Capítulo 15
Siena se encontraba sentada en el patio interior sobre un gran banco de piedra cubierto por una manta en tonos azules oscuros y claros. Llevaba varias horas dándole vueltas a la reunión del Consejo y lo que se había hablado allí. Después de escuchar todo aquello de los problemas reproductivos, la negativa de su hermana a hacerla diplomática había perdido apremio.
Si bien era cierto que seguía queriendo ir al Sol, ahora se le antojaba un capricho infantil al lado del gran problema que veía que tenían en su civilización. Un problema que, al final, también le atañía a ella. sabía qué había motivado la muerte de su madre. Que antes de Loira había tenido varios abortos, alguno más entre ellas y, después de nacer ella, había sido una sucesión infinita de aborto tras aborto. Sabía de los enfados de su madre cada vez que perdía otro bebé, que se tradujeron en enfados cada vez que se enteraba que estaba de nuevo encinta. Parecía que el último embarazo llegaría a término por el avanzado estado de gestación que tenía cuando empezó con dolores de parto, estando de siete meses. El bebé nació muerto, un varón en este caso, y su madre, exhausta del esfuerzo, murió también.
Nunca había relacionado esa situación con ella. Nadie le había explicado de forma clara que las mujeres tenían esos problemas de forma general y no solo su madre. Lo cierto era que, pensándolo bien, lo había intuido, pero había preferido ignorarlo. Tenía otras prioridades y no se había parado a pensar en que tendría ese problema ella también en el futuro. Un futuro que siempre había visto muy lejano y que, de pronto, se le antojaba demasiado cercano. Su relación con Arno y la posibilidad de una unión con él, se volvió muy real. No podía huir de sus obligaciones, de su destino. Sin embargo, no sabía cómo ayudar para hacer su propio futuro, y el de las demás mujeres, más fácil. No era científica ni ingeniera.
Entendía que aquí cada uno tenía su labor y la suya era abastecer de alimentos, pero en momentos así, sentía que era poco lo que podía ofrecer. Ella era músculos y fuerza bruta, ellas eran inteligencia y soluciones. El sentimiento de inutilidad la había dejado por los suelos. Ver cómo Davra se ofrecía, cómo todos iban haciendo piña para buscar el objetivo común mientras ella no tenía nada que ofrecer más que un total desconcierto. Porque sí, había estado perdida, sin nada que aportar, durante toda la reunión. En blanco. Asimilando con mirada ausente todo lo que escuchaba y que no se había parado nunca a observar o querer solucionar, pero su hermana sí. Ella sí había visto el problema según ascendió al trono, según observó sufrir y morir a su madre, según localizó el problema para ella y para todas. Y había puesto todo su empeño en buscarle solución. Todo ello mientras ella se dedicaba a ir con camiones a recolectar o terminar en el hospital por peleas. Ostentar el puesto de reina no era solo cuestión de cuna, era cuestión de educación. Y su hermana estaba más que preparada para ese puesto mientras que a ella se le había preparado para no pensar, sino actuar.
Revolvió con el pie, cabizbaja, unas hojas rojas y naranjas que había dejado caer un pequeño árbol que habían plantado en el centro del patio. Escuchó que alguien entraba en el patio, ya no estaba sola. Levantó la cabeza y se encontró con la mirada penetrante de Urai que se dirigía a ella con paso firme para sentarse, finalmente, a su lado en el banco.
— Te veo pensativa, ¿todo bien? —preguntó Urai al sentarse junto a ella.
— No, la verdad —contestó suspirando—. Han estado hablando sobre los problemas reproductivos que tenemos y yo no había reparado nunca en ellos.
— Eres aún muy joven, Siena. Es normal que no hayas pensado aún en unirte a nadie y en tener hijos. Por eso no te has parado a pensar en los problemas derivados de ello —dijo Urai sonriéndole—. De todas formas, tranquilízate. Ya están trabajando en la solución. No tardarán en encontrarla.
— Ese no es el tema. Confío mucho en Maissy y en Davra, son las mejores en lo suyo. Lo que me enfurece es no haberme dado cuenta de esto cuando mi madre murió por este motivo —explicó Siena alzando las manos, frustrada.
— Como te he dicho antes, eras muy joven para pensar en estas cosas.
— Loira lo supo ver, fue consciente de lo urgente que era y se implicó para hacer posible una investigación. Yo no lo vi —contestó ella bruscamente.
— Ya —no contestó más en principio. Estaba claro que no tenía respuesta para eso. Loira había hecho su trabajo mucho antes de que ella se diese cuenta de que había un problema que resolver.
— Nunca he pretendido el trono, pero está claro que ella se lo merece —continuó ella, cabizbaja de nuevo.
— Loira ha sido preparada para ese puesto y, por supuesto, hace muchas cosas bien y las ve con tiempo porque le han preparado para ello. A ti te han preparado para otras cosas. Eres la mejor cazadora que hemos tenido y eres muy joven, aún tienes tiempo para seguir mejorando. Llegaste a jefa de cazadores por méritos propios y sabes ver con antelación todo lo que debes hacer para mantener esta ciudad abastecida de comida sin poner en riesgo a tus cazadores —la miró hasta que la vio asentir ante sus palabras—. Sois distintas, cada una ha sido preparada para dirigir una rama diferente del día a día de esta ciudad. Y cada una lo hace lo mejor que sabe. Tú eres muy buena en lo tuyo, aunque tienes tus locuras y tus fallos, al igual que tu hermana es muy buena como reina, aunque tiene muchas locuras también y muchos fallos.
— Supongo que ya estabas al tanto del problema reproductivo que tenemos —continuó Siena tras asentir ante las palabras de Urai queriendo cambiar de tema.
— Sí, siempre he estado enterado de la investigación. Hace un año, aproximadamente, Loira vino a la biblioteca buscando información. La ayudé a buscar y seleccionar lo que nos pareció importante y, posteriormente, datos más específicos que solicitó Maissy —explicó Urai reclinándose en el respaldo del banco, tranquilo—. Y hoy ya han pasado por la biblioteca Maissy y Davra para pedirme planos y material, según han salido de la reunión del Consejo. Tengo las próximas noches ocupadas, la verdad. Quizá las próximas semanas —comentó encogiéndose de hombros y sonriéndole.
— Lo que no entiendo es porqué debes hacer tú ese trabajo —respondió ella tras un breve silencio—. Quiero decir que tú te encargas de la biblioteca, pero no de rebuscar entre los libros la información, eso deberían hacerlo ellas que saben mejor lo que buscan. Al igual que la responsable del almacén es Eibra. No comprendo por qué debes ir tú al almacén a buscar maquinaria o piezas estando ella.
— Eibra es la responsable de los almacenes de comida, no de los almacenes de maquinaria o material. Lo ves todo más sencillo de lo que es en la realidad. Lo que me agrada es que, por primera vez, empiezas a darte cuenta de ciertos detalles y te estas comenzando a hacer las preguntas correctas —dijo Urai misterioso mientras se levantaba del banco dejándola, por segunda vez, perdida en una conversación esa noche.
— ¿Qué quieres decir con eso, Urai? —pregunto ella levantando la voz al ver que él seguía alejándose sin intenciones de contestarle.
— Quiero decir que estás empezando a cuestionarte cosas que la mayoría no se plantea en toda una vida. Vas por buen camino. Quizá estés empezando a madurar —contestó riéndose mientras se daba la vuelta antes de traspasar la puerta al interior de palacio. Se despidió haciendo un gesto con la mano y entró.
Podría haber ido tras él e insistir en una explicación a sus palabras, pero sabía que Urai podía ser muy hermético cuando quería. Si hubiese querido darle información, lo habría hecho directamente en lugar de andar con acertijos. La dejó dando vueltas al asunto y sabía que ese era, precisamente, su objetivo. Que fuese ella la que observase, estudiase y llegase a la conclusión sin que él le diese la respuesta. Lo había hecho antes. Debía reconocer que aprendía mucho de esa manera, pero era tedioso. Sin embargo, tenía razón. Su hermana tenía mejor vista para esas cosas y ella debía desarrollarla. Este juego planteado por Urai le vendría bien. Aceptaba el reto.
***
— Taj —exclamó Vestul mientras se acercaba a Tajto tras la comida, casi corriendo. No había tenido ocasión de hablar con él tras la reunión sobre los cambios en la situación de la ciudad con las nuevas investigaciones y en cómo afectaba eso a sus planes.
— Dime, Vestul —contestó Tajto, parándose y esperando que le diese alcance, mirando alrededor para asegurarse de que no había oídos cerca que pudiesen escuchar su conversación.
— Hay que informar a Trevor de las nuevas investigaciones. Tenemos que saber cómo reconducir la situación —dijo Vestul aún agitado por el breve momento en que había tenido que correr tras Tajto. Estaba claro que estaba bajo de forma, si esa carrera de pocos segundos hacía que le faltase el aire.
— No hay nada que reconducir. Esto no cambia los planes iniciales —contestó el diplomático frunciendo el ceño—. La alianza con el Reino del Sol sigue siendo necesaria para nosotros. Estas investigaciones pueden no obtener resultados o, de haberlos, pueden tardar años o generaciones en llegar. No podemos depender de un quizá. Hay que seguir con lo seguro. Una alianza con ellos es lo mejor que nos podría pasar. Necesitamos esa mezcla de sangre y no solo nosotros. Si ellos están tan interesados es porque tienen el mismo problema que nosotros.
— Sin embargo, ahora tenemos algo más que ofrecerles para una alianza. Si las investigaciones dan fruto será bueno para ambas civilizaciones —razonó Vestul que observó la mirada de extrañeza de su interlocutor. Sabía por qué le miraba así. Él había comenzado todo esto y le había metido a su amigo en el lío y ahora daba la sensación de que dudaba—. No me estoy echando atrás en nuestros planes. Sigo queriendo esta unión porque sigo pensando que es lo mejor para todos.
— Es que la solución que proponen es vaga, posiblemente inviable y que nos costará generaciones de niños probeta. Quiero que podamos reproducirnos de forma natural. La Madre debe estar revolviéndose ante nuestros intentos de ser dioses teniendo la posibilidad al alcance de la mano de hacerlo todo a su gusto con los del Sol —adujo Taj con toda la razón. Nadie quería cabrear de nuevo a la Madre y exponerse a un nuevo castigo. Su especie casi no sobrevive la última vez que la enfadaron—. La ciencia nos ha fallado muchas veces. Lo natural es el mejor camino.
— Estoy de acuerdo contigo, amigo —asintió sin poder evitar coincidir con él en ese punto—. Sin embargo, hay que ver lo que opinan ellos de esto. Quizá tengan algún estudio o dato que nos sirva para avanzar más rápido.
— Eso lo dudo —contestó riendo el diplomático—. Sabes que he ido en varias ocasiones al Sol, es mi trabajo, y te aseguro que están mucho más atrasados que nosotros. Estoy seguro de que no sabrían qué hacer con esta información, si se la facilitásemos. Dejaremos la investigación como una segunda opción por si la principal fallase.
— Yo sigo viendo cómo llevarlo a cabo, pero, mientras tanto, informa a Trevor de todo —dijo Vestul frotándose de nuevo el dorso de la mano izquierda con la mano derecha. Estaba algo nervioso por lo que debía hacer. Si le descubrían, supondría la muerte sin opción a réplica.
— Iba a mandarle una misiva ahora mismo para informarle de todo. Estaba dejando correr el tiempo un poco para que la gente volviese a sus quehaceres y se quedase el palacio vacío —dijo Tajto—. Y tú céntrate en hacer tu parte. Loira habrá hecho avances, pero no los que necesitamos. Sigue siendo un estorbo para nuestros planes y para el futuro de la Noche. Lo mejor es una alianza con el Sol, un mestizaje, y eso es algo a lo que ella se opondrá siempre. Postura que mantuvieron su madre y su abuela hasta que se dieron cuenta tarde de su error. Esta es la ocasión de hacer las cosas bien y solucionar el problema que llevamos arrastrando generaciones. Y para hacerlo bien debemos quitarnos de en medio al principal muro que tenemos: Loira. Todo sería más fácil si gobernase Siena, es una chica más abierta a conocer cosas nuevas, siente curiosidad por los del Sol y por todo el planeta. Y ya has visto su reacción en la reunión. Acaba de darse cuenta del problema que se le viene encima. Si sumas todo eso... Ella sí estaría a favor del mestizaje y de ser ella la que abriese camino. Pero Loira no solo no querrá hacerlo, sino que no permitirá que su hermana lo haga.
— No es solo lo que diga Loira. También están las leyes ancestrales que tenemos que lo prohíben. Serán el siguiente escollo a batir, tras eliminar el primero —le recordó Vestul a Taj.
— Las leyes las hace, sobre todo, la Reina y nosotros las aprobamos. Si la Reina las cambia a su placer y todo el Consejo está de acuerdo, estaría todo hecho —dijo Tajto encogiéndose de hombros—. Y la nueva reina lo hará porque será lo mejor para todos. Haremos que quiera cambiar esa ley y que se permita el mestizaje con el Sol sin oposición. Una vez que se den cuenta de que los experimentos no dan el fruto esperado... todos mirarán con mejores ojos esta opción. Pero Loira no lo hará porque no soporta a la otra civilización.
— Soy consciente de ello —asintió Vestul casi en un susurro.
— Déjate de esperar opciones. No las hay, querido amigo —continuó sin piedad el diplomático.
— Sabes que no soporto a la Reina y que nada me gustaría más que verla sufrir, pero espero que esto no se vuelva en nuestra contra —dijo pensativo.
— Contamos con el apoyo del Reino del Sol y la desesperación de toda nuestra ciudad. Saldrá bien —ordenó Tajto, ya quedándose sin paciencia—. Siena es más manejable y con ideas más afines a nosotros y al Sol y, para que reine Siena, Loira debe morir. Mira a ver cómo y cuándo lo haces, pero hazlo.
Tajto se dio la vuelta, dando la conversación por terminada y sentenciando a Loira a muerte. Vestul odiaba a la Reina por encima de ninguna otra persona de la Noche, sin embargo, nunca había pretendido su muerte. Quería verla sufrir y maldecir su propia vida. Pero él solo había tenido en mente el enlace con el heredero del Rey del Sol. Por ese motivo habló con Taj y le hizo partícipe de que Loira estaba disponible de nuevo y de su idea inicial del mestizaje. Nunca esperó que su amigo aceptase la propuesta del Sol de eliminar a la Reina para que fuese Siena la nueva reina, por pura conveniencia del reino contrario. Su lealtad por su pueblo siempre iría por delante del odio que sentía por Loira. Aunque para Taj las cosas no eran así. Debió pensárselo mejor antes de incluirle en sus planes y hacerlo por su cuenta. Pensó que le facilitaría las cosas, así como la comunicación con el Sol, sin embargo, solo le había traído un radicalismo que le asustaba.
De momento, no tenía pensado hacer ningún movimiento para deshacerse de la Reina; los nuevos estudios le daban grandes esperanzas. Si hubiese existido esa posibilidad cuando se unió a su mujer, estaría viva ahora, junto con sus hijos. Había tenido una buena idea al investigarlo, eso debía reconocérselo a Loira. No implicaba que dejase de caerle fatal, esos sentimientos ya estaban muy arraigados en su ser, pero sí hacía que fuese a tener suficiente piedad como para dejar de lado sus planes y darla tiempo. Ignoraría la petición de asesinato también porque esperaba que se echasen atrás con las nuevas noticias. Eran investigaciones que podrían beneficiar a ambos reinos.
Se había quedado callado durante la reunión, asimilando las buenas noticias y las posibilidades que se abrían ante ellos si obtenían buenos resultados. Las reacciones de Taj durante la reunión y la conversación de ahora, le dejaba claro que había sido un error hacerle partícipe. Lamentaba no haber sabido lo de las investigaciones tiempo antes.
Al contrario que su amigo, que solventasen el problema por la vía científica, no le parecía en contra de los deseos de la Madre. Era una opción increíblemente buena. La ciencia también era un don otorgado por Ella por lo que no debía ser malo desarrollarla y usarla. Eso no implicaba dañarla como hicieron los Antiguos, solo salir adelante usando ese don.
Vestul se dirigió hacia su cuarto para estar a solas. Necesitaba pensar sobre cómo iba a parar lo que él mismo había iniciado porque sabía que, si él no lo hacía, Tajto encontraría a otro para hacerlo. O, incluso, lo haría él mismo. A pesar de lo altiva que era Loira y lo que despreciaba a los hombres, sí debía reconocer que no estaba desempeñando mal su papel de reina y había sabido identificar el problema e intentar encontrarle solución. Y, aunque sabía que Siena sería más manejable, no olvidaba su falta de preparación para el puesto y que tampoco quería tener por reina a una marioneta del Sol.
De momento, esperar era la mejor opción. Dar tiempo a Loira de conseguir resultados, tiempo a Taj para hablar con el Reino del Sol y ver si cambiaban de idea y tiempo para buscar un nuevo camino para solucionar el desaguisado que había creado por impaciente y rencoroso.
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