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Capitulo 2. Costumbre al dolor

El dolor que he resistido desde que tengo memoria se hace presente, la costumbre no evita que las afiladas piedras bajo mis rodillas sean una enorme molestia.

Con mi barbilla alzada, contemplo a los creyentes, esas personas que vienen a misa cada domingo en busca de eliminar y descargar el peso de sus vidas en este lugar.

A veces me pregunto si ellos sabrán cuán miserables es la vida aquí, cuán estricta e injusta es. Aunque sé que la respuesta es no.

Estoy arrodillada en la fila de rocas, de frente al público que no muestra ni un solo gesto de compasión por nosotras, las novicias. Para ellos y para otros muchos, es un deber que debemos cumplir, un sufrimiento que merecemos y un castigo por los pecados ajenos.

—Eso que llamamos "Mala suerte" no existe, ¿Quieren que les diga su nombre real? — dice el líder emocionando a los creyentes.

—¡Si! —responden.

—Falta-De-Fe —deletrea, dejando un silencio sepulcral —. Pero... ¿Por qué no lo llamamos así? ¡Fácil! Por cobardes, porque no queremos admitir que no tenemos al altísimo en nuestro corazón y, por ende, no somos merecedores de su benevolencia. ¿Y qué hace eso? Que no seamos bendecidos y una ola negra de catástrofes arrase con todo a nuestro alrededor.

A través de los parlantes, escucho la voz de mi padre que continúa con el sermón de la misa de hoy, habla desde una tarima detrás de mí, con su típico traje de dos piezas.

Una mano sostiene su micrófono y la otra está apoyada contra su corazón. Su imagen a través de las pantallas a los costados de la iglesia embelesa a quienes buscan su palabra para sanar.

En este punto de mi vida, sé de memoria la estructura de su sermón, que busca calar y calmar al público, quienes al finalizar la misa esperarán horas para acercarse a él y luego harán donaciones a cambio de besar el dorso de su mano, en busca de salvación.

—Sé las intenciones de cada uno de ustedes este día. En sus corazones afligidos buscan tranquilidad, quieren que yo les susurre el secreto de la felicidad, desean que con una oración sus vidas sean arregladas, anhelan encontrar el camino de la abundancia divina, y les diré algo... — se toma unos segundos antes de continuar, causando intriga entre los visitantes.

—Esto no es una receta donde todos deban seguir los mismos pasos para obtener el mismo resultado. No funciona así. Yo solo soy un mensajero, solo puedo darles mi palabra de aliento, compartir mis conocimientos guiándolos hacia el camino del altísimo, pero si ustedes no lo tienen en su corazón, nada valdrá la pena. Ahora quiero que se levanten de sus asientos y me respondan: ¡¿Existe en sus vidas la mala suerte?!

—¡No!

—¿Qué es lo que existe?

—¡La falta de fe!

—Nos vemos la próxima semana y que el altísimo los acompañe.

Una ola de aplausos y vítores estalla en la iglesia cuando termina el discurso.

La multitud pasa por nuestro lado sin siquiera mirar la sangre que escurre de nuestras rodillas, machando las piedras.

Me sumerjo en mis pensamientos tratando de controlar el ligero temblor de mis piernas, el filo de las rocas corta mi piel con más fuerza, puedo soportar el dolor, pero aun así cada respiración y esfuerzo por parecer serena se vuelve una lucha.

De nuevo, miro a todas esas personas que sin inmutarse por nosotras piden consejos y perdón.

Siempre me ha parecido curioso lo pulcro que es todo el lugar, aunque me esforzara, no podría encontrar un rincón que no esté perfectamente impecable, es una lástima...que no se pueda decir lo mismo de las personas aquí reunidas.

Me siento asqueada cuando las fragancias de todos esos perfumes caros se mezclan en el aire, solo me bastaría una respiración más profunda para saber cuántos no se han puesto desodorante, repugnante.

Miro a mi derecha, encontrándome con una de mis mejores amigas, Arelys.
Al igual que yo ha vivido y crecido en este lugar, sin embargo, ella nunca se ha acostumbrado al dolor de estas heridas, la sensibilidad de sus rodillas está casi intacta por el contrario la mía se ha estado perdiendo.

Cierro mis ojos soñando despierta con esa escena que desde hace un par de años, ronda por mi mente sin cesar.

Dos horas después, las voces de los visitantes van disminuyendo, abro mis ojos al sentir cómo dos pares de manos me sujetan por los brazos, arrastrándome hacia uno de los bancos en el fondo de la iglesia.

Ponerme en pie por mi propia voluntad me es imposible.

Sentada, espero a que una de las novicias venga a limpiar mi sangre y tapar la herida. Solemos turnarnos, una semana de "Sacrificio" arrodilladas y otra solemos descansar para ayudar a nuestras hermanas con sus heridas.

—Sus muletas, hermana —dice una novicia de cabello rubio entregándome mis muletas.

Por suerte las pomadas especiales nos ayudan a sanar rápido, aun así, todas tenemos un par de muletas para poder ser capaces de caminar por nuestra propia cuenta.

—Gracias, que el altísimo te acompañe.

—Igualmente, hermana -—se despide con una pequeña sonrisa antes de ir a socorrer a otra novicia.

Aliso mi uniforme antes de tomar las muletas y me encamino hacia la salida. Cerca de la puerta, encuentro a Arelys que viene torpemente hacia mí.

—Detesto estas cosas — susurra señalando las muletas —. Son súper incómodas, dejan un dolor horrible en las axilas, camino lento y para bajar escalones es un infierno con esto ¡Y aquí hay muchos escalones!

—Después de descansar te sentirás mejor, ya verás —la animo mientras salimos a paso lento de la iglesia.

—Desearía que no me doliera tanto, ojalá fuera más como tú. Hasta manejas bien las muletas, yo soy un desastre —se lamenta, manteniendo la cabeza gacha.

—No te sientas mal. Para mí es una vieja costumbre, nunca he salido de aquí, nada me ha impedido arrodillarme seguido, ustedes se van y al regresar les cuesta retomar el ritmo.

A paso muy despacio, bajamos los escalones de la iglesia. Solo nos queda seguir el camino de flores y subir otros pocos escalones hasta llegar hacia el auto donde espera mi padre por nosotras.

—No quiero irme a casa —dice cuando estamos cerca de papá para que él pueda escucharla, haciendo una mueca triste lo saluda —Líder, que el altísimo lo acompañe.

—Igual para ti, hija —dice sonriendo mientras se separa del auto para abrirnos la puerta—. Les tengo una sorpresa en casa, apresúrense y suban.

—¡¿Sorpresa?! —preguntamos al unísono, sorprendidas.

—Lo sabrán si nos apresuramos —dice metiéndose en el auto.

Ambas nos miramos y con toda la rapidez posible, prácticamente corriendo con las muletas, nos subimos en los asientos traseros.

—Papá, ¿cuál es la sorpresa? —pregunto inclinándome hacia su asiento.

—Señor, ¿es algún tipo de premio? -—dice ella tratando de indagar.

—Si lo digo, dejará de ser sorpresa — responde poniendo en marcha el auto —. Solo les diré que también les tengo una noticia.

Nos miramos boquiabiertas, aunque mi padre es un hombre callado y un tanto misterioso, el nunca hace este tipo de cosas, ni a mí, que soy su única hija me ha dado un regalo, ni en mi cumpleaños o navidad, mucho menos me ha dado algún tipo de sorpresa agradable.

Su frialdad y distancia de siempre contrasta mucho con su actitud de hoy, lo que hace que mi estómago se retuerza ante lo extraño de la situación.

Arelys parece percibir mi preocupación, ya que envuelve su mano con la mía dándome un apretón tranquilizador.

Pasan veinte largos minutos hasta que llegamos a casa, papá estaciona el coche y nosotras agarramos con fuerza las muletas, esperando que el auto se detenga y cuando lo hace salimos a toda prisa, decididas a saber el porqué de su comportamiento inusual.

Doy gracias al altísimo de que no haya escalones fuera de la casa. Giro el pomo de la puerta yendo hacia la sala, seguida de Arelys, pisándome ¡Literalmente! Los talones con sus muletas.

Al llegar, veo con sorpresa a la otra persona que más quiero en el mundo, mi otra mejor amiga, ella se apresura a lanzarse hacia nosotras.

—¡Johana! —Grita Arelys, entre risas nos fundimos en un abrazo.

—Apuesto a que me extrañaron un montón, lloraban mi ausencia cada día.

—Nah, nomás un poquito ¡Ah, duele! —me quejo cuando me pellizca.

—¿Cuándo has regresado? Pensé que te quedarías en España un mes más — inquiere Arelys cuando nos separamos.

—Llegamos hace menos de una hora, he venido con mi padre — dice dándonos una mirada inquieta.

Mi estómago vuelve a retorcerse con la inquietud que crece en mi pecho, su padre al igual que el de Arelys, no visitan a menudo el pueblo.

Un carraspeo llama nuestra atención haciéndonos girar hacia papá, que se encuentra con las manos en los bolsillos y su atenta mirada sobre nosotras.

—¿Cómo se encuentra, señor? — pregunta Johana.

—Muy bien, hija — responde acercándose —. Como ya han de suponer que la sorpresa es Johana, pasemos a la noticia, siéntense.

Papá toma su habitual semblante serio mientras se sienta en el sillón individual, nosotras nos sentamos en el sillón gris en forma de L.

Mirando el lado bueno, mi mente está demasiado distraída que casi logro olvidarme de mis heridas.

—Papá, ¿lo que vas a contarnos tiene algo que ver con la llegada de Johana? — pregunto vacilante.

Asiente y se aclara la garganta.

—Debido a.… ciertos asuntos internos, mañana recibiremos la visita de Nehemías, él es un exorcista enviado desde Alemania.

—¿A alguien se le ha metido algún demonio? — pregunta Johana alarmada.

—No, no es nada de eso —le responde papá.

—De no ser por eso ¿Por qué vendría un exorcista a un pueblo como Cullward? Es completamente aburrido — farfulla Johana cruzándose de brazos.

—Lo que quiso decir es que aquí no hay sucesos paranormales, ni nada por el estilo —dice Arelys corrigiéndola tratando de evitar que papá la reprenda.

—Vendrá a ver algunos asuntos de la iglesia, pasará un tiempo aquí y luego se irá — dice papá restándole importancia —. Nunca está demás la seguridad, sea en la luz, en la oscuridad o en el aburrido, puede esconderse el mal, Johana — termina dedicándole una mirada que la hace encogerse en su asiento.

—¿Durante cuánto tiempo se quedará? — pregunto tras unos segundos de silencio.

—Poco después de sus cumpleaños, necesita un tiempo para aprender sobre Cullward. Es un joven educado y muy cauto, además es el mejor en su clase, por eso sus padres y yo hemos decidido acogerlo en nuestras casas durante su estadía.

—¿Se quedará en las tres casas? — pregunta Arelys y cuando papá asiente, ella   dice —. ¿No sería mejor que se quedará en solo una?

—Los tres somos líderes tenemos el deber de ofrecer lo mejor a nuestro visitante, ya hemos planeado todo, no tienen que preocuparse, solo necesitamos un favor de ustedes —pone su mirada sobre cada una de nosotras —. Sean lo más buenas y amables con él, si necesita algo se lo dan, si tiene una duda la aclaran, sea rara o absurda, lo hacen, háganlo sentir como en casa.

Dice dejándonos extrañadas, a nosotras nunca nos han permitido el contacto con nadie del sexo opuesto a no ser que sea alguien muy mayor, su petición y la situación me parecen cada vez más raras.

—Claro, no se olviden de siempre resaltar el bien que hacemos y cómo ayudamos a la comunidad, mañana habrá un almuerzo de bienvenida, Tomas y yo lo esperaremos en el templo, mientras que ustedes se quedarán aquí con Sergio, él las llevará antes de que empiece el evento.

—No tenía idea de que mi padre vendría — dice Arelys, con sus ojos muy abiertos.

—Era parte de la sorpresa, llegará hoy en la noche, él, Tomas y yo nos reuniremos más tarde - dice levantándose, camina hacia las escaleras en forma de caracol, se detiene en el segundo escalón—. Estaremos ocupados con unos asuntos, así que tienen la casa para ustedes, pueden cocinar o pedir comida, como prefieran — continúa su camino, subiendo hacia el segundo piso.

Cuando lo perdemos de vista, Arelys aprovecha para darle un pellizco a Johana.

—¡Auch! — se queja.

—Tú y tu boca, ¿Cómo puedes decir semejante cosa enfrente del líder? Por el altísimo —rueda sus ojos y luego echa su cabeza hacia atrás.

—Vale, la embarre. Lo siento ¿Contenta? — dice con fastidio.

Detienen su pequeña discusión cuando los pasos de papá avisan que está bajando.

—Nos vemos mañana, compórtense y no hagan desastres — se despide saliendo por la puerta principal.

—Hasta mañana papá.

—Que tenga una buena noche señor.

—Gracias por dejar que nos quedemos líder.

El hace un gesto con la cabeza antes de cerrar la puerta, cuando escucho su auto arrancar me giro hacia las chicas.

—Esto es muy raro —digo.

—Coincido, hay algo que no me gusta de esto — comenta Arelys.

—Es extraño, pero mirando el lado bueno, siempre hemos leído y escuchado sobre ellos, durante nuestra infancia solíamos temblar con las historias aterradoras sobre los peligros que enfrentaban. Nunca hemos conocido a alguno y ahora conviviremos con uno —dice Johana con entusiasmo —. ¿No les parece emocionante? ¿Aunque sea un poquito?

—No es precisamente emoción lo que siento — murmuro.

—¿Creen que sea guapo? Yo apuesto a que sí, seguro desprende peligro y misterio — continua una Johana sonriente —¿Cuántos años creen que tenga?

—Mucho mayor para ti, si es exorcista y viaja a este tipo de misiones, muy joven no debe ser — le responde Arelys.

—¿Quién dijo que la edad mata al amor? — se defiende.

—¿De verdad quieres casarte? —Pregunto.
Desde hace un par de años ha tenido esa idea y cada que puede sacar el tema de matrimonio, noviazgo o sobre algún tipo de relación con un hombre.

—Llevamos toda la vida preparándonos para ser monjas ¿Por qué cambiar ahora que falta poco para tomar nuestros votos? — digo tratando de entenderla.

—Exactamente por eso, no quiero estar toda mi vida en un templo, arrodillándome casi todas las semanas, sin voz, sin voto, sin nada ni nadie a mi lado.

—Nos tienes a nosotras —le dice Arelys que está en medio de ambas.

—No es lo mismo, no lo entenderían, no se han enamorado.

—¿Te has enamorado? — le pregunto con asombro.

—Por el altísimo, ¿de verdad lo has hecho? — pregunta Arelys soltando un jadeo.

—Aun no, pero si me he enamorado de la idea de salir de aquí, de otra vida. No quiero quedarme, ustedes son lo único bueno de este lugar.

—¿Quieres irte con tu padre?

—¡No! El problema es que no encajo ni aquí, ni allá —contesta exasperada —. Quiero irme muy lejos, quiero viajar, conocer y disfrutar, ir de viaje por carretera en la moto de un chico, agarrarme con fuerza de su chaqueta de cuero y con el viento golpeándome en la cara gritar lo feliz que soy.

—Tu problema es leer demasiados libros de romance — niego con la cabeza.

—¡Tu problema es no leerlos! Nosotras hemos echado un vistazo al mundo afuera, Anya — se señala a ella y a Arelys —. Y nos encanta. Tu problema es que estás tan ensimismada aquí, qué crees que no hay nada mejor que esto. Cada vez que tratamos de abrir un poquito tu mente, te niegas, dime ¿Te cuesta tanto salir del molde de religiosa perfecta? Disculpa por pensar en casarme o fugarme con algún chico, pero sé que sabes que es aes la única manera de salir de esto— dice irritada antes de levantarse y salir por la puerta trasera, dando un portazo.

Suspiro recostándome en el sillón, Arelys toma mi mano y por segunda vez en el día, me aprieta dándome apoyo, aliviando el impacto de las palabras de Johana, aunque quisiéramos seguirla, para ambas es complicado levantarse.

No es la primera vez que discutimos, por eso sabemos que lo mejor es esperar a que se calme y regrese por su cuenta.

Como ella misma dijo, este es un pueblo aburrido.

¿Que podría ocurrir en este lugar?

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Son poco más de las ocho de la noche cuando por fin una monja de un restaurante cercano trae nuestra orden.

Estamos sentadas en el suelo mientras comemos, un par de latas de nombre “Póker" descansan a un lado de nosotras, Johana las trajo escondidas en una maleta y para complacerla, me tome dos que me han dejado un poco mareada, al menos mis rodillas no duelen al levantarme mientras voy por tercera vez al baño.

Observo mi rostro en el espejo, y caigo en cuenta que mi piel pálida hace que mis ojeras se acentúan aún más, mi rostro se ve demacrado, el cabello castaño que llega por debajo de mis hombros está seco y sin brillo, pareciendo una hierba marchita.

«A corde a mi personalidad» pienso.

Suelto la trenza y comienzo a peinarlo, me prometo a mí misma que mañana me arreglaré mejor, me hace pensar en quien llegará mañana, Nehemías.

Por primera vez compartiré espacio con un hombre aparte de mi padre, y yo tendré que ser amable con él, yo la menos sociable del grupo será la primera anfitriona.

«Genial»

«¿Será guapo? Yo apuesto a que desprende peligro, su aura debe de estar rodeada de misterio» . Las palabras de mi amiga resuenan en mi mente, no por lo guapo, no me interesa si lo es o no, pero sin duda, tener a un exorcista viviendo en un pueblo como este, se debe a un gran misterio, un peligro que quizás, mi padre y los líderes quieran ocultar.

Con la curiosidad expandiéndose por mi pecho y un plan trazándose en mi mente, sonrío y abro la puerta dirigiéndome hacia mis amigas.

Johana tenía razón, esto es emocionante y tal vez, logré ser más interesante de lo que pensé. Llego y tomo mi asiento enfrente de ellas, aún con una sonrisa en el rostro.

—No sé si me vayan a apoyar, pero se me ha ocurrido un plan, pero si nos atrapan, estamos muertas...— les advierto.

—¿Y si no lo hacen? —pregunta Johana sonriendo.

—Entonces, tal vez casarte o huir no sean sus únicas opciones, además hay una gran verdad detrás de todo esto, puedo sentirlo

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Notita de la atora : Holiii ¿Que tal les ha parecido ? Cómo ya vieron estas son “Las tres malditas”


¿Que creen que tramarán este temible trío de amigas? L@s invito a seguir leyendo y dejarme su voto⭐. Besitos 💋

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