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Capítulo 22

Siena estaba contenta tras la conversación con Arno. Había estado entrenando un poco para soltar algo de la tensión acumulada esas noches de atrás, durante la espera y en la propia conversación con él. Pero, al final, había salido todo bien y volvía a estar todo en orden. Podrían seguir trabajando bien juntos sin que hubiese roces.

Ahora podía reconocer que llevaba desde entonces durmiendo mal y con falta de apetito por el estrés de no saber qué ocurriría. Si las cosas no hubiesen salido bien, habría tenido que echarle de los cazadores porque no habrían podido trabajar bien juntos y eso habría sido un desastre. Perderle no sería bueno para el grupo. Daba gracias a la Madre porque todo hubiese salido bien.

Ahora quería contárselo a Urai. Se había mantenido firme, le había dejado las cosas claras y, por ende, Arno había aceptado de buen grado finalmente. Entró en la biblioteca esperando encontrarle ahí, sin embargo, tras dar un par de vueltas entre las estanterías no le encontró por ningún lado. Era extraño, solía estar siempre ahí, sobre todo a esas horas, justo antes de la comida. Aprovechó para echar un ojo a unos libros cercanos que le llamaron la atención, esperando por si aparecía. Tenía que devolver los libros que se había llevado hacía varias semanas, ya se los había leído, pero siempre se le olvidaba traerlos. Debía recordarlo antes de que Urai tuviese que comentárselo, como siempre. Era vergonzoso la falta de memoria que tenía para devolverlos mientras que nunca se le olvidaba recoger cualquier libro cuando lo necesitaba. Siena se encogió de hombros mentalmente mientras ojeaba el libro, pasando la mano por el lomo de los libros que había en esa estantería.

Escuchó voces en el fondo de la inmensa sala. Eso la extrañó puesto que había revisado la estancia entera y no había visto a nadie, igual que no había escuchado entrar a nadie por la puerta y, de haber entrado alguien, lo habría sabido ya que se había quedado cerca para estar pendiente de cuando volviese el esquivo bibliotecario. Igualmente podría ser que se hubiese evadido demasiado ojeando el libro y no se hubiese percatado de que entraba gente. Se acercó lentamente para ver quienes estaban hablando con la intención de retornar a su puesto y seguir esperando a Urai. Sin embargo, al acercarse reconoció la voz de su querido amigo y bibliotecario, hablando con una persona a la que también reconoció de inmediato la voz: su hermana. Pensó en hacerse notar, pero algo en su fuero interno le hizo quedarse quieta tras una de las estanterías contiguas, oteando sobre el borde de los libros para verlos.

— Estoy bastante contenta por cómo va avanzando todo, ¿sabes? —dijo su hermana sonriendo —Maissy iba obteniendo resultados y ahora, con Davra implicada para darle la tecnología que le falta... Espero que esto vaya todavía más rápido.

— Ojalá, aunque he estado viendo los planos y buscando las piezas en los almacenes. Tenemos muchas, aunque no todas. Davra tiene un arduo y largo trabajo por delante. Ha querido centrarse primero en la maquinaria que considera más fácil de crear para que Maissy pueda ir avanzando en sus estudios mientras ella sigue investigando sobre cómo construir el resto. Creía que teníamos uno de los aparatos que necesitaba en los almacenes, pero lo cierto es que es una versión más antigua. Tenemos planos actuales, así que tendrán que ver cómo la modernizan con lo que tenemos. De momento, la tormenta no me permite ir a buscar más material, pero ella sigue engrosando la lista de lo que debo traer —explicó Urai con calma. Parecía que había estado ocupado estas noches de atrás con todo eso más de lo que ella había esperado. No terminaba de comprender cuál era exactamente su papel cuando no era médico ni ingeniero. Ya se lo preguntaría de nuevo ya que la última vez evadió darle una respuesta o, más bien, le dio una más que enigmática.

— Bueno, sé que por tu parte les darás todo el apoyo que necesiten como has hecho siempre. Necesitamos conseguir resultados cuanto antes.

— Lo sé, soy consciente de que estás muy implicada en el proyecto por motivos personales, pero da margen. No será cuestión de un par de meses —la intentó sosegar con tiento.

— Necesito ir avanzando en algo. La cúpula es un gran avance, aunque insuficiente. Como sigamos así nos extinguiremos y no puedo permitir eso si está en mi mano evitarlo —dijo ella con aplomo—. Tengo que comenzar a hacer muchos cambios. De hecho, ya he empezado. ¿Sabes que he destituido a Tajto de su puesto como diplomático?

— ¿En serio? —se mostró realmente asombrado ante la noticia. Ella también lo estaba, no esperaba que su hermana fuese a destituir a ese inútil nunca. No entendía por qué no había cambiado a los consejeros que tenía su madre, había mantenido incluso a los que más zancadillas le ponían como reina. Se alegraba de que le hubiese quitado, sin duda. Solo lamentaba no haber visto su cara cuando Loira le dio la noticia— Estoy sorprendido, sobre todo porque nadie me lo había dicho aún.

— Estás desinformado —contestó riendo la Reina—. Pero sí, hace unas noches, durante la cena, se lo dije. Ya lo tenía decidido desde que en la reunión se mostró tan reacio a las nuevas investigaciones, sin pensar en el conjunto de las mujeres. Nunca me gustó como diplomático y, si nos habla a nosotras así, no quiero pensar las meteduras de pata que debe tener en sus escasos viajes al Sol.

— Sí, yo también he pensado varias veces que tiene poca mano izquierda. No creo que nos esté ayudando como civilización cuando tiene que hablar por nosotros allí —estuvo de acuerdo Urai.

— Por ese motivo, aprovechando que estaba hablando bastante mal a Elster, decidí dejar de retrasarlo y hacerlo oficial. Querría haberlo dicho en la próxima reunión del Consejo, de una forma menos pública para no humillarle delante de todos, pero no lo pude evitar. Estaba poniéndome de los nervios y me cansé —vio como su hermana se encogía de hombros riéndose. Ella también sonrió al imaginarse la escena. Debió ser un espectáculo.

— Bueno, ya has hecho oficial que no tienes diplomático, así que ahora tendrás que ver quién le sustituye. ¿Tienes ya algún nombre en mente?

— Sí, he pensado que Siena lo haría muy bien —contestó su hermana dejándola en shock. Nunca pensó que fuese a acceder si quiera a dejarla ir al Sol, menos que la nombraría diplomática directamente—. En la última reunión me dejó caer que quería ir al Sol así que he pensado que le podría interesar el puesto. Podría negarse, pero lo dudo.

— Siena es aventurera, estoy seguro de que por esa parte dirá que sí con entusiasmo — estuvo de acuerdo el bibliotecario mientras reía con su interlocutora. Nunca se había fijado en lo bien que se llevaban esos dos, pero en ese momento, viendo esa complicidad y la familiaridad con la que hablaban de todo, le parecían una pareja. A Siena no le parecía mal, Urai sería bueno para ella y con suerte la haría más humana—. Otro tema es el de la obediencia. Ella siempre te obedece, aunque no creo que lo haga en todo.

— No vuelvas a ese tema, Urai. No seas pesado. Ya lo hablamos — dijo algo enojada. No sabía de qué estaban hablando y esperaba que siguieran con el tema porque estaba claro que hablaban de ella. Se agachó y fue despacio detrás de otra estantería donde podía verlos mejor y que estaba algo más cerca para escuchar mejor esa parte de la conversación.

— Lo hablamos, sí, pero no estábamos de acuerdo ¿recuerdas? — Urai parecía molesto. Eso no era bueno para ella. Estaba claro que la defendía, aunque aún no sabía de qué.

— Y ya te dije que no tenemos que estar de acuerdo. La Reina soy yo y yo decido sobre lo que pasa en mi reino —contestó tajante su hermana—. Siena se unirá a Arno y es lo que hay.

— ¡No le quiere como pareja! —la defendió su amigo mientras ella misma se había quedado de piedra. ¿Qué interés tenía su hermana en que ella se uniese a Arno? y ¿por qué la tenía que obligar a unirse justo con él?

— Lo que ella quiera me es indiferente. Debe unirse a alguien y Arno la aceptará incluso siendo consciente de que le ha rechazado. Eso es algo muy bueno, fíjate lo que la quiere que se unirá a ella en esas condiciones solo por no perderla —intentó convencerle ella.

— ¿Sabes que le ha rechazado ya? —preguntó Urai en tono sombrío—. Y aun así te empeñas. Le diste norte para que la conquistara, aun así, no ha sido capaz y ella no quiere unirse a él. Y ahora la vas a obligar a hacerlo ¿verdad?

— Pero se unirá a un hombre que la quiere. La hará feliz si deja de pelear contra ello —contestó contenta, ignorando las palabras de su interlocutor.

— No la quiere. Solo quiere dejar de ser el idiota a quien todas rehúyen. Ninguna le quiere como marido por su forma de ser y Siena ya ha visto también esa faceta suya. Se negará con todas sus fuerzas a esa unión —aseguró él mientras Siena estaba aplaudiendo mentalmente ante esa férrea defensa que hacía.

— No se negará. Es una chica obediente y no desobedecerá una orden directa y clara de su Reina —contestó su hermana, altanera. Claro que se negaría y todos ahí lo sabían. Loira tenía pájaros en la cabeza si creía que aceptaría tranquilamente ese atropello a sus deseos, ese manejo arbitrario de su futuro.

— Creo que no pensamos lo mismo. Dale tiempo, Loira. En serio —Urai debía saber que la Reina no se echaría atrás y ya, dejando la defensa de lo que creía justo, pasaba a suplicar tiempo. La situación le parecía muy difícil si ya recurría a la súplica. Entendía que habían hablado sobre esto con anterioridad y que su amigo no había logrado un final diferente. No sabía si sentir pena por sí misma viendo lo que se le venía encima o pura ira. Iba de un sentimiento a otro sin ningún tipo de control mientras intentaba permanecer en silencio para no hacerse notar y ver cómo seguía la conversación— Es una chica muy joven, déjala que conozca chicos, que vea lo que hay. Quizá cambie de opinión con Arno cuando vea que no le gusta nadie más. Puede que lo vea como el menor de los males. O puede que encuentre a alguien mejor y sea realmente feliz a su lado.

— No es que no quiera, ya lo hemos hablado. No sigas por ahí que siento que nuestras conversaciones son un bucle —Loira parecía empezar a desesperarse—. El que se una o no, no es el problema para mí, sino el cuándo lo haga. Me mete prisa el Consejo y necesito que una unión de una heredera me dé margen. Cuando las investigaciones sobre reproducción den frutos, cumpliré con mi obligación, me uniré a alguien y tendré descendencia. Mientras, dependo de ella para que me dé tiempo.

— Eres una egoísta. Vas a enemistarte con tu hermana solo por ganar un año de espera. Pensé que, cuando hablaste con Arno para guiarle y que la enamorara, estabas cambiando; pero veo que no. Sigues siendo la misma mujer fría que quería obligarla desde el principio.

— Le he dado la oportunidad de que fuese por elección propia y mira: pasa el tiempo y ni este ni ningún otro —dijo ella como resignada a la estupidez de su querida hermana que va descentrada por la vida sin saber con quién unirse a los dieciocho. Para Siena era peor ella que no era capaz de hacer lo mismo con veinte años. Y ahora le quería traspasar sus problemas a su hermana pequeña. Parecía que Urai no era capaz de hacerla entrar en razón—. Menos mal que Arno sigue queriendo unirse a ella a pesar del rechazo.

— ¿Has hablado con Arno después de que ella le rechazase? — preguntó él también sorprendido. Ella le había contado la discusión que había tenido con él, aunque lo que aún no sabía, porque iba a buscarle precisamente para contárselo, era que habían vuelto a hablar para arreglarlo y ella le había reiterado que no eran más que amigos. Y tampoco sabía después de cuál charla había hablado Loira con Arno.

— Sí, ayer —respondió Loira haciendo saber a Siena que debía haber sido después de que quedasen como amigos. Eso le sentaba peor porque indicaba que a Arno no le había quedado claro que no quería nada con él.

— Me imagino que le mandaste llamar después de enterarte que habían discutido —razonó él.

— Lo cierto es que no. Aún no sabía nada de la discusión, he estado demasiado entretenida con otros temas y no he prestado atención a chismorreos. Ha sido él quien pidió hablar conmigo y me contó que habían discutido primero... dejó que viera lo bruto que es y ahí metió la pata; y después hablaron de nuevo, pero fue incapaz de reconducirlo cuando ella le dijo que quedarían solo como amigos. Es un inútil, la verdad —suspiró exasperada la Reina—. Menos mal que me dijo que sí se uniría a ella si yo la obligaba. Como te he dicho, está desesperado por conseguirla.

— Me sigue sorprendiendo lo mala hermana que eres...

— No me hables así, Urai. No te consiento que me faltes al respeto. Nos llevamos bien, aunque eso no te da potestad para decirme según qué cosas. ¡Frena tu lengua! —advirtió ella mostrando un enfado tan voluble como ella misma. A Siena le habría gustado decirle a su amigo que parase porque se iba a meter en un lío y Loira era muy rencorosa.

— Bien, bien. Como quieras —dijo alzando las manos en señal de rendición—. Veremos cómo reacciona tu hermana cuando le cuentes tus planes.

— Primero le informaré de que será la nueva diplomática. Seguro que eso la pone alegre y agradecida para cuando después le diga que se unirá a Arno sí o sí.

— Me da que nadie reaccionaría bien por mucho que primero le des un cargo, aunque no voy a decirte nada más. Ya veremos lo que ocurre cuando llegue el momento —dijo con tono cansado. Siena entendía que ya estuviese extenuado de bregar con ella para, al final, darse cuenta de que se estaba dando contra un muro. Le agradecía su intento, por mucho que no hubiese logrado frenar las intenciones de Loira.

— Soy la Reina y todo el mundo me debe obediencia. La primera mi hermana. Las mujeres deben escoger y ella no ha escogido. Así que escojo yo por ella. Es simple. Y hará lo que le ordene, no le queda otra. Dudo que quiera terminar como mera pinche de cocina. No creo que quiera perder su puesto en los cazadores —había malicia en su voz. Mucha malicia. Se la veía disfrutar solo pensando en degradarla a pinche.

— No voy a contestarte a eso. Mejor que me calle. Hablaremos cuando tenga más información sobre los materiales y los planos —dijo él con voz contenida y guiándola hacia la puerta para finalizar la conversación.

Siena se quedó sentada en el suelo, apoyada en la estantería mientras los escuchaba alejarse de ella, camino a la puerta. Quería llorar, gritar, golpear algo con todas sus fuerzas. La desesperación se apoderaba de ella por momentos porque su hermana tenía razón: no podría negarse a obedecer. Tendría que unirse a Arno quisiera o no. Era la única forma de seguir siendo jefa de los cazadores y mantener su nuevo puesto de diplomática, en lugar de acabar como pinche de cocina. Porque no se engañaba, su hermana era muy capaz de todo eso y más. Loira la pondría entre la espada y la pared, sabiendo lo que ella se vería obligada a escoger.

***

Vestul se encontraba en un pequeño dormitorio en una de las casitas contiguas a palacio. Hoy se había acercado a las cocinas en busca de Reika, su querida jefa de cocina. Tenía ganas de celebrar que había salido indemne de su tropiezo con Tajto y que no tendría que matar a nadie ni terminar, casi con total seguridad, muerto por ello. Desde que hablase con Elster su buen humor iba en aumento. Se había enterado incluso de que Loira había destituido a Taj como diplomático y lamentó haber cenado esa noche más tarde de lo habitual porque le habría gustado verlo, sin duda.

No sabía si ese suceso se debía a que ya habían informado a la Reina sobre las intenciones del que había sido su diplomático o si había sido mera casualidad. Aunque le daba igual, la verdad. Lo importante era que la situación de ese traidor era cada vez más precaria. Con todos en sobre aviso de sus intenciones y perdiendo poder en palacio, tenía muy difícil lograr su objetivo. Ella estaría más vigilada que antes y él tendría menos libertad de movimientos y menos oportunidades para acercarse a ella.

Con tanta buena nueva, tuvo que visitar a su cocinera favorita. No solo por celebrarlo, sino por saber si había llegado a sus odios nueva información que fuese interesante para él. De momento, y tras estar un rato jugando en la cama con ella, no había escuchado nada de interés. Todos cotilleos de amoríos y devaneos o riñas y trifulcas. Todos roces normales por la convivencia. Sin embargo, cuando estaba a punto de irse hubo un dato que le llamó la atención y sobre el que quiso indagar.

A Reika le había parecido curioso que Tajto apareciese por las cocinas, zona que nunca pisaba, para hablar con una de las cocineras sobre los horarios de comidas de la Reina. Después de que la cocinera hablase con Taj, su querida Reika había interrogado a esta para saber qué quería. Sin embargo, sin tener la información que tenía él sobre el diplomático, ella no pudo ver más que curioso su interés por las comidas y cenas de Loira.

Cambió de tema al ver que ya le había contado todo lo que sabía sobre la extraña visita a las cocinas y la alejó para que no pensase mucho en ello. Pero él sí seguía pensando en ello mientras se vestía y salía de allí de vuelta al palacio. Sabía lo que aquello significaba. Tajto no solo seguía interesado en matar a Loira, con más inquina ahora que le había echado, sino que se estaba decantando por la comida. Seguramente estaría pensando en envenenar alguno de los platos. Aunque la Reina no siempre comía en el comedor común. En muchas ocasiones lo hacía sola, en su dormitorio. Como los desayunos, por ejemplo; siempre desayunaba sola y era fácil interceptar la bandeja de comida y verter algún veneno.

No dudó ni un momento en lo que debía hacer. Según entró en palacio fue en busca de Elster para ponerle al día de todo. Era muy consciente del favor que le había hecho quitándole de en medio y que Loira no supiese de su implicación por lo que, lo menos que podía hacer era ayudar informando de las noticias que llegasen a sus oídos que pudiesen ser relevantes para salvar la vida de la Reina. Así también se aseguraba de que no quisieran cambiar de opinión en algún momento y volver a meterle en el mismo saco que Taj.

Salió mucho más contento de su reunión con Elster de lo que estaba antes. Le había agradecido tanto la información como sus especulaciones al respecto. Al final se había dado la vuelta todo de tal forma que iba a salir ganando mucho más que si no se hubiese metido en todo el embrollo.

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