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Capítulo 14.1

Loira se posicionó tras su silla en la mesa del Consejo. Sorprendida, observó a Siena al otro extremo de la mesa. Era la primera noche en el Consejo que su hermana había llegado puntual desde que estaba. Y, además, también era la primera vez que la veía sonriente. Como si se sintiese cómoda allí, en lugar de llegar con la nariz torcida y frases incendiarias. O iba a pedir algo o iba a armar jaleo y lo sabía de antemano. Eso le escamó a Loira. Tramaba algo y no sabía el qué.

Decidió empezar por ella la reunión. Su hermana solía escabullirse después de hablar sobre sus cazadores, solo se quedaba hasta el final si no tenía más remedio. Así que decidió que le pediría su informe lo primero y vería si solicitaba algo o simplemente se marchaba después. Mejor lidiar con el problema al comienzo y así seguir después con lo demás tranquilamente.

Tras tomar asiento ella, se sentaron todos los demás. Cruzó los dedos sobre la mesa y miró a su hermana.

— Bien, Siena, nos alegra tenerte de nuevo aquí. Coméntanos qué tal se ha dado la recolección en esta ocasión —comenzó, dejando caer una breve sonrisa pacificadora.

— Bueno, todos tenéis delante una copia del informe que hemos hecho sobre lo recolectado —contestó Siena levantando las hojas que ella misma tenía frente a sí—. Como resumen diré que hemos traído algo de carne de ciervo y algunas ovejas. Como aún falta salir a pescar y cazar, no es una cantidad que ahora sea relevante. Íbamos, sobre todo, por fruta y cereales. Y es ahí donde está el problema. Han sido cosechas escasas ya que, por problemas en los invernaderos, las cosechas se han retrasado. Habría que volver en una semana para poder coger más. El camión ha venido lleno, aunque en su mayoría era de forraje para los animales de la granja.

— ¿Es necesario que vaya con mis técnicos a revisar los invernaderos? —preguntó Davra pensativa, frunciendo el ceño al igual que los demás.

— No creo que sea necesario. Pudieron solventar el problema con el generador y parece que funciona. No estaría de más, eso sí, que se hiciese una revisión en un par de meses de todas las instalaciones. Hace tiempo que no se revisan y podrían fallar, como en esta ocasión. No nos podemos arriesgar a perder cosechas, si podemos prevenirlo —aclaró Siena.

— Estoy de acuerdo. Cuando termine con la revisión de todos los molinos me pondré con las granjas —asintió Davra tomando apuntes en su agenda.

— Bien, entonces ¿piensas volver a la Tundra la semana que viene? —preguntó Loira ahora.

— Sería lo lógico —dijo Siena mirándola algo impaciente. ¿Por qué estaba nerviosa por su respuesta? ¿Quería que le diese su consentimiento o que se lo negase?

— No sé si es buena idea que vayas. Aún hay que salir a pescar y cazar —dijo Loira mostrando duda, a ver si Siena le dejaba claro lo que quería.

— Deberíamos ir, sin duda. Hay mucha cosecha que recoger que puede malograrse si no. Podría aprovechar estas noches para salir de caza y, al final de la semana, volver a las granjas por lo que queda —respondió su hermana con lo que a Loira le pareció cautela. Siena quería ir de nuevo. Pero ¿por qué ese interés? Cierto era que ella no veía inconveniente, aunque le resultaba extraña esa actitud. Pedía ir en lugar de exigirlo, como hacía siempre que quería algo.

— No veo inconveniente, claro está —cedió ella. Realmente no sabía qué motivos podía tener su hermana, pero le permitiría ir. Quizá quería pasar más tiempo con Arno fuera de la ciudad, con más intimidad—. Me parece bien que esta semana os dediquéis a la caza y la pesca y para finales os volváis a por lo que resta en las granjas.

— Perfecto —concluyó su hermana asintiendo y mostrando una relajada sonrisa—. Realmente hay que ir a la última granja que es a la que se le averió el generador. Del norte están todas recolectadas.

— Aún habría que hacer el intercambio con el Reino del Sol —apuntó Tajto—. Si las cosechas de vino han sido buenas, habría que cambiarlo por cerveza y algo de fruta y arroz por sus cereales.

— Si, es cierto. Sería bueno ir preparando ese intercambio para finales de semana también —asintió Loira—. Mandaremos un mensajero. Según veo, además, en tu informe, Siena, parece que la recogida del arroz ha sido muy buena en esta ocasión.

— Así es. Como veis en el informe tenemos el doble de lo que necesitamos. Al contrario de la fruta, todo ha ido como debía, tecnológicamente hablando. Y los regadíos están funcionando a pleno rendimiento —confirmó Siena—. Ya que yo voy a ir a la Tundra a recoger todo, podría ocuparme del intercambio si queréis.

— No será necesario, esa es mi labor —contestó Tajto tenso ante la intromisión—. Yo me encargaré del intercambio.

— Bien, asunto zanjado —dijo Loira. Volvía a estar extrañada. Su hermana no había pedido ir nunca al Sol, odiaba el calor. Nunca se había ofrecido aun sabiendo, como todos, que Tajto odiaba ir. Y ahora que lo pensaba... también era extraño que Taj se ofendiese porque le quisieran ahorrar un viaje. Siempre intentaba escaquearse. Loira era muy consciente de que aquí había intereses que ella desconocía y no le gustaba esa sensación. Pero ya lo averiguaría durante la semana—. Siguiente tema.

— Yo quería sacar un tema que me resulta inquietante —dijo Vestul tras carraspear atrayendo la atención del Consejo sobre él—. Hace un par de noches hablé con uno de los médicos y me comentó, alarmado, que seguimos perdiendo bebés. Las mujeres siguen abortando a dos de cada tres bebés que logran concebir. Vienen con malformaciones y no se consigue que muchos de los embarazos lleguen a término. Y, también, me comenta que perdemos demasiados niños antes de cumplir los cinco años. Pocos sobrepasan esa edad y llegan a adultos. No podemos seguir por este camino más tiempo porque nos extinguiremos.

— Yo también estoy preocupada por eso —continuó Davra—. Como muchos ya sabéis, Tiberio y yo nos uniremos en un tiempo y queremos tener hijos. Nuestra línea de sangre es algo más lejana, pero no se puede olvidar q tenemos muchos antepasados en común. Viendo cómo está la situación, no puedo evitar sentir miedo porque no es solo la opinión del médico, es que yo también he visto a varias amigas sufrir, perdiendo bebé tras bebé.

— Entiendo tu preocupación a ese respecto, Davra —contestó Loira tomando el mando de la situación. No quería que se fuese de las manos y entraran en pánico. Ella también era muy consciente de esa circunstancia—. Y también te entiendo a ti, Vestul, todos sabemos de tu pérdida. Pero quiero recordaros que yo también soy consciente ello. Os recuerdo cómo murió mi madre. No fue agradable para mí verla morir intentando traer al mundo a otro hijo muerto por las malformaciones. Y solo unos meses después de la muerte de mi padre. Mi hermana y yo somos las únicas hijas de la Reina Adda que nacimos sanas y llegamos a la edad adulta. Afortunadas, como todos los que estamos vivos hoy en día —vio cómo los demás iban asintiendo, conscientes de la común situación de la Reina con ellos. Loira, sin embargo, frunció el ceño al darse cuenta de que su hermana andaba perdida. No podía creer que Siena no estuviese al tanto de lo crítico e incierto que era el futuro de la ciudad, de la humanidad. La vio fruncir el ceño y se levantó de la silla para dar mayor énfasis a unas palabras que esperaba les tranquilizasen a todos—. Cuando ascendí al trono tras la muerte de mi madre, fui realmente consciente del grave problema que teníamos y que había que intentar frenar por todos los medios. Por ese motivo, y sin comentárselo a nadie, solicité a nuestra principal investigadora y científica que se encargase de tomar muestras de sangre y analizarlas, así como le di permiso para crear embriones que estudiar con vistas a crear bebés sanos de forma artificial.

— ¿Cómo sería eso, mi Reina? —preguntó Davra esperanzada— ¿En qué consistiría?

— Maissy está trabajando en los problemas genéticos derivados de la consanguinidad. Intenta modificar la genética desde el embrión, eliminando esos problemas. De tal forma que, aunque deban ser niños concebidos en un laboratorio e implantados posteriormente en la madre, sean niños totalmente sanos al nacer y que sobrevivan a los primeros y tan críticos primeros años de vida —Loira observó las caras de aprobación y sonrisas de alivio que iban apareciendo. Todo lo que les había dicho era cierto.

A raíz de ver a su madre perdiendo hijos hasta llevarla a la muerte, decidió acercarse a la biblioteca y mirar en las bases de datos de la Antigua Civilización si tenían algo de información al respecto. Y, tras varias semanas de búsqueda, resultó que había más información de la que nunca habría esperado encontrar. Sin embargo, ella no estaba cualificada para entender lo que veía, ni mucho menos para ponerlo en práctica y seguir con los estudios.

Debía reconocer que los Antiguos habían sido listos y les habían dejado una cantidad ingente de datos y estudios sobre cualquier tema. Nadie tenía claro qué era lo que había ocurrido que desembocó en la aniquilación casi total de la Tierra y de todas las especies, incluida la especie humana. No habían encontrado datos relevantes en los archivos sobre lo que había ocurrido, solo eran conscientes del desconcierto de científicos de la época que no supieron cómo solucionarlo, ni cómo ganar tiempo para investigarlo y poner en práctica la solución.

A ella el pasado le daba igual, no se podía cambiar. Al igual que tampoco podían cambiar el presente, solo luchar por sobrevivir e intentar ganar calidad de vida. Y, para ello, usaban todos esos archivos. Tenían datos en multitud de lenguas que habían sido traducidos a lo largo de los siglos para poder tenerlos en el mismo idioma e ir usándolos según eran necesarios. Había sido muy conveniente para ella encontrar la información que necesitaba ya traducida, sin duda.

Con todos esos datos recopilados había ido al hospital para hablar con los tres médicos que tenían. Les había propuesto investigarlo, pero todos estaban muy ocupados en diversas investigaciones más atender a los pacientes, salvo Maissy. Solo ella había accedido a volcarse de lleno en este proyecto, suponía que se debía a que era también una mujer joven que había perdido ya un par de hijos y veía la urgencia que había en ese tema. Los demás decidieron ocuparse de las tareas de Maissy para que ella se centrase únicamente en esa investigación. Loira pensó que tendría que ordenárselo, pero lo cierto era que fueron ellos quienes se ofrecieron. Eso le agradó después del mal sabor de boca que le dejó el que fuese la única mujer médico que había, la que se ofreciese a investigarlo mientras ellos le dieron largas en primera instancia. El egoísmo masculino no conocía límites. Ellos no pasaban por los embarazos, las pérdidas y la posibilidad de muerte que ellas cargaban. De igual forma, sabía que Maissy, siendo una mujer conocedora de primera mano de la problemática, pondría mucho más empeño en desarrollar una solución que ellos.

Le dio toda la información que había recabado y la científica estuvo estudiando todo durante varias semanas hasta que solicitó hablar de nuevo con ella. Loira la recibió de inmediato esperando buenas noticias, aunque temerosa de que fuesen malas. Solo quería saber si habría más información sobre ciertos puntos. Decepcionada al no haber ningún avance o buena noticia, solo dudas, había vuelto a la biblioteca con Urai para revisar todo en busca de más datos para Maissy. Centrando la búsqueda en datos más específicos fue más sencillo y encontraron más información, aunque no tanta como la que Maissy necesitaba. Urai tuvo que hacer un gran trabajo de traducción de muchos textos en los que esperaban que hubiese la información necesaria. Le dedicaron varias semanas, trabajando codo con codo, recopilando todo hasta que ya no vieron más y Loira le dio todo a la científica, esperando que hiciese su trabajo más fácil y agilizase la llegada de resultados.

Pero lo cierto era que, tras un año de investigaciones, aún no había resultados concluyentes. La mujer se había usado a sí misma como sujeto de pruebas, testeando cada posibilidad. Usando sus propios óvulos y, junto con el esperma de su marido, había creado embriones que había intentado modificar genéticamente y que, posteriormente, otro de los médicos le había implantado. En dos ocasiones ya. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta la fecha no habían sido prometedores.

Loira veía que la preocupación sobre los problemas reproductivos no era solo de ella por lo que creyó que era un buen momento para darles esa información y así tranquilizarlos y darles algo de esperanza. Podía entender ese miedo en las mujeres a tener hijos porque era el suyo propio. Por ese motivo se había embarcado en esa cruzada personal con Maissy. No era solo el hecho de que se viese joven para unirse a un hombre y empezar a engendrar, si no el hecho de que no quería poner su vida ni su salud mental en riesgo tan pronto. Necesitaba darle tiempo a Maissy para que encontrase una solución. Puede que no definitiva, pero sí que mejorase los porcentajes de supervivencia.

Loira sonrió para sí al recordar que aquella investigación con Urai fue lo que desembocó en la relación que tuvo con él. Pasar tantas horas juntos, verle tan implicado y concienzudo buscando en todas partes e intentando hacerlo todo lo más rápido posible. Verle concienciado del gran problema que tenían entre manos y su más que satisfactoria reacción a esa urgencia. También supo entender por qué esto le creaba sentimientos de repulsión a la idea de tener hijos y supo tomar medidas para evitar dejarla embarazada durante el año que estuvieron juntos. Le resultaba terriblemente molesto que ahora no comprendiese que ella seguía tratando de ganar tiempo para que, cuando debiese tener hijos, sentirse segura y no verlos morir o saber que venían con malformaciones graves. Ahora Urai defendía a Siena, su principal manera de ganar ese tiempo.

Loira miró a Siena, estaba desubicada en cuanto al tema tratado. No sabía de qué estaban hablando y eso le sorprendía. Sabía por qué había muerto su madre, pero parecía vivir en un mundo paralelo, ajena a todo lo que no fuese la caza y su mundo infantil.

— Siena, hazme el favor de hacer llamar a Maissy —dijo Loira mirando a su hermana. Vio cómo esta pegaba un respingo en la silla al ver que se dirigía a ella. Seguramente estaba pensando en sus cosas y ya no prestaba atención a la reunión. Esa chica era un desastre. Debían dar gracias a que fuese ella la reina y no su hermana. Pocas soluciones encontraría esa chica a nada si, cuando se perdía en un tema, se evadía de la reunión en lugar de interesarse, aprender y, quizá, aportar una opinión productiva.

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