Todo cambió
Lucas no creía aquello.
Hacía ya varios minutos que había llamado a Gerardo, avisándole de la situación, aunque no sabía cómo decírselo a él.
Esperaba afuera en su auto. No soportaba estar ni un minuto más adentro del hospital. Estaba en shock.
No comprendía que esa mujer, la cual le había abierto las puertas de su casa y lo acogió aún a pesar de todo lo que había sucedido con su hija y su nieto, se había marchado.
Margarita era una mujer de carácter fuerte, nada fácil de convencer ni doblegar. Sacar adelante a su hija casi ella sola no había sido una labor sencilla, y teniendo en cuenta la responsabilidad mágica que cargaba como una pesada cruz, no podía darse el lujo de caer.
Siempre fue compasiva y noble, a su manera, aunque su pesado mal genio era motivo de sacar impulsos demasiado arriesgados para su integridad. Los años no pasaron en vano y el tiempo le cobró muy caro su buena labor. Su salud física y su cuerpo fueron el monto más valioso, al grado de hacerla caer en un hospital varias veces.
Al morir Sol, todo empeoró notablemente y sus ganas de vivir se apagaron. El único que impidió su muerte fue Alessandro, su nieto, a quién protegió a capa y espada desde el día de su nacimiento.
Al enterarse de que Alex era uno de los señalados, entró en pánico y anuló sus poderes por un tiempo, ya que no tenía la magia suficiente para quitarlos de manera permanente. La única manera de revertir el bloqueo era si lo hacía por voluntad propia o si moría, y al parecer el destino siempre elige las peores opciones.
Ahora, Margarita ya no estaba y Alex tenía que enfrentarse sin su ayuda a un mundo totalmente desconocido y peligroso.
Un rayo potente y una fuerte lluvia sacaron a Lucas de sus pensamientos. Aún se encontraba fuera del hospital. No quería ver la situación que se avecinaba, pero, aunque le doliera, lo tenía que asimilar. Él también estaba solo, sin la ayuda de la gran bruja. ¿Qué pasaría si no podía hacerlo del modo correcto?
Antes de todo, tenía que decirle a su pequeño la noticia. No quería. No quería hacerlo sufrir más, pero debía de hacerlo.
******
—¡Está despertando!
Luzmaria comenzó a escuchar el ensordecedor ruido de la música, su vista se aclaraba poco a poco. Un fuerte aroma le llegó hasta lo más profundo del cerebro, lo que hizo sacarla de ese estado somnoliento en el que estaba.
—¡Quítame eso de la cara! —le gritó a Jazmín quién se encontraba colocándole un algodón con alcohol etílico en su nariz. Se levantó con un fuerte dolor de cabeza y miró a uno de sus costados. Ricardo también se reincorporaba, con el mismo dolor de cabeza inmenso.
Se encontraban en una de las habitaciones de la planta alta. Después de su desmayo, una chica avisó a Jazmín y Michelle y de inmediato, corrieron a auxiliar a sus amigos. Al principio creyeron que se habían puesto muy ebrios, pero al ver que no reaccionaban se preocuparon y trataron de despertarlos como fuese posible.
Luzmaría no soportaba el ruido de la música, aunque estuviese arriba, el retumbar del suelo le taladraba el cerebro. Le ordenó a Michelle que bajara y acabara la fiesta de una buena vez. Al ver que la chica ignoraba sus instrucciones, la morena se puso de pie de manera violenta, las chicas trataron de pararla sin éxito, como pudo, bajó hacia las bocinas y agarró el micrófono.
—¡La fiesta se acabó! ¡Salgan de inmediato!
Muchos le abuchearon e hicieron caso omiso. Al ver eso, la morena sintió que su sangre hervía.
—¡No se los voy a repetir! ¡Salgan de aquí aho..!
El fuerte sonido de un rayo asustó a todos, después las luces se apagaron junto a la música. Los invitados, algunos muy ebrios o drogados, decidieron correr hacia la puerta cercana, incluso los que estaban en la piscina salieron hacia la puerta principal, unos venían empapados y dejaron rastros de agua. La lluvia comenzó a caer de manera descontrolada. Los invitados corrían hacia los coches en que venían evitando mojarse.
Muchos autos se alejaban conforme la lluvia crecía. Al cabo de unos minutos, los únicos que estaban en esa casa eran los cinco anfitriones.
Luzmaría se encontraba sentada en uno de los escalones. Las otras dos buscaban en la cocina alguna luz. Lalo dormía ebrio en una de las mesas y Ricardo bajaba las escaleras lentamente.
—Aquí hay unas velas —Jazmín dijo emocionada y justo en ese momento, las luces se encendieron. La chica bufó molesta al ver que su misión fue en vano.
Lalo despertaba quejándose y al ver que todo estaba vacío, empezó a gritar.
—¡Hey! ¿¡Dónde están mis chicas!? —volteaba hacia todos lados sin respuesta.
—¡Cállate, pendejo! Rézale a Dios para que se te baje la puta borrachera y te me pones a limpiar este desastre, ¡a la de ya! —escupió Luzmaría agarrándose la cabeza con ambas manos.
—Ajá, cómo no. ¡Yo me largo! —Lalo se dirigió a la puerta para salir.
—No me retes, animal... ¡Te he dado una orden!
—Vete al diablo, pendeja —Lalo sin voltear, le enseñó el dedo medio.
—¡Obedece, maldita sea! —gruñó la chica.
Las puertas y ventanas se cerraron de manera violenta, un fuerte aire recorrió el salón principal aturdiendo a todos. Ricardo se quedó estupefacto al igual que las otras dos jóvenes. Lalo se detuvo asustado y no dijo palabra alguna por unos segundos. Luzmaría trató de no parecer sorprendida, inevitable por las facciones de su rostro.
—Ya se encabronó la reina —dijo Lalo con sarcasmo, volteando y alzando las manos en señal de paz.
Las chicas fueron por escobas y trapeadores, estaban muy asustadas que prefirieron seguir la orden de la morena sin hablar. Ricardo miraba a su novia con sorpresa, y cuando quiso agarrar su hombro, ésta se giró y subió las escaleras.
—Me voy a cambiar —fue lo único que dijo.
******
Los paramédicos llegaron poco tiempo después. Aimeé los dejó entrar y les mostró a los tres chicos desmayados. Les tomaron sus signos vitales y al ver que no corrían peligro, procedieron a despertarlos con sales aromáticas. Al cabo de unos minutos los chicos reaccionaron. Después, un paramédico les dio indicaciones y Gerardo los acompañó a la entrada y les agradeció por sus servicios.
Alex notó que Aimeé y Gerardo no andaban bien. Rompió el incómodo silencio que se había formado y preguntó lo que nadie quería oír.
—¿Pasó algo? —Padre e hija cerraron los ojos. No sabían que responder.
—No, no es nada —Aimeé trató de sonar lo más tranquila posible.
—¿Qué nos pasó? ¿Y cuánto tiempo nos pasó? —Aris se tallaba los ojos bruscamente.
—Se desmayaron, me asusté y llamé una ambulancia para que los auxiliara.
—¿Los tres? Qué raro. Digo, ¿porque nos ocurrió al mismo tiempo? —Zoe dio un pequeño bostezo.
—Me pareció un poco raro, pero nada del otro mundo —Aimeé seguía hirviendo en nerviosismo.
—¿Es mi abuela, cierto? —en la cara de Alex se dibujó una mueca de dolor.
Gerardo cerró los ojos, no quería pensar en aquello. Margarita era la mejor amiga de su esposa y de él, la conocía de hace muchos años, e incluso después de la gran pelea no dejó jamás de tenerle un gran cariño.
El sonido del celular de Alex espantó a todos. El chico casi lo deja caer, pero agarrándolo firme y al ver quién era, contestó la tal esperada llamada.
—¡Papá! ¡Hasta que me llamas..! —el chico temblaba y un cúmulo de emociones invadió su corazón.
"No puedes ser tan cobarde para decirle en una llamada, Lucas" pensó Aimeé, sintió muchos nervios al ver la emoción con que el pequeño contestaba.
La pequeña sonrisa que Alessandro había formado en su cara se transformaba en una mueca seria. Sus ojos empezaron a aguarse y bajó lentamente el brazo con que sostenía el celular.
"Maldita sea, Lucas, ¿cómo te atreviste?" fue la frase que Gerardo pensó al ver a ese pequeño romperse en mil pedazos.
Arisbeth se acercó al chico, una lágrima rodó por su mejilla. Sin haber escuchado nada, ella dedujo lo que había pasado. Abrazó al rizado que no quitaba la mueca de su cara.
Alex entró en shock, uno tan fuerte en el que ni siquiera podía llorar. Zoe lo abrazó de igual manera mientras se contenía para evitar llorar. Aimeé abrazó a su padre y al no contenerse más, soltó grandes y amargas lágrimas y sonoros sollozos de tristeza.
El dolor que Margarita había dejado tras su muerte era indescriptible. Todos aquellos que la conocieron, sintieron una gran puñalada en el corazón al saber que ya no los acompañaba en esta vida.
******
Dante abrió los ojos lentamente mientras se reincorporaba. Su madre estaba en el sofá de la sala mientras esperaba que la ayuda llegara. Como pudo, el chico se levantó de su cama, y dio grandes pasos hacia la entrada de su cuarto mientras pensaba en cómo había llegado ahí.
—¿Mamá? —dijo con voz temblorosa.
Carmen, su madre, alzó la mirada y vio a su hijo bajar de la planta alta. Se paró del sitio y corrió a sostener a su niño que aún se tambaleaba un poco.
—Ven, todavía estás débil —le dijo mientras Dante se apoyaba en ella.
—¿Qué pasó?
—Te desmayaste, no entiendo el por qué ¿has comido bien? —su sentido maternal volvía a florecer.
—Sí, má, ni yo entiendo. Tal vez fue el cansancio del trabajo —respondió el chico mientras se sentaba en el sofá principal.
—Tomé tus signos vitales y todo normal, parecía que sólo dormías, pero aun así llamé a un doctor, dijo que no tardaba.
—En momentos así, es cuando agradezco tener a la mejor enfermera como mi mamá —Dante besó la frente de su madre y le dedicó una sonrisa.
—Aun así, no te libras del chequeo —dijo Carmen enseguida y le regresó la sonrisa.
Pasaron los minutos y el doctor llegó. Revisó a Dante y descartó cualquier situación de riesgo. Le explicaron cómo estuvo la situación y el único dictamen fue una baja de azúcar. Después de explicarle a Carmen todo y de darle recomendaciones, el doctor se retiró. Madre e hijo, algo cansados, se marcharon a dormir.
******
La mañana de aquél domingo era fría y gris. Y no era para más.
El funeral de Margarita se llevaba a cabo en una pequeña iglesia dentro del cementerio principal. Gerardo se encargó de todo y decidió que sería bueno darle santa sepultura, al fin y al cabo, era un ángel quien se marchaba.
Alex no dijo palabra alguna desde que recibió la llamada de Lucas, sólo miraba el ataúd que yacía a unos metros de él.
En el lugar también se encontraban Arisbeth, Zoe, Andrea y Michael con sus respectivos padres. La rubia comunicó a los otros dos sobre lo ocurrido y no dudaron en acompañar a su amigo en ese fatal día.
Después de la misa, unos hombres cargaron el ataúd hacia el mausoleo de la familia Solares del Castillo, mientras todas las personas vestidas de negro que asistieron les seguían.
Ahí se tenía el sitio preparado y después de unas palabras que el sacerdote rezó, dejaron reposar el ataúd y sellaron la tumba con la placa correspondiente.
"GLORIA MARGARITA SOLARES TÉLLEZ"
"AMADA MADRE, ABUELA, TÍA, AMIGA Y GUARDIANA"
11/04/1951 - 11/11/2013
La inscripción de la lápida le pareció muy emotivo a Aimeé, y que incluyeran el término "guardiana", pues lo fue en realidad. Al ver la tumba de al lado, un escalofrío recorrió su cuerpo.
"SOLEDAD DEL CASTILLO SOLARES"
"POR SIEMPRE EL SOL QUE ILUMINE LOS CIELOS DEL PARAÍSO"
13/07/1975 - 16/01/1999
Al terminar el acto, una fuerte lluvia azotó el lugar. La gente se empezó a retirar lentamente, luego de darle el pésame a la familia. Después de un rato, Lucas y Alex también se fueron, dejando el camposanto.
Mientras conducía, el hombre miraba de reojo a su hijo tan apagado y triste, no era el Alex que siempre solía ser.
Al llegar a su casa, el chico se estremeció. Por primera vez en toda su vida, ya no estaría su abuela. Los dos bajaron del auto y se apresuraron a entrar. Alex se detuvo un momento y observó la puerta.
Miró la fachada de la casa. Una edificación que data de los años 1900, en donde Margarita había vivido desde que era una niña, después toda la familia hasta Alessandro, el último de la estirpe. Ahora, estarían sólo ellos dos.
Después de pasar y secarse, Lucas lo llamó y sin decir palabra alguna, se acercó hacia él.
El hombre lo abrazó mientras el pequeño trataba de no llorar. Se prometió a sí mismo ser fuerte, aunque no sabía si de verdad podría cumplir eso.
—Me lo dieron cuando me entregaron la ropa y las cosas de tu abuela. Es justo que lo tengas tú —Lucas sacó un collar de su bolsillo. Un viejo medallón de plata, un guardapelo con un diamante en el broche que lo sujetaba.
Alex lo miró y un sin fin de recuerdos tristes y nostálgicos invadieron su mente.
Sin decir palabra, tomo el medallón y subió las escaleras para ir a su cuarto. Lucas ni se molestó en detenerlo, entendía que su niño necesitaba estar solo.
Al llegar al cuarto, se detuvo un momento en el espejo y se miró. Sus ojos estaban apagados y cansados, unas grandes ojeras colgaban visibles. Sostuvo el medallón y lo observó de manera detenida.
Recordó haberlo visto infinidad de veces adornando el cuello de Margarita, siempre lo usaba y cada vez que le preguntaba el porqué, ella le respondía que era una parte de su alma, cosa que nunca comprendió.
"Si es una parte de tu alma, entonces sigues aquí conmigo" pensó al mismo tiempo que procedía a colocarse el medallón. Al mirarse con el collar puesto, vio en el reflejo a su abuela, cosa que no supo si era una alucinación por su estado de ánimo o un efecto visual.
Se dirigió a la cama y sin siquiera quitarse los zapatos, se acostó y se cubrió con las sábanas, una lágrima rebelde salió. Se limitó a cerrar los ojos y dejarse caer en los brazos de Morfeo, esperando que todo fuese una horrible pesadilla. Sólo eso pedía.
******
Zoe caminaba sonando las ballerinas rosas de tacón que calzaba ese día. Un vestido aflorado y una diadema con un moño eran su vestimenta en el soleado lunes, muy diferente al día anterior. Llevaba una mochila color azul cielo en la cual cargaba sus cuadernos y libros.
En menos de cinco minutos se encontraba dónde su amigo vivía. Dispuesta a ver cómo estaba, se encaminó a la entrada y tocó la puerta.
Dos minutos después ésta se abría y de ella, se asomaba un cansado Alex. Zoe lo miró con ternura y lo abrazó. No era de las que mostraban afecto muy seguido, pero la ocasión lo ameritaba.
—Te quiero —le dijo al mismo tiempo que lo miraba a los ojos, su vista bajó y vio el medallón de plata que colgaba de su cuello, suspirando—. El medallón... —dijo la rubia con una pequeña sonrisa.
Alex no dijo palabra alguna, sólo se giró y le dio la espalda a su amiga.
—Lo siento, no quería incomodar.
—No importa. Pasa —los dos entraron y la chica pudo ver con detenimiento a su amigo.
No era el galán de revistas o modelaje, pero incluso el más ciego voltearía a mirarlo. Su cabellera rizada era su seña particular. Sus ojos cafés eran muy tranquilos, al igual que aquella sonrisa blanquecina propia de él, aunque en esos momentos estuviera oculta en dolor.
Su complexión era delgada, leves músculos se marcaban en sus brazos y su abdomen, y a pesar de que era más alto que Zoe, al lado de otros chicos era pequeño.
Ella no lo miraba con intenciones más allá de amistad, pero sí le parecía un chico muy atractivo.
—Si quieres hablo con los profesores, para que hagas los exámenes otro día, ellos comprenderán la situación, yo...
—No. Iré hoy, pase lo que pase. Además, ya son globales, no quiero reprobar —la interrumpió Alex. Su voz era molesta.
—Está bien. Si quieres nos vamos de una vez —dijo la chica muy apenada.
Alex vestía una sudadera negra holgada, un pantalón de mezclilla y sus botas cafés un poco altas. Al parecer iría de luto. Tomó su mochila y siguió a su amiga.
Los dos salieron de la casa y caminaron lentamente hacia el instituto. Habiendo poder tomar un taxi, decidieron ir tranquilos a pie.
—Hoy toca el de informática, mañana tenemos el de español. Me lleva la verga, en serio. Aunque ya terminé yo los collages de biología, ya me quité ese peso de... ¿Alex?
Alessandro iba sumido en sus pensamientos, aún tenía presente lo que sucedió el día anterior. No prestó atención a nada de lo que su amiga había dicho.
—¿Qué? Lo siento, no escuché bien —respondió el rizado saliendo de ese pequeño trance.
—Es en serio, hablaré con los profesores. Necesitas descansar todavía, ven, te acompaño a casa —Zoe lo agarró de la muñeca y trató de llevarlo nuevamente a su casa.
—¡No! ¡Dije que estoy bien! —Alex forcejeo tratando de escapar de su amiga.
—¡Por favor, Alessandro! No lo hagas más difícil.
—¡Suéltame! ¡No quiero regresar! —los forcejeos eran cada vez más fuertes y violentos para ambos.
—¡Necesitas descansar, entiende!
—¡¡¡Que me sueltes!!!
Sin que lo notaran, el cielo se nubló a gran velocidad, el viento comenzó a soplar cada vez más rápido hasta que se convirtió en una fuerte ventisca.
Alex parecía no sentir nada, sin embargo, Zoe luchaba en contra del aire, hasta que no pudo más y soltó a su amigo para salir casi disparada hacia el tronco de un árbol cercano.
Al mismo tiempo, un trueno sonó y un rayo azotó enfrente del chico que apenas alcanzó a caer hacia atrás para evitar que lo tocara. Después de eso, todo parecía volver a la normalidad, el cielo se despejaba y el viento disminuía su potencia.
Los dos amigos quedaron estupefactos al haber presenciado tal escena.
La calle por donde caminaban estaba vacía y nadie más pareció ver lo ocurrido. Alex se levantó muy asustado y sin ver a su amiga, empezó a correr lejos. La chica, al ver esto, corrió detrás de él para seguirlo.
—¡Alex, espera! —gritó la chica mientras trataba de alcanzar a su amigo.
******
La camioneta iba ingresando al estacionamiento del instituto. Arisbeth visitaría la escuela en donde estudiaría el semestre entrante. Por lo mientras, sólo se dedicaría a conocer el lugar y recordar fácilmente los salones, así facilitaba su estancia en el lugar.
—¿Necesitas dinero? —preguntó Aimeé sacándola de sus pensamientos.
—No, aquí traigo —respondió.
—Bueno, si necesitas algo me ves en el salón doce al diez para la hora. Es mi pequeño rato libre —acto seguido abrazó a su hija y salió del asiento del conductor. Arisbeth salió del asiento del copiloto y acompañó a su madre hacia la dirección.
Después de darle indicaciones, la secretaria de dirección le dio un pequeño croquis, los conserjes, maestros y directivos tenían la orden de dejarla pasearse por la escuela.
—Nos vemos en un rato, te quiero —Aimeé le dio un pequeño beso en la frente y la dejó en la puerta de la dirección. Su semblante era triste, lo sucedido la tenía mal.
Aris recordó el funeral de Margarita y a Alex muy triste. Quiso hablarle por teléfono, pero no lo hizo. No quería molestarlo o decirle algo incorrecto. Recordó que los chicos estudiaban ahí mismo, así que planeó buscarlos más tarde. Como inercia, empezó su recorrido.
El instituto "Amor, Orden y Progreso" era uno de los más prestigiosos y grandes de la ciudad. Su edificación tenía ciento cincuenta años, antes era una gran hacienda y después sirvió como hospital. Luego fue donado para convertirlo en colegio.
Aunque era escuela pública, muy difícilmente los alumnos se mantenían por el estricto pero excelente plan académico.
Las puertas eran de madera tallada y hacían notorios los años que llevaban colocadas ahí. Los pilares que formaban arcos eran hermosos y enigmáticos, el piso era de baldosas negras y blancas, cuál tablero de ajedrez, y había algunas áreas verdes de las cuales emergían enormes árboles.
Todas las paredes externas de los salones tenían diversas pinturas murales, representando las áreas de la conocimiento: había libros, signos e instrumentos matemáticos, una línea de tiempo, bustos griegos haciendo alusión a la filosofía, átomos y equipo de laboratorio, animales, un símbolo de reciclaje, unos chicos que corrían sonrientes, instrumentos musicales y notas, pinceles y pintura como representación del arte e incluso una Catrina adornaba uno de los pasillos y en la pared externa de la dirección se apreciaba la bandera de México, con sus característicos verde, blanco, rojo y el águila devorando una serpiente, la señal de Huitzilopochtli hacia su pueblo.
Hubo un punto que llamó la atención de la castaña. Una fuente situada en el fondo del instituto, rodeada de árboles y plantas. Más que emocionada, se acercó al lugar y se sentó en una de las orillas, acto seguido, cerró los ojos y hundió sus dedos en la cristalina agua.
Parecía como si los recuerdos malos que llevaba se esfumaran como el fluir de aquella fuente. Procedió a hundir la mano completa y sintió una gran tranquilidad, lo único que escuchaba era el agua caer y caer.
La tranquilidad que había logrado atraparla hace unos momentos, parecía esfumarse, pues una fuerte brisa se hizo presente y el sonido relajante del agua que escuchaba se transformaba en uno de tormenta. Por fin abrió los ojos y vio que una inmensa nube había cubierto el cielo y el viento movía el follaje de los árboles muy brusco.
Volteó hacia la fuente y observó horrorizada cómo el agua de ésta comenzaba a agitarse, y mayor fue su sorpresa cuando los chorros que caían se elevaban inexplicablemente. Sin poder moverse por el susto, se quedó a observar el escalofriante suceso, hasta que el agua flotante la empapó e impulsó hacia atrás.
Arisbeth impactó con algo que cayó junto con ella. O más bien, con alguien.
—¡Auch! —fue lo que escuchó.
Eso bastó para saber que había chocado con una persona. Lo más vergonzoso es que seguía encima del desconocido. Cuando alzó la mirada, para observar quién era, se topó de cara con un joven. En ese momento, sus miradas se cruzaron, las cosas a su alrededor parecían haberse esfumado porque para ellos, todo en sus vidas había cambiado.
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