Secretos revelados y reencuentros oportunos
—No sé por qué no me sorprende que tú también te creas esos cuentos. Oye, deberíamos encerrarlo en un manicomio al pobre hombre, ¿no? Está bien loco.
Cristina no dijo nada para defenderse, ni siquiera reprendió a su hija, y a cambio le respondió de manera cortante al momento en que entraba al auto. Salió directo para irse del lugar, aunque tenía algunas razones bastante obvias para desconfiar de la palabra de Gerardo.
—No es mentira lo que te dijo, es la verdad. Obviamente crees que está loco porque tú no recuerdas nada —la miró a través del retrovisor—. Ninguno de ustedes recuerda nada.
Y arrancó el auto, marchándose de la mansión. Mientras, Zoe y Ricardo se alejaban caminando rápido en la calle, iban casi a la par, estando el chico un poco delante de ella, quién con sus tacones aún trataba de ir a paso veloz. Ninguno decía nada pero el silencio era incómodo y hasta cierto punto vomitivo. En un punto, ambos se detuvieron antes de cruzar a la contra esquina, uno al lado del otro. Los dos se miraron con una seriedad mortal.
—¿Tú crees que..? —suspiró Ricardo.
La rubia sin embargo, sólo negó con la cabeza tratando de unir los puntos, pero era imposible ante tal idiotez que acababa de escuchar minutos atrás.
—Sí, es verdad. Olvídalo.
Al cruzar la esquina, cada uno se fue por su lado.
Por su parte, Alex se encontraba tratando de abrir la puerta del coche de su padre, el cual salió sin pensar en si Lucas iba tras de él. Cuando se rindió sin poder abrir el auto, se puso de espaldas a éste y se dejó caer. Lucas llegó en el momento que el chico comenzaba a llorar otra vez.
—Tranquilo, mi amor, déjame explicarte... —dijo tratando de calmarlo.
—¡Vete! ¡No quiero verte! ¡Quiero estar solo! —respondió el chico a manera de grito.
—Sé que no entiendes nada, pero no teníamos otra alternativa.
—¿Decirnos qué? Es una total estupidez lo que acaban de decir ahí, es que yo... Yo no... —el chico se limpió las lágrimas y se puso de pie—. Solo llévame a casa, no quiero escucharte ni saber nada de nada.
Lucas se calló y se limitó a quitar el seguro de su auto. Alex no le dirigió la palabra y entró al coche, esperando irse lo más pronto posible de ese lugar.
******
—La última vez que entraste aquí fue cuando tenías cinco, antes de irnos —habló Gerardo mientras empujaba una gran puerta blanca de madera esculpida en relieve, situada al fondo del segundo piso. Lo que había en su interior dejó a Arisbeth con la boca bien abierta de la impresión.
Era una gran sala poligonal con paredes doradas, había muchos libreros con libros de todos los tamaños, grosores y claro, unos más antiguos que otros. Dos ventanas grandes con vitrales similares a los de las iglesias dejaban pasar la luz del día.
También había mesas circulares, atriles de lectura, unas sillas hermosamente talladas arrinconadas en una esquina, algunos muebles y vitrinas con muchos frascos, veladoras, telas e incluso había varios recipientes y artículos de cocina, e incluso, en uno de los rincones se encontraba un pequeño refrigerador, cosa extraña para Arisbeth, pero no se limitó en eso y siguió contemplando lo enorme de ese lugar.
—¡Es enorme! Se siente como si entrara a un lugar totalmente diferente.
—Y lo es. Digamos que todo es cuestión de magia —dijo el abuelo con una sonrisa en su rostro.
—La magia es real entonces —contestó la chica cambiando su expresión a seria.
Gerardo asintió con la cabeza.
—Pero no entiendo. Si es que tenemos "poderes mágicos", ¿por qué no recordamos el tenerlos o los hemos manifestado?
—Porque la abuela de Alex ató sus poderes para que no pudieran usarlos —respondió Aimeé esta vez.
—¿Doña Margarita? ¿Nos ató nuestros poderes? ¿Cuál fue la razón? Realmente no estoy entendiendo nada de todo esto —la confusión de Aris hacía que le doliera la cabeza.
—Son muchas preguntas que se irán respondiendo con el tiempo, por lo mientras debemos de encontrar al sexto chico, cuanto antes mejor —finalizó Gerardo antes de cerrar las puertas de aquella biblioteca "mágica".
Arisbeth estaba confundida. Nada de eso tenía sentido, pero a la vez, tenía todo el sentido del mundo. Era extraño, pero así lo sentía ella.
—Toma, creo que esto puede ayudarte un poco por ahora —dijo Aimeé a la chica al mismo tiempo que le daba el libro que su padre traía hace unos minutos. Un libro de tamaño grande, de aspecto viejo y desgastado color morado, en su portada tenía un hexagrama unicursal blanco un poco despintado—. Aquí puede que encuentres una respuesta a algunas de tus preguntas.
Arisbeth asintió.
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Habían pasado seis horas y Arisbeth no se despegaba del libro. El contenido en su interior parecía más un libro de cuentos, con información que parecía tan fantasiosa pero a la vez muy interesante. Estaba concentrada en su lectura que ni siquiera se había tomado el tiempo para salir a la cocina por un aperitivo.
—Vamos a comer —le avisó Aimeé sin respuesta alguna. Al no escuchar nada se dirigió a su cuarto, y vio a su hija tan concentrada en el libro que no quiso interrumpirla.
—Vaya, esto sí es de otro mundo —respondió la chica con una pequeña risa.
—Tengo mucha curiosidad de saber por qué tú no lo tomaste a mal como los chicos —inquirió Aimeé.
—Ni yo lo sé, la verdad es que tampoco significa que se los crea al cien por ciento, pero es raro todo lo que nos ha pasado que no puedo encontrar una explicación más lógica que esta —dijo la castaña mientras señalaba el libro.
Aimeé sonrió y dio un pequeño beso en la frente de su hija. Acto seguido, se abrazaron.
—Por cierto, dijeron que éramos guardianes... ¿Qué debemos proteger?
—Mejor, porque no vamos a comer y después seguimos charlando de esto, ¿te parece? —inquirió la mujer evadiendo el comentario. Aris cerró el libro y ambas salieron del lugar.
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Ya entrada la noche, Alex sintió algo de hambre y fue a la cocina. Se encontraba solo, ya que su padre tuvo que volver a la comisaría. Esa tarde fue la primera en que no lo acompañaba Margarita mientras su padre llegaba del trabajo.
Después de tomar una manzana, subió las escaleras, desganado hacia su habitación, pero se detuvo cuando pasaba justo al lado del que fuese el cuarto de su abuela y después de meditarlo unos segundos, decidió por entrar. Justo como lo había dejado ella. No había nada fuera de su lugar.
Su tocador en donde se encontraban todos sus perfumes, cremas, joyeros, y dos portarretratos; uno en donde estaba la foto de una Margarita joven y a su lado el que en vida fuera su esposo y abuelo del chico, Max, y quién cargaba a una niña de no más de tres años, la que suponía era su madre, Sol. En el segundo portarretrato una foto que tenía tan sólo unos meses, donde ella, Lucas, Alex y Aimeé posaban sonriendo frente a la entrada de la casa.
Se dirigió hacia el armario y lo abrió, dejando al descubierto las prendas con la que solía vestir día a día, sonriendo de lado al ver los chales, vestidos y trajes, tomando entre sus manos un suéter, y acto seguido lo abrazó, oliendo la esencia a lavanda que conservaba la prenda, tratando de contener las lágrimas.
Sin que se diera cuenta, Lucas entró a la casa y subió tratando de buscar a su pequeño, deteniéndose en el cuarto de Margarita al ver la puerta abierta. Cuando entró vio a su pequeño abrazando la ropa de su abuela, una escena que le rompió el corazón. Cuando Alex se dio cuenta de su presencia, volvió a colocar el suéter en donde estaba y cerró el armario.
—No te escuché llegar —dijo sin siquiera mirarlo.
—Pensé que estarías abajo —Lucas miró el interior de la habitación—. Eres afortunado, acuérdate que a mí nunca me dejó entrar aquí.
—Era su espacio personal, lo recuerdo —Lucas sonrió de lado, pero el chico seguía sin mirarle. El hombre no estaba dispuesto a seguir alejando a su hijo.
—Mi niño, yo no quería decirte eso jamás. Nunca hubiera querido que recuperaras tus poderes, sólo que no hubo remedio, las cosas pasaron así y...
Sin que lo esperara, el chico se lanzó ante él y lo abrazó. Sonrió, pero por otro lado, tendría que dar muchas explicaciones si quería continuar con el plan de enseñarle ese nuevo mundo.
—La extraño, y extraño que todo sea como antes.
—Lo sé, pero no hay vuelta atrás. Debemos enfrentar esto juntos y de una vez te digo que nunca te dejaré solo. Nosotros dos contra el mundo. Te amo, mi amor y eres lo más importante para mí, pero tienes que prometerme que vas a estar bien, ¿sí? Que vamos a tratar de dar lo mejor y vamos a salir adelante pase lo que pase, ¿de acuerdo? —dijo el hombre mientras besaba la frente de su hijo y acariciaba su cabello. Una lágrima rebelde salió de su ojo, la cual limpió al instante.
—Lo prometo —respondió Alex mientras seguía abrazándolo.
El sonido de algo cayendo interrumpió el momento. Lucas despegó el abrazo y levantó el objeto que se había caído a sus espaldas. Era un diario negro de bolsillo, desgastado por el constante uso, con algunas hojas sueltas y amarillas por el paso del tiempo. Alex sabía de quién era.
—Don Gerardo me lo dio en la mansión, al parecer lo olvidó allí. Es otro detalle que pareció dejarte ella —le explicó el hombre a su pequeño.
Alex abrió el diario y en la primera hoja rezaba una pequeña dedicatoria, como si ella hubiese planeado darle ese libro.
"Espero que esto te ayude un poco en la búsqueda de tu verdad oculta. Siempre que la oscuridad te consuma, habrá una luz que te guiará al final de tu camino. Te quiero mi niño hermoso, nunca lo olvides. Con mucho, mucho amor, tu abuelita."
Verdad oculta. Siempre ha habido secretos en su vida, pero éste significaba algo imposible.
No aceptaba la idea disparatada que escuchó en casa de Arisbeth ni mucho menos lo tomaba en serio. Pero, ¿qué pasaría si todo fuera verdad? Si todo aquello que vio era cierto y tanto él y sus amigos y familia eran parte de algo que, hasta el momento, creía irreal.
Muchas ideas invadieron su mente, su lado racional gritaba que todos estaban verdaderamente locos y debía olvidar esa estupidez, pero muy en el fondo, no hallaba explicación alguna a todos los sucesos que ocurrieron últimamente, y de todos los secretos que lo rodeaban en su vida hacía tiempo atrás, y antes que nada quería descubrir quién era su propia familia en realidad, sobre todo, su padre.
—¿Tú también eres..?
—No, soy humano, o al menos más humano por ahora —dijo él ante esa pregunta inconclusa.
—¿Más humano? No entiendo eso.
—Hay muchas cosas que tienes que saber, pero hay que tener calma, habrá un tiempo para todo —respondió su padre, por último.
El chico miró de nuevo el diario y lo cerró. Un tiempo para todo, repitió en su mente. Miró a su padre y le sonrió tenuemente.
—Em, me tengo que ir a estudiar, mañana tengo un examen, hay comida en el refri por si quieres cenar, y dejé el baño prendido —dijo el rizado mientras salía del cuarto.
—Está bien, en un rato cenamos los dos juntos, ¿vale? —respondió el hombre. Alex se giró y le sonrió, mientras Lucas le devolvía una sonrisa pequeña.
******
El auto de Aimeé entraba al estacionamiento del instituto como cada mañana. La de ese martes era una poco fría y con espesas nubes en el cielo. Aris y su madre bajaron al mismo tiempo y caminaban juntas hacia la dirección por las llaves del salón de la primera clase.
—Bien, ya tienes el papel con mi horario por si necesitas algo —dijo dulcemente Aimeé a su hija.
—Okey, yo te busco, además estaré rondando los salones para buscar a los chicos, ¡te quiero! —Aris se despidió de un abrazo muy fuerte y un beso en la mejilla a su madre.
Sin más, comenzó su recorrido. Como eran diez minutos antes de las siete y la cafetería no abriría hasta las ocho, decidió buscar a sus amigos. Vagó por los salones mientras los alumnos esperaban afuera a sus respectivos profesores, pero no vio ninguna cara conocida.
Además, la tenue iluminación de las lámparas, el cielo nublado y que todavía no amanecía del todo no la ayudaba mucho. Recordó el día anterior en su visita a la fuente, el extraño acontecimiento con el agua y a Dante, y optó por ir a ese lugar más tarde.
Siguió su camino en los pasillos buscando a sus amigos hasta que, a lo lejos, en la entrada de uno de los salones vio entre varios chicos a una pelirroja muy peculiar, a lo cual sonrió y se acercó a ella muy lentamente y sin hacer ruido, pero a un metro de distancia, Andy alzó su vista, cuando vio a Aris sonrió y se le lanzó para abrazarla.
—¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Qué sorpresa verte aquí! —exclamó Andrea cuando despegaban su abrazo.
—Hola, muy bien, los estaba buscando —dijo al momento que otro chico conocido se acercaba.
—¿A nosotros? —Mickey también la abrazó.
—Sí, ayer ya no pude buscarlos porque, bueno, surgió algo y me fui —sonrió nerviosa.
—¿Y a qué se debe tu visita? —inquirió Michael.
—Pues esta semana estaré en la escuela, para ver lo de mi examen de oposición y para conocer la escuela.
—¡Genial! Te veremos más seguido —habló Andy casi gritando.
El pequeño ambiente de felicidad se cortó al ver qué Eduardo, Jazmín, Luzmaría, Michelle y Ricardo hacían acto de presencia. Aris dio un pequeño saludo a su prima y a Richie, él sonrió y la saludó mientras que ella sólo levantó las cejas. Michael y Andy bufaron al verlos.
—Por desgracia, también son nuestros compañeros —dijo Andy sin temor a que la escucharan.
—Tranquilos. Por cierto, ¿no han visto o hablado con Zoe o Alex? Ayer fueron a mi casa, pero se salieron sin avisar y ya no supe nada.
—Qué raro, yo tampoco hablé con ellos ayer después de irnos. Mmm... Toma —dijo Andy mientras sacaba de su mochila un cuaderno y de él, una hoja doblada—. Este es nuestro horario. En estos salones puedes buscarnos o si no, en el aula de cómputo, estaremos ahí algunos días por exámenes finales, y después de eso ¡seremos libres!
—Habla por ti, yo haré inter de álgebra —se quejó Mickey.
En ese instante, la profesora de su primera clase llegaba a las afueras del salón. Una muy familiar. Los alumnos, a excepción de Luzmaría quién sonrió con malicia, la miraron con un poco de temor, incluso los chicos. Aris tragó saliva.
—Nos volvemos a encontrar, señorita. Por favor hoy no se ande ahogando por ahí —le expresó Cassandra a la chica en un tono sarcástico. Después comenzó a abrir la puerta del salón.
—¿La conoces? —dijo la pelirroja por lo bajo.
—Sí, tuvimos un encuentro desafortunado ayer.
—¡Nos vemos después! —dijeron los chicos en voz baja al tiempo que entraban al salón.
Cuando Aris se giró, vio a dos chicos acercándose al salón. Zoe y Alex corrían muy a prisa para entrar a clase. La pasaron de largo como si no existiera y después de que ellos entraron la puerta se azotó, espantando a la chica.
Que Diosito los bendiga, pensó. Sin más, decidió seguir vagando por los pasillos. De nuevo recordó la fuente y decidió ir para allá. El cielo se había aclarado un poco y le permitía ver mejor. Al llegar, le dio un poco de miedo, ya que los árboles no permitían que la luz pasara del todo, dándole aspecto un poco macabro, sumándole lo ocurrido el día anterior.
Con sus manos temblando se acercó a la fuente, pero no tocó el agua. Pensó en todo lo que sucedió el día anterior. Sacó de su bolsillo el collar con la gema azul. Se alejó unos pasos atrás y cerró los ojos. Alzó la mano con la que sostenía el collar y pensó en que el agua se levantara.
Estuvo así por unos segundos hasta que escuchó algo. Al abrirlos, se topó con la enorme sorpresa que en el fondo ella esperaba; una pequeña torre de agua se levantaba de la fuente y la joya brillaba. Abrió la boca sin decir nada ya que había enmudecido, sólo miraba sorprendida lo que ella misma estaba haciendo. Estaba haciendo magia.
Una voz diciendo "¿Hola?" interrumpió su concentración e hizo que se girara, la torre de agua cayó a la fuente de nuevo y la chica se convirtió en una maraña de nervios. Al ver quién era, sus nervios aumentaron de una manera ridícula.
—¡Ey, hola! No planeaba verte otra vez por aquí. —Dante sonrió inconscientemente al ver a Aris otra vez en el mismo lugar.
—Hola —dijo la chica con los nervios a flor de piel.
—Te busqué ayer varias veces, creí que seguirías aquí, pero te fuiste, y después ya no te volví a ver ni en los pasillos, dije "a lo mejor me la topo en otro lado" pero ya nada de nada y también tuve que recuperar práctica y... —en Dante también se notaba el nerviosismo en su voz, sobre todo cuando comenzó a hablar sin parar otra vez.
—Eh, me fui a secar mi ropa y no volví ya, me fui a mi casa.
—Bueno, ¿qué haces aquí tan temprano? Pensé que estaría solo en este lugar, me iba a poner a estudiar algo.
—Estaba dando vueltas a todo otra vez, me acordé de venir aquí, es bonito y relajante —respondió Aris lo más tranquila posible.
—Bien, yo entro a clase hasta las ocho y llegué antes para estudiar antes de mi examen, ¿gustas acompañarme? —ofertó el joven muy sonriente.
—Claro —pero en realidad, Aris quería salir de ahí corriendo. Lo que le provocaba Dante a ella era algo que nunca había sentido jamás. Era una combinación entre miedo y euforia, muy difícil de explicar.
—¡Excelente! Pero sólo un detalle más. Ya que me fuí rápido ayer no escuché tu nombre y...
—Arisbeth. Me llamo Arisbeth, soy la hija de la profesora Aimeé, no sé si la conozcas —habló la chica con una confianza que ni ella se creía.
—¿De verdad? ¡Obvio que la conozco! Me imparte Prevención de las Adicciones, con razón me parecías muy familiar. ¡Ahora lo veo y eres idéntica a ella! Es muy linda, es de mis maestras favoritas en el semestre, me encantan sus clases, son muy dinámicas —exclamó Dante en voz alta por los nervios, se detuvo al captar que estaba hablando de más—. Perdón, no sé cuándo callarme la boca.
—Me agrada que seas así, eres lo contrario a mí, muy valiente y confiado.
Dante se sonrojó. Era más que evidente lo que le pasaba junto a la joven pero no quiso decir nada más para no regarla. Y para colmo, se había hecho una tensión silenciosa.
Se sentaron en el pasto y empezaron a estudiar. Al principio había momentos incómodos para ambos, pero con el paso del tiempo, los nervios se disiparon y empezaron a fluir más y más.
Ella le preguntaba cosas que Dante tenía anotadas en su cuaderno para ayudarlo a estudiar y cada vez que se equivocaba, ambos estallaban de risa.
Ese momento fue uno muy especial para los dos. El timbre sonó anunciando el cambio de clase, ambos se quejaron graciosamente y se pusieron de pie. Aris acompaño a Dante hasta su salón, hablando de tonterías.
—Toma, es mi número —dijo el chico dándole un papelito—. Me mandas mensaje y te agrego, ¿va?
Aris asintió y lo tomó, justo antes de entrar, él le dio un pequeño beso en la mejilla, despidiéndola con un "nos vemos después" y una sonrisa enorme.
La chica se congeló en ese momento, no supo qué hacer. Se llevó su mano a su mejilla y sonrió al tiempo que su corazón comenzaba a latir muy fuerte. Era definitivo, Dante le causaba en su mente y su corazón algo muy difícil de explicar.
¿Qué está pasando? ¿Por qué sentía eso con un chico con quién apenas llevaba hablando un día? Un chico alto y parlanchín que la ponía muy nerviosa y que sin explicárselo, deseaba estar a su lado cada vez más y más tiempo. Se sentía bien estando al lado de Dante.
Un fuerte tirón sacó a la joven de su trance y la volvió a la realidad. Eran Alex y Zoe quienes la llevaban casi arrastrando. Al momento de jalarla, sin darse cuenta, tiró el papelito con el número de Dante.
Aris muy confundida trató de frenar sin éxito, hasta que los chicos se detuvieron en un pasillo por donde no pasaba mucha gente.
—Necesitamos hablar contigo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Te dijo algo tu abuelo después que nos salimos? —esta vez fue Alex quien habló.
—¿Sobre esto? —la chica les mostró el collar.
—¡Sí! Sobre "eso" —habló Zoe en voz baja.
—Pues me mostró un libro y ahí venía algo de información —respondió Aris también voz baja.
—Okey, ¿y de qué era esa información? —preguntó Alex.
—Era bastante de seres fantásticos, criaturas extrañas y de hechicería. ¡Ah! Me mostró un cuarto donde había muchos libros.
—¡¿O sea que eso sí es real?! —dijo Zoe mientras se giraba con las manos en la cabeza.
—Así parece, por desgracia —le respondió Alex desganado.
El chico tomó su mochila y de ella sacó el diario negro de su abuela.
—Ayer mi papá me dio este libro. Era de mi abuela y en él viene algo de información, también vienen muchos versos como hechizos y de cómo hacer brebajes "mágicos". Leí el principio y menciona lo que nos dijo tu abuelo, de los elegidos y la profecía de los Guardianes Solares. Aún estoy dudando de si esto es cierto, pero hay muchas pruebas que demuestran que sí es verdad.
—Pero debemos hablar también con Luzmaría y Ricardo, se supone que ellos también lo son, ¿no? —sugirió Zoe.
—¿Quieres hablar con ellos? De seguro también pensaron que esto era una reverenda pendejada. Opino que hay que averiguar nosotros tres por nuestra cuenta qué es lo que está pasando con este asunto —respondió Alex al tiempo que abría el diario y lo hojeaba.
—Puedo darles el libro que me enseñó mi abuelo, tal vez con eso y lo que viene en el tuyo podamos encontrar algunas respuestas —dijo Aris.
—Otra cosa. Esto no lo tiene que saber nadie más que nosotros, ¿entendido? Ni siquiera Michael o Andrea, nos tacharán de locos. Ya es problema de esa idiota o de Ricardo si se lo dicen a sus amigos, pero de nuestras bocas no saldrá nada de este asunto, ¿de acuerdo? —inquirió Alex a sus dos amigas.
—De acuerdo —se escuchó de las dos chicas al unísono.
—Bien, vamos a sacar la verdad de este pinche asuntito de una vez por todas.
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Nota 2025
Bueno, aprovechando el insomnio que me ha dejado la mudanza, les actualizo esta cosa porque estoy seguro que estos días andaré algo ocupado, así que adelanto el capítulo de la(s) siguiente(s) semana(s) ajsjsjs
Dígame qué les pareció, comenten y de paso un voto que le avienten a este pobre diablo jaja
Ya, me despido jsjs 🖤
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