Capítulo 1
Un año antes.
Siena se acercó a la ventana del palacio para mirar fuera. Esa noche la tormenta de nieve era especialmente fuerte y no se podía salir al exterior. Esta tormenta ya duraba más de una semana. Menos mal que tenían suficiente comida almacenada para aguantar mucho tiempo.
Fuera era todo oscuridad. La tormenta no dejaba ver nada más que nieve, aunque tampoco había demasiado que ver. Solo la noche eterna y la escasa luz de la luna sobre el Mar del Norte.
El palacio se levantaba sobre unos acantilados junto a la extensa costa del Mar del Norte. Era increíblemente ostentoso y, a veces, se preguntaba cómo habían sido capaces de construir semejante edificación sin la facilidad que da la luz solar. Había que reconocer que ya solo las bajas y constantes temperaturas de cincuenta grados bajo cero eran todo un reto para construir hasta una bola de nieve.
Se alejó de la ventana y se acercó al fuego. La chimenea era inmensa e innecesaria. Con la calefacción había sido reconstruida solo por decoración, pero Siena adoraba el fuego y el calor y luz natural que desprendía; así que solía pedir que se lo encendiesen cuando ella estaba en su dormitorio. En esos momentos se sentaba delante del fuego, apagando todas las luces, y se limitaba a escuchar como crepitaba.
Hoy estaba siendo una noche bastante aburrida. La interminable ventisca no permitía salir ni hacer nada más que tener que asistir a interminables reuniones del Consejo o preocuparse por asuntos de abastecimiento y un largo etcétera de cosas del gobierno que a ella le aburrían sobremanera.
A sus cortos dieciocho años era la encargada de dirigir a los cazadores de las Tierras de la Noche y se lo había ganado. Habría, seguramente, quien pensase que tal honor se debía solo al hecho de que era la hermana menor de la reina. Pero era falso. Mientras su hermana era una erudita y su formación había girado en torno a temas contables, mercantiles y demás asuntos relacionados con el gobierno de sus tierras, ella se había dedicado a aprender temas de logística, geografía, conocimiento del enemigo y de la Zona Neutral, los tratados de paz o guerra anteriores y presentes, armamento y, por supuesto, a aprender a usarlo.
Se le daban bien las armas, tanto las de fuego como las antiguas como espadas o lanzas. Incluso se le daba bien el combate cuerpo a cuerpo. Había aprendido varias disciplinas muy rápido. Además, todo aquello le encantaba por lo que dedicaba horas a los entrenamientos. No era habitual que hubiera guerras entre las dos tierras, pero, de vez en cuando, había roces que terminaban en batalla y ella quería estar preparada por si se daba una situación de ese calibre. Se intentaba evitar, por supuesto, que hubiese muertos. Las poblaciones de ambas tierras no eran numerosas y cualquier pérdida humana se notaba.
Con un poco de suerte la tormenta pasaría en unas horas y podría salir. Estaba siendo demasiado optimista, pero, después de una semana encerrada aguantando las largas reuniones sin ninguna excusa para irse, estaba empezando a volverse loca. Y el problema era que sabía que la tormenta podía alargarse incluso varias semanas. Y saber eso la tenía un tanto deprimida.
Se acercó al espejo para adecentarse y asegurarse de estar perfecta para la próxima reunión del Consejo. Se colocó el elegante y poco práctico vestido azul celeste. Era precioso, sin duda, aunque echaba de menos su cómoda ropa de cazadora y exploradora. Para palacio estaban muy bien vistas esas ropas tan femeninas, pero para Siena unos buenos pantalones bien calentitos siempre eran bienvenidos. A veces se sorprendía de lo exigentes que eran las mujeres con el resto de su género en temas de vestuario ya que este tipo de ropa no la exigía ningún hombre, sino ellas mismas. También era cierto que la mayoría se dedicaba a usar el cerebro más que el cuerpo, quedando los trabajos físicos para los hombres, por lo que preferían lo bonito por encima de lo práctico.
Su reflejo le devolvió la imagen de una preciosa joven con un bonito vestido azul bien ceñido y que caía hasta rozar el suelo y un escote tan ajustado que casi se le salía el pecho por arriba. Su largo pelo rubio claro le caía hasta la cintura con leves ondulaciones. Y unos ojos azul claro le devolvían la mirada con resignación. Estaba lista para ir y, como siempre, llegaba tarde.
***
Siena llegó varios minutos tarde a la reunión, pero aún no habían comenzado. Recibió igualmente algunas miradas de desaprobación por llegar la última. Se habría encogido de hombros con desdén si no hubiese empeorado la situación con ese gesto.
Su hermana la miró de reojo y, poniendo fin a la conversación que estaba manteniendo, se sentó en la enorme mesa rectangular. Sabía que su hermana había estado haciendo tiempo y retrasando el inicio de la reunión para darle margen para llegar y que no se notase tanto su tardanza. Muy amable por su parte, pero innecesario. Le daba igual que los demás hiciesen comentarios sobre ella.
— Bien —comenzó la Reina—, parece que esta ventisca va a durar algún tiempo más. Me comentaba Eibra que de momento tenemos comida para mantener a toda la población durante unas semanas más.
— Efectivamente —contestó Eibra—. Los almacenes de alimentos están aún a más de la mitad de su capacidad por lo que podemos estar tranquilos. El último cargamento de frutas, verduras y hortalizas llegó de la Zona Neutral un par de noches antes del comienzo de la ventisca y la recolección fue buena y abundante. En cuanto a la carne, también disponemos de cantidad para una semana, a partir de ahí sería necesario salir de nuevo de caza.
— ¿Y los animales de la granja? —preguntó Vestul, consejero de economía y transporte—. Tenemos una granja bien surtida
— Es cierto —dijo asintiendo Eibra—. Pero esos animales son para reproducción. Solo sirven de alimento una pequeña parte. Si nos comemos todos nos quedaremos sin especímenes para el futuro. Estamos intentando recuperar algunas especies. Fuera de los muros del palacio tenemos especies que se reproducen sin ayuda y son de mayor tamaño. Es mejor cazar que servirnos de los animales que tenemos hasta que tengamos una población estable y sea sostenible su consumo.
Todos asintieron ante ese hecho. No era complicado de entender, al fin y al cabo. Se habían hecho con varios ejemplares vivos de la Zona Neutral y estábamos intentando que se reprodujeran en cautividad. Si se los comían, tendrían que empezar desde cero con la granja.
Se dio cuenta de que su hermana la estaba mirando directamente a ella. Eso no era bueno.
— Siena, ¿como ves lo de salir a cazar si la tormenta continua? —Ahí estaba. Siena no comprendía porque ahora la metía en el embrollo, sabiendo lo que iba a contestarle.
— Loira.... —un carraspeo hizo que mirase en derredor y viese algunas caras de censura— Mi Reina, en estos momentos no veo factible salir a cazar. Si la tormenta se alarga más de una semana habrá que ver si, al menos, ha disminuido en intensidad para que sea posible salir sin riesgos.
— Pero había un rebaño de cabras de monte cerca del palacio, ¿no es así? —Eibra no estaba errada, pero...
— Efectivamente, antes de que comenzase la ventisca cazamos varios ejemplares. De todas formas, el rebaño se dirigía hacia la Zona No Habitable —Siena suspiró—. Ya sabéis que son animales acostumbrados a zonas altas donde no hay mucho oxígeno, así que se refugian de las ventiscas en las montañas de esa zona. No podemos llegar hasta la manada ahora. Y cualquier otro animal salvaje estará resguardado durante la tormenta. Salir a cazar ahora sería poner en peligro a nuestros cazadores bajo una seguridad casi total de que no cazarán nada.
Había sido bastante tajante en su respuesta. Sabía que no les gustaba, pero la realidad era la que era. Lo único que podrían intentar cazar era algún oso y eso si encontraban alguno cerca del palacio. Tendría que estar en la misma puerta para verlo porque encontrar nada fuera de los muros de la ciudad con la que estaba cayendo era imposible. No iba a poner en peligro a sus cazadores. No con esa ventisca. No con la temperatura que hacía fuera. Y no, porque no verían nada a menos de un metro de distancia.
De todas formas, Siena no era tonta. Parecía que la ventisca no les causaba temor ya que habían propuesto que salieran los cazadores. Por eso había mencionado la Zona No Habitable. Sabían que no se podía entrar en esa zona. Ningún ser humano podía respirar allí por la falta de oxígeno. Eso quitaba las ganas a cualquiera. Incluso a aquellos que no habían estado allí nunca y solo lo conocían de oídas. Incluso a esa pandilla de acomodados que no salía de palacio ni para ver cómo era lo que había fuera.
— Algo debemos hacer si la comida se empieza a acabar en una semana —dijo Loira suspirando y recorriendo la mesa con la mirada en busca de ideas.
— Vestul puede coger uno de los camiones de aprovisionamiento e ir a la Zona Neutral a ver a nuestros granjeros por si tienen más cosecha lista —soltó Siena con tono irónico. Sabía, igual que el resto de los presentes, que Vestul era un ser vago. Con sus casi dos metros de altura era increíblemente delgado y frágil. No salía nunca del palacio y estaba segura de que pedía ayuda hasta para limpiarse el culo. Era eso: un vago redomado—. No deja de ser el consejero de transportes. Seguro que no le importa coger el camión e ir por suministros.
— ¡Siena! —dijo Loira levantando la voz— No quiero insultos ni bromas en esta reunión. Quiero gente seria y no niños pequeños.
Su hermana tenía razón. Se había pasado de la raya, pero no podía evitar dejar caer, de vez en cuando, alguna pulla contra Vestul. No solo era vago y daba cierta grima mirarlo, sino que, además, nunca le había visto dar ni una sola idea. Ni buena ni mala. Ninguna. No sabía qué pintaba en esas reuniones ni por qué tenía ese cargo si no valía para nada.
Siena miro en derredor y solo vio un montón de ojos azules mirándola con desaprobación. Parecía que era la noche de las meteduras de pata por su parte. Lo cierto era que no tenía gran fe en la gente que había ahí sentada. Y que tanta pompa le sacaba una vena rebelde e inconformista que su madre siempre odió y castigó. Al igual que su hermana mayor.
— Tienes razón —se disculpó Siena alzando las manos—. El comentario estaba fuera de lugar.
Tuvo que morderse la lengua para no seguir esa frase con alguna perlita más contra Vestul, porque, por esa noche, había sobrepasado los limites lo suficiente.
— Gracias, Siena —agradeció la Reina—. Ahora, espero que alguno tenga alguna idea que merezca la pena.
— Bueno —comenzó Siena. Era el momento de ponerse seria y contestar a lo que su hermana pedía—. Hasta ahora nunca nos había pasado que nos pillase una tormenta sin tener provisiones para mínimo dos semanas, pero creo que no hemos contemplado la opción de la pesca —su hermana y todos se quedaron en silencio, observándola, a la espera de que se explicase—. Tenemos el embarcadero justo a la puerta del palacio. Siempre hemos pescado ahí cuando no hay tormenta. Podemos intentar hacerlo si vemos que nos quedamos sin nada. Al menos, será más seguro que salir de caza.
— ¿Sería viable? —preguntó Loira—. La capa de hielo es gruesa.
— Sí, pero es prácticamente igual de gruesa que cuando no hay ventisca. La dificultad radica en que hay que proteger a los cazadores del frío mientras estén ahí fuera. No disponen de cobijo y tampoco estarán en movimiento por lo que su temperatura corporal bajará muy rápido.
— ¿Y los barcos? —preguntó Vestul. Parecía que el consejero de transportes no recordaba que estaban anclados lejos de la costa. Que el embarcadero no era un puerto y no tenía calado para que llegasen hasta ahí los rompehielos. Y llegar hasta ellos con la tormenta.... "¡Este hombre es tonto!", pensó Siena, enfadada.
— No podemos llegar hasta los rompehielos si no vemos —intentó explicarlo en tono neutro, sin que diese la sensación de que lo estaba dejando por idiota—. Por no hablar ya de los barcos pesqueros. Si el rompehielos no va delante, los barcos no pueden abrirse paso y tener hueco para echar las redes. La pesca con caña sería más viable, sin duda. Si llega el caso en que la tormenta dure más de una semana y nos quedemos sin provisiones pues entonces sacaremos las tiendas de pesca y veremos cómo hacerlas más fuertes para que resistan el viento y la nieve. Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. Si es que llegamos.
Vio como Loira asentía satisfecha con su explicación. Al fin y al cabo, había pedido soluciones y ella se las había dado. El resto de los presentes se limitaron a imitarla y asentir contentos con la solución dada. Hasta el inútil de Vestul asentía satisfecho, aunque Siena tenía dudas de que realmente hubiese entendido nada de lo que había dicho...
— A mí me gustaría poner sobre la mesa un tema —Davra no solía hablar normalmente, así que, si lo hacía, era mejor escucharla. Era la nueva ministra de Energía. Tras la muerte de su padre hacía dos años, se la puso a ella al cargo ya que su padre siempre había dicho que era mejor que él. Se le dio un voto de confianza y no había decepcionado. Era mil veces mejor que su padre—. Durante las últimas noches he visto que el nivel de energía que recibimos es menor. Si no me equivoco, es posible que uno de los molinos de viento se haya roto.
— ¿Supondrá un problema para tener electricidad y calefacción en toda la ciudad? —preguntó Loira
— No, mi Reina, pero sería conveniente revisarlo en cuanto pase la tormenta. Tenemos muchos molinos en funcionamiento, con la falta de uno no notaremos la diferencia. Además, tenemos las baterías al máximo. Aunque perdiésemos algún molino más, no supondría diferencia ya que supliríamos la energía que faltase con las baterías —todos asintieron ante la explicación de Davra. Pero no había terminado—. El tema es que, en la última revisión que hice de los molinos, vi que dos de ellos estaban en malas condiciones. No sé si el que falta es uno de esos dos. No quisiera que se rompiese el otro o que los demás sufran más daños. Solo lo comentaba para solicitar permiso para dejar de lado el proyecto cúpula durante una luna después de la tormenta y centrarme en reparar los molinos.
— No tienes ni que pedirlo. La cúpula puede esperar. Ya llevas la mitad del proyecto hecho. Podrá esperarte una luna entera. Tranquila —confirmó la Reina.
Era lógico que accediese. Era más importante reparar los molinos de viento que la cúpula de cristal que Davra estaba construyendo para que tapase el palacio entero y así tener zonas exteriores que no estuviesen a cincuenta grados bajo cero. Realmente el proyecto surgió para solo la granja. Los animales necesitaban un clima más cálido para sobrevivir y no se les podía dejar dentro de palacio. Pero sí había mucho espacio en el exterior, entre el palacio y la muralla. Creó una cristalera maciza sobre una amplia zona y le puso calefacción para los animales. Y el invento gustó tanto que pidieron que se hiciese con todo el exterior. Así que Davra y su equipo estaban cubriendo de cristal calefactable todas las zonas del exterior del palacio hasta las murallas para que hubiese una agradable temperatura exterior de cinco grados.
Para muchos de los miembros del Comité, que hubiese un parón de una luna, era mucho tiempo ya que esa cúpula era la única manera de salir fuera sin congelarse sus acomodadas posaderas. Eran una población acostumbrada al frío. Nacían en el frío y la noche constantes. Sin embargo, había algunos que no se alejaban de las calefacciones ni salían nunca por lo que tenía dudas de que aguantasen en el exterior ni cinco minutos. Ni con los trajes especiales que llevaban ella y sus cazadores.
De momento, el proyecto, sin fecha fija de finalización, sufriría un retraso de dos semanas. Toda una luna. No les hacía gracia la noticia. Siena se limitó a encogerse de hombros mentalmente. A ella le daba igual. Mientras funcionasen los molinos bien, la bonita y práctica cúpula podía esperar.
El resto de la reunión siguió sin ningún tema reseñable. Comentar más de lo mismo. O eso creía ella ya que dejó el cerebro apagado un rato y se limitó a asentir, pero sin saber a qué lo hacía. Solo pensaba en salir de allí ya mismo. Aburrido.... Todo era terriblemente aburrido.
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