, sino que tendrían que haber roto la cerradura del laboratorio y después la de la vitrina donde los tengo. Y te aseguro que eso no ha pasado ni pasará sin que yo me dé cuenta de ello —aseveró la doctora con una seguridad aplastante.

— Necesito que estéis más pendientes que nunca de esos venenos, de la farmacia y de cualquier cosa que se pueda usar como veneno. Aún no falta nada, aunque no descarto que lo intente más adelante —le pidió.

— Mira, Tiberio, no soy tonta, las preguntas que me haces dejan entrever que sospechas que alguien quiere dañar a alguno de nosotros y parece que no vas desencaminado. No me des más datos si no quieres, no es necesario. Vigilaré los venenos y la farmacia, pero hay muchas sustancias de la vida diaria que, inyectadas en sangre, pueden hacer enfermar a cualquiera o llevarlo a la muerte.

— Maravilloso, todo son buenas noticias —se quejó, pasándose de nuevo las manos por la cara y el pelo. Ahora tenía un sinfín de posibilidades que no había contemplado—. Gracias por tu ayuda, Maissy.

Acompañó a la doctora de vuelta al laboratorio y desde la puerta confirmó que el armario de los venenos estaba perfectamente cerrado. Nadie lo había roto ni forzado. Esto se estaba complicando. Cada vez que intentaba acotar los planes de Tajto se encontraba con un sinfín de posibilidades. Por lo menos ahora sabía que el método que había escogido era inyectándole algo que la matara. Ahora solo quedaba saber el qué y el cuándo.

Pensó en ir a comer algo cuando su madre se acercó a él y le cogió del brazo, instándole a ir a algún lado apartado para hablar con él. Por la urgencia supo que había llegado hasta ella alguna información nueva que quería darle. Bueno, así aprovecharía para compartir sus averiguaciones y ver si entre los dos sacaban alguna conclusión.

— Tiberio, hijo, te estaba buscando. Menos mal que te encuentro —comenzó su madre cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para que pudiesen escucharlos—. Tengo noticias sobre Tajto.

— Yo también, mamá. Dime qué sabes.

— Vestul ha venido a hablar conmigo; por lo visto Reika, la jefa de cocina, le ha contado que Tajto estuvo allí preguntando por los hábitos de comida de Loira. Sobre todo, se interesó por las que hace sola, que suelen ser los desayunos —informó seria.

— Es bastante descuidado. Me sorprende que nos esté dejando tantas pistas y esté siendo tan patoso. O es una trampa y nos está dejando información falsa para luego hacer lo contrario o piensa que nadie sabe nada y no le estamos vigilando. Aunque tampoco descarto que sea tan tonto como parece y crea que está siendo cuidadoso —dijo suspirando, mirando dudoso a Elster.

— Es más factible que piense que, si nadie sabe nada, no tiene por qué ser cuidadoso. Quizá por eso veamos las pistas, simplemente no cree que deba cubrirlas porque nadie reparará en ellas. De igual forma, no podemos dejar de lado esta información por presuponer que es falsa. Hay que seguir con la vigilancia y mantener los ojos abiertos por si resulta no ser más que una maniobra para despistarnos.

— Sí, tanto si es así como si no, hay que seguir vigilándole de cerca. Lo que está claro es que algo trama, así que no le perderemos de vista. A mí me han avisado que entraba en el hospital fuera de horario. Le encontré en la farmacia rebuscando y me dice muy altanero que solo había ido a buscar un analgésico —vio cómo su madre fruncía el ceño ante esa información — Le pedí a Maissy que revisara. No faltaban analgésicos y sí faltaba una jeringuilla.

— Con lo de las comidas pensé que querría echarle algo en el plato, pero con la jeringuilla que ha cogido quizá solo quiera saber cuándo está sola para ir e inyectarle algún veneno —se aventuró Elster llegando a la misma suposición a la que había llegado él—. Hay todo tipo de venenos en el laboratorio.

— Tranquila, Maissy me ha dicho que no le falta ninguno y que los mantendrá vigilados. El problema es que también me ha informado de que hay muchos tipos de sustancias de uso común que podrían ser usadas como veneno. No necesita robar ninguno si sabe esto.

— Ahora sí que habrá que tenerle bien vigilado.

— Hay que vigilar a Loira, que no esté sola en ningún momento. Da igual la sustancia que encuentre para matarla, en el momento que se acerque a ella, le cogeremos —aseguró él.

— Me planteo si no sería más sencillo decírselo a Loira. Sé que no te pareció buena idea cuando lo hablamos la última vez porque no podíamos justificar de dónde habíamos sacado la información, sin embargo, ahora podemos decir que le mantenemos vigilado por una posible reacción suya ante la pérdida de su puesto como diplomático.

— Podría ser una opción. Como dices, ahora sí podemos justificar la vigilancia y él solo nos ha facilitado un motivo. Hablaré con ella yo. Es parte de mi trabajo protegerla así que veré cómo se lo digo para que no prenda fuego a la ciudad entera por la cólera —dijo suspirando con resignación Tiberio.

— Puedo decírselo yo si quieres. Es mi sobrina, no suele hablarme con malos modos y tiende a escucharme —se ofreció su madre.

— No, es mi deber, madre, pero te lo agradezco. Lo cierto es que ya me has ayudado mucho hoy al darme la información de Vestul. Al final tenías razón, era mejor dejarle fuera de esto, agradecido con nosotros.

— Suelo tener razón, hijo —contestó sonriendo, aunque sin prepotencia. Su madre nunca le había tratado como si fuese menos por ser hombre. Le valoraba y le ayudaba siempre que podía.

Miró la hora y vio que ya eran más de las once, muy tarde para ir a hablar con la Reina. Esperaría a la noche siguiente, la buscaría después del desayuno, con la idea de contarle todo para que no se quedase sola hasta que pudiesen tener pruebas suficientes contra Tajto y detenerle. Estaba claro que no le gustaría saber que alguien pretendía dañarla, solo esperaba que le dejase hacer su trabajo recabando pruebas. La ira de su querida prima a veces era descomunal y sin sentido. Eso le daría muy mala imagen frente al pueblo y también debía protegerla de eso. La protegería incluso de sí misma que era lo que solía hacer: minimizar el daño que producía en los demás su frialdad y su desinterés.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro